¿Por qué un terrorista puede
entrar en una discoteca parisina –como recientemente y por desgracia, ha ocurrido- y cometer una masacre? ¿Por qué un hombre asesina a su mujer delante de su hijo/a?
(Vamos ¡44 mujeres fallecidas en lo que va de 2015!; una estadística terrible y
dolorosa que ha dejado sumidos en el trauma a los hijos/as y familiares de
estas mujeres) ¿Por qué los nazis eran capaces de aplicar la solución final y luego ir a sus casas y
ser aparentemente hombres afables con sus mujeres y sus hijos/as? ¿Por qué los
padres o cuidadores son maltratadores, negligentes, abusadores o abandonan a sus hijos/as?
Hay muchas explicaciones para
todos estos dolorosos hechos (que nos recuerdan que vivimos “entre tanto horror”,
como dice Aute) pero una podría ser el denominador común a todos: los
perpetradores bien de forma transitoria o de manera permanente, tienen los
circuitos cerebrales de la empatía desconectados.
Hemos hablado en este blog mucho
del apego. Pero menos de la empatía, la otra capacidad parental fundamental.
Hoy vamos a dedicar un post a la misma, a raíz de que he devorado, desde que
llegó a mis manos, un libro de Simon Baron-Cohen (experto en el tema) titulado:
“Empatía cero. Nueva teoría de la crueldad” Publicado por la Editorial Alianza.
Me ha sorprendido porque me ha aportado una visión hasta ahora desconocida para
mí: no siempre tener cero grados de empatía (usando la expresión de Baron-Cohen) puede ser negativo.
El autor comienza exponiendo su
definición de empatía. El núcleo fundamental de dicha definición es que para
mostrar empatía o para ser empáticos debemos identificar lo que la otra persona
siente o piensa y responder ante sus pensamientos y sentimientos con una
emoción adecuada. Ambos componentes son necesarios para que se dé empatía:
reconocimiento y respuesta. Porque si se tiene la primera sin la última, no se
empatizará en absoluto. Si un psicópata sintiera una punzada de lástima al
violar a una mujer no lo haría en absoluto. Probablemente, pueda identificar
los pensamientos de la víctima pero no puede responder con una emoción adecuada
ante los mismos. Porque para el psicópata el otro es un ello (objeto) y no un
tú (sujeto)
El libro de Baron-Cohen es
excelente porque además de definir la empatía, nos entrega un instrumento para
medirla y establece, a partir del mismo, niveles de empatía.
Niveles de empatía
Nivel 0
Una persona que se encuentra en
este nivel no tiene empatía en absoluto. En este nivel las personas son capaces
de cometer delitos, entre los que se incluyen asaltos, asesinatos, torturas y
violaciones. Cuando se les indica que han hecho daño a otros, esto no significa
nada para ellos. No pueden experimentar remordimiento o culpa, porque
simplemente no entienden qué siente la otra persona. Para Baron-Cohen es el
extremo máximo: lo que él denomina “cero grados de empatía”
Nivel 1
En este nivel una persona puede
hacer daño a los demás, pero puede reflexionar hasta cierto punto sobre lo que
ha hecho y mostrar su arrepentimiento. Lo que ocurre es que llegado el momento
no pueden detenerse. No hay respuesta emocional adecuada y por tanto, carecen
de autocontrol. Aquí se pueden incluir muchas personas que maltratan a los
demás: pueden reconocer que está mal pero no pueden integrarlo en su mente para
no pasar al acto. En determinadas circunstancias pueden activar la empatía pero
les puede su temperamento violento. Aquí podríamos incluir a los padres o
cuidadores que en entrevista te dicen que sí, que no deben maltratar a su hijo
pero ante una conducta de éste que valoran como intolerable, le pegan una
paliza.
