lunes, 25 de febrero de 2019

"Cuídame", por Dolores Urizar Nieto, educadora social y traumaterapeuta.

Diez meses, diez firmas IV

Profesional invitada en el mes de febrero de 2019: 

Dolores Urizar Nieto

Educadora social y Traumaterapeuta de IFIV

Título de su artículo: 
"Cuídame"

Presentación

Me siento muy honrado al presentar como firma invitada de este mes a Dolores Urizar Nieto. Me siento especialmente orgulloso y feliz porque he podido acompañar y asistir personalmente a la excelente evolución de esta educadora social y traumaterapeuta que trabaja actualmente en el ámbito de protección a la infancia. Ella impulsa un proyecto de aplicación del paradigma de los buenos tratos a la infancia de Jorge Barudy y Maryorie Dantagnan, fundamentándose en la metodología de la traumaterapia, para contarnos, como ella dice, que es posible otra manera de trabajar con los niños y jóvenes.

Dolores Urizar Nieto relata en este post un bello proceso. La conozco en el marco formativo del Postgrado en Traumaterapia Infanto-Juvenil Sistémica, segunda promoción en el Pais Vasco, concretamente en Donostia (Apega 2) Llega allí animada por una mentora que se convierte, sin ella pretenderlo, en tutora de resiliencia. Dolores Urizar Nieto, Loli para los emocionalmente cercanos, destaca por su implicación y por su capacidad para integrar qué significa cuidar, no solo a los niños sino también a las personas adultas que forman parte de su red psicoafectiva, a quienes siempre tiene en mente y trata con bondad y ternura. Loli te hace sentir sentido.

Si quieres conocer y sentir este proceso que Loli ha hecho durante estos últimos 4 años, te invito a que te adentres de su mano en el post que tienes a continuación y que nos regala con la generosidad que le caracteriza. En el mismo veremos cómo evoluciona yendo desde el trabajo personal y el conocimiento técnico-científico hacia la integración e implementación de lo aprendido en el ámbito laboral. Un excelente camino de transformación personal que jalona con citas de autores que durante su formación le han inspirado.

Por mi parte, darle millones de gracias a Loli por haber confiado en nosotros, el equipo docente del Postgrado en Traumaterapia, y haberle acompañado estos años, y seguir haciéndolo. Personalmente, siento mucha felicidad al descubrir que he sido base segura para ella, es el mejor de los regalos que te pueden hacer. He aprendido mucho de Loli y de sus grandes cualidades humanas.

Bienvenida, Loli, al ilustre elenco de firmas colaboradores que construyen Buenos tratos. Ya formas parte de ella. Espero que más adelante nos obsequies con más participaciones.




Dolores Urizar Nieto. Soy Educadora Social, durante 27 años trabajé en un Centro de Apoyo a la Integración para personas con discapacidad, y desde el 2015 formo parte de un Equipo de Intervención Técnica de Apoyo a la Familia (EITAF). Esto ha sido un cambio importante en el plano profesional pero también en el personal. En el 2017 finalicé el Diplomado en Traumaterapia Infanto Juvenil Sistémica y en el 2018 inicie mi formación como Experta en Intervenciones Sistémicas, con la que continuo. Estoy siempre en proceso de formación, consciente de mis carencias, que me permita una mejor práctica profesional enmarcada, como dice Jorge Barudy (2009), “en un modelo de intervención destinado a tratar el sufrimiento y los daños que son resultado de los malos tratos, un modelo cuyos ejes fundamentales son ofrecer buenos tratos a los niños y las niñas, así como promover su resiliencia”.

"Cuídame"

En primer lugar, José Luis, quiero agradecerte la invitación para participar con un post en tu Blog Buenos Tratos, espacio de referencia para profesionales y familias que formamos parte de la red de los buenos tratos. Recibí esta invitación como el mejor de los regalos, con muchísima emoción tanto a nivel personal como profesional. Pero también consciente de la responsabilidad que significaba aceptar esta invitación: escribir en el mismo blog que lo hacen profesionales referentes de los buenos tratos a los que admiro, de los que me nutro y aprendo. Espero que este post sea mi pequeña aportación a la defensa por los derechos y el bienestar de la infancia y mi forma de expresar, alto y claro, mi pertenencia a la manada de mujeres y hombres buenos comprometidos con los buenos tratos.

“El fuego puede calentar o consumir, el agua puede saciar o ahogar, el viento puede acariciar o arrancar… Lo mismo sucede con las relaciones humanas: podemos tanto crear como destruir, criar o intimidar, traumatizarnos o curarnos unos a otros”. Bruce Perry & Maia Szalavitz

Mi relacion con la infancia que sufre malos tratos y sus familias se inicia cuando me incorporo a un EITAF, recurso de carácter preventivo y de apoyo a la familia que tiene como finalidad restablecer y facilitar el adecuado ejercicio de las funciones parentales, mejorando las relaciones sociofamiliares y promoviendo el buen trato a l@s niñ@s y adolescentes y desarrollar y ejecutar la medida de protección infantil de apoyo familiar en su modalidad de intervención técnica. Desde el primer momento, y siempre acompañada de todos mis miedos e inseguridades, se generó en mí la necesidad de formarme para comprender y ayudar a las víctimas de malos tratos. Fue mi compañera, psicóloga en el EITAF, quien abrió mi mente al mundo del trauma, el apego, las competencias parentales... me apoyó y orientó en ese inicio, lo siguió haciendo, pero sobre todo creyó en mí. Desde aquí, gracias por los buenos tratos que siempre me regalaste. Accedo entonces al Diplomado en Traumaterapia Infanto-Juvenil Sistémica, nuevamente alguien vuelve a creer en mí, e inicio la formación en la promoción Apega2 Donosti, formación que me proporcionará el modelo teórico y las herramientas de intervención para promover una parentalidad bientratante que garantice el desarrollo integral de l@s niñ@s y adolescentes, y los recursos resilientes propios de l@s p/madres y de sus hij@s. 

Durante los dos años de formación como Traumaterapeuta se dieron dos procesos paralelos y complementarios: 

1. Un trabajo personal que me permitió integrar las experiencias presentes en mi historia de vida, especialmente en mi infancia y adolescencia. En palabras de Jorge Barudy “… cada profesional que trabaje con niños realice una labor reflexiva y personal sobre sus valores y representaciones.” (Barudy 2009). Poner conciencia de la influencia de los elementos de mi historia de vida en mi personalidad como adulta, cónyuge, madre y profesional, sobre todo en la forma de vivir y definir las relaciones interpersonales. La más complicada, la que me confrontaba con mi rol de madre, reconocerme en mis competencias y aceptar “que hice lo que pude hacer”. Reconocer a mi niña interior, dar voz a mi memoria implícita, y los mecanismos de defensa con los que me protegió, permitiéndome crecer y convertirme en la persona que soy. Hacer una relectura consciente de mi historia familiar y las relaciones que se dieron en ella. Conocer los estilos de crianza que se dieron en mi familia, modelos de crianza que se aprenden en la familia de origen y que se trasmiten de generación en generación, y por tanto hacerme consciente del modelo de crianza que puse en práctica con mi propio hijo. Iñigo Martínez de Mandojana en su libro “Profesionales portadores de oxitocina” dice “no somos robots, ni programas de un diseñador informático, ni siquiera lo más parecido a un vulcaniano de la saga de Star Treck, cuya vida está basada en la razón y la lógica. Somos personas que no pueden reprimir sus sentimientos ni emociones y cada uno tenemos nuestra historia de vida… Estar donde estamos tiene un porqué, una justificación motivacional que nos ha llevado a formarnos y dedicarnos a la profesión que desempeñamos”. Este trabajo de autoconocimiento y autoexploración fue posible gracias a la empatía, sintonía emocional y contención que me ofrecieron mis compañer@s APEGA2 Donosti, quienes generaron un contexto seguro para ello y a l@s profesor@s que facilitaron y me acompañaron en el proceso. Gracias a tod@s por permitirme “sentirme sentida”. 

