lunes, 27 de abril de 2015

La importancia del contacto físico temprano en la vida de los bebés.










































Algunos de los niños y niñas adoptados y acogidos con los que trabajo en consulta tienen antecedentes de prematuridad (han nacido antes de la 37ª semana de gestación) He visto que es una condición que se da (al revisar los historiales clínicos) en algunos adoptados. Este relato lo he escuchado varias veces en los padres y madres adoptivos que han solicitado tratamiento en mi consulta: nada más nacer fue llevado al hospital. Al parecer, nació prematuro por lo que tuvo que estar bastante tiempo en la incubadora. Después, le llevaron directamente al orfanato y allí, a los dos años, fue cuando nosotros le adoptamos. ¿Os sentís reconocidos en esta historia? Me imagino que algunas familias tenéis hijos/as con estos antecedentes biográficos relevantes. Las causas de la prematuridad pueden estar asociadas, probablemente, a ausencia de cuidado durante el embarazo, consumo de alcohol, tabaco u otras drogas. Además, posteriormente, los niños, en los orfanatos, por norma general, no reciben los cuidados especializados que su prematuridad requiere. Es más, desgraciadamente, a veces, a este factor de riesgo para el neurodesarrollo se le añaden otros: abandono, maltrato...

Estos niños/as, al haber estado las primeras semanas en la incubadora, conectados a tubos y distintos dispositivos, necesarios para crear la humedad y temperatura adecuadas para que crezca ese ser vivo que es el bebé, han carecido del contacto piel con piel con la madre, una experiencia que como vamos a ver a continuación, es fundamental para el desarrollo global del niño o niña. Por ello, la posición hoy en día es la de dejar la incubadora neonatal sólo para patologías graves. El cuidado canguro con la madre, en posición vertical, en patologías menos graves, puede conseguir resultados similares.

He estado leyendo sobre la importancia de tocar, acariciar, tener contacto físico con el bebé durante los primeros años de vida. Resulta fascinante la conexión que existe entre los cuidados parentales y el desarrollo cerebral, como si la naturaleza fuera sabia y nos hubiese dotado de esas conductas, heredadas de la especie, para completar y orquestar el desarrollo fuera del útero (porque acariciar y tener contacto piel con piel es primordial también para todos los niños, no sólo para los prematuros. Nacemos con un cerebro no maduro que necesita del impacto positivo del ambiente para completar su desarrollo, y éste dura además, muchos años. El acariciar es un elemento que, según me he documentado, es importantísimo)

Ha caído en mis manos una joyita de libro (recomendado por mi amigo Rafael Benito Moraga, psiquiatra, experto entre otras muchas cosas, en neurobiología del apego y del desarrollo) titulado: What´s going on in there? Con este sugerente título (traducido al castellano significa: ¿Qué pasa ahí dentro?, en referencia al cerebro) nos adentra en todos los aspectos que son cruciales en el desarrollo humano, y cómo la biología y la actividad y conducta humana de cuidado se dan la mano para lograr la creación del ser. Está escrito para el gran público. Si podéis leer en inglés, merece mucho la pena. Es un libro extenso, por lo que se puede ir leyendo poco a poco. Pero aporta un conocimiento y una información actualizada excelente y rigurosa sobre neurodesarrollo humano.

Y es que el apego –uno de los temas centrales de este blog- tiene tres componentes: sensorial, emocional y cognitivo. El vínculo de apego se va construyendo inicialmente mediante el componente sensorial que permite reconocer a la madre por el olor y sentir su tacto y su contacto. Reposando con seguridad en su regazo y pudiendo buscar el pecho para alimentarse (las areolas se oscurecen para que el bebé pueda encontrar el pezón más fácilmente)


Las primeras impresiones de seguridad e inseguridad vienen sobre todo, de este contacto piel con piel con la madre o sustituto/a que transmite al bebé cómo es el mundo de ahí fuera: calmado o tenso u hostil; y se van codificando en la memoria sensorial. Así pues, nos interesa -y mucho- la función que tocar y acariciar tiene para el desarrollo del bebé. Sabemos que muchos niños y niñas adoptados se han perdido -o han vivido escasamente- esta experiencia. Pero es posible, posteriormente, estimular al niño mediante masajes y caricias y obtener muchos beneficios. Esta es la buena noticia para todos/as las familias que tenéis hijos/as adoptados/as que presumiblemente se han perdido esta vivencia bien por haber tenido que estar en aislamiento en una incubadora bien por permanecer horas y horas en una cuna, con mínimo contacto humano: hasta cierto nivel, se pueden reparar o compensar este tipo de experiencias de las que muchos niños/as, desgraciadamente, carecieron

En esta primera parte hablaremos de hasta qué punto es importante acariciar y tener contacto piel con piel con el bebé recién nacido. En la segunda, disertaremos sobre el acariciar y tocar como todo un tratamiento. Todos los especialistas en estimulación temprana me imagino que podrán dar fe de ello.

