lunes, 19 de marzo de 2018

Humanizar el acogimiento residencial, por Ester Cabanes Vall

Diez meses, diez firmas III

Profesional invitada en el mes de marzo de 2018: 

Ester Cabanes Vall

Título de su artículo: 

"Humanizar el acogimiento residencial"



Cada vez que tengo la oportunidad de compartir un tiempo de aprendizaje con Ester, siempre la miro y sin que ella sepa lo que estoy pensando (ahora sí lo sabes, Ester) me digo a mí mismo: "¡Qué gran mujer y qué gran técnica Jefa de Servicio tiene Les Terres de L´ Ebre!" ¡Ojalá todas las provincias tuvieran una técnica así! Una persona formada en las consecuencias que los malos tratos causan en el desarrollo y el cerebro/mente de los niños/as (descubrió el modelo de Jorge Barudy y Maryorie Dantagnan, como yo, y ya no pudo bajarse del mismo. Ambos nos conocimos, hace ya unos años, en el Postgrado de traumaterapia organizado por ellos), experimentada y con una dilatada trayectoria profesional en el ámbito de la educación y la protección de menores, siempre en la búsqueda de la mejora continua, pensando en qué tiene qué mejorar ella y el Servicio, no en poner la responsabilidad fuera. Ester, además, está en contacto con el terreno, con los niños y niñas que sufren (sólo así puedes ser una técnica empática, de lo contrario corres el riesgo de decidir en base a lo que otros te cuentan o en base a discursos verbales desconectados de la realidad, hemisferio izquierdo del cerebro y poco del derecho. Hay que gobernar con los dos, si no, es muy peligroso porque el izquierdo puede fabular lo que quiera cuando se va del derecho) 

Pero lo más maravilloso de Ester Cabanes es la calidad de su persona y los valores humanos que atesora. Descubrió su vocación y la llevó adelante. Le gusta su trabajo (¡qué importante es esto!), sólo así una persona como ella sabe cómo podemos humanizar el acogimiento residencial, de lo que trata su artículo. Si eres afectivo y estás sanado y formado como persona y profesional, puedes contribuir a sanar del dolor tan inmenso y las secuelas que los malos tratos dejan en los/as niños/as. Ella ha escuchado sus historias y ha querido saber en qué acertó y en qué se equivocó. Ester es de esas personas que uno quiere que se crucen en su vida porque tiene mucho que aportar. Es un honor (moltes gràcies) contar este mes con Ester Cabanes Vall como invitada en el blog. Ella ya forma parte del elenco de ilustres firmas colaboradoras con Buenos tratos y como los demás nos regala su saber. 



Ester Cabanes Vall. Me llamo Ester Cabanes Vall, hace 25 años que trabajo con niños y niñas que han sufrido malos tratos. Los últimos 15 años, ocupo el cargo de Jefa de Servicio en el territorio que comprende el sur de Catalunya, “Les Terres de L’Ebre”.

Me gusta mi trabajo, aunque no siempre quise dedicarme a ello, estos últimos años he trabajado duro, mi objetivo siempre ha sido poder proteger a todos esos niños y niñas que sufren, crear recursos que los ayuden a ellos y a los profesionales que trabajan con ellos, perseguir y convencer a todos los jefes que he tenido de la necesidad de invertir en la infancia, de crear recursos, aumentar profesionales.... pero con el tiempo y la experiencia, eso no ha sido suficiente, pero dejadme que os lo explique en el artículo que a continuación he escrito para vosotros/as.

Lo primero, os diré que el envoltorio afectivo-sensorial en el que quiero que leáis este artículo es esta canción de Robbie Williams, Love my life, es la que mejor reflejaría musicalmente el mismo.



Siempre quise ser periodista, los que me conocen ahora seguramente cuando lean esto, no lo van a creer, pero así es, y no quería ser cualquier periodista, no. Yo me veía viajando por el mundo, siguiendo guerras, catástrofes, injusticias.... y contárselas al mundo. Pero pasó algo y no fue periodista, pero sí me quede con la parte de la injusticia.

Todo empezó cuando se me ocurrió hacer un curso de monitora para ocupar mi tiempo libre y de paso para ganar un dinerillo, y cual suerte fue la mía que me tocó hacer las prácticas en una asociación que trabajaba con niños de servicios sociales y justicia juvenil. Primero me asusté un poco, pero después me lo pasé genial, esos niños con todos sus problemas, unos cumplían condenas, a otros sus padres les pegaban, a otros los utilizaban para traficar, otros vivían en centros de menores, y ahí entre canciones y juegos, lo explicaban como si nada. Me hicieron sentir útil, feliz, especial y desde entonces cambió todo. Averigüé qué carrera necesitaba para trabajar en un centro de menores, y como tengo poca paciencia, elegí trabajo social, no por nada en especial si no porque era de las cortas, y la que me pareció más fácil.

