Estas vacaciones de Navidad he
comenzado la lectura de un libro que tenía pendiente desde el Congreso de Apego
y Trauma de Roma del pasado septiembre de 2014. Allí tuvimos la oportunidad de
aprender, de primera mano, entre otros, de Allan Schore. Sus libros se vendían
allí mismo y no me pude resistir a comprar (al igual que mis amigos y colegas
que me acompañaban, Rafael Benito y Cristina Herce) la que puede considerarse
su obra cumbre: Affect Dysregulation and Disorders of the Self y Affect Dysregulation and Repair of the Self En castellano: Desregulación Emocional
y Trastornos del Self y Desregulación Emocional y Restauración del Self.
Mi amigo y colega Rafael Benito
ya me lleva delantera y me ha dicho en innumerables ocasiones que se trata de
un libro excelente. Entre otros libros, tareas, consultas y otros asuntos
estaba postergando demasiado la lectura de esta obra. Hasta que al final, en
Navidad -poco a poco porque está en inglés-, he empezado a adentrarme en los
conceptos y desarrollos teóricos de Allan Schore. Lo que puedo deciros es que
ratifico cien por cien la opinión de Rafael Benito: un libro de matrícula de
honor. He comenzado por el primero de los dos tomos, el que hace referencia a cómo se gestan los trastornos del self.
Voy a compartiros en este post
algunas cuestiones relacionadas con el logro de la autoregulación emocional,
capacidad que tiene su periodo más sensible de consecución entre los 0 y los 2 años y en la
cual participan las tendencias genéticas de cada persona junto con la experiencia
de cuidados recibida por parte de nuestras figuras de apego primarias. Ambos, genes y experiencia, son inseparables. Son dos coordenadas que no pueden existir
la una sin la otra. En unos casos puede pesar más la contribución genética y en
otros la ambiental, pero sólo son contribuciones. Incluso el famoso y tan
controvertido Trastorno por Déficit de Atención con
Hiperactividad-Impulsividad, a la larga, como muy bien afirma Rafael Benito, su
denominación será Trastorno por Desregulación Emocional. Y tiene que ver tanto con el papel de los genes como del ambiente.
Muchos de los problemas que
tienen los niños y niñas adoptados y acogidos que han sufrido experiencias de
malos tratos y abandono es precisamente, el trastorno que presentan en este
dominio: manifiestan entre moderados y graves problemas para regularse a nivel
biológico-emocional-conductual. En estos
casos parece incuestionable el peso que tiene el ambiente en la etiología de esta desregulación
emocional: la calidad de los cuidados de las primeras figuras de apego, durante los dos primeros
años de vida, y posteriormente, con otras figuras significativas. Como decimos, podemos
dar más peso a una contribución que a otra, pero la resultante siempre será la
conjunción de los factores genéticos y ambientales. La ciencia emergente de la
epigenética está actualmente tratando de desentrañar cómo influye este ambiente
en los genes, principalmente durante los primeros años de vida que como
sabemos, acontece un espectacular neurodesarrollo, orquestado por el
ambiente. Pero incluso aunque el peso de la contribución genética hipotéticamente fuese mayor (como predisponente), podemos seguir produciendo cambios en dichos genes. Los genes no están aislados del ambiente y están en constante diálogo con éste.
El aspecto más importante del
entorno es el entorno social, la relación que el infante tiene con los
cuidadores. Neurocientíficos y psicólogos del desarrollo, nos dice Schore,
convienen en el principio general que afirma que "la mejor descripción del
desarrollo viene de la cuidadosa apreciación de las operaciones que el cerebro
hace para su propia organización. Hay un acuerdo en que el cerebro es un
sistema auto-organizado, y esta auto-organización del desarrollo ocurre en el
contexto de una relación con otro self, con otro cerebro". En efecto, la
comunicación socio-emocional está grabada en las estructuras biológicas que
están madurando durante el crecimiento cerebral en los dos primeros años
de la vida humana, y tiene posteriormente efectos duraderos. Las experiencias socio-afectivas
dentro de una relación de apego infante/cuidador tienen un efecto crítico en la
temprana organización del cerebro límbico, área especializada no sólo en el
procesamiento de la emoción sino en aprendizajes nuevos y en la capacidad de
adaptarse rápidamente a entornos cambiantes.
