lunes, 6 de septiembre de 2021

Adolescencia, pandemia y adversidad temprana: claves desde la neurobiología (II y final), por Rafael Benito Moraga, psiquiatra y traumaterapeuta ¡Bienvenidos/as a la 15ª temporada del blog Buenos tratos!



Firma invitada

Rafael Benito Moraga

Psiquiatra y traumaterapeuta

Bienvenidos/as - Ongi etorri - Selamat datang - You are wellcome 

15ª temporada del blog Buenos tratos

Por primera vez en su historia, Buenos tratos os da, de la mano de Rafael Benito, la bienvenida a todos y a todas también en indonesio, pues es el segundo país donde más seguidores tenemos. El blog es leído en numerosos lugares de todo el mundo. Gracias a una opción disponible en blogger de Google, se produce una traducción automática a numerosos idiomas. Y, los datos no mienten: 2,98 mil seguidores en Indonesia. En primer lugar, España, y en tercero, Estados Unidos. Por eso, os saludo en estos tres idiomas, en este orden, para tener presente a toda esta comunidad de personas que nos siguen allí, la verdad es que el blog de la Red Apega se siente muy honrado por despertar interés en otros países y culturas. Los buenos tratos y su lenguaje son universales.

El blog ha estado parado porque por estas latitudes, ya sabéis, es verano y tradicionalmente nos tomamos un descanso. Inauguramos como siempre, con muchas ganas y alegría, esta nueva temporada... ¡Y ya van 15! Espero y deseo de todo corazón que os encontréis bien de salud, en estos tiempos que corren -con la pandemia por COVID 19- tener salud es un valor que apreciamos aún más. 

No quiero extenderme mucho, solamente deciros que cada vez somos más los escritores que colaboramos en el blog, se van sumando nuevas firmas, todo el mundo con un sólo deseo: colaborar desinteresadamente y aportar lo que saben. El resto es puro placer para nosotros porque -lo hagamos mejor o peor- nos gusta y disfrutamos con la escritura. Les iréis conociendo a lo largo de este año. Otros colegas repetirán participación.

También compartir con vosotros/as que tenemos para este trimestre numerosas novedades, que os iré contando poco a poco. Os adelanto que no os podréis despegar de la pantalla y que viviréis numerosas emociones, algunas, desgraciadamente, muy intensas y duras y que no nos gustaría sentir... Entenderéis pronto por qué digo todo esto...

Mencionar solamente que este próximo mes de octubre tendrían que haberse celebrado las V Conversaciones sobre apego y resiliencia, pero la situación motivada por el COVID 19 no nos permite celebrar este emotivo y bonito evento como nos gustaría. Por ello, lo hemos aplazado al 6 y 7 de mayo de 2022. ¡En diciembre espero confirmar que se abren las inscripciones y que celebramos estas entrañables jornadas!. Hemos de esperar a la evolución de esta pandemia, esperemos que, al fin, favorable. Tenemos muchas ganas de volver a reunirnos. Asistirán ponentes de gran nivel y será un congreso participativo.

Este curso 2021-22, en la medida que las ocupaciones nos lo permitan, seguiremos mis compañeros/as y servidor (José Luis) colaborando con diversos artículos sobre apego, trauma, desarrollo y resiliencia, en la línea de estos años atrás, sin perder la esencia, pero con novedades que no nos dejarán indiferentes.

Para empezar, inaugura brillantemente la 15ª temporada mi amigo y colega Rafael Benito Moraga, psiquiatra y traumaterapeuta, especialista en neurobiología. Si recordáis, despidió el curso anterior, mes de junio de 2021, con la primera parte de un artículo sobre la adolescencia y la adversidad temprana. Os prometimos que, tras la vuelta de las vacaciones, Buenos tratos os ofrecería la segunda parte: pues aquí está, para inaugurar con todos los honores esta nueva temporada del blog: 14 años de Buenos tratos, comienzo de la 15ª temporada. 