Lise Eliot –la autora- refiere que acariciar o tocar juega un papel muy especial en la vida de los bebés. Es esencial para el desarrollo sensorio-motor de éstos, pero también tiene una sorprendente y poderosa influencia en el crecimiento físico, el bienestar emocional, el potencial cognitivo e incluso, sobre toda la salud en general, con algunos fascinantes efectos en la función inmunitaria.


Las caricias y el contacto temprano (nada más nacer) son fundamentales para estimular el crecimiento y el desarrollo, no sólo para los humanos sino también para otras especies de mamíferos. Para muchas especies, este contacto viene dado a través de las conductas de lamido, que hemos visto –y sentido con ternura y espíritu lúdico- en muchos documentales televisivos sobre naturaleza: las madres de los perros, gatos, roedores y caballos -todos sin excepción- lamen a sus crías con profusión, limpiando cada rincón de su cuerpo en los minutos y horas inmediatamente posteriores al nacimiento. Así pues, ¡cuán importante es!, ya que a menudo sin esta conducta de lamido, los animales recién nacidos ¡mueren normalmente por fallos en su tracto digestivo o urinario!

Lo que me ha cautivado y sorprendido es que esta ausencia de lamido o contacto corporal por parte de la madre puede ser sustituida por otras personas y hasta cierto punto, compensarla. En efecto, en investigaciones con monos, cuando las crías son separadas de sus madres y puestas en grupos pequeños, pasan mucho más tiempo trepando y poniéndose las unas con las otras, como una piña. Aunque estos monos socializados sin la madre son mucho más tímidos e inseguros que los que permanecieron con ella, socialmente son mucho más ajustados que los que se criaron en aislamiento. Pero si se les impide tocarse los unos a los otros, no obtienen los mismos beneficios emocionales. En el caso de los mamíferos que lamen a sus crías, si un veterinario les da un masaje extendido por todo el cuerpo con la mano (acariciando), en vez de la madre, ¡ya no fallecen! ¡Es impresionante!


Los científicos –prosigue Lise Eliot en su libro What´s going on in there?- han profundizado en esta última observación y han descubierto aspectos fascinantes en esa relación entre cuidados necesarios tempranos y desarrollo cerebral. Las ratas recién nacidas tomadas en la mano (para juguetear, acariciar…) durante un corto periodo de tiempo cada día por los investigadores muestran secreciones hormonales adecuadas, lo cual les acompañará toda su vida. Estas ratas son menos temerosas, tienen más receptores cerebrales para las benzodiacepinas (receptores relacionados con la tranquilidad y la calma y no con la ansiedad) menos degeneración del hipocampo en la edad madura (una estructura cerebral relacionada con la memoria y el aprendizaje) y mejor desempeño cognitivo cuando envejecen. El tocarles con la mano hace que estas ratas reduzcan permanentemente la reactividad de su sistema de respuesta al estrés. Ya que una prolongada elevación de las hormonas del estrés puede resultar dañina para muchos órganos del cuerpo, incluyendo el cerebro. Una respuesta al estrés mejor modulada es mucho más ventajosa para la salud física y mental del animal.

El más interesante descubrimiento es que el efecto de esta manipulación con las manos funciona ¡sólo durante los diez primeros días de la vida de una rata cría! Las ratas que son tocadas o acariciadas con las manos después de este periodo crítico no muestran de manera permanente las mismas ventajas. Desde luego que las manos humanas no son un estímulo natural para las ratas, sin embargo recientes investigaciones han descubierto los mismos beneficios que las que recibieron estimulación táctil por medio de sus madres. Aquellas ratas que dedicaron mucho más tiempo a lamer a sus crías indujeron los mismos y duraderos beneficios en ellas. Ellas tienen una mejor modulación del sistema de respuesta al estrés, incluyendo cambios en la neuroquímica cerebral que les hace ser menos temerosas en situaciones nuevas. No hay por qué no pensar que en los humanos los efectos de acariciar y tocar no sean los mismos, aunque evidentemente, con la complejidad que el ser humano tiene. Los niños separados de sus madres y con cuidadores alternativos no competentes, abandonados en un orfanato con cuidados de baja calidad, con contacto humano mínimo (a veces, sumamente maquinal: les manipulan sólo para alimentarles y/o cambiarles) suelen presentar una modulación emocional deficiente que influye y condiciona su desarrollo: enfrentar situaciones nuevas, regular el estrés del estudio, manejar la frustración, sentirse amenazados…

Seguiremos dentro de quince días con este atractivo tema. Antes de despedirme, que no se me olvide la picada: quiero anunciaros con mucho gusto, que en septiembre de este año publicaré un nuevo libro. Os adelanto el título: Vincúlate. Relaciones reparadoras del vínculo en niños adoptados y acogidos. Va a estar dedicado, precisamente, al apego y a cómo las familias adoptivas y de acogida pueden repararlo. Estoy realmente sensibilizado con este tema, creo que las familias necesitan que los conocimientos que la ciencia nos otorga les lleguen, de una manera accesible, así como también ofrecerles guías y orientaciones. Además, basadas en modelos avalados por la ciencia como el del apego y el trauma. 

