Diez meses, diez firmas IV
Profesional invitada en el mes de diciembre de 2018:
Anna Forés Miravalles
Pedagoga y Profesora de la UB
Título de su artículo: "A veces: la primera vez, la última vez"
Presentación
Este mes la firma invitada es la gran Anna Forés Miravalles. Físicamente, no hemos coincidido muchas veces. Nos hemos visto principalmente en congresos donde he podido asistir a sus deliciosas y entretenidas ponencias sobre resiliencia. Pocos profesionales tienen la capacidad de comunicar de una manera tan gráfica y amena como Anna Forés. He estado, en efecto, pocas veces con Anna, pero las que hemos podido compartir he de decir que han sido emotivamente intensas. Como la resiliencia -paradigma que ella profesa-, un encuentro significativo puede ser suficiente para que se encienda la chispa que la haga emerger. Y Anna Forés ha sido para mí esa chispa que encendió mi curiosidad por saber más y más sobre este bello fenómeno que es la resiliencia. Así, pude leer “La resiliencia, crecer desde la adversidad” -en co-autoría con Jordi Grané- y maravillarme al descubrir lo mucho que Anna sabe y es capaz de transmitir. Además, lo hace de una manera directa y concisa, tiene este don de comunicar la esencia de las cosas sin perderse en florituras o largos circunloquios.
"La resiliencia. Crecer desde la adversidad" Anna Forés y Jordi Grané |
Anna Forés tiene ángel, y tal y como nos lo cuenta en este precioso post, estuvo a punto de no nacer. E incluso pasó este año por el viaducto que se derrumbó en Génova... ¡un día antes de que sucediera a la misma hora…! Me encanta que una persona resiliente hable sobre resiliencia porque sabe de qué está hablando. Cuando te encuentras con Anna, siempre muestra una sonrisa e irradia un optimismo contagioso, es una entusiasta del género humano, se dedica, como ella afirma, a todo lo que tenga que ver con el ser humano, y a mejorar la educación.
Una persona que es entusiasta y una trabajadora humanista no podía faltar dentro del elenco de ilustres colaboradores del blog Buenos tratos. Así que se lo propuse, y ella que nos ha enseñado sobre asertividad (en otro libro en co-autoría con Eva Bach titulado “La asertividad para gente extraordinaria”) me contestó que sí, sin ambages, que encantada. Y nos ha preparado una joya de artículo para despedir el año.
La resiliencia es un paradigma en el que ella es experta y ha profundizado en su trabajo en la Universidad de Barcelona y en su vida diaria. Personalmente, me fascina la metáfora de la bicicleta que Anna Forés ha creado y utiliza -junto con Jordi Grané- para ilustrar y desarrollar qué es este fenómeno que siempre ha existido pero que no tenía nombre. No es invulnerabilidad, no es no sufrir, no es resistir ni tener poderes de superhéroe ni aguantar situaciones injustas ni hacer como si nada hubiera pasado y poder retomar la vida haciendo borrón y cuenta nueva. Es asumir que hay una transformación a partir de una herida. Porque la herida tras un trauma está ahí siempre, la rueda de atrás de la bicicleta nos lo recuerda. Pero el significado y la dirección que voy a dar a esa herida hacen que desarrolle características diferentes e insospechadas tras dicho trauma.
La metáfora de la bicicleta que Anna Forés Miravalles nos explica en su extraordinariamente bello post, ayudará especialmente a las familias que os citáis aquí, en el blog, a entender y asumir cómo es vuestro hijo y a tratar de acompañarle y apoyarle en su caminar con esa bicicleta cuya rueda es diferente, pero puede continuar su recorrido con renovadas e inopinadas cualidades.
Estaba pensando cuál podía ser el mensaje que tradicionalmente todos los 24 de diciembre os brindo y regalo desde el blog. Y me di cuenta que este brillante post de Anna Forés con su “sí a la vida” sería el mejor de todos los posibles como reflexión para despedir este año 2018.
Muchísimas gracias de todo corazón, Anna Forés, por tu participación desinteresada y generosa, en el blog Buenos tratos, y por ser cómo eres. Espero seguir yendo a Barcelona y entre los miles y miles de personas con las que me podría encontrar en una urbe tan grande, que la casualidad (o tu ángel) vuelva a propiciar que sea contigo, ahí, cerca de la Plaza Lesseps. Porque hay encuentros significativos con personas que pueden cambiar una vida, que siga siendo así, pues ello nos inyecta el realismo de la esperanza en el trabajo con nuestros niños y jóvenes. ¡Feliz Navidad y mis mejores deseos para el 2019!
