Hay menores adoptados que presentan no ya problemas o dificultades de adaptación o a nivel emocional. Hablamos como afirma María Vergara, del reconocimiento del daño (provocado por los malos tratos, el abandono, la negligencia, el abuso sexual en la infancia, probablemente más severo cuanto más temprano y prolongado sucede y lo sufre el menor de edad) y que se manifiesta en los dominios del apego (trastorno en el primer vínculo de apego y en la capacidad posterior para poder establecer vínculos afectivos sanos con otras personas), el trauma (trauma complejo) y el desarrollo (trastornos del desarrollo cognitivo, lenguaje, motricidad…) Estas alteraciones (que ellos no han elegido y que se asocian a un ambiente temprano anormal, no son los menores los anormales, no nos confundamos) complican la vida de estos niños/as y jóvenes y sus familias de manera que su capacidad de adaptación, su bienestar bio-psico-social y la capacidad de disfrute de la vida se ven marcadamente afectados e interferidos por ese daño. La valoración del daño debe ser hecha cuidadosamente por profesionales formados en estos dominios que puedan diseñar un programa de tratamiento para los menores y sus referentes (padres, madres, acogedores…) en el cual la participación y competencia como cuidadores y co-terapeutas colaboradores de dicho programa es fundamental e imprescindible.
Contamos con el programa en
psicoterapia de Barudy y Dantagnan (trauma terapia infantil sistémica) como uno
de los modelos integrales más completos que existen para el tratamiento del
daño psineurofisiológico que los malos tratos generan en los menores. También con el Programa de formación en Crianza Terapéutica para acogedores profesionalizados y otros profesionales que han de trabajar con menores dañados por los malos tratos. Lo han diseñado y llevan adelante Elena Borrajo, Laura Fariña y María Vergara desde el Centro Alén en Galicia, A Coruña, y del cual han hablado en este blog con sendos post María y Elena
Este modelo de intervención de Barudy y Dantagnan se completa con la
aportación del paradigma de la resiliencia. Y de ello quiero hablar hoy,
dedicándome especialmente a esas familias que están en crisis o en riesgo de
ruptura, o a las sin estar en ese riesgo tienen a su cargo niños/as y
adolescentes muy dañados. La palabra daño -soy consciente- a algunas personas les
suena demasiado dura, y asusta. Hemos pasado de un discurso en adopción en el
que prácticamente se consideraba que todos los menores no presentaban necesidades
especiales y que se les podía equiparar con los criados en familias biológicas,
con los mismos desafíos, retos y dificultades a otro (afortunadamente) en el
que conscientes de las secuelas que los malos tratos continuados y repetidos
dejan en los menores, se puede considerar que algunos de éstos han sido efectivamente, dañados. Y no es porque no se supiera todo esto. Como nos relata magníficamente
Mario Marrone (en su libro La teoría del apego. Un enfoque actual), experto en
apego y uno de los principales referentes en este campo, un primer espada, cuando nos cuenta cómo surge esta teoría, refiere que se creó, ya en los años 60, un grupo
de expertos que demostró a la Organización Mundial de la Salud el daño que
causan tanto la ausencia como la ruptura de los primeros vínculos. Sin embargo, creo que
la sociedad no ha estado preparada para creer los relatos de las víctimas, ha
debido de generarse una cultura de aceptación del papel decisivo que juegan las
experiencias reales que las personas viven. Y a esto ha contribuido en gran medida
la neurociencia actual que ha refrendado que Bowlby y otros grandes autores y
autoras no estaban equivocados. Al contrario: acertaron de pleno. La
neurobiología del apego es fascinante y nos demuestra cómo en el contexto de
una relación de apego segura se conforma y se favorece un desarrollo armónico e
integrado también a nivel cerebral.
