lunes, 15 de mayo de 2017

Dos posts en uno: Adopción y acogimiento: lo que no debemos hacer como cuidadores y lo que sí debemos hacer (III y final) / "Psicoterapia sensoriomotriz", nuevo libro de Pat Ogden y Janina Fisher, editado por Desclée de Brouwer.

Post nº 1: Adopción y acogimiento: lo que no debemos hacer como cuidadores y lo que sí debemos hacer (III y final) 

Vamos con la tercera y última parte de esta trilogía:

Respetar y honrar su historia de vida. Dentro de las familias adoptivas existe una heterogeneidad que hace difícil poder generalizar. Hablaré desde mi experiencia, desde lo que he compartido en psicoterapia con los menores y sus familias durante estos diez años de trabajo. Existen familias –la verdad es cada vez son menos, afortunadamente- donde es un tabú hablar de los orígenes, de los padres biológicos, del lugar donde se nació… El mensaje explícito o implícito que se envía a estos menores es que resulta amenazante y peligroso para la seguridad y el bienestar familiar hablar de orígenes e incluso mencionar la palabra adopción. La consigna, tácita o explícita, es hacer tabula rasa del pasado. Algunos padres directamente dicen que “eso de la adopción no le influye nada, no hace falta que lo toques” Estos padres no ven la mente del menor, están focalizados en la suya propia y en lo amenazante que es para ellos que se ponga de manifiesto el contenido latente: la realidad adoptiva. Este tipo de padres pueden presentar problemas psicológicos –e incluso muchas veces, de pareja-. No son conscientes (por su negación) de que borrando el pasado del niño/a lo que hacen es generarle sufrimiento (el menor no puede expresar lo que siente, no tiene a nadie que pueda ponerse en su piel y compartir sus emociones sobre su doloroso pasado), angustia (hablar es peligroso y puede conllevar rechazo) y confusión (no puede desarrollar su identidad y asentar el sentimiento de pertenencia) Estos padres viven con recelo y rivalidad la existencia de los progenitores, sus raíces y su historia. Constituye un grave atentado a los derechos del niño y una negligencia por parte de estos padres, centrados en su punto de vista y en creer saber lo que necesita o no necesita el niño/a, sin nunca escuchar su sentir. Desde luego que este no es el único problema que estas familias suelen tener en la educación de los menores. El problema suelen ser ellos y no  los menores.




Otros padres manifiestan abiertamente, desde  el principio, al menor su condición de adoptado, les explican lo fundamental de su historia y lo que puede entender acorde a su edad, muestran su disposición a que el chico/a hable con ellos cuando lo necesite. Son padres conscientes de esta necesidad, capaces de entender que es parte de la historia del niño/a y que hay que fomentar un clima de apertura y naturalidad para poder hablar de ello. Comparten incluso los sentimientos que el menor puede sentir y le muestran su apoyo afectivo y comprensión. Son padres abiertos a acompañar a su hijo en su proceso de búsqueda de orígenes cuando sea preciso.

Finalmente, hay padres que presentan una capacidad parental extraordinaria y no sólo hacen todo lo anterior sino que sintonizan y conectan con las emociones que el niño/a pueda sentir y, además, como afirma Siegel (2007), les hacen sentir que las sienten. Son padres con gran capacidad para generar confianza y seguridad. Le proporcionan a su hijo/a una narrativa desculpabilizadora, honran a los padres biológicos y los orígenes del menor. Crean un clima afectivo, seguro y confortable en el que el niño/a conecta con que puede “dejarse caer” y les comparte muchas emociones y pensamientos. Son padres que han sabido tener paciencia para acompañar al niño y esperar a que se vaya produciendo el vínculo siendo conscientes de que al principio los rechazos, la ira, el temor, las respuestas supervivenciales… son normales y esperables.

Por todo ello, nuestra actitud de disponibilidad, apertura, escuchar sin juzgar, confianza, validación de su mundo emocional (darle valor a su relato y refrendar sus emociones; como Cyrulnik (2010) ha dicho muchas veces, la sociedad ha tardado mucho en estar preparada para escuchar las historias de las víctimas; eran tan horribles que no quería creer que los seres humanos fueran capaces de tamañas atrocidades) es importantísima. Validar las emociones del menor, sin dramatizar ni minimizar, conectando y resonando con el hijo/a en lo que vive, es muy sanador. Y honrar su valentía, haber sobrevivido a pesar de todo, sentirse orgulloso de ellos por eso. Y respetar y honrar a las familias biológicas, ellas les dieron la vida; y después su incapacidad parental y/o las circunstancias hicieron que no les pudieran cuidar.




