martes, 24 de diciembre de 2024

Una caja de arena y un poema de Jorge León para honrar (por Navidad) a los niños y jóvenes

Una Nochebuena más aquí estoy, con todos vosotros, para compartir este post especial navideño. Todos los años me ocurre que no sé sobre qué escribir. Lo que suelo hacer es dejar que la mente fluya, me acuerdo de la metáfora del río de Siegel (2011): la corriente no se atasca en ninguna de las dos orillas cuando el agua circula por el medio del cauce. ¡Y ha funcionado!, la inspiración me ha llegado. No hay nada como dejarse ir. 

Os cuento.

Esta pasada semana estaba en psicoterapia con un joven de veinticinco años. Anteriormente, estuvimos trabajando durante tres años (de los quince a los dieciocho). Ahora, ha regresado porque precisa, de nuevo, tratamiento psicológico. Es un chico que vivió siete años de traumatización temprana y crónica, primero en su familia biológica en la que sufrió una negligencia física y afectiva severa, y después residió en un centro de acogida, donde padeció también deprivación y castigos físicos graves. 

Tiene una tendencia hacia la desconexión de sus emociones y de las relaciones, manifiesta como una disociación masiva. No expresa con palabras sus estados internos y su mirada se pierde en el vacío muy frecuentemente. Funciona con una parte aparentemente normal en aspectos básicos de la vida cotidiana, pero en otros muchos no puede manejarse de manera responsable y madura sin una figura adulta. Tener una terapia hablada con él es imposible, siempre contesta con monosílabos y tiende a normalizarlo todo. Puede ser fácilmente victimizado por cualquier adulto que quiera aprovecharse de él. No tiene amigos, lo desearía, pero tiene mucho miedo a relacionarse, no confía en nadie, experimenta tanto pánico que se siente desbordado en las interacciones sociales, quedándose completamente bloqueado. Su espacio privilegiado -ahí no tiene que hablar, solo expresarse con el cuerpo y seguir instrucciones- es el ballet, destaca como un excelente bailarín de estilo clásico. Hasta hace poco trabajaba, pero sus continuas desconexiones mentales, olvidos, problemas de atención y memoria -típicos en personas que presentan una disociación relacionada con el trauma- han provocado que su jefe le eche del trabajo. Este no le ha pagado las horas extras, beneficiándose de su sumisión -firmó la carta con el finiquito sin saber lo que hacía-, por lo que sus padres van a intentar reclamar judicialmente estas cantidades. 

Cuando nos encontramos en la última sesión de psicoterapia, conecté con lo tremendamente difícil que es la vida para estos chicos, lo incomprendidos que son en todos los contextos y cómo sus problemas son interpretados desde la voluntad: se comportan así porque quieren y no ponen de su parte. No hay afirmación más injusta para ellos. Nadie honra sus defensas, nadie se para a preguntarse qué les ha podido pasar para comportarse del modo en que lo hacen. Me refiero a la sociedad en general, no a personas en particular, porque siempre hay gente maravillosa, basta con que haya una sola. 

Son jóvenes que dependen del entorno, si este es favorecedor y comprensivo, confían, se tranquilizan y mejoran notablemente su funcionamiento porque su cerebro ya no está en posición defensiva. Esta misma semana me ocurría con otro chico: una orientadora escolar me informaba que su conducta había sido positiva y que habían notado un cambio en él. No se dan cuenta de que ellos también han cambiado, han tenido una mirada diferente sobre el joven desde que se entrevistaron conmigo. Este lo ha notado y se ha sentido visto y, por lo tanto, se ha regulado a nivel emocional y conductual.

Por eso, me preguntaba que, si el mensaje de la Navidad es fundamentalmente el de la Esperanza, ¿qué podrían esperar estos chicos? Que los adultos -ojalá- con los que se encuentren -cada uno de nosotros, de los que leemos este blog, que somos muchos- podamos comprenderles y aceptarles en lo fundamental: el respeto a su persona. Los niños son los únicos seres en el mundo que no tienen partido político, no interesan en este sentido, no se obtiene de ellos réditos en forma de votos. Sólo les cabe esperar que un adulto -como he dicho, basta que haya uno solo- maravilloso se encuentre con ellos y que esto suponga un cambio radical en sus vidas. 

Cuando he acompañado a profesionales en supervisión modalidad terapéutica, conocimiento y trabajo de la persona del terapeuta o educador, muchos tienen historias de vida muy duras a sus espaldas, pero casi todos expresan que hubo un encuentro con un adulto significativo que les transformó y gracias a este vínculo pudieron pasar de resistir a resiliar. Les insufló esperanza, fe, fuerza, valor, energía, afecto, seguridad, creencia en sí mismos… Son los llamados tutores de resiliencia. Boris Cyrulnik (2003) es quien ha acuñado el término y define qué es un tutor de resiliencia: 

"Un tutor de resiliencia es alguien, una persona, un lugar, un acontecimiento, una obra de arte que provoca un renacer del desarrollo psicológico tras el trauma. Casi siempre se trata de un adulto que encuentra al niño y que asume para él el significado de un modelo de identidad, el viraje de su existencia. No se trata necesariamente de un profesional. Un encuentro significativo puede ser suficiente”.