2. La adquisición de conocimientos teóricos relacionados con el apego, el trauma, el neurodesarrollo y la resiliencia. Esta base teórica me iba a permitir comprender el origen de las competencias parentales y evaluar su existencia o carencia y la recuperación o rehabilitación, con el fin de promoverlas y de ofrecer a los padres con dificultades las intervenciones necesarias para desarrollarlas. 

Durante mi segundo año de formación empiezo a comprender la dimensión del modelo de trabajo de la Traumaterapia, todo lo aprendido el año anterior empieza a encajar como si de piezas de un puzle se tratará, proceso e integro todo lo que voy aprendiendo de Barudy, Maryorie, José Luis Gonzalo, Rafael Benito, Cyrulnik, Pepa Horno, Baita, Di Bartolo, Gema Puig y José Luis Rubio, Siegel, Rygaard,… Lo anterior y mi trabajo con familias con hij@s en centros de acogimiento residencial que me acercan a esa realidad que viven l@s niñ@s y adolescentes y empiezo a pensar que otro modelo de acogimiento residencial es posible: uno que incorpore la Traumaterapia y su metodología para garantizar a l@s niñ@s y adolescentes, cuando las incompetencias parentales de sus figuras cuidadoras obligan a poner en marcha una medida protectora de acogimiento residencial, el derecho a un centro que asegure su bienestar y desarrollo. 

Suelo poner música a mis experiencias, muchas veces trabajo con la música el tema de las emociones, con l@s adolescentes principalmente, y para ello les pido que busquen una canción que represente una relación, un momento, una experiencia, lo que les preocupa o hace sentir mal… Pues bien, si yo tuviera que poner una canción a mi primera experiencia en un centro de acogimiento residencial seria MA SOLITUDE, una loa a la soledad, a esa soledad que tanto temen y tan bien conocen l@s niñ@s y adolescentes en centros, esa soledad rodeada de compañer@s y profesionales, esa soledad que les protege y les destruye, esa soledad que les hace compañía, que necesitan y que nos piden, con gritos silenciosos, que la sustituyamos y transformemos, esa soledad compañera inseparable del miedo y la tristeza.. Una hermosísima canción para escuchar, degustar y meditar… 



Esta idea pasa a ser una realidad en junio de 2017 cuando me incorporo, como Educadora Social y Traumaterapeuta, al equipo de trabajo de un centro de acogimiento residencial para implementar, junto con otra profesional de la Red Apega del centro, el modelo de Traumaterapia Infanto Juvenil Sistémica de Jorge Barudy y Maryorie Dantagnan. Apostamos en este proyecto, de manera consciente, por un modelo de trabajo dentro del paradigma de los buenos tratos y la promoción de los recursos resilientes de l@s niñ@s y adolescentes y en el que se busca proporcionar al/la niñ@, desde su ingreso en el centro, una experiencia terapéutica que le permita la reparación del daño psicológico producido por los malos tratos, el abandono y/o el abuso sexual. 

“La traumaterapia es uno de los pilares de la intervención terapéutica que se puede ofrecer a los chicos y chicas afectados por traumas. Pero ésta no debería reemplazar el derecho a la protección y a contar como mínimo con un cuidador/a “fiable y estable” que crea en sus recursos”. Maryorie Dantagnan

Lo primero que debíamos hacer era promover el cambio de mirada de los profesionales hacia l@s niñ@s y adolescentes: todos los profesionales debían practicar la mirada apreciativa, esa mirada que va más allá de las conductas, dificultades, carencias,… que les permita entender que su comportamiento forma parte de su sufrimiento. Una mirada que busca, y encuentra, las capacidades, las posibilidades, los recursos y las fortalezas de l@s niñ@s y adolescentes, y que a la vez les devuelva una visión positiva de ellos mismos, de sus limitaciones y de sus fortalezas, una mirada para ellos desconocida hasta ese momento y de la que no se fían. Profesionales con las tres “P”(paciencia, perseverancia y permanencia), incondicionales, que den seguridad. Profesionales capaces de “decodificar” a l@s niñ@s y adolescentes, reconociéndolos en su historia de vida, en sus relaciones pasadas y presentes, en los recursos de supervivencia que han utilizado en el pasado, adaptativos, y que en el contexto actual se presentan como desadaptativos, y que deben mantener hasta que desarrollen unos nuevos ajustados a su contexto de vida actual. 




Para implementar el modelo de Traumaterapia en Acogimiento Residencial necesitábamos:

SABER qué trabajar, que aspectos del niñ@ están dañados. Esta evaluación nos permitirá establecer objetivos de trabajo en función de las áreas dañadas que presente el/la niñ@. Utilizaremos la Pauta de Evaluación Comprensiva (herramienta diseñada por Maryorie Dantagnan) y a partir de ella se elaborara un PEI (Proyecto Educativo Individualizado) que priorice la integración emocional de su historia afectiva a la intervención reeducativa o la reintegración social y laboral, que interprete su modelo de trabajo interno, a partir de su edad madurativa, frente a la cronológica, en los diferentes dominios de su desarrollo y con objetivos que favorezcan su resiliencia secundaria. 

“La resiliencia secundaria se define como la capacidad de un niño/a adolescente de desarrollarse suficiente bien y sano para proyectarse en el futuro como alguien no culpable, digno y valioso; a pesar de haber tenido condiciones de vida difíciles y sufrido diferentes tipos de traumas. Esto es posible gracias a sus recursos y a un entorno social e institucional afectivo y solidario”. Jorge Barudy

RECONOCER que l@s niñ@s y adolescentes de los centros de acogimiento residencial presentan un daño en su vinculo de apego inicial, no han tenido acceso a un cuidador competente, sensible, disponible y que les ofrezca seguridad. Han carecido de cuidadores que, mediante la relación, construyan la base de su seguridad, confianza y regulación emocional que les permita representarse a sí mismos y a los demás como alguien digno de ser amado, respetado y valorado. Esto conlleva para l@s niñ@s y adolescentes el aprendizaje y la interiorización de modelos afectivos negativos que van a modelar su modo de relacionarse y construir vínculos afectivos con otras personas. L@s Educadores deben poder reconocer, trabajar y mirar con consciencia estos modelos afectivos dañinos que l@s niñ@s y adolescentes internalizan, fruto de las vivencias afectivas de sus familias, y ofrecerles, desde la relación terapéutica, nuevos vínculos afectivos que favorezcan su desarrollo socio-neuro-emocional y sean un factor de protección frente a diversas formas de maltrato. 

“Lo que sucede interpersonalmente, en especial en la infancia, se incorpora en la mente, y desde allí imprime su sello en la vida emocional, en la vida de relación y en la personalidad”. Inés Di Bártolo

INTERVENIR desde la mirada consciente, esa en que los profesionales reconocen a l@s niñ@s y adolescentes como sujetos de derecho y como personas que están sufriendo, capaces de identificar los indicadores de sufrimiento en las conductas cotidianas y en los comportamientos desajustados de l@s niñ@s y adolescentes, que conocen la dimensión afectiva del trabajo e intervienen desde la relación, capaces de “escucharles con los ojos” para interpretar todo lo que proyectan, con timing, esa habilidad que permitirá sincronizar nuestra intervención con ellos. Profesionales que ponen consciencia en su propia historia afectiva y en sus circunstancias actuales y capaces de reconocer cómo esto les va a condicionar en su forma de mirar a l@s niñ@s y adolescentes, como a situarse ante sus conductas .

“Las relaciones afectivas que los equipos establecen con l@s niñ@s y los adolescentes a su cargo deben pasar de contemplarse como una cuestión de actitud personal o de mayor o menor capacidad de empatía a una obligación profesional del trabajo cotidiano”. Pepa Horno

CONVERTIR en co-terapeutas a l@s Educadores para que puedan ofrecer un apoyo especializado a l@s niñ@s y adolescentes que han sufrido situaciones de malos tratos, abandono, negligencia y/o abuso. Profesionales capaces de hacer una crianza terapéutica que permita reparar el daño de l@s niñ@s y adolescentes traumatizados y ofrecerse como figuras afectivas capaces de acompañarles en su proceso resiliente, como tutores explícitos de resiliencia. José Luis Rubio y Gema Puig en su libro “Tutores de resiliencia” dicen que el tutor de resiliencia explicito seria “C3PO, (Confianza + Compromiso + Creatividad) + Paciencia + Optimismo Terapéutico), ese simpático androide que acompañaba a la princesa Leía por todo el espacio en su arriesgada misión, y que era una fuente permanente de apoyo para ello… firme pero tierno, con sentido del humor, brillante pero humilde, observador y siempre pendiente de los demás, disponible y sincero”.

