lunes, 2 de mayo de 2016

Jorge Barudy o elogio de la resiliencia.

Jorge Barudy junto a Maryorie Dantagnan y María Serrano durante
su intervención en las "II Conversaciones sobre apego y resiliencia infantil"
celebradas en Donostia el pasado mes de noviembre de 2015
Creo que todos/as los/as que seguís el blog Buenos tratos no sois ajenos a la figura de Jorge Barudy, nuestro querido y admirado profesor. Co-director del Centro Exil junto con su pareja y colega Maryorie Dantagnan, llevan adelante, entre otras actividades, un programa de atención a las víctimas de la tortura, los exiliados y los refugiados de guerra. Infinidad de personas han podido encontrar una familia en esa gran casa, cálida y empática, que es Exil, que son Jorge Barudy, Maryorie Dantagnan y equipo. El mencionado programa de intervención médica y psicosocial con las víctimas ha conseguido la integración social de gran cantidad de seres humanos que huyendo de las atrocidades causadas por otros seres humanos (lo más dañino que existe en esta vida, suele expresar el propio Jorge Barudy) encontraron en Exil un punto de apoyo para transformar su mundo (como afirman en su libro mis amigos y también grandes personas, José Luis Rubio y Gemma Puig, Tutores de resiliencia)

Las firmas invitadas este año a colaborar en el blog –y servidor de ustedes a lo largo de todos estos años en Buenos tratos- hemos mencionado a Jorge Barudy como un gran referente e impulsor, entre otras muchas acciones importantes, del fenómeno de la resiliencia; del reconocimiento del dolor y el daño -y la necesidad de proteger- a la infancia maltratada por encima de visiones adultistas (lo que actualmente se denomina “interés superior del menor” ya fue preconizado por Jorge hace muchos años); del asesoramiento y orientación en política de protección a la infancia; de la psicoterapia de familia y la traumaterapia; del concepto de competencias parentales; de la formación y supervisión de profesionales, familias… Dentro de la formación de profesionales, es el alma mater, junto con Maryorie Dantagnan, del programa formativo Traumaterapia infantil-sistémica, denominada red apega (término designado a todos/as los/as profesionales egresados de esta formación. En Barcelona vamos por la octava promoción y en el País Vasco estamos en la segunda, donde tenemos el honor de colaborar como docentes el psiquiatra Rafael Benito, la psicóloga Tatiana Caseda y quien estas líneas escribe. También se están formando profesionales en Viña del Mar, Chile, con la inestimable colaboración de Carolina Saavedra)

Todos/as los/as que conocemos a Jorge Barudy elogiamos su compromiso ético personal y profesional con la infancia y con su conceptualización del ser humano, que ha trascendido la visión predeterminista de la psicopatología y ha abierto las puertas a una nueva manera de entenderle, poniendo el foco en la capacidad que éste tiene para crecer y rehacerse desde la adversidad y los traumas: la resiliencia. Jorge Barudy sabe de lo que habla porque, como él mismo afirma, experimentó en su propia carne el maravilloso y asombroso fenómeno de la resiliencia.

He tenido la suerte de aprender de Jorge Barudy, de formarme con él, de conocerle y actualmente poder compartir la experiencia de ser colaborador docente y coordinador del Postgrado de traumaterapia en el País Vasco. Siento admiración y afecto por la serenidad y la seguridad que transmite, por cómo acoge y valora a todas las personas, por su ternura, su sabiduría y por el proceso de reconstrucción personal que él hizo al resiliar del trauma de ser torturado y tener que huir de su tierra y raíces para asentarse en Europa (Bruselas y Barcelona) 

Recientemente han ocurrido tres acontecimientos en torno a Jorge Barudy que desde el blog Buenos tratos no podemos dejar escapar:

Del primero de ellos, dimos cuenta hace unos días al dar la noticia de la invitación que Naciones Unidas le hizo para que formara y sensibilizara a la Comunidad Internacional de las consecuencias devastadoras de la tortura en los niños/as, y de qué se debe hacer para que éstos puedan construir un proceso resiliente (hay que invertir mucho, desde luego, pero es posible que se recuperen si se ofrecen apoyos psicosociales)

El segundo es un artículo sobre resiliencia que publicó hace unas semanas en el diario El País y que me parece de obligada lectura para todos/as los/as que no lo hayáis hecho. Dignifica el concepto de resiliencia, mal usado y gastado por los vendedores de buenrollismo (eso no es la resiliencia)  o los corruptos. El artículo, además, apela a la conciencia de cualquier bien nacido (y en particular de los que pueden tomar las decisiones sustantivas en el mundo, los gobernantes) confrontándoles con que están creando contextos maltratadores para estos seres humanos que sufren infinito, antiresilientes, como Jorge Barudy afirma.

En este sentido no puedo dejar de pensar en el vídeo de una joven Siria que hablaba tras una verja, con desesperación, expresando su dolor y rabia porque les trataban como animales. La joven no se había podido duchar más que una vez en 14 días… Pensemos en ello. El corazón se encoge al ver tamañas injusticias.

El tercero, es que Jorge Barudy asistió a declarar en Roma, recientemente, por el proceso Cóndor contra militares y civiles de Bolivia, Chile, Perú y Uruguay, que tiene en la lista de los acusados a 11 chilenos que deben responder por la desaparición o muerte de al menos cuatro ciudadanos italochilenos en la época en la que sufrieron la persecución y tortura por parte del régimen de Pinochet. Cuesta creer que aún esté pendiente todo esto.

Jorge Barudy acudió a Roma a declarar y su relato y sus palabras emocionaron y conmocionaron a todos/as los/as que asistieron. Hablé con el propio Jorge de todo esto a su regreso y le vi sereno, satisfecho y empoderado. Compartió la experiencia y la reviviscencia de todo ello sin salirse fuera de la ventana de tolerancia a las emociones y como un acto de triunfo. 

Desde aquí, de parte de todos/as los/as que formamos la familia del blog Buenos tratos, nuestra felicitación admiración y cariño, querido Jorge Barudy.

A continuación os transcribo los dos artículos seguidos, para todos/as los/as que no habéis podido leerlos. El primero sobre resiliencia, el de El País. El segundo es el reportaje recogido por el diario El Mundo sobre el juicio relativo al proceso Cóndor.

Tiempos de resiliencia 

Autor: Jorge Barudy

Diario “El País”, 27 de marzo de 2016

Recientemente, la RAE ha definido resiliencia como la “capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o estado o situación adversa”. Desde mi propia experiencia, como psiquiatra y terapeuta, puedo testimoniar, no solo del dolor y trastornos provocados por los traumas, sino de la capacidad y la valentía de las víctimas para resistir, y hacer lo imposible para que estas experiencias no determinen sus vidas.

Resiliencia designa la capacidad humana de superar traumas y heridas. No es una receta para la felicidad, sino una actitud vital positiva que estimula a reparar los daños sufridos. Las experiencias de huérfanos, niños maltratados o abandonados; de mujeres que han padecido violencia machista de sus parejas; de víctimas de guerras, de tortura, de catástrofes naturales, o de enfermedades han permitido constatar que muchas personas no se encadenan a sus traumas toda la vida, sino que cuentan con este antídoto. Solo necesitan encontrar entornos interpersonales y sociales que les ayuden a conocer el valor terapéutico de la solidaridad y el amor, porque son reconocidos como afectados por experiencias injustas y degradantes. Porque la resiliencia difícilmente puede brotar en soledad. La confianza y solidaridad de otras personas es condición imprescindible para que cualquier persona herida por una experiencia traumática recupere la confianza en sí misma y en la condición humana.

