Inauguramos el año 2021 en el blog con la participación de la psicóloga
Lola Pavón, quien generosamente nos entregó su saber redactando un excelente artículo (lo publicamos el pasado 13 de enero, puedes acceder al mismo haciendo clic
AQUÍ) sobre un tema que hasta el momento no habíamos abordado en profundidad en el blog: reflexiones sobre la adopción desde la mirada de la psicología perinatal. Ha sido todo un éxito y ha tenido numerosas visitas. Gracias por apoyar las propuestas que os ofrecemos en este espacio, es lo que me motiva a seguir manteniéndolo activo.
Este es el primer artículo que, por mi parte, escribo este año. Y como suele ser habitual en mí por estas fechas, arranco hablándoos de un libro. Se trata de uno que me ha cautivado y que lo he finalizado esta pasada Navidad 2020 en la que, al tener unos días libres, y con las restricciones por la pandemia, he dispuesto de más tiempo para la lectura. Pandemia, frío y vacaciones es una combinación perfecta para dedicarse a la lectura. Me estoy refiriendo al libro titulado:
“Apego y psicoterapia. Un paradigma revolucionario”, del que
Mauricio Cortina y
Mario Marrone, ambos psiquiatras, son compiladores, es decir, se trata de una obra coral, escrita por una pléyade de autores que destacan en el ámbito de la aplicación de la teoría del apego a diferentes ámbitos profesionales.
La teoría del apego como todos sabemos es un paradigma que está muy de moda en la actualidad, pero su aparición tuvo lugar en los años cincuenta y posteriores, siendo
John Bowlby, psiquiatra inglés y
Mary Ainsworth, psicóloga americana dos de los principales impulsores de la teoría. A decir verdad, el modelo del apego ha estado eclipsado por otras corrientes más dominantes en psicoterapia (psicoanálisis clásico y modelo cognitivo-conductual, principalmente) sobre todo en lo que se refiere a su aplicación en el ámbito clínico. Me acuerdo de que en el año 1989 (aún vivía
John Bowlby) nos hablaron en la licenciatura de psicología de la teoría del apego. Lo hizo el profesor
Enrique Arranz Freijo dentro de la asignatura que entonces se llamaba psicología evolutiva (hoy denominada psicología del desarrollo). En las asignaturas de psicoterapia, personalidad y psicología dinámica ni se le mencionaba. Cuando terminé la carrera (año 1992), las opciones más relevantes para formarse en el ámbito clínico eran, en aquel entonces, el psicoanálisis y la psicoterapia cognitivo-conductual. El psicoanálisis lo asociaban a una formación ortodoxa (Freud, Klein, Lacan…) donde las aportaciones de la teoría del apego estaban excluidas porque
Bowlby no era considerado psicoanalista (aunque lo era). Para los psicoterapeutas de orientación lacaniana que yo he conocido,
Bowlby es un atentado al corazón mismo de la teoría sexual, a la esencia pura del psicoanálisis (Lacan aboga por un retorno a Freud). No en vano cuando
Bowlby pronunció su discurso de entrada en la Sociedad Psicoanalítica Británica donde presentaba la importancia de un nuevo sistema motivacional en el ser humano (el apego), con tanta fuerza como el sexual, para la creación de la mente humana, sus argumentos fueron totalmente rechazados y el propio
Bolwby injustamente relegado al ostracismo; cuando él en realidad, no quería atacar al psicoanálisis sino mejorarlo (Marrone, 2009).
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Una curiosidad: fotografía de un fragmento de mis apuntes de psicología evolutiva (pasados a limpio con una máquina de escribir) Recojo las aportaciones de Bowlby mencionadas por el profesor Enrique Arranz. Año 1989. Facultad de Psicología de San Sebastián. |
Sin embargo, en los últimos veinte años, se ha recuperado a Bowlby, Ainsworth y a toda una serie de autores posteriores, académicos y clínicos, que llevan muchos años trabajando, publicando y dando a conocer una psicoterapia motivada por la teoría del apego. Creo que las causas de este re-descubrimiento de la teoría del apego por parte de muchos profesionales de la salud mental son diversas. En mi opinión, el desencanto de un buen número de psicoterapeutas (psicólogos, psiquiatras…), entre los que me incluyo, que trabajábamos desde modelos psicoanalíticos clásicos o terapia cognitivo-conductual, los cuales veíamos que no terminábamos de ayudar a nuestros pacientes más allá de la teoría sexual o de reducir al ser humano a un modelo mecanicista (acontecimiento-pensamiento-emociones-consecuencias). Eso motivó que muchos nos pusiéramos a buscar alternativas comprensivas diferentes. En mi caso, tras un largo peregrinaje, encontré a Jorge Barudy y Maryorie Dantagnan -y me formé con ellos-. Ambos llevaban muchos años trabajando con víctimas de malos tratos en psicoterapia desde un modelo biopsicosocial, incorporando en el mismo las aportaciones de la teoría del apego.