Nivel 2
Aquí se dispone de suficiente
empatía para vislumbrar cómo se siente la otra persona, lo cual hará que evite
cualquier tipo de agresión física. Sin embargo puede gritar y decir cosas
dañinas a los demás. Necesita de otro que se lo haga notar y le diga que se ha
excedido y ha dicho cosas que han podido herir. Son personas que se meten
constantemente en problemas debido a su salida de tono, ya sea en el trabajo o
en casa. A todos nos vienen a la mente nombres de personas que conocemos. Les
cuesta, a pesar de los problemas que surgen, comprender qué es lo que han hecho
mal.
Nivel 3
Estas personas, en este nivel,
son conscientes de que tienen problemas de empatía y es posible que lo intente
ocultar. Es un esfuerzo por fingir ser normal que puede ser agotador y
estresante. Las interacciones sociales les resultan complicadas porque no
entienden las bromas de los demás, las expresiones faciales de los otros tampoco
las comprenden bien y no están seguras sobre lo que se espera de ellas. Lo
único que desean es estar solos y ser ellos mismos.
Nivel 4
Son personas cuya empatía se haya
un tanto embotada. Tienen un promedio bajo de empatía. Prefieren conversaciones
que se ciñen a tópicos que no incluyan emociones. Se sitúan más hombres que
mujeres a este nivel; son aquéllos que prefieren arreglar un coche que sostener
conversaciones sobre sentimientos. Las amistades se basan más en actividades e
intereses compartidos que en una intimidad emocional. Las personas con
disposición al apego evitativo podrían situarse aquí.
Nivel 5
Las personas a este nivel poseen
un nivel de empatía ligeramente superior. En este nivel se incluyen más mujeres
que hombres. Aquí las amistades se basan en la intimidad emocional, en
compartir confidencias, brindarse apoyo mutuo, palabras de comprensión… Hay
sintonía y conexión emocional, propias del apego seguro. Son personas
cuidadosas en la forma de interactuar con los demás y se tienen en cuenta los
sentimientos de los otros. Se dejan asesorar por los otros y sus puntos de
vista en la toma de decisiones.
Nivel 6
Aquí se sitúan personas con una
empatía extraordinaria. Se centran continuamente en los sentimientos de la otra
persona. No escatiman esfuerzos para captar cómo se sienten y ofrecerles ayuda.
Se dispone de un talento natural y extraordinario para sintonizar, conectar y
resonar emocionalmente con las personas. Quien está con este tipo de personas
superdotadas para la empatía, sienten rápido que son capaces de captar su mundo
interior y generar confianza y seguridad para poder abrirse.
En el ámbito de la protección del
menor, los adultos que maltratan a los niños (les pegan, lesionan, a veces con
mucha crueldad; o les insultan y vejan psicológicamente, machacando su
autoestima), se muestran negligentes (por ejemplo, salen de juerga y al día
siguiente no se levantan hasta las cinco de la tarde, dejando a su hijo sin la
atención y debida satisfacción de sus necesidades físicas y psicológicas
durante horas) o abandonan (un padre que abandona el hogar familiar sin darle
ninguna explicación coherente al niño/a, dejándole sumido en el dolor y en la desorientación)
son personas que se sitúan como mucho entre el nivel 0 y 2. Lo más probable que
entre el 0 y el 1. Creo que es necesario determinar si el déficit de empatía
causante de la incapacidad parental es permanente o transitorio (quizá
determinadas condiciones de vida han desconectado temporalmente los circuitos
de la empatía, pero cuando estas condiciones adversas se restauran, ese padre o
madre pueden funcionar con niveles de empatía más altos)
En este sentido, creo que la clasificación
que nos ofrecen los profesores Barudy y Dantagnan es muy clarificadora, y
compatibiliza bien con los niveles que define Baron-Cohen. Creo que es más
apropiada para el ámbito de la protección del menor:
Para Barudy y Dantagnan, “la
empatía es un conjunto de constructos cuya finalidad es comprender la emoción
del otro, comprender la respuesta emocional en uno mismo y tener en cuenta las
características de la
situación para finalmente tomar decisiones para una acción adecuada. Barudy y
Dantagnan contemplan los siguientes niveles de empatía en los padres y madres
–o cuidadores– que capacitan en mayor o menor medida a los mismos en sus
funciones parentales/marentales:
Ausencia de
empatía: Son padres y madres que no pueden acceder al mundo emocional y
a las necesidades de sus hijos.
