Diez meses, diez firmas
Profesional invitada en el mes de diciembre 2015:
María Vergara Campos
María Vergara es la profesional invitada para despedir (por este año, el próximo continuamos) la campaña "Diez meses, diez firmas" Su colaboración con Buenos tratos interesa especialmente a educadores de centros de acogida de menores, acogedores profesionalizados, acogedores, familias adoptivas y profesionales que trabajan en el ámbito de la protección a la infancia. "Lo más difícil para este tipo de menores es precisamente, dejarse cuidar" De todo el artículo, destaco esta frase de María Vergara porque recoge magistralmente la complejidad de la tarea que profesionales y familias tenemos por delante. Porque como ella nos va a contar, se trata de reconocer el daño para poder desarrollar recursos y pautas de crianza que ayuden a sanar en el apego a estos niños/as y adolescentes. La autora subraya una vez más, el realismo de la esperanza: daremos dos pasos adelante, uno atrás. Será largo y arduo, pero conocemos el camino y hemos de ir bien acompañados.
Muchísimas gracias a María Vergara, miembro de la gran manada de gente buena -como dice Jorge Barudy-, por dejarnos sus conocimientos y experiencia en este artículo. Todos/as las interesados/as en formaros en crianza terapéutica podéis contactar con ella pues al final nos deja su mail. Os dejo con María.
María Vergara Campos. Psicóloga infantil especializada en el tratamiento con niños,
niñas y adolescentes que han sufrido trauma temprano. Máster de
Investigación en Psicología Clínica por la UAB. Diplomada en la Formación
Especializada en Trauma-terapia Infantil Sistémica, IFIV-Barcelona. Postgrado
en salud mental y contextos de violencia política y catástrofes (UCM-GAC). Asesora técnica de la Delegación de Asia en
el BICE para programas de protección a la infancia (2008-2012). Formación
en AAP (Adult Attachment Projective Picture System; George, C., & West,
M.). Desde el año 2007,
trabajo en el equipo infantil del Centro EXIL en Barcelona. Co-fundadora del Diplomado en Crianza
Terapéutica organizado por el Centro Alén, A Coruña.
La Crianza Terapéutica
Criar a un hijo en mi opinión es
la tarea más ardua que un adulto jamás tendrá. El único reto que creo aún mayor
es el de criar a un niño que sufrió malos tratos, abusos, carencias severas, o que no dispuso de una figura primaria de apego durante sus primeros años
de vida. En estos casos, los cuidadores no comienzan de cero. Cuando llega a
sus vidas el niño o la niña tiene una mochila
impregnada de experiencias sensoriales y relacionales altamente tóxicas
que han impedido que su sistema nervioso y su mente se organicen. El reto que deben afrontar los cuidadores es
el de construir una base relacional segura sobre la desorganización e inseguridad,
en definitiva sobre un déficit de cuyo origen no fueron responsables.
Como una madre me dijo una vez al
describir el último incidente con su
hijo: “¡Yo lo que creo es que su cerebro funciona diferente!”. Esta afirmación
es sin duda una buena aproximación para comprender lo que le sucedía a su hijo.
Existe suficiente evidencia acumulada para afirmar que cualquier clase de malos
tratos afecta la formación del cerebro, especialmente cuando se producen
durante los primeros tres años de vida. Un
sistema nervioso hipersensible al estrés, dificultades en la auto-regulación de
las emociones y las conductas, y unas representaciones mentales teñidas de
inseguridad, son algunas de las consecuencias más estudiadas. Los niños con historias de abuso
y malos tratos no tienen integrado el
sentido de valía personal y tampoco la confianza y seguridad en el otro.
De modo que el niño no solamente se estresa fácilmente y reacciona
exageradamente, además cuando tiene un comportamiento disruptivo o poco
adecuado le embarga un abrumador miedo y la sensación de que
causará el rechazo inevitable de sus cuidadores. En ese momento la
sensación es tan límite que en muchos casos la única manera de reaccionar es
anticiparse a ese rechazo con su propio rechazo a su familia o a sí mismo: “¡Odio esta familia” “Prefiero estar en un
centro, o en otro centro!”, son algunas de las verbalizaciones que los
cuidadores reciben, especialmente en momentos de descontrol.