También pienso que la ciencia del cerebro y sus descubrimientos le han dado la razón a
Bowlby y a otros autores relevantes dentro de esta teoría: la relación de apego temprana modela el desarrollo del cerebro y del sistema nervioso del bebé en un periodo clave de la vida en el cual el libro de instrucciones (ADN) permanece abierto de una manera sensible y crítica para el desarrollo del potencial humano, y en el que las influencias epigenéticas (interacción genes-ambiente) son mucho más importantes (
Benito, 2020) Muchos profesionales han redescubierto a
Bowlby y han encontrado a un psicoanalista que utiliza modelos empíricos y que otorga a las relaciones un papel central como principal influencia para la creación de la psique. Y es que su teoría del apego nace en un contexto natural y no de laboratorio, es un modelo biopsicosocial, pues
Bowlby observó el daño que producía a largo plazo en la salud mental las atrocidades que la II Guerra Mundial causó en numerosas personas, especialmente en la población infantil, ya que cientos de miles de niños quedaron huérfanos. Su propia experiencia infantil cuando fue separado de la nany que le cuidó -con quien tenía un vínculo afectivo- y el dolor que esta pérdida le produjo, influyó en su motivación a estudiar sobre el apego (Ezquerro, 2017). Además, para desarrollar la teoría, se abrió a las aportaciones de otros colegas relevantes que le inspiraron (
Piaget, Harlow, Spitz…)
Bowlby no habla de teorías especulativas sino de ciencia y de la calidad de las relaciones como influyentes de manera muy importante en el desarrollo equilibrado de la personalidad, sobre todo la primera y más relevante relación: el vínculo de apego con la madre o un cuidador principal. Actualmente, autores tan reputados como Porges, Fonagy, Siegel, Ogden… y muchos más han retomado este postulado y lo han desarrollado. Pero a mi modo de ver encontramos poco reconocimiento a John Bowlby y sus colaboradores por el inmenso descubrimiento que hicieron, decisivo para comprender al ser humano y su desarrollo. Baste decir que en el Congreso sobre Apego y Trauma celebrado en Londres (2017) en el que participaron los autores que he citado, no se mencionó ni se honró a Bowlby; precisamente en su ciudad natal donde creó la teoría del apego y desarrolló su carrera profesional. Gracias a él, de alguna manera, estábamos reunidos en Londres en un congreso más de mil personas…
Y, finalmente, creo que la labor silenciosa, pero ardua, perseverante y rigurosa de muchos profesionales que llevan trabajando en el ámbito desde la cuna de la teoría del apego, como Mario Marrone y Mauricio Cortina, y todos/as los que se citan y participan en el libro "Apego y psicoterapia. Un paradigma revolucionario" (así como otros muchos más que expanden la teoría del apego por todo el mundo), del que voy a hablar a continuación, ha dado su fruto y ha ido enganchando progresivamente a un buen número de profesionales que quieren trabajar motivados por la teoría del apego. Hoy en día su expansión y reconocimiento trasciende todas las fronteras del mundo. Es un paradigma imparable y todavía prometedor, pues aún nos puede aportar muchos más conocimientos sobre el desarrollo humano en la medida que su estudio e investigación vaya de la mano de la neurociencia. Pero, además, sin rupturismos, pues los modelos clásicos siguen siendo aprovechables, sobre todo cuando se revisan desde la óptica del apego.
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Portada del libro "Apego y psicoterapia. Un paradigma revolucionario" |
Como se dice en la reseña del libro, "la teoría de apego ha revolucionado el campo de la salud mental y la práctica de la psicoterapia. Su tema central es cómo las personas creamos expectativas inconscientes, positivas y negativas, sobre la capacidad de nuestras figuras de apego de responder en forma sensible a nuestros estados de alarma y aflicción, y cómo recurrimos a esas figuras de apego como un refugio emocional y base segura para navegar en el entorno social. Como dijo Bowlby, los vínculos de apego son cruciales para la salud mental desde la cuna hasta la tumba.
