Post nº 1: Adopción y acogimiento: lo que no debemos hacer como cuidadores y lo que sí debemos hacer (III y final)
Vamos con la tercera y última parte de esta trilogía:
Respetar y honrar su historia de vida. Dentro de las familias adoptivas existe una heterogeneidad que hace difícil poder generalizar. Hablaré desde mi experiencia, desde lo que he compartido en psicoterapia con los menores y sus familias durante estos diez años de trabajo. Existen familias –la verdad es cada vez son menos, afortunadamente- donde es un tabú hablar de los orígenes, de los padres biológicos, del lugar donde se nació… El mensaje explícito o implícito que se envía a estos menores es que resulta amenazante y peligroso para la seguridad y el bienestar familiar hablar de orígenes e incluso mencionar la palabra adopción. La consigna, tácita o explícita, es hacer tabula rasa del pasado. Algunos padres directamente dicen que “eso de la adopción no le influye nada, no hace falta que lo toques” Estos padres no ven la mente del menor, están focalizados en la suya propia y en lo amenazante que es para ellos que se ponga de manifiesto el contenido latente: la realidad adoptiva. Este tipo de padres pueden presentar problemas psicológicos –e incluso muchas veces, de pareja-. No son conscientes (por su negación) de que borrando el pasado del niño/a lo que hacen es generarle sufrimiento (el menor no puede expresar lo que siente, no tiene a nadie que pueda ponerse en su piel y compartir sus emociones sobre su doloroso pasado), angustia (hablar es peligroso y puede conllevar rechazo) y confusión (no puede desarrollar su identidad y asentar el sentimiento de pertenencia) Estos padres viven con recelo y rivalidad la existencia de los progenitores, sus raíces y su historia. Constituye un grave atentado a los derechos del niño y una negligencia por parte de estos padres, centrados en su punto de vista y en creer saber lo que necesita o no necesita el niño/a, sin nunca escuchar su sentir. Desde luego que este no es el único problema que estas familias suelen tener en la educación de los menores. El problema suelen ser ellos y no los menores.
Otros
padres manifiestan abiertamente, desde el principio, al menor su condición de adoptado, les explican
lo fundamental de su historia y lo que puede entender acorde a su edad,
muestran su disposición a que el chico/a hable con ellos cuando lo necesite.
Son padres conscientes de esta necesidad, capaces de entender que es parte de
la historia del niño/a y que hay que fomentar un clima de apertura y
naturalidad para poder hablar de ello. Comparten incluso los sentimientos que
el menor puede sentir y le muestran su apoyo afectivo y comprensión. Son padres abiertos
a acompañar a su hijo en su proceso de búsqueda de orígenes cuando sea preciso.
Finalmente,
hay padres que presentan una capacidad parental extraordinaria y no sólo hacen
todo lo anterior sino que sintonizan y conectan con las emociones que el niño/a
pueda sentir y, además, como afirma Siegel (2007), les hacen sentir que las sienten. Son padres con gran capacidad
para generar confianza y seguridad. Le proporcionan a su hijo/a
una narrativa desculpabilizadora, honran a los padres biológicos y los
orígenes del menor. Crean un clima afectivo, seguro y confortable en el que el
niño/a conecta con que puede “dejarse caer” y les comparte muchas emociones y
pensamientos. Son padres que han sabido tener paciencia para acompañar al niño
y esperar a que se vaya produciendo el vínculo siendo conscientes de que al
principio los rechazos, la ira, el temor, las respuestas supervivenciales… son
normales y esperables.
Por
todo ello, nuestra actitud de disponibilidad, apertura, escuchar sin juzgar,
confianza, validación de su mundo emocional (darle valor a su relato y
refrendar sus emociones; como Cyrulnik (2010) ha dicho muchas veces, la sociedad ha
tardado mucho en estar preparada para escuchar las historias de las víctimas; eran tan horribles
que no quería creer que los seres humanos fueran capaces de tamañas
atrocidades) es importantísima. Validar las emociones del menor, sin dramatizar ni minimizar,
conectando y resonando con el hijo/a en lo que vive, es muy sanador. Y honrar su
valentía, haber sobrevivido a pesar de todo, sentirse orgulloso de ellos por
eso. Y respetar y honrar a las familias biológicas, ellas les dieron la vida; y
después su incapacidad parental y/o las circunstancias hicieron que no les
pudieran cuidar.
