Conforme más leemos
y aprendemos de los grandes autores y en la medida que vamos tratando más y más
niños y adolescentes víctimas de malos tratos con afectación grave al primer
vínculo de apego, con más convicción creemos que la influencia de un adulto -con
tendencia a la estabilidad emocional en su personalidad, con capacidad empática
y representaciones mentales de apego seguras- es de vital trascendencia en la vida
de los niños/as. La mente humana se construye con la intervención de otra
mente. Esto todavía sorprende a bastantes personas. Hay adultos que consideran
que el niño/a, por edad, debería tener ya desarrollada una madurez para
comportarse regulada y estructuradamente. “Tienes ya doce años, tendrías que
ser capaz de estudiar solo y recoger tu cuarto” Como si el sistema nervioso del
ser humano, per se, incorporara los aprendizajes sin intervención de la
experiencia. No importan los años que el niño/a tenga. Si no se ha hecho con él/ella
un trabajo donde los adultos le den permanencia para estabilizar hábitos, intenciones,
emociones y pensamientos (sobre todo y ante todo cuando trabajamos con menores
que no tuvieron la experiencia de una permanencia suficiente con un adulto a
edades tempranas, donde se construyen los fundamentos básicos para desarrollar
el sentido de uno mismo), es complicado que una persona menor de edad pueda
hacerlo por sí solo/a.
Recientemente hemos incorporado las aportaciones de Allan Schore, un eminente neuropsicólogo
que ha estudiado el apego y su relación con el desarrollo cerebral y la
creación de las estructuras y redes neurales que permiten la regulación
emocional. “La teoría del apego es una
teoría de la regulación”, dice Shore. Un adulto ha de regular al niño
tempranamente y durante el tiempo que precise, si queremos que en un futuro se
auto-regule. Y esta acción regulada externa tiene poderosas influencias en el
desarrollo cerebral.
Donde más vamos a
notar esta dificultad regulatoria del niño/a en el futuro (si tempranamente no
hubo un adulto que hiciera esta tarea, desde bebé, con el menor) es en el
manejo del estrés. La gran mayoría de padres y madres que tienen niños/as en
acogimiento familiar o hijos/as adoptivos cuyo denominador común son los tres
primeros años de vida con cuidados de baja calidad, expresan las grandes
dificultades que tienen los menores para gestionar el estrés en general (los
deberes escolares, la novedad, la incertidumbre, el cambio de planes…) y/o modular
el deseo (manejar las emociones y los impulsos para demorar la gratificación,
tolerar una frustración, perseverar ante la dificultad…) Y es que como Allan
Schore nos dice: “El desarrollo de la
habilidad para afrontar adaptativamente el estrés está directamente y
significativamente influenciada por las interacciones tempranas con el cuidador
primario”
La labor del
cuidador es crucial, orquesta el desarrollo genético cuyas instrucciones vienen
en el ADN, el gran libro de instrucciones, como dice mi amigo y colega
psiquiatra Rafael Benito Moraga. Lo importante también es, sin duda, la
competencia del cuidador porque “incluso
sutiles diferencias en los cuidados pueden afectar el desarrollo del apego del
infante y el bienestar físico” Esto quiere decir que a veces, damos por
sentado que un cuidador es competente porque alimenta al niño y lo tiene con él
o con ella. Sin embargo las sutilezas, los detalles más trascendentes se juegan
en la capacidad de establecer una sincronía afectiva y una danza no verbal
regulatoria y contenedora de los afectos e impulsos del menor, incluyendo los
indeseados, y ser capaz de devolver esto al infante de un modo reflexivo, como
apunta Peter Fonagy, otro grande de la teoría del apego e investigador y
creador de la teoría de la mentalización.
Una ruptura en la
relación temprana de apego o una relación de apego perturbada, como lo es el
apego desorganizado, tienen grandes influencias como factores de vulnerabilidad
para el desarrollo de un gran abanico de trastornos psiquiátricos en la edad
adulta. Allan Schore nos dice que “un
postulado fundamental en psiquiatría clínica sostiene que la principal fuente
de estrés precipitante de trastornos psiquiátricos implica la respuesta
afectiva a una ruptura o pérdida de una relación significativa”.