Se trata un manual dirigido a vosotros/as, sí, las familias adoptivas y acogedoras, pero también a los profesionales de la protección a la infancia. Versa sobre cómo establecer relaciones reparadoras del apego con los niños/as adoptados/as y acogidos/as. Me siento satisfecho de cómo me ha quedado, del resultado. Además, la han evaluado -y corregido- familias adoptivas, biológicas y profesionales, y le han dado el visto bueno, animándome a editarla. Espero que os sea útil y os aporte luz, esperanza, comprensión de vuestro niño/a y orientaciones -que nunca son recetas porque éstas no existen- sino caminos a seguir para acompañar a nuestros/as niños/as a lo largo de todo su desarrollo. Tener claro qué podemos hacer y cómo desde la relación interpersonal y el total respeto al niño/a. El modelo del buen trato preside toda la obra.

Os anuncio además, que el 27-28 de noviembre de este año en Donostia-San Sebastián organizaré unas nuevas jornadas que servirán como marco de presentación del libro y una oportunidad para juntarnos todos/as los/as seguidores/as de nuestro blog Buenos tratos: las II Conversaciones de apego y resiliencia donde nuevamente podremos aprender y escuchar de especialistas en la materia. En cuanto tenga el programa y el evento perfilado, lo subo al blog. Permaneced pegaditos al mismo para estar al tanto y apuntaros. Me anima a organizarlas de nuevo el enorme éxito de asistencia y participación que tuvieron las anteriores.

El post que recupero del almacén de posts de Buenos tratos es uno que escribí hace relativamente poco pero que quiero volver a rescatar porque como un buen vino, marida muy bien con el tema de hoy: el fascinante mundo de la neurobiología del apego. ¡Leedlo a mi salud, y a la de todos/as!

Hasta dentro de quince días.

Cuidaos / Zaindu

miércoles, 15 de abril de 2015

El Centro Alen de A Coruña organiza un curso de formación para aprender a utilizar un procedimiento para evaluar el modelo interno de apego de los niños/as.



AVISO IMPORTANTE: LA ORGANIZACIÓN SUSPENDE EL CURSO DEBIDO A QUE EL PROFESORADO NO PUEDE ACUDIR POR CAUSAS FAMILIARES.

El Centro Alen me hace llegar esta interesante propuesta para aprender a utilizar un procedimiento para evaluar los modelos internos de apego de los niños/as, impartido por una experta y cualificada profesional en la materia, Emilia Comas, psicóloga. 

Os transcribo la información.

Se tratará de una mañana dedicada al conocimiento de uno de los instrumentos de valoración del estilo de apego en niños con mayor reconocimiento.

Tendrá lugar el día 23 de abril de 2015, en nuestro centro Alen.

La jornada correrá a cargo de la psicóloga Emilia Comas.


Attachment Story Completion Task (Bretherton, Ridgeway y Cassidy, 1990)



El ASCT, tarea de completar historias de apego, fue diseñado para evaluar el modelo interno de trabajo para niños/as de 3 a 8 años. La prueba consta de cinco historias creadas para provocar una variedad de temas relacionados con el apego utilizando distintos muñecos y soportes para que el niño/a pueda completar la historia. La codificación de las historias ofrece una puntuación del grado de seguridad-inseguridad del apego del niño/a. Con un material complementario se puede identificar el estilo de apego: Seguro, inseguro ansioso-ambivalente o evitativo, y desorganizado.

LUGAR DE CELEBRACIÓN:

Centro Alén. 
C/Alfredo Vicenti , nº 26, 2º derecha. A Coruña

FECHA/HORARIO:

Jueves 23 de abril de 2015. 9,00-15,00h.

GRUPO: Máximo de 20 participantes

PRECIO: 70 €

DESTINATARIOS:

Psicoterapeutas, psicólogos, profesionales vinculados a la infancia, pedagogos, educadores sociales, profesionales pertenecientes al sistema de protección de menores, médicos, psiquiatras.

OBJETIVOS DEL CURSO:

- Transmitir el procedimiento de aplicación de la prueba.
- Compartir el material necesario para la codificación de las historias del ASCT y conocer su funcionamiento.
- Practicar con la ayuda de audiovisuales la codificación de la prueba.

DOCENTE:

Emilia Comas

Psicóloga. Postgrado en Psicoterapia Familiar Sistémica en la “Fundació Universitat de Girona”. Diplomado de Formación Especializada en Trauma-Psicoterapia Infantil Sistémica en IFIV (Instituto de Formación e Investigación-acción sobre las consecuencias de la violencia y la promoción de la resiliencia). Experiencia de terapeuta infantil en programas de atención psicoterapéutica especializada para niños/as en el ámbito de la protección infantil, la atención en centros de menores y el acogimiento familiar; y terapeuta familiar en el apoyo a la marentalidad de mujeres víctimas de violencia. Ha diseñado y/o colaborado en programas de apoyo psicosocial Camboya, India y Nepal.