Agradecerle a Rafael Benito Moraga de todo corazón su generosidad al compartir desinteresadamente (en este blog no hay inserta publicidad alguna, ni ningún autor/a recibe retribución económica por su trabajo) sus especializados conocimientos y vasta experiencia en el ámbito de la neurobiología y la psiquiatría. Él, como miembro del equipo docente del postgrado de traumaterapia, es uno los ilustres colaboradores de este blog, el de la Red Apega -no es la primera vez que participa, ni será la última-, y nos entrega no ya un post sino todo un tesoro en forma de texto científico-profesional, un excelente artículo sobre un tema especializado que a todos y todas nos interesa sobremanera. 

Un saludo afectuoso de José Luis Gonzalo y de todo el equipo que formamos la Red Apega.

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Adolescencia, pandemia y adversidad temprana: claves desde la neurobiología 
(2ª parte y final)

Autor: Rafael Benito Moraga


La adolescencia: una segunda oportunidad para los niños y niñas que sufrieron adversidad temprana.

Andoni[1] tiene actualmente 17 años. Hace dos años fue detenido como cómplice de un robo y se le impuso el cumplimiento de una pena en un centro de reforma; pero las constantes fugas de ese centro y los incidentes violentos que protagonizó en el mismo hicieron que fuera trasladado a un centro cerrado de alta seguridad, donde permanecerá durante al menos un año más. 

Natural de un país del este, fue adoptado con tres años tras haber pasado ese tiempo internado en un orfanato donde sufrió una grave desatención con situaciones de abandono, abuso físico y abuso emocional. No se sabe mucho de sus padres biológicos; pero, por lo que les contaron a los padres adoptantes, su madre tenía probablemente rasgos antisociales de personalidad y era posible que bebiera alcohol cuando estaba embarazada de Andoni.

Teniendo en cuenta las circunstancias en las que creció durante sus primeros años, resultaba asombroso que se adaptara con tanta facilidad a su nueva vida. Durante los años siguientes su comportamiento fue bueno y no mostraba ningún signo de desregulación emocional ni del comportamiento; la relación con los compañeros y los profesores era buena y en casa se comportaba como un niño cariñoso y obediente. No les costaba ningún trabajo que hiciera sus tareas escolares; en clase estaba atento y no tenía ningún problema de aprendizaje. 

Todo parecía ir bien hasta que llegó la pubertad. Sus padres adoptantes no eran ingenuos y tenían dos hijos en la fase final de la adolescencia; estaban al tanto de los cambios que se podían esperar en chicos y chicas cuando llegaban a la temida “edad del pavo”. Por eso no les alarmó que las emociones de Andoni se hicieran más volubles, ni que se redujera su tolerancia a la frustración. Lo que no esperaban es que, de un modo bastante rápido, aquel niño cariñoso, obediente y muy listo comenzara a reaccionar con una agresividad cada vez mayor, y empezara a incumplir las normas, a mentir con frecuencia y a cometer pequeños robos. Pronto se inició en el consumo de drogas y llegó a ”trapichear” para sacar algún dinero. Su comportamiento en los estudios también empeoró: todo le parecía un “rollo”, no prestaba atención durante las explicaciones, casi nunca hacía los deberes y le resultaba muy difícil estar sentado estudiando más de diez o quince minutos.

Es posible que algunos de los/las lectores/as de este post, bien sean familiares, profesionales o jóvenes afectados, hayan identificado los rasgos fundamentales de la historia de Andoni con los de alguna de las historias que han conocido: 

- Una historia de abandono y maltrato durante los primeros años de vida.

- Una evolución post-adoptiva o post-acogida sorprendentemente buena; con una respuesta muy favorable al cariño y los cuidados.

- Un empeoramiento muy notable y rápido tras el inicio de la pubertad, en el que se observan los rasgos más o menos típicos de la crisis del adolescente, aunque mucho más intensos y difíciles de modificar.

Esta situación aparentemente inexplicable, que parece obedecer a la aparición de un trastorno mental o una psicopatía escondida, se puede entender si tenemos en cuenta los cambios que experimenta el sistema nervioso durante la adolescencia. Como veremos, el neurodesarrollo durante la adolescencia plantea grandes dificultades para los chicos y chicas que han sufrido maltrato durante los primeros años de vida porque tiene lugar en áreas y núcleos cerebrales que han sido dañados por las experiencias traumáticas. Todos estos cambios producen en los jóvenes alteraciones de la regulación emocional y del comportamiento graves y muy disruptivas, generando en quienes les rodean un estado de estupor, al que siguen una confrontación extenuante y finalmente la desmoralización y la desesperanza. 