CREAR un espacio terapéutico en el centro, Sala de Valientes, para desarrollar el modelo de TRAUMATERAPIA INFANTO JUVENIL SISTÉMICA organizada en sus tres bloques. Un trabajo terapéutico desde el que ofrecer a l@s niñ@s/adolescentes un contexto físico seguro, contenedor y facilitador de su regulación, con respuestas sintonizadas, reguladas y consistentes por parte de los referentes, y desde el que con técnicas y herramientas psicoterapéuticas puedan desarrollar su autorregulación. Un trabajo terapéutico que facilite su proceso de empoderamiento y les permita acceder, desde la seguridad, a su historia de vida y los contenidos traumáticos de esta, facilitando su integración y dotándolas de sentido como parte de su proceso resiliente.

FORMAR a los profesionales que participan de este proyecto. En este proceso nos han acompañado Jorge Barudy, Maryorie Dantagnan, José Luis Gonzalo Marrodán y Rafael Benito que, demostrando una vez más su compromiso con la infancia y su apoyo incondicional a l@s profesionales de la Red Apega, acudieron a nuestra llamada de ayuda y han formado a l@s profesionales del centro. No era fácil para ellos hacer coincidir fechas libres de compromisos/trabajo, liberarse de responsabilidades, desplazarse,… pero lo consiguieron y disfrutamos de ell@s en lo profesional y en lo personal. 

Actualmente Pepa Horno nos acompaña con un proyecto de asesoramiento desde el que imparte formación, acompaña en la revisión de los documentos del proyecto educativo y proporciona pautas de auto cuidado afectivo al equipo. 

Desde el año pasado algunos profesionales del equipo reciben formación en Crianza Terapéutica que imparten Elena Borrajo, Laura Fariña y María Vergara y está organizado por la Asociación Educativa Biraka. 

A tod@s ell@s gracias por “acompañarnos” en este proyecto. 

Para finalizar quiero compartir la canción que para mi representa este proyecto, CUÍDAME y que pone el titulo a este post. 



lunes, 18 de febrero de 2019

Entrevista a Pepa Horno Goicoechea, de la Consultoría Espirales, ponente en las IV Conversaciones sobre apego y resiliencia infantil, San Sebastián, 4 y 5 octubre 2019

IV CONVERSACIONES SOBRE 

APEGO Y RESILIENCIA 

INFANTIL

SAN SEBASTIÁN, 4 y 5 DE OCTUBRE 2019


Damos a conocer a la tercera ponente que participará en las Conversaciones animando una mesa de experiencias.

Mes a mes, iremos conociendo a todos/as los/as ponentes, mediante una entrevista.

El día 6 de mayo de 2019 se abrirá el plazo de inscripción.

Pepa Horno Goicoechea



Pepa Horno Goicoechea, psicóloga, nos ha confirmado su presencia en las IV Conversaciones sobre apego y resiliencia infantil. Es un privilegio contar con su participación para animar una mesa de experiencias en torno al tema del acogimiento familiar. Con motivo del 25 aniversario del Centro Lauka, empresa que gestiona junto con la Diputación Foral de Gipuzkoa el servicio técnico de apoyo al acogimiento familiar, pensé que este feliz y especial acontecimiento merecía una profesional elegida para la ocasión, con formación y experticia en el ámbito, pero también con cualidades humanas como su sensibilidad y capacidad para conectar y sintonizar emocionalmente con los protagonistas que tomarán parte en la mesa: los niños, los jóvenes, los adultos que fueron acogidos, los profesionales del pasado y del presente... Pepa será la encargada de acompañarles en la evocación de los recuerdos, de cómo fueron entretejiendo redes de resiliencia, al tiempo que también se expondrán cuales son los desafíos, necesidades y los retos para el futuro de esta medida de protección.

Aprovechando su participación en las IV Conversaciones, he entrevistado a Pepa Horno Goicoechea con el fin de que podáis conocerla en profundidad. Hace un repaso de su carrera, de su punto de vista sobre el acogimiento familiar, su visión del daño que los malos tratos causan al neurodesarrollo, los factores que influyen en la recuperación de un trauma, su cita favorita y su revelación más personal y admirable pues es resiliente en primera persona.

¡Muchas gracias, Pepa Horno, por acceder a hacer esta entrevista regalándonos tu saber y por participar en las Conversaciones. Contamos los días para poder verte en persona y disfrutar de esta mesa de experiencias que, estoy seguro, será inolvidable!

1. Pepa, es la primera vez que participas en este blog. Me he referido a ti en varias ocasiones, hablando sobre todo de tus libros, pero nunca hasta la fecha habíamos tenido la oportunidad de que conversaras conmigo para los lectores de Buenos tratos. Estamos encantados. Aunque yo creo que la mayoría de personas que siguen el blog te conocen, preséntate, no obstante, en unas líneas…

Soy Pepa Horno Goicoechea. Nací en Zaragoza, pero tengo el alma medio maña, medio madrileña, medio vasca y medio mallorquina. Me enamoré del mediterráneo y ahora vivo en Palma de Mallorca. Soy madre de una preciosidad que tiene ya 12 años y trabajo como psicóloga y consultora en infancia, afectividad y protección. Me apasiona conversar, viajar, escribir, leer e ir al cine. Creo en las redes de amor, en las espirales de la vida y en la alegría como opción.

2. ¿Por qué decidiste hacerte psicóloga?

Siempre he pensado que parte de una vivencia de infancia. Solía preguntarme por qué la gente me contaba sus problemas, qué era lo que tendría yo que hacía que la gente confiara en mí y mis amigos me contaran sus secretos. Pero te confieso que yo iba para profe, quería enseñar e investigar, que al final en parte tiene mucho que ver con parte del trabajo que he hecho estos años. Iba a hacer pedagogía y luego psicología. Pero al final empecé al revés y me enamoré de la psicología evolutiva y de la clínica, y ya nunca me cambié. 

3. ¿Puedes dibujarnos tu recorrido profesional? ¿Cuáles fueron tus comienzos y cuál ha sido tu trayectoria hasta fundar la Consultoría Espirales?

En tercero de carrera me enamoré de la psicología evolutiva y de la teoría del apego, y acabé la carrera decidida a hacer la tesis doctoral sobre ese tema. Pero ese mismo año tuve una experiencia laboral que me cambió, trabajé en una unidad de niños con VIH en los tiempos en que la tasa de supervivencia era muy limitada. Acompañarles en su proceso me cambió como persona. Así que cuando me propusieron entrar en Save the Children en el año 1998 para coordinar la campaña estatal “Educa, no pegues” contra el castigo físico y psicológico a los niños y niñas no lo pensé. De ahí pasé a llevar todos los programas sobre violencia contra la infancia en la organización y los últimos dos años a coordinar el departamento de incidencia política. Aquellos años me dieron la oportunidad de viajar por todo el mundo dando talleres sobre violencia contra la infancia y participar en el diseño de planes de actuación, estrategias de incidencia política y legislativa y campañas de sensibilización sobre la temática. Aquellos viajes me enseñaron que la violencia contra la infancia es un tema universal, que no depende de la cultura en la que vives sino del manejo del poder en las relaciones interpersonales. Cambió mi manera de entender el desarrollo del ser humano. Escribí manuales de formación (estoy especialmente orgullosa del manual de actuación ante el abuso sexual infantil), coordiné campañas e investigaciones a nivel estatal (aún me conmueve recordar la primera investigación que tuve la suerte de coordinar en España sobre niños y niñas víctimas de la violencia de género en el año 2006. Aquel grupo de investigadores logró poner en agenda social y política un dolor que hasta entonces era ignorado. Entonces no imaginábamos todo lo que se lograría después). Fueron once años increíbles. Pero llegó un momento que el trabajo de gestión de equipos me alejó del trabajo técnico con la gente. Necesitaba volver al trabajo técnico, aunque sea de cara a la incidencia política y legislativa, pero mi lugar estaba en el aporte técnico. Por eso creamos Espirales CI, con el objetivo de ser un referente técnico en temas de protección y desarrollo afectivo y ayudar a los profesionales que intervienen de forma directa con los niños y niñas y sus familias para mejorar la calidad de su intervención tanto en el ámbito social, como educativo, sanitario y también político. Y tuve la inmensa fortuna de hacerlo de la mano de mi compañero F. Javier Romeo Biedma, y de otras personas que han formado parte del proyecto estos casi diez años ya. He impartido formaciones, superviso equipos, escribo y desarrollo materiales de prevención o investigación. Pero sobre todo desde Espirales CI hemos intentado construir redes entre los profesionales, organizaciones e instituciones que comparten una visión con nosotros desde un enfoque de derechos del niño, psicología del vinculo, psicología del trauma...profesionales como tú, Jose Luis. En definitiva, he tratado de ser un referente de apoyo técnico a quien en lo cotidiano tiene en sus manos el dolor de los niños, niñas y adolescentes. He ido publicando diferentes libros y artículos sobre las temáticas que trabajo y además en los últimos años he tenido la fortuna de recuperar el trabajo terapéutico privado que tuve que abandonar por tanto viaje.


