Diez meses, diez firmas
Profesional invitada en el mes de octubre 2015:
Olga Guerra Arabolaza
En este post que he invitado a escribir a la psicóloga clínica Olga Guerra Arabolaza, experta en maltrato y abusos sexuales a menores, nos expone la complejidad del tema. "La mejor detección posible es conocer a la criatura que tenemos delante", afirma sabiamente Olga. En este artículo ahonda sobre los tipos de abusos, cómo actuar ante una revelación por parte de un menor que refiere sufrirlos, los tipos de evaluación y las ayudas que son necesarias, así como otro tipo de cuestiones que es necesario que como familias (biológicas, adoptivas, acogedores...) sepamos y reflexionemos. Muchísimas gracias, Olga, por tu participación en el blog Buenos tratos.
Olga Guerra Arabolaza. Psicóloga Especialista en Psicología Clínica. Master
Degree en Psicología Clínica por la Universidad de NY (USA). Psicoterapeuta y
docente acreditada por la Aesfashu y por la FEAP. Diplomada en psicoterapia
infantil por L'IFIV de Barcelona. Trabaja en la Sección de Infancia y Familia del IMAS, Palma de Mallorca,
desde el año 1988. Autora de varios artículos relacionados con el maltrato y
abuso sexual a menores.
Cuando algunas de las personas que me
conocen y saben a lo que me dedico en mi vida profesional, me preguntan qué
podríamos hacer para saber cuándo un menor está siendo abusado sexualmente o
qué cosas podríamos hacer para detectarlos con mayor eficacia, no sé muy bien
que contestarles. Y les puedo asegurar que no es por falta de conocimiento en
la materia sino por la enorme dificultad que entraña contestar esta simple
pregunta.
El fenómeno del abuso sexual infantil es
muy complejo. Los menores que han sufrido abuso sexual constituyen un grupo muy
heterogéneo tanto en función de su capacidad para afrontar la situación como
por el apoyo que reciben de su entorno. Está muy extendido en la población, y
su incidencia y prevalencia es muy elevada. La prevalencia es la proporción de
individuos de un grupo o una población que presentan una característica o
evento en un momento o en un período determinado.
Existen muchos tipos de abuso sexual y
estos pueden darse dentro o fuera de la familia. Según sea la edad en la que el
abuso sexual empieza en la vida del niño/a, éste podrá ser reconocido cómo tal
o no. Sus consecuencias y efectos a corto, medio y largo plazo, variaran
dependiendo de todos los factores mencionados y, para complicar más las cosas,
nos encontramos que en un porcentaje
alto de los casos, cerca del 40%, los menores no presentan ningún tipo de
sintomatología que nos haga sospechar que ese niño pueda estar siendo objeto de
abuso sexual infantil por parte de otros menores o de algún otro adulto.
En la mayoría de los libros y artículos
que hacen referencia a este tema mencionan largas listas de indicadores de
posible abuso sexual infantil tanto a corto como a largo plazo que nos podrían
servir para la detección precoz de los mismos. Pero ni se dan todos, ni todos
tienen la misma relevancia y, en el fondo, como su nombre bien indica, sólo se
trata de eso, de “indicadores” que nos pueden hacer sospechar que algo de esta
índole puede estar sucediendo pero, en base a los cuales, no podemos afirmar
nada con seguridad. Además, estos largos listados de síntomas son en su mayoría
desconocidos por la población general: padres de familia, maestros, pedagogos,
educadores sociales, jueces, policía, etc. que son los que podrían detectar y
denunciar estos casos.
Así que si tuviera que responder a esta
pregunta y pronunciarme sobre la mejor forma de detección que existe, no sólo
para el campo de los abusos sexuales infantiles sino para cualquier otro tipo
de maltrato, diría que esta consiste, sin ningún tipo de duda, en conocer bien
a la criatura que tenemos delante. Entonces sabremos de verdad qué le está
sucediendo.
Cuando unos padres, maestros o tutores
están atentos al desarrollo de sus hijos, alumnos o pupilos y los conocen,
tratan de buscar espacios de interacción con ellos, los escuchan, etc., saben
de forma inmediata cuándo algo les está pasando o si hay alguna cosa que les
preocupa. Los signos que se observan pueden ser de distinta índole como por
ejemplo, cambios significativos en sus estados de ánimo sin motivo manifiesto,
cambios en sus hábitos alimenticios que llaman la atención, problemas en las
pautas del sueño, cambios repentinos en su comportamiento y rendimiento
escolar, lenguaje y conductas sexualizadas infrecuentes para la edad del menor,
etc. que no guardan explicación alguna con nada de lo que aparentemente están
viviendo.
En resumen, uno es capaz de detectar y
de saber que algo está pasando cuando conoce de verdad a la criatura que tiene
delante. Quizá no pueda dar una explicación coherente en un primer momento, ni
decir de qué se trata, pero sabe que algo en la vida de ese niño/a ha cambiado.
El averiguarlo es sólo cuestión de paciencia y perseverancia ya que el silencio
es el mejor aliado del agresor y el peor enemigo del niño debido a las amenazas
que puede estar recibiendo u otras circunstancias que incurren en el abuso
sexual.
