Curso Especialista en Técnicas Gestálticas Aplicadas a la Infancia 2015-16
Formación intensiva teórico-práctica
Organizado por El Centro de Psicoterapia UmayQuipa, en Madrid
La Terapia Gestalt está incluida dentro de las terapias humanistas, aquellas que se acercan al paciente de un modo activo y con una relación más cercana.
Pero ¿es posible que un terapeuta entrenado para hacer psicoterapia con adultos pueda ejercer en la ayuda a los niños?
No creemos que sea lo mismo y es por esto que después de muchos años de investigación y práctica, venimos desarrollando este seminario de especialización.
Está dirigido a toda persona y profesional que trabaje con niños y necesite de un amplio abanico de técnicas para su mejor desempeño: psicólogos, médicos, mediadores, educadores, profesores, pedagogos, enfermeras pediátricas, facilitadores emocionales...
Este seminario es impartido por diversos profesionales del sector bajo la supervisión de Loretta Cornejo Parolini. Consta de catorce módulos, que se dan a razón de un sábado al mes.
Programa
Diagnostico gestáltico en niños. (Loretta Cornejo)
Concepto de figura y fondo. Primeras entrevistas con los padres y el niño (Loretta Cornejo)
Relajación para niños, visualización, imaginación, meditaciones y fantasías (Ysabell Izquierdo)
El Dibujo del problema (Loretta Cornejo)
Del Yo Piel al Yo Ideal. De Winnicott a la Gestalt (Diana Baumann)
Introducción a las Constelaciones Familiares aplicada a niños (Peter Bourquin y María Colodrón)
Técnicas en sesiones de padres. Ejercicio de las normas y rituales en el niño (Marga de La Torre)
Técnicas gestálticas aplicadas a los niños. Segismundo o el uso de la silla vacía. El uso del cuaderno de terapia, el uso del animal doméstico dentro de la sesión (Loretta Cornejo)
Grupo de crecimiento personal para niños (María Barbero)
Casos clínicos, incidentes críticos en terapia. Resistencias a la terapia (Marga de La Torre)
Resilencia y Apego. Contratransferencia y transferencia en la terapia gestalt (José Luis Gonzalo)
Introducción al Focusing aplicado a los niños (Lucía Ema)
Cómo cerrar sesiones. La despedida. Interrupción de las sesiones. (Loretta Cornejo)
Programa revisado y aprobado por la Asociación Española de Terapia Gestalt, ya que se ha considerado que las técnicas o herramientas terapéuticas que deben ser utilizadas en el tratamiento de niños deben ser diferentes y otras adaptadas al desarrollo evolutivo del niño.
Proseguimos con la segunda parte de este tema referido a cómo preparar a los niños adoptados/acogidos antes de verbalizar sus vivencias del pasado.
Antes de continuar, creo que es necesario hacer una puntualización muy importante, la cual ha venido motivada a partir de un comentario que un persona dejó en el post anterior. Dicho comentario lo firma Itsaso y dice, entre otras cosas, literalmente así: "En ocasiones mi hija ha percibido ese agujero negro y doloroso, pero hablar de esas emociones tan agrias, tan oscuras y dolorosas sin recuerdo es... imposible y no sé qué palabra usar pero creo que traumatiza más" No puedo estar más de acuerdo con Itsaso. En el post que escribí no lo dije pero Itsaso ya se encargó, con buen criterio, de afirmarlo. Eso es lo bueno que tienen los comentarios, que enriquecen los posts. Efectivamente, así es: hay niños cuyos recuerdos son anteriores a la formación del lenguaje, son preverbales. Son recuerdos (de naturaleza traumática) que permanecen en forma de sensaciones y emociones almacenadas en la memoria sensorial y emocional, en la memoria implícita. Hablar de esas emociones es imposible porque no hay nada que se pueda recordar conscientemente. No es una memoria que se active mediante una acción consciente. Pero incluso cuando el niño tiene recuerdos dolorosos conscientes (referidos al estrés del abandono u otras vivencias potencialmente traumáticas) porque las experiencias sucedieron en un periodo de la vida en el cual aquél puede recordar porque la memoria explícita (la que contiene hechos, circunstancias, episodios...) estaba desarrollada (a partir de los dos años y medio el órgano cerebral responsable de almacenar los recuerdos explícitos, el hipocampo, ya está maduro) acceder en el presente, preguntando al niño, es muy doloroso, puede desregularle emocionalmente, con potencial para retraumatizarle. Es por eso por lo que con algunos niños no debemos nunca forzar la verbalizacion, sino que debemos ofrecerles alternativas adaptadas a sus posibilidades y respetuosas con su sufrimiento. Con estos niños, cuando el recordar mediante la palabra es doloroso y difícil, podemos utilizar otras técnicas o procedimientos como el dibujo, la caja de arena, el juego, las metáforas... No hay que presionar a la palabra cuando el niño no puede.