En este sentido, no hay capacidad
reflexiva. Los padres
no pueden ver a sus hijos
como sujetos con ideas, intenciones o deseos propios.
Trastorno de la empatía: Los padres y las madres malinterpretan las
señales con las
que sus hijos
manifiestan sus necesidades.
Los padres y las madres tienden a
proyectar sus propias vivencias o sentimientos en los niños.
Habilidad empática
deficiente: Los padres
y las madres tienen pocas habilidades sociales
y comunicativas para expresar
o transmitir lo que sienten a sus
hijos. Pueden ponerse en su lugar y llegar a sentir como ellos pero no saben
cómo transmitir esas vivencias.
Dificultad para
la expresión de
la empatía: Los padres y las madres no pueden expresar lo que
sienten a sus hijos debido a contextos sociales estresantes. Por ejemplo:
víctimas de pobreza, exclusión social, enfermedad, crisis
económica, problemas de
pareja, duelos no elaborados…”
Ausencia y trastorno de empatía
son niveles entre 0 y 2 en la escala de Baron-Cohen. La habilidad y la
dificultad para la empatía son niveles 3 y 4, de manera transitoria o
permanente en la persona.
El libro “Los desafíos invisibles de ser madre o padre. Manual de Evaluación de las competencias y la resiliencia parental”, de Barudy y Dantagnan, es un completo y magnífico libro
de obligada lectura, estudio y aplicación si se quiere tener una actuación
responsable en los servicios de protección a la infancia o en cualquier ámbito en el que se trabaje con menores. En el mismo,
incluyendo las fichas, se describe y detalla cuáles son las competencias
parentales fundamentales y cómo evaluarlas.
Cuando los niveles de empatía son
muy bajos, casi ya en el cero, y de manera permanente, Baron-Cohen establece
qué psicopatologías o desórdenes encajan adecuadamente en esos inquietantes
cero grados: la psicopatía, el narcisismo y la personalidad límite. Para este
autor debería de incluirse una categoría diagnóstica que se denominara
trastorno de la empatía. En estos casos, en estos perfiles, tener cero grados
de empatía es devastador para la sociedad.
Los padres o cuidadores en la
zona más baja de la empatía son probablemente irrecuperables y la actuación de los
sistemas de protección debe de velar siempre por el interés superior del menor.
Además de cero grados de empatía es muy posible que encontremos en esos adultos
perfiles de personalidad como los descritos, traumas no resueltos, trastornos
disociativos…
Baron-Cohen describe y detalla
muy bien cuáles son los circuitos cerebrales de la empatía y las áreas
implicadas en el mismo y por lo tanto, afectadas cuando se padece cero grados.
Finalmente, el autor plantea que
tener cero grados de empatía no siempre es negativo. Hay una faceta positiva.
Se refiere a las personas afectadas de Autismo o Síndrome de Asperger. Estas
personas son extraordinariamente hábiles en sistematizar el mundo en base a
reglas. “Muestran problemas de empatía en su comportamiento porque no entienden
las reglas y el mundo social y emocional de las personas. Pero no actúan, en su
mayoría, de forma cruel con los demás. No son como los cero negativo
psicopáticos. La mayoría de las personas desarrollan sus códigos morales a
través de la empatía, pero estas personas lo han hecho a través de la
sistematización. Tienen un fuerte deseo de vivir con reglas, y esperan que los
demás hagan lo mismo por una cuestión de justicia. Teorías recientes han
revelado la existencia de códigos morales súper desarrollados en personas con
autismo que se muestran intolerantes hacia aquellos que infringen las reglas,
dice Baron-Cohen. A menudo son las personas con síndrome de Asperger las que
saltan a defender a una persona que se le está tratando de forma injusta, ya
que esto viola el sistema moral que han construido sólidamente a través de la cruda
lógica”.