Y lo conseguí. El mismo año que acabé la carrera empecé a trabajar en un centro de menores, aunque nunca dejé la asociación que os he mencionado antes, colaboré en diferentes proyectos, trabajé en otros y todos los veranos seguí con las actividades con esos niños/as, con ellos/as aprendí mucho, tanto de la vida como de mi trabajo, casi crecí con ellos/as

En el centro, las cosas no eran fáciles, había niños/as muy dañados y los recursos de que disponíamos eran muy limitados, trabajábamos dos personas por turno para veinte niños/as, en esos momentos no nos parecía mal, era lo normal. Durante ese tiempo me di cuenta de que con darles lo que sus familias no les habían dado no bastaba, había algo que no estaba bien en ellos/as, muchos de ellos lo intentaban y cada vez que fracasaban las cosas iban a peor. Como casi siempre, trabajaba por las tardes, me ocupaba de llevarles a actividades, deporte y sobre todo con los deberes, inventaba mil maneras de ayudarles a aprender... Pero para mi sorpresa fui testigo de algo muy importante: esos niños y niñas eran capaces de desaprender, y eso no lo entendí.

"En el centro, las cosas no eran fáciles, había niños/as
muy dañados y los recursos muy limitados"

Como me creía muy lista, estudié Logopedia pensando que en esta carrera encontraría soluciones y aunque aprendí muchas cosas, eso no me dio muchas estrategias que me sirvieran en mi trabajo. Aún así, no me rendí y estudié Psicología, eso sí me ayudaría. Seguro. Pero a medida que iba avanzando, me frustraba aún más, ningún modelo me daba las explicaciones que yo necesitaba. Intenté algunos, creí encontrar en el modelo sistémico la solución... pero tampoco me sirvió en los casos más graves y menos en aquellos que los habían abandonado.

Mientras, gané una plaza en servicios sociales de educadora de calle. Me lo pasé realmente bien pues ayudé a muchos niños/as, a sus padres, a sus madres, otros acabaron en centros a propuesta mía ya que realmente vivían en una pesadilla, malos tratos de todo tipo. Conocí chicos y chicas que me rebelaron abusos sexuales, otros que eran delincuentes consumados. Algunos/as fueron a prisión, otros/as murieron. Por aquel entonces, quedó vacante la plaza de Jefa del Servicio de protección infantil. No lo pensé dos veces: me presenté y la conseguí.


"Algunos/as niños/as que conocí fueron a prisión, otros/as murieron"

En ese momento me di cuenta de lo difícil que era todo, lo complicado y la responsabilidad a la que allí me había tirado de cabeza.

Pero hubo algo que me ayudó: en esos años anteriores conocí a Jorge Barudy y a Maryorie Dantagnan, su modelo me inspiró, me daba explicación a lo que yo veía cada día y me proporcionó muchos instrumentos con los que lidiar el día a día de mi trabajo. Creo que más que seguir su trayectoria, casi me pegué a ellos, pero aprendí mucho, lo primero fue a cambiar la mirada.

Una vez, me pidieron que participara en el Primer Congreso Internacional de Resiliencia, querían que yo fuera con alguno de los chicos/as con los que había trabajado, que pudieran contar su historia, menudo marrón, pero lo hice. Me puse en contacto con una chica que yo había tenido en mi época de trabajo en el centro, no sabía si querría, ya que era una chica que había sufrido mucho: abusos sexuales, su madre había muerto, en el centro fue una chica difícil, no acataba normas, siempre malhumorada y enfadada, pero a mí siempre me había parecido una chica valiente, decidida y en el fondo una buena persona que trataba de salir adelante y con mucho miedo a que volvieran a hacerle daño, yo creía que ella lo había hecho todo sola, nosotros solo estábamos ahí. Pero me equivoqué. Yo se lo pedí y me dijo que sí, que con lo que yo había hecho por ella, ella podía hacer eso por mí. Y nos fuimos para allá. Yo la presenté, expliqué muy por encima lo que pasó y cómo le fue. Cuando le tocó a ella explicar en qué yo la había ayudado, la joven explicó que yo la había ayudado porque yo siempre estaba ahí cuando me necesitaba, que ella creía que yo leía su mente, que sabía cómo estaba o cómo se sentía -a veces antes de que ella se diera cuenta- y sobre todo que no me daba miedo decirle la verdad, por mala que esta fuera, que no me daba miedo enfrentarme a ella, aunque me amenazara con romperme la cara, que la desafiaba y que eso la había convertido en mejor persona. 

Ese día lloré.

A partir de ahí empecé a interesarme por todos esos chicos y chicas que había conocido en esos años y a averiguar en qué les ayudé y en que fallé, no fui a buscarlos uno/a por uno/a, pero si los encontraba no perdía la oportunidad de preguntarles, por supuesto a algunos también me tuve que plantear en que fallé.

