Diez meses, diez firmas II
Invitada del mes de abril de 2017:
Cristina Díez Fernández, psicóloga.
Título del artículo: Impacto de la violencia de género en los hijos e hijas adolescentes en grave riesgo psicosocial: apego, estilo de crianza y disfunciones psíquicas.
Conocí a Cristina Díez Fernández en Oviedo, Asturias, donde trabaja en el centro de terapia familiar Genos y en el sistema de protección de menores. Me invitó junto con su colega Yolanda Higarza (que también ha colaborado con un artículo en el blog) a impartir una formación sobre traumaterapia y la técnica de la caja de arena. Pude así conocerla. Además de su simpatía y su fenomenal acogida me impresionó el compromiso con la infancia maltratada. Tanto que ha destinado sus esfuerzos a investigar en la Universidad de Oviedo el estado psicológico de los menores cuyas madres son víctimas de violencia de género. No son meros testigos, como a menudo se ha sostenido. Desgraciadamente, la violencia impacta directamente en ellos y son víctimas de la misma y de las secuelas que esta deja. Cuando Cristina me habló de que trabajaba en una tesis doctoral para investigar la situación psicológica en la que se encuentran estos chicos y estas chicas, le emplacé a que nos contara en el blog los principales aspectos y conclusiones de su investigación. Y ella, fiel a su palabra, y dada su natural bondad, me envía este amplio resumen para compartirlo con todos nosotros. Muchísimas gracias, Cristina, por tu participación y por formar parte del elenco de los y las generosos/as colaboradores/as del blog Buenos tratos, que comparten sus conocimientos y experiencias con los demás de manera desinteresada.
Cristina Díez Fernández. Doctora en Psicología. Terapeuta Familiar y Docente acreditada por la Federación Española de Asociaciones de Terapia Familiar (FEATF) y presidenta de la Junta Directiva de la Asociación de Terapia Familiar de Asturias (ATFA). Mediadora Familiar por el Forum Europeo de Mediación.
Trabaja como psicóloga y terapeuta familiar en el centro Genos de Oviedo y como psicóloga en la atención a familias en el sistema público de protección de menores concretamente en el área de Adopción y Acogimiento Familiar. Pertenece a un grupo de investigación de la Facultad de Psicología de la Universidad de Oviedo estando la mayor parte de su trabajo investigador relacionado con las vinculaciones de apego, el estudio de la violencia de género y la intervención psicoterapéutica en situaciones de grave conflictividad. Coordina el programa “Amor sin Control” de prevención de la violencia de género en relaciones entre adolescentes.
En primer lugar, José Luis quiero darte las gracias por dar voz a través de tu maravilloso y comprometido blog a los niños, niñas y adolescentes que son también víctimas del maltrato que sufren sus madres, pues hoy en día siguen siendo víctimas invisibles de la violencia de género.
Los niños y niñas víctimas de la violencia de género que sufren sus madres
Mientras la sociedad actual ya ha tomado conciencia de la gravedad de problema del maltrato hacia las mujeres, (o al menos estamos en camino de ello) y disponemos de una fructífera línea de investigación que ha servido como base para la creación de recursos especializados para su abordaje, la problemática de los niños y niñas que viven también en su día a día el conflicto, pero con muchos menos recursos aún para afrontarlo es un tema a menudo ignorado. Son menos los estudios sistemáticos que analizan el impacto de la violencia en los menores que viven en estos hogares, a pesar de que el solapamiento de la violencia contra las mujeres y la violencia contra los niños es desgraciadamente frecuente como lo es también el hecho de tener entre dos y cuatro más probabilidades de exhibir problemas de comportamiento clínicamente significativos (Davies y DiLillo, 2008; Martínez-Torteya, Bogat, Von Eye y Levendosky, 2009, Olaya, 2009).