Jugar
con el niño y tener unos minutos diarios corazón con corazón. Creo que un
creciente número de padres y madres, así como de profesionales, reclaman
retomar el juego libre y espontáneo. Tanto el niño cuando juega solo como
cuando lo hace en grupo. Los niños y niñas están saturados de actividades fuera
del horario escolar, actividades que copan todo su día, sin disponer de minutos
para que la imaginación vuele, la creatividad se ponga en marcha, el disfrute y
el placer por jugar se activen y aprendan a relacionarse con los iguales
mediante el juego.
Si
yo fuera profesor de Primaria y los padres me preguntaran qué tipo deberes le conviene hacer al niño/a, les contestaría que jugara tanto solo/a, como con ellos y los/as amigos/as a diario. Esos serían los "deberes".
Algunos
niños/as adoptados/as no saben jugar y han de enseñarles sus padres poco a poco
para, posteriormente, pasar a hacerlo con otros menores. En consulta, mucho
trabajo terapéutico lo hacemos con ellos mediante el juego, estimulamos sus
capacidades y potenciamos el juego simbólico, ya que a través del mismo el
menor puede representar muchas situaciones duras que ha vivido, liberar las
emociones, elaborar dichas vivencias traumáticas y desarrollar sentimientos de
control sobre ello.
Además,
como recomienda mi amiga, colega y profesora Maryorie Dantagnan: “Tened si fuera posible, diariamente
(disponibilidad y accesibilidad) si no, los días que más podáis, unos 20 minutos con vuestro hijo/a a solas,
dedicados a él/ella, ojalá sin interrupción, contacto físico y visual; corazón
a corazón. Podréis hablar de cómo ha ido
el día, lo mejor y lo peor de su día y del tuyo también (¡pero sin exagerar!) También
podéis hacer algo juntos, pero sin perder el contacto físico y visual: contarle
una historia, jugar, hacerle un masaje, etc.
Si tu hijo/a no cuenta ni dice nada, no presionar ni cuestionar esta
“opción”, pero no te des por vencido/a, continúa día tras día con el mismo
ritual (¡compartiendo lo tuyo y manteniendo la expectativa de escucharlo!)”
Aceptar
fundamentalmente a la persona. Uno de los problemas que tienen algunos
chicos/as adoptados/as (y es uno de los factores, que de no solucionarse, influyen
en que la adopción pueda truncarse) es que no aceptan ni ceden el control
externo adulto. Es una de las características que distinguen a los trastornos
del apego, al desorganizado. Por lo tanto, los padres y madres han de tener en
cuenta que han de transmitirle al niño/a que puede ceder el control y que no se
aprovecharán del mismo para dañarle. Ante cualquier conflicto, los gritos, las
luchas de poder, las amenazas, los castigos físicos… han de evitarse
totalmente. Es mejor imponer consecuencias que no dañen pero enseñen. La
aceptación de la persona es FUNDAMENTAL: te acepto, respeto, no te daño, te
quiero en lo fundamental. Pase lo que pase: riñamos, nos peleemos, discutamos…
No te agredo, ni te humillo ni insulto. Y, por supuesto, a la inversa: el
niño/a debe de tener muy claro que se le acepta a él como persona pero NO TODO
LO QUE VENGA DE ÉL, SI DAÑA.
Así
pues, el menor, a la larga, debe ir aprendiendo que puede ceder el control y
que no nos aprovecharemos del mismo para hacerle las terribles cosas que le
hicieron sus progenitores u otros adultos. Porque los niños/as que más
dificultades tienen para ceder el control son precisamente los que en su pasado
padecieron severos maltratos y abusos.
Termino
con esta frase de mi admirada Maryorie Dantagnan, que conoce muy bien el alma
de estos muchachos y muchachas: “El único propósito de estas tareas terapéuticas
es que tu hijo/a pueda mejorar su calidad de vinculación porque todavía
invierte mucha de su energía para protegerse de esa vulnerabilidad interior que
se reviste de chico/a poderoso/a. Es muy importante imponer consecuencias
porque así se va haciendo responsable de sus
opciones, y por otro lado, así se le da la idea que él no tiene el
control ni necesita tenerlo de esa manera”.