Lo más difícil para estos niños
es, precisamente, dejarse cuidar. No soportan sentirse vulnerables, impotentes o
que otro tenga el control, pues todas
estas sensaciones están asociadas a las experiencias traumáticas primarias que
han vivido. Por tanto cada vez más utilizan la estrategia de intentar tener
control de lo que pasa a su alrededor y sobre las figuras significativas para
ellos. Esta necesidad de control se
manifiesta en los “pulsos” o en las “luchas de poder” que tiene con sus
cuidadores o con las figuras de autoridad. En las situaciones donde se sienten
amenazados recurren la mayoría de las veces a ponerse intransigentes, obstinados, irrespetuosos. Ante la confrontación pueden
bloquearse o luchar, es decir, ponerse chulos y sobrepasarse hasta perder el
respeto o adoptar actitudes de no asumir ninguna responsabilidad de lo que pasa
o de lo que hacen. Otras veces, terminan desbordándose para que los demás cedan
a sus exigencias y otras veces lloran ante una situación difícil. Las conductas
de complacencia también son estrategias que les proporcionan una pseudo-seguridad
pues de esta manera pueden mantener a sus padres/cuidadores cerca y evitar el
rechazo. Aún no pueden estar en el mundo sin
tener la necesidad de "comprarlo" con sus actitudes. Estas estrategias son menos
tóxicas y primarias que las agresivas, pero al fin y al cabo son formas de actuar que les complican la vida.
El sufrimiento de estos chicos/as
suele ser etiquetado desde otras miradas como trastorno oposicionista,
trastorno de conducta, trastorno del espectro autista....etc, aunque lo cierto
es que estas etiquetitas poco nos ayudan. Resulta injusto clasificar según
diagnósticos puros pues centrarse en un solo síntoma es insuficiente para
abordar la complejidad de las consecuencias del trauma temprano. Más bien,
hemos aprendido que cuando los niños responden al adulto de esta forma es que
no tienen otros recursos para manejar una situación que viven como estresante. En definitiva, muestran poca madurez para
solucionar sus dificultades.
Desde mi propia experiencia, he
comprobado como padres y educadores se
sienten realmente aliviados cuando obtienen una visión más global, comprensiva y
justa con la historia del niño que les permite comprender el origen y curso de sus
dificultades. Una buena evaluación permite definir objetivos de trabajo
realistas, revisar las expectativas y sobretodo, buscar los apoyos que se
correspondan con las necesidades reales de estos chicos. En este punto es
cuando los cuidadores reconocen que la complejidad de esta tarea es a menudo mucho
más difícil de lo que esperaban. A veces resulta frustrante para los cuidadores
ver que no hay grandes cambios a pesar de los esfuerzos, la dedicación (casi) completa y de
todas las ayudas que han ido consiguiendo. A lo largo de estos años de trabajo he
sido testigo de que la crianza terapéutica exige mucho a los padres y
educadores, en su faceta de cuidadores y
como personas. Apoyar el desarrollo de un niño con estas mochilas hace
que la crianza requiera más que las habilidades estándares.
Para ilustrar esto me gustaría
compartir dos aspectos que aparecen frecuentemente en las sesiones y cursos
sobre crianza terapéutica. Por un lado, la disponibilidad como cuidadores es un
punto delicado; el drama de los padres modernos. En mi caso, me vendieron la
idea cuando me formé (o deformé) como psicóloga que lo importante es la calidad
y no la cantidad de tiempo que uno pasa con sus hijos, discurso que encaja
estupendamente con el sistema socio-económico en el que vivimos. Los años y los
niños nos han enseñado que la cantidad de tiempo que se dedica a la relación
padre-hijo es muy importante sobre todo en los primeros años de vida. Y en el
caso de los niños con historias de abuso y malos tratos, esta presencia y
disponibilidad afectiva (entre otras capacidades) son la herramienta esencial
para la reparación del trauma temprano. Es todo un desafío para los cuidadores
buscar las formas para dedicarse a la crianza terapéutica sin morir en el
intento, y sobre todo, compatibilizar su tiempo para estar con los niños y
todas las otras tareas, también importantes, que les permiten ofrecerles una
vida de calidad.