Jugar con el niño y tener unos minutos diarios corazón con corazón. Creo que un creciente número de padres y madres, así como de profesionales, reclaman retomar el juego libre y espontáneo. Tanto el niño cuando juega solo como cuando lo hace en grupo. Los niños y niñas están saturados de actividades fuera del horario escolar, actividades que copan todo su día, sin disponer de minutos para que la imaginación vuele, la creatividad se ponga en marcha, el disfrute y el placer por jugar se activen y aprendan a relacionarse con los iguales mediante el juego.

Si yo fuera profesor de Primaria y los padres me preguntaran qué tipo deberes le conviene hacer al niño/a, les contestaría que jugara tanto solo/a, como con ellos y los/as amigos/as a diario. Esos serían los "deberes".

Algunos niños/as adoptados/as no saben jugar y han de enseñarles sus padres poco a poco para, posteriormente, pasar a hacerlo con otros menores. En consulta, mucho trabajo terapéutico lo hacemos con ellos mediante el juego, estimulamos sus capacidades y potenciamos el juego simbólico, ya que a través del mismo el menor puede representar muchas situaciones duras que ha vivido, liberar las emociones, elaborar dichas vivencias traumáticas y desarrollar sentimientos de control sobre ello.

Además, como recomienda mi amiga, colega y profesora Maryorie Dantagnan: “Tened si fuera posible, diariamente (disponibilidad y accesibilidad) si no, los días que más podáis, unos 20 minutos con vuestro hijo/a a solas, dedicados a él/ella, ojalá sin interrupción, contacto físico y visual; corazón a corazón.  Podréis hablar de cómo ha ido el día, lo mejor y lo peor de su día y del tuyo también (¡pero sin exagerar!) También podéis hacer algo juntos, pero sin perder el contacto físico y visual: contarle una historia, jugar, hacerle un masaje, etc.  Si tu hijo/a no cuenta ni dice nada, no presionar ni cuestionar esta “opción”, pero no te des por vencido/a, continúa día tras día con el mismo ritual (¡compartiendo lo tuyo y manteniendo la expectativa de escucharlo!)”

Aceptar fundamentalmente a la persona. Uno de los problemas que tienen algunos chicos/as adoptados/as (y es uno de los factores, que de no solucionarse, influyen en que la adopción pueda truncarse) es que no aceptan ni ceden el control externo adulto. Es una de las características que distinguen a los trastornos del apego, al desorganizado. Por lo tanto, los padres y madres han de tener en cuenta que han de transmitirle al niño/a que puede ceder el control y que no se aprovecharán del mismo para dañarle. Ante cualquier conflicto, los gritos, las luchas de poder, las amenazas, los castigos físicos… han de evitarse totalmente. Es mejor imponer consecuencias que no dañen pero enseñen. La aceptación de la persona es FUNDAMENTAL: te acepto, respeto, no te daño, te quiero en lo fundamental. Pase lo que pase: riñamos, nos peleemos, discutamos… No te agredo, ni te humillo ni insulto. Y, por supuesto, a la inversa: el niño/a debe de tener muy claro que se le acepta a él como persona pero NO TODO LO QUE VENGA DE ÉL, SI DAÑA.

Así pues, el menor, a la larga, debe ir aprendiendo que puede ceder el control y que no nos aprovecharemos del mismo para hacerle las terribles cosas que le hicieron sus progenitores u otros adultos. Porque los niños/as que más dificultades tienen para ceder el control son precisamente los que en su pasado padecieron severos maltratos y abusos.

Termino con esta frase de mi admirada Maryorie Dantagnan, que conoce muy bien el alma de estos muchachos y muchachas: “El único propósito de estas tareas terapéuticas es que tu hijo/a pueda mejorar su calidad de vinculación porque todavía invierte mucha de su energía para protegerse de esa vulnerabilidad interior que se reviste de chico/a poderoso/a. Es muy importante imponer consecuencias porque así se va haciendo responsable de sus  opciones, y por otro lado, así se le da la idea que él no tiene el control ni necesita tenerlo de esa manera”.

Trabajar las funciones ejecutivas con permanencia. Tal y como Barudy y Dantagnan (2014) explican, “los trastornos de la función ejecutiva son una de las  consecuencias relevantes   que presentan  los niños y niñas que han vivido experiencias traumáticas complejas y acumulativas. Estas  experiencias, consecuencia de abandono afectivo, negligencia, agresiones físicas y/o psicológicas, ambientes de violencia, son de mayor gravedad cuando son   traumas tempranos (los que ocurren durante la gestación y/o entre los  0 y los 3 años). Para estos niños y niñas  es un gran desafío poder hacer frente a las exigencias escolares y familiares, en relación a realizar determinadas tareas y responsabilidades; por ejemplo, organizarse para  hacer  los deberes,   mantener la agenda escolar cuidar y mantener ordenado el material escolar, realizar una tarea doméstica, etc. Todo esto es,  la mayoría de las veces, indicador de una alteración de lo que se conoce como las  funciones ejecutivas (FE).  Estas  funciones son las que permiten a los niños y niñas, también a los adultos  “hacer lo que deben hacer” o ejecutar un plan o  simplemente una  tarea. Como todas las funciones mentales, estas tareas requieren mecanismos mentales  de alta complejidad y su dificultad en realizarlas no se puede reducir solamente a una falla en la capacidad de organizarse.”