Sin embargo, hay otros niños o adolescentes que pueden o tienen más capacidad (incluso dicen que les alivia y les sana) para poder usar el lenguaje verbal para expresar su mundo interno, estructurarlo y ordenar sus duras vivencias. Pero incluso con éstos, que se lanzan y animan pronto a expresar muchos sucesos adversos potencialmente traumáticos (como el maltrato físico y el psicológico), hemos de tener mucha prudencia. Porque es verdad que son momentos en los que los padres y las familias adoptivas y de acogida pueden conectar emocionalmente, mostrarse receptivos y empaticos y fortalecer el vínculo, haciéndoles sentir sentidos; momentos en los que los adultos podemos darles un sentido a las duras vivencias que han padecido, desculpabilizándoles por lo vivido y favoreciendo la reconstrucción psicológica. Sin duda. Y no es menos cierto que un nivel moderadamente alto de activación puede propiciar que el niño o joven procesen e integren lo vivido, los contenidos de la memoria traumática (sobre todo y ante todo, si el vínculo con el adulto es seguro). Favorece la liberación de las emociones. Sí. Pero en los casos de niños o jóvenes traumatizados (con trauma complejo: múltiples eventos traumáticos almacenados y no integrados en el cerebro-mente, de naturaleza relacional) es difícil y complicado calibrar un nivel moderado alto de activación y ansiedad. Muchas veces (y nos pasa a los profesionales también) y debido a que son niños muy desregulados, éstos se descompensan y se hiperactivan (o hipoactivan: se quedan entumecidos, desconectados) Hay una invasión de la memoria traumática que inunda al niño o joven.
Por ello, es siempre mucho mejor empezar (con todos los niños y jóvenes) por darles oportunidades de expresión seguras donde mediante el lenguaje del dibujo, la gramática en la caja de arena u otras metáforas como los cuentos, las historias o películas, puedan expresarse con total control y libertad. Este tipo de lenguaje (el juego, la caja de arena...) le da al niño la oportunidad de simbolizar y transformar lo vivido tal y como a él le habría gustado que pasara (le empodera: recupera el poder perdido) Los mismos padres y familias podéis jugar con los niños y mediante este lenguaje accederéis a muchas de sus vivencias que de alguna manera se traslucirán ahí.
Posteriormente, y sólo con los niños que puedan (con algunos he trabajado sólo con técnicas no verbales porque lo que había que trabajar -horribles maltratos y vejaciones- era imposible ponerlo en palabras. Y con buenos resultados. Y es una manera adecuada y segura de hacerlo) se puede pasar a la palabra. Personalmente (y aunque los niños o jóvenes se atrevan a verbalizar) suelo pararles si comienzan a contarme. Les felicito, valoro su valentía, les honro... pero les digo que es necesario prepararse antes de hablar. Que puede parecer que no sucede nada pero que pueden quedar más alterados de lo que ellos piensan y que es necesario que ellos puedan regular las emociones que surgen. La gran mayoría lo comprenden y agradecen. Incluso en los niños o jóvenes que cuentan hechos muy duros y parecen, al contarlos, imperturbables, conviene no confundir esto con valentía y coraje.Puede serlo, pero también es un indicio de un distanciamiento disociativo, como si no me ocurriera a mí, una suerte de despersonalización.
Es importante no confundir el preparar al niño para hablar con el miedo del adulto a que aquél hable. Si el adulto trasmite al niño o joven implícita o explícitamente que no se puede hablar porque verbalizar le atemoriza, entonces se impondrá la ley del silencio. Cyrulnik ha referido en más de una ocasión que el niño (o la persona traumatizada) necesita de un ambiente que acepte los relatos por muy duros que sean. Y ser acogido con empatía, claro.
Por ello, el post de hoy es una continuación del anterior que pretende seguir ofreciéndoos herramientas en este sentido: estrategias para preparar al niño o joven antes de verbalizar cualquier suceso traumático, narrar sus vivencias o contarle nosotros lo que sabemos de su historia de vida, cuando los menores nos reclaman saber de dónde vienen y qué pasó para que les adoptáramos o acogiéramos. Pero, por supuesto, nunca forzando nada ("a ti ya te han forzado bastante en tu vida como para que te forcemos nosotros") y sólo usando la palabra con los niños o menores que sean capaces de aceptarla. Y siempre que el adulto (o adultos) que rodeen al niño o joven sean capaces de ser fuente de seguridad y refugio para ayudarles a recuperar la calma. Los padres adoptivos o acogedores que puedan tranquilizar mediante el contacto y la palabra a sus hijos ya han recuperado una de las funciones del apego: regular emocionalmente al niño después de un acontecimiento estresante (como lo puede ser hablar de su vida y de su historia)
Además de las estrategias que expusimos en la primera parte de este post, suelo preparar a los niños o jóvenes utilizando estas otras que dan buen resultado:
La estrategia on-off: Entramos un poco en las vivencias, recogemos las emociones y el niño sabe que puede dejarlo (off) cuando quiera. Son exposiciones a intervalos cortos donde después, si es necesario (normalmente sí) permitimos al menor jugar (para liberar la emociones: después de hablar sobre algo sobrecargante, jugar es muy terapéutico) o regularse de otro modo (respirando jugando a apagar una vela, oyendo música o de otro modo) Podemos volver (on) a retomar el tema en otro momento. Él decide en qué momentos, nosotros sólo podemos invitarle en este sentido. Le empoderamos porque él tiene el control: si siente malestar sabe que tiene la posibilidad de usar todos los breaks (paradas) que desee.