Por otra parte, en esa época, finalicé mi Postgrado de Traumaterapia infantil en IFIV. Trabajar con Jorge Barudy me enseñó tres palabras muy importantes que aún hoy sigo repitiendo como un mantra, que son la base de mi trabajo:

Depende: En nuestros día a día los profesionales de protección infantil nos obsesionamos con crear servicios, tratamientos, protocolos, leyes... con la intención de ayudar a nuestros/as niños/as, pero muchas veces nos olvidamos que cada uno de ellos/as es único y que tiene unas necesidades específicas, queremos que todos estudien, sean los mejores, que vayan a terapia, que los curen… Y lo hacemos todo por ellos, lo exigimos a nuestros jefes, luchamos por ello y en ese empeño nos olvidamos de que no están preparados para eso, que lo único que les puede salvar es que estemos ahí para ellos/as, que les digamos que no son unos monstruos, que son bellos, que ellos pueden, que no necesitan que lo hagamos todo por ellos, sino que lo que necesitan es que los acompañemos en esos procesos, que los comprendamos, que les hagamos sentir sentidos

Buenas razones: Si queremos ayudar a nuestros niños/as (esos que se pegan en el colegio, que suspenden sus asignaturas, que sueltan su rabia cuando menos te lo esperas y que en un segundo son capaces de desmontar todo aquello por lo que han luchado durante meses, incluso años) tenemos que entender que seguro tienen buenas razones para hacer lo que hacen, tenemos que comprender que en todo eso hay algo que lo provoca y nosotros debemos estar ahí para ayudarles a buscar esas razones. Porque si ellos se conocen mejor a sí mismos, se enfrentarán mejor a sus problemas y a la vida en general.

La manada: Todo eso que debemos hacer (estar ahí, acompañarles, comprenderles, darles esas herramientas que necesitan…) no podemos hacerlo solos. Necesitamos la complicidad de toda su red: la familia, la escuela, los amigos, los compañeros de equipo, el psiquiatra, el psicólogo… En definitiva, todos, todos tenemos que estar a su lado, con el mismo discurso y con el mismo conocimiento del niño/a, porque entre todos podemos ofrecerles un futuro mejor.

Lo último que me abrió los ojos fue la neurociencia. Por fin la ciencia me daba explicación a todo aquello en lo que yo creía, la ciencia ha sido capaz de demostrar lo importante del apego en el niño/a, cómo crea su personalidad, cómo el contexto en que se desarrolla un niño/a moldea su cerebro, como podemos saber lo que les pasa sin necesidad de que nos lo tenga que explicar, cómo reconocer el trauma, la importancia de la regulación, la gestión de la emociones, cómo de importante es no empezar la casa por el tejado, que no podemos pretender que aprenda cuando no sabe gestionar lo que siente y mucho menos controlar su cuerpo. Un buen ejemplo es el libro de Bruce Perry, “El chico al que criaron como un perro”, me emocionó.


"La neurociencia puede darnos explicación a lo que creíamos"

Con todo eso, el mensaje que quería transmitir es que no siempre el futuro de nuestros niños/as depende de tener más recursos ni de gastar más dinero, sino de que los profesionales que trabajan con ellos sepan con que están tratando, que se formen y que aprendan sobre el maltrato. Pero no solo es importante el saber, también lo es el ser. Ser esa persona que está ahí para ellos/as, para protegerles y acompañarles.



"Los niños/as necesitan afecto y comprensión si no de nada
sirven más recursos y más dinero" 

Por eso, cuando en la actualidad me planteo qué recursos son necesarios en mi territorio, se me ocurren un montón de cosas, mi cabeza nunca descansa… Pero realmente lo más importante es que los profesionales que trabajan en el sistema conozcan las consecuencias de los malos tratos y el sufrimiento de los niños, que entiendan su proceso madurativo, sin duda diferente en cada uno de ellos. Lo que sí tienen en común todos los menores es que necesitan la ayuda, la comprensión y el afecto de los que tienen a su alrededor, si no de nada sirven más recursos ni más dinero.

Buenos tratos regresa el lunes 2 de abril. 

¡Felices vacaciones de Semana Santa a todos/as!

lunes, 5 de marzo de 2018

Metáforas útiles para los profesionales de la ayuda: 7 metáforas para quienes trabajan con padres, familias o referentes educativos.

Antes de ofreceros las metáforas, voy a contaros una experiencia que me ayudó a descubrir el valor y la potencia terapéutica de estas. Como todo en la vida, por sí solas, probablemente, no podrán producir cambios, pero en el contexto de una relación interpersonal confiable, sintonizada y resonante emocionalmente, y en combinación con otras técnicas, pueden ser de gran ayuda en nuestra tarea psicoterapéutica y educativa. 

Cuando trabajé como psicólogo para un equipo ciclista profesional -junto con mi compañera psicóloga Naiara Zamora-, los deportistas eran jóvenes, una formación de cantera, equiparable a lo que puede ser en fútbol el Athletic de Bilbao, o mejor la Real Sociedad, pues el club donostiarra es quien más jugadores de su propia cantera aporta al primer equipo. El equipo era una institución en la que reivindicarse como una estrella en ciernes y poder así llamar la atención de ojeadores y fichar por otros equipos de más presupuesto y ambición deportiva. 