Sin embargo, en mi opinión, como
cuidadores puede que no sean competentes porque es necesario mentalizar al niño
y comprender su mundo emocional, ya que un menor, y menos un bebé, no pueden
ser sistematizados en torno a reglas.
Cristina Herce, amiga y colega
que trabaja co-dirigiendo la empresa responsable del acogimiento familiar en
Gipuzkoa (Centro Lauka) para la Diputación Foral, me envía este vídeo del programa de Eduardo
Punset, Redes, acerca de para qué sirven las emociones. Ella nos proporciona,
pues, la picada con la que habitualmente suelo cerrar todos los post de Buenos
tratos. Gracias Cristina, por enviarnos este vídeo.
“Había que prohibirlas, no se
podía ni hablar. Las emociones había que desterrarlas. Pero la ciencia nos dice
que no podemos vivir sin ellas, que no podemos decidir sin tenerlas en cuenta.
No es positivo dejarse guiar sólo por las emociones sin regularlas, pero peor
es vivir sin emociones” Así presenta Punset este documento gráfico
que os recomiendo no os perdáis pues os ayudará a ser mejores personas con
vosotros mismos, los demás y con vuestros hijos/as y niños/as.
Para despedir el año, dentro de
la iniciativa “Diez meses, diez firmas” el próximo post estará a cargo de María
Vergara, una de las impulsoras del concepto de Crianza terapéutica. María es
psicóloga y psicoterapeuta infantil. Trabaja en el Centro Exil de Barcelona,
dirigido por Barudy y Dantagnan, formando parte activamente de su equipo de
trabajo en el desarrollo del modelo de psicoterapia para niños y adolescentes
víctimas de malos tratos.
La última entrada del año correrá
de mi cuenta, con el fin de felicitaros las fiestas y el Año Nuevo. Trataré de
preparar un post sorpresa, diferente, que sea un regalo para todos/as vosotros
y vosotras. A ver si lo consigo. En el mismo también hablaré del entrañable encuentro que con las familias acogedoras de Gipuzkoa he sido recientemente invitado a coordinar por parte de la Diputación Foral de Gipuzkoa. En dicho encuentro disfrutamos y aprendimos mucho todos juntos.
Cuidaos / Zaindu
Gracias José Luis, como siempre, un placer pasar por aquí a leerte : )
ResponderEliminarDesde México un abrazo!
Mónica Castañeda Urrutia
Gracias José Luis, como siempre un placer pasar por aquí a leerte : )
ResponderEliminarDesde México un gran abrazo!
Mónica Castañeda Urrutia.
De nada, Mónica, gracias a ti, encantado de que te sea útil. Un abrazo para ti también!
ResponderEliminarMi hijo adoptado de 17 años, le falta empatía. ¿Cómo se puede desarrollar? Cómo se puede trabajar desde casa? Muchas gracias.
ResponderEliminarEs una pregunta muy amplia para responder en el blog. Algunos niños adoptados carecen de la capacidad de la empatía porque no han contado con la experiencia de vínculo seguro con un adulto que les vea y les sienta. Por ello como pauta fundamental, le recomiendo que trate usted de ponerse en sus zapatos, en su pellejo. Usted debe de dar una respuesta emocional a las vivencias de su hijo y devolverle una actuación que refleje que usted comprende y siente por lo que él esté pasando o sintiendo. Si esperaba aprobar, por ejemplo, y suspender le deja desanimado, debería responderle "siento que hayas suspendido; tiene que ser muy duro para ti después de lo
ResponderEliminarque has trabajado encontrarte con esa nota tan baja. Lo siento"
Saludos cordiales,
José Luos Gonzalo
Hola. ¿Podría compartirnos alguna copia en pdf de Empatía cero? Suena muy interesante y no se encuentra por ninguna parte. Gracias de antemano.
ResponderEliminarHola Jesús: no puedo hacer eso porque violo las reglas del copyright. El libro lo tienes en Amazon y en Casa del Libro, según he podido comprobar ahora mismo. Gracias por tu comentario. Un saludo, José Luis
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