La metáfora del Polo Norte: Es una metáfora de gran ayuda y que los niños captan enseguida. Si tuvieras que viajar al Polo Norte, ¿lo harías sin nada, así, con la ropa de aquí, con una mano por delante y otra por detrás? Noooo, dicen rápidamente los niños. Nos equiparíamos. Vamos a dibujar en un papel todas las cosas que nos llevaríamos en nuestro viaje de exploración al Polo Norte. Resulta divertido. Vamos dibujando o nombrando todo lo que necesitaríamos para ir bien equipados. Al terminar, concluimos diciendo que con todo lo que llevamos podríamos ir sin problema y afrontar seguros el viaje. Después, se le dice: "para ese viaje a la memoria de tu vida que es hablar de las cosas desgraciadas que te han ocurrido, ¿qué necesitarías?" Se le ayuda al niño activamente: fuerza, apoyo, seguridad, coraje, que me contengan, cariño, valentía... Todas se dibujan. Y después se ponen encima de la mesa en todas las sesiones o momentos que trabajemos con el niño, junto con la hoja en la que aparece la técnica de "El equipo de ayudantes" que vimos en la primera parte de este post.
El mando a distancia: Esta técnica de Dan Siegel me encanta porque le da un control sobre los eventos traumáticos y empodera al niño como ninguna otra. Además de que gradúa la exposición con la que el niño puede ir narrando. Ya sabemos que cuando la palabra es bien tolerada por el niño favorece la integración interhemisférica (comprometida en los niños que han sufrido trauma complejo) Siegel propone que el niño imagine que ve la película de su vida en una pantalla. El tiene el mando a distancia. Y puede ir contando la película desde el principio, pero como él tiene el mando, los episodios o trozos que le resulten más duros o dolorosos los puede dejar para el final o para un momento en el que él se sienta capaz de poder contarlo. Sólo tiene que pulsar figuradamente el mando para dar a entender que se salta un trozo.
Resolución presente: Esta técnica es de Ana María Gómez y es muy útil para situar al niño en el presente y que sea consciente de cómo se ha desarrollado, evolucionado y empoderado todos estos años desde que sucedió lo traumático. Es para profesionales. Se le dice al niño que "comenzamos haciendo un dibujo o si lo prefieres una caja de arena. El título del primer dibujo es “Éste soy yo antes” Piensa en todas las cosas desgraciadas o malas que te ocurrieron y dibuja lo que sucede a tu alrededor, quién estaba allí, cómo te estabas sintiendo, qué estabas haciendo o cómo eras de mayor. Si mientras estás haciendo este dibujo los sentimientos se hacen demasiado fuertes, tú puedes usar la señal de parar diciendo: “Necesito un break” Puedes parar todas las veces que quieras. Y entonces piensas en tus ayudantes o figuras de apoyo.
Una vez que el dibujo está terminado, se le dice al niño: “Bien. Ahora quiero que hagas un segundo dibujo (o bandeja de arena) titulado: “Este soy yo ahora” Una vez que el niño ha completado el dibujo o la caja de arena, ayudar al niño a concretarlo lo más posible, a hacerlo específico. Hacer preguntas que puedan ayudar al niño a reconocer qué es diferente ahora. Preguntas como: ¿Cómo eres de grande (en el sentido de mayor, de haber crecido) ahora?” “¿Cómo de fuerte?” “¿Qué es lo que sabes ahora que antes no sabías?”Además, hacerle al niño consciente de las habilidades que ha desarrollado, los ayudantes que están presentes en la vida del niño, las fortalezas y recursos que antes no estaban presentes y ahora sí. En general, preguntar o inquirir acerca de las habilidades que el niño ha desarrollado y que muestren una resolución a cualquier nivel del trauma o la adversidad pasada.
Una vez que este segundo dibujo (o cajón de arena) se ha terminado, empezar a pendular de un dibujo a otro: Pedirle al niño que mire al dibujo o a la caja de arena de “ahora” dándose cuenta de los sentimientos que siente y dónde los siente en su cuerpo. Pedirle al niño después que mire al dibujo o a la caja de arena de “antes” y que note cualquier cosa que venga a su mente, corazón o cuerpo. Empezar por unos pocos segundos, cinco o diez, dependiendo de cuánto pueda tolerar el niño pensando en el evento perturbador que refleja el dibujo o bandeja de arena. Después, invitamos al niño a que regrese al dibujo o bandeja de “ahora” y que lo mire de nuevo. De nuevo, se le pueden preguntar cosas al niño sobre el dibujo de “ahora”: “¿Estás seguro ahora?” “¿Este suceso desgraciado te está pasando ahora?” “¿Tienes figuras de apoyo ahora?” Si el niño informa de emociones positivas, permitidle que tome conciencia de las mismas y las sienta. Permitirle todo el tiempo que necesite para pasar de un estado negativo a uno positivo.
