Resumen
Este artículo es en gran medida una de las respuestas, con ánimo conciliador, de un profesional comprometido con la protección de la salud y el desarrollo sano del menor, a corto, medio y largo plazo; proceso del cual depende, en última instancia, la salud y el futuro bienestar de la sociedad. Asimismo, es una invocación en defensa del derecho inalienable de todas las personas, independientemente de cuál sea su orientación sexual y su identidad sexual o de género, a ser tratadas con respeto e inclusividad y a pertenecer al grupo social en igualdad de condiciones que todos los demás ciudadanos.
El desarrollo de la identidad personal, incluida la identidad psicosexual, es complejo y multidireccional. Por un lado, es necesario que los políticos trabajen al unísono con los profesionales de la salud (incluida la salud mental) y con los especialistas del desarrollo, a fin de optimizar el bienestar del menor y, por ende, de toda la población. Por otro lado, todos debemos hacer un ejercicio de honestidad para reconocer y desterrar prejuicios que puedan llevar al maltrato, discriminación y exclusión social de otras personas.
Las relaciones sanas de apego son fundamentales para fomentar el desarrollo equilibrado de la persona. En el caso del menor, un maestro o un profesor puede actuar como figura de apego subsidiario y ayudarlo a resolver, de modo creativo, crisis profundas que afectan el desarrollo de la identidad.
Palabras clave: apego, conciliación, derechos humanos, desarrollo, identidad sexual o de género, inclusividad, leyes trans, protección del menor
Turbulencias sociopolíticas
Ni contigo ni sin ti tienen mis males remedio. Contigo porque me matas, sin ti porque yo me muero.
El drama de esta frase encierra no sólo profundos sentimientos ante un irresoluble dilema entre amor y desamor, sino también alberga una metáfora acerca de situaciones conflictivas que difícilmente parecen tener solución.
Como médico psiquiatra, psicoterapeuta y miembro de la sociedad británica desde hace 39 años, no puedo inhibirme respecto a la reciente turbulencia política en Reino Unido. Dos hechos recientes han impactado, de modo particular, en mi devenir cotidiano como profesional y como persona.
Nicola Sturgeon, la primera ministra de Escocia y líder del SNP (Partido Nacionalista Escocés) se ha visto obligada a dimitir, de modo súbito, a raíz de un encontronazo que tuvo en una sesión parlamentaria.
Ella, en su pulso constante con el gobierno central, decidió apoyar fieramente una nueva Ley Trans en Escocia que no cuenta con el apoyo de Londres. El parlamento de Westminster había rechazado una ley similar para Inglaterra y Gales, al considerar que las personas que no han alcanzado la mayoría de edad no han desarrollado todavía la suficiente capacidad mental para tomar la decisión de cambiar su sexo de manera irreversible.
En dicha sesión parlamentaria, se habló del caso de una persona con características anatómicas, hormonales y sexuales “masculinas” que había decidido cambiar su identidad y pasar a ser un miembro del sexo o género “femenino”. Esta persona violó a dos chicas y, dada su nueva identidad, se dio la paradoja de que le correspondía una cárcel de mujeres.
En este punto, Nicola Sturgeon fue interrogada si dicha persona era hombre o mujer. Ella, una luchadora sin desmayo, y la primera mujer en llegar a presidir el gobierno escocés, no supo qué responder; se rindió.
La presión a la que había sido sometida los días anteriores por miembros de su propio partido, y de feministas que abogan por defender los derechos de las mujeres a ser protegidas de agresiones sexuales, fue tremenda.
A pesar de ello, ante la pregunta de si iba a dimitir, con una respuesta valiente, incluso desafiante, ella dijo que le quedaba combustible en su depósito para rato y que pensaba seguir dirigiendo los destinos de su país durante muchos años más. No en vano, ella es la persona que más tiempo se ha mantenido en el cargo, para ser más precisos desde 2014. Sin embargo, el combustible apenas le duró unas horas.
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Clínica Tavistock con la estatua de Sigmund Freud en primer plano |
¿Un caso de negligencia profesional?