Aunque en su mayoría eran jóvenes, el equipo también lo integraban veteranos. Jóvenes y mayores que no estaban exentos de calidad. Además, existía una gran ilusión por hacer alguna gesta, algo reseñable. Su director deportivo, Mikel Azparren, era un hombre motivado al logro, que aceptaba el reto, apasionado del ciclismo y trabajador de sol a sol. 

¿Qué faltaba? Que creyeran de verdad en sus posibilidades. Seguridad, control y manejo de las emociones. Por ello, su director deportivo se planteó trabajar el aspecto psicológico en tres áreas: resiliencia como equipo, vinculación entre sus miembros y el grupo y entrenamiento en habilidades mentales relevantes para el rendimiento deportivo.

En el trabajo grupal, entre las diferentes técnicas y ejercicios que utilicé, incluí las metáforas. En aquel tiempo, leía un libro y diferentes artículos sobre el tema. En uno de ellos, afirmaban que existía un estudio científico en el que se había demostrado que interpelar verbalmente a un grupo sobre su rendimiento e instarle al logro podía conllevar un efecto paradójico: bloquearse y rendir por debajo de su nivel. Si a los ciclistas les hubiese transmitido verbalmente algo así como “sois mejores de lo que pensáis, podéis hacer más, vuestros pensamientos deben ser más realistas y/o positivos”, lo más probable es que no conectaran con el discurso porque les habría generado más ansiedad. Se habrían bloqueado. Y posiblemente hubiesen competido sin usar todo su potencial.

Sin embargo, utilizando el lenguaje de las metáforas (no verbal, directo al hemisferio derecho, que activa la emoción y opera a un nivel inconsciente) junto con un trabajo de instalación y fortalecimiento de recursos psicológicos en base a la terapia EMDR (más todo el trabajo grupal), era más probable que se empoderaran y conectaran con que eran capaces.

Así pues, veíamos diferentes vídeos donde se observaban gestas: un corredor en una bicicleta destartalada frente a otro con una profesional era capaz de ganarle gracias a su mayor motivación. Imágenes de resiliencia, de deportistas individuales o equipos alcanzando logros insospechados o vídeos donde se proponía el disfrute del deporte en sí. Recuerdo como especialmente significativo un fragmento de la película “El Club de los poetas muertos” donde el profesor animaba a los alumnos a “coged las rosas mientras podáis”, al carpe diem. Este dicho latino “disfruta el momento”, se convirtió en el lema del equipo. El mensaje a través de la metáfora de esta película, ya había calado e inconscientemente sentían algo así: “He de cambiar el chip, en vez de tener miedo voy a disfrutar del momento y sentirme feliz de correr la Vuelta a España a mi corta edad, es algo histórico y para disfrutar, voy a dar lo mejor de mí mismo” La canción del Dúo Dinámico “Resistiré” se convirtió en el himno del equipo, los ciclistas la escuchaban cuando merrmaban las fuerzas mentales y físicas. Creamos incluso una banda sonora del equipo con canciones y piezas que energizaban especialmente a los deportistas: Bycicle, de Queen y Nessun Dorma, de Puccini, gustaron mucho.




Imágenes, en suma, arquetípicas, que se remontan a la noche de los tiempos, tanto como que David venció a Goliath. Y ese mensaje inconsciente, festivo, resiliente, emocionalmente positivo, motivante, poderoso, esperanzador, pero a la vez real…  asociado -eso sí, no vendemos humo- con otros elementos que son imprescindibles e insustituibles como entrenar, cuidar la alimentación, atención médica y fisioterapéutica, descansar, trabajar las tácticas y un poco de suerte hicieron que el equipo consiguiera ganar una etapa de la Vuelta a España. ¡Toma ya! ¡23 años llevaba la institución sin ganar una etapa en La Vuelta! No fue sólo por el trabajo psicológico, ni mucho menos. Fue un granito de arena que, sumados todos, pueden llenar un saco que pese un montón. Sin duda fue mérito de todos los integrantes del equipo y, sobre todo, de los corredores, de su implicación y del gran trabajo que hicieron todos durante toda la temporada.