Listado de funciones ejecutivas.




Lo que queremos subrayar hoy es que algunos/as menores pueden tener afectadas las funciones ejecutivas. No han madurado las mismas a nivel suficiente para su edad y ello puede deberse a la incidencia de las experiencias traumáticas complejas y acumulativas, como refieren Barudy y Dantagnan. Por eso, los padres debéis de tener en cuenta que tareas como ducharse, hacer la cama, recoger el cuarto, vestirse solos y hacer los deberes (que os parecen, a vuestros ojos, simples) son más complejas cognitivamente de lo que pensáis. Incluso hacer los deberes (los padres soléis afirmar “¡pero si solo es leerlo y memorizarlo!”, como si ese proceso cognitivo no revistiera complejidad) es una tarea que implica la intervención de un buen número de habilidades cognitivas para las que el cerebro ejecutivo del menor puede que aún no esté preparado ni maduro (acorde a lo esperado a su edad, claro)

A veces, los errores, las evasiones y la falta de consistencia en la respuesta a las tareas de los menores se confunde con un problema de actitud cuando no lo hay. Se les echa la bronca por no hacerlas, creyendo que es un asunto de falta de voluntad o actitud negativa cuando puede haber retrasos o alteraciones en las funciones ejecutivas. Los menores no pueden secuenciar, planificar y ordenar una acción, completarla y mantenerse en ella sin distracciones, regulándose y auto-monitoreando el proceso.

Por eso, los profesionales de la RED APEGA que hemos egresado del Postgrado en Traumaterapia sistémica-infantil de Barudy y Dantagnan, incorporamos en nuestro protocolo de valoración e intervención el estudio de las funciones ejecutivas del menor que acude a tratamiento con nosotros.

Los padres debéis de tener en cuenta que si existe un problema en las funciones ejecutivas hay que desarrollar programas de estimulación en los que nos propongamos cada vez trabajar un aspecto. Por ejemplo, la ducha. Motivar al niño/a a participar (generar un registro con puntos donde puede cambiar por pequeños logros que le gusten), crear una tabla con toda la secuencia de acciones y conductas que implican ducharse y enseñarle al menor a hacerlas paso a paso, manteniéndose en las mismas por orden y sin distracciones, terminando. 

Los padres han de estar presentes todo el tiempo, pues sin permanencia externa los niños se evaden, se saltan pasos, abandonan o no hacen. Esto es lo que más les cuesta –os cuesta- aceptar, estar presentes de manera continua y anotando cuántas veces hubo que recordarle que no se saltara un paso determinado. Pero también tened en cuenta -para que no os desmotivéis vosotros/as- que con ello estáis sembrando para el futuro: con vuestra permanencia externa fomentáis la interna, que el hábito se grabe y se consolide en su cerebro ejecutivo. Más o menos, en general, lleva unos dos meses de permanencia externa que una función ejecutiva se registre en la memoria y se estabilice en la conducta del menor. En la segunda fase, la presencia del adulto es para supervisar cómo ha ejecutado la actividad. Y en la tercera fase, el niño debe ser capaz de hacer toda la secuencia de la tarea de ducharse solo y sin necesidad de que el adulto le supervise.

Bueno, pues con esta tercera parte hemos puesto punto y final a esta trilogía sobre lo que deben y no deben de hacer los padres y madres adoptivos/as y acogedores, con el fin de ayudaros cada día a ser más conscientes de vuestra tarea de crianza. Espero que os haya sido útil y beneficiosa.

REFERENCIAS

Barudy, J.; Dantagnan, M. (2014) Las funciones ejecutivas. Qué son y cómo fortalecerlas. Documento no publicado.

Cyrulnik, B. (2010) Me acuerdo. El exilio de la infancia. Barcelona: Gedisa editorial.

Siegel, D. (2007) La mente en desarrollo. Cómo interactúan las relaciones y el cerebro para modelar nuestro ser. Bilbao: Desclée de Brouwer.



Post nº 2: Excelente libro de Pat Ogden y Janina Fisher traducido al castellano y editado por Desclée de Brouwer: Psicoterapia sensoriomotriz. Intervenciones para el trauma y el apego.

Os recomiendo el último libro publicado al castellano –traducido y editado por Desclée de Brouwer- de Pat Ogden, psiquiatra y fundadora de la psicoterapia sensoriomotriz para el tratamiento del trauma complejo y de la psicoterapeuta Janina Fisher: Psicoterapia sensoriomotriz. Intervenciones para el trauma y el apego.