Algunos menores que han sufrido malos tratos tempranos y continuados en el tiempo están dañados en su sistema nervioso, en su neurodesarrollo, en sus representaciones mentales de apego (que no dejan espacio nuevo para recalificar las nuevas experiencias vinculares y se tornan en fóbicos a establecer nuevos vínculos), en la experiencia de su sí mismo (self) que se fragmenta sin existir un sentido coherente del mismo a lo largo del tiempo, en el área moral… Todo el mundo tiene claro que un niño está dañado cuando sufre malos tratos físicos y tiene cicatrices, hematomas, rastros de quemaduras, cortes… Pero cuando entramos en el terreno de relaciones continuadas y repetidas, en el contexto de los primeros vínculos de apego o con otras figuras adultas, que tienen capacidad también de dañar no sólo psicológicamente sino de alterar el mismo cerebro, a la población en general nos cuesta más entenderlo. ¿O aceptarlo? Aceptarlo porque nos exige hacernos cargo de secuelas que no cicatrizan de una manera tan rápida y cuyas consecuencias se mantienen a largo plazo en los niños y menores, y esto nos confronta con que el ser humano puede generar lo que más puede afectar y lesionar a una persona: la violencia, abandono, maltrato o negligencia producida de un ser humano hacia otro ser humano, como dice Jorge Barudy.
Sin embargo, aceptarlo, aunque
suponga un duelo nos va a permitir poder ver al ser humano niño/a que tenemos
delante. Poder verle, sentirle y reconocerle, como dice acertadamente Ana María
Gómez. Cuando veamos al niño/a, seremos conscientes de su mente (necesidades,
emociones, intenciones, deseos…) y dejaremos de ver solo la nuestra (miedos,
angustia, preocupaciones, hiperexigencias…) para conectar con el niño/a. Poder
conectar (sintonizar con el sentir del niño, alinearme con él y su mente; para
después, devolverle en resonancia que le sentimos. Ello es fundamental para reparar
los apegos dañados) emocionalmente es una tarea que debemos hacer. Sobre cómo
hacer esta labor hago una contribución en mi nuevo libro Vincúlate.
Ver al niño/a además, tendrá como consecuencia beneficiosa que podremos empezar a percibirle en lo que él es, en su esencia. Honrarle por su capacidad para haber sobrevivido. Y nos permitirá valorarle en muchos logros, cualidades y aspectos que antes no podíamos percibir atrapados como estábamos en sólo atender y ver nuestro punto de vista. Debemos de trabajar por desarrollar una mente flexible y coherente en nuestros actos, con afecto y autoridad calmada y consistencia en nuestras respuestas, si es que queremos contribuir a reparar los daños de los niños/as y asistir a su proceso de transformación.
Pero hoy quiero focalizarme en la resiliencia secundaria, ese otro ingrediente que debemos contemplar y que hace que los niños/as puedan precisamente transformarse. Creo que la palabra resiliencia se está pervirtiendo un tanto y que se usa para designar procesos que sólo tienen que ver con el afrontamiento y con hacer una buena adaptación a pesar de contextos de adversidad. Yo soy de los que pienso que la resiliencia es mucho más que eso: es hacer una transformación personal a partir de la vivencia de un trauma. Es ese "renacer psicológico tras un trauma", como nos indica Boris Cyrulnik.
Existen familias cuyos menores
adoptados o acogidos (también en las biológicas) presentan tanto daño que
necesitan hacer un proceso resiliente (resiliencia secundaria) Recordamos que
es un concepto de nuestro gran Jorge Barudy: es la capacidad de un niño/a
adolescente de desarrollarse suficiente bien y sano para proyectarse en el
futuro como alguien no culpable, digno y valioso; a pesar de haber tenido
condiciones de vida difíciles y sufrido diferentes tipos de traumas. Esto es
posible gracias a sus recursos y a un entorno social e institucional afectivo y
solidario.
Me refiero a familias con suficiente competencia parental. Padres o madres (u otros cuidadores) que están capacitados para cuidar porque poseen empatía y una historia de apego suficientemente segura e incluso con muchos elementos de seguridad. Pueden necesitar psicoeducación, formación en habilidades de crianza terapéutica pero son cuidadores competentes, como decimos. Sin embargo, el estrés de una crianza (como nos decía María Vergara en su reciente post sobre crianza terapéutica) tan prolongada y desafiante empieza a minar su salud física y mental. Algunos chicos y chicas se recuperan durante periodos de tiempo pero como los factores de vulnerabilidad son de alto riesgo, suelen recaer. Y si en esta recaída están en la adolescencia (una nueva etapa donde todos los jóvenes son más vulnerables) o si se presenta en forma de sintomatología externalizante (agresividad, fugas, robos, absentismo escolar, consumo de sustancias, relaciones de pareja tóxicas que retraumatizan…), el agotamiento físico y mental hace mella en las familias. Sobre todo a aquéllas en las que los menores, como decimos, presentan un nivel de daño severo. Y esto hay que comprenderlo, y cuidar a estas familias.