"Elegir la vida", uno de los muchos libros publicados
por Pepa Horno, en esta ocasión presenta historias de vida de familias acogedoras.

4. Estarás en San Sebastián en las IV Conversaciones sobre apego y resiliencia infantil. Para nosotros es un honor que participes. Vas a dirigir y animar una mesa de experiencias en la cual vais a hablar sobre el acogimiento familiar, con motivo del 25 aniversario del Centro Lauka, empresa que gestiona este programa para (y junto con) la Diputación Foral de Gipuzkoa. ¿Puedes darnos un adelanto de lo que tratará? Da argumentos para que quien lea estas líneas sienta el impulso de decirse: “no me lo pierdo”

Yo creo que argumentos para ir a las Conversaciones sobran. De hecho para mí participar implica quitarme la espinita de no haber podido venir los años anteriores, porque siempre me pillaron de viaje. Pero un encuentro como éste donde se “conversa”, ¡qué palabra tan importante!, donde no se dan conferencias sino que se crea un espacio para poder conversar, tanto entre los participantes en las mesas como con el público..un espacio así es sencillamente un regalo. ¿Y la mesa sobre acogimiento familiar? Pues hablaremos de cómo el acogimiento familiar es quizá, dentro del sistema de protección, la figura que más mira al niño, niña o adolescente, la que más tiene en cuenta sus necesidades de conservar sus afectos y sus orígenes, al mismo tiempo que ser cuidado y protegido. Cómo el acogimiento familiar cuestiona nuestros esquemas mentales como sociedad y como profesionales porque nos exige revisar el significado de palabras como “amor”, “familia” o “protección”. Cómo nos exige acompañar procesos protagonizados de verdad por otros: la familia de origen, la familia acogedora y el propio niño o niña. Y cómo nos lleva necesariamente a plantearnos itinerarios de actuación individualizados donde las medidas de protección no sean un objetivo en sí mismo ni el sistema sea un obstáculo por su burocratización. Hablaremos del verdadero significado de la palabra “red”.

5. ¿Cuál es tu punto de vista profesional sobre el acogimiento familiar? ¿Cuáles son los principales retos y desafíos cara al futuro?

Para mí el desafío más importante es que el sistema sea capaz de flexibilizar e individualizar sus actuaciones, estableciendo intervenciones que pongan al niño como eje central. Ese criterio del “interés superior del niño” que por desgracia varía tanto casi como profesionales hay evaluándolo. Ser capaces de permitir y promover la coparentalidad de la familia biológica y acogedora. Contemplar que el apoyo y el acompañamiento a las familias no puede limitarse a las ayudas económicas y que los municipios y las autonomías tienen muchos recursos que pueden utilizar para apoyar el proceso del acogimiento familiar que a día de hoy no contemplan. Y por supuesto introducir en la atención a los niños, niñas y adolescentes aspectos esenciales que no pueden depender de que encuentren profesionales adecuadamente formados como la elaboración afectiva de su historia de vida, la flexibilización de sus mecanismos disociativos fruto de su historia de trauma o la generación de una red afectiva sólida de la que puedan formar parte ambas familias y que no puede limitarse a los recursos del sistema de protección.

6. Tempus fugit es el lema del congreso. Con ello queremos aludir a que el neurodesarrollo no espera y que un niño necesita los nutrientes físicos y afectivos necesarios para un pleno desarrollo físico y psicológico. ¿Crees que existe una verdadera concienciación social sobre estos periodos sensibles del desarrollo o por el contrario aún estamos muy lejos de darnos cuenta de ello y actuar en consecuencia y protegiendo al niño? 

Éste es un aspecto en el que se plasma muy bien la invisibilidad del desarrollo afectivo del niño o niña. Si hablas, por ejemplo, en el ámbito de la salud de los periodos sensibles para el desarrollo de los hitos madurativos se tiene muy claro y se ha avanzado muchísimo en el desarrollo de equipos y servicios de atención temprana. Ocurre lo mismo en el ámbito educativo en la detección precoz de las dificultades de aprendizaje. Pero ¿y lo afectivo? ¿Cuáles son los tiempos que se establecen para lo afectivo? ¿Existe la misma urgencia para la detección precoz, para la intervención temprana, para la toma de decisiones del sistema de protección? La respuesta es un rotundo “no”. El sistema prioriza los procesos y la evaluación de la familia en la toma de decisiones. Cuando hago formaciones y supervisión con los equipos de atención temprana me doy cuenta de que no conocen los hitos madurativos del desarrollo afectivo del mismo modo que otras áreas del desarrollo y tienen una gran dificultad para realizar un adecuado diagnóstico diferencial entre determinadas alteraciones en el desarrollo y los trastornos del vínculo, por ejemplo. Así que no creo que sea sólo una cuestión sobre el “tiempo” sino sobre la invisibilidad de la afectividad y su papel como condición imprescindible para garantizar el desarrollo pleno de un niño, niña o adolescente.  


Para Pepa Horno la alegría es una opción.
Y puede educarse en ella.
7. Hay algunos niños que se recuperan mejor que otros de un trauma relacional o complejo. Desde tus conocimientos y experiencia profesional, ¿de qué factores depende?

El ser humano es maravillosamente complejo y difícil de encajar en patrones fijos, de ahí la diversidad de reacciones ante el trauma. Pero quizá merezca la pena tener presente algunas cosas. Para mí el factor clave para la recuperación de un trauma relacional es un vínculo seguro y una red afectiva sólida. No se trata tan sólo de un vínculo positivo, sino que este vínculo se dé en un contexto protector creado por una red afectiva sólida que acompañe esta vinculación. Cuando trabajas con familias acogedoras o adoptivas, en mi propia experiencia como madre adoptiva, entiendes que no es sólo que el niño pueda crear un vínculo seguro con un adulto sino que este proceso se dé en una red de relaciones que sostengan tanto al niño o niña como a su cuidador o cuidadora. No es posible una vinculación profunda y sólida en soledad. Y me refiero a la soledad entendida como ausencia de red afectiva, no desde un determinado modelo familiar.