El segundo aspecto importante que
no podemos dejar de mencionar son los legados familiares, que están muy
presentes e influyen de forma consciente o inconsciente en la manera que tienen
los cuidadores de relacionarse con los niños. Cualquier crianza, y en especial
la crianza terapéutica, no está muy alejada de nuestras historias como hijos y
eso toca aspectos muy dolorosos en algunos casos. A modo de ejemplo, acompañamos a padres que tienen
muchas ganas de conectar con su hija y poder apoyarla pero en la práctica les resulta
difícil pues la desorganización y las dificultades de su hija les gatillan
emociones intensas que pertenecen al pasado. O trasladando el ejemplo a
contextos de acogimiento residencial, cuando la propia frustración y el
cansancio de los educadores provoca respuestas subidas de energía aumenta la espiral
de los encuentros desagradables entre cuidador-niño,
y se corre el riesgo de que las interacciones sean ejemplos de perfecta escalada donde la
situación supera a los adultos. Somos testigos de que estas situaciones requieren de
esfuerzos continuos por parte de los cuidadores para que las acciones,
decisiones y comportamientos de los niños no los distancien de ellos.
En los párrafos anteriores he
tratado de compartir la diversidad de las manifestaciones que tiene el trauma
temprano y cómo impactan en los proyectos de crianza de los padres o educadores. Al
releer este artículo me da la sensación que la tarea se ha presentado tan grande que puede llevar al desánimo. Sin
embargo, quisiera enfatizar que el reconocimiento del daño es el punto de partida, y no la aceptación de
las dificultades sin más. Ahora nos toca sembrar ilusión y decir que hay modos
de hacerlo y hacerlo bien.
Si tuviera que elegir qué
destacar sobre la crianza terapéutica, me referiría a dos elementos claves que,
en mi práctica diaria como terapeuta, observo que tienen un impacto positivo cuando
son la base de las intervenciones: la respuesta sintonizada y la
consistencia. De hecho, una de las
premisas básicas que guían el acompañamiento en la crianza terapéutica podría
resumirse así: Una mente desorganizada puede mejorar el nivel de organización gracias a
la relación sintonizada y consistente con otra mente más integrada y conectada.
Respuesta sintonizada: Sintonizar significa conectar con el mundo
emocional del niño, reflejar su estado interno y responder de manera apropiada.
Es un proceso básico, que en los contextos de buenos tratos ocurre de forma
frecuente y consistente unas cientos de miles de veces durante los primeros
años de vida. Cuando este proceso ocurre, es más fácil para el niño calmarse y
sentirse reconocido en la mente del otro. La sintonía emocional proporciona una
comprensión genuina de la experiencia, mientras que las respuestas reflexivas
permiten integrar dicha experiencia. Es
por ello que para aprender de la experiencia primero necesitamos conectar y
luego reflexionar.
Esta tarea, lejos de ser
sencilla, se complica aún más con los niños con historias de deprivación y
malos tratos. Cuando estos niños
experimentan sensaciones negativas o incómodas su experiencia sensorial es a
menudo desregulada y presenta una intensidad elevada. Además su capacidad de reflexionar y pensar (que
debería actuar como regulador cognitivo) está secuestrada por la emoción, por
lo que a menudo las emociones se convierten en el gatillador directo de una
conducta desproporcionada. En estas situaciones es muy difícil para estos
chicos comprender qué es lo que sienten, porqué lo sienten, y sobretodo cómo
hacer para sentirse y actuar diferente. Toda esta experiencia emocional caótica
puede cobrar sentido cuando es reconocida, y reflejada por el cuidador. Esto no significa que se ha de acceder a las
demandas inapropiadas o inoportunas de los niños, sino todo lo contrario. La sintonización permite al niño muy
frustrado, o enfadado, primero sentirse comprendido, para luego poder aceptar
de forma menos amenazante la consecuencia a su conducta. El reflejo de su
estado emocional actúa como un bálsamo para su cerebro irritado. Y poco a poco,
con tiempo y repeticiones, los niños adquieren mayor capacidad para
comprenderse y modularse. La base es aliarse con estos niños contra sus dificultades
desde la sintonía. Desde ahí hemos observado cambios increíbles en el
funcionamiento.