La fuerza de la teoría está basada en observaciones minuciosas que han confirmado sus premisas básicas y han agregado conocimientos nuevos de gran utilidad para la psicoterapia y la asistencia en salud mental. Cada uno de los contribuyentes a este libro muestra su manera particular de utilizar estos conocimientos en el trabajo clínico con individuos, parejas y grupos.
Esta obra reúne contribuciones de expertos de varios países (Argentina, España, Estados Unidos, México y Reino Unido) que describen cómo la teoría del apego informa la práctica psicoanalítica, las terapias de pareja, grupales, de familia y multifamiliares, la terapia padres-hijos, las intervenciones en proceso de duelo y la rehabilitación psiquiátrica psicosocial. No es un popurrí de capítulos sueltos: la coherencia de la obra es el resultado de una colaboración entre colegas que han compartido actividades docentes a nivel internacional".
Los capítulos no son excesivamente largos y se pueden consultar por separado, según lo que más interese a cada profesional. Todas son muy buenas contribuciones en su ámbito de aplicación.
¿Qué resalto del libro?
Creo que la teoría del apego al extenderse tan prodigiosamente -y sin ninguna duda esto es muy positivo-, corre el riesgo de que se desvirtúe y sus conceptos puedan degradarse y utilizarse de una manera simplista o reduccionista. O que se emplee en nombre de propuestas o modelos que mal usan o pervierten el término y no le dan el sentido complejo y profundo que tiene. Más allá de descriptores de comportamiento, hablamos de una teoría que postula cómo se produce el desarrollo y creación de la psique; y esta emerge porque hay una mente adulta (figura de apego, es decir, un otro) que mediante un lazo afectivo de calidad nos ayuda a construir los modelos operativos mentales que van a conformar la conciencia de nuestro sí mismo. Sin ese otro que nos permita experimentar que hemos sido experimentados, no podemos construir nuestra mente ni desarrollarnos integralmente como personas.
Pienso que hacía falta un libro que, escrito por expertos en el ámbito, de los más relevantes, aclare y ofrezca un material de estudio y aprendizaje riguroso para conocer el apego y para aclarar muchos aspectos de la teoría que producen confusión. Por eso, el libro arranca con un excelente diálogo entre Mauricio Cortina y Mario Marrone que debaten sobre algunas controversias en las teorizaciones sobre el apego. Aconsejo leer entero el capítulo y debate, muy enriquecedor y aclaratorio de muchas cuestiones. Podría señalar muchos aspectos de este primer capítulo, pero me quedo con estas consideraciones que deben hacernos pensar y reflexionar sobre nuestra práctica en el campo de la psicoterapia infantil y la psicoeducación: “La popularidad creciente de la teoría del apego inevitablemente ha creado sus propios problemas. Un problema es la relación entre los clínicos y los investigadores. Bowlby proponía el intercambio entre unos y otros, pero esta fertilización cruzada no siempre se ha realizado de manera mutuamente cooperativa. Otro problema tiene que ver con la utilización de la terminología. La teoría del apego es una teoría muy específica sobre la naturaleza de estos vínculos afectivos. No es una teoría general sobre las relaciones interpersonales y los vínculos afectivos” (Mario Marrone, p. 106) “Otros malentendidos que están circulando en nombre de la teoría del apego son los libros o la literatura enfocados a aconsejar a los padres de familia sobre cómo criar a sus bebés” (…) (Mauricio Cortina (p. 106) (…) “…no debemos tratar de reducir la teoría del apego a fórmulas simplistas sobre la parentalidad” (Mario Marrone, p. 107)
Dr. Mario Marrone
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Dr. Mauricio Cortina
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Esto me preocupa especialmente en el campo de la intervención psicosocial, en el ámbito concreto de la evaluación de las competencias parentales. Como bien ha postulado Jorge Barudy, una de las competencias parentales es la propia historia de apego del padre y de la madre (o cuidadores). Hoy en día en muchos programas de intervención familiar se trabajan solamente las habilidades y pautas para entrenar la parentalidad (programas conductuales para aprender a expresar emociones, aplicar disciplina positiva, sintonizar con el niño…) sin profundizar sobre el conocimiento de ese padre y madre en cuestión y sus representaciones mentales con respecto al apego, en qué medida estos pueden reflexionar coherentemente sobre dichas representaciones. Y, aún más equivocadamente, hay instituciones públicas que aplican programas conductuales grupales para aprender habilidades dirigidos a todo tipo de padres (sin evaluarles ni a ellos ni a la dinámica familiar) Son paquetes de tratamiento (eso sí, basados en la evidencia) que no tienen en cuenta la especificidad, contexto, necesidades y realidad en cuanto a la competencia parental (un constructo más profundo) de esos padres poseedores de una historia específica como realidad única.