Trabajar
las funciones ejecutivas con permanencia. Tal y como Barudy y Dantagnan (2014) explican, “los trastornos de la función
ejecutiva son una de las consecuencias
relevantes que presentan los niños y niñas que han vivido experiencias
traumáticas complejas y acumulativas. Estas
experiencias, consecuencia de abandono afectivo, negligencia, agresiones
físicas y/o psicológicas, ambientes de violencia, son de mayor gravedad cuando
son traumas tempranos (los que ocurren
durante la gestación y/o entre los 0 y
los 3 años). Para estos niños y niñas es
un gran desafío poder hacer frente a las exigencias escolares y familiares, en
relación a realizar determinadas tareas y responsabilidades; por ejemplo,
organizarse para hacer los deberes,
mantener la agenda escolar cuidar y mantener ordenado el material
escolar, realizar una tarea doméstica, etc. Todo esto es, la mayoría de las veces, indicador de una
alteración de lo que se conoce como las
funciones ejecutivas (FE).
Estas funciones son las que
permiten a los niños y niñas, también a los adultos “hacer lo que deben hacer” o ejecutar un plan
o simplemente una tarea. Como todas las funciones mentales,
estas tareas requieren mecanismos mentales
de alta complejidad y su dificultad en realizarlas no se puede reducir
solamente a una falla en la capacidad de organizarse.”
Listado de funciones ejecutivas. |
Hace
un tiempo escribí en el blog una serie artículos sobre el tema que os recomiendo repasar:
Lo
que queremos subrayar hoy es que algunos/as menores pueden tener afectadas las
funciones ejecutivas. No han madurado las mismas a nivel suficiente para su
edad y ello puede deberse a la incidencia de las experiencias traumáticas
complejas y acumulativas, como refieren Barudy y Dantagnan. Por eso, los padres
debéis de tener en cuenta que tareas como ducharse, hacer la cama, recoger el
cuarto, vestirse solos y hacer los deberes (que os parecen, a vuestros ojos,
simples) son más complejas cognitivamente de lo que pensáis. Incluso hacer los
deberes (los padres soléis afirmar “¡pero si solo es leerlo y memorizarlo!”,
como si ese proceso cognitivo no revistiera complejidad) es una tarea que implica la intervención de un buen número de habilidades cognitivas para
las que el cerebro ejecutivo del menor puede que aún no esté preparado ni maduro (acorde a lo
esperado a su edad, claro)
A
veces, los errores, las evasiones y la falta de consistencia en la respuesta a las tareas de los menores se confunde con un problema de actitud cuando no lo hay. Se les echa la bronca por no hacerlas, creyendo que
es un asunto de falta de voluntad o actitud negativa cuando puede haber
retrasos o alteraciones en las funciones ejecutivas. Los menores no pueden
secuenciar, planificar y ordenar una acción, completarla y mantenerse en ella
sin distracciones, regulándose y auto-monitoreando el proceso.
Por
eso, los profesionales de la RED APEGA que hemos egresado del Postgrado en
Traumaterapia sistémica-infantil de Barudy y Dantagnan, incorporamos en nuestro
protocolo de valoración e intervención el estudio de las funciones ejecutivas del
menor que acude a tratamiento con nosotros.
Los
padres debéis de tener en cuenta que si existe un problema en las funciones
ejecutivas hay que desarrollar programas de estimulación en los que nos
propongamos cada vez trabajar un aspecto. Por ejemplo, la ducha. Motivar al
niño/a a participar (generar un registro con puntos donde puede cambiar por
pequeños logros que le gusten), crear una tabla con toda la secuencia de
acciones y conductas que implican ducharse y enseñarle al menor a hacerlas paso
a paso, manteniéndose en las mismas por orden y sin distracciones, terminando.