Contemplar estas modificaciones desde la perspectiva neurobiológica nos puede ayudar por tres razones. Primero, porque nos hace entender que no se trata de un trastorno mental ni de un defecto de la personalidad; sino una crisis evolutiva exagerada por el daño que produjo la adversidad temprana. Segundo, debemos entender que los cambios cerebrales propios de la adolescencia están pidiendo, no una confrontación ni una pelea, sino una reactivación de la relación de apego que guíe de nuevo el neurodesarrollo en la dirección adecuada. Y tercero, la revitalización del apego y el hecho de que el cerebro entre de nuevo en un periodo muy activo de proliferación y poda es un regalo de la naturaleza porque nos ofrece la posibilidad de reparar el daño que no pudimos corregir cuando el niño o niña afectados eran demasiado pequeños/as.

En episodios anteriores…

Hagamos un repaso de lo visto en el primer post; nos ayudará a entender las dificultades que plantea la adolescencia, haciéndonos ver la importancia de esta etapa de la vida para la recuperación de un funcionamiento físico y mental sanos y adaptados.

1. El sistema nervioso es la sede de las funciones mentales y el regulador maestro de los procesos fisiológicos; aparece a lo largo de la evolución de las especies con ese cometido. Como consecuencia de ello, para lograr un estado de salud física y mental, es esencial que todas sus partes funcionen de un modo integrado, en el que ninguna de ellas tenga una actividad dominante que ahogue la libre actividad del resto. 

2. Para llegar a esa actividad integrada, las redes neurales que constituyen el sistema nervioso se desarrollan progresivamente, mediante fases de proliferación y poda, desde un máximo de flexibilidad y posibilidades hacia una eficiencia máxima con una variabilidad menor. Aunque la capacidad de las redes neurales para modificar su actividad y sus conexiones (su plasticidad) se mantiene de por vida, el paso de los años hace cada vez más difícil modificarlas. Por eso es muy importante sentar los cimientos de un desarrollo integrado aprovechando las oportunidades que nos ofrecen los años de proliferación y poda; ya que, lo ocurrido durante esos años va a establecer el funcionamiento del sistema nervioso del adulto.

3. No todos los periodos del desarrollo tienen la misma importancia; ya que la proliferación y poda de las conexiones se produce sobre todo en dos etapas de la vida: los primeros dos o tres años, y la pubertad y la adolescencia. Durante esta última el sistema nervioso experimenta una revolución que lo devuelve a una situación análoga a la de los primeros años de vida; una situación en la que el sistema límbico tiene una actividad más intensa, con un déficit relativo de las funciones reguladoras del córtex prefrontal. En esta etapa se hace necesaria de nuevo la presencia de las figuras de apego para guiar la evolución del cerebro adolescente hacia el logro de ese funcionamiento integrado. 

El maltrato durante los primeros dos años de vida perjudica el neurodesarrollo (ilustraciones 1 y 2)

Ilustración 1. El cerebro de las niñas afectado por el maltrato y el abandono


La gran influencia de las relaciones interpersonales en el moldeado de las redes neurales del niño/a hace que, cuando adquieren características de maltrato, ejerzan un efecto muy dañino en el neurodesarrollo. En cualquiera de sus formas (negligencia, abuso físico, abuso emocional y abuso sexual), el maltrato va a causar un daño en el neurodesarrollo que perjudicará el funcionamiento integrado del sistema nervioso, afectando a la salud mental y física del niño/a, a veces durante toda su vida. Prácticamente ninguna de las áreas del sistema nervioso se libra de esta influencia.



Ilustración 2. El cerebro de los niños afectados por el maltrato y el abandono

Haber sufrido negligencia y abandono durante los primeros años de vida aumenta el tamaño de la amígdala (Roth, Humphreys, King, & Gotlib, 2018) y hace que sea hiperfuncionante (Tottenham et al., 2011) (Protopopescu et al., 2005). Este aumento de la amígdala se ha observado también en mujeres que sufrieron abuso sexual (Cassiers et al., 2018) y también en niños/as que sufrieron abuso emocional (Cassiers et al., 2018). Como consecuencia de estos cambios, puede darse una “irritabilidad límbica” con una predisposición a las respuestas de rabia y miedo exageradas, descontroladas y sin motivo aparente. 