En muchas ocasiones, las victimas dicen
que no sabían a quién se lo podían contar o incluso, que habiéndolo dicho no
fueron creídos. Una de las primeras consecuencias del abuso sexual es que la
confianza en las personas adultas queda seriamente dañada. Y no sólo por parte
de la figura del agresor sino que la peor de todas las traiciones proviene a
veces de la propia madre, que conociendo o sospechando lo que sucede, no actúa
ni le defiende del agresor. Llegando incluso en ocasiones a pedirle al menor
que no lo denuncie por el “bien” de la familia.
Otra gran dificultad en la detección de
los casos de abuso sexual infantil es el malestar que surge en las personas y
los profesionales cuando se enfrentan a estos casos. En mi opinión, lo que les sucede
a ciertos adultos ante los abusos sexuales es que su mundo emocional se ve
seriamente perturbado y confrontado cuando descubren algo que parece
antinatural e imposible de que pueda suceder y, de una manera casi inmediata,
se prefiere dudar de las propias percepciones antes que afrontar este hecho con
la serenidad y neutralidad que requieren; y antes de empezar a cuestionarse
sobre si lo que el menor ha dicho -o lo
que ha observado- puede ser cierto o no, comienzan a banalizar, o a buscar
otras explicaciones alternativas al abuso sexual. Y precisamente en esos
momentos, es cuando debido a: 1) Las dudas objetivas que se crean ante cualquier
revelación de abusos 2) Al hecho de no saber muy bien cómo actuar de la manera
más eficaz posible 3) Al desconocimiento de a quién debemos dirigirnos y cuál
es el circuito establecido en nuestra comunidad 4) Al desconocimiento también
de nuestras obligaciones por ley y, por último, 5) a que en el fondo
desconfiamos de las administraciones y servicios responsables por su lentitud y
poca diligencia, decidimos no poner en conocimiento las informaciones que
tenemos. Son estas las causas por la que la mayoría de los abusos sexuales no
son conocidos y no se detectan a tiempo.
Así que la primera regla de oro ante una
posible revelación de abusos sexuales por parte de un menor es creerlo sin
cuestionarlo, permitiendo que el niño/a pueda decir y expresar espontáneamente
lo que le sucede sin interrumpirlo ni hacer preguntas que puedan inducir su
testimonio. El contexto y lugar de la revelación marcarán las futuras
actuaciones. Es decir, no es lo mismo la revelación efectuada por un menor en
una escuela a una profesora que si ésta se produce dentro del ámbito familiar.
En cada una de nuestras Comunidades
Autónomas existen protocolos a seguir por los distintos ámbitos de actuación:
Servicios Sociales, Sanidad, Educación y Policía en los casos de revelación de
abusos. Según como estén organizados estos recursos y dispositivos en cada una
de estas comunidades deberemos dirigirnos a un lugar u otro en el caso de
sospechas o revelación de abusos. Así que mi consejo sería que aquellas
personas que desconozcan lo que es mejor hacer en esos casos, y antes de
actuar, se dirigiesen a algunos de estos servicios para que les orientaran y ayudaran
a encontrar la mejor fórmula para comunicar esta situación sin poner en
peligro al niño y su testimonio.
Otra de las grandes preocupaciones de
las familias cuando estos hechos se producen son las secuelas que pueden
derivarse de los mismos. No sólo en la familia sino en los juzgados cuando
vamos como peritos o testigos. Los jueces y fiscales, así como los abogados,
nos bombardean con cuestiones relacionadas con las posibles consecuencias a
corto y largo plazo de los abusos sexuales.
Cuestión de nuevo difícil de abordar, cómo antes he mencionado. Las
dificultades que pueden surgir en el menor se encuentran estrechamente
relacionadas con las circunstancias que incurren en ese abuso sexual
especifico, los factores resilientes de ese niño/a, y el haber sido creído y/o
ayudado tanto por su contexto familiar cómo por algún experto en la materia, si
hubiera sido necesario en ese caso.
Me atrevería a decir sin miedo a
equivocarme que son las familias y, en especial las madres de las víctimas,
quienes más ayuda psicológica y asesoramiento van a necesitar a la hora de
afrontar y encarar con fortaleza el hecho traumático de saber que su hijo/a ha
sufrido abusos sexuales y además que éstos se han producido en el ámbito de su
familia, sin que ellas se hubieran percatado de lo que estaba sucediendo en su
propia casa.
Por su puesto que estoy hablando de un
tipo de familias que quieren y protegen a sus hijos y no de aquellas en donde –
por múltiples motivos y carencias relacionales - existen graves negligencias en
el cuidado de la prole tanto a nivel físico como afectivo. De hecho, en esta
tipología de familias, sí que podemos hablar de graves secuelas para los
menores. Tanto más graves cuanto más estén relacionadas con la falta continuada
y crónica de cuidados y de afecto hacia sus hijos. Son estos ambientes los que
se terminan convirtiendo en verdaderos caldos de cultivo para todo tipo de
maltrato y, además, los que propician el que se produzcan todo clase de abusos
hacia los menores, ya que los niños/as no son vistos como personas objeto de
derechos sino como meros instrumentos al servicio de los deseos de los adultos
que los crían. Esa falta de mirada, de sensibilidad y de empatía hacia ellos
hace que los menores no puedan desarrollarse de forma sana y saludable y
terminen padeciendo gravísimas consecuencias futuras en sus comportamientos y
en su salud mental. Los hospitales psiquiátricos están llenos de esta tipología
de personas que nunca pudieron superar la falta de cuidados cuando fueron
pequeños por parte de sus seres queridos.