El segundo factor clave es que puedan regular sus funciones básicas corporales con una rutina de seguridad como primer paso en el proceso de recuperación, previo al abordaje de otros aspectos. Que puedan, literalmente, dormir por la noche. Y lo formulo así porque es algo tan básico, tan nuclear, tan específico que en mi trabajo me ayuda a menudo a que los profesionales entiendan cuál es la necesidad real del niño o niña. Su necesidad es poder dormir sin pesadillas, sin despertarse varias veces cada noche, cerrar los ojos sin miedo y dormir profundo. Porque durmiendo reequilibran el sistema nervioso. Es el primer paso para poder flexibilizar los mecanismos disociativos que pusieron en marcha para sobrevivir. Pero dormir es muy complicado cuando tienes miedo a los monstruos que guardas en tu memoria corporal, los tengas o no conscientes. Te hace temblar al cerrar los ojos o moverte sin parar cada noche o tener pesadillas...pensar que al día siguiente ese mismo niño va a poder llegar a tiempo a la escuela, cumplir su tarea o comer adecuadamente es no entender el significado del “trauma”. Una de las tareas que yo les pongo a los equipos a los que superviso en los centros de protección es que pasen al menos una vez por el turno de noche y vean la postura corporal en la que duermen los niños y niñas. Cuando ves dormir en posición fetal y cubiertos por una manta a adolescentes que durante el día asustan por su agresividad y el descontrol de su conducta es cuando entiendes que los monstruos tardan mucho más tiempo del que parece en irse. Primero se van de la mente, luego del corazón, pero tardan mucho tiempo más en irse de las “tripas”. De hecho, en muchos casos no se van. Los niños, niñas y adolescentes sencillamente aprenden a vivir con ellos. 

8. ¿Qué consideras que las familias, educadores, maestros, psicólogos, médicos... que acompañan y trabajan con los niños deben de tener presente en su día a día en su mente y no olvidar?

Si pienso en familias y educadores me nacen dos cosas esenciales: No educamos en lo que decimos, sino en lo que vivimos. Todo lo que no se convierte en vivencia, no llega al niño o niña, empezando por el amor. Un niño (y un adulto) no se sabe amado, se siente amado. Y lo siente a través de infinitos pequeños detalles que crean un clima afectivo que respira y desde el que se desarrolla. Convertir en vivencia cotidiana aquello que queremos trasmitir sería la primera clave. 

Y la segunda es que uno no educa o cría en lo que hace un día, sino en lo que hace la mayoría de los días. Todos nos podemos equivocar pero la exigencia como familias o educadores es el trabajo personal, la elaboración de la historia de vida previa, la consciencia sobre nuestros propios modelos afectivos y el autocuidado. No podremos educar bien si no estamos bien.

Y, si pienso en los profesionales, añadiría una tercera. La base de la intervención no es la modificación de conducta ni puede ser la evaluación y el control. Si lo hacemos así, les perdemos, bien sea como maestros, como educadores sociales, como psicólogos... Hoy sabemos que la base del desarrollo del niño o niña es que se sienta seguro, protegido y a salvo. Un niño que tiene miedo tiembla, no aprende. Por lo tanto, la clave de nuestra intervención profesional debe ser generar entornos protectores. Y ningún entorno va a ser seguro si no es afectivo. Por eso en el caso de los profesionales que trabajan con personas, y especialmente con personas que están sufriendo, ser afectivo no es una opción, es una obligación. La afectividad consciente es una competencia profesional que debe ser promovida, evaluada y sistematizada en los entornos donde viven niños, niñas y adolescentes, desde las familias y las escuelas hasta los entornos institucionales.

9. ¿Tu cita favorita?

“El principito”, siempre “El principito”. Y especialmente el pasaje del principito con el zorro completo. Pocas descripciones mejores he leído de lo que es un vínculo que la de “domesticar” que usa el zorro. 

Al final, cuando ya ha enseñado al Principito que cuando a uno lo domestican las cosas adquieren otro valor, como el color de los campos de trigo que antes de conocer al Principito no tenían significado para el zorro pero desde entonces le recuerda a su pelo rubio. Así que cuando el Principito se va a ir y llega a despedirse del zorro, éste le dice:

“– Voy a llorar.
– Pero es culpa tuya. Yo no quería, pero tú insististe en que te domesticara y ahora vas a llorar.
– Así es.
– Entonces no has ganado nada.
– Sí he ganado, he ganado el color de los campos de trigo.”

10. ¿Quieres compartirnos un momento clave de tu vida en términos resilientes?

He tenido varios, pero quizá voy a elegir el más reciente. Lo sigo viviendo ahora mismo. Haberme quedado calva por una experiencia traumática y haber aprendido a vivir sana pero calva (ya son casi cinco años) sigue siendo un proceso de resiliencia cotidiano, tanto más siendo mujer y teniendo un trabajo público. Ver a mi hijo acariciar mi calva, y decirme que “le gusto más calva porque soy aún más amorosa”, me ha hecho comprender hasta qué punto la calva me ha enseñado a mostrar mi vulnerabilidad y mi fragilidad. Saber decir “sí, me asusté, así soy yo” y no sentir vergüenza, ni culpa. Reconstruir mi imagen personal, y mi imagen como mujer. Ser capaz de pasear por la playa calva. Convivir con el hecho de que todo el mundo crea que tienes cáncer cuando estás sana y por un lado, tengas que dar explicaciones pero por otro recibas el cariño y preocupación de la gente… todo eso es resiliencia para mí. ¡El cuerpo es sabio y enseña tanto!

martes, 12 de febrero de 2019

I Jornadas en Málaga sobre el maltrato infantil y sus consecuencias. Con Sandra Baita. Organiza Centro Concilia, 14 y 15 de junio de 2019.


I Jornadas en Málaga sobre el 
maltrato infantil y sus consecuencias

Organiza: Centro Concilia
Málaga, 14 y 15 de junio de 2019

Sandra Baita


Programa, información e inscripciones* en:


PRESENTACIÓN

Dirigidas principalmente a profesionales que ejercen su labor con menores del sistema de protección público, niños que están en centros, adoptados y/o acogidos, de sanidad, educación y a todos aquellos que trabajan a nivel privado con este colectivo, y cualquier profesional que pueda detectar casos de maltrato y/o abuso y deba tener las herramientas necesarias para intervenir con menores: psicólogos, psiquiatras, educadores, trabajadores sociales, profesores, pediatras y otras profesiones afines que trabajen con menores. 



Desde Centro Concilia en Málaga hemos podido contar con la presencia de Sandra Baita, referente internacional y máxima experta en Disociación, cuyo libro “Rompecabezas” se convirtió en la guía para muchos profesionales de habla hispana que intervienen con menores gravemente dañados en las primeras etapas del desarrollo.

*NOTA: Los miembros de la red apega de profesionales contarán con una reducción en el precio.

lunes, 11 de febrero de 2019

El suicidio en la infancia y adolescencia.

NOTA: En el supuesto de que el blog dejara de funcionar por causas ajenas a mi voluntad, os informo que a partir de hoy las entradas se publicarán también en https://joseluisgonzalo.com/blog/

Llevaba tiempo con ganas de tocar este tema en el blog porque nunca lo había hecho. Trabajando como lo hacemos muchos de nosotros, con niños y adolescentes víctimas de malos tratos, abandono y abuso sexual, el suicidio es una dolorosa realidad que nos corresponde abordar. Y creo que todos los agentes psicosocioeducativos debemos de contribuir  para que deje de ser un tabú y nos atrevamos, con los profesionales de la salud mental a la cabeza, a hablar sobre ello públicamente, sentando las bases para poder trazar un plan de prevención y una red de protección similar a las que existen en otras áreas sociales. 

La gran pregunta que todos nos hacemos es por qué un niño o adolescente decide quitarse la vida. ¿Cómo es posible? Solamente con oírlo nos estremecemos, tan joven, lleno de esperanzas, ilusiones, sueños, pasiones, proyectos… Y, sin embargo, algo tremendamente insoportable estaba sucediendo en la mente y en el cuerpo de esa persona menor de edad para llegar a hacer algo tan tremendo que nos hiela la sangre en las venas y nos deja desolados, cuando tenemos noticia de que ha sucedido o nos toca de cerca. Rabia, desesperación, impotencia y después, una amargura llena de infinita pena nos invaden ante el hecho inexorable de un niño o adolescente que se ha quitado la vida.

Según datos aportados por Radio Televisión Española (RTVE), el suicidio adolescente es ¡la segunda causa de muerte entre adolescentes y jóvenes por detrás de los tumores!

