El pasado mes de enero de 2017 publicamos una entrevista (dentro de un reportaje monográfico, excelentemente enfocado, sobre los menores que están bajo el amparo de la administración pública) que la periodista Arantxa Iraola le hizo a una joven que había sido protegida por la Diputación Foral de Gipuzkoa. Dicha entrevista se publicó en el diario Berria el 11 de diciembre 2016 (íntegramente en euskera) y dado el interés que tenía, le pedí permiso a la periodista para poder publicarla en castellano en mi blog Buenos tratos. Arantxa Iraola no solo me concedió amablemente el permiso sino que ella la tradujo al castellano para todos/as los/as lectores/as de Buenos tratos.
Ahora, nuevamente, una persona se ha ofrecido a traducir al castellano un reportaje que estaba incluido dentro del monográfico que Arantxa Iraola preparó. Se trata de Diego Andrés Sánchez, responsable de un centro de acogida para menores sito en Lezo (Gipuzkoa), justamente el educador con el que Arantxa se entrevistó para darnos a conocer qué es y cómo viven los menores en un hogar. Conozco a Diego Andrés desde hace muchos años y hemos compartido el trabajo (él como referente educador responsable de menores y yo como psicoterapeuta) de ayudar a sanar a menores dañados emocionalmente. Diego es un educador con una gran trayectoria profesional, pero además comprometido e implicado en su labor, creyendo firmemente en estos recursos residenciales como algo más que un lugar donde guardar a los menores: como recursos educativos y terapéuticos para los/as niños/as y jóvenes que están en situación de desprotección y que necesitan de dichos recursos.
Diego Andrés ha aprovechado la traducción para realizar unas apostillas al magnífico reportaje, cuya autoría es de Arantxa Iraola. La propia Arantxa ha autorizado a que se publique este reportaje traducido al castellano con las aportaciones de Diego Andrés.
Las aportaciones de Diego Andrés figurarán entre corchetes [ ]
Muchas gracias a los dos.
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Reproducir un ambiente protector
En los hogares de acogida, el objetivo en la medida de lo posible es reproducir un ambiente familiar: al fin y al cabo, estos hogares donde viven los niños y los adolescentes son su casa.
“Es muy importante trabajar las rutinas. Muchos de los que están aquí no han conocido nada así antes”. Son las explicaciones de Diego Andrés Sánchez, profesional de Fundación Eudes y el responsable del recurso residencial que hay en Lezo (Gipuzkoa) para niños en situación de desprotección – de entre 3 y 12 años, aproximadamente-. [Uno de los 34 recursos residenciales que tiene la Diputación Foral de Gipuzkoa]. Cuenta con nueve plazas. “Una familia muy diversa” e intenta enfatizar Diego la palabra familia; de hecho, así es el trabajo que intentan hacer los educadores dando a esos menores lo mejor de una familia. [Este es uno de los pilares básicos del trabajo del equipo educativo: proteger, acompañar y cuidar a los chicos y chicas en su proceso.]
Son catorce para nueve niños. En todo caso, es necesario: siempre tiene que haber alguien en casa, noche y día, lectivo o festivo. “Los niños están como en cualquier familia." “La estabilidad es muy importante puesto que da seguridad al niño”. Tampoco quiere olvidar otro ingrediente: “el amor: por las carencias que tienen en ese aspecto” y su complemento: “los niños también necesitan límites; las carencias vienen muchas veces también por este aspecto”.
El hogar tiene un largo pasillo: a un lado las habitaciones de los niños, niñas y adolescentes, acondicionadas según las necesidades de cada uno. Al otro lado, la sala de estar, los baños, la cocina y el comedor. No es muy diferente de cualquier otra casa. Está pensada para niños hasta los 12 años, pero a menudo “hay excepciones”. Así, “actualmente por ejemplo viven dos hermanos: de ellos, uno es un chico de 15 años”. La última en llegar al recurso, una chica de 13 años. “En este, como en todos los casos, se analiza su situación personal, sus necesidades y se decide lo mejor para ella; en su caso ingresar en nuestro recurso, antes que en un centro de adolescentes”. La más pequeña de la casa tiene 4 años.