Soy consciente de que no podemos rescatar a los chicos y de que estos no pueden recuperarse como si no hubieran sufrido ningún trauma. Por muchas técnicas que utilicemos del tipo que sean, en algunos casos, las heridas son tan profundas que se llevan, como las cicatrices en la piel, de por vida. Heridas que pueden reabrirse. Aún así, estoy convencido de que la psicoterapia relacional es una poderosa experiencia que puede transformar la vida de estos chicos y ser el "viraje de su existencia", como dice el gran Cyrulnik. Somos mucho más importantes de lo que pensamos para ellos. Encuentran en nosotros, en nuestra mirada bondadosa, en nuestra sintonía empatica compasiva, en nuestra paciencia y perseverancia, en la narrativa que les ayudamos a construir que explique y reconstruya su historia... muchos motivos para seguir adelante y "esquivar el destino" y "negarse a la fatalidad en la desgracia" (Cyrulnik, 2020). Somos ESPERANZA para ellos. 

Y si la Navidad es AMOR, creo que -como se dijo en el Congreso de Psicoterapia Emocional Sistémica organizado por Psicólogos Pozuelo el pasado mes de noviembre de este año- la psicoterapia debe ser un acto de amor. 

Somos El calor del sol en invierno

 

Aplicado a los vínculos, es un concepto que habla de permanencia, profundidad, la vida en medio de la oscuridad o el trauma, la calidez. La presencia de una persona luminosa y el calor recibido de esa luz (Cockeram, 1623) 

 


A partir del 25 de diciembre, los días empiezan a ser un poco más largos y la luz gana terreno a la oscuridad. El cristianismo vio en este hecho una metáfora de la luz que vence a las tinieblas: el sol que renace invencible. Y por eso situó el nacimiento de Cristo en esta época, para santificar las fiestas paganas que se celebraban, como las saturnales romanas. Lo que nos importa a nosotros de este mensaje es que seamos luz para quienes viven en la oscuridad del trauma.

Así pues, intenté arrojar algo de luz en la oscuridad del joven de veinticinco años del que os he hablado. Le dije que sus desconexiones son recursos de supervivencia y que gracias a ellos ha logrado sobrevivir, que por eso debemos honrarlos. No son defectos de su carácter, no es su genética ni su temperamento. Es que algo duro le hicieron, algo le pasó. 

"Me gustaría honrar tus recursos", le dije. Y le pregunté si le apetecía hacer una caja de arena. Esta técnica es una manera amable, delicada, bondadosa y respetuosa de acercarse a conocer el mundo interno de las personas y apreciarlo con mirada libre de interpretaciones y juicios. Es la validación total del ser. 

Él no habla casi nada, es de poquísimas palabras. Porque no puede. Pero conmigo siento que está tranquilo, nos tenemos cariño el uno al otro y una conexión emocional especial. Por eso, sé que en psicoterapia da lo mejor de sí mismo, su cerebro funciona de un modo más integrado. Pero hay que darle herramientas adecuadas, porque hablar y recordar con palabras es una fuente adicional de sufrimiento psíquico para él (y para muchos pacientes). Creo que es muy importante para estos saber que no es necesario que hablen para que la psicoterapia resulte eficaz y, sobre todo, reparadora. Este mensaje es clave para los que presentan traumatización temprana y crónica y presentan un bloqueo del lenguaje. 

La caja de arena es una herramienta excelente para que este chico se exprese. Con ella, es capaz de hacer cosas increíbles. Os comparto su caja, es un modo de homenajear a personas que como él, día a día, trabajan para ESPERAR que quienes les rodean los entiendan y acepten incondicionalmente.


TÍTULO: LA VIDA ES COMPLICADA

AUTOR: Podría ser cualquier joven con trauma temprano


Obelix: Lleva mucho peso emocional encima, que nadie ve. Como un menhir que le agota. 

Bambi: La inocencia, puede ser engañado por la bruja (es un joven que ha sido engañado varias veces)

Los dos playmobil detrás de Bambi: Los padres, gracias a ellos puede vivir, lo son todo para él, si no Bambi no sobreviviría. (¡Qué bueno que los padres, en este caso adoptivos, hayan logrado ser base de seguridad para él!)

El fantasma: Cuando siente desesperación, a Bambi le encantaría poder desaparecer, irse a un sitio donde no sufra. Delante del fantasma está la rabia, la que siente, a veces. 

La tristeza y el soldado: La coraza que tiene impide que esta tristeza salga (Aquí llora un poco, trata de reprimirlo, como siempre ha hecho, pero le animo a que lo haga y una lágrima sale de sus ojos y cae por la mejilla. Es la primera vez que llora. Le sostengo con mi presencia).

El mago y el espíritu:  El mago, ojalá que pudiera hacer que nada de lo que me pasó me hubiera sucedido. La estatua negra es la espiritualidad, que me permite encontrar la tranquilidad.

Todo esto lo contó sin apenas ayuda por mi parte. Sus palabras [con mi presencia segura y silenciosa, animadas por la conexión y regulación emocional desde el cuerpo al hemisferio derecho del cerebro, y de ahí hacia el izquierdo (integración vertical y horizontal, Benito, 2024); y vuelta a recorrer el mismo camino, esta vez a la inversa] dijeron (en este espacio libre y protector) lo que nunca hubieran podido decir en una conversación. Es el poder sanador de la imagen-emoción-sensación-palabra. 

Esta entrada está dedicada a todos los chicos y todas las chicas del mundo que han sufrido traumas tempranos y crónicos, que día a día sufren, pero encuentran en los demás, en seres maravillosos que les acompañan, como nosotros y nosotras, los puntos de apoyo que necesitan para no caer, y también para todos los lectores de nuestro blog:

Con todo cariño. 