Las estructuras relacionadas con la recompensa y las experiencias placenteras también se resienten, en especial cuando se ha sufrido abuso sexual (Cassiers et al., 2018). El maltrato infantil puede causar una reducción de la actividad de estos circuitos (Tomoda, Takiguchi, Shimada, & Fujisawa, 2017); aunque a veces, en función de la edad en la que se produzca el abuso, puede darse una evolución hacia la hiperactividad (Novick et al., 2018). La consecuencia observable de un funcionamiento deficiente es la falta de interés y motivación; si por el contrario se produce una evolución hacia la hiperactividad, se podrían observar intolerancia a la frustración, una búsqueda constante de estimulación que puede predisponer a las adicciones, y una gran dificultad para demorar la satisfacción de los deseos.

Como consecuencia del maltrato, el hipocampo tiene un tamaño reducido (Teicher & Samson, 2016); sobre todo en varones que sufrieron negligencia y mujeres que sufrieron abuso sexual (Teicher et al., 2018). Esto ocasiona dificultades para recordar y para situar los recuerdos en el tiempo; además, la capacidad de aprendizaje se deteriora, afectando al rendimiento académico.

Como hemos visto, el maltrato daña el sistema límbico conduciéndolo a una hiperactividad que amenaza con generar situaciones de secuestro emocional en las que la rabia, el miedo y el deseo de gratificación pueden tomar el poder, generando comportamientos incontrolables, impulsivos y disruptivos.

Si se pudiera recurrir a un “director de orquesta” (córtex prefrontal) activo y eficiente habría menos riesgo; pero desgraciadamente el maltrato daña también esta zona del cerebro. Todas las formas de maltrato perjudican el tamaño y el funcionamiento del córtex prefrontal (Cassiers et al., 2018). Como consecuencia de ello la regulación emocional es deficiente, hay problemas de atención y concentración, dificultades para planificar la conducta y propensión al comportamiento impulsivo.

Las consecuencias del maltrato en la infancia perduran hasta la adolescencia

Cuando explico a muchos de los adultos que atiendo de qué forma el maltrato sufrido durante su infancia está en el origen de su sufrimiento actual, se muestran escépticos. A lo largo de su vida, muchos de los médicos y psicólogos que han intentado ayudarlos les han dicho que todo eso está en el pasado, que deberían pasar página y dejar de pensar en ello; expresiones que también han escuchado de boca de amigos y familiares. La idea subyacente a estos comentarios es que el neurodesarrollo conlleva una especie de “plan renove” por el que un cerebro adulto nuevecito sustituye al malherido cerebro del niño abandonado y maltratado. Sería fantástico si fuera cierto; pero no lo es. El sistema nervioso del adulto se construye remodelando constantemente el sistema nervioso infantil; de modo que, así como la piel del abdomen mantiene de por vida la cicatriz de nuestra operación de apendicitis, el sistema nervioso del adulto puede conservar en su estructura y funcionamiento las huellas del maltrato. 

Sirvan como ejemplo los resultados de algunos estudios recientes:

· La separación temprana de la madre provoca alteraciones en el desarrollo de la sustancia blanca en la adolescencia (Farley et al., 2017) y también produce un acortamiento de los telómeros cromosómicos en el adolescente (Chen et al., 2019).

· Las experiencias adversas en la infancia también se relacionan con alteraciones en el desarrollo de la amígdala y el hipocampo en la adolescencia (Luby, Tillman, & Barch, 2019).

· Los diferentes estilos de apego con los que el niño evoluciona durante sus primeros años de vida se notan durante la adolescencia, provocando asimetrías en su electroencefalograma (Kungl, Leyh, & Spangler, 2016). En este estudio, aquellos que tenían un apego inseguro evitativo y preocupado activaban más las áreas del hemisferio derecho; mientras que esta activación era mucho más modulada en quienes tenían un apego seguro. 