Se estima que en España al menos 840.000 niños y niñas han estado expuestos a la violencia de género sufrida por sus madres. Suponen un 10% de los menores de nuestro país. Sin embargo, estas cifras no representan la realidad y nos estaremos topando con la punta del iceberg. El que no haya habido hasta fechas muy recientes datos sistematizados sobre los menores afectados es en sí mismo un dato relevador de la poca importancia que se le ha dado hasta hace poco, a los niños y niñas que sufren esta grave situación. El 70 % de las mujeres víctimas de violencia de género son madres y tienen una media de 2 hijos y sabemos que éstos antes o después sufren también situaciones de violencia. El hecho de que una persona maltrate a su pareja y no a sus hijos directamente, no significa que estos no estén presos en un ambiente de maltrato y lo estén sufriendo. Quizás, en un primer momento se centraron los esfuerzos en apoyar a la mujer sin tener en cuenta que había otras víctimas muy vulnerables, sus hijos e hijas. El reciente incremento de la preocupación por la co-ocurrencia de ambas realidades ha puesto rápidamente de manifiesto que no se trata de entidades separadas, sino que comparten factores de riesgo y de protección, y que la presencia de una hace más probable el aumento de la otra (Guedes, Bott, Garcia-Moreno y Colombini, 2016; Martinez-Torteya, Bogat, von Eye y Levendosky, 2009).
Sólo recientemente se ha empezado a definir la situación de estos niños y niñas como de verdadera experimentación de la violencia, a pesar de que es evidente que los hijos e hijas de madres maltratadas no son meros testigos, sino que se ven envueltos de forma más o menos directa en las escenas violentas y en los acontecimientos subsecuentes, como la intervención de la policía, la huida a centros de acogida, etc. (Cater, Miller, Howell y Graham-Bermann, 2015; Edleson, 2006; Kitzmann, Gaylord, Holt, y Kenny, 2003).
Además, en nuestro trabajo como profesionales de los Servicios Sociales y de Salud Mental hemos detectado a menudo carencias en la coordinación entre las instituciones encargadas de la atención a mujeres y a niños víctimas de violencia.
Con la finalidad de seguir comprendiendo mejor el impacto de esta violencia en los hijos e hijas para poder organizar los apoyos profesionales más ajustados a sus necesidades, desde la Facultad de Psicología de la Universidad de Oviedo llevamos a cabo una investigación durante cinco años en el marco de una tesis doctoral titulada: "Impacto de la violencia de género en los hijos e hijas adolescentes en grave riesgo psicosocial: apego, estilo de crianza y disfunciones psíquicas".
En la siguiente figura se pueden observar los temas que se abordan en esta Tesis doctoral y cuyo contenido completo podréis encontrar en el siguiente enlace.
Con este estudio hemos tratado de analizar no sólo los aspectos de desajuste que la violencia de género introduce en la vida de los adolescentes maltratados, sino que también hemos tratado de concretar algunos procesos que pueden estar funcionando como amortiguadores del impacto de la violencia y que estén implicados en la evolución de estos chicos y chicas, como son el apego y el estilo de crianza. Se parte para ello de una conceptualización no homogénea de la experiencia de maltrato; es decir, se tiene en cuenta que muchos menores sufren al mismo tiempo otras situaciones de abuso y violencia. La valoración del efecto del doble maltrato se realizó en una muestra de chicos y chicas de entre 13 y 17 años que estaban siendo atendidos por los servicios sociales por haber sido objeto de maltratos graves (maltrato físico, maltrato emocional, negligencia, abandono emocional y abuso sexual), y cuyas madres además sufrían violencia de género. La comparación con una muestra de adolescentes sometidos igualmente a maltrato directo, pero sin exposición a la violencia de género deja claro que los adolescentes expuestos presentan problemas significativamente más importantes en casi todos los aspectos de sus vidas. Esta investigación confirma en todos los sentidos la hipótesis del efecto el doble impacto propuesto por Hughes (1988). Además, los resultados de esta investigación cuentan con el valor añadido de provenir de dos fuentes: las madres, que suelen ser las informantes habituales en la evaluación del estado psíquico de sus hijos en los estudios de maltrato infantil en general, y de exposición a la violencia de género en particular, y los propios adolescentes. Se ha optó por esta doble fuente no sólo para evitar el posible efecto de la varianza compartida (Vu et al., 2016), sino también para contar con las versiones de la vivencia de los propios implicados.