Por ejemplo, pensemos
por un momento en los menores de acogimiento residencial: suelen presentar
alteraciones en el vínculo de apego (en un tanto por ciento elevado, apego
desorganizado) que si co-ocurren con otros indicadores graves de desprotección (unida
a la incapacidad severa y crónica de sus progenitores para ejercer la crianza
como padres) conlleva la retirada de la tutela y/o guarda y el ingreso en un
centro de menores donde han de enfrentarse al dolor de numerosas pérdidas que
pueden volver a producirse: además de trabajar el duelo para asimilar la
incapacidad de dichos padres, se suman otros duelos como los cambios de centro
por edad, de colegio (a veces, al cambiar de centro), de compañeros de centro
que formaron parte de su vida, educadores… Por ello, algunos (si no reciben el
acompañamiento educativo y terapéutico de calidad que precisan para hacer un
proceso resiliente) desarrollan múltiples patologías psiquiátricas.
Cualquier lectura,
trabajo e intervención psiquiátrica y psicológica que excluya esta visión de
duelos (a veces en cadena) repetidos, a veces no resueltos, y dolorosísimos,
como factores directamente relacionados con la aparición y mantenimiento de dichas patologías es una visión sesgada,
incompleta e insuficiente. Centrarse en causas genéticas (o sólo genéticas)
para explicar las depresiones, los problemas de conducta, la hiperactividad, la
ansiedad o la psicosis que presentan muchos de estos menores es sumamente
incorrecto. Eso abunda en la no necesidad de mejorar las condiciones de vida
familiares, emocionales y sociales de estos niños y jóvenes, puesto que las
causas son genéticas. No podemos excluir ni a los genes ni al ambiente como
variables explicativas de los trastornos mentales; y en el caso de los menores
acogidos o adoptados, menos aún.
Incluso las
explicaciones neurológicas que ofrecemos en este blog son explicaciones no
aisladas de lo social. El cerebro es un órgano social creado para conectar con
los otros desde el principio. Si en la especie surgió la necesidad de crear un
vínculo de apego es porque para nosotros la necesidad de vincular con los demás
(primero el vínculo de apego con los padres, luego otros vínculos afiliativos
también importantes) fue de vital importancia para sobrevivir: crear relaciones
de colaboración hizo que los humanos creáramos civilizaciones.
Por ello, las
explicaciones neurológicas basadas en disfunciones en el desarrollo cerebral de
los niños y niñas estresados tempranamente por vínculos de apego inseguros son
de neurobiología interpersonal: las relaciones humanas crean el cerebro.
Allan Schore ha
abundado magistralmente en su libro “Affect
Dysregulation and Disorders of the Self ("Disregulación Afectiva y Trastornos
del Self”) en el papel que el hemisferio derecho del cerebro juega en la
aparición de diversos trastornos psiquiátricos. Como sabéis, el hemisferio
derecho es predominante durante los dos-tres primeros años de vida del ser
humano. Y es totalmente dependiente de la experiencia (relación de apego
temprana con un cuidador competente) para que las redes neurales se desarrollen
eficientemente, redes que intervienen decisivamente en las primeras
experiencias de apego seguro que sientan las bases de la futura capacidad
adulta para regularse y afrontar el estrés adaptativamente.
Shore refiere en el
mencionado libro que “los estudios
neurobiológicos indican que el hemisferio derecho, el cual más que el izquierdo
está profundamente interconectado con el sistema límbico (sede cerebral del
mundo emocional) y está fundamentalmente implicado en la respuesta y el
afrontamiento del estrés, experimenta un espectacular crecimiento en la
infancia temprana. Las áreas límbicas del córtex están en un intenso estado de
mielinización (haz click aquí para saber qué es la mielinización) desde la mitad del primer año hasta la
mitad del segundo año y muestran una maduración anatómica al final de este
periodo” Es por lo tanto, un período muy crítico en la vida de todo ser
humano.
“La investigación psicobiológica indica que los sistemas
de desarrollo estresados prenatalmente muestran desde el nacimiento una
alteración de los niveles de dopamina en el hemisferio derecho y alteraciones
de la emocionalidad. Niños diagnosticados como de alto riesgo para la
esquizofrenia exhibían tempranamente déficits neurointegrativos tempranos,
reflejando desregulación de los sistemas hipotalámicos y de activación
reticular” Y así Shore nos ilustra un buen número de
estudios que dan cuenta de cómo se ve afectado el cerebro por el maltrato
temprano por la enorme sensibilidad y crecimiento del hemisferio derecho, sede
del inconsciente, de la memoria implícita. El lector interesado puede acudir al
libro y revisar los mencionados estudios.