El término tiene su origen en la física. Es la capacidad de la que está dotada un material para resistir un impacto y retomar su forma original. Una pelota de caucho es un objeto resiliente, al contrario que el cristal de una ventana que, frente a un impacto, se hará trizas y no recuperará su forma anterior. Este fenómeno físico sirvió de metáfora para el ser humano, que puede recibir el impacto de un trauma, no destruirse y seguir adelante.

Conocí el fenómeno de la resiliencia en carne propia, cuando, siendo un joven médico en Chile, fui arrestado, encarcelado y torturado, tras el golpe militar de Pinochet. Pero lo que me asombra cuando recuerdo mi cautiverio fue la capacidad para crear lazos afectivos y estrategias solidarias con mis compañeros de cautiverio, para enfrentar el horror cotidiano de las sesiones de tortura y la posibilidad de ser asesinado impunemente. Un grupo de prisioneros –yo mismo, otro médico, un profesor de instituto, un pastor luterano y un sacerdote católico – fuimos facilitadores de estas respuestas. Hoy en día a quienes desempeñan este papel los llamamos “tutores de la resiliencia”.

Creo que debo en parte mi supervivencia mental a este compromiso de apoyar y trabajar para mantener la esperanza en el grupo de presos, a mis empeños en atenderles como médico. Pude hacerlo gracias a la fuerza del afecto que había recibido en mi familia y en mi barrio durante mi infancia y adolescencia. Se sumó mi capacidad de indignarme y rebelarme frente a los actos violentos de los militares, que encarcelaron, torturaron y asesinaron a civiles indefensos, amigos o compañeros de trabajo. Entonces no sabía que al resistir de aquel modo iniciaba mi propio proceso de remendar mi yo desgarrado por los traumas. Comenzaba así a construir mi propia resiliencia.

Fue gracias a la lectura de los libros de Boris Cyrulnik que me reconocí como una persona resiliente que había transformado su dolor y sus sufrimientos en acciones constructivas.

Si la resiliencia individual familiar o social es hija del amor y la solidaridad, no se puede desarrollar entre los refugiados, afectados por la indiferencia, el rechazo y el poder patriarcal de los gobernantes europeos.

Mi “obsesión”, desde que me dejaron en libertad, fue transformar mis dolores en solidaridad efectiva, y participé en un proyecto para reparar el daño traumático de otras personas. En 1974, el gobierno belga estableció un programa de acogida para los refugiados latinoamericanos con becas para estudios de postgrado, y me especialicé en Neuropsiquiatría, luego en Psicoterapia, Terapia familiar y Psiquiatría infantil. En 2002, tras conocer a Cyrulnik, me convertí en un activista para la promoción de la resiliencia, no solamente de refugiados y demandantes de asilo, sino de niños y niñas afectados por la violencia de los adultos, en forma de malos tratos, así como en la resiliencia de mujeres y sus hijos víctimas de la violencia machista.

En la actualidad, existe el riesgo de que el concepto de resiliencia se desvirtúe al ponerse de moda. Por ejemplo, algunos políticos y gestores de las políticas sociales lo usan para minimizar el daño y justificar los recortes en las políticas sociales.

En las empresas multinacionales, los seminarios sobre las capacidades resilientes están siendo usados para apoyar el tópico de “tú puedes”, aunque las condiciones laborales se degradan cada día. En el discurso mediático, se presenta asociado al éxito de deportistas de élite, cantantes de moda, o concursantes de MasterChef.

También los militares se han apropiado del concepto y lo han corrompido. Quienes provocan o participan en las guerras se interesan en el tema para motivar la fuerza destructiva de sus tropas y para banalizar el impacto de sus acciones en la población civil y en sus propios soldados.

Esto se contradice con las investigaciones sobre la resiliencia, que muestran que esta es una producción social y siempre interpersonal.

Los contextos interpersonales resilientes son afectuosos (biología del amor), facilitan la conciencia de ser afectados por injusticias –vengan de la naturaleza (como las catástrofes naturales), de la opresión, la violencia política, de género, los malos tratos infantiles–, lo que permite empoderarse para salir adelante. La solidaridad empática con los afectados, la expresión artística, el humor y la espiritualidad son también factores resilientes.