Cuando los niños/as que han sufrido maltrato llegan a la adolescencia, su sistema nervioso conserva las huellas del trauma, y esto se notará cuando su cerebro experimente los inevitables cambios de la proliferación puberal. 

Los cambios de la adolescencia intensifican las dificultades de los chicos/as maltratados

Según lo expuesto, el cerebro de los niños/as que sufrieron maltrato durante sus primeros años de vida llega a la pubertad con [RBM1] :

· Una amígdala más voluminosa e irritable.

· Un Accumbens que puede haber evolucionado hacia la hipo actividad o la hiperactividad.

· Un hipocampo deteriorado, con dificultades para fijar lo aprendido y para evocar lo que se sabe.

· Un córtex prefrontal incapaz de armonizar y regular el funcionamiento del resto del sistema nervioso.

Ilustración 3. Consecuencias del daño producido por el maltrato y el abandono.



Y los cambios que va a afrontar durante la pubertad van a consistir justamente en un incremento de la actividad de la amígdala y el Accumbens; con un enlentecimiento del desarrollo del córtex prefrontal que comprometerá aún más el logro de una adecuada regulación emocional. Por todo ello, para los niños/as que sufrieron maltrato y para quienes intentan ayudarlos, la llegada de la pubertad supone un enorme desafío porque incrementa las probabilidades de desregulación emocional de un sistema nervioso ya desregulado (Ilustración 3).

· El incremento de la actividad amigdalar va a aumentar las probabilidades de secuestro emocional, con un gran aumento de las reacciones de cólera por motivos nimios.

· Un Accumbens hiperactivo va a disminuir la tolerancia a la frustración, aumentando la necesidad de una gratificación inmediata y la predisposición a las adicciones.

· El enlentecimiento en el ritmo de desarrollo del córtex prefrontal va a dificultar la regulación de una amígdala y un Accumbens tan acelerados. Además, disminuirá la capacidad para demorar la gratificación; lo que afectará a la capacidad de sacrificio y a la facultad para esforzarse en el presente por una recompensa futura. 

Teniendo en cuenta todo esto, los cambios observados en Andoni dejan de ser sorprendentes e inexplicables. Después de un periodo de relativa calma, su sistema nervioso ha experimentado una revolución como la que presentan el resto de los chicos de su edad. La diferencia es que en su caso esos cambios se producen en un sistema nervioso que conserva en las áreas límbicas y en su corteza prefrontal las huellas del maltrato y abandono sufridos durante la primera infancia. Por eso son más intensos, tienen una repercusión más grave y son más difíciles de controlar. 

No es que se haya vuelto loco o se haya trastornado; está pasando por una adolescencia hipercomplicada.

Las relaciones interpersonales modifican y reparan el daño en el neurodesarrollo

Estos cambios suponen un reto para el adolescente que los experimenta y para las personas que intentan ayudarle a transitar por esa fase de su neurodesarrollo. Si todos los adolescentes necesitan que se reactive la relación de apego; esta necesidad es aún mayor en los chicos y chicas que pasan por una adolescencia hipercomplicada como consecuencia del maltrato que sufrieron en su infancia. Andoni no es un caso perdido ni tiene un trastorno de mal pronóstico; más bien al contrario: está pasando por un periodo de crecimiento personal en el que la influencia de quienes le rodean puede reparar el daño sufrido en su infancia de un modo especialmente eficiente. 

En los niños adoptados/acogidos la pubertad ofrece una oportunidad de “recalibrar” los sistemas de respuesta al estrés, que tienen una respuesta excesiva en los chicos/as que han sufrido maltrato (Quevedo, Johnson, Loman, Lafavor, & Gunnar, 2012). El mismo estudio indica que las alteraciones cerebrales que presentan se corrigen a los 4 años del inicio del acogimiento/adopción (Quevedo et al 2012) porque su sistema nervioso ha llegado a un nuevo periodo de intensa plasticidad, a una tierra de oportunidades en la que la actitud de sus figuras de apego y de sus iguales va a producir cambios decisivos que pueden reasentar las bases de una buena salud mental y física; o por el contrario, predisponerles a sufrir problemas durante su vida adulta.