FELIZ NAVIDAD /BON NADAL/ BO NADAL/ EGUBERRI ON


Termino regalándoos un hermoso poema del profesor y literato Jorge León, amigo, a quien le agradezco su generosidad al permitirme compartirlo con nosotros. Creo que es un mensaje muy necesario el que Jorge nos transmite con su particular maestría y con la profundidad de su arte para componer poemas. 

La fotografía que le acompaña, preciosa también, es de Claudia León Mas.



¿Me tomarás por fin de la mano

Y me guiarás por los caminos

                                          de la noche

me olvidarás de los odios

y del ruido del mundo

dolor del mundo

                             odio del mundo

para alcanzarme la paz y mostrarme

la armonía que sustenta

su pausada rotación

la plenitud del infinito?

Jorge León Gustà

lunes, 16 de diciembre de 2024

La parentalidad terapéutica dentro de la Traumaterapia sistémica en el acogimiento familiar, por Jose Luís Gonzalo


La parentalidad terapéutica 
dentro de la Traumaterapia sistémica 
en el acogimiento familiar

Por Jose Luis Gonzalo, psicólogo clínico y traumaterapeuta sistémico, miembro de la RED APEGA

Este artículo ha sido elaborado para la Fundación Márgenes y Vínculos, una organización sin ánimo de lucro de interés en la atención social, que trabaja por la promoción de los derechos, la protección, la igualdad, la cultura, la convivencia, la educación y el bienestar de las personas. Desarrollan, entre otros, proyectos y servicios sociales destinados a la infancia, las familias, la mujer, personas con discapacidad, migrantes o personas en situación de vulnerabilidad o desigualdad.


El acogimiento familiar es una medida de protección para personas menores de edad en situación de desamparo con el fin de proporcionarles un entorno familiar estable. Es un derecho recogido en la Convención de los Derechos del Niño[i] que considera el interés superior de estos en todas las medidas jurídicas que se adopten. Dicha Convención dice al respecto que “… corresponde al Estado asegurar una adecuada protección y cuidado, cuando los padres y madres, u otras personas responsables, no tienen capacidad para hacerlo”

Otra alternativa de cuidados para las personas menores de edad en situación de desamparo y que por diferentes causas no pueden convivir con su familia biológica (padres u otros) es el acogimiento residencial. En este caso, los niños y adolescentes ingresan en un hogar y son cuidados y atendidos por educadores, tratando de mantener la relación con la familia de origen, si es posible y beneficioso para ellos. Los niños y jóvenes, en general, están muy bien cuidados en estos centros. Sin embargo, en muchas ocasiones, no tienen la posibilidad de crear y establecer vínculos afectivos como los que se pueden formar con una familia. 

Por ello, una familia supone otorgar a la persona menor de edad un derecho preconizado por el abogado chileno Hernán Fernández: el de “los buenos vínculos”[ii]. Como dice la experta en el ámbito, Cristina Herce[iii]: “acoger no es recoger. Con la gran cantidad de investigación disponible actualmente sobre trauma, neurociencia y bienestar infantil, el sistema no puede ocuparse únicamente de proporcionar un alojamiento y una protección física a los niños que han sufrido maltrato. Sí, la seguridad física es fundamental para alcanzar el bienestar infantil, pero su presencia por sí sola no la garantiza, ni tampoco protege necesariamente de la repetición de los ciclos de maltrato entre generaciones”. 




Por ello, es necesario que el acogimiento familiar se organice en torno al concepto de “parentalidad terapéutica”(Dantagnan)[iv] La ciencia del cerebro postula que el mantenimiento de los vínculos de apego (Bowlby)[v] es una necesidad de primer orden. “La relación de apego, esa conexión especial y estable entre las crías humanas y los adultos de su misma especie, genera interacciones que moldean el desarrollo cerebral durante la infancia y la adolescencia. En esa relación está el fundamento de un neurodesarrollo saludable y, por tanto, de la salud física y mental durante la vida adulta; pero cuando los niños y adolescentes sufren malos tratos o abandono, el crecimiento de las redes neurales sigue una trayectoria anómala, con graves consecuencias para su salud a lo largo de toda la vida” (Benito)[vi]. Por lo tanto, disponer de al menos una figura adulta estable con quien vincularse es una necesidad y un derecho de todo ser humano, y sin esta condición no se produce un sano desarrollo de la personalidad. La Ley de Protección Jurídica del Menor, tras la retirada de la tutela de un niño o niña de sus padres, dice que la primera medida de cuidado alternativo recomendada es el acogimiento familiar. Esto no quiere decir que el acogimiento residencial no deba de existir. En determinado supuestos y franjas de edad puede ser un recurso (si los centros se organizan de acuerdo con el concepto de crianza terapéutica) que se adecúe más a las necesidades de determinados niños y adolescentes. 