A veces: la primera vez, la última vez
Siempre hay una primera vez para todo lo que experimentamos en la vida. La sensación de la primera vez es única e irrepetible. Todos recordamos y tenemos muy presentes muchas de nuestras “primeras veces”; las de conseguir cosas de manera autónoma (andar, ir en bici, etc); las de hacer y compartir con otros (primer beso, y otros contactos amorosos, primer concierto, primera pifia, primer éxito); las de descubrir lugares, historias y emociones.
Hasta que de pronto la vida te sorprende con una “última vez”: que has visto a alguien querido que se ha ido, la última vez que verás ese lugar lejano, la última vez que sentirás aquello tan especial, la última vez que podrás hacer… tu última clase, tu último recuerdo.
Quizás escribo esto porque soy un poco gatuna. He jugado con la vida varias veces (incluso estuve a punto de no nacer) o la vida ha jugado conmigo, que hace que, desde esa primera vez que te enfrentas a la última vez (sea muerte o similar), todo recobre otra perspectiva y te haga apreciar más la vida. Por ejemplo, cruzamos este verano el viaducto de Génova a la misma hora pero justo un día antes del desplome. La vida nos recuerda nuestra fragilidad y fugacidad.
Y eso tiene mucho que ver con resiliencia. En 2010 organizamos el I Congreso Europeo de Resiliencia (la primera vez) y les preguntamos a los grandes referentes y expertos en la materia que nos dieran un definición clara y concisa sobre resiliencia. Todos llegaron a la misma conclusión: la resiliencia es un sí a la vida.
Es saber saborear y apreciar la vida. Generar posibilidades.
A veces parece que todo se derrumba, que hay demasiadas “ultimas veces”, o simplemente nunca sucederá, que es difícil cambiar la mirada hacia la posibilidad. Quizás estas etapas son sólo oportunidades que están por llegar. Unas primeras veces que se abren paso. Ese el gran poder transformador de la resiliencia. Que nuestra última vez sea la primera vez de algo maravilloso por descubrir.
Hace más de 10 años Jordi Grané y yo en nuestro primer libro de "La resiliencia. Crecer desde la adversidad", utilizamos la metáfora de la bicicleta para hablar de resiliencia.
Esta bicicleta es metáfora de la resiliencia para Anna Forés y Jordi Grané. |
La rueda de atrás ejemplifica la herida que la persona ha padecido. No es la original, esto nos recuerda que la cicatriz de la herida siempre está presente y no podemos volver al estado inicial. A pesar del golpe, tener una rueda que permita hacer funcionar la bicicleta hace referencia a la posibilidad de esquivar el destino.
Las botas nos remiten al movimiento, a una multitud de pies para poder seguir avanzando. Es decir, menciona las múltiples estrategias de adaptación positiva.
El manillar de madera nos indica la importancia de trazar el sentido, de la coherencia de la vida que posibilita el equilibrio. Escogemos nuestro camino, hemos de saber orientarnos.
Las luces de esta bicicleta nos recuerdan la importancia del tutor de resiliencia, de las personas significativas con las cuales tejemos la vida. A veces no se ven, pero son esenciales para poder ver.
La cadena es lo que hace que todo funcione: serían todas aquellas aptitudes personales y sociales, como también las competencias de la persona resiliente.
Los pedales nos recuerdan de dónde se saca la fuerza.
El asiento es nuestro conocimiento, nuestras necesidades básicas cubiertas, y una red social que no acoge.
La madera nos remite a la condición humana. Somos frágiles y contingentes pero a la vez se trata de un material dúctil, flexible, que puede flotar (metáfora para ejemplificar el resurgimiento de las profundidades).
Gracias a los cursos y conferencias, las personas nos han dado nuevas lecturas a la metáfora todas ellas interesantes: el hecho de seguir adelante para no caerte; el poner muchas botas para recordar que no estamos solos y que hacemos el camino con otras personas para hacer el viaje más liviano, etc. La bicicleta que perdió la rueda no volvió a ser la misma, fue diferente, tuvo otras oportunidades de rehacerse, de transformar, de reconocer su herida.
La última vez de la primera rueda de la bicicleta dio paso a la primera vez de la nueva rueda. Y delante de este ciclo hay que agradecer todo lo que nos ha llevado a la última vez y apreciar todas las primeras veces que nos han llegado y que aún están por llegar.
2 comentarios:
Muchas gracias a la autora de este artículo, me ha gustado por la sensibilidad con que está escrito y lo que transmite. Lo utilizaré en mi labor como psicóloga tanto con menores, así como con las personas adultas.
Maravillosa metáfora la de la bicicleta... Me la quedo con el "sí a la vida", sí a continuar pedaleando-viviendo, para mi misma y para mis pacientes. Muchas gracias!
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