Las relaciones interpersonales son el mejor moldeador de las redes neurales, el que va a provocar más cambios en los circuitos cerebrales fronto-límbicos, de los que depende la regulación emocional. El afecto, el aliento y las muestras de cariño disminuyen las alteraciones de conducta en chicos que muestran una pobre función prefrontal (Brieant et al., 2018). El contacto físico frecuente entre padres/madres e hijos/as promueve un aumento de la conectividad en áreas cerebrales del córtex prefrontal relacionadas con la mentalización y la capacidad de reflexión (Brauer, Xiao, Poulain, Friederici, & Schirmer, 2016). A los 3 años del acogimiento/adopción, la presencia de los padres/madres atenúa la reactividad amigdalar en niños/as y adolescentes que procedían de instituciones (Callaghan et al., 2019)

Conclusiones

Como vimos en el artículo previo, la adolescencia implica una reactivación del neurodesarrollo que supone una gran oportunidad para que las redes neurales crezcan y se desarrollen de un modo que facilite una vida adulta sana y socialmente gratificante; aunque debemos tener en cuenta que en el crecimiento del sistema nervioso, todos los periodos de oportunidad son también periodos de vulnerabilidad.

Si esto es así en todos los/las adolescentes, es todavía más evidente en quienes sufrieron maltrato en la infancia. En muchos de ellos, el impacto de las experiencias traumáticas ha dejado un terreno poco preparado para hacer frente a los cambios de la pubertad: una amígdala hiperactiva va a incrementar todavía más su excitabilidad; un Accumbens ávido de sensaciones es vulnerable al impacto de las drogas; y un córtex prefrontal poco potente enlentecerá su crecimiento y se verá desbordado por el tsunami procedente del sistema límbico.

Los chicos y chicas que sufrieron adversidad temprana deben enfrentarse a los retos de la adolescencia desde una posición de desventaja; son víctimas del daño sufrido y de unos cambios neurológicos que no pueden evitar ni controlar. Necesitan que los adultos que les rodean se comprometan en el esfuerzo de reactivar e intensificar el vínculo de apego; que se conviertan en una pista de despegue para que prueben sus alas y un puerto seguro al que regresar para que, cuando finalice el neurodesarrollo en torno a los 25 años, hayan podido culminar su crecimiento sentando las bases de un funcionamiento cerebral saludable que facilite una vida adulta sana y feliz.

Referencias

       Brauer, J., Xiao, Y., Poulain, T., Friederici, A. D., & Schirmer, A. (2016). Frequency of Maternal            Touch Predicts Resting Activity and Connectivity of the Developing Social Brain. Cerebral             Cortex (New York, N.Y. : 1991), 26(8), 3544–3552. https://doi.org/10.1093/cercor/bhw137

Brieant, A., Holmes, C. J., Maciejewski, D., Lee, J., Deater-Deckard, K., King-Casas, B., & Kim-Spoon, J. (2018). Positive and Negative Affect and Adolescent Adjustment: Moderation Effects of Prefrontal Functioning. Journal of Research on Adolescence28(1), 40–55. https://doi.org/10.1111/jora.12339

Brody, G. H., Beach, S. R. H., Philibert, R. A., Chen, Y., Lei, M.-K., Murry, V. M., & Brown, A. C. (2009). Parenting Moderates a Genetic Vulnerability Factor in Longitudinal Increases in Youths’ Substance Use. Journal of Consulting and Clinical Psychology77(1), 1. https://doi.org/10.1037/A0012996

Callaghan, B. L., Gee, D. G., Gabard-Durnam, L., Telzer, E. H., Humphreys, K. L., Goff, B., … Tottenham, N. (2019). Decreased Amygdala Reactivity to Parent Cues Protects Against Anxiety Following Early Adversity: An Examination Across 3 Years. Biological Psychiatry: Cognitive Neuroscience and Neuroimaging4(7), 664–671. https://doi.org/10.1016/j.bpsc.2019.02.001

Cassiers, L. L. M., Sabbe, B. G. C., Schmaal, L., Veltman, D. J., Penninx, B. W. J. H., & Van Den Eede, F. (2018). Structural and Functional Brain Abnormalities Associated with Exposure to Different Childhood Trauma Subtypes: A Systematic Review of Neuroimaging Findings. Frontiers in Psychiatry9, 329. https://doi.org/10.3389/FPSYT.2018.00329