Los padres han de estar presentes todo el tiempo, pues sin permanencia externa los niños se evaden, se saltan pasos, abandonan o no hacen. Esto es lo que más les cuesta –os cuesta- aceptar, estar presentes de manera continua y anotando cuántas veces hubo que recordarle que no se saltara un paso determinado. Pero también tened en cuenta -para que no os desmotivéis vosotros/as- que con ello estáis sembrando para el futuro: con vuestra permanencia externa fomentáis la interna, que el hábito se grabe y se consolide en su cerebro ejecutivo. Más o menos, en general, lleva unos dos meses de permanencia externa que una función ejecutiva se registre en la memoria y se estabilice en la conducta del menor. En la segunda fase, la presencia del adulto es para supervisar cómo ha ejecutado la actividad. Y en la tercera fase, el niño debe ser capaz de hacer toda la secuencia de la tarea de ducharse solo y sin necesidad de que el adulto le supervise.
Los padres han de estar presentes todo el tiempo, pues sin permanencia externa los niños se evaden, se saltan pasos, abandonan o no hacen. Esto es lo que más les cuesta –os cuesta- aceptar, estar presentes de manera continua y anotando cuántas veces hubo que recordarle que no se saltara un paso determinado. Pero también tened en cuenta -para que no os desmotivéis vosotros/as- que con ello estáis sembrando para el futuro: con vuestra permanencia externa fomentáis la interna, que el hábito se grabe y se consolide en su cerebro ejecutivo. Más o menos, en general, lleva unos dos meses de permanencia externa que una función ejecutiva se registre en la memoria y se estabilice en la conducta del menor. En la segunda fase, la presencia del adulto es para supervisar cómo ha ejecutado la actividad. Y en la tercera fase, el niño debe ser capaz de hacer toda la secuencia de la tarea de ducharse solo y sin necesidad de que el adulto le supervise.
Bueno,
pues con esta tercera parte hemos puesto punto y final a esta trilogía sobre lo
que deben y no deben de hacer los padres y madres adoptivos/as y acogedores,
con el fin de ayudaros cada día a ser más conscientes de vuestra tarea de
crianza. Espero que os haya sido útil y beneficiosa.
REFERENCIAS
Barudy, J.; Dantagnan, M. (2014) Las funciones ejecutivas. Qué son y cómo fortalecerlas. Documento no publicado.
Cyrulnik, B. (2010) Me acuerdo. El exilio de la infancia. Barcelona: Gedisa editorial.
Siegel, D. (2007) La mente en desarrollo. Cómo interactúan las relaciones y el cerebro para modelar nuestro ser. Bilbao: Desclée de Brouwer.
REFERENCIAS
Barudy, J.; Dantagnan, M. (2014) Las funciones ejecutivas. Qué son y cómo fortalecerlas. Documento no publicado.
Cyrulnik, B. (2010) Me acuerdo. El exilio de la infancia. Barcelona: Gedisa editorial.
Siegel, D. (2007) La mente en desarrollo. Cómo interactúan las relaciones y el cerebro para modelar nuestro ser. Bilbao: Desclée de Brouwer.
Post nº 2: Excelente libro de Pat Ogden y Janina Fisher traducido al castellano y editado por Desclée de Brouwer: Psicoterapia sensoriomotriz. Intervenciones para el trauma y el apego.
Os recomiendo el último libro publicado al
castellano –traducido y editado por Desclée de Brouwer- de Pat Ogden,
psiquiatra y fundadora de la psicoterapia sensoriomotriz para el tratamiento
del trauma complejo y de la psicoterapeuta Janina Fisher: Psicoterapia sensoriomotriz. Intervenciones para el trauma y el apego.
Un excelente libro de Pat Ogden y Janina Fisher con fichas de trabajo para el paciente y el terapeuta. |
Es
un libro extenso (647 páginas) pero que se lee muy fácil porque gran parte del
mismo lo constituyen fichas de trabajo para los terapeutas y los pacientes. Aún
no lo he terminado, estoy justo en la página 390. Pero puedo adelantaros que se
trata de una extraordinario libro: completo, riguroso, actual, ameno,
vivencial, científico... Pat Ogden es una de las grandes, integrante del Olimpo
de los dioses/as de los que aprendemos los demás terapeutas. Ella y Janina, además,
tienen facilidad para contar y transmitir los contenidos científicos del trauma
de manera que llegue al lector. No se hace nada pesada su lectura.