A partir de aquí, se va pendulando entre el dibujo o la caja de “antes” y la de “ahora”, aumentando el intervalo de tiempo que permanece mirando y sintiendo la de “antes” Se está todo el tiempo que el niño pueda tolerar (mirando la de “antes”)"
Cuando acompañamos al niño o joven en los relatos, en sus vivencias, pasadas o presentes, tened en cuenta que lo más importante, por muy duro que sea lo que haya padecido, es el vínculo (esa unión segura con vosotros/as), el alimento emocional de la empatía ("es muy doloroso, lo siento mucho") y la presentificación ("estoy contigo aquí, ahora, eso ya pasó")
Me despido, como es cortesía de esta casa, con la picada de la semana. Hace un par de meses, fui invitado por la Asociación Ume Alaia Gipuzkoa para dar una jornada en torno al tema de cómo las familias adoptivas pueden fomentar un apego ganado a la seguridad. Allí se encontraban muchas madres y padres, y una de ellas me ofreció la picada de hoy, que desde aquí os ofrezco a todos y todas vosotros/as: se trata de la publicación, en el número de enero de 2015 de la revista National Geographic titulado en portada "Los primeros artistas", de un reportaje amplio sobre el primer año del cerebro. El artículo desarrolla ampliamente (con estudios referidos a la adopción) todo lo relativo a la extrema importancia que tiene la infancia temprana: el cerebro comienza a desarrollarse en el vientre materno y alcanza unos niveles de crecimiento asombroso durante los primeros años de vida. Las experiencias positivas vividas en esos años contribuyen a construir una arquitectura cerebral sólida. Os dejo el enlace a la página web de la revista haciendo clic aquí. Post que elijo hoy y rescato del recuerdo: ya que hemos vuelto a hablar del trauma, es una gran ocasión para repasar las contribuciones de los distintos autores a la teoría del trauma. Que paséis unas felices vacaciones de Semana Santa, nos volvemos a encontrar aquí el día 13 de abril. Cuidaos / Zaindu
Todos sabemos de casos de cyberbulling, o chicos/as que hacen lo que alguien les pide degradándose a través de internet. Son adolescentes que tienen una baja autoestima y que necesitan ser queridos y aceptados por sus “amigos/as” y hacen lo que sea por ello. De estos temas hablaremos y trataremos estrategias y recursos para evitarlo.
Ponente:
Jordi Bernabeu Farrús.Psicólogo y educador. Desarrolla su actividad profesional mayoritariamente en el Servicio de Salud Pública del Ayuntamiento de Granollers. Profesor del Grado de Educación Social de la Universidad de Vic. Especializado en el consumo de drogas y en la adicción a internet.
Día y hora: Sábado 21 de marzo de 2015, de 11:30 a 13:30.
Más información e inscripciones:
Instituto Familia y Adopción: www.familiayadopcion.com
Casi
todos los niños adoptados (por no decir todos) han sufrido adversidades. Un número
nada desdeñable de ellos presentan trauma. Cyrulnik explica la diferencia entre
ambas (lo he leído recientemente en el magnífico libro “Tutores de resiliencia” de Gema Puig y José Luis Rubio): el trauma equivale a un desierto, a estar
muerto en vida. La adversidad, en cambio, no.
Para
las personas no familiarizadas, es difícil reconocer el trauma en los niños.
Normalmente, éste cuando es relacional (como sucede en la mayoría de los niños
adoptados o acogidos que lo padecen), es decir, cuando el daño provino de un
adulto con el que el niño tuvo un vínculo (de apego u otro) y si dicho
daño sucedió a edad temprana (entre los 0 y los 3 años), las secuelas más
evidentes se van a observar a nivel de regulación emocional y relaciones
interpersonales, con dificultades para mantenerse dentro de la ventana de
tolerancia a las emociones (el niño, ante estímulos determinados puede
hiperactivarse -se mostrará más alterado, inquieto, movido, incluso con
reacciones de ataque/huida, si interpreta el estímulo como peligroso porque le recuerda a alguna amenaza de su pasado-
o hipoactivarse (parecería estar en un estado de desconexión emocional, a veces
de embotamiento y en casos más graves, de disociación) El problema es que
muchas de las respuestas al trauma son evaluadas por los adultos (padres,
profesores y otros profesionales) como problemas de comportamiento e
hiperactividad (muchos niños no tienen el diagnóstico de hiperactividad
realmente, es un déficit de regulación emocional debido a que el cuidador
principal con el que estuvo el niño perturbó la relación de apego y éste aprendió a activar su sistema de defensa. Una de las manifestaciones en el
presente es la hiperactividad como respuesta a la activación emocional y la
desregulación, nefasta herencia del trauma relacional) y los menores reciben
muchas consecuencias en forma de reconvenciones, castigos, gritos, expulsiones
y etiquetaciones... que no contribuyen a reparar al niño de las consecuencias de
la traumatización, crónica.Al contrario, esa reactividad por parte