MODO Y PLAZO DE INSCRIPCIÓN:

- Enviando un email a centroalen@centroalen.org
- Plazo de inscripción: 21/abril/2015
- La inscripción se realizará por orden de solicitud hasta cubrir las plazas.
- Pago en el momento del curso mediante tarjeta bancaria

lunes, 13 de abril de 2015

Factores asociados a las rupturas en adopción y acogimiento familiar. Y una novedad editorial: Desclée de Brouwer acaba de publicar "Educar amando desde el minuto cero", gran libro de la psicóloga Paloma López Cayhuela.

Uno de los asuntos que más me preocupan son los fracasos en la adopción y el acogimiento familiar. Ese niño o adolescente que tras una situación de crisis no resuelta, prolongada y angustiosa para todos, debe de dejar el hogar familiar para ser tutelado por la administración (en el caso de las familias adoptivas) O manteniendo su tutela, el régimen de guarda pasa a ser ejercido por un centro de acogida en vez de la familia. Nuevas rupturas. Un fracaso para todos. Un nuevo abandono, una nueva desprotección. Y muchísimo dolor. Y el niño o adolescente que acumula daño emocional. Lo dijo Bowlby, el padre de la teoría del apego: tan dañina es la ausencia de vínculos afectivos como la ruptura de los mimos (y si ésta es reiterada, más daño) Sé que a algunos les cuesta entender el concepto de daño. Cuando hablamos de daño físico, en el cuerpo, todos entendemos perfectamente de lo que estamos hablando. Y la empatía se nos activa para ponernos en la piel de esa persona y movilizar todo un sistema de cuidados. Cuando el daño es en el vínculo, al ser invisible a los ojos, lo que sólo vemos es lo que se manifiesta: alteraciones de conducta y desregulación emocional. Esto hace que nos sea más difícil comprender a los niños que sufren heridas por rupturas vinculares. El acento se pone más en tratar de modificar sus conductas alteradas que en mostrarles, primero, conexión emocional.

Es muy doloroso para un niño o adolescente dejar a su familia de acogida o adoptiva y volver a escenificar un nuevo abandono. Creo que los esfuerzos de todos los profesionales deben de encaminarse a tratar de evitar por todos los medios que esto suceda. Un día en una entrevista en un periódico, afirmé que un fracaso en la adopción era un fracaso de todos los que habíamos intervenido. Y sigo pensando que es así, que todos tenemos una cuota de responsabilidad.

Creo que los equipos que se dedican a la complicadísima tarea de seleccionar y otorgar los certificados de idoneidad a las familias no lo tienen nada fácil. Quien quiere ser padre o madre vía adopción va a actuar consciente o inconscientemente mediante un constructo llamado deseabilidad social. En otras palabras: va a dar buena imagen de sí mismo, va a negar o minimizar errores. Y esto hace aún más ardua y compleja la tarea de los profesionales. Teniendo esto presente, creo que los protocolos de evaluación de los solicitantes deben de incluir la evaluación de las competencias parentales fundamentales (desconozco si se hace), con el fin de detectar incompetencias severas, no susceptibles de modificación, y no conceder en esos casos los certificados de idoneidad. 

Por mi parte, quiero hacer una modesta contribución sobre el particular y ofreceros desde mis conocimientos y experiencia en estos años de trabajo con las familias adoptivas y de acogida, qué factores he observado están asociados a los fracasos en adopción y acogimiento. Los factores no son mutuamente excluyentes:

Decisión consciente. No se buscan padres o madres ni acogedores o acogedoras perfectos/as. Porque no existen. Se buscan padres o madres con las capacidades parentales básicas (apego seguro y empatía), porque eso les permitirá tener las bases fundamentales para ejercer una parentalidad o marentalidad con aciertos y errores pero pudiendo aprender de ellos. Sobre todo poder sentir al niño/a y empatizar con su dolor por el maltrato que haya podido sufrir. Se buscan padres adoptivos y familias de acogida conscientes de la decisión que van a tomar: "acoger o adoptar a un niño/a es llevarse con él también su pasado", afirmamos en nuestra guía para padres adoptivos “Todo niño viene con un pan bajo el brazo” Y el pasado de muchos niños adoptados o acogidos contiene experiencias tempranas, traumáticas, donde el daño que han padecido es de naturaleza relacional. Por eso la adopción y el acogimiento son medidas de protección porque para llevarlas a cabo se necesitan familias que puedan contribuir a reparar el trauma y el vínculo de apego alterado. Esto debe de decirse con toda claridad y rotundidad en los procesos de selección y formación para que las familias que hayan ido con una idea equivocada, conscientemente, den marcha atrás a tiempo.