En este sentido, es poco probable que se desarrolle resiliencia en los miles de refugiados que se encuentran en las puertas de Europa: las imágenes conmovedoras de las mujeres, niños, muchos de ellos bebes, y ancianos refugiados sirios son ejemplos de contextos antirresilientes.

Si la resiliencia individual familiar o social es hija del amor y la solidaridad, no se puede desarrollar en esta ingente población de refugiados, afectada por la indiferencia, el rechazo y el poder patriarcal de los gobernantes europeos.

Nos queda la esperanza de que algunas chispas de este fenómeno se produzcan por la acción solidaria de la sociedad civil, que aporta esperanza para que algunos de los afectados puedan resiliar estas dramáticas circunstancias.

Las torturas en los tiempos de Pinochet

Por Elena Llorente

Diario “El Mundo”, 28 de febrero de 2016


“Cuando Venturelli se sacó los zapatos, le miré los pies. Le habían sacado las uñas. Tenía los pies todos lastimados. Con las pocas cosas que teníamos traté de curarle las heridas y lo invité a compartir el colchón que tenía.”

El proceso contra el Plan Cóndor que se está llevando a cabo en Roma desde el año pasado tuvo el jueves una nueva audiencia en la que se trataron casos chilenos y en la que un médico que pasó por la misma cárcel que uno de los desaparecidos, Omar Venturelli, contó cómo los trataban y cuándo vio a Venturelli por última vez. Este proceso Cóndor contra militares y civiles de Bolivia, Chile, Perú y Uruguay, tiene en la lista de los acusados a 11 chilenos que deben responder por la desaparición o muerte de al menos cuatro ciudadanos italochilenos. En la audiencia de ayer, la última de los casos chilenos, testimoniaron, además del médico Jorge Barudy Labrin, también Pablo Berchenko, chileno, profesor universitario que vive en Avignon, en Francia, y Mireya García, vicepresidente de la Asociación de Familiares de Detenidos-Desaparecidos de Chile que trabaja actualmente en Suecia.

El relato del médico chileno Barudy –que ahora vive en Barcelona–, quien logró salvarse de la muerte pero no de las torturas de la dictadura chilena de Augusto Pinochet, fue angustiante y emocionó profundamente a más de uno en la sala de audiencias judiciales de la cárcel de Rebibbia, en las afueras de Roma, donde se está haciendo el proceso. Venturelli, militante del MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionaria) y ex sacerdote, había sido arrestado en septiembre de 1973, es decir a menos de un mes del golpe de estado del 11 de septiembre. Como sacerdote había guiado las luchas mapuches contra la ocupación de tierras en el sur de Chile, y fue por eso suspendido “ad divinis” (es decir que no podía ejercer más su sacerdocio) por el obispo local. Pero luego dejó los hábitos y se casó con Fresia Villalobos con quien tuvo una hija, María Paz, quien actualmente vive en la ciudad italiana de Bolonia.

Barudy también fue arrestado en septiembre de 1973. Fue llevado a la cárcel de Temuco –al sur de Santiago– desde Puerto Saavedra donde trabajaba en un hospital. Fue torturado y testigo de las torturas que sufrieron muchos de sus compañeros de prisión, entre ellos Venturelli, que fue sacado de esa cárcel el 4 de octubre de 1973 y nunca más se supo de él. Venturelli tenía 31 años. Barudy contó entre otras cosas que vio a Venturelli por primera vez el 17 de septiembre, lleno de hematomas y que caminaba con dificultad. Le contó que lo habían torturado con electricidad. “Cuando Venturelli se sacó los zapatos, le miré los pies. Le habían sacado las uñas. Tenía los pies todos lastimados. Con las pocas cosas que teníamos –yo había logrado hacer llegar a la cárcel algunos ansiolíticos y remedios para el dolor– traté de curarle las heridas y lo invité a compartir el colchón que tenía. Yo era el único que tenía un colchón que me había hecho llegar mi padre, que era jurista. Luego, con él organizamos un pequeño comité para ayudar a los presos, para darles apoyo psicológico, con ceremonias colectivas de plegaria y de lectura de los Evangelios. Desarrollamos una intensa amistad”, contó.