Consistencia. Se refiere a la habilidad de los cuidadores para
mantener respuestas coherentes y firmes ante
las conductas y actitudes de los niños. Es un concepto sumamente importante pues sólo
la repetición permite construir nuevos patrones representacionales y de
actuación. Muy probablemente la mayoría de estos niños no tienen integrada la
asociación que existe entre sus conductas y sus opciones previas. Para muchos
las cosas “simplemente ocurren”. Los
comportamientos que el niño tenía en el pasado no estaban relacionados con las
acciones dirigidas hacia él en los contextos de abuso y negligencia.
Por tanto, la tendencia para sentir protección y seguridad es tener a los
adultos controlados, mandar y establecer el clima emocional de las relaciones. ¡La
sensación de control es una motivación mucho más poderosa que ningún privilegio!
El adulto gana cuando consigue desmontar las estrategias primarias de
manipulación del niño al tiempo que consigue que haga la tarea sin recurrir a
las amenazas, o la rabia actuada. El uso
de consecuencias lógicas que enseñen por si mismas es un buen recurso para
mantener la consistencia: Si no te
gustan las consecuencias, eres libre de cambiar las opciones. El adulto
mantiene el control y el niño aprende poco a poco a hacer opciones más
constructivas. Cuando los niños son tozudos con todo su oposicionismo (circuitos
neuronales primitivos), los cuidadores deberán ser más tozudos todavía con sus
intervenciones y con todos aquellos recursos que les permiten no
desregularse.
La crianza terapéutica se entiende
como un proceso de acompañamiento a los cuidadores, donde las distintas
intervenciones se organizan en etapas cada una con sus objetivos y actividades
específicas. No es un proceso cerrado, y tampoco un manual de talla única. A
veces avanzamos dos pasos y retrocedemos uno y así hacemos el camino. Pues lo que pretendemos es ofrecer a estos niños
contextos de vida que les ayuden a desarrollarse ajustando las intervenciones a
sus necesidades reales, a lo que puedan dar y recibir, a sus recursos y
dificultades.
Estoy de acuerdo con ustedes que
resulta mucho más fácil leer este artículo que aplicarlo. La crianza terapéutica es
todo un arte pues no hay mayor
encargo vital que la de ayudar a estos niños. Es un es un largo camino el que tienen que recorrer estas personitas hasta
acostumbrarse a estar con otros sin intentar comprarlos ni agredirlos, a
comprenderse a sí mismos, reconocer sus estrategias y ser conscientes de ellas
para luego poner en práctica otras alternativas de relación más sanas. Son
héroes en sus historias, y como tales son en potencia inteligentes y tienen
fuerza, sólo que tiene que reconducirla para su bien. Y esto requiere tiempo, dedicación,
formación y grandes dosis de paciencia para aquellos que se embarcan en la
labor de ser “sus guías”.
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El equipo de Crianza Terapéutica formado por Elena Borrajo,
Laura Farina y Maria Vergara, nace con el
objetivo de proporcionar formación y herramientas especializadas a los
cuidadores (padres acogedores, semi-profesionales y educadores de centros de
acogida) y técnicos de del ámbito de la protección infantil para que puedan
ofrecer un contexto de buenos tratos correctivo y reparador al daño provocado
por traumas tempranos y complejos. El programa de integra metodología y
técnicas contrastadas, especialmente derivadas del modelo de Trauma Terapia
Infantil Sistémica de los profesores Jorge Barudy y Maryorie Dantagnan,
y de otros autores especialistas en trauma temprano, apego y
desarrollo del panorama nacional e internacional. El correo de contacto: crianza.terapeutica@gmail.com
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El próximo mes colaborará dentro de la iniciativa "Diez meses, diez firmas", la Dra. en psicología María José Cantero, experta en apego.
No me despido ni os deseo felices fiestas de Navidad y Año Nuevo porque aún quedan dos post más para este 2015, más un post sorpresa hecho en colaboración. Permaneced atentos al blog Buenos tratos.
Cuidaos / Zaindu
Excelente artículo. Que necesario leerles a todos! Hasta el próximo año.
ResponderEliminarLisandra
Gracias por este valioso artículo: claro, fundamentado, preciso.
ResponderEliminarGaudencio Rodríguez. México.