Esta experiencia me inspiró para crear este vídeo -ya lo he subido aquí otras veces- donde usé el ciclismo como la gran metáfora de la resiliencia, sobre cuál es el fundamento acerca de cómo debemos acompañar a los niños (sobre todo a los adoptados y acogidos que han sufrido malos tratos en sus lugares de origen) durante la carrera de la vida. Porque todos los niños tienen la semilla de la resiliencia, esta emergerá en el menor si es sembrada o no. Era impensable que uno de nuestros ciclistas ganara una etapa y se impusiera al mismísimo Alberto Contador, a Purito Rodríguez y a otros mucho mejores. Pero fue capaz de lograrlo (sostenido por el equipo) Del mismo modo, nosotros, como Cyrulnik, creemos en la resiliencia, en “la negación de la resignación a la fatalidad en la desgracia” 



Es posible que los niños con antecedentes de malos tratos y secuelas en forma de trauma que afectan a su vinculación y desarrollo puedan hacer un proceso de transformación resiliente a lo largo del tiempo, con un trabajo continuado durante todo su desarrollo, con paciencia y perseverancia, gracias a las familias y a la red psicosocial que hemos de entretejer en torno al niño, igual que el equipo de ciclistas trabaja para un determinado corredor. Y al igual que el ciclista de nuestra metáfora (se pensaba que era muy difícil que consiguiera una cota tan alta como la que alcanzó) puede llegar a alcanzar su meta (cada uno según sus talentos y posibilidades) y ser capaz de conseguir lo que se creía que sería imposible y que muchos niños y niñas nos han demostrado que se puede, si nos implicamos con ellos: sentir bienestar emocional, procesar los traumas, tener amigos, descubrir para qué valen y para qué pueden ser útiles a la sociedad y disfrutar de las cosas buenas que la vida nos ofrece. En suma, vivir en plenitud y sintiendo que merece la pena.

Desde el 2011 que tuve la suerte de acompañar durante un año a los ciclistas, sistematicé el uso de las metáforas en mi trabajo como psicoterapeuta. Porque son como las miniaturas de la técnica de la caja de arena: estimulamos el hemisferio derecho (es decir, vamos a la parte intuitiva, creativa, no verbal, más emocional, al pensamiento en imágenes), el cual normalmente queda relegado si hacemos un trabajo verbal con el paciente. Además, las metáforas pueden tener, en algunos casos, un componente arquetípico, es decir, recurrimos al ámbito universal, al inconsciente colectivo, para explicar algo relevante y sensible que le acontece a un grupo humano, a una colectividad, en una etapa trascendente de su historia. Su significado se pierde en la noche de los tiempos y no podemos recurrir exclusivamente a la experiencia individual para explicarlo, sino que tiene un significado para una comunidad (por ejemplo, David vence a Goliath: el débil si es más hábil puede vencer al que es más fuerte pero menos inteligente) Por eso, las metáforas son muy profundas y llegan inmediatamente al nivel emocional de las personas aportando insight (ver por dentro) Las metáforas, por último, no se explican. Pierden potencia sanadora, si se hace. Se captan y se entienden por sí solas, sin que haga falta añadir más.

Tras contaros esta experiencia, entramos en la definición técnica de qué es una metáfora.

En la página web lamenteesmaravillosa.com describen qué entendemos por metáfora: “una metáfora es una forma lingüística que hace una comparación implícita entre dos entidades diferentes. Se ha comprobado que, en el contexto terapéutico, las metáforas son un elemento esencial para que los cambios en el paciente se produzcan antes y a un nivel más profundo.

Las metáforas presentan al paciente una situación conocida, o mejor aún, vivida por él, que se asocia con el problema que presenta en la actualidad y que, además, ofrece una solución al mismo.

Las metáforas terapéuticas han de albergar una serie de características para que sean eficaces. En primer lugar, la metáfora ha de ser entendida por el paciente, por lo que su relato debe estar adaptado a su nivel de comprensión.

Por otro lado, se busca que la persona se vea reflejada en ella, de manera que entienda lo que le está ocurriendo y esta comprensión le motive a realizar el cambio terapéutico necesario.

La metáfora también debe tener una estructura de acción, de forma que en la narración se reflejen los pasos necesarios que el paciente tiene que emprender si quiere conseguir el cambio.

Además, debe ofrecer una solución o salida al problema, de forma que el paciente vea con claridad que los pasos que tiene que dar le van a llevar, si los hace de forma correcta, a solucionar el problema por el que está en consulta”

Así pues, tratando de cumplir lo más posible estos requisitos (digo “lo más posible” porque en el trabajo y acompañamiento a menores no se puede encontrar siempre una solución porque no existe, pero sí una salida, por ejemplo. La salida que apuesta por el trabajo constante en base a los postulados de la teoría del apego y la resiliencia. Además, los pasos que hay que dar para conseguir el cambio son largos, llevan tiempo), voy a compartir con vosotros/as las principales metáforas que uso en psicoterapia.

En esta primera parte del post nos vamos a centrar en metáforas útiles para trabajar con los padres o referentes del menor, dejando para una segunda parte las metáforas válidas para menores; y para una tercera y última, las metáforas útiles en el acompañamiento a adultos.