Estos son los datos facilitados por RTVE (septiembre 2018): 

"De los 10 fallecidos cada día, de media 7 son hombres y 3 mujeres.
Las muertes por suicidio duplican a las que producen los accidentes de tráfico y son 80 veces superiores a las que causa la violencia machista.
Es la primera causa de muerte externa, es decir por causas no naturales, en la población general.
En la población infanto-juvenil (entre 15 y 29) años es la segunda causa de muerte general por detrás de los tumores.
Los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado presentan tasas de suicidio que duplican las cifras de la población general (2,5 veces más).
En 2017 se registraron 46 suicidios entre personal de las Fuerzas Armadas y de los Cuerpos de Seguridad del Estado.
El objetivo que señalan los expertos sería reducir un 20 % las muertes por suicidio en 10 años, lo que implicaría 700 muertes menos cada año.
Por Comunidades Autónomas: Galicia y Asturias poseen las mayores tasas de suicidio por 100.000 habitantes, mientras que la menor la registra la Comunidad de Madrid"

En Chile las estadísticas de suicidio entre los jóvenes también ¡lo sitúan como segunda causa de fallecimiento! 

En el periódico local de El Diario Vasco, de San Sebastián, el 22 de diciembre de 2017 se noticiaba que en Gipuzkoa se suicida una persona ¡cada 5 días!

Ayer, el mismo diario dedicó unas páginas al suicidio con una entrevista a una persona afectada y con otra a la psiquiatra de la red de salud mental de Gipuzkoa, Andrea Gabilondo. Saludamos que este medio de comunicación lo visibilice pues hemos de romper el tabú del silencio. No obstante, no se dijo nada sobre el suicidio en adolescentes, al que dedicamos el post de hoy. Porque estamos ante un problema grave de salud mental al que debemos de hacerle frente entre todos. 

Causas posibles de que un joven se dé muerte

El suicido en la infancia (menores de 11 años) es un hecho excepcional. He conocido niños entre 6 y 10 años decir que se quieren morir, expresar temática de muerte, intentar actos autolíticos (lesionarse, golpearse…) e incluso conductas impulsivas en las que no medían el riesgo y podían lanzarse, por ejemplo, por una ventana por falta de sentido del límite y de la contención. Pero no me he encontrado a ningún niño que expresamente manifestara el deseo de querer matarse. Lo cual no quiere decir que no los haya, evidentemente. Como afirma Boris Cyrulnik en su libro "Cuando un niño se da muerte", "el suicidio infantil no obedece propiamente al deseo de muerte, pues el niño maneja diferentes nociones que un adulto y la muerte es sólo una ausencia temporal y «reversible»".

Por lo que respecta a la adolescencia, desde el año 2005 las cifras del suicidio han ido en aumento. Tanto que actualmente se sitúa, como hemos dicho, en los niveles más altos como causa de muerte. En esta franja de edad sí he tratado en mi vida profesional  a muchas personas menores de edad que expresaban el deseo de matarse, de querer quitarse expresamente la vida.

En la Guía de Práctica Clínica sobre la Depresión Mayor en la Infancia y Adolescencia elaborada por el Ministerio de Sanidad y Política Social del Gobierno de España afirman que son muchos los factores de riesgo que están asociados a la conducta suicida entre adolescentes. Es un fenómeno complejo y multicausal. El primer factor que surge con fuerza es la depresión. Le sigue el intento de suicidio previo, los abusos de sustancias y los trastornos de conducta. Dentro de la depresión, la desesperanza es un factor asociado a la conducta suicida de manera muy robusta: es esa sensación interna de que no hay salida, no hay esperanza, todo es negro, nada va a cambiar y solo voy a sufrir y sufrir y sufrir… Entonces aumenta en el adolescente la visión del suicidio como algo deseable… Se quitan la vida para dejar de sufrir, no porque no deseen vivir.




El documento dice: "Otro factor relevante es la presencia de un trastorno mental. Cuanto más aumenta el número de trastornos comórbidos, más aumenta el riesgo de suicidio. Esto es, el consumo de sustancias junto con una depresión y un trastorno de conducta antisocial, por poner un ejemplo, aumentaría el riesgo". En mi experiencia, la impulsividad es un componente a tener en cuenta, porque en un momento de desesperación, de frustración, de no saber manejarse ante la adversidad… tener el rasgo de impulsividad puede ser negativo teniendo en cuenta que el paso al acto se hace de una manera más irreflexiva y sin medir las consecuencias de sus actos.

"Los hallazgos sugieren que el diagnóstico psiquiátrico en el momento de la tentativa y la historia psiquiátrica son los factores más importantes para determinar el riesgo suicida. 

Entre los factores psicológicos, algunas variables como la rigidez cognitiva, el déficit de habilidades de resolución de problemas y estar más centrado en el presente que orientado al futuro, se han relacionado con intento de suicidio.

En una revisión sistemática se encontró que los adolescentes con conducta suicida previa en comparación con controles sanos o pacientes psiquiátricos, presentan un mayor déficit de habilidades de resolución de problemas, aunque estas diferencias desaparecen al controlar variables como la depresión y la desesperanza.

También se han identificado el neuroticismo y la tendencia a atribuir a factores externos el control de su propia vida.

Con respecto al apego, algunos patrones de apego problemáticos, caracterizados por ansiedad de separación excesiva, se relacionan con ideación suicida.

El intento de suicidio previo es otro factor de riesgo: La mayoría de los estudios consideran que es uno de los factores de riesgo más importantes, fundamentalmente en varones. Algunos estudios ponen de manifiesto que aproximadamente el 50% de los adolescentes que llevan a cabo un intento de suicidio serio han cometido al menos un intento previo.

En cuanto a la edad: antes de la pubertad, tanto el suicidio como la tentativa son excepcionales, posiblemente debido a la inmadurez cognitiva que dificulta la ideación del plan y su ejecución y a que algunos niños pueden no apreciar el suicidio como un hecho irreversible. Sin embargo, aumentan en la adolescencia asociados a la presencia de comorbilidad, especialmente trastornos del estado de ánimo y abuso de tóxicos.

Sobre el sexo, existen patrones de suicidio en cuanto al sexo, pero no son iguales en todos los países. En general el suicidio es más común en varones, pero las mujeres realizan más intentos de suicidio. En España el sexo se ha considerado un factor diferencial, puesto que las tasas de suicidio llegan a ser hasta tres veces más altas en varones que en mujeres en todos los grupos de edad".

En el documento mencionado, hay muchos más factores que se han estudiado, como los genéticos y los biológicos, los acontecimientos vitales estresantesfactores educativosexposición a casos de suicidio cercanosproblemas sentimentalesorientación sexualbullying, ciberbullying y, finalmente, dos que quiero comentar especialmente: las situaciones de maltrato, abandono y abuso sexual y el apego.

Luego hablaré sobre ellas, antes quiero brindaros una reflexión.

Este niño o joven lo que quiere es…

Creo que aún pervive la idea de que los niños o los jóvenes cuando emiten determinadas conductas lo hacen por (aquí poner cualquier teoría que tengáis) causas que normalmente invalidan lo que están expresando. Se niega, se minimiza, se tergiversa, se cambia, se transforma, contradice… su verdadero modo de sentir y percibir lo que les pasa invalidándoles y no ayudándoles a reflexionar y organizar sus experiencias. Así, oído a menudo: "Este joven lo que quiere es manipular". "Solo busca llamar la atención". "Es un mentiroso compulsivo". "No le importa suspender" Etc.

El adulto que está a su lado empieza a hacerse cábalas hipermentalizadoras tratando de averiguar el oscuro móvil que motiva la conducta del niño o joven, y casi siempre es en contra de este, atribuyéndole una intención y, en muchos casos, una etiqueta negativas…

Esto considero que persiste en el mundo adulto (padres, profesores, educadores, profesionales de la salud…)  y está presente en el día a día.




De este modo, por poner algunos ejemplos, si el niño dice que se siente cansado es porque no quiere hacer los deberes; si pega o insulta a otro, es malo o un rebelde (casi nunca dirán que se siente mal); si dice que un vecino le ha tocado en sus partes íntimas, a lo mejor es una fantasía suya; si una niña le dice a un profesor en clase que su madre le pega y le hace mucho daño, le contesta si es consciente de lo que supone afirmar tal cosa (esto me ha ocurrido recientemente), en vez de validar la valentía de esa niña; si el niño dice que sus padres discuten mucho, a lo mejor exagera; si le duele la tripa, es una excusa para no ir a clase… Y si seguimos así, podemos llegar a…

Que el joven exprese que se quiere morir, que no quiere vivir… = Lo hace para llamar la atención.

