Pero al margen de dejar constancia del síndrome de la estupidez humana -
ofreciendo la mejor versión posible del libro de Cipolla-, quiero rescatar la parte bella de toda esta historia. Parece una paradoja, pero lo dice el gran
Boris Cyrulnik: cuando se sufre, permanezcamos atentos porque algo bello va a suceder. Los diferentes encuentros terapéuticos de Dolores con su joven paciente -en los que esta pudo experimentar lo que es ser sentida por primera vez en su vida- y su trabajo durante estos años con esta familia adoptiva, le han inspirado y han dado como resultado esta reflexión que ella nos regala, junto con un
micro relato para padres y madres adoptivos titulado: “El sentir de la pequeña paloma” Micro relato que nos hace reflexionar profundamente sobre la parentalidad, en especial la adoptiva.
Felicidades Dolores, ya sabes cuánto te admiro, sobre todo tu capacidad de empatía, extraordinaria.
Gracias por formar parte del elenco de profesionales colaboradores del blog Buenos tratos, por tu tiempo y tu generosidad al compartirnos tu experiencia.
INTRODUCCIÓN AL RELATO, por Dolores Rodríguez Domínguez
En niños/as y adolescentes cuyas vidas han estado profundamente tintadas por el tremendo sufrimiento que provoca el abandono, la negligencia y el maltrato, la necesidad de ser reconocidos/as en su esencia, en sus maneras de mostrar su dolor y su amor, se convierte en un reto imprescindible, pero de difícil recorrido. Difícil recorrido para todos/as, niños/as, adolescentes, familias, terapeutas y un largo etc. He de decir que muchos sentimos, que este viaje, aunque difícil, no sería imposible.
Muchos expertos/as hablan, y cargados de razón, de la invisibilidad del dolor de estos niños/as y adolescentes. Dolor invisible para los ojos del observador. Y es que “los ojos, ojos son”. Unos maestros en reconocer formas, colores, tamaños, cualquier característica física en la que podamos pensar. Sí, física. Un formato de información a lo que nuestros ojos están muy acostumbrados, y que codifican y clasifican con suma precisión. El sufrimiento invisible de nuestros niños/as y adolescentes, en muchas ocasiones, en su lucha por intentar ser visible, logra transformarse, disfrazarse y adquirir un formato más visual, a través de síntomas físicos, o a través de conductas…, conductas que entonces pasan a ser, muy pero que muy visibles para todos/as. Esas conductas tan visibles a menudo son interpretadas por el mundo adulto como síntomas y trastornos que etiquetan al joven y le “culpan” de lo que ocurre. Sin saber que en realidad, son expresiones de un profundo sufrimiento por sus duras historias y por la incomprensión que han recibido y siguen recibiendo de su entorno. Y es que a veces, hasta quienes tendrían el deber de proteger, no serían capaces de ver en esas conductas un auténtico y desesperado grito de apego.
No sería mi intención poner en duda la importancia de observar, explorar, analizar, detallar y comprender toda la información que llega a nosotros/as para poder situarnos en la historia de estos/as niños/as y adolescentes, pero si me gustaría volver a recordar que, “los ojos, ojos son”. Neguémonos a caer en el engaño de lo “nuestro ojo ve”, y empeñémonos en descubrir lo que “nuestro ojo no ve”. Lograrlo sería toda una victoria, y nos ayudaría enormemente, tanto a los profesionales como a las familias, a que la visibilidad y reparación del sufrimiento de los niños/as y adolescentes pudiese tener sentido. “Sentido”…bonita palabra de amplio sentido. Seguro que a muchos de vosotros/as os suena esta palabra, “Sentido”, y ¿“Sentirse Sentido”? (Sigel, 2007). Seguro que también.
Y es sobre esto de lo que trata este micro relato, de Sentir. De cómo sienten nuestros/as niños/as y adolescentes, y de sentir con ellos/as, y a veces también por ellos/as. De ir más allá de “lo que el ojo ve”, y llegar hasta lo que el corazón siente, y a veces se duele. En este caso, el sentir de una adolescente al que le genera mucha confusión y miedo no reconocerse a sí misma, ni verse reconocida en los ojos ni en el corazón ni en la mente de los demás. Su lucha por abrirse paso para poder corresponder a quienes le dieron una segunda oportunidad, oportunidad con condiciones, pero en definitiva su oportunidad.
EL SENTIR DE LA PEQUEÑA PALOMA
Por Dolores Rodríguez Domínguez
Esta es la historia de una pequeña paloma. Se sentía triste, enfadada, e incluso sentía estar enjaulada.
No se entendía qué le estaba pasando, nadie parecía entender cómo aquella pequeña paloma que tan dulce había parecido ser, lo había dejado de ser. Pues para todos era doloroso entender que ya no pareciera ser la tan dulce paloma, y a veces ni siquiera pareciera poder ser tan paloma.
Y es que, no se comportaba como lo hacían las demás palomas. Eso era al menos, lo que tanto le decían y repetían sin parar.
Y cada vez que eso oía, más sufría, pero también más se defendía.
Y es que no parecía tener miedo a nadie ni a nada. Pero cuanta más valentía parecía mostrar, más difícil se le hacía a los demás y a ella misma ver, lo que por dentro a ella le hacía llorar.
-“Sé obediente”, le decían.
-“Deja atrás tu rebeldía”
“Sin con nosotros quieres vivir, debes esforzarte en ser lo que nosotros esperamos de ti”.
-“¿Pero cómo?”, se preguntaba la pequeña paloma.
-“No sé bien qué debo hacer,
ni tan siquiera quién debo ser para vuestros deseos y anhelos yo pueda complacer.
Y aunque lo intento con todas mis fuerzas,
y aunque a veces parezco lograrlo,
sigo sin alcanzar ser,
aquello que no puedo ser,
pero que vosotros desearíais intensamente tener”.
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