Lo que más nos
importa a nosotros es que “existe cada
vez más evidencia científica de que los déficits asociados a este hemisferio
derecho persisten hasta que el individuo llega a la infancia” “Una pérdida de interconexiones (parcelación
extensiva) dentro del desarrollo temprano del hemisferio derecho del niño está
asociado a un déficit de la percepción social que conlleva una dificultad en
evaluar las expresiones faciales, gestos o prosodia. Estos niños están en
riesgo para el aprendizaje de habilidades no-verbales” Algo que Shore ha
denominado “Síndrome del desarrollo del hemisferio derecho” “Este síndrome no se reconoce hasta que el
niño no ha entrado en la escuela e incluye: maladaptación a diferentes
situaciones, dificultad para mantener amistades, conductas de timidez excesiva
y evitación del contacto ojo a ojo” Y este tipo de déficits son bastante
frecuentes en menores que han sido institucionalizados. Algunos pueden ser
diagnosticados de autismo, incluso. Cuando puede deberse a un trastorno del
apego.
Schore afirma “que pueden existir dificultades crónicas
para regular las emociones. Las limitaciones funcionales en este aspecto
reflejan déficits metabólicos y estructurales en los sistemas frontolímbicos
(que unen lóbulo frontal con el límbico) y que contienen conexiones con las
áreas corticales y subcorticales y son las sedes sobre las que se asienta la
psicopatogénesis” Los entornos relacionales tempranos, graves por su
negligencia afectiva o maltrato generaron una “inestable capacidad derecha para evaluar y guiar la conducta”
Todo ello nos
sugiere la enorme trascendencia de las intervenciones tempranas que garanticen
el derecho de los niños y niñas a crecer con adultos que puedan potenciar y
crear con sus mentes seguras hemisferios derechos que en el futuro sean capaces
de regular las emociones y guiar la conducta adecuadamente.
Además, Allan Schore
nos ha inspirado para introducir en la psicoterapia (y creo que, por qué no,
también en las intervenciones educativas) un nivel de relación no verbal con el
niño que repare -o contribuya a reparar- este hemisferio derecho lo más posible
y gane en riqueza y regulación. Tanto porque por efecto del abandono nos
encontremos con un niño/a apagado emocionalmente, con un rostro inhibido, poco
expresivo, que rechaza el contacto ocular (más propio de un abandono donde el
hemisferio derecho es un desierto emocional en cuanto a contenido no verbal)
como si hemos de trabajar o relacionarnos con otro menor que habiendo vivido
maltrato no se regula -en la esfera de la hiperactivación- y en su hemisferio
derecho están depositadas la pena, la ira, la agresividad, las sensaciones de
desconfianza, de daño interno… Shore no dice que estos menores “tienen que reestructurar no los contenidos
inconscientes sino el mismísimo inconsciente”
Por ello, hemos de
tener una relación a nivel no-verbal con ese niño o niña que acude a nuestra
consulta o centro de acogida. O si somos padres adoptivos o acogedores, ir poco
a poco estableciendo (desde el juego, que no es amenazador) cercanía física,
contacto ocular progresivo, comunicación gestual… Todos los componentes que
suponen ese conocimiento relacional implícito que puede en el aquí y ahora
desarrollarse -e incluso modificarse- gracias a una experiencia de sintonía y
conexión emocional profundas con nuestros niños/as y jóvenes.
Ponemos punto y final al post de hoy con la picada. Recientemente, el portal psiquiatría.com difundió una noticia que divulgaba una investigación que apunta que los genes no son el destino. Me parece adecuado cerrar con la misma porque nos viene muy bien con el tema que hemos expuesto hoy en el que hemos constatado como el cerebro se construye bajo la influencia del ambiente y que ambos son inseparables. Atención a una de las conclusiones: las personas con un determinado tipo de composición genética son más vulnerables emocionalmente en un ambiente negativo; ¡pero en un ambiente de apoyo esas mismas personas tienen posibilidades de prosperar!. Esta investigación apoya cien por cien el que destinemos todos los recursos psicosociales a los menores y a las personas adultas afectadas por trastornos porque gracias a los mismos pueden evolucionar positivamente. El artículo completo ha sido publicado en septiembre de 2015 en la revista British Journal of Psychiatry. Os dejo un resumen:
Las personas con un cierto tipo de gen resultan más profundamente afectadas por sus experiencias de la vida, según revela un nuevo estudio. Los hallazgos desafían el pensamiento tradicional sobre la depresión, al mostrar que lo que podría considerarse como un gen de riesgo para la depresión en un contexto, en otro puede ser beneficioso.