La mayoría de las personas establecen el vínculo de apego con sus padres y/o familia biológica, pero cuando existen problemas que comprometen la competencia de estos para garantizar los cuidados, la estabilidad de los vínculos (seguridad, afecto y permanencia) y la debida protección, la mejor medida es proporcionar a las personas menores de edad otro entorno familiar (bien dentro de la familia extensa bien en familia ajena). Cualquier configuración familiar puede ser beneficiosa para un niño o adolescente, siempre y cuando tengan suficientes “competencias parentales” (Barudy y Dantagnan)[vii] para ejercer los cuidados responsablemente. La parentalidad terapéutica es un desafío, pues conlleva hacerse cargo de niños y adolescentes que necesitan una reparación de su vínculo de apego (a menudo alterado por las historias de malos tratos que han sufrido en sus primeros años de vida). Por ello, las familias de acogida deben de formarse y prepararse para esto. Es obligación de las administraciones públicas dotarles de los equipos técnicos que les proporcionen los profesionales especializados en la aplicación de los métodos y técnicas de la parentalidad terapéutica. 

Podríamos referirnos a múltiples aspectos relacionados con el acogimiento familiar. Basándome en mi experiencia profesional de acompañamiento psicoterapéutico a niños, jóvenes y familias que conviven en régimen de acogimiento familiar, considero que son importantes los siguientes aspectos, sobre todo cuando se acoge a niños “profundamente traumatizados”. (Hughes)[viii]

La necesidad de que los equipos profesionales trabajen coordinadamente y de acuerdo con un modelo de actuación biopsicosocial que sea especializado y capaz de dar respuesta a la afectación que estos niños y adolescentes presentan en las áreas de apego, desarrollo y mentalización, así como al impacto que el trauma del desarrollo tiene en el cerebro, el sistema nervioso y, en suma, en su personalidad.

Dicho modelo debe de ser comprensivo, ecobiográfico y capaz de explicar los síntomas, dificultades y características del niño o joven como consecuencia del impacto de los malos tratos tempranos en su neurodesarrollo. Si el niño o adolescente ha sido dañado por los primeros adultos con los que se vinculó, es mediante poderosas relaciones de calidad como se producirá la reparación (Perry y Szalavitz)[ix] afectiva. Un modelo que reformule los síntomas del niño y no le señale, con diagnósticos descriptivos mal utilizados, como el causante -por las alteraciones que puede presentar- de problemas psíquicos que él no ha generado. Dichos síntomas reflejan los esfuerzos que las personas menores de edad han hecho por sobrevivir. Son los recursos que pudieron desarrollar, aunque ahora se manifiesten mediante alteraciones conductuales, que son las que molestan al mundo adulto. (Cuando los síntomas son más internalizantes o incluso aparecen como chicos complacientes y sumisos, no son perturbadores y estos tienen menos posibilidades de recibir ayuda). En realidad, reflejan un sufrimiento y son indicadores del impacto del trauma relacional en el desarrollo de las personas menores de edad. 

El modelo más adecuado y que lleva veinticinco años implantándose con éxito es la Traumaterapia infanto-juvenil sistémica de Barudy y Dantagnan y colaboradores[x]. Este modelo trabaja juntamente con el niño o joven y su familia acogedora (y en ocasiones con la biológica), así como con el contexto psicosocial donde aquel se desenvuelve. Se aplica tanto en modalidad sala de terapia (o sala de valientes) con trabajo terapéutico individual con el niño o joven, con los acogedores y en sesiones diádicas, como en modalidad ecosistémica, esto es, actuaciones conjuntas con la red psicosocial que rodea al niño y que puede mejorar o amplificar sus dificultades.

El modelo de Tres Bloques de Barudy y Dantagnan y colaboradores está basado en un principio de orden neurosecuencial (Perry, 2017)[xi] (Cómo el cerebro es afectado por el impacto traumático que los niños suelen sufrir en sus primeros años de vida, claves para la organización cerebral y para la creación de los sentimientos de seguridad y confianza). “Cuanto más replique una intervención cómo se produce el desarrollo del cerebro y más se aproxime a un principio de orden neurosecuencial, más probable que resulte exitosa”, dice Bruce Perry (2017) El modelo de Barudy y Dantagnan hace suyo este principio.

 

©Modelo de Intervención en Traumaterapia sistémica de Tres Bloques
(Barudy y Dantagnan)


En el acogimiento familiar es fundamental que los acogedores dispongan de un espacio propio de valoración, apoyo y promoción de sus “competencias parentales” (Barudy y Dantagnan)[xii], que estén dispuestos a revisar sus propios modelos de crianza, su historia de apego y conserven suficiente “función reflexiva” (Fonagy et al.)[xiii] para poder conectar y dar seguridad psicológica a los niños y adolescentes. Las familias que mayores probabilidades de éxito tienen para que una persona menor de edad pueda permanecer con ellos en su hogar son aquellas que tienen una adecuada salud mental, que han revisado su biografía, que han ganado madurez y seguridad, que no necesitan ser gratificados por el niño o joven y que verdaderamente desean vincular. Se abren a la ayuda profesional y a entender su mente y la de su niño o adolescente acogido (mindsight, mente que se ve a sí misma, Siegel)[xiv], reconocen su papel en los problemas que surgen y tienen conciencia de cómo impactan sus actos en la persona menor de edad. Necesitan formación en trauma y apego, pero es más recomendable el trabajo personal. Las capacidades de apego y empatía de las familias son imprescindibles para el ejercicio de la parentalidad terapéutica. Se necesitan familias conscientes, no perfectas.

Acoger a un niño o joven supone introducir una historia de dolor en casa. Toda la unidad familiar debe de prepararse para poder comprender las alteraciones emocionales y conductuales que el niño o joven puede presentar como reflejo de ese dolor. Sólo así podemos desarrollar la capacidad de empatía y la conexión emocional que estas personas menores de edad necesitan para sanar de sus heridas en el apego. 