El procesamiento emocional por
parte del sistema límbico se expande por el hemisferio derecho. Los neurocientíficos
le llaman “la mente derecha” Este hemisferio derecho, el sustrato
neurobiológico del cerebro emocional, experimenta una gran actividad y
desarrollo durante el primer año y medio de vida, nos dice Shore.
Es crucial para la estructuración
del cerebro derecho y la consecución de las capacidades auto-regulatorias, otro
concepto que el autor denomina sincronía afectiva: en las interacciones
cara-a-cara, que empiezan entre cuidador/bebé aproximadamente a los dos meses,
en el primer contexto del juego social bebé/cuidador, éstos para regular los
niveles altos de arousal (activación generalizada del organismo), sincronizan (cual
si fueran relojes) la intensidad de sus conductas afectivas. La primera
oportunidad para practicar la coordinación interpersonal de los ritmos
biológicos, para experimentar la mutua regulación del arousal positivo y para
sentar las bases de la comunicación humana, son estas interacciones
bebé/cuidador.
Un análisis secuencia-a-secuencia muestra que este estado
compartido momento-a-momento representa un diálogo organizado que ocurre en
milisegundos. En contextos de “claves selectivas mutuamente sintonizadas” el
infante aprende a enviar claves sociales específicas a las cuales la madre (o
cuidador) responde, reflejando por tanto un sentido anticipatorio de respuesta
del otro (cuidador) al self (sí mismo del bebé), concomitantemente a una
adaptación del sí mismo del bebé al otro (cuidador) Esta sincronía afectiva es
un aprendizaje entre ambos miembros de la diada o de la pareja a la estructura
rítmica del otro, y modificar la conducta para adaptarse o amoldarse a esa
estructura. Es como una danza. Por ejemplo, podemos ver el famoso “paso a dos”
del Ballet Cascanueces. Es una metáfora que nos ayuda a entender mejor este concepto de la sincronía afectiva. Los cerebros de los bailarines están conectados. Éstos se regulan mutuamente y saben anticipar perfectamente el movimiento del otro y amoldarse al mismo. Relacionarse con el otro es, por tanto, equivalente a bailar. La misma sincronía debe producirse entre bebé/cuidador para que
ambos aprendan a regular los estados internos y la activación positiva (y
amplificarla y resonarla, cuando se sienten en algarabía y risa) y calmarla
cuando es negativa (ansiedad, nerviosismo, inquietud…) El cuidador debe por lo
tanto, ser muy competente y debe de poder monitorizar y manejar su propio arousal.
Por lo tanto, la auto-regulación es herencia de que esta sincronía se haga
adecuadamente (el cuidador tiene mucho que decir en esto pues su sistema
nervioso ya se supone desarrollado y capaz de regular al otro)
Schore dice que
el fallo en la diada madre/hijo para crear un sistema regulatorio en el
hemisferio derecho en los dos primeros años de vida es un factor de riesgo en
el desarrollo. Ambos miembros de la diada experimentan estados de transición
mientras ellos se mueven juntos desde el bajo arousal a estados de alta
energía, de arousal elevado, de la quietud, a estados positivos intensos. La
diada está co-creando sistemas de regulación del arousal. Estas interacciones
interconectan con fuerza las redes neurales del cortex orbitofrontal, el cual
nos dice Shore, participa en el significado emocional/motivacional. Ese sistema
frontolímbico (circuito que va desde el lóbulo frontal al sistema límbico) es
crucial en la modulación de las conductas emocionales y sociales y la
homeostasis (equilibrio) del sistema nervioso.