del adulto puede ahondar en las heridas y contribuir a reforzar el trauma. Cuando alguien padece un trauma, además de estar muerto, como afirma Cyrulnik, su cerebro está situado en el pasado. Da igual que hayan transcurrido décadas. Si el trauma no se ha trabajado y tratado, la persona permanece fijada al mismo. Es un mito falso pensar que el tiempo lo cura todo. El cerebro es el mismo y lo que se vivió queda registrado para siempre. Se trata de ayudar a la persona a integrarlo, a que forme parte de su vida, suavizando el dolor. En el caso de los niños, éstos se quedan en posición de supervivencia, y pueden responder a los estímulos del presente con antiguas estrategias como atacar y huir o embotarse y/o quedarse como congelados. Un ejemplo literario de persona atrapada por un trauma (hay muchos) es Miss Havisham, personaje de la magistral novela "Grandes Esperanzas", de Dickens. Está atrapada en el tiempo y vive, a causa del trauma, para vengarse de los hombres. Tal y como refieren en esta web (cito literalmente) "...cabe recordar que la señorita Havisham es uno de los personajes literarios más fascinantes y recordados de Dickens. Su oscuridad es tan siniestra que produce ternura. Es una solterona de mediana edad que fue plantada por su novio el día de su boda y que a partir de entonces se ha retirado del mundo a su mansión en ruinas y ha detenido el tiempo en el momento de la traición. Los relojes de su casa marcan para siempre las nueve menos veinte de la mañana, la hora en que recibió la nota en que el novio arrepentido y pleno de remordimientos le explicaba que no se casaba con ella porque nunca la había amado y que sólo perseguía su fortuna. El salón de su casa se queda con la mesa del banquete puesta, con los platos y cubiertos para los invitados que nunca llegaron tapados con el polvo de los años y el gran pastel de bodas pudriéndose en un lugar destacado. Miss Havisham se viste con el mismo traje de novia todos los días, pero no lleva el conjunto completo sino que sólo utiliza las prendas que sus asistentes habían alcanzado a ponerle hasta el momento en que recibió la nota de cancelación (el ramo de flores se marchita en una esquina y sólo lleva un zapato) Su figura adquiere rasgos fantasmagóricos, avanzando con el ruido de su paso desnivelado por la mansión ruinosa y arrastrando la cola cada vez más gris del vestido sobre la suciedad del piso nunca más limpiado"
Dickens no fue el único novelista decimonónico que empezó a reflejar y denunciar de algún modo las nefastas consecuencias de los traumas. Muchos otros escritores del siglo XIX hicieron este tipo de literatura: Balzac, Víctor Hugo (inolvidable "Los miserables"), Flauvert, Zola, Verne... Los niños traumatizados, cual Miss. Havisham, quedaron detenidos en el tiempo con sus estrategias supervivenciales; ellos no tuvieron ninguna culpa, son los adultos que actualmente conformamos su red afectivo-social los que les tenemos que enseñar a dejar atrás esos trajes...
Bueno, tras este excursus, retomo: este
concepto de la reparación del daño psicológico es difícil de entender para algunos adultos que
trabajan o se relacionan con el niño traumatizado. Porque lo visible (que en
realidad, es la manera que el niño tiene de comunicarnos sus problemas,
dificultades, desregulaciones, malestar…no sabe hacerlo de otro modo), lo que
se observa, es la conducta (sin saber que detrás de ésta hay un problema
denominado trauma; por eso algunos autores, como he contado en otras ocasiones,
a éste le llaman la epidemia oculta.
Porque no se detecta a tiempo) Y dicha conducta suele ser negativa y desadaptada en los
distintos contextos en los que se desenvuelve el niño o joven.
El
adulto (al etiquetar esta conducta como rebeldía, desobediencia, perturbación,
molestia…) busca frenar y parar dicha conducta del niño, ponerle el límite. Por
supuesto que el límite es necesario para todos los niños y en especial para los
traumatizados, que necesitan contención, sujeción y andamiaje por parte de un
adulto. Una consecuencia como castigar o expulsar podrá parar a un niño (a
veces ni eso); pero lo que es seguro es que no repara. No aporta nada
constructivo (incluso para algunos niños, estas medidas de disciplina, como
hemos dicho, pueden retraumatizar) Y nosotros tenemos la tarea de reconstruir
su cerebro, remodelarlo. La labor de favorecer la vinculación con un adulto que le
dé seguridad, que le enseñe con consecuencias constructivas y reparadoras y le ayude
a reflexionar y darse cuenta sobre las consecuencias de sus acciones, cómo
éstas impactan en los demás, dando nuevas oportunidades para aprender. Como
dice Siegel en su último libro titulado: “Disciplina sin lágrimas” (que os
recomiendo cien por cien), como padres y educadores aspiramos y debemos no sólo aportar un límite sino favorecer que el niño desarrolle
cualidades como la compasión, la moral, captar los sentimientos de los otros,
reflexionar, valorar los riesgos, ser responsables… Y esto se consigue con
adultos que no sean reactivos (el niño hace una conducta negativa, desobedece,
y el adulto, presa de rabia y hartazgo, pone una consecuencia impulsiva
consistente normalmente en gritar, reconvenir y castigar) sino receptivos
(conectar con el niño, con lo que puede sentir o querer comunicar con esa
conducta, ponernos primero en su emoción y en su piel) y reflexivos (que los
padres valoren primero, qué quieren transmitir y enseñar al niño para el
futuro, con el fin de que con nuestra actuación pedagógica, contribuyamos a que
éste desarrolle cualidades y habilidades y crezca como persona) Porque los
niños con sus conductas siempre nos quieren decir algo; y los adultos casi
siempre optamos por ir a la carga. Bueno, somos humanos y cometemos errores, no
buscamos padres perfectos; pero sí padres conscientes que opten por aprender
a ser conectivos, a entrar en conexión emocional con sus hijos y enseñarles,
que se propongan gestionar sus emociones y ser mucho menos reactivos. Estos
padres están trabajando a futuro para sus hijos y son los que recogerán los
frutos el día de mañana.