El libro "Apego y psicoterapia. Un paradigma revolucionario" continúa con un capítulo escrito por Alan Soufre donde se centra en el tema de la resiliencia, el apego, el desarrollo y la psicopatología. Una interesantísima aportación que nos entrega la esperanza a padres y madres (también a los profesionales que trabajamos con niños) de ser conscientes que “…las experiencias de apego no son deterministas ni tienen la causalidad lineal de la manera como se solía creer. Los patrones de apego ansioso, incluso las formas desorganizadas perniciosas, no se entienden como psicopatologías en sí mismas, ni como formas que aseguran el surgimiento de la psicopatología (…) De la misma manera, el apego seguro en la infancia no garantiza la seguridad posterior de la resiliencia” Aunque no garantice (porque no hay ninguna garantía de nada en esta vida, ya que somos vulnerables y dependientes), el autor revela que en su investigación “nada fue más prominente en el desarrollo del trastorno o de la resiliencia que las experiencias de apego” (p. 119)
El capítulo 4 nos ofrece, gracias a sus autores, Leticia Linares e Iñaki Bilbao, una reflexión sobre el vínculo afectivo en la situación terapéutica. De este capítulo, me quedo con esta necesaria contribución referida a las clasificaciones de apego, pues corremos el riesgo de reducir la teoría del apego a los tipos de apego, craso error. Leticia e Iñaki refieren que “si bien estas clasificaciones resultan estimulantes y útiles en investigación, cabe destacar que la realidad asistencial nos devuelve una mayor complejidad en lo que al funcionamiento del apego se refiere, de manera que una persona no demuestra, por ejemplo, de manera continua conductas propias de un apego seguro, o inseguro ansioso/evitativo. Los autores estamos interesados en destacar esta realidad, pues tal y como los doctores Mario Marrone y Mauricio Cortina apuntan, existe una extendida idea equivocada acerca que de la aplicación clínica de las clasificaciones de apego es lo que caracteriza a dicho paradigma. Bowlby prefería hablar de disposición antes que, de patrón, ya que una disposición puede tomar una forma u otra según la respuesta del otro en un marco interaccional” (p. 136)
Esto me parece tremendamente relevante en el campo de intervención infantil. La popularización de la teoría,
a la que hemos contribuido, no nos debe llevar a error. En mi experiencia muchos padres (adoptivos y biológicos) me piden tratamiento para un niño porque “
tiene apego evitativo”. El riesgo de estas manifestaciones categóricas es fruto de la popularidad de la teoría y su utilidad, y de alguna manera es esperable que ocurra. Sin embargo, los profesionales tenemos la obligación de psicoeducar a los padres y legos en la materia para ayudarles a entender estas disposiciones y situarlas en su justa dimensión. Y, sobre todo, que no las entiendan como manifestaciones inamovibles y etiquetadoras (perjudicarían tanto como colocar cualquier otra etiqueta diagnóstica a un chico o chica sin hacer una evaluación comprensiva, sistémica y contextual, incluyendo a los padres y otros adultos en la matriz relacional) No nos debemos de olvidar de los modelos operativos internos, (las representaciones mentales del niño) en cuanto al vínculo de apego, que son inconscientes. Confundir descripciones conductuales de tipos de apego con lo representacional puede inducir a equivocaciones en la toma de decisiones de gran trascendencia, como la de etiquetar a un niño como de un tipo de apego u otro solo en función de conductas de apego (con sus cuidadores), que pueden variar situacionalmente. Dentro del modelo de
traumaterapia de Barudy y Dantagnan desde el que trabajamos, la
Red Apega advierte también del peligro de este tipo de aplicaciones simplistas y reduccionistas, sin dejar de reconocer su contribución, por supuesto. Finalmente, el capítulo de Leticia e Iñaki contiene una frase que para mí es clave en el trabajo de psicoterapia, por encima de técnicas: hemos de favorecer una experiencia emocional en nuestros pacientes correctiva de sus experiencias tempranas para la cual el terapeuta sirve al paciente como objeto de seguridad.