Unos meses antes, las autoridades del Servicio Nacional de Salud Británico (NHS) habían decidido suspender el llamado Servicio para el Desarrollo de la Identidad de Género (GIDS), que estaba adscrito y operaba dentro de la Tavistock Clinic de Londres desde 1996.
Conozco bien la Tavistock porque en ella me formé en psicoterapia y en psiquiatría infanto-juvenil, con John Bowlby (el padre de la teoría del apego) como mi mentor durante los seis últimos años de su vida, dentro de los diez años en que allí trabajé (1984-1994).
En 1984, el Dr Domenico Di Ceglie, un psiquiatra y psicoanalista italiano con quien trabajé de 1984 a 1989 en el Departamento de Adolescentes de la Tavistock, comenzó a tratar a una chica de 13 años que había intentado suicidarse en tres ocasiones. Esta adolescente temprana tenía el firme convencimiento de que ella debía ser un chico en lugar de una chica, pero nadie la creía.
El Dr Di Ceglie, muy preocupado por el riesgo de suicidio, decidió ofrecer psicoterapia semanal durante varios años a la joven. Él me comentó que su objetivo era la salud integral de esta menor, para lo cual era necesario ayudarla a explorar la incertidumbre que sentía sobre su identidad sexual, así como el contexto más amplio de sus relaciones de apego y de otras experiencias personales, familiares y sociales desde su primera infancia.
Sus hallazgos respecto a la terapia de ella y de otros jóvenes (chicas y chicos) con planteamientos similares están descritos en un libro, que él publicó tras varios lustros de trabajo e investigación (Di Ceglie, 1998): A Stranger in my Own Body (Un extraño en mi propio cuerpo).
En 1989, el Dr Di Ceglie creó GIDS en St George’s Hospital, también en Londres. El servicio se mudó a la Tavistock Clinic en 1996 y continuó con las pautas exploratorias y psicoterapéuticas que él había utilizado en sus primeros años de ejercicio, a fin de ayudar a niños y adolescentes con dudas sobre su género a construir sus identidades del modo más saludable posible y encontrar su camino en la vida.
Sin embargo, sobre todo en la última década, ya jubilado el Dr Di Ceglie, el enfoque exploratorio fue insidiosamente reemplazado por uno llamado “afirmativo” (que con una frecuencia cada vez mayor llevaba a decisiones de cambio de género en menores de edad).
Empezaron a aplicarse “tratamientos” o intervenciones hormonales a estos menores, bien para retrasar la pubertad o para adquirir características del otro sexo, sin considerar en su justa medida las consecuencias a corto, medio y largo plazo. Este proceso coincidió en el tiempo con ayudas económicas adicionales que GIDS recibió para expandir dicho servicio.
He de confesar que no sé de dónde provenían esas ayudas o palancas, ¡Dios me libre de acusar a nadie! Pero me pregunto si las grandes multinacionales productoras de dichas drogas hormonales pudieran haber tenido alguna relación con este asunto. Quizás directamente no. De lo que no hay duda es de que, tales multinacionales, se han beneficiado indirectamente de lo que ha estado ocurriendo.
No me dedico al periodismo de investigación, aunque como psiquiatra estoy profundamente comprometido con la salud de mis pacientes y, por ende, de la sociedad. En situaciones de este tipo me gusta formular la siguiente pregunta: ¿Qui bono? ¿Quién se está beneficiando o enriqueciendo como consecuencia de esto?
En 2020, el NHS encargó a Hilary Cass (expresidenta del Colegio Oficial de Pediatría y Salud Infantojuvenil) y a su equipo que investigaran la calidad de los servicios de identidad de género para niños y adolescentes.
Dos años después, el informe llamado “Cass Review” señaló que se había producido un aumento alarmante de pacientes remitidos a GIDS, y que el enfoque clínico utilizado no estaba sujeto a algunas de las medidas de control habituales que deben aplicarse necesariamente con tratamientos novedosos y experimentales, los cuales suelen recibir el nombre de ensayos clínicos.