Además
de esto -que favorece la reparación del niño mediante la construcción de un
vínculo seguro con los padres y madres adoptivas o acogedores/as, la denominada resiliencia secundaria (vínculos
de seguridad para el niño que le sostienen, toda la red afectiva que le rodea)-,
los menores de edad traumatizados necesitan exteriorizar y simbolizar para
elaborar (procesar) el trauma. Una de las formas que eligen para hacer esto -la
más accesible para ellos- con los padres o acogedores suele ser hablar. Los
niños, en la medida que se sienten en seguridad, pueden empezar a hablar. A
veces lo hacen abruptamente, coincidiendo con momentos determinados (por
ejemplo, una niña oyó una noticia en la televisión informando que una joven
había sido atacada sexualmente y repentinamente le dijo a su madre adoptiva:
“eso me ha pasado a mí”) Otras veces lo hacen en momentos en los que los padres
o acogedores crean un clima apropiado, por ejemplo, a la noche cuando están
compartiendo un espacio y tiempo afectivo con el niño. En la segunda infancia,
comienzan a preguntar a los padres adoptivos (porque quieren saber y conocer,
normal, es una necesidad en los seres humanos, de dónde venimos y qué ocurrió
para que me adoptaran) por cosas muy concretas. Los padres, madres y familias ya sabéis
de qué hablo, muchos/as de vosotros/as lo habéis vivido o lo vivís.
Que
el niño/a ponga en palabras (exteriorice y simbolice) y sea sentido por el padre
y/o la madre u otro adulto, es sanador. Es muy importante la actitud y disposición
que el adulto que acompaña y quiere al niño muestre con éste. Ser receptivos,
escuchar, acoger (abrazar y besar si es necesario, y si el niño o niña lo vive
bien) y sobre todo, validar. El mayor daño que se le puede hacer al niño es no
reconocerle el sufrimiento o minimizar lo ocurrido. Escuchar, ser receptivo y
empático: “Lo siento, es doloroso; pero ahora estás aquí con nosotros, eso ya
no volverá a ocurrir nunca más” Esto es lo que mejor pueden hacer los padres y
madres o las familias, por el niño o joven: empatía. Lo que más repara, es
alimento emocional para el niño, lo que no ha tenido.
Unos
padres o madres o acogedores no dispuestos a escuchar, o que se derrumben y no
sean seguros y no puedan contener su miedo o angustia (que no es lo mismo que
ser sensible a sus emociones) insegurizarán y angustiarán más al niño o joven.
Que quizá aprenderá a callar para no perturbar.
Suelo
ser partidario de validar y felicitar al niño por hablar (“Qué bueno que tienes
valor para contarlo, eresun valiente; te
escuchamos”) Pero es necesario, si el niño presenta una historia muy traumática
a sus espaldas, o tiene tendencia a presentar estados disociativos (leed este post los que no estéis al día de qué es la disociación) que pueden hacer que se
desregule severamente, preparar al niño antes de que hable sobre lo traumático.
Suele dar muy buenos resultados. Voy a facilitaros algunas pautas sobre cómo lo
hago, que podréis usar los profesionales -y pienso que también los padres y
madres adoptivos y acogedores-. Para éstos últimos lo más importante es que
sepáis que el vínculo seguro con ellos es lo que más hace sanar tanto el
vínculo de apego dañado como otras experiencias adversas y/o traumáticas que
hayan padecido en sus hogares de origen o en las instituciones en las que
fueron ingresados. Por ello, todas las experiencias de seguridad emocional que
interioricen con vosotros/as son fundamentales para que puedan reparar ese primer
vínculo (con sus padres o cuidadores) dañado (apegos inseguros o trastorno de
apego reactivo)
Lo
primero es evaluar en qué medida el niño es capaz de poder verbalizar sin
salirse fuera de la ventana de tolerancia a las emociones. Si es un niño que ha
sufrido múltiples eventos traumáticos y ha padecido experiencias de horror con
cuidadores que le han aterrorizado, lo más probable es que presente
desregulación emocional severa, oscilando entre la hiperactivación y la
hipoactivación. En estos casos el tratamiento psicológico es imprescindible
(porque estamos hablando de niños con apego desorganizado o trastorno de apego
reactivo) Por ello, el profesional sabrá cuándo y cómo trabajar lo traumático
con el niño. En esos casos lo más prudente y beneficioso es no hacer nada sin
la consulta y la orientación profesional.