Informarse y formarse en parentalidad terapéutica. A pesar de la decisión consciente, el acompañamiento educativo no es tarea nada fácil para ningún padre, madre adoptivo/a o acogedor/a. Ni siquiera ser acogedor/a profesionalizado garantiza el éxito. Como Giménez Alvira escribió con ciertas dosis de fino humor en su libro titulado: “Indómito y entrañable. El hijo que vino de fuera”, que es ya un referente: “padre psicólogo y madre pedagoga, la pareja ideal para adoptar” Pues no. Lo verdaderamente crucial es primero, informarse (psicoeducarse en las consecuencias del abandono y el maltrato y cómo afectan al cerebro/mente en desarrollo) pero sobre todo y ante todo, formarse. Formarse como padres o acogedores que necesitan ser “terapéuticos” para sus niños/as. Ello requiere por un lado, aprender todos los contenidos referidos al apego, el trauma y la resiliencia, aplicados al ejercicio de la parentalidad y cómo convertir ésta en una experiencia y vivencia terapéutica para los menores de edad (sanadora y reparadora a nivel emocional y de apego); y, por otra, la revisión de nuestra propia historia de vida, de nuestro propio modelo de apego y de nuestros referenciales como cuidadores a la hora de educar. Hay que mirar a uno mismo, conocerse y conocer nuestro interior. Aprender a ver nuestra propia mente para poder ver la del niño y sus necesidades y no quedar entrampados por aspectos de nuestro pasado no resueltos que se actúan en la relación con los niños/as. Y finalmente, acompañamiento: nutrirse de una red de apoyo donde pueda encontrar el sostén emocional y la energía para seguir con una forma de parentalidad y marentalidad exigente pero muy gratificante.

Exigir al niño más allá de sus posibilidades. Expectativas poco realistas. Cuando no se ha hecho un trabajo personal, o cuando se normaliza en exceso por desconocer los efectos del abandono y el maltrato en el cerebro/mente en desarrollo, nos encontramos con padres y madres que empiezan a exigir a los niños más allá de sus posibilidades de desarrollo. Y hay que tener mucha cautela porque los niños y adolescentes pueden “engañar” mucho: parecen muy resueltos en algunas cosas pero en otras son sumamente inseguros. Esto pasa mucho con la presión escolar, que se retroalimenta entre los profesores y los padres para  terminar descargándose en el chico/a. Los niños o jóvenes pueden tener una inteligencia normal, y los padres, madres o acogedores reciben de sus tutores el “puede hacer más”, “es vago, si se esforzara...”, “es inteligente”, “entiendo que ha sufrido de niño pero hay que aprobar, es lo que hay” etc. Sin darse cuenta que aprender es un acto emocional que supone poder manejar y regular el estrés ¡Primera gran dificultad para muchos adoptados y menores en acogida! Y segundo, ir al colegio implica también relacionarse con otros niños y niñas, con quienes a veces por las dificultades que tienen, no logran integrarse. Son así, rechazados/as muchas veces y esto les hace entrar en desregulación emocional intensa y respuestas desadaptadas que van desde deprimirse o disociarse hasta hiperactivarse. En el ámbito familiar, por su parte, se les supone que “por la edad” deben de tener muchos hábitos y conductas adquiridas. Pero muchos tienen niveles de auto-organización muy bajos y no pueden dar respuestas planificadas, ordenadas y previendo las consecuencias de sus actos. Falla el capitán del barco, las denominadas funciones ejecutivas. Y se les pone una exigencia que no alcanzan. Necesitan el acompañamiento y la regulación externa de los padres, las familias, profesores y otros profesionales para conducirse.

Sé que no hay formaciones en parentalidad terapéutica en muchas comunidades autónomas. Ni siquiera hay en algunas de ellas -por lo que me contáis muchas familias adoptivas- un programa en postadopción. Os dejan solos y solas en este aspecto y eso es un grave error e indefensión para vosotros/as. Algunos padres y madres, en algunas comunidades, estáis luchando por tener al menos, un seguimiento postadoptivo desde la administración. Pero lo que realmente se necesita, si queremos invertir en recuperar y sanar a estos niños y niñas, es una formación en parentalidad terapéutica. Debemos dirigir nuestros esfuerzos con las administraciones públicas en lograr un programa formativo de esa naturaleza. En el centro Alen, en A Coruña, hay un programa en crianza terapéutica -concepto diferente del de parentalidad terapéutica- dirigido a los profesionales (médicos, maestros, profesores, pedagogos, educadores, acogedores profesionales...) que acompañan a niños con trauma complejo y trastorno del apego. Os lo recomiendo a todos/as. Para más información, haced click aquí.

Valorar su persona sólo si hay logro. Hay padres adoptivos y familias acogedoras que, por cómo fueron ellos educados, valoran a los demás sólo si consiguen cosas, logros, tienen méritos, aprueban… Si no, no hay valoración o el mensaje es negativo e implícitamente se transmite (incluso con gestos) un “no pongo a tu persona y su valor por encima de lo que consigas". Esto los niños con trauma temprano pueden interpretarlo como que deben de conseguir cosas para ser aceptados y queridos. Es un grave error. El niño o niña crecerá y llegará a la adolescencia no comprendido o herido y estallará y romperá contra los padres (o contra lo que represente a la sociedad, en una estrategia proyectiva) al no sentirse jamás valorado y reconocido en nada.