En Reino Unido, los coches circulan por la izquierda y el ejercicio fiscal va del 6 de abril al 5 de abril del año siguiente, no de enero a diciembre del año en curso. Por eso, las estadísticas sobre pacientes en el NHS suelen registrarse en función del año fiscal británico.
Para que el lector se haga una idea, en el ejercicio de abril 2009 a abril 2010 se remitieron a GIDS 77 casos de supuesta “disforia de género”, de abril 2019 a abril 2020 se remitieron 2.728 y en el ejercicio siguiente se superaron los 5.000.
En el informe Cass también se expresó preocupación por la falta de una recopilación adecuada de datos clínicos por parte de GIDS, y por el hecho de que muchos profesionales se sentían bajo presión para adoptar un enfoque afirmativo incondicional para los menores que no estaban seguros de su identidad sexual, en lugar del enfoque exploratorio original (de comprender el proceso de formación de la identidad sexual y tolerar la incertidumbre que pueda llevar consigo).
El informe mostró evidencias de que la evaluación diagnóstica de estos menores era incompleta, sin los debidos estándares profesionales. No se tenían suficientemente en cuenta factores importantes como la salud mental previa y el desarrollo neurológico.
Incomprensiblemente, se pasaban por alto la historia de las relaciones de apego (algo fundamental en la construcción de la identidad y la personalidad) y otras circunstancias que puedan tener influencia en el autoconcepto y modelaje de la persona.
Asimismo, el Cass Review expuso que había crecido exponencialmente el diagnóstico rápido de “disforia de género” (que daba derecho a intervenciones hormonales y, con posterioridad, quirúrgicas) y que dicha etiqueta diagnóstica eclipsaba otros posibles diagnósticos coexistentes como el autismo, la depresión o el estrés postraumático causado por el acoso escolar u otros problemas sociales o familiares.
En pocas palabras, muchos de los procesos de salvaguarda y de protección a menores saltaron por los aires.
Reflexiones personales
Al escribir estas líneas, soy consciente del hecho de que, tanto en España como en Reino Unido, hay en estos momentos una polémica considerable en relación a este tema, especialmente al haber salido a la palestra las llamadas leyes trans.
Creo que, ahora más que nunca, es esencial actuar como grupo responsable y solidario en el que puedan caber todos. Hay que aunar fuerzas entre políticos, profesionales de la salud (incluida la salud mental) y expertos del desarrollo humano para salvaguardar los derechos de todos y proteger a personas vulnerables a quienes se les puede causar un daño irreparable, como de hecho ha ocurrido en algunos casos.
Siempre hay que asegurar los derechos inalienables de toda persona, sea cual sea su orientación o su identidad sexual, y protegerla para que no sea discriminada o vilipendiada. Es de todo punto necesario aceptar la diversidad y eliminar del subconsciente personal y colectivo términos como “degenerados” o peor, para describir a personas que son distintas a uno mismo por motivos de su identidad sexual o de género
Hay que luchar por ello con honestidad, empezando por reconocer nuestros propios prejuicios y dar sentido a nuestras experiencias, para entendernos mejor a nosotros mismos y a los demás.
El respeto a otras personas, incluyendo a la comunidad trans, y la protección especial que requieren los menores y las personas más vulnerables jamás debería ser comprometido, y mucho menos violado, por prejuicios o ideologías.
Una reminiscencia que quiere ser terapéutica
Hablando de todo un poco, confío que el lector pueda perdonarme por traer ahora un recuerdo personal. Transcurría el año 1970, yo contaba a la sazón con 13 primaveras (como la chica tratada por el Dr Di Ceglie) e iniciaba una adolescencia turbulenta que conllevaba una crisis de identidad personal…
Mi profesor de literatura algo debió notar porque me llamó a su despacho y me preguntó qué ocurría.
Le dije que tenía muchas dudas y ninguna respuesta, y que había perdido las ganas de vivir. Me dijo que él no reunía todas las respuestas pero que, al menos, podría ofrecerme una.
Pensé que iba a decirme que la respuesta estaba en el viento, algo que, gracias a Bob Dylan, se había puesto muy de moda por aquella época. Pero no, me dijo que buscara una respuesta en la poesía. Le pregunté que a quién debía leer y me contestó que era yo quien, en realidad, tenía que escribir mi propia poesía.