Metáforas útiles en el trabajo con los padres o referentes del menor

1. La gota de agua que horada la piedra o las olas del mar pasando por una roca millones de veces.

A menudo, los padres o referentes del menor sienten que no consiguen cambios estables en ellos. Que por mucho que hagan nada parece dar un resultado. La tentación suele ser cambiar la manera de relacionarse con los niños, de profesionales, modificar las consecuencias y “probar de todo” Cambiar no siempre es útil. Los niños o jóvenes se desorientan si no somos consistentes y coherentes en nuestros planteamientos, normas y consecuencias con ellos. Si cambiamos de forma de pensar o de ideas en cuanto a cómo educarles y somos como una montaña rusa o nos mostramos cambiantes, esto es negativo para ellos. La paciencia y la perseverancia, junto con la capacidad para vincular con los niños, ofrecerles unas reglas y normas justas, flexibles y coherentes, unas consecuencias predecibles y proporcionadas a las transgresiones que cometan, sin olvidarnos del afecto, el cariño, el diálogo y la aceptación respetuosa de su persona, esto es imprescindible, son los elementos que debemos de mantener. Puede que no consigamos nada a corto plazo, como la ola no consigue moldear la roca cuando la acaricia pocas veces. Pero, ¿y cuando la ola ha pasado por la roca una y otra vez, miles y miles de veces? Podéis ver este vídeo de las rocas del paseo cercano a mi consulta. Las rocas ya no tienen aristas ni vértices. Están como redondeadas. 



2. La palanca: “Dame un punto de apoyo y moveré mi mundo”

Esta es una metáfora que es un arquetipo. Se pierde en la noche de los tiempos. Arquímedes inventó la palanca de tal modo que podía levantar enormes bloques y pesos, si encontraba un punto de apoyo. Cuando los enemigos veían aparecer a Arquímedes, temblaban de miedo porque le atribuían características sobrenaturales al ser capaz de mover grandes piedras de manera tan fácil, y lanzarlas hacia los soldados invasores, claro, sembrando el pánico.

Mis amigos José Luis Rubio y Gema Puig, psicólogos, de la Asociación Addima, para el Desarrollo y Promoción de la Resiliencia, son los que descubrieron esta metáfora que aplicada a un joven no hace falta añadir mucho más.



Si queremos que los niños y jóvenes hagan un proceso de reconstrucción resiliente, les tenemos que dar puntos de apoyo (personas estables en sus vidas, y otro tipo de experiencias significativas) durante largo tiempo. Y con ello lograrán transformar SU mundo, esto es, conseguir crecer y rehacerse desde la adversidad. 

Que nadie piense que un menor dañado y traumatizado por los malos tratos hace un proceso de resiliencia gracias a que es resiliente, así, por ciencia infusa. Como si eso fuera un rasgo intrapsíquico. Eso solo serviría como excusa peligrosa para recortar más los medios materiales y humanos que los servicios sociales ponen a disposición de estos menores.

La resiliencia es una construcción social que emerge internamente gracias a la disposición de recursos externos (humanos, materiales, experienciales…) que favorecen la emergencia de recursos y cualidades internas insospechadas en el niño hasta el momento. Las personas que acompañan al niño en su crecimiento creen en él de manera fundamental (aceptan su persona y su mundo emocional, aunque no toleren todas las conductas, si estas dañan), no le suplantan y le prestan sus recursos personales (le prestan al niño su cerebro de adulto). De este modo se constituyen en los puntos de apoyo que el infante precisa para crecer y rehacerse de las adversidades.

3. Enseñar a andar en bicicleta como metáfora del apego: de la dependencia a la autonomía.

El apego es el lazo afectivo que une en el espacio-tiempo al bebé con el cuidador. Hablamos de apego seguro cuando la expectativa del bebé respecto al cuidador es la de proporcionarle una experiencia de confort y seguridad ante las amenazas internas (ansiedad, angustia, impulsos indeseados…) y externas. El cuidador es interiorizado como una base de seguridad a la que poder acudir y encontrar estas experiencias de tranquilidad y seguridad emocional. En la medida que el bebé lo interioriza, dicha seguridad le permite ir ganando progresivamente autonomía. Fomentar el apego seguro es también mostrar un “total respeto por la necesidad de autonomía del niño” Podrá así explorar el mundo que le rodea, aprender y separarse de la madre o cuidador para poder desarrollar paulatinamente su individualidad, pero a la vez contemplando la necesidad del otro si la precisa.

La función de los padres o cuidadores es la de inicialmente mantener una permanencia para que las funciones psíquicas se estabilicen, pero en la medida que ese niño vaya adquiriéndolas, pasará por una fase de transición donde la presencia de los padres será más intermitente para que finalmente el niño gane permanencia interna y no precise constantemente la presencia de los padres para estabilizar las funciones psíquicas.

Un ejemplo de esto lo tenemos en el niño que está entre los dos y los tres años. Gracias a la estimulación repetida por parte de los padres o cuidadores, a su constancia, amor, paciencia y tranquilidad el bebé desarrolla la capacidad de separarse de ellos transitoriamente (por ejemplo, para ir al jardín infantil) y entender estas separaciones. De la total dependencia de las figuras externamente para pasar por fases de transición y adaptación y terminar en el logro de una habilidad regularoria y en la comprensión de que los padres no desparecen cuando se alejan. 