Ausencia de receptividad empática. Hay padres y madres (o acogedores/as) prácticos, funcionales, normativos, que dan límites y además sancionan o castigan si se transgreden los mismos. El mensaje que se comunica es que no estamos al lado del niño cuando nos necesita. Esto por si sólo es un exceso (a veces también exceso de coerción) que conduce a adolescencias en las que los hijos pueden romper las estructuras familiares porque no se han sentido sentidos. Provoca rebeldía. La receptividad empática supone hacerle sentir al niño que estoy con él siempre, se porte bien o mal. Como dice Siegel, si sólo transmitimos a los niños/as que estamos con ellos cuando se portan bien, están regulados, contentos, aceptan las normas, no perturban a los adultos… pues no ejercemos una parentalidad competente y reparadora. Los niños y niñas necesitan saber que estamos con ellos cuando sufren, no pueden regular una emoción, se frustran, siente rabia y odio… Lo cual no equivale a dejarles hacer lo que quieran. Supone identificar y reconocer las emociones, y validarlas. Dice Siegel que cuando nos mostramos receptivos y devolvemos al niño que sentimos su mundo emocional, conectamos con él. La conexión puede costar un tiempo, pero lleva al niño, cuando se encuentra alterado, a cambiar de estado (a uno más calmado) y a volverse poco a poco, más abierto a la disciplina. El sistema límbico, responsable de la activación emocional, se va desactivando. La conexión emocional fortalece la entrada en acción (y por lo tanto el ejercicio) de los lóbulos frontales, los cuales se empiezan a activar y el niño puede reflexionar, pensar, ver alternativas, aceptar su papel en el problema, negociar con el adulto, prever para la próxima vez… La receptividad empática construye el cerebro. Y no olvidemos que en el caso de muchos niños adoptados y acogidos, su cerebro límbico está hiperexcitado por todas las experiencias de maltrato vividas. Por lo tanto si queremos reparar tenemos que darle al niño estas experiencias de conexión sana y sentida con un adulto tranquilo, el cual no ha tenido en su vida. Lo mismo que le damos de comer, le tenemos que dar el alimento de la empatía. Las familias con dificultades en esta área deben de trabajar en psicoterapia para poder aprender a ser empáticos. En el caso concreto del acogimiento familiar los niños necesitan empatía cuando se desregulan emocionalmente antes o después de las visitas, algo que sucede con bastante frecuencia.

Ausencia de base segura para los niños. Más que cariño y afecto (que también) muchos niños y niñas (no digo todos/as, pero sí en especial los de apego desorganizado, cuyo porcentaje en las poblaciones de niños maltratados o abandonados es alto. En el ámbito de la adopción internacional es frecuente que los niños/as tengan antecedentes de este tipo en sus vidas y en edades tempranas claves para el neurodesarrollo y para la adquisición de un apego seguro) los menores de edad necesitan un entorno seguro. “Jamás te haremos daño” “Aquí estás seguro, mira a tu alrededor, no hay peligro” Las maneras al hablar, transmitir las normas, los consejos, los aspectos que el niño debe mejorar, al estudiar, al aprender algo nuevo, etc. Todo lo que es autonomía, en suma, deben hacerlo con un adulto que es su base segura. No hay que hacerle las cosas ni hacerle dependiente de los padres. Eso no es fomentar el apego seguro sino insegurizar al niño/a. ¿Por qué necesitan seguridad?Levantad la mano cuántos de los padres y madres que estáis aquí en esta sala, consideráis que vuestro hijo/a tiene un problema de inseguridad” – Les pregunté a unos padres y madres en una formación que recientemente tuve con ellos/as. Levantaron la mano casi todos/as. ¿Por qué esto es así? Porque la gran mayoría no han podido tener, en las fases clave para la creación del vínculo de apego seguro (6 y los 18 meses), una base segura. El bebé recurre al adulto -hacia quien tiene creado el vínculo de apego seguro- cuando quiere explorar el mundo y se encuentra con una amenaza o un peligro. Este adulto calmará, tranquilizará y hará retornar al bebé a un estado de sosiego mediante el contacto. Con la esperanza y la SEGURIDAD de que podrá retornar de nuevo donde él si lo necesita, el niño vuelve a atreverse a explorar el mundo que le rodea. Los bebés con apegos inseguros exploran menos el mundo que les rodea o lo hacen de una manera hiperatrevida. Por eso ahora necesitan de ese adulto que les acompañe. Es como cuando el niño monta en bici: el adulto va ayudando y, al final, termina desapareciendo y desvaneciendo su ayuda y apoyo cuando el niño ya anda solo en la bicicleta. De este modo debemos de proceder en los aspectos de la vida que el menor de edad muestre inseguridad.