El
libro está ideado para que pacientes y terapeutas cuenten con un instrumento
base de trabajo sobre el cual psicoeducar e intervenir en las secuelas que los
traumas dejan en la mente y sobre todo, en el cuerpo de las personas. No
podemos cambiar el pasado traumático pero sí modificar los efectos que éste
tiene sobre las personas, mediante un fenómeno llamado neuroplasticidad. Cuando
un paciente recrea en el contexto seguro de la terapia una experiencia pasada y la
observa, en todos sus componentes, ya no es la misma experiencia original: ésta es recreada
por la mente la cual -mediante su acción guiada por el terapeuta- la transforma generando nuevas redes neurales. Esto es lo que se ha llamado neuroplasticidad, la
capacidad de producir cambios positivos en el cerebro mediante la elaboración de las experiencias.
El
libro refiere el programa terapéutico que Pat Ogden y Janina Fisher trabajan con sus pacientes.
En la primera parte del libro, las autoras hacen un completo repaso por los
conceptos más importantes: trauma, apego, disociación… Después, exponen su programa
de intervención por fases: la primera, consiste en trabajar y crear recursos
psicológicos y somáticos con el paciente para manejar las secuelas que el
trauma deja en el sistema nervioso, para que el paciente pueda regularse y
estabilizarse. La segunda fase incide en el trabajo de la memoria, la que
contiene los recuerdos traumáticos explícitos e implícitos. Y finalmente, la
tercera fase propone avanzar, relacionarse, marcar límites, el juego, el placer… Proyectarse a futuro, en suma.
Cada
capítulo (los pacientes pueden leerlo y aprender sobre trauma, es una
herramienta maravillosamente diseñada por Pat Ogden y Janina Fisher) tiene el mismo guion: unas cuantas líneas sobre lo que se propone trabajar; una descripción detallada de los
contenidos, explicando conceptos importantes; unas fichas de trabajo práctico,
donde se proponen ejercicios y actividades para abordar desde la vivencia y la
experiencia las áreas que se tocan en el capítulo. Y un epígrafe dedicado a cómo manejar el material para los pacientes con trastornos disociativos. Es un
programa didáctico, completo, paso a paso, pensado para el paciente (algo poco
habitual) y el terapeuta que le acompañará a lo largo de la terapia. He aprendido mucho sobre conceptos, intervenciones somáticas, apego, trauma y
disociación. Aún no lo he terminado, así que os contaré más cuando lo finalice.
Os
recomiendo que lo adquiráis, sobre todo a los terapeutas que tenéis en vuestra
consulta a pacientes traumatizados. No hace falta que sean pacientes
severamente traumatizados. Como dicen Pat Ogden y Janina Fisher, todos tenemos algo que
trabajar, nuestro cuerpo ha registrado en su memoria las primeras lecciones que
aprendimos en las relaciones de apego, y lo reproduce. Porque todos sufrimos en
mayor o menor medida, confirmaciones y desonfirmaciones de nuestros padres o
figuras de apego. En la medida que las desconfirmaciones son más graves, nos
acercamos a traumas severos como el maltrato, el abuso y el abandono.
Pronto hablaremos en Buenos tratos de más libros, nos resultan imprescindibles.
Cuidaos / Zaindu
Pronto hablaremos en Buenos tratos de más libros, nos resultan imprescindibles.
Cuidaos / Zaindu
Buenísimo José Luis, en todos sus aspectos. Ojalá el juego estuviese más presente en todos los hogares. ¡Un abrazo!
ResponderEliminarBuenísimo, como siempre! me encanta leerte y todo lo que cuelgas. lo unico es que no consigo ver el video que pones sobre el boton del miedo y me parece super interesante
ResponderEliminar... ¿podrías decirme el titulo del video para buscarlo? un abrazo y gracias por compartir tus reflexiones, experiencias y crecimiento
Estimada Menchu:
ResponderEliminarMe alegro mucho de que te guste y te aporte lo que aquí vuelco. Es una motivación clave para que siga escribiendo año tras año.
Te dejo el enlace al vídeo del botón del miedo:
Un saludo cordial.
José Luis Gonzalo
https://youtu.be/5sjhyD0YuYE