Investigadores de la Universidad de Melbourne, en Australia, estaban interesados en saber por qué algunos, pero no todos los adultos, que han sufrido abuso sexual o físico cuando eran niños llegan a desarrollar depresión a largo plazo.
La investigación, publicada en ‘British Journal of Psychiatry Open’, se centró en un gen particular, conocido como SERT, que transporta el químico regulador del estado de ánimo, la serotonina. Cada persona tiene uno de los tres tipos de genes SERT: largo-largo (l/l), corto-largo (s/l) o corto-corto (s/s).
El equipo de investigadores analizó el ADN de 333 personas de mediana edad con ancestros del norte y oeste de Europa y registró sus síntomas depresivos cada año durante un periodo de cinco años. Los individuos con el genotipo s/s (23 por ciento) que habían experimentado abuso sexual o físico cuando eran niños eran más propensos a sufrir síntomas depresivos severos en la mediana edad, mientras los individuos con este mismo genotipo pero sin antecedentes de abuso eran más felices que el resto de la población.
Los investigadores, de los departamentos de Psiquiatría y Medicina General de la Universidad de Melbourne, dicen que los hallazgos desafían el pensamiento tradicional sobre la depresión. En el futuro, el gen puede ser una señal de susceptibilidad de una persona a la depresión, sobre todo si tiene un historial de abuso, y puede ayudar a los médicos a identificar a pacientes que necesitan ayuda adicional para recuperarse de la depresión.
El investigador principal, el doctor Chad Bousman, afirma que aunque la relación entre el gen SERT y la depresión se ha estudiado antes, nunca se ha examinado en el tiempo. El seguimiento de esta relación durante más de cinco años proporciona información detallada sobre los cambios en los síntomas depresivos a lo largo del tiempo.
Bousman cree que esto podría ofrecer esperanza a las personas que sufren de depresión clínica. “Nuestros resultados sugieren que algunas personas tienen una composición genética que las hace más susceptibles a los ambientes negativos, pero si están en un ambiente con apoyo, estas mismas personas tienen probabilidades de prosperar”, afirma Bousman.
A su juicio, se trata de una buena noticia para las personas que sufren de depresión y los profesionales de la salud que las tratan. “Usted no puede cambiar su genotipo o volver atrás y cambiar su infancia, pero puede tomar medidas para modificar su entorno actual. También significa que no es tan sencillo como decirle a una persona que, debido a que tienen un gen de riesgo, está condenado. Esta investigación está demostrando que no es así”, detalla.
“Los genes de una persona por sí solos no son suficientes para determinar cómo podrían experimentar depresión. Esta investigación revela que lo que puede ser considerado como un gen de riesgo en un contexto, en realidad puede ser beneficioso en otro. Así que esto se opone directamente a la noción de determinismo genético, la idea de que los genes definen el destino”, añade Bousman.
Cuidaos / Zaindu
10 comentarios:
Mi hija adoptada con 4 años de Rusia, le diagnosticaron un trastorno del vínculo, a la edad de 10 años ,empezó a comportarse agresivamente con nosotros, sus padres, no lo hacia con su hermano, de su misma edad,también adoptado, ha estado ingresada varias veces, por su alta agresividad,que hacia imposible la vida familiar. Ahora le han diagnosticado un trastorno de personalidad. ¿Tiene alguna relación el trastorno del vínculo con el trastorno de personalidad. En otros ámbitos de la vida no ha tenido problemas con su agresividad, ya que sabe controlarse.
Hola. Gracias por tu participación. Me imagino que tu hija será mayor de 18 años porque un trastorno de la personalidad solo puede diagnosticarse a partir de esta edad. Eso es así porque la personalidad del niño está en formación y no puede darse nada por sentado. Teniendo esto presente, hay estudios científicos que han correlacionado el trastorno del vínculo con trastornos de la personalidad. Puedes consultar el libro de "Vinculaciones afectivas" de las profesoras Cantero y Lafuente, donde se exponen distintos estudios sobre este tema. No obstante, un diagnóstico debe de ser una explicación a modo de hipótesis de qué factores se relacionan con los problemas psíquicos de la persona, con el fin de poder establecer un plan de tratamiento.