"Llevo siete años desde que llegó
mi hijo haciendo frente a sus conductas agresivas, conteniéndole, apoyándole
con los deberes que han sido un tormento por sus dificultades severas para
aprender, teniendo que estar casi las 24 horas del día a su lado para
regularle, darle seguridad y permanencia y siento no puedo más. No he salido ni
un solo día con mis amigos, no he tenido tiempo para mí, no me he comprado ni
ropa…"
Esto lo he escuchado muchas veces a padres y madres adoptivos/as, es algo que a buen seguro podrán afirmar muchos/as de ellos/as. Nos muestra una de muchas experiencias en carne viva del desafío que supone la crianza de los menores muy dañados, por muy competentes que seamos como cuidadores. Incluso para los profesionales el tratamiento de los menores es un gran reto. Y es muy positivo ser conscientes de lo que nos pasa, acontece, vivimos, sentimos… para poder buscar ayuda y apoyos externos.
Es del todo necesario que las
familias acudan a las asociaciones y a sus formaciones, que contemplen la
psicoterapia como recurso de ayuda y apoyo a la parentalidad (y en los aspectos
personales que están en relación con nuestro niño/a), que desde la
administración aumenten los apoyos post adoptivos (con cursos de crianza
terapéutica) En un momento dado, puede ser necesario que además, recurran a los
servicios sociales para que hagan una valoración y aporten medidas psicoeducativas
para el tratamiento integral del menor y la familia. Tener una actitud de
apertura al exterior, de conciencia de problema o necesidades, de comunicación, de aceptación
de la ayuda exterior y del apoyo de otros (profesionales, amigos, familia…) puede ayudar a que los adultos se sientan sentidos, sostenidos y arropados
socialmente. Se recuperen de los baches anímicos y no tiren la toalla y sometan
al menor a una nueva vivencia de abandono emocional (“Ya estoy harto, haz lo
que quieras”) O directamente les digan que se vayan de casa. Esto es el peor de los favores que le podemos decir a un chico o chica: que pasamos.
Porque si bien no tenemos soluciones y nuestra tarea como profesionales de la psicología (u otras ciencias afines) tiene límites, sí creo que sabemos cuál es el camino que podemos seguir. Camino que debemos hacer acompañados, como digo, siempre bajo la influencia de otros, pues si no no podemos hacernos como padres y madres y por lo tanto, no podemos contribuir a ese proceso de transformación que los menores necesitan hacer bajo nuestro acompañamiento resiliente.
El camino es ser consciente de
que el mencionado acompañamiento es un proceso de reparación del daño de los menores
que lleva tiempo. Y sabemos que hay unos elementos que los expertos en
resiliencia nos enseñan, y hemos de ser perseverantes en su mantenimiento y
permanencia (incluso en los momentos en los que humanamente no podemos más. Nos sentamos, cogemos aire, paramos, y volvemos a empezar otra vez) Porque
el paradigma de la resiliencia los avala. Como afirmó magistralmente María
Vergara en su post del mes de diciembre, cuanto más terco sea el niño/a o joven en su
desadaptación, más lo seremos nosotros en nuestro camino de proceso de
construcción de la resiliencia secundaria en los menores.