Dijo también que “Omar me contó sus miedos y me dijo que él había reconocido a una persona que tenía responsabilidad en la represión de nombre Podlech. Yo no lo conocía y él me contó que Podlech pertenecía a un grupo de extrema derecha llamado Patria y Libertad. Podlech era el fiscal militar de Temuco en esa época. Fue detenido en España en 2011 y extraditado a Italia. Pero en la península, luego de varios meses, fue dejado en libertad por falta de pruebas. Ha sido acusado y en algunos casos procesado en su país por varios delitos, entre ellos por el asesinato de siete personas en el llamado “Asalto al polvorín del regimiento”, por la muerte de un médico y por la muerte de un abogado. Todos estos hechos ocurrieron en 1973.

Omar y él, contó además el médico testigo, hicieron un pacto: si uno de ellos moría, el otro habría tratado de dar una mano a la familia. Ambas familias tenían niños pequeños. “Estábamos generalmente despiertos hasta la una o dos de la mañana. Entonces apagábamos la luz seguros de que no iban a venir a buscarnos. Pero una noche, poco antes de las dos, llegaron, encendieron todas las luces y dijeron a Venturelli que agarrara todas sus casa porque se iba. Todos sabíamos que si uno salía no volvía más”, dijo Barudy embargado por la emoción pese a los más de 40 años transcurridos.

Poco después del traslado de Venturelli llegó a la cárcel de Temuco un prisionero que había estado en la base aérea de Maquehue, usada como lugar de torturas y desde donde partían las expediciones militares de la llamada Caravana de la Muerte –dirigida por el general Nelson Arellano Stark, uno de los 11 acusados en este juicio– para aniquilar opositores a lo largo de Chile. La Caravana de la Muerte asesinó a más de 100 personas en distintas localidades chilenas. El hombre contó que, mientras estaba vendado, escuchó a otro hombre que gritaba: “Soy Omar Venturelli. Estoy muy mal. Me matarán”.

Dejando de lado las emociones, María Paz Venturelli declaró a Página/12 que la del jueves le había parecido una buena audiencia. “Logramos poner juntos varios pedacitos que se necesitaban para una mayor precisión. Para el caso de los chilenos tenemos bastantes antecedentes ahora. Los testigos fueron muy claros y precisos, sobre todo los testimonios de Barudy y Mireya. El de Barudy porque fue quien estuvo junto a mi papá en la cárcel y tiene los recuerdos muy claros. El de Mireya fue muy importante parta reconstruir los cargos que tenían ciertos acusados en el momento de las desapariciones o asesinatos de los cuatro chilenos. Yo espero que podamos tener una sentencia antes del verano (europeo).”

La familia de María Paz vivió dos años de juicio en Roma, a partir de 2009, contra el ex juez militar Oscar Alfonso Podlech por la desaparición de su padre. Y todo quedó en nada. Fue dejado en libertad por falta de pruebas. La madre de María Paz y esposa de Venturelli, falleció en Bolonia poco después del fracasado juicio Podlech. Su abuelo había iniciado un proceso en Chile y otro en la década del 80, pero los dos fueron cerrados porque los culpables fueron amnistiados. “Espero que en Italia al menos los condenen”, concluyó.


Pero sigue siendo válida la pregunta que se hace el periodista italiano Paolo Brogi en su blog que publica muchas cosas sobre el juicio Cóndor: “¿Logrará este proceso restituir un mínimo de justicia a estas víctimas, condenando a personajes como Arellano Stark que viven tranquilamente en el país que una vez devastaron profundamente?

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El día 16 de mayo regresa Buenos tratos con una nueva publicación.

Hasta pronto, cuidaos / Zaindu

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