Cómo impacta la violencia de género sufrida por las madres en sus hijos e hijas
Los resultados fueron desalentadores pues encontramos una tasa muy alta de disfunciones psíquicas de los adolescentes que hacen referencia al malestar y el daño en los niños y que se refleja en los problemas clínicos fueron muy frecuentes. A modo de resumen decir que cuando quien nos informa es la madre encontramos una tasa de disfunciones del 76.6 % siendo el 46.2% síntomas de tipo externalizante (ansiedad, somatización, estrés social, actitud negativa hacia el colegio y hacia los profesores, problemas con los iguales, peores relaciones con las madres y padres, etc.) y el 30.4% problemas internalizantes (depresión, sentido de incapacidad, baja autoestima y confianza en sí mismo, etc.). Incluso encontramos mayores porcentajes cuando quien informa es el propio adolescente (80.2%), correspondiendo el 40.3% a problemas externalizantes y el 39.9% a los internalizantes. Además, los resultados señalaron que todas las áreas de desarrollo de estos chicos y chicas se encontraban afectadas, así vemos un bajo ajuste personal 62,7% que está relacionada con las estrategias de afrontamiento y de apoyo familiar y social del adolescente. En el contexto escolar los datos tampoco son favorables para el rendimiento académico y adaptación escolar. Las madres informan de un 67.8% de altas dificultades, mientras que los propios adolescentes indica aún un mayor desajuste en este contexto, 73.4 %.
Tanto las relaciones interpersonales de estos chicos y chicas, como su estado clínico son más frágiles. La alta tasa de dificultades que encontramos combinada con pobres habilidades adaptativas indica una falta tanto de estrategias de afrontamiento propias como de búsqueda de apoyo y señala una mayor probabilidad de disfunciones más graves. El riesgo aumentado de escasas autoconfianza y autoestima y de malas relaciones interpersonales debe preocuparnos especialmente en un momento crítico del desarrollo de la personalidad.
Nuestros resultados coinciden en términos generales con lo que sugiere hasta ahora la investigación: las estrategias disfuncionales que los adolescentes ponen en marcha para hacer frente al malestar originado por la exposición a violencia de género conlleva depresión, deterioro de las relaciones con los pares, mayor riesgo de violencia en el noviazgo, consumo de drogas, involucración en pandillas de riesgo, fugas de casa y peores relaciones familiares (Jouriles, McDonald, Mueller y Grych 2012; Narayan et al., 2014).
¿Qué hacen los hijos e hijas durante los episodios de violencia de género?
“Es demasiado pequeño para comprender”, “está durmiendo y no se entera”... estas y otras ideas similares no hacen justicia a todos los esfuerzos que hacen estos niños y niñas. Es alarmante su grado de implicación en los episodios de la violencia que ocurre en sus casas. Los resultaron nos mostraron claramente que son plenamente conscientes y conocedores de la violencia, las amenazas y las coacciones de la que son víctimas sus madres, y que con mucha frecuencia ellos están envueltos o directamente implicados en tales situaciones, de forma emocional pero también con actos conducentes a protegerse o proteger a sus madres. Además, esta involucración no cesa con el episodio violento pues un 49.9% de los hijos señalaron que siguen preocupados por el estado emocional de sus madres una vez que ha cesado la violencia lo que les sitúa en una situación difícil para poder desarrollar una vida tranquila y centrada en superar sus desafíos evolutivos
Amortiguadores del impacto de la exposición a la violencia de género: apego y estilo de crianza
La violencia de género impacta de forma directa en la salud mental y estados afectivos de las madres víctimas de esa violencia y también en el bienestar y la calidad de la interacción de los cuidados hacia sus hijos. Los efectos negativos de la violencia de género de las mujeres se expanden a la crianza de los hijos, al establecimiento de apegos de tipo inseguro, problemas sociales y emocionales, bienestar infantil disminuido, menor funcionamiento adaptativo, y mayores manifestaciones de disfunción infantil.