No existen soluciones facilistas a los problemas de los niños y adolescentes, ni tampoco podemos erradicar sus conductas y sus emociones y sustituirlas por otras. Además, no todo depende de la persona menor de edad, ni está en sus manos por su inmadurez y sus afectaciones al neurodesarrollo poder hacer los cambios que los adultos les pedimos. Como dice el psiquiatra y experto en neurobiología Rafael Benito, "no es una cuestión de voluntad, neurológicamente no hay ningún área en el cerebro donde resida el que “si quieres, puedes”. Existe la capacidad de que estos niños y adolescentes integren más eficientemente sus redes neuronales y con la presencia, el acompañamiento, la paciencia, la seguridad, el afecto incondicional y la guía de un adulto equilibrado consigan transformar su dolor y pasar de los mecanismos de resistencia a los de resiliencia, si es que cuentan con un entorno de apoyo, afectivo y solidario. 

Los profesionales no podemos hacerlo todo para que estos niños y adolescentes sanen en sus heridas de apego, del trauma relacional y de los trastornos emocionales y conductuales que presentan. Los acogedores tienen un papel clave en este proceso de sanación; y los otros profesionales que acompañan al chico (orientador, tutor, técnicos de infancia, psiquiatra…) también. Juntos y coordinados seremos la red que sostendrá a la persona menor de edad y le ayudaremos a hacer un camino transformacional, pero no con la idea de “solución”, porque además de ser un marco referencial imposible es muy frustrante. Con el trabajo continuado, surgirán así cualidades en estos niños y jóvenes insospechadas, se abrirán a la empatía, al afecto, la mutualidad. Se sentirán dignos y merecedores de buscar su lugar en el mundo, de emprender y aportar a la sociedad sin esperar el rechazo y el abandono de los demás. 

De todos los elementos, el que más se ha comprobado que genera resiliencia a largo plazo es el de la aceptación incondicional. Con independencia de sus rasgos, temperamento, conducta, personalidad… contar con adultos que los acepten como personas y cuenten con su amor, respeto y valoración, es un poderoso factor de resiliencia. Esto es lo más difícil, pero clave. La crianza puede ser muy desafiante (por las alteraciones que estos chicos presentan), agotadora y estresante (por eso se cuenta con el apoyo de toda una red profesional). No obstante, un acogimiento también está lleno de grandes momentos de felicidad, conexión, anécdotas, ilusión, juego, goce, diversión, pertenencia… “Cuando las cosas se hacen bien: preparación, formación, apoyos…, salen bien”, como dice Cristina Herce [xv], psicóloga y traumaterapeuta sistémica y co-directora del programa técnico de acompañamiento al acogimiento familiar en la provincia de Gipuzkoa, llevado a cabo por el Centro Lauka y la Diputación Foral, con treinta años de experiencia en el ámbito. 

 


No me puedo olvidar de la familia biológica. El niño o adolescente tiene derecho al mantenimiento de este vínculo, siempre y cuando este no le dañe y le retraumatice, exponiéndole a las mismas dinámicas maltratantes que sufrió cuando convivía en su hogar de origen. La neurociencia nos dice que este tipo de experiencias relacionales retraumatizan. En estas situaciones donde el niño o adolescente es nuevamente expuesto al trauma se le vuelve a dañar emocional y cerebralmente. No puede, por ello, desprenderse de las defensas que le permiten sobrevivir. Nadie duda de que la familia biológica ama a sus hijos, pero la ciencia ha demostrado lo dañino que es para el vínculo ser amado por quien te hace sentir inseguro y te maltrata… La relación con la familia biológica debe de propiciarse si es beneficiosa para la persona menor de edad. El interés superior de esta exige protegerle. Si la relación incide en dinámicas de malos tratos, las visitas deben de suspenderse o reducirse al mínimo contacto y supervisadas. Creo que esto lo tenemos muy claro cuando se trata de violencia de género, pero no tanto cuando se trata de violencia contra la infancia. 

Por su parte, en mi experiencia, los acogedores han de hacer un trabajo de aceptación y respeto de la familia biológica y asumir que acoger es aceptar que el niño o joven tenga relación y contacto -si este es positivo- con ellos, y que es normal que antes y/o después de los encuentros la persona menor de edad le revuelvan emocionalmente. 

Es fundamental ver a los padres biológicos como los niños que sufrieron malos tratos o condiciones de vida injustas que afectaron a su capacidad parental, que no recibieron ni la ayuda ni la protección a la que tenían derecho, como dice Jorge Barudy. No fueron vistos ni protegidos por el mundo adulto. Una actitud cercana, de respeto, de valoración, bondadosa, de colaboración y tratando de “acoger” también a la familia biológica permitirá que el niño pueda integrar en su biografía a ambas familias.

Los niños y jóvenes acogidos en general viven tratando de disociar la experiencia del maltrato y del acogimiento, como si no existiera, por eso no pueden hablar de ello, o desarrollan relatos incoherentes, desconectados de la emoción, fantasiosos, o muestran gran angustia o enfado si se les pregunta por ello. Les remite a profundos sentimientos de “vergüenza crónica” (Deyoung)[xvi] que son profundamente desintegradores. Ser diferente y señalado socialmente es muy duro para ellos porque les recuerda a no ser amados, ser abandonados, maltratados y/o rechazados y padecer experiencias de desconexión emocional de sus padres o cuidadores. Por eso, para ellos es más tolerable hacer como que todo eso no existe, o manifestar otros síntomas (reacciones de rabia, fugas, obsesiones, alteración conductual, autolesiones…) que les resultan más soportables. “Exceptuándote a ti, yo no hablo con nadie del tema del acogimiento, hago como si no existe”, me comentó una vez un joven en terapia. Hago un llamamiento social para poder ver a estos niños sin estereotipos y normalizando la diversidad familiar, que es riqueza.