¡Buf! En temas de suicidio o cercanos a él aprendí del gran Rafael Benito (psiquiatra) una lección bien clara: jamás interpretes una conducta suicida, una expresión de este tipo o la manifestación de un intento. Puedes equivocarte de medio a medio, minimizar y no validar la inmensa amargura que una persona tiene para llegar a ese punto… Con eso le dejas al otro en la indefensión, la impotencia, la soledad, la invalidación… “¿A quién le importa y le importo?” – dirá. Y la posibilidad de que aumente la desesperanza y el deseo consiguiente de hacerlo está ahí.

Los jóvenes dan señales que anteceden a un suicidio: expresan que nadie les quiere, que la vida solo es sufrir y que no hay solución, se les ve solos y sin amigos, escriben frases en redes sociales o lanzan mensajes inusuales de despedida o adiós... Hemos de afinar y aguzar la sensibilidad para ser capaces de captarlas...

Los niños y jóvenes son personas y tienen sentimientos

Parece una verdad muy evidente, pero, si os fijáis bien en vuestro entorno, observaréis que socialmente no lo es tanto. Hay quien ve adultos en miniatura en los niños y niñas. 

En mi opinión, nos olvidamos de que los niños o los jóvenes son personas. Tienen sentimientos, deseos, esperanzas, ilusiones, intenciones... ¡positivas también…! ¿Los vemos, los sentimos, los reconocemos...como personas con mundo interior? ¿Trabajamos con ellos desde la confianza? ¿Por qué no se la otorgamos? ¡Qué difícil es ser niño en un mundo adulto!

Todos los niños y jóvenes quieren hacer las cosas bien: ser felices, tener amigos, aprender, labrarse un futuro, gustar a los otros, destacar, mostrar su talento… Si no lo hacen es porque o bien no tienen las herramientas ni el nivel de desarrollo madurativo, emocional, cognitivo y moral que tenemos los adultos (algunos) y precisan de estos como modelos para aprender y prestarles su cerebro; o porque están bajo unas condiciones familiares, educativas y/o sociales que inciden en la creación de un trauma complejo que impide su sano desarrollo y la posibilidad de desplegar a su verdadero yo. Crecen con capas de defensas psicológicas y las necesitan para sobrevivir. 

Por eso, los adultos hemos de ver la mente de los niños y jóvenes, recoger su mundo interno, validar sus emociones, mostrar firmeza ante las conductas que puedan ser dañinas para él o los otros (pero tratándoles bien: respeto), poner normas coherentes pero flexibles (ponerse los bigotes sin perder el control). Tenemos que comprender que un niño tiene una mente con estados internos y no quedarnos solo con las conductas exteriorizadas. O atribuirles a estas una elaboración mental adultista que etiqueta al niño con un discurso rechazante, etiquetante, humillante…

El niño o joven deben sentir en todo momento que le queremos y aceptamos, aunque no estemos de acuerdo con él o transgreda una norma. Lo más importante siempre es salvar a la persona del niño o joven.

Esto es vital en el tema que nos ocupa, porque si una persona menor de edad no es validada en sus emociones y en muchas de sus cualidades, si se dan factores de riesgo para que el suicidio anide en su mente, pensará que cualquier verbalización en este sentido nunca será tomada en cuenta, porque si ni siquiera escuchan sus argumentos cuando se comporta negativamente ni recogen sus emociones, ¿cómo lo van a hacer cuando diga que no quiere vivir? Si el niño o joven es no visto…

El maltrato, el abandono y el abuso sexual

"Los niños sometidos a situaciones de abuso físico y sexual tienen alta incidencia de conducta suicida", dice la Guía del Ministerio. Mi experiencia clínica me dice lo mismo: en un tanto por ciento bastante significativo de personas menores de edad de mi entorno que desgraciadamente se suicidaron, el maltrato, el abandono o el abuso estaban presentes.



Ser maltratado es una de las experiencias mas duras a las cuales puede ser sometido una persona menor de edad. Ser dañado por aquellos que dicen ser tus padres o seres queridos y que afirman amarte, genera una disociación mental compleja de elaborar para la mente humana que no está preparada para ello. 

El abuso sexual es una de las causas demostradas científicamente que pueden acortar la vida. Afortunadamente, la gran mayoría de las víctimas desarrollan resiliencia. Esta experiencia de traición a la confianza hace sentir al niño culpable, despreciable, sucio y con sentimientos internos autopunitivos que llegados a la adolescencia se pueden traducir en conductas autolíticas. Si se suman factores de riesgo, la probabilidad de que pueda aparecer el suicidio es alta. Es uno de los sucesos que para la OMS pueden acortar la vida de las personas, restando años. 

Del mismo modo, el abandono es una forma de maltrato que aún se minimiza mucho (o no se reconoce como tóxica) porque supone crecer sin el soporte emocional que un adulto ha de dar a todo niño. No sólo me refiero a situaciones detectadas por los servicios sociales, sino al creciente abandono próximo (Schore), a padres físicamente presentes, pero emocionalmente ausentes. Dan todo lo material que el niño precisa, pero la función de los padres de ser figuras suficientemente permanentes, empáticas y poniendo límites y normas con coherencia y consistencia, no se produce de una manera en la que el niño o joven interiorice una seguridad y una vivencia de sentir ser merecedor de ponerse en su piel y darle contención. 

Crecer con una expectativa interna que duda de la disponibilidad y seguridad emocional de los otros significativos, puede ser un factor de riesgo que, evidentemente, sumado a otros, puede abocar a un joven a sentirse en la absoluta soledad, indefensión y desesperación. Aumenta así la probabilidad de hacer un intento autolítico o, directamente, matarse.

Cuando el maltrato y el abandono son extremos, muchos niños y jóvenes crecen con el dolor de sentir que sus figuras parentales les han fallado gravemente… Muchos sufren las heridas de este maltrato y/o abandono y sus secuelas de manera permanente; y a pesar de todos los esfuerzos que hacemos como profesionales, en algunos casos no resulta suficiente para que un joven no vaya sumando otros factores de riesgo que pueden dar como resultado un desenlace fatal y tremendamente triste como lo es el suicidio. Algunos desarrollan resiliencia, y esta es posible; pero otros no. Esos otros han de ser un desafío para los profesionales y personas que les cuidan y se ocupan de su bienestar: trabajar para mejorar sus condiciones de vida y no abandonarlos a su suerte. Y desde luego, detectar las posibles tendencias suicidas. 

El apego

El bebé desarrolla, para el primer año de vida, un modelo interno de trabajo en el que se representa los patrones relacionales interiorizados con el cuidador (Bowlby, 1989El vínculo de apego tiene una función importante: obtener cuidados y protección para lograr una sensación de seguridad y regulación emocional.

El apego seguro, decimos siempre, usando una metáfora, es como los cimientos de un edificio: el fundamento seguro para ser y estar en el mundo, el legado que los padres (o cuidadores) nos dejan, un ingrediente necesario para desarrollar una personalidad estable. 

Carol George (2012) propone el concepto de base segura internalizada: es el resultado de haber contado durante la infancia con un lugar seguro (figura de apego primaria)

El apego seguro, como dicen los autores (Waters en este famoso vídeo), no nos libra de la depresión ni del suicidio. Pero es un importantísimo factor de protección porque nos hace sentir desde muy pequeños, desde bebés (como la primera niña del vídeo), desde las primeras interacciones sensoriales, que nuestro mundo interno le importa al adulto que está a nuestro lado cuidándonos y sintiéndonos. Y que merecemos ese cariño, ese confort, esa seguridad que experimentamos internamente como buena. Una gratificante sensación corporal de autoestima y sentimiento sano de valía personal nos envuelve. Por ello, el niño crecerá sabiendo que hay alguien ahí que le escuchará, le atenderá, le validará, le orientará, le regulará y le frenará. Alguien que le quiere incondicionalmente y se preocupa por él. Así pues, en el futuro, cuando haya una piedra en el camino, sobrevengan eventos estresantes, sucedan problemas, se pase por etapas delicadas o se afronte el desafío de vivir, el joven habrá desarrollado una expectativa interna conducente a la búsqueda de personas que le den seguridad, confort y en las que, además, confía (padres, amigos, profesionales, parientes...) ¡Y puede recurrir a ellas porque están disponibles! Internamente, además, sentirá más confianza en sí mismo y sus recursos y una mayor capacidad de gestión de sus emociones ante la adversidad o las frustraciones.