En nuestra investigación los adolescentes expuestos a violencia de género que presentaban mayores disfunciones tenían peores representaciones de sí mismos y percibían el mundo como un lugar más hostil, asimismo manifestaban mayores dificultades para regular sus emociones. Estos chicos y chicas sentían una menor disponibilidad y apoyo de su figura de apego, menor preocupación por la familia y valoraban menos la autoridad de sus padres y madres. También nos expresaron sus sentimientos de autosuficiencia y rencor contra sus progenitoras y manifestaron mayores indicadores de traumatismo infantil.
Una cuestión que es de vital importancia para que tengamos en cuenta como guía para nuestras intervenciones profesionales de apoyo fue el hecho de comprobar que aquellos niños y niñas que habían sido maltratados directamente y también expuestos a violencia de género pero que aun así mostraban un desarrollo más positivo, es decir, que tenían más éxito en sus tareas evolutivas habían desarrollado un apego seguro con sus madres. Además, caracterizaban su estilo de crianza como más satisfactorio concretando éste en un mayor sentimiento de afecto y comunicación con sus madres, por el uso del humor en la relación, por los sentimientos de disponibilidad de sus madres y por sentir que éstas conseguían promocionar su autonomía con una adecuada supervisión evitando el control psicológico y conductual.
Conclusiones
1) Podemos concluir que los niños y niñas maltratados y expuestos a violencia de género expresan carencias emocionales relacionadas con la falta de apoyo y disponibilidad de su figura de apego y realizan descripciones de experiencias familiares pasadas negativas. Los adolescentes caracterizan a sus padres como insensibles a sus necesidades, abusivos o con falta de recursos para servirles de andamiaje en sus trayectorias. Además, ponen en marcha estrategias relacionales de hiperactivación, expresando ansiedad y preocupación, y con tendencia a quedarse atrapados en la implicación familiar, lo que pudiera interferir en el desarrollo de su autonomía y, en menor medida, expresan sus sentimientos de rechazo y de escaso valor hacia la autoridad.
2) El estilo de crianza es una variable relacionada con un menor impacto del maltrato y de la exposición a la violencia de género mediante la relación con vinculaciones más seguras con los hijos.
3) Se considera necesario plantear intervenciones que reduzcan el efecto acumulativo de los fracasos en las tareas evolutivas de los adolescentes doblemente expuestos. Por ello, es necesario enfocar el trabajo con estos menores desde un enfoque holístico y sistémico, con el fin de promover condiciones protectoras como la promoción de vínculos seguros entre las madres y sus hijos y la orientación en estrategias de crianza basadas en el afecto. Los profesionales debemos especializarnos en este tipo de intervenciones teniendo en cuenta que los niños, niñas y adolescentes doblemente dañados presentan mayores dificultades en todas las áreas del desarrollo en las que impacta la violencia y, especialmente, por la repercusión que tiene en sus representaciones de sí mismos y de los otros y por las disfunciones encontradas de tipo traumático. Ésto, unido al detrimento de las relaciones familiares, puede implicar que los adolescentes pongan en marcha otras estrategias disfuncionales sin el apoyo ni la supervisión de los adultos, que les ocasionarán aún más repercusiones negativas de tal forma que el ciclo de realimentación de daños se perpetuaría así a lo largo de sus vidas.
Referencias
Cater, Å. K., Miller, L. E., Howell, K. H., & Graham-Bermann, S. A. (2015). Childhood exposure to intimate partner violence and adult mental health problems: relationships with gender and age of exposure. Journal of family violence, 30(7), 875-886.