El “bloqueo de los cuidados” es un término acuñado por Hughes [xvii]. Aprovecho para recomendar su libro a todas las personas que quieran acoger a niños en su hogar, y a todos los profesionales: “Construir los vínculos de apego” Esto significa que algunos de estos niños no pueden aprovechar los cuidados normalizados que todas las familias ofrecen, ni aceptar la autoridad en todos los casos, ni la disciplina clásica. Bloquean los cuidados porque recelan de las personas que dicen ser sus padres o familia acogedora por el temor a ser dañados. No hay que olvidar que sufrieron graves maltratos, negligencia y/o abusos sexuales y la confianza en el mundo adulto está seriamente afectada. Por ello, no pueden ceder el control ni abrirse a la vulnerabilidad ni al amor, ni a la empatía, porque hay miedo y rabia que les pone en una posición de ataque, a la defensiva; o, al contrario, excesivamente sumisos. Además, han podido desarrollar esquemas mentales y creencias tempranas sobre el mundo adulto difíciles de desmontar, como “no puedo confiar”, “estoy en peligro”, “a la larga te abandonarán”, “solo vigila por lo tuyo” … No pretendo desanimar a nadie, al contrario, trato de motivar a los acogedores y a todos los futuros acogedores a ser conscientes de esto para poder abordarlo. Si se siguen unas pautas de parentalidad terapéutica y primero se afianza una respuesta consistente en los acogedores -estructura, rutinas, seguridad y predictibilidad-, se abrirán y responderán positivamente al afecto de la familia, a la empatía y los cuidados, y a la aceptación de los límites y las normas. Pero hay que tener paciencia y perseverancia. Es un proceso lento, aunque se van produciendo transformaciones en las personas menores de edad. Los acogedores han de mantenerse firmes y regulados emocionalmente para no dejarse arrastrar por las transferencias afectivas de estos niños y jóvenes, que inconscientemente van a tratar de confirmar que aquellos abandonan y son inherentemente malos. Si no caen en la tentación de castigarlos, criticarlos, perder el control, hacerles el vacío y manejan estas tormentas relacionales desde la empatía y el sostenimiento afectivo respetuoso (tolerando el odio), y salvan el sentido de sí mismo (bueno) del niño (que puede hacer cosas que están mal, pero que puede aprender), este irá modificando su modelo interno mental sobre los nuevos adultos que son sus acogedores que le cuidan. Estos niños sienten que son malos, no que hacen las cosas mal, pero son intrínsecamente dignos. Sienten vergüenza intensa más que culpa, que es una emoción mucho más temprana y dolorosa. Pero insisto, si se contempla esto, y las cosas se preparan adecuadamente para tratar terapéuticamente a estos niños y jóvenes más profundamente dañados, la evolución puede ser satisfactoria y beneficiosa para ellos y las familias. 

Las familias de acogida no son “familias de segunda”, no es la biología la que garantiza los cuidados de calidad sino la competencia parental basada en una historia de apego elaborada, capacidad mentalizadora (reflexiva) y empática, habilidades de crianza terapéutica, plasticidad mental y apertura a la ayuda profesional (Barudy y Dantagnan)[xviii]. Las familias deben ser seleccionadas de acuerdo con estos criterios para garantizar el mejor contexto familiar vincular para los niños y adolescentes. Con paciencia, perseverancia y permanencia, observamos que se puede recorrer y acompañarlos en el camino de la sanación de sus traumas y alteraciones. Es algo realmente gozoso compartir esta experiencia reparadora con un niño o joven. Recordemos estas frases de Maryorie Dantagnan[xix]: “La gota de agua no horada la piedra por su fuerza sino por su perseverancia” “No todo lo que hagamos por los chicos ahora lo veremos reflejado ahora” También recomiendo el libro “Vincúlate. Relaciones reparadoras del vínculo en niños adoptados y acogidos”, que escribí pensando en los niños y las familias de acogida. Y El libro de Rafael Benito titulado: “Cerebro moldeando cerebros. Cómo las relaciones interpersonales guían la evolución del cerebro infantil y adolescente desde el nacimiento”.


REFERENCIAS

[i] https://www.unicef.es/publicacion/convencion-sobre-los-derechos-del-nino

[ii] http://www.buenostratos.com/2021/04/el-derecho-los-buenos-vinculos-y-los.html

[iii] Herce, C. (2022). El acogimiento familiar como recurso para promover cambios epigenéticos. Documento no publicado.

[iv] Dantagnan, M. (Comunicación personal, 25 de octubre de 2014)

[v] Bowlby, J. (1953). Cuidado maternal y amor. México: Fondo de Cultura Económica.

[vi] Benito, R. (2024). Cerebro moldeando otros cerebros. Cómo las relaciones interpersonales guían la evolución del cerebro infantil y adolescente desde el nacimiento. Bilbao: Desclée de Brouwer.