Portada del libro de Boris Cyrulnik.

Boris Cyrulnik en su libro “Cuando un niño se da muerte” habla precisamente de la relación de apego como uno de los factores de prevención, de ese “nicho sensorial” necesario para crecer que no tienen todos los niños. Este autor no contempla una sola causa para explicar este fenómeno sino que postula un enfoque sistémico para analizarlo.

Además, en la adolescencia hay un alejamiento natural de los padres como figuras de apego principales en beneficio de los iguales y la pareja. Lo cual no quiere decir que aquellos no sean necesarios ni trascendentes. Hay que seguir estando ahí a su lado incondicionalmente. Pero en este periodo, cobran especial relevancia otras figuras adultas que pueden ser confiables para el joven y que deberían estar en sus vidas: tíos, padrinos, madrinas, profesores, entrenadores, terapeutas, psicólogos, médicos, psiquiatras, vecinos… Este estar rodeado, como red de apoyo, de personas a quienes importas me parece un mensaje tan necesario y protector para nuestros jóvenes que creo que hemos de intentar proporcionarles estos tutores de resiliencia. Máxime cuando no hay adultos confiables en sus vidas. 

¿En esta época de redes sociales, móviles, mails… esto es, cuando más comunicados estamos, más solas se sienten las personas? ¿Puede ser la ausencia de personas significativas en la vida de alguien una causa que influya en el suicidio? Personas que sean puerto, base o refugio seguro para alguien, sobre todo cuando la vida nos golpea. ¿Estamos criando personas prematuramente autónomas con problemas para establecer vínculos afectivos? ¿Fomenta nuestra sociedad el apego inseguro? Do it yourself? Esta  investigación señala precisamente que En Estados Unidos el apego inseguro afecta a cuatro de cada diez niños. Nos debería hacer pensar mucho.

Y es que lo cierto es que la necesidad de vincularse, como decía Bowlby, nos acompaña de la “cuna a la tumba”

“Desde la cuna hasta la tumba, somos más felices cuando la vida está organizada como una serie de excursiones, largas o cortas, desde la base segura provista por nuestras figuras de apego” (Bowlby, 1989) 


John Bowlby

En todos los momentos de nuestra vida necesitamos saber que hay una persona -con quien tenemos un vínculo sólido y fiable- que nos ayudará y brindará confort y apoyo incondicional. Este es el mejor antídoto contra el suicidio. ¿Pero caminamos hacia una sociedad así o al contrario? Yo creo que estamos muy lejos de una sociedad que valore  los vínculos. Si queremos un futuro mejor, la sociedad ha de valorar el vínculo como un imperativo psicobiológico (garantiza la supervivencia biológica y emocional) Si no, no se le dará la categoría de necesidad. "Todo niño tiene derecho a una figura de apego en su vida" - deberíamos decir. Los agentes sociales han de tomar cartas en el asunto y garantizar este derecho. 

"Todos necesitamos ser dependientes, a veces"- dijo Kathy Steele en el Congreso de Apego de Roma de 2015. La dependencia está mal vista, pero es sana cuando necesitamos refugio seguro en los demás en muchos momentos de nuestra vida, máxime en una sociedad tan compleja. Lo ideal es, como dice mi profesora y colega Maryorie Dantagnan, "lograr una independencia, pero contemplando a un otro en tu vida". 

Para que exista resiliencia que evite el suicidio hemos de procurar que en la vida de una persona existan, como dice Luis Eduardo Aute, "en este mundo absurdo, (...) sombras entre luces de la clara oscuridad" Es decir, debe haber alguna luz que evite la oscuridad de la desesperanza total que conduce al "no hay salida" al sufrimiento y de ahí al suicidio como modo de acabar con el mismo. ¡Qué mejor luz que una persona que sea base segura en nuestras vidas! Quizá me critiquéis, pero prefiero que la juventud reciba el mensaje de la película "¡Qué bello es vivir!" (que incide en la búsqueda de sentido a la vida como el mejor antídoto contra el suicidio y la presencia de alguien a tu lado como factor protector) que el de la serie (aunque algunos alaben que haya puesto encima de la mesa el tema del suicidio) "Por trece razones"

Prevenir el suicidio

La sociedad aún está muy lejos de haber interiorizado que el bienestar de nuestro sistema nervioso depende de la calidad de las relaciones que establecemos con los demás. Primero, con las personas que nos cuidan de niños y después, con otras con las que iremos vinculando. Esta red psicosocial de calidad es el mejor factor protector, a mi modo de ver. 

La calidad de los servicios sociales, la mejora de la economía y el bienestar de los ciudadanos, la educación emocional preventiva, asegurar una figura vincular sólida y fiable a un niño, la baja por maternidad justo a los 4 meses cuando comienza la etapa de la cima del apego o apego centrado… son aún aspectos deficitarios en nuestra sociedad.

Además, existen todavía muchos mitos que hacen del suicidio un tabú: no hay que hablar de ello, cuando todos los especialistas en el tema recomiendan todo lo contrario: verbalizar hace que la angustia se expulse y la pulsión suicida se rebaje o elimine. Otra idea equivocada es sostener que quien lo dice no lo hace, cuando precisamente lo que está haciendo esa persona es avisarnos de ello. Otro tema a eliminar es la interpretación de la conducta suicida: nada es interpretable, si lo dice, hay que atender lo que ha dicho y ayudar a esa persona. Finalmente, otro mito detectado es que si hablas de ello le das ideas al joven a ese respecto. Al contrario, el silencio y el tabú contribuyen a no buscar o encontrar la ayuda necesaria.

En mi opinión, se necesita un plan nacional de prevención e intervención ante el suicidio infantil, adolescente y adulto. Que implique a todo el tejido socio-educativo-sanitario y  con el que puedan detectarse y reconducirse adecuadamente estas situaciones. Estamos ante un fenómeno lo suficientemente grave como para un plan nacional. Ayer en El Diario Vasco se anunció la presentación en breve de la Estrategia de Prevención del Suicidio en Euskadi elaborada por el Servicio Vasco de Salud (Osakidetza) Veremos en qué consiste y si se contempla a la población infanto-juvenil en dicha Estrategia.

Aunque no resulta fácil preguntar a una persona sobre la tendencia suicida, con confianza y acercándonos progresivamente conseguiremos llegar a ello. Es peor a mi modo de ver, no hablar.

Os dejo con las recomendaciones que la Organización Mundial de la Salud (OMS) hace al respecto:

CÓMO PREGUNTAR:


No es fácil preguntar sobre ideación suicida, se recomienda hacerlo de forma gradual. Algunas preguntas que pueden resultar útiles son:

- ¿Te sientes triste?

- ¿Sientes que no le importas a nadie? - ¿Sientes que no merece la pena vivir? - ¿Piensas en el suicidio?

CÚANDO PREGUNTAR:

- Cuando la persona tiene sentimiento de empatía con el profesional.

- Cuando la persona se siente cómoda al hablar de sus sentimientos.

- En el momento que la persona hable acerca de sentimientos de desesperanza o tristeza.

QUÉ PREGUNTAR:
- Para descubrir la existencia de un plan suicida: ¿alguna vez has realizado planes para acabar con tu vida?; ¿tienes alguna idea de cómo lo harías?

- Para indagar sobre el posible método utilizado: ¿tienes pastillas, algún arma, insecticidas o algo similar?

- Para obtener información acerca de si la persona se ha fijado una meta: ¿has decidido cuándo vas a llevar a cabo tu plan de acabar con tu vida?, ¿cuándo lo vas a hacer?