Hola. Mi hija tiene 17 años y el diagnóstico de trastorno de la personalidad se ha hecho en base a que no mejora su conducta, su agresividad, impulsividad, escasa tolerancia a la frustracción, nos hace daño y no muestra señales de arrepentimiento, quiere estar comprando constantemente, sino se lo compras, te da una gran paliza, o se tira días en la cama, amenazándonos con no tomarse la medicación, nos amenaza con no ir o no va al instituto cuando no quiere, también nos amenaza con suicidarse, ya lo ha intentado en varias ocasiones, sabe lo que nos duele y allí es donde ella hace más hincapié.
Hasta ahora nada da resultando, yo leo su blog, libros ... Todo aquello que me pueda ayudar, la situación empeora.
Veo que los profesionales con los que me encuentro tienen poca formación sobre el tema, mi único consuelo es contárselo a usted y seguir su blog.
Me gustaría leer también en su blog, "cuando los padres ya no pueden más".
Gracias.
Hola. Mi hija tiene 17 años y el diagnóstico de trastorno de la personalidad se ha hecho en base a que no mejora su conducta, su agresividad, impulsividad, escasa tolerancia a la frustracción, nos hace daño y no muestra señales de arrepentimiento, quiere estar comprando constantemente, sino se lo compras, te da una gran paliza, o se tira días en la cama, amenazándonos con no tomarse la medicación, nos amenaza con no ir o no va al instituto cuando no quiere, también nos amenaza con suicidarse, ya lo ha intentado en varias ocasiones, sabe lo que nos duele y allí es donde ella hace más hincapié.
Hasta ahora nada da resultando, yo leo su blog, libros ... Todo aquello que me pueda ayudar, la situación empeora.
Veo que los profesionales con los que me encuentro tienen poca formación sobre el tema, mi único consuelo es contárselo a usted y seguir su blog.
Me gustaría leer también en su blog, "cuando los padres ya no pueden más".
Gracias.
Buenas noches. ¿Qué le puedo decir? Decirle que siento su situación y el sufrimiento de su hija y el que ustedes también padecen por sus conductas y por ver qué lejos de mejorar, su situación personal y familiar empeora. Lo único que le puedo decir es que consulten ustedes con los servicios sociales con el fin de averiguar qué recursos existen en su comunidad para una menor con trastorno de personalidad. Un saludo, José Luis
Soy la madre de la menor anterior. Nos han hablado de ténicas como el EMDR y el EFT. ¿Serían eficaces en el caso de nuestra hija?. En la actualidad está ingresada, y en el hospital nos dicen qué se encuentra muy bien, sigue todas las normas, se relaciona de manera adecuada con todas las personas. Esto también ocurría también antes, que con las personas era muy agradable e incluso con los niños es muy afectiva, con sus primos pequeños, le gusta darles de comer ,cambiarles los pañales, jugar con ellos, pero con nosotros todo cambia. Constantemente nos pregunta que si la queremos, parece que necesita oírlo reiteradamente. Ha estado recibiendo terapia cognitiva conductual en un Centro de la Comunidad Autónoma, donde va a volver a ingresar cuando salga del hospital. Ellos dicen que no tiene ninguna enfermedad mental, que es cuestión de que ella ponga de su parte y de que los padres pongamos límites, sino mejora nosotros tenemos la culpa, por no seguir sus consejos. No es fácil, pues ya comenté que ante ciertos normas que ponemos y no quiere seguir se muestra con agresividad. La llamé por telefóno al hospital ella me dijo que le comprase un maquillaje, le contesté que cuando estuviera aquí lo compraba, me dijo que no la volviese a llamar más y me colgó el teléfono, al día siguiente la enfermera me comentó que estaba algo pesarosa, pero yo no la he vuelto a llamar más para qué se dé cuenta de que sus conductas tienen repercusiones, hasta ahora hacía con nosotros lo que quería, ya que teníamos miedo, esta actitud ha empezado a cambiar ya. Estamos hechos un lío, con el diagnóstico, sus conductas.......
Muchas gracias.
Hola, desde luego que son importantes los límites y las consecuencias. Con las normas hay que ser coherentes pero flexibles. Si ella percibe que ustedes tienen miedo a poner los límites, le dará inseguridad y probablemente se defienda de ello con agresividad. También es importante, junto con los límites, la empatía, saber ponerse en su lugar, en sus zapatos, sobre todo con el miedo al abandono que parece sentir. Que sepa que aunque haya consecuencias, no por ello le vais a abandonar.