Chen, X., Zeng, C., Gong, C., Zhang, L., Wan, Y., Tao, F., & Sun, Y. (2019). Associations between early life parent-child separation and shortened telomere length and psychopathological outcomes during adolescence. Psychoneuroendocrinology. https://doi.org/10.1016/J.PSYNEUEN.2019.01.021

Farley, S., Grenier, J., Gorgievski, V., Barbe, A., Jaworski, W., Bochereau, A., … Tzavara, E. (2017). From Early Life Adversity to Adolescence Depression: White Matter Remodelling in a Translational Animal Model. Biological Psychiatry81(10), S46. https://doi.org/10.1016/j.biopsych.2017.02.121

Kungl, M. T., Leyh, R., & Spangler, G. (2016). Attachment Representations and Brain Asymmetry during the Processing of Autobiographical Emotional Memories in Late Adolescence. Frontiers in Human Neuroscience10, 644. https://doi.org/10.3389/fnhum.2016.00644

Luby, J. L., Tillman, R., & Barch, D. M. (2019). Association of Timing of Adverse Childhood Experiences and Caregiver Support With Regionally Specific Brain Development in Adolescents. JAMA Network Open2(9), e1911426. https://doi.org/10.1001/jamanetworkopen.2019.11426

Novick, A. M., Levandowski, M. L., Laumann, L. E., Philip, N. S., Price, L. H., & Tyrka, A. R. (2018). The effects of early life stress on reward processing. Journal of Psychiatric Research101, 80–103. https://doi.org/10.1016/j.jpsychires.2018.02.002

Protopopescu, X., Pan, H., Tuescher, O., Cloitre, M., Goldstein, M., Engelien, W., … Stern, E. (2005). Differential time courses and specificity of amygdala activity in posttraumatic stress disorder subjects and normal control subjects. Biological Psychiatry57(5), 464–473. https://doi.org/10.1016/j.biopsych.2004.12.026

Quevedo, K., Johnson, A., Loman, M., Lafavor, T., & Gunnar, M. (2012). The Confluence of Adverse Early Experience and Puberty on the Cortisol Awakening Response. International Journal of Behavioral Development36(1), 19–28. https://doi.org/10.1177/0165025411406860

Roth, M. C., Humphreys, K. L., King, L. S., & Gotlib, I. H. (2018). Self-reported neglect, amygdala volume, and symptoms of anxiety in adolescent boys. Child Abuse & Neglect80, 80–89. https://doi.org/10.1016/j.chiabu.2018.03.016

Teicher, M. H., Anderson, C. M., Ohashi, K., Khan, A., McGreenery, C. E., Bolger, E. A., … Vitaliano, G. D. (2018). Differential effects of childhood neglect and abuse during sensitive exposure periods on male and female hippocampus. NeuroImage169, 443–452. https://doi.org/10.1016/J.NEUROIMAGE.2017.12.055

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Tomoda, A., Takiguchi, S., Shimada, K., & Fujisawa, T. X. (2017). Structural and Functional Changes of Brain Due to Childhood Maltreatment and Adversity. In Memory in a Social Context (pp. 251–266). https://doi.org/10.1007/978-4-431-56591-8_14

Tottenham, N., Hare, T. A., Millner, A., Gilhooly, T., Zevin, J. D., & Casey, B. J. (2011). Elevated amygdala response to faces following early deprivation. Developmental Science14(2), 190–204. https://doi.org/10.1111/j.1467-7687.2010.00971.x

Zhang, T.-Y., Hellstrom, I. C., Bagot, R. C., Wen, X., Diorio, J., & Meaney, M. J. (2010). Maternal Care and DNA Methylation of a Glutamic Acid Decarboxylase 1 Promoter in Rat Hippocampus. The Journal of Neuroscience30(39), 13130. https://doi.org/10.1523/JNEUROSCI.1039-10.2010



[1] El nombre no corresponde con una persona real; aunque los problemas que se describen los presentan muchos de los/las adolescentes que atiendo.


 [RBM1] figura

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