¿Cómo explicar esto? Suelo recurrir a la metáfora de enseñar a andar en bicicleta. Si quieres que la función psíquica se interiorice, has de estar totalmente presente. Porque si no, el niño se cae al suelo. Sin embargo, la permanencia y la repetición favorecen que el niño ya pueda andar en la bici unos cuantos metros sin caerse, aunque la mano del papá o de la mamá para equilibrar y dar puntos de apoyo, transitoriamente, será necesaria. Aún no pueden retirarse del todo. Finalmente, con la perseverancia, el niño podrá desplazarse en la bicicleta lejos, sin caerse y con habilidad, sin necesidad de recurrir a la ayuda del adulto. Su memoria procedimental registró este aprendizaje que es capaz de hacer de modo no consciente, sin necesidad de pensar en ello.



4. Los cimientos de la casa como el logro del apego seguro y base de la auto-organización de la mente y el cerebro.

¿Cómo explicar a los padres o personas que no sepan nada qué supone el apego seguro? El apego no lo es todo para un ser humano, ni es una garantía de nada. Felix López, catedrático de la Universidad de Salamanca, experto y una eminencia en el tema que nos ocupa, comenzó una charla sobre apego diciendo que el apego seguro no es garantía de seguro de vida. Porque todos somos vulnerables y porque todos somos en muchos momentos dependientes y necesitados.

El logro del apego seguro no exime a un sujeto de enfermedades mentales y físicas, ni de sufrir, ni de que le sucedan adversidades, ni le dota de superpoderes. El apego seguro sin embargo es una experiencia en la que aprendes temprana e implícitamente que el otro estará ahí disponible, sensible y confiablemente. Sobre todo, otorga confianza. Los jóvenes que sufrieron maltrato y abuso que yo he tratado, muchos de ellos lo que observaba es que no confiaban absolutamente en nadie. 

Si aprendes a confiar y sientes inconscientemente que el otro te ayudará, te brindará confort, calma y seguridad, buscarás a ese otro para poder apoyarte en los momentos de crisis vital o de alteraciones psicológicas. Expresarás mejor tus emociones y tu regulación emocional recuperará antes. Serás posiblemente alguien más coherente y organizado mentalmente, y la capacidad para poder integrar y hacer insight sobre lo que te ocurre en ese momento de crisis de tu vida estará conservada. Te beneficiarás de las ayudas personales y profesionales (aceptarás con menos resistencias tu papel en los problemas y serás responsable y activo en tu proceso de sanación emocional), siendo más flexible y menos rígido mentalmente.



Es decir, la persona (en la metáfora, el edificio) se puede tambalear y necesitar apuntalamiento, pero gracias a que en sus comienzos se construyeron unos buenos cimientos (el apego seguro) no se cae. Recibe bien las ayudas y los planes de restauración y pasado el momento en el que el peligro del derrumbe estaba ahí, se pueden quitar los apuntalamientos pues el edificio se vuelve a sujetar por sí sólo gracias a esos cimientos de calidad.

5. El guía y el mapa para ilustrar la ayuda que necesita un menor con los deberes escolares.

Los deberes escolares son un momento de tensión para muchas familias. Creo que muchos de estos problemas podrían manejarse mejor si comprendiéramos que el niño aún no posee habilidades ejecutivas suficientemente desarrolladas para gestionar todo lo que supone hacer los deberes. Desde nuestro punto de vista de padres y adultos, nos parece “si solo es leer cinco líneas” Pero en realidad una tarea como leer comprende complejas funciones cognitivas y emocionales que para determinados niños es muy complicado alcanzar sin ayuda.

¿Cuánta ayuda? Según la edad madurativa del niño. ¿Cómo se lo explicamos a los cuidadores? Yo suelo usar la metáfora del guía turístico y el mapa. En función del grado de autorregulación del niño y del desarrollo de sus funciones ejecutivas (funciones asociadas al lóbulo frontal responsables de ordenar, secuenciar y planificar la conducta, esto es, como el director de orquesta interno), el adulto ha de intervenir. Cuanto menos desarrolladas estas funciones, más intervención por nuestra parte. Como adultos deberemos ser como el guía que no sólo te da el mapa y te indica cómo llegar al sitio, sino que física y emocionalmente te acompaña, anima, regula, planifica, secuencia… Va contigo todo el camino. Su función es ACOMPAÑAR y GUIAR.



Conforme el niño interioriza el camino, esto es, desarrolla habilidades, y puede operar con más autonomía, entonces la función del cuidador o persona que le ayuda con los deberes será la de GUIAR más que ACOMPAÑAR. El guía ya puede indicar cuál es el camino y dar el mapa sin necesidad de estar físicamente al lado e interviniendo constantemente para que el niño no se vaya del camino.