Lo
segundo es valorar en qué medida el padre o la madre adoptivos (o acogedores)
son capaces de hacer una de las funciones del apego más importantes: mediante
el contacto y la palabra calmante, poder estabilizar y tranquilizar al niño
tras un episodio de estrés (como puede ser hablar de su dura vida pasada) Si
los padres o madres adoptivos -o los acogedores/as- veis que el niño os vive
como fuente segura y es capaz de regresar a un estado de calma (gracias a
vuestra ayuda y presencia) tras hablar de lo que le duele, es que habéis
conseguido restaurar una de las funciones del apego con ese niño. Es necesario,
para esto, que el padre o la madre adoptiva (o el acogedor/a) lleven tiempo de
convivencia y el vínculo se haya trabajado y construido. Se puede llevar mucho
tiempo de convivencia con el niño pero no tener un vínculo sólido porque no ha habido un proceso de
construcción entre ambos de dicho vínculo (entre el niño/a y padre, madre o acogedor/a)
Sólo es conveniente hablar de las experiencias pasadas del niño si el adulto
puede ser fuente de calma y seguridad. "Sólo el vínculo seguro sana", lo dijo Ana
María Aarón en las Jornadas Europeas de Resiliencia celebradas el pasado
octubre de 2014 en Barcelona.
En
tercer lugar, es necesario enseñar al niño una técnica para estabilizarse y
calmarse emocionalmente. Una que me parece muy adecuada es la de poner un
peluche en su estómago mientras está tumbado y enseñarle a respirar con el
vientre (la respiración ventral activa la rama ventral del nervio vago y promueve estados de calma y de conexión con el propio cuerpo y con los demás) Se coge
aire por la nariz y se expulsa por la boca. El peluche se mece con la inspiración-espiración;
el niño ha de seguir respirando hasta que sienta que el peluche se duerme. Las
respiraciones ventrales ayudan a presentificar al niño, a hacerle sentir que
está aquí, con nosotros. “Tú estás aquí, ahora, conmigo. Estás seguro. Todo eso
tan doloroso que me has contado es pasado. Yo estoy contigo, a tu lado” Es dar
presencia, como cuando un bebé se calma gracias a la presencia calmante del
padre o de la madre, sin hacer nada especial, solo estar ahí dando paz y
seguridad. Otro modo de poder calmar a los niños, después de que hayan hablado
con los padres, madres o acogedores/as sobre su pasado y sus emociones, son los
estados de inmovilización tranquila (leed este post donde lo explicamos, no hace demasiado tiempo) Es una manera espontánea y natural de calmar.
En
cuarto lugar, una estrategia que les ayuda a prepararse y sentirse seguros
antes de hablar es conectar emocionalmente con todas las personas significativas
de su vida a las que llamaremos “el equipo de ayudantes”Es una técnica para
dotarles de un recurso psicológico (calma y seguridad) cuando se sientan muy
tristes o conecten con la soledad, los sentimientos de abandono, la rabia… Se
le pide al niño que se dibuje en el medio de una hoja a sí mismo (hay que
decirles que no hay nada en lo que se pueda equivocar, no es una clase de
dibujo, que nos gustará el dibujo que haga, sea cuál sea; buscamos su dibujo)
Después va eligiendo en el orden que él quiera, aquéllas personas que le ayudan
y le hacen sentir bien (tranquilo, calmado; o feliz, divertido… cualquier
sentimiento que el niño viva como ayuda) y las va dibujando formando un círculo
que le rodee en el dibujo. Cuando ha terminado, se le pide que exprese cómo se
siente, si le llegan sentimientos buenos, si los nota en el cuerpo… Entonces,
se le dice que los note, que sienta lo bueno que es para él sentir esa
seguridad, calma, bienestar… Que sienta que le rodea, que la respira, que le
envuelve y le acompaña, para que la pueda usar en los malos momentos.
Es
fundamental insistir en que si el adulto (padre o madre, acogedor/a,
profesional…) no tiene un vínculo con el niño/a y no es una persona sólida (tranquila, firme
y segura) es mejor no hacer nada de esto. Puede ser contraproducente.
Entendemos (y no culpamos a nadie) que los padres pueden sentir pena, ansiedad,
angustia… al ver a su hijo expresar el sufrimiento. Por eso, en esos casos en
los que no podemos hacer de holding o
sujeción para el niño, es mejor recurrir a un tratamiento psicológico que dé
espacio de trabajo al niño pero también a los padres con el fin de que aborden
ellos sus propias emociones y aprendan a gestionarlas. La mejor experiencia que
puede sentir un niño dañado es ser capaz de que un adulto con quien tiene un
vínculo sólido sienta y dé contención segura a su sufrimiento. En caso de dudas
con todo esto, para eso estamos los profesionales.