El capítulo 5 está escrito por Elsa Wolfberg, María Teresa Ronconi y María Paz Allona y versa sobre “Los modelos operativos internos y las constelaciones representacionales: aplicación de estos conceptos a la técnica en psicoterapia” Precisamente este capítulo nos habla de la necesidad de profundizar en el estudio de este concepto que es la piedra angular sobre la que gira la teoría del apego. Estos modelos deben ser explorados en la terapia, con la ayuda del psicoterapeuta, como base de seguridad. A los niños debe de proporcionárseles técnicas adaptadas a ellos y su lenguaje (juego, cajón de arena…) que les permitan, cuando la relación terapéutica es segura y el niño se siente así capaz de explorar su interior, acceder a la comprensión de sus modelos; teniendo en cuenta que se puede influir en ellos si nos preocupamos en paralelo de proporcionarles contextos de vida donde puedan relacionarse con adultos (buenos tratos) que se constituyan en base segura para ellos e influir así en las primeras representaciones de apego y contribuir a su recalificación, ya que estas son dinámicas (disposiciones) y sujetas a modificaciones a lo largo de toda la vida. Así, las autoras nos dicen que “los modelos operativos internos comprenden los aspectos que los definen: 1. La representación de la figura de apego como alguien que responderá (o no) a las solicitudes de apoyo y protección, y 2. La representación de uno mismo como alguien merecedor (o no) de recibir ese apoyo o calidad de cuidado”. (p. 158) Para nuestra práctica profesional como traumaterapeutas es fundamental saber que de esto se desprende, como corolario, que para que el niño construya a lo largo de su infancia una representación mental estable de sí mismo como alguien merecedor de apoyo y protección, debe de tener Derecho al Buen Vínculo, un concepto propuesto por el abogado chileno Hernán Fernández y viable jurídicamente, porque solo así garantizaremos que un niño viva experiencias continuadas en la vida de seguridad y protección con al menos UN adulto que permanezca a su lado y con el que establezca un lazo afectivo duradero pero DE CALIDAD. Por eso estamos luchando cada día en nuestro trabajo.
Las autoras incluyen en su interesantísimo capítulo un epígrafe que ahonda en un tema clave en nuestro trabajo como profesionales de la protección a la infancia: La transmisión transgeneracional de los modelos operativos de apego, los modelos representaciones sobre las relaciones de apego. Las autoras nos dicen: “…la calidad del cuidado recibido es un aspecto altamente influyente en la conformación de los MOI (Modelos Operativos Internos) relativos al apego. En condiciones normales, el cuidador tiende a suministrar cuidados al niño, como sus cuidadores lo hicieran con él. Según Bowlby, dichos modelos representacionales tienden a permanecer a través de las generaciones. El fenómeno de transmisión intergeneracional del apego es un fenómeno complejo, cuyos mecanismos de transmisión serán más eficaces con la figura principal de apego, aquella que se ocupa más asiduamente de los cuidados del niño…" (…)
Por ello, creo que hay que centrar los esfuerzos en la rehabilitación de las competencias parentales, cuando sea posible, pero si estas competencias no son modificables y está en riesgo la seguridad y la protección del niño (y la posible transmisión transgeneracional de los modelos representacionales disfuncionales), el derecho no es de la familia biológica sino el del niño al Buen vínculo (vínculo estable, de calidad, proporcionado por, al menos, un adulto competente y sanado de su infancia, al niño) Sobre este concepto del DERECHO AL BUEN VÍNCULO (concepto jurídico propuesto por el abogado chileno Hernán Fernández) trataremos en un futuro en este blog.
En un segundo post, hablaremos del resto de capítulos de este libro y su utilidad y aportaciones que a, título personal, hago de él para el ámbito de trabajo que nos ocupa en este blog. El libro es demasiado extenso y rico como para un solo artículo.
REFERENCIASMarrone, M. (2009). La teoría del apego. Un enfoque actual. Madrid: Psimática.
Ezquerro, A. (2017). Relatos de apego. Encuentros con John Bowlby. Madrid: Psimática