Ausencia de autoridad calmada. Para transmitir y hacer cumplir las normas no hace falta montar en cólera ni ponerse los bigotes o poner la cara de un ogro. El afecto o la amabilidad y hacer cumplir las normas no son incompatibles. Por otro lado, existe un tipo de padres y madres (o acogedores) que cuando el niño se comporta negativamente, está alterado o no logra las metas propuestas (va en asociación con bastantes de los aspectos anteriores) pierden el control emocional y llegan a cargar su cólera contra aquél: castigos desproporcionados, gritos, enviarle al cuarto… Y en los casos más extremos, insultar, desvalorizar y hasta repudiar al niño o adolescente. Éste puede a su vez, responder en la misma línea (activando el sistema de lucha/huida) y con ello, se puede instalar una dinámica maltratante peligrosa en la familia. Suelen ser padres que no pueden ver sus errores y proyectan en los niños o jóvenes pautas interiorizadas (o heridas sufridas) con sus propios progenitores. En estos últimos supuestos se puede llegar ya al maltrato y a la retraumatización del niño/a o joven. Pueden ser padres y madres que por circunstancias transitorias y vitales (estrés) pierden el control pero pueden darse cuenta y están abiertos a reparar y hacer un trabajo personal en terapia para que no vuelva a suceder. Pero también pueden ser padres y madres con incompetencias parentales no detectadas (trastornos del apego, de personalidad y traumas no resueltos en su historia de vida) De ahí la necesidad de evaluar las competencias parentales. El material de Jorge Barudy y Maryorie Dantagnan en su magnífico libro está ahí dispuesto a ser estudiado y aplicado por todos los profesionales de la protección a la infancia: Los desafíos invisibles de ser padre o madre. Manual de evaluación de competencias y resiliencia parental. 

La rigidez. “O lo haces de este modo y a mi manera y como te digo, o nada” “O lo tomas o lo dejas” “Es así porque lo digo yo” Los niños y niñas con padres rígidos y con trauma en su desarrollo probablemente activarán toda sus defensas para protegerse del miedo y de la inseguridad que les produce un marco normativo férreo y una relación de apego que no contempla nunca el punto de vista del niño, su mente (sus necesidades, emociones, formas de pensar…) ¡Y los niños traumatizados suelen necesitar como el comer padres o acogedores que fomenten la función reflexiva! Los menores de edad se acercarán a la adolescencia con alteraciones de conducta que tratarán de romper esa pétrea rigidez. De niños pueden ser sumamente complacientes o conformistas para llegar a la adolescencia rompiendo de algún modo. La rigidez consiste en no ser adaptable a las circunstancias, necesidades, ni emociones del niño. Se puede ser coherente pero flexible. Por ejemplo, vienen los primos a ver al niño y éste se encuentra haciendo los deberes. Rígido: “Sólo cuando acabes tus deberes saldrás a verles” (sí y sólo sí) Coherente pero flexible: “Tiene que ser difícil hacer los deberes y concentrarse sabiendo que han venido los primos. Los deberes son importantes pero los hacemos todos los días a la hora (coherente); por eso hoy, por un día, los podemos dejar para dentro de una hora, cuando se hayan ido” (flexible)

No respetar sus orígenes y no abordar su historia de vida. Los orígenes son lo más sagrado que existe para todo el mundo. De dónde venimos, que también tiene que ver con el quién somos. Esto es crucial para la construcción de la identidad y la pertenencia, especialmente en la adolescencia. Los padres adoptivos que pretenden hacer tabula rasa del pasado del niño, que tratan de que su identidad exista sólo a partir de la fecha en la que llega a la familia adoptiva (algo imposible), que no honran a la familia biológica por haberle dado la vida a ese niño o niña, que no homenajean a su país de origen y su cultura, que no quieren escuchar ningún relato del niño o niña porque lo que van a oír no les gusta o entran en rivalidad con los padres biológicos. Padres, madres o acogedores/as que niegan, minimizan o dicen que son imaginaciones del niño o niña cuando éste/a cuenta o narra algo traumático del pasado, no reconociendo su dolor, e impidiendo con ello que el niño/a pueda beneficiarse de un relato que dé sentido a la adopción, están causando un grave perjuicio al menor de edad con repercusiones psicológicas a largo plazo de todo tipo.

“Yo no tengo nada que ver en cómo se comporta este/a niño/a, las causas están en él/ella o fuera de mí” Cuando el niño o niña entra (muchas veces porque ha habido rigidez, ausencia de receptividad empática, sólo te acepto si consigues logros…) en una espiral de conductas desadaptadas de diversa índole y perturba el ambiente social y/o familiar, existe un paso más que es negar cualquier influencia mía como padre o madre en los problemas o dificultades del niño o niña. Se empiezan a buscar otras causas: genéticas, biológicas, psiquiátricas, escolares… con el fin de evitar la parte de responsabilidad que nos corresponda como adultos que se relacionan con e influyen en el niño/a y por ende, en sus respuestas, reacciones, emociones y forma de pensar.

Es posible que vosotros/as contempléis más factores de riesgo. Podéis dejar vuestros comentarios o puntos de vista sobre el particular.