Edleson, J. L. (2006). A response system for children exposed to domestic violence: Public policy in support of best practices. En M. Feerick & G. B. Silverman (Eds.). Children Exposed to Violence (pp. 191-211). Baltimore, M. D: Brookes.
Evans, S. E., Davies, C. A., & Di Lillo, D. K. (2008). Exposure to domestic violence: ameta-analysis of child and adolescent outcomes. Aggression and Violent Behavior,13, 131-140.
Guedes, A., Bott, S., Garcia-Moreno, C., & Colombini, M. (2016). Bridging the gaps: a global review of intersections of violence against women and violence against children. Glob Health Action, 9: 31516. Retrieved from http://www.globalhealthaction.net/index.php/gha/article/view/ 31516
Jouriles, E. N., McDonald, R., Mueller, V., & Grych, J. H. (2012). Youth experiences of family violence and teen dating violence perpetration: cognitive and emotional mediators. Clinical child and family psychology review, 15(1), 58-68.
Jouriles, E.N., Rosenfield, D., McDonald, R., & Mueller, V. (2014). Child involvement in interparental conflict and child adjustment problems: a longitudinal study of violent families. Journal of Abnormal Child Psychology, 42(5),693-704. doi: 10.1007/s10802-013-9821-1.
Kitzmann, K. M., Gaylord N. K., Holt, A. R., & Kenny, E. D. (2003). Child witnesses to domestic violence: A meta-analytic review. Journal of Consulting and Clinical Psychology, 71, 339-352.
Martinez-Torteya, C., Bogat, A., von Eye, A., & Levendosky, A. A. (2009). Resilience among children exposed to domestic violence: The role of risk and protective factors. Child Development, 80, 562-577.
Miller, L. E., Cater, Å. K., Howell, K. H., & Graham-Bermann, S. A. (2014). Perpetration patterns and environmental contexts of IPV in Sweden: Relationships with adult mental health. Child abuse & neglect, 38(1), 147-158.
Narayan, A.J., Chen, M., Martinez, P.P., Gold, P.W., & Klimes-Dougan B. (2014). Interparental violence and maternal mood disorders as predictors of adolescent physical aggression within the family. Aggresive Behavior, 41(3). doi: 10.1002/AB.21569.
Olaya, B. (2009). Children exposed to domestic violence: Assessrnent and psychopathology. Tesis doctoral. Universidad Autónoma de Barcelona.
Vu, N.L., Jouriles, E.N., McDonald, R., & Rosenfield, D. (2016). Children's exposure to intimate partner violence: A meta-analysis of longitudinal associations with child adjustment problems. Clinical Psychology Review, 46, 25-33. doi: 10.1016/j.cpr.2016.04.003.
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El blog Buenos tratos regresa la semana próxima, el lunes 24 de abril, a las 9,30h, con la segunda parte del post sobre adopción y acogimiento: lo que no debemos hacer como cuidadores y lo que sí debemos hacer.
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El blog Buenos tratos regresa la semana próxima, el lunes 24 de abril, a las 9,30h, con la segunda parte del post sobre adopción y acogimiento: lo que no debemos hacer como cuidadores y lo que sí debemos hacer.
Excelente artículo!! Refleja de forma clara y concisa las dificultades diarias que nos encontramos los que trabajamos con estas niñas y niños y sus madres. No podría estar más de acuerdo con las conclusiones y el abordaje de los daños derivados de una situación que impacta mucho más allá de aquello que se ve alcanzando una profundidad en el daño a la que muchas veces las intervenciones no llegan porque el planteamiento que usan los profesionales es también superficial y paliativo, convirtiéndose a veces en una especie de counselling que, sin desmerecer este tipo de intervención, es insuficiente para conectar y entender el sufrimiento de estos niños y niñas, y de sus madres.
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