Otro concepto interesante para
nosotros que he podido aprender en el libro de Shore es el “lenguaje afectivo
no-verbal” En esa diada bebé/cuidador se aprende también a nivel preverbal a
tener un conocimiento implícito relacional sobre cómo me siento y se siente el
otro. Este conocimiento quedará archivado en la memoria implícita (que es
predominante durante los dos primeros años de vida-dos años y medio) y supondrá
la interiorización de la vivencia de cómo nos cuidaron así como el primer
alfabeto afectivo sin palabras. Si vemos el vídeo Still face (Cara congelada),
dentro de una investigación llevada a cabo por el Dr. Tronick y equipo, sobre
el desarrollo de los bebés -del cual ya hemos hablado en otra ocasión-,
entenderemos fácilmente a qué me estoy refiriendo. Esta vez no nos centramos en
la parte del vídeo en el que la madre congela la cara, sino en la primera, en
la cual ambos están implicados en una comunicación pre-verbal. Ambos dialogan sin
palabras, es una interacción lúdica (donde por cierto también asistimos a lo
que hemos explicado respecto a la sincronía afectiva, esa mutua regulación),
plena de gozo. Madre e hijo entienden sus intenciones y deseos, y la madre ve
la mente de su hijo como propia (del bebé). No hablan con palabras pero se entienden con
ese lenguaje afectivo no-verbal. Es la primera gran escuela que preparará al
niño para identificar la emoción, regularla y después, con la aparición del
lenguaje/pensamiento, etiquetarla con la palabra. Ved sólo el primer minuto del vídeo.
¿Qué trascendencia tiene esto en
nuestra tarea?
Los niños y adolescentes con los
que trabajamos o nos relacionamos, si han padecido una ausencia prolongada del
cuidador, si no ha habido otro que permanezca suficientemente -y si permanece
lo ha hecho con comunicaciones afectivas mutuamente reguladas, por supuesto-,
la capacidad para la auto-regulación es deficitaria. Cada niño presentará mayor
o menor déficit. Es uno de los primeros objetivos a cumplir en la psicoterapia
y a trabajar con los padres, familias o educadores: enseñar a los niños a
modificar su psicofisiología para poder aprender la regulación. Que ningún
cuidador espere que el niño pueda hacer esto por sí solo. Si no hubo otro antes,
debe haberlo ahora. La habilidad de los padres, educadores, psicoterapeutas,
profesores… para modular ellos sus propias emociones e impulsos es clave. Es posible que en muchos casos el mayor logro del trabajo con los niños sea mejorar esta capacidad regulatoria, muy afectada en algunos menores, y dotarles de recursos psicológicos en este sentido.
Si hemos adoptado o acogido bebés de un año o dos, tenemos el desafío de aprender a co-crear con ese infante un sistema mutuamente regulado, la gran oportunidad de reparar en un momento en el que el cerebro del niño absorbe estas influencias y podemos esculpir su cerebro. El contacto piel con piel, los estados de inmovilización, el masaje... y muchos otros aspectos que hemos tocado en este blog nos ayudarán a ello. Probablemente, sean bebés altamente desregulados que pongan a prueba nuestra capacidad; pero si sembramos en ese momento, recogeremos en el futuro.
Si hemos adoptado o acogido bebés de un año o dos, tenemos el desafío de aprender a co-crear con ese infante un sistema mutuamente regulado, la gran oportunidad de reparar en un momento en el que el cerebro del niño absorbe estas influencias y podemos esculpir su cerebro. El contacto piel con piel, los estados de inmovilización, el masaje... y muchos otros aspectos que hemos tocado en este blog nos ayudarán a ello. Probablemente, sean bebés altamente desregulados que pongan a prueba nuestra capacidad; pero si sembramos en ese momento, recogeremos en el futuro.
Del mismo modo, la comprensión de
la mente del otro, de lo que el otro siente y piensa, es probable que sea muy complicada para muchos de estos niños. Lo que hacemos es evaluarles mediante un
protocolo que nos permite a los profesionales determinar si existe capacidad de
leer la mente a nivel de comprensión de los estados internos propios y de los
demás. Jugar con los niños a juegos que impliquen tener que trabajar con la
mente del otro, con lo que piensa, siente, desea, tiene intención… es de gran
ayuda.