Los cuatro elementos que considero fundamentales y que favorecen
la resiliencia secundaria. Es la tetralogía que extraigo de diversos autores en resiliencia (Cyrulnik, Barudy, Aarón, Kotliarenco, Dantagnan...):
1. Aceptación fundamental: lo
comentamos en el post de despedida del año y que hicimos conjuntamente los tres
blogs hermanos junto con Tatiana Caseda e Iván Rodríguez) El autor Werner
siguió durante más de treinta años, hasta su vida adulta, a más de 500 niños
nacidos en medio de la pobreza en la isla de Kauai. Todos pasaron penurias,
pero una tercera parte sufrió, además, experiencias de estrés y/o fue criado
por familias disfuncionales en las que se daban peleas, divorcios, ausencia del
padre, alcoholismo o enfermedades mentales. Muchos presentaron patologías
físicas, psicológicas y sociales, como desde el punto de vista de los factores
de riesgo se esperaba. Pero ocurrió que muchos lograron un desarrollo sano y
positivo. Al estudiar a estos niños, ya convertidos en adultos, contempló con
sorpresa como el 30% de ellos habían alcanzado un desarrollo sano, vivían una
vida normal. ¿Cuál era el factor determinante? Fueron aceptadas en lo
fundamental: su sentido de valía, reconocimiento, el valor de su ser... fueron
respetados y fomentados. Esto es, a pesar de todos los problemas que pudieran
dar, o de su temperamento, raza, ideas, amigos, religión… Fueron aceptados en
lo fundamental. Por ello, incluso en los momentos en que se puedan torcer las
cosas, aunque haya que mantener el límite y lo normativo, salvaguardemos a los
menores en su valor central: ser personas.
2. Pertenencia: Hasta en las situaciones y relaciones familiares que atraviesan un momento delicado y crítico, la pertenencia a la familia no se cuestiona jamás. “Esta siempre es tu casa y tienes las puertas abiertas” “Somos tu familia y perteneces a la misma” Con la misma contundencia que apelamos al límite y a lo que no podemos tolerar, hemos de apelar a la pertenencia.
3. Experiencias y personas que
permitan transformar y sanar el dolor: el arte, la participación en grupos culturales y sociales
significativos de la comunidad… posibilitan que el dolor causado por el trauma
pueda transformarse en acciones o símbolos constructivos. Son múltiples las
personas que refieren un proceso de transformación personal gracias a que
encontraron un sentido en estas experiencias.
Por otro lado, hemos de proporcionar a los niños
y las niñas, los jóvenes… adultos importantes
a los que puedan otorgar el rol de adulto favorecedor de ese proceso de
construir y rehacerse interiormente (porque cambian su mirada sobre el menor,
potencian recursos y habilidades hasta entonces insospechados, hacen de sostén
y apoyo emocional…) Un niño o joven debe de tener a su lado una persona o
personas de estas características (aparte de sus padres y madres) con quien establecer un vínculo.
4. La empatía y el límite: es una fórmula que combinada (junto con la paciencia y la perseverancia) favorece la transformación de los chicos y chicas y potencia la resiliencia secundaria. Porque cuando el límite se pone (y hay que ponerlo muchas veces y sin temor) con un genuino interés y con respuesta emocional, poniéndose en el lugar del otro, los menores entienden por qué lo hacemos aunque en el momento puedan responder con rabia, indiferencia o evasión.
La picada de hoy es un enlace al vídeo que grabaron en la Escuela de Familias Adoptivas de la Escuela Andaluza de Salud Pública. El pasado 7 de enero me invitaron a su sede sita en la prodigiosa ciudad de Granada y allí tuvimos un coloquio que se transmitió en directo por internet y a través de redes sociales. Todos/as los/as interesados/as pudieron seguirlo y compartir conmigo, María Martín Titos (una de las autoras del magnífico libro sobre adopción titulado: Mariposas en el Corazón) y María Ángeles Prieto (Directora de la Escuela de Familias Adoptivas) una tertulia sobre las necesidades y retos de los menores adoptados. Para los/as que no pudisteis seguirlo, os dejo el enlace a la página de la escuela donde han subido el vídeo con la grabación. Espero que os sea de utilidad en vuestra tarea como padres, madres, familias adoptivas y acogedoras, y también a los profesionales de la protección a la infancia. Nuevamente agradezco desde estas líneas a todos/as los/as integrantes de la Escuela de Familias Adoptivas de Granada el trato que me dispensaron y por darme la oportunidad de compartir con ellos/as un coloquio tan agradable e interesante. Volveremos.