Se intuye que todos son una gran familia numerosa: los educadores organizados van y vienen por el largo pasillo; es la hora en la que los niños salen del colegio. “Los mayores vienen solos desde el instituto, pero a los pequeños hay que ir a buscarles”. Todos tienen planes concretos para la tarde: actividades extraescolares, tiempos de estudio, ocio, parque, psicólogos... “Dos niños, por ejemplo, tienen que ir a la piscina hoy”. Asimismo, han de gestionar las visitas que los niños tienen con sus familias de origen. En cada caso está regulado [por Orden Foral o Resolución Administrativa], qué tipo de visitas tienen, con quién, así como su frecuencia y en qué condiciones (acompañada o no por ejemplo).
Algunos niños pueden estar con sus padres sin acompañamiento, otro tipo de visitas se realizan bajo la supervisión de los educadores. “Para que ambas partes –padres y niños- estén a gusto, tenemos que ayudarles”. [Se ha de garantizar su protección y que las visitas sean un espacio seguro, en el que los niños, niñas y sus familias puedan disfrutar juntos. En el acompañamiento de las visitas, la labor del supervisor es fundamental.] Del mismo modo, hay que prestar mucha atención a todo lo que sucede después de las visitas. Muy frecuentemente las emociones de los niños y niñas se desbordan, [descompensándose tras los encuentros], necesitando del educador, que acompaña y recoge su malestar emocional. “Tenemos que escucharles y explicar a los niños muy bien todo y decirles que estamos aquí para lo que necesiten”, [siempre disponibles.]
De la mano de un tutor
Se supone que alguno de los menores que están en el centro tendrán modo de volver a sus casas: en concreto, la entidad foral está trabajando con las familias de los menores. En otros casos no se ve esta opción y tal vez, se optará por el cuidado de una familia de acogida: la decisión se toma caso a caso. Todos llegan de situaciones delicadas y complejas y en general, la mayoría tienen un futuro lleno de dudas e incógnitas por delante. Por eso es importante responder a las preocupaciones e inquietudes de cada uno de los niños. En el recurso residencial todos los profesionales del equipo educativo se preocupan de ello, pero existe la figura del educador tutor, que es su “referente” principal, “el encargado de gestionar y coordinar todos los aspectos relacionados con el niño”: todo ello enmarcado por un protocolo de actuación.
Por ejemplo, las visitas al pediatra, al psicólogo –muchos de los menores de edad están en terapia-, las comunicaciones con los maestros de la escuela, todo lo relacionado con su familia… Del mismo modo, [“son quienes normalmente más cerca están de ellos, las personas en las que pueden empezar a confiar sus preocupaciones, miedos, sus deseos…”] Acompañan a los niños y adolescentes de un lado a otro, y aprovechan muchos de estos momentos para hablar con ellos –para saber qué llevan dentro- “Las paradas son oportunidades muy buenas para hablar con ellos” añade el responsable. [“La importancia de aprovechar todos los espacios cotidianos, valorar los pequeños momentos y todas las oportunidades que se presentan en la interacción con cada uno de ellos. Las experiencias que compartimos son el mayor aprendizaje”.]
Entre semana y festivos
También los fines de semana. De hecho, la mayoría se quedan en el recurso. El objetivo es, sin embargo y en la medida de lo posible, orientar a los niños a disfrutar de un hogar externo, [donde poder beneficiarse de una atención individualizada, y llevar a la práctica todo lo que han ido aprendiendo] Para ello hay diversos recursos: [“De los nueve niños, en este momento seis cuentan con una familia Izeba*, esto les da la gran oportunidad de hacer planes diferentes con esas familias, les permite también conocer otra realidad”. Cuando se puede, en el día a día, se intenta, sin embargo, vivir como una familia: “la hora de la cena, por ejemplo, es un buen momento. Es importante estar, crear un ambiente adecuado. Eso también lo hace el educador”. La expresión “etxekoak” (los de casa) está muy presente y en el hogar se respira un ambiente de tranquilidad y cuidado.] El objetivo es, dentro de lo posible, reproducir un ambiente familiar adecuado, con una gran profesionalidad. Varios protocolos establecen cómo trabajar –todo está escrito con exactitud: la ropa de los niños, los regalos, las pagas…- y a eso se le intenta añadir unos cuantos abrazos. [Aspectos tan básicos y necesarios en nuestra vida como el afecto, los besos, la aceptación, el respeto, la confianza…]
* El Programa Izeba de la Diputación Foral de Gipuzkoa tiene como finalidad contribuir a la mejor integración de los niños, niñas y adolescentes que se encuentran en desprotección, mediante la creación de una red de familias (tíos y tías acogedores) que actúan como referentes en el entorno, complementando el trabajo desarrollado por los centros de acogimiento residencial. Es gestionado por Baketik Fundazioa.
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