[vii] Barudy, J. y Dantagnan, M. (2010). Los desafíos invisibles de ser padre o madre. Manual de evaluación de las competencias y la resiliencia parental. Barcelona: Gedisa.

[viii] Hughes, D. (2019). Construir los vínculos de apego. Cómo despertar el amor en niños profundamente traumatizados. Barcelona: Eleftheria.

[ix] Perry, B., & Szalavitz, M. (2017). El chico a quien criaron como perro: Y otras historias del cuaderno de un psiquiatra infantil. Capitán Swing Libros.

[x] Barudy, J. y Dantagnan, M. (2017). Prólogo. En Benito, R. y Gonzalo, J.L. La armonía relacional. Aplicaciones de la caja de arena a la traumaterapia. Bilbao: Desclée de Brouwer.

[xi] Perry, B., & Szalavitz, M. (2017). El chico a quien criaron como perro: Y otras historias del cuaderno de un psiquiatra infantil. Capitán Swing Libros.

[xii] Barudy, J. y Dantagnan, M. (2010). Los desafíos invisibles de ser padre o madre. Manual de evaluación de las competencias y la resiliencia parental. Barcelona: Gedisa.

[xiii] Fonagy, P., Gergely, G., Jurist, E. y Target, M. (2002). Affect regulation, mentalization, and the development of the self. New York: Other Press.

[xiv] Siegel, D. (2011). Mindsight, la nueva ciencia de la transformación personal. Barcelona: Paidós.

[xv] Herce, C. (2022). El acogimiento familiar como recurso para promover cambios epigenéticos. Documento no publicado.

[xvi] DeYoung, P. (2024). Comprender y tratar la vergüenza crónica. Sanar el trauma relacional del hemisferio derecho. Barcelona: Eleftheria.

[xvii] Hughes, D. (2019). Construir los vínculos de apego. Cómo despertar el amor en niños profundamente traumatizados. Barcelona: Eleftheria.

[xviii] Barudy, J. y Dantagnan, M. (2010). Los desafíos invisibles de ser padre o madre. Manual de evaluación de las competencias y la resiliencia parental. Barcelona: Gedisa.

[xix] Dantagnan. M. (Comunicación personal, 20 octubre de 2023).

lunes, 2 de diciembre de 2024

"No estoy sola", un cuento sobre las emociones y situaciones que se viven en el acogimiento familiar, por Maritxu Amenabarro.

 

"No estoy sola"
Autora: Maritxu Amenabarro



Presentación

Es un placer y un honor que hayas respondido a la llamada del Blog Buenos tratos para darnos a conocer tu trabajo. De todos los invitados que podemos tener, de los que más orgulloso y honrado me siento es de quienes crecéis desde la adversidad, porque vosotros dais credibilidad y sentido al trabajo que hacemos los profesionales. Para quienes no te conozcan en este blog, cuéntanos en unas líneas quién es Maritxu Amenabarro.


Maritxu Amenabarro
Soy Maritxu Amenabarro, tengo 25 años y fui una menor en Acogida. Tengo dos hermanas mayores y junto con la mediana estuve en un centro de acogida desde los 6 años hasta los 8, momento en el que nos acogió Aitor en su caserío (lugar donde a día de hoy sigo viviendo). 

Soy ilustradora y escritora de cuentos, y con estos libros me encantaría poder ayudar a dar visibilidad a temas como el Acogimiento Familiar.




Jose Luis: Gracias por atender nuestra llamada. Hoy nos presentas un cuento que has publicado recientemente, “No estoy sola”, bonitamente ilustrado, donde cuentas la vivencia de una niña en acogida. Este blog lo siguen muchas familias acogedoras y profesionales de la protección a la infancia, para ellos, explícanos cuál fue tu motivación para escribirlo. 

Maritxu: Al terminar mis estudios universitarios de Creación y Diseño, quise hacer un TFG (Trabajo de Fin de Grado) donde poder combinar el ámbito social con el diseño, y así nació mi primer cuento “No estoy sola”, donde hablo de las situaciones y emociones que se viven dentro del acogimiento familiar. 

Desde pequeña he sido una niña muy correcta, muy buena, que no expresaba nada “malo”, solo sonreía y hacía reír a los demás. Desde fuera se me veía como una niña feliz, pero no era así. Me ha tocado madurar antes de tiempo, para poder cuidar de mis familiares (aún siendo la hija menor). Mi madre tenía esquizofrenia y mi padre hacía lo que podía… pero la situación se le iba de las manos. Es por ello que yo aprendí a cuidar de mi madre y hacer que sonriera. No me cuidaron, yo cuidaba de ellos. Con esto quiero decir que todas esas sonrisas posteriores son mecanismos de defensa, porque yo veía que era la única manera para “agradar” a los demás y que me quisieran, yo no podía dar problemas. 

De ahí nació mi motivación para la creación de este cuento, para que los niños/as que están en situación de acogimiento sientan que no están solos, que hay alguien que ha pasado por situaciones similares y que siempre habrá alguien para escucharnos y sostenernos.