Un excelente libro de Pat Ogden y Janina Fisher con fichas de trabajo para el paciente y el terapeuta.


Es un libro extenso (647 páginas) pero que se lee muy fácil porque gran parte del mismo lo constituyen fichas de trabajo para los terapeutas y los pacientes. Aún no lo he terminado, estoy justo en la página 390. Pero puedo adelantaros que se trata de una extraordinario libro: completo, riguroso, actual, ameno, vivencial, científico... Pat Ogden es una de las grandes, integrante del Olimpo de los dioses/as de los que aprendemos los demás terapeutas. Ella y Janina, además, tienen facilidad para contar y transmitir los contenidos científicos del trauma de manera que llegue al lector. No se hace nada pesada su lectura.

El libro está ideado para que pacientes y terapeutas cuenten con un instrumento base de trabajo sobre el cual psicoeducar e intervenir en las secuelas que los traumas dejan en la mente y sobre todo, en el cuerpo de las personas. No podemos cambiar el pasado traumático pero sí modificar los efectos que éste tiene sobre las personas, mediante un fenómeno llamado neuroplasticidad. Cuando un paciente recrea en el contexto seguro de la terapia una experiencia pasada y la observa, en todos sus componentes, ya no es la misma experiencia original: ésta es recreada por la mente la cual -mediante su acción guiada por el terapeuta- la transforma generando nuevas redes neurales. Esto es lo que se ha llamado neuroplasticidad, la capacidad de producir cambios positivos en el cerebro mediante la elaboración de las experiencias. 

El libro refiere el programa terapéutico que Pat Ogden y Janina Fisher trabajan con sus pacientes. En la primera parte del libro, las autoras hacen un completo repaso por los conceptos más importantes: trauma, apego, disociación… Después, exponen su programa de intervención por fases: la primera, consiste en trabajar y crear recursos psicológicos y somáticos con el paciente para manejar las secuelas que el trauma deja en el sistema nervioso, para que el paciente pueda regularse y estabilizarse. La segunda fase incide en el trabajo de la memoria, la que contiene los recuerdos traumáticos explícitos e implícitos. Y finalmente, la tercera fase propone avanzar, relacionarse, marcar límites, el juego, el placer… Proyectarse a futuro, en suma.

Cada capítulo (los pacientes pueden leerlo y aprender sobre trauma, es una herramienta maravillosamente diseñada por Pat Ogden y Janina Fisher) tiene el mismo guion: unas cuantas líneas sobre lo que se propone trabajar; una descripción detallada de los contenidos, explicando conceptos importantes; unas fichas de trabajo práctico, donde se proponen ejercicios y actividades para abordar desde la vivencia y la experiencia las áreas que se tocan en el capítulo. Y un epígrafe dedicado a cómo manejar el material para los pacientes con trastornos disociativos. Es un programa didáctico, completo, paso a paso, pensado para el paciente (algo poco habitual) y el terapeuta que le acompañará a lo largo de la terapia. He aprendido mucho sobre conceptos, intervenciones somáticas, apego, trauma y disociación. Aún no lo he terminado, así que os contaré más cuando lo finalice.


Os recomiendo que lo adquiráis, sobre todo a los terapeutas que tenéis en vuestra consulta a pacientes traumatizados. No hace falta que sean pacientes severamente traumatizados. Como dicen Pat Ogden y Janina Fisher, todos tenemos algo que trabajar, nuestro cuerpo ha registrado en su memoria las primeras lecciones que aprendimos en las relaciones de apego, y lo reproduce. Porque todos sufrimos en mayor o menor medida, confirmaciones y desonfirmaciones de nuestros padres o figuras de apego. En la medida que las desconfirmaciones son más graves, nos acercamos a traumas severos como el maltrato, el abuso y el abandono.

Pronto hablaremos en Buenos tratos de más libros, nos resultan imprescindibles.

Cuidaos / Zaindu

3 comentarios:

Educación emocional dijo...

Buenísimo José Luis, en todos sus aspectos. Ojalá el juego estuviese más presente en todos los hogares. ¡Un abrazo!

menchu austen dijo...

Buenísimo, como siempre! me encanta leerte y todo lo que cuelgas. lo unico es que no consigo ver el video que pones sobre el boton del miedo y me parece super interesante
... ¿podrías decirme el titulo del video para buscarlo? un abrazo y gracias por compartir tus reflexiones, experiencias y crecimiento

José Luis Gonzalo Marrodán, psicólogo dijo...

Estimada Menchu:

Me alegro mucho de que te guste y te aporte lo que aquí vuelco. Es una motivación clave para que siga escribiendo año tras año.

Te dejo el enlace al vídeo del botón del miedo:

Un saludo cordial.

José Luis Gonzalo

https://youtu.be/5sjhyD0YuYE