No quiero terminar el post de hoy sin afirmar que conozco y trato con muchos padres y madres, acogedores y acogedoras excelentes: solidarios, comprometidos, conscientes, dispuestos y abiertos a colaborar en todo para ayudar a sanar y reparar el daño vincular que el niño o niña tiene. Personas que conforman, como dice Barudy, la manada de gente buena, de hombres y mujeres buenos/as cuya labor educativa y de crianza con los niños y niñas es encomiable. Mis felicitaciones y reconocimiento desde estas líneas. Por el camino de los buenos tratos, a la larga, modificarán muchas de las defensas que los menores de edad traen consigo y que necesitaron para sobrevivir. Parece que el post que he escrito hoy se olvida de estos padres y madres (y acogedores) Pero no es así. He querido subrayar aspectos importantes que creo que debemos tener todos presentes. En especial los padres y madres que presentan más dificultades y cuyas conciencias quiero despertar para ayudarles a activarse y a hacer cambios. Porque sus hijos/as lo merecen y necesitan.

Nos despedimos con la consuetudinaria picada, que está en total sintonía con el post de hoy: mi colega Paloma López Cayhuela (a quien no tengo el gusto de conocer en persona) acaba de publicar, en la editorial Desclée de Brouwer, dentro de la colección AMAE (que sabéis que se caracteriza por presentar temas y contenidos útiles, para el gran público, con ejercicios prácticos y sencillos, que sin dejar a un lado la reflexión, se puedan aplicar en nuestro entorno de modo eficaz y con sabiduría), un gran libro titulado: “Educar amando desde el minuto cero” Nada más tener noticia de su aparición, me he acercado al mismo y lo he devorado con fruición y gran gusto. Esta obra cuadra perfectamente con los contenidos de este blog y con los temas que tratamos aquí: el respeto total por el niño. Pero es que además, el libro se lee con ganas, con entretenimiento, deseando pasar de página y continuar avanzando en sus capítulos. Combina acertadamente (como debe ser en la colección AMAE) la reflexión con ejercicios prácticos aplicables que nos invitan a pensar con cuidado sobre cómo ejercemos nuestra parentalidad. Interesando tanto a familias biológicas como adoptivas porque sus presupuestos son aplicables a toda forma de parentalidad, Paloma, en complicidad con nosotros, nos dice que para educar niños sanos tenemos primero que “sanar nuestro niño” Ella ante todo, hace que nos demos cuenta de que necesitamos un trabajo de preparación personal a la parentalidad y marentalidad; para después, invitarnos a que revisemos las herramientas que tenemos para ejercer el papel de padre o madre competente. Ya sabéis que esa es la palabra clave: competencia. Pasado el prólogo, nos adentra en un capítulo donde nos propone que mientras esperamos al niño, hagamos de ésta una espera reflexiva: cómo nos fue cuando éramos niños y pensar sobre las prácticas educativas que sirven y las que no sirven. Termina este primer capítulo animándonos a que revisemos nuestra inteligencia emocional aplicada a la tarea de ser padre o madre y propone el concepto de padres realistas.

En el segundo capítulo nos lleva de la mano tratando de sacudir nuestras conciencias para que “no pidamos peras al olmo”, esto es, para que eduquemos al niño real y no a aquél que nuestra mente desea porque idealizó a la criatura. Entonces se puede empezar a no ver al niño, ni sus pensamientos, ni sus emociones, ni sus intenciones… con los consiguientes perjuicios a su desarrollo. Esta es la gran pregunta a responder: ¿qué esperamos del hijo? En el tercer capítulo, nos habla Paloma de la pareja: el antes y el después de ser padres: las cosas van a cambiar, y mucho, con la paternidad o la maternidad. En el capítulo cuarto, perfila lo que es una relación que educa desde el minuto cero: la que fomenta el apego seguro, por eso dedica gran parte de este capítulo a hablarnos del apego.

En el quinto capítulo revisa algunas de las claves que permitirán a los padres desempeñar su papel ajustándose al perfil de lo que ella llama los padres realistas, los que no se crean falsas expectativas, proponiéndonos unos puntos que son fundamentales tener en cuenta a la hora de educar.

En el sexto y último apartado, Paloma versa sobre la formación para padres y madres: lo que no debe ser y lo que debe ser. Todo ello como digo, explicado de manera comprensible, entretenida y sentida, informando y formando, tanto en lo teórico como en la reflexión práctica: sus hojas al final de cada capítulo, tituladas recuerda (resume lo principal de cada capítulo) y reflexiona (plantea unas preguntas que nos invitan a acercar y pensar detenidamente el contenido de cada capítulo aplicándolo a nuestra vida particular) son metodológicamente un acierto porque ayudan a aprender y a trabajarse personalmente.

En suma, un libro recomendable cien por cien al cual le vais a sacar un gran aprovechamiento. Felicito a Paloma por esta gran aportación. Como siempre digo, libros sesudos sobre psicología hay muchos; libros que sepan llevar al gran público la psicología, sin perder rigor y verdaderamente terapéuticos y educativos, no tantos. El de Paloma López Cayhuela es uno de ellos.



El post que rescato hoy de Buenos tratos (ya sabéis que recupero entradas escritas hace un tiempo, para volver a leerlas y tenerlas en cuenta) es sobre la plasticidad del apego, si pueden cambiar las primeras tendencias infantiles que las personas (y los niños adoptados y acogidos) traen a la familia. 


Cuidaos / Zaindu