J.L.: En el cuento se puede ver cómo la protagonista no es vista ni sentida en su mundo emocional, por ejemplo, en el ámbito escolar, donde los niños pasan muchas horas, al contrario, las conductas que pueden indicar malestar emocional son interpretadas y juzgadas de modo negativo por los profesores… 

M.: Sí, y es un tema que creo que debe cambiar. Los profesores no están bien informados de lo que implica el Acogimiento y el impacto que tiene en el menor. Os pongo en situación: imagínate que yo ayer tuve un día horrible porque me fue la visita mal y al llegar a casa después de esa visita mi cabeza no está para ponerse a hacer deberes ni estudiar… y además al ir al colegio los profesores me echan la bronca o me llaman tonta por no seguir el ritmo. ¿Cómo voy a seguir el ritmo de mis compañeros si no tengo una vida estable? Sé que los profesores no se pueden saber la vida de cada alumno, pero sí que pueden estar mínimamente informados de lo que puede llegar a suponer tener un alumno en esa situación, que con una mirada le pueda calmar o decir “tranquil@, se que ahora mismo no estás para concentrarte”. Yo por suerte (o por desgracia) he estado muy desconectada y disociada, y nunca he t
enido problemas académicos como tal, pero siempre me he sentido sola en el ámbito escolar (obviamente no con todos los profesores).

J.L.: La integración en la mente de la familia biológica, con la que hay relación y contactos, y de la acogedora, reflejados en el cuento a través de la visita, es un factor de estrés que les resulta muy complicado de manejar y elaborar a los niños acogidos… 

M.: Es una situación complicada, sí. Para mí uno de los temas más difíciles han sido las visitas, porque yo iba con muchísimas ganas de ver a mis padres (pese a la situación) y el no poder contarles durante 10 años ni dónde vivía ni con quien me supuso un gran esfuerzo mental y emocional. El mirarles a los ojos y responderles “aita, no me preguntes eso porque no te lo puedo decir” es muy duro. Se convierte en una situación donde todo son secretos, malos rollos… Además, por no hablar de todas las secuelas posteriores que deja eso en la edad adulta; problemas para comunicarte, problemas para conectar con tus emociones, conflicto de lealtades… Me volví una niña muy reservada y callada, que cuando iba al psicólogo no decía ni media palabra.


Maritxu Amenabarro


J.L.: En mi opinión las familias acogedoras necesitan ser acompañadas para poder,  su vez, acompañar a sus niños, para darles afecto y seguridad, sostenerles a lo largo de su desarrollo. Es un proceso en el que los niños tienen que trabajar para poder aceptar su historia de vida e integrarla lo mejor posible en su biografía. En el cuento, lo que más ayuda a la protagonista no son los discursos o las explicaciones, sino que su acogedor se muestre disponible, cercano y seguro, capaz de hacerle sentir sentida, como dice Siegela la niña, para que esta pueda confiarle lo que siente y piensa sobre su vida y lo complicado que esta se le hace. En resumen, como el título, saber que no está sola ¿Estás de acuerdo? 

M.: Totalmente de acuerdo. Los niños no necesitan escuchar grandes sermones, lo único que necesitan es saber que no están solos, que vas a estar ahí para ellos, para escucharles y apoyarles en lo que haga falta. A veces ellos no te van a hablar de sus emociones, pero sí que necesitan escuchar y sentirse seguros de que vas a estar ahí para ellos pase lo que pase, porque ya han sido “abandonados” emocionalmente una vez y ya tienen miedo. Así que en resumen, para los padres/madres/profesionales: tenéis que manteneros fuertes y mostrar que sois un hogar y un lugar seguro para esos niños a los que acompañais.

J.L.: ¿Quieres añadir algunos aspectos que te parezcan relevantes y que no te haya preguntado?

M.: Ya lo he comentado antes, pero me parece muy importante el dar visibilidad a este tema para que cada vez más personas vean esta realidad y que así poco a poco las personas menores de edad puedan sentirse más integrados en esta sociedad y se deje a un lado esa mala connotación negativa que tiene el “ser de un centro/familia de acogida”, como si apestáramos o fuéramos malos por serlo. 

También me gustaría hablar de que en el cuento aparecen cinco emociones, algunas son muy típicas como el enfado, la tristeza… pero también aparece la culpa, emoción que está muy presente en la vida de los menores acogidos… así que prestad atención a esa emoción, porque se nos hace muy difícil identificarla. 

J.L.: Finalmente, ¿puedes compartirnos cuál es tu experiencia sobre cómo de preparado ves al mundo adulto (acogedores, profesores, profesionales de la salud…) para comprender a un niño/a que vive en acogimiento familiar? 

M.: Todavía queda un largo camino, pero creo que cada vez más personas saben sobre el tema. Desde el 2007 (año en que me acogieron) a ahora, sí que he visto cambios. Por ejemplo ahora se intenta dar información a la familia biológica desde el principio y me alegra muchísimo, porque es algo que yo he sufrido mucho. Pero lo dicho, creo que falta mucho trabajo y debería hablarse mucho más este tema en colegios, televisión… y que dejen de hacer series donde el menor acogido es un problemático, ¡por favor! Que eso no ayuda nada a reducir esa connotación negativa. 

Por último, quiero decir que no es solo cuento, es una herramienta, por tanto, usad las fichas que aparecen al final del libro, porque son muy útiles para trabajar las emociones, el vínculo adulto-niño etc.

Espero que disfrutéis del cuento y os pueda servir.

El cuento también se ha editado en euskera (lengua vasca)


J.L.: Muchas gracias, Maritxu. Enhorabuena por tu trabajo, todo nuestro cariño y admiración. Déjanos una dirección para que las familias puedan adquirir el cuento por aquí:



Enlaces a entrevistas:

Un abrazo entre páginas (Noticias de Gipuzkoa)