Enlace para que podáis seguir el coloquio: http://livestream.com/easptv/VinculacionyApego
Y finalmente, quiero celebrar con vosotros/as (lo habéis hecho posible siguiendo el blog, difundiéndolo, compartiéndolo y apoyando con vuestra presencia los actos formativos que celebramos, durante estos nueve años, en los cuales poquito a poco caminamos escribiendo para vosotros/as, semana a semana, con constancia y perseverancia) que hayamos alcanzado en el blog la increíble y extraordinaria cifra de ¡¡1.000.000 de visitas!! Somos una gran familia unidos y celebrando, hoy más que nunca, por los buenos tratos. Espero seguir si la salud me lo permite. Os doy las gracias a todos/as, muy emocionado, de todo corazón.
Hasta dentro de quince días, cuidaos / zaindu
Post dedicado a Juan Aranzabal con todo mi cariño.
Mi tutor de resiliencia desde 1983 a 2016
Siempre en mi memoria, siempre en mi corazón
Beti nire bihotzean.
Mi tutor de resiliencia desde 1983 a 2016
Siempre en mi memoria, siempre en mi corazón
Beti nire bihotzean.
Gracias Jose Luis
ResponderEliminarTu bloc es una referencia para profesionales y familias, sin duda.
Yo soy educador social y psicólogo, trabajo en infancia con dificultades desde el año 92.
Quiero comentar, que encuentro a faltar en tu relato, la aceptación del hijo adoptado o acogido en toda su esencia, aceptando e incluyendo como parte de la dinámica familiar a su familia de origen, y muy especialmente a la madre biológica como parte de su esencia. Si no acogemos esta figura, poco podrá creer que le queremos en su totalidad.
Este es mi trabajo diario, con las families de acogimiento y adopción, y en el que creo profundamente. Cuando el menor puede sentir a su madre de origen a través de su madre adoptiva, muchas de estas conductas que llevan al agotamiento de los padres, disminuyen y facilitan el vínculo con toda la familia.
Quisiera saber cómo abordas este aspecto en tu trabajo diario.
Muchas gracias y felicidades por este espacio que nos ofreces
Un abrazo
Javier Garcia
Resoonsable Servicio Terapeutico
Associació Cel Obert
Efectivamente, estoy de acuerdo contigo en que en el post falta esa información, la
ResponderEliminarrelativa a la integración en el relato de la familia biológica (y orígenes en general) No es que no lo contemple (hablo en otros posts de ello) sólo que en esta ocasión me he centrado en desarrollar más otros aspectos que anteriormente, no había abordado.
En psicoterapia hay un bloque de trabajo donde implicamos a la familia adoptiva junto con el menor, en el trabajo de reconstrucción de historia de vida. Y ello
implica, entre otros temas que trabajamos, hacer explícito el honrar a la familia e integrarla como parte del pasado del niño. Cuando los padres biológicos han hecho daño (por ejemplo un maltrato o abuso) tratamos de que el menor interiorice que dicho daño es consecuencia de una incompetencia parental. Es complejo, largo, duro, difícil pero cuando los adoptivos o acogedores empatizan con esto ayudan mucho en esta integración y en la consiguiente mejoría del niño. Gracias por tu comentario y por tus palabras de elogio al blog. Encantado. Saludos cordiales.
Gracias Jose Luis por tu magnífico blog; soy madre de un niño adoptado desde hace 12 años y tus comentarios me han ayudado muchísimo a entender sus reacciones. Somos conscientes de que necesitamos ayuda y acompañamiento y puesto que vivimos en Madrid y no podemos acudir a tu consulta, me atrevo a preguntarte si conoces algún profesional aquí (psicólogo, psicoterapeuta) especialista en los problemas a los que se enfrentan las familias adoptantes,y que se base en el modelo de Barudy y Dantagnan, teoría del apego, etc. para su tratamiento, ya que yo no he encontrado ninguno. O quizá puedas indicarme alguna asociación madrileña que a su vez pueda orientarme en la búsqueda de ese especialista.
ResponderEliminarMuchas gracias de antemano; espero con impaciencia la lectura de tu último libro, Vincúlate.
Un afectuoso saludo
Gracias por tu comentario. Creo que en Madrid no contamos con ningún profesional de la red apega que tenga consulta. Puedes escribir no obstante a Marina Mas, en Barcelona, quien coordina todos los datos de la red y preguntarle: ifiv2000@gmail.com Saludos cordiales.
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