Además, la auto-regulación supone
la regulación interpersonal, el control de los estados de arousal positivos y
negativos en la relación con el otro. En dicha relación con el otro se activa
todo ese conocimiento relacional implícito y los contenidos inconscientes
acerca de cómo nos cuidaron, trataron y consideraron. Por ello, creo que los niños
y jóvenes más dañados tienen enormes dificultades para manejarse en relaciones
interpersonales y de pareja (que son muy complejas para todos) porque supone haber
adquirido capacidad regulatoria (sincronía), lenguaje afectivo verbal y
no-verbal y poder ver la mente del otro diferenciada de la propia. Nuestra tarea por lo tanto es enseñarles.
El psicoterapeuta debe de tener
una relación a nivel no-verbal con nuestros pequeños pacientes y cuando se
active su hemisferio derecho y el orbitofrontal no regule las emociones y los
estados de arousal (intensos en una psicoterapia), los profesionales hemos de
sostener -como dice Shore- con nuestro propio hemisferio derecho a nuestros
pacientes, reestructurando dicho hemisferio. El niño o adolescente puede
enfurecerse, o no hablar y enfadarse, o bloquearse pasivo-agresivamente...
Permanecer callado toda una sesión, o mirarte con gestos de desafío, miedo,
incertidumbre, odio… Hay que trabajar a ese nivel y hacer intervenciones con
los menores sobre estos aspectos tan importantes y que remiten y evocan ese
periodo de la vida humana cuando el hemisferio derecho era el predominante.
Pero esto es ya materia para una formación especializada de psicoterapia.
Terminamos el post de hoy con la primera picada de este año. Notición: La Fundación Izan y en concreto el Programa Norbera, organizan un congreso
para el 27 y 28 de mayo de 2016 en San Sebastián en el que participarán -además
de los magníficos profesionales de esta institución- Boris Cyrulnik, Jorge
Barudy y Maryorie Dantagnan, nuestros queridos y admirados profesores. Es una
ocasión única contar con la oportunidad de poder aprender con profesionales de primer nivel.
Desde la página web del Programa
Norbera nos dicen que “bajo el título “La Adolescencia, una estación para la
oportunidad”, estamos organizando en Donostia – San Sebastián un congreso
dirigido principalmente a profesionales (Psicólogos, Pedagogos, Terapeutas
Familiares, Profesores, Orientadores…), que interactúan con adolescentes así
como con sus familias bien sea desde una óptica educativa, o bien sea desde una
óptica terapéutica.
Con este congreso pretendemos
seguir extendiendo en nuestro entorno educativo, familiar y social, la cultura
de los buenos tratos, base fundamental para el desarrollo de una sociedad
saludable.
A lo largo del congreso se
abordarán temas relacionados con la parentalidad bien tratante, se revisarán
los diferentes estilos de apego así como las características personales que se
derivan de cada uno de los mismos. También se abordarán temas relacionados con
la manera adecuada de afrontar y superar los traumas vividos durante la
infancia, y sobre cómo promover la capacidad de resiliencia, entendida como la
capacidad de superar las situaciones adversas.”
La organización nos
detallará, en breve, el programa de los dos días de congreso y anuncian para finales de
enero de 2016 la apertura del plazo de inscripción. ¡Permaneced atentos a su
página web para apuntaros cuanto antes! El evento tendrá lugar en el Palacio
de Congresos Kursaal.
Página web del Programa Norbera: http://www.programanorbera.org/
Cuidaos / Zaindu
Buenos dias Jose Luis:
ResponderEliminarAprovecho para saludarte y felicitarte por el blog, el cual seguimos concienzudamente.
En esta entrada hablas de un protocolo para analizar en los niños/adolescentes la capacidad para comprender los estados mentales propios y de los demás. Creo que en curso que nos diste en Valladolid (2014)donde nos facilitaste distintas pruebas de valoración (apego, disociación, calidad en las relaciones...)no se encontraba esta, no se si me podrias facilitar algo o alguna fuente.
Muchas gracias y ánimo