Otra pregunta frecuente que surge
siempre cuando se producen abusos sexuales es la siguiente: ¿Es necesario que
todos los menores que han sufrido abusos sexuales deban seguir un tratamiento
psicológico o hacer una psicoterapia? Yo diría que lo que siempre se impone
ante este tipo de casos es una exhaustiva evaluación clínica que determine el
estado psíquico del menor y priorizar en función de su resultado las siguientes
actuaciones a seguir en el futuro. Además, no debemos olvidar que en general,
en estos casos, se solapan al mismo tiempo dos clases de evaluaciones que no
debemos confundir: Por un lado, la evaluación pericial que trata de determinar
la veracidad de los hechos reflejados en el testimonio de la víctima y la
credibilidad de la misma (esta sólo se realiza cuando el hecho ha sido
denunciado en el juzgado y ha sido ordenada por un juez) Y, por otro, la
evaluación clínica propiamente dicha. En dicha evaluación será imprescindible
que se determinen los recursos cognitivos y las estrategias de afrontamiento
con las que cuenta la víctima y el protector. En cualquier caso, la
intervención terapéutica apoyará siempre un proceso no de olvido sino de
elaboración de la experiencia traumática sufrida.
En función de los resultados obtenidos
de esta evaluación, la tipología del abuso, una vez identificado el motivo de
mayor impacto para el menor, la edad del niño/a, la duración y la frecuencia
del abuso, el haber sido creído o no por sus familiares y algunas otras
variables, determinará si la víctima deberá seguir una psicoterapia y, en caso
de ser necesaria, la modalidad más conveniente de la misma: individual o
grupal. Lo que sí me atrevería a afirmar
es que toda víctima de abusos sexuales va a necesitar apoyo de su red
psicosocial para aprender a integrar en su vida la vivencia del abuso, pero no
todas las víctimas de abuso sexual necesitarán tratamiento psicológico. Es
decir, las víctimas necesitaran ayuda, entendida como apoyo incondicional, ya
provenga del entorno de su familia o de la red de profesionales en caso de que
el niño sea separado y reubicado en otro lugar.
El objetivo del tratamiento psicológico
será evitar que en el futuro: 1) El abuso y la victimización secundaria vuelvan
a producirse 2) Tratar las secuelas psicológicas y 3) dotar a la víctima de
habilidades y herramientas que le permitan la superación de los efectos
causados por los abusos.
La clave del proceso terapéutico reside
en establecer una buena relación con la víctima que garantice la reconstrucción
de vínculos afectivos, quizás en un primer momento con el terapeuta y,
posteriormente, con otras figuras significativas para el niño diferentes del
agresor.
Para terminar afirmaría que, desde mi
experiencia en el tratamiento de los abusos sexuales a menores, me parece
necesario que ampliemos nuestra forma de entenderlos para que seamos
conscientes de su complejidad y su enorme heterogeneidad. El hecho de que
podamos afrontarlos sin añadir más dramatismo, como un acontecimiento
desdichado y serio en la vida de un menor pero como algo que tiene solución, le
ayudará a superarlo con mayor rapidez y a tener más confianza en su futuro
próximo.
Como decía Cloé Madanes, “…la
psicoterapia es el arte de encontrar al ángel de la esperanza en medio del
terror, la desesperación y la locura…”
Cuidaos / Zaindu
Buenos tratos regresa el 2 de noviembre de 2015.
5 comentarios:
Una gran profesional Olga Guerra,tengo el honor de conocerla a través de un nene de acogida a la que ella trató. Me ha encantado poder leer este artículo de una persona con tanta experiencia en este campo y tan implicada con los menores.Muchas gracias.
Muy interesante y de gran ayuda.
Me llamo Carolina Dominguez Jimenez y Olga Guerra trato mi caso y el de mis hermanos. Ha sido un pilar muy importante en mi vida. Una gran profesional como Chelo. Grandes personas junto con Guillermo y Bartomeu. Un beso
Me Llamo Carolina Dominguez Jimenez. Y tuve el honor de tratar con Olga Guerra. Trato mi tema y el de mis hermanos Angel y Estefania. Junto con Chelo, Guillermo... Hicieron un trabajo enorme. Muchas gracias Olga por ser la mejor psicóloga que he tenido. Al final he encontrado a mi madre Isabel Jimenez Carpio.
Me llamo Carolina Dominguez Jimenez y Olga Guerra trato mi caso y el de mis hermanos. Ha sido un pilar muy importante en mi vida. Una gran profesional como Chelo. Grandes personas junto con Guillermo y Bartomeu. Un beso
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