Finalmente, aspiramos, como siempre repetimos cual mantra, con paciencia y perseverancia, a que solamente tengamos que SUPERVISAR cómo el niño hace la tarea.

Pero para que un niño interiorice una función necesita de la presencia continuada de los adultos acompañando y guiando al menos –dicen los expertos- dos meses. Esto como siempre, es orientativo y depende también del tipo de habilidad.

6. El filtro como metáfora del papel que los cuidadores deben de ejercer para regular emocionalmente al niño.

El logro de la autoregulación de los estados internos y su adecuada expresión en la conducta es resultado de una experiencia prolongada de co-regulación con un adulto competente que en sintonía con el niño enseñar a modular dichos estados, en una especie de “gimnasia” emocional. Activa y estimula cuando es preciso, o calma y tranquiliza cuando se precisa. El bebé no puede regularse por sí solo. Tiene muy pocos recursos a su alcance. Tan solo puede chuparse el dedo, mecerse o disociarse. Depende totalmente de un adulto competente que mediante la sincronía afectiva pueda calmarlo y tranquilizarlo. 

¿Qué metáfora podemos usar para ayudar a los padres o familias a comprender este papel? El del filtro. Todos sabemos para qué sirve un filtro: deja fuera lo que no es útil, no sirve o no es bueno, y deja pasar lo que es válido, sirve o es bueno. 




El adulto es como un filtro para el bebé a nivel sensorial y emocional: si hay demasiada temperatura, trata de ajustarla. O a la inversa. Si hay mucho ruido, lleva al bebé a un lugar tranquilo.  Si está demasiado excitado, el cuidador le calma con el contacto piel con piel. Y así podríamos poner cientos de ejemplos en los que el adulto actúa como ese filtro que permite que el niño reciba la estimulación ambiental que pueda procesar (por eso muchos niños maltratados tienen problemas a nivel de integración sensorial, porque la figura de apego no hizo esta función) con su inmaduro cerebro, así como la regulación externa de los estados emocionales, los ciclos de excitación-relajación, que son modulados por un adulto competente que entiende y lee a la perfección qué necesita el bebé.

El trabajo de muchos cuidadores, acogedores, adoptivos… que tienen a su cargo niños más mayores es hacer de ese filtro estabilizador que necesitan porque arrastran secuelas derivadas del maltrato: no pueden estabilizarse a nivel sensorial ni emocional debido a que el adulto temprano no ejerció ese rol o directamente, con su propia inestabilidad, desreguló al menor. 

7. El director de orquesta para mostrar qué son las funciones ejecutivas y la necesidad de la permanencia junto al niño.

¿Cómo podemos explicar a unos padres o familia adoptiva/acogedora que los malos tratos pueden acarrear secuelas en el desarrollo madurativo del cerebro? ¿Y de qué tipo? La mayor parte de los casos presentan un déficit en las funciones ejecutivas, que son algo así como el capitán del barco cognitivo. 

Suelen ser chicos y chicas inteligentes, con muy buenas ideas y propósitos, que pueden prometer implicarse y tratar de corregir sus errores y mejorar, pero que por sí solos no pueden. 

Siguiendo la metáfora, su cerebro (la orquesta) tiene muy buenos timbales, trombones, violines, trompetas… pero no hay un director de orquesta (lóbulo frontal), con lo cual viven en el caos. Cada uno toca por su cuenta, pero no hay una organización. O usando otra metáfora, hay muy buenas ideas en la empresa, pero el departamento ejecutivo o la gerencia no funciona y no se persevera ni se secuencia y planifica –y menos automonitorea- ninguna de esas ideas o propósitos.

La imagen de un director de orquesta regulando, ordenando, inhibiendo, parando, indicando entrar a un instrumento, coordinando… creo que es una potente y clarificadora idea de lo que son las funciones ejecutivas, así como de la frustración que a estos chicos y chicas les supone querer, pero luego no poder gobernar y caer en la apatía, o en la desatención, la falta de control de impulsos o la desinhibición.

Es por ello por lo que los cuidadores han de ejercer ese papel de permanencia, como un director de orquesta, no que suplante sino que regule, module y ayude a organizarse desde fuera, cual director de orquesta.

Me despido con este vídeo de un director de orquesta atípico, pero genial: Carlos Kleiber. Aunque su forma de dirigir parecía un tanto extravagante, lo hacía de un modo tan plástico, dinámico y divertido que puede servirnos de metáfora para que dirijamos a nuestros niños de una manera atractiva y lúdica (Por ejemplo, se le puede ordenar a un niño recoger la mesa, pero también se le puede decir que le ayudamos a recoger haciendo una apuesta a ver quién recoge más cosas antes...)





Espero que os haya gustado y os sea útil en vuestra labor educativa y terapéutica. 

Volveremos con nuevas metáforas en otro post.

Cuidaos / Zaindu.