El abordaje EMDR (aunque no sólo: combinado con una intervención familiar y una visión desde el apego) es muy recomendable para trabajar con adolescentes adoptados que presentan traumas. En la página web de la Asociación EMDR España puedes consultar sobre los profesionales que ejercen en tu comunidad: http://www.asociacionemdr.org/es/index.php
Cerciórate de que tengan experiencia con adolescentes.
Saludos cordiales,
José Luis Gonzalo
Buenas noches, hoy me ha comentado la enfermera que estaba muy triste porque no la llamaba, la he llamado y se ha puesto a llorar,creía que ya no me querías, que no te acordabas de mí. Yo la he contestado que ella y su hermano es lo que más quiero en la vida, que me acuerdo de ella por la mañana, tarde, noche..... pero que no me debía tratar así, lo ha entendido perfectamente. No me ha pedido que le compre nada, solo que lleve lo que ya tiene en casa. Se encontraba feliz.
Saludos y toda mi gratitud.
Hola. Soy la misma madre del blog, pero ahora me he puesto un nombre, para que sea más fácil identificarme. Además de la niña, tengo otro hijo adoptado de 17 años, de Rumanía a la edad de dos años. Cuento mi experiencia por si le puede servir a alguna familia de ayuda, y también porque leí en su blog algo relacionado con el autismo.
Mi hijo cuando nos le dieron estaba constantemente abrazándose a nosotros, tenía que poner su tripa en contacto con la nuestra, el primer año también dormía así. Cuando fue al colegio nuestra vida se convirtió en un infierno, él se enteraba muy bien de todo, pero no tenía atención, se cansaba enseguida, le costaba seguír normas. Le llevamos a una psiquiatra famosa de Madrid, le recetó risperidona, El niño no mejoraba, en tercero de primaria empezaron a expulsarle del colegio. Le llevamos a muchos famosos psiquiatras infantiles, el diagnóstico de todos era trastorno del espectro autista, no tenía solución solo darle medicina, yo seguí luchando no me creía el diagnóstico, me dedique a leer, estudiar, tenía que buscar soluciones, hicimos durante dos años terapia multisensorial, él comenzó a mejorar en muchas áreas, sobretodo en el área motriz, pero luego se negó a hacer la terapia era dura y ya llevábamos mucho tiempo con ella. Tras mucho pensar como ayudarle más, desde hace un año recibe estimulación con una neuropsicóloga, ha mejorado mucho: en habilidades sociales,ya no mete la pata como antes, puedes establecer una conversación buena con él, tiene buenos amigos, empezó a salir con ellos ya con 17 años, ha mejorado mucho en lectura pero la escritura le cuesta mucho. Quisiera saber algún método para que no le cueste tanto escribir, me imagino que estas áreas del cerebro no maduraron adecuadamente. Los avances han sido muchísimos, descartado el trastorno del espectro autista. Pero a pesar de todos los medios siempre he estado ahí con él, leyendo, escribiendo, realizando juegos de memoria, atención con cartas y con toda mi imaginación e ilusión. Siempre luchando, se me han quedado muchas cosas en el tintero,siempre dispuesta a ayudar a quien me quiera preguntar. Porque yo al principio estaba sola, yendo a psiquiatras y psicólogos que ahora veo no tenían mucha idea sobre el tema.
Saludos, una madre muy agradecida.
Hola de nuevo, Esperanza. El caso de tu hijo me ha recordado a otros menores procedentes de Rumanía, que padecieron un severo aislamiento en los orfanatos, y cuyo diagnóstico era precisamente autismo. Sin embargo no lo eran porque con la estimulación fueron mejorando y recuperando a nivel emocional y social. Se trataba de un trastorno reactivo de la vinculación de tipo inhibido. Estos menores, aún recuperándose dentro de unos límites, hacen avances y mejoras en expresion y comunicación emocional y social con un adecuado tratamiento; lo cual hace pensar más en un trastorno del apego que en uno del espectro autista. Y es que no se puede obviar en la valoración de estos menores, los años de aislamiento y de ausencia de estimulación que sufrieron, que afectan al desarrollo tanto que pueden parecer autistas sin llegar a serlo. Algunos de estos niños que
he tratado estuvieron hasta siete años en una cuna sin apenas contacto humano y en unas condiciones físicas y emocionales deplorables. Admiro su tesón y perseverancia, Esperanza. Con ellos estos niños van mejorando poco a poco. Gracias por su testimonio. Saludos cordiales.
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