En concreto me encargó que escribiese un cuarteto como paso preliminar, antes de componer un soneto. Sí, claro, hay que ir paso a paso. Me explicó que dicho cuarteto tendría que consistir en cuatro versos. El primero debía rimar con el cuarto y el segundo con el tercero, y cada verso debía contener exactamente el mismo número de sílabas.
Al llegar a casa, me sentí desbordado y deprimido; la tarea me parecía imposible de realizar, pero pude escuchar en mis adentros la voz de aliento de mi profesor (una figura de apego en mi vida) y me puse manos a la obra…
Anoche encontré, en el baúl de los recuerdos, el cuarteto que entonces escribí con la candidez de un preadolescente:
El veloz aullar del viento
Llega hasta mi corazón
Mientras cerrado en pasión
Sigo sin entendimiento
Al día siguiente volví al colegio con muchas más ganas de vivir. Sin duda, un maestro o un profesor puede hacer mucho bien y convertirse en una figura de apego subsidiario que ayude a un menor (o incluso mayor) a navegar a través de y superar crisis y transiciones difíciles y, con el tiempo, encontrar su propio camino.
Hoy continúo sin entender muchas cosas, pero mis ansias de aprender me mantienen vivo.
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Portada del nuevo libro de Arturo Ezquerro titulado "Apego y desarrollo a lo largo de la vida. El poder del apego grupal" Editorial Sentir |
En los últimos meses, esas ansias me han llevado a escribir un libro sobre apego y desarrollo a lo largo de todo el ciclo vital, que incluye aspectos del desarrollo psicosocial y psicosexual, como parte del desarrollo integral de la persona, que es una labor compleja, multifacética y multidireccional.
En el texto aporto evidencia de que dicho desarrollo y la construcción de la personalidad se ven facilitados por el apego sano.
De modo especial en las fases de transición, como la que va de la niñez a la adolescencia o de la adolescencia a la etapa adulta, el desarrollo no se debe forzar, apresurar, arrestar o distorsionar. Cada persona debe ir a su ritmo, dentro del contexto familiar, grupal y sociocultural donde le toca vivir y crecer.
El nuevo libro lo publica en España Editorial Sentir y ya se encuentra en prensa (Ezquerro, 2023). Estará disponible en castellano y en catalán a la brevedad.
También me congratulo de que la Sociedad Española para el Desarrollo del Grupo, la Psicoterapia y el Psicoanálisis (SEPGA) esté organizando un Congreso Internacional en la isla de La Palma sobre “identidades sexuales”, el 2 y 3 de noviembre 2023, abierto no sólo a profesionales, sino a toda persona interesada. Ya está disponible el póster anunciador y enseguida se completará el programa.
Este congreso, además de apoyar a los palmeros que sufrieron los estragos de una explosión volcánica, va a ser una oportunidad excelente para trabajar juntos hacia un mejor entendimiento mutuo y para aprender unos de otros.
Referencias bibliográficas
Di Ceglie D (1998) A Stranger in My Own Body. Atypical Gender Identity Development and Mental Health. London, UK: Routledge.
Ezquerro A (2023) Apego y desarrollo a lo largo de la vida. El poder del apego grupal. Barcelona, España: Editorial Sentir
*Nacido en Logroño, La Rioja (España), Arturo Ezquerro (psiquiatra, psicoterapeuta psicoanalítico y grupo-analista) es profesor en el Institute of Group Analysis de Londres y el primer español en conseguir una Jefatura de Servicios Públicos de Psicoterapia en Reino Unido. Arturo es miembro honorario del International Attachment Network y de la World Assotiation of International Studies, colabora habitualmente con los medios de comunicación y reúne más de 100 publicaciones en seis idiomas, incluyendo los libros Encounters with John Bowlby (Routledge), Relatos de apego (Psimática), Group Analysis throughout the Life Cycle (Routledge), The Power of Group Attachment (Routledge, in press) y Apego y desarrollo a lo largo de la vida (Editorial Sentir, en prensa).