Continuaremos
con este interesantísimo tema, que es particularmente necesario en los casos de
niños traumatizados durante años por el abandono, la violencia, los continuos
cambios de cuidadores… Suelo utilizarlo siempre con los menores de edad que han
sido adoptados a edades tardías (con cinco, seis, siete u ocho años de edad) y
que tienen el diagnóstico de trauma en el desarrollo, apegos inseguros y
disociación. A los recién llegados a este blog y que han leído por primera vez
este artículo, les aconsejo que accedan a las etiquetas de “apego” y “trauma” y
lean todo lo que hemos escrito anteriormente, para ponerse al día en estos
conceptos.
Os
digo adiós como siempre, con la picada y con un post escrito anteriormente en
Buenos tratos y que os recomiendo volváis a leer.
La
picada de hoy es celebrar que tenemos una magnífica novedad bibliográfica que me ha hecho
especial ilusión: se trata del libro titulado “Fui adoptado ¿y qué?” escrito
por María Assumpció Roqueta Sureda, psicóloga especialista en psicomotricidad, pedagogía
terapéutica y en audición y lenguaje. Es colega y compañera de la red APEGA
(formada por todos y todas los/as profesionales egresados/as del Diplomado en
trauma terapia infantil sistémica de Barudy y Dantagnan) y ha tenido el detalle
de regalarme el libro, además dedicado. Me alegra muchísimo que una compañera
(con su dilatada trayectoria profesional y su amplia y completa formación,
además especializada en el ámbito) haya publicado un libro. Además, uno que
hunda sus raíces teóricas en el modelo del buen trato y los marcos
explicativos del apego y del trauma para poder entender y tener una nueva
mirada sobre la adopción. Necesitamos que los profesionales se impliquen en
estas tareas divulgativas porque es preciso que lleguen al mayor número
posible de familias adoptivas. A María Assumpció le conozco personalmente y doy
fe de su profesionalidad, implicación y compromiso con los niños y las familias
adoptados/as. Tuvo el enorme detalle de acompañarme en las jornadas formativas
(Las Conversaciones) que organizamos en Donostia con motivo de la aparición del
libro que sobre la caja de arena publiqué en marzo de 2013. Y pude conocerla un
poco más.
He
revisado el libro y es muy completo, amenamente redactado y con rigor
científico. El modelo desde el que la autora nos propone es (por eso lo
recomiendo, porque lo comparto) un modelo que es respetuoso con el niño y que no
patologice. Assumpció, en “una nueva mirada de la adopción desde un enfoque
sistémico, comprensivo e integral” nos dice que "España es el segundo país del
mundo en adopciones internacionales (…) Cada vez son más los padres que
consultan a especialistas y niños que son diagnosticados erróneamente,
especialmente de TDAH (Trastorno por Déficit de Atención con
Hiperactividad-Impulsividad)" Y ya sabemos que en vez de este trastorno lo que
presentan es una historia de vida tan dura que ha generado trauma. Digo que el
libro es muy completo porque nos ofrece primero, como debe ser, el fundamento
teórico (todo libro sobre adopción debe de tener una base teórica en el que
sustentar su intervención): "...la teoría del apego, del trauma, la resiliencia y
los aportes de la neurociencia sobre el desarrollo cerebral. A continuación,
desde un enfoque sistémico se
estudian todos los sistemas que rodean al niño y se dedica un capítulo por
sistema y de esta forma se analiza al propio niño, a la familia, a la escuela,
al entorno social y a los recursos externos" Esta última parte de recursos e
intervención con el niño y su entorno me ha gustado especialmente porque
Assumpció ofrece a los padres, madres y familias adoptivas guías y pautas muy
bien explicadas y necesarias para contribuir a la sanación emocional de los
niños y adolescentes.
El
libro es útil tanto a padres como profesionales (los maestros encontrarán un
amplio capítulo dedicado a adopción y escuela, muy útil porque no abundan los
materiales de este tipo) Antes de hacer o de intervenir hay que comprender en
profundidad, como Assumpció nos dice. Y este libro ofrece ambas aproximaciones
(comprender) y herramientas (fundamentadas en un modelo teórico) para poder
intervenir sin patologizar al niño o adolescente. Al contrario: favoreciendo su
sanación.
Así
pues, os recomiendo que lo adquiráis porque es uno de los imprescindibles de
nuestra biblioteca. Felicito efusivamente desde estas líneas a Assumpció
Roqueta por esta inestimable aportación (todos los que escribimos un libro
sabemos lo que cuesta hacerlo) que será todo un éxito.
Assumpció ha dejado un comentario que copio aquí: "Durante el curso 2008-2009 gracias a una licencia de estudios pude valorar a más de 35 niños/as adoptados en la escuela y después de 5 años, volví a verlos; y finalmente he escrito el libro.
Es un libro sentido, escrito desde la emoción. Espero que todos estos niños/as lo puedan leer algún día y que ayude a padres, madres y profesionales a comprender muchas de las conductas, y que sirva para saber dar las respuestas necesarias.
Os dejo mi correo por si alguien quiere comentar algo personal":