Con el post de
hoy cerramos esta trilogía dedicada a la enseñanza basada en el apego, la cual
es extensamente presentada y descrita en el libro de Cozolino titulado: "Attachment-based teaching. Creating a tribal clashroom" Os
recomiendo su lectura porque además del planteamiento teórico que sustenta esta
forma de concebir una escuela y un aula -basado en la neurobiología del apego-,
podréis acceder a las múltiples propuestas prácticas de trabajo que el autor
propone para realizar una enseñanza y una educación que tiene en cuenta las
relaciones y los vínculos entre los alumnos y el profesor.
Una persona me
preguntaba si el libro está traducido al español y desgraciadamente, la respuesta
es que, de momento, no. Está reservado sólo a los/as que puedan leer en inglés.
Para hoy nos
queda ofrecer una experiencia real -trasladada al libro y recogida por el mismo
Cozolino- de una escuela con una enseñanza basada en el apego. Después de
leerla, me sale expresar profundamente que ojalá todas las escuelas fueran así.
Porque actualmente tal y como están concebidas tanto la enseñanza como los
colegios (empezando por la masificación que sufren) es complicado que exista
espacio para los niños y niñas que tienen severos problemas emocionales como
consecuencia de un trauma y que no logran integrarse o aprender. Se adoptan
medidas de atención a la diversidad; pero no se hacen modificaciones
sustantivas en la manera de concebir el aprendizaje. Este sigue siendo una
experiencia competitiva que entroniza a la memoria y al examen como medidas de
control de calidad. Y con esto muchos de nuestros niños y niñas (lo digo clara
y meridianamente) no pueden. Las relaciones profesor/alumno y entre los mismos
alumnos (en torno a las cuales debería pivotar todo aprendizaje) son
secundarias. Si nos fijamos, el recreo o receso, un espacio de tiempo libre
entre horas de clase, es más un descanso o desahogo que no se usa para tratar
las relaciones, fomentarlas o fortalecerlas. Se considera de orden inferior
porque lo importante son los contenidos que se transmiten en el aula. Se
trabaja en valores, actitudes y normas (no lo niego) pero mucho menos en
comparación con los contenidos formales. Y muy poco en las relaciones entre los
niños. Y un menor de edad que no tenga calidad en sus relaciones interpersonales
(empezando por las que mantiene en su casa, con sus padres o hermanos y
terminando por las que mantiene en la escuela) y una vivencia rica en afecto y
contención, no puede (ni encuentra sentido) al acto de aprender.
Esta semana
una persona cuestionaba el papel protector que tiene que tener una escuela para
los alumnos que -por sus problemas emocionales de origen traumático- no se integran,
aduciendo que no es misión de la misma. Y yo me rebelo porque pienso que sí debe
ser cometido de la escuela cuidar afectivamente cuando el niño o joven se
encuentra en un estado psicológico negativo como consecuencia de un trauma complejo,
pues el poder de las relaciones y los vínculos humanos es lo que favorece,
paulatinamente, la curación del trauma. A mi juicio, se debería de contemplar
en la escuela ordinaria personal específico (y formado) para poder acompañar a
estos menores de edad cuando atraviesan etapas personales muy delicadas y que
requieren de adultos que puedan sostener y acompañar. Me dicen que las actuales
escuelas no tienen medios (lo cual equivale a presupuesto) para hacer esa labor
educativo-terapéutica que yo propongo. Ni presupuesto, ni los profesionales que
hoy por hoy trabajan al parecer, están para ese cometido. Y eso que hablamos de
que son atendidos por profesionales de pedagogía terapéutica. Pero la pedagogía
terapéutica contempla el tratamiento de, pongamos por caso, una dislexia, sí;
pero ¿por qué no el acompañamiento a alguien que presenta un trauma y distintos
trastornos asociados al mismo, por poner por caso una realidad frecuente en
nuestro día a día? ¿No es acaso, pedagogía terapéutica? ¿O el concepto que yo
tengo de la pedagogía terapéutica es erróneo? Así es en la actualidad nuestra
realidad educativa en lo que a la escuela se refiere. Por eso propuestas como
la de Cozolino le reconcilian a uno con la enseñanza. Otro escenario es
posible.
La experiencia
que Cozolino relata –y que os voy a transcribir a continuación- veréis que
tiene un punto de partida que hoy por hoy (si me pongo muy crítico con la
escuela que tenemos, me lo decís en los comentarios; sé que, como en todas las
profesiones, hay personas maravillosas que se implican dispensando un trato
afectuoso a los niños y jóvenes que más sufren, que no son otros que los que
han padecido trauma complejo) es ciencia-ficción. En un cartel de la entrada a
la escuela pone: "Bienvenidos al
éxito. Adiós al fracaso. Porque vosotros no vais a fracasar" Así es la
experiencia que el autor de "Attachment based teaching" expone. Paso
a relatárosla con mucho gusto.
Cozolino
refiere que los niños que tienen grandes dificultades para aprender y
relacionarse en las escuelas convencionales y que fracasan reiteradamente no es
tanto por falta de capacidad sino por la ausencia de habilidades sociales,
recursos emocionales y habilidades conductuales. A algunos de ellos se les
considera imposibilitados para el aprendizaje. Muchos de ellos provienen de
experiencias de maltrato, abandono y abuso y sus cerebros se han apartado de la
capacidad para poder aprender en un aula al uso, esto es, las que son mayoría:
pupitre, libro, silla, atención, memoria y examen.
Muchos chicos
y chicas que he conocido, adoptados y adoptadas, con muchos años de abandono y
maltrato a sus espaldas, tomados por incapacitados para poder aprender en un
aula ordinaria, podrían tener una mejor adaptación si el planteamiento fuera
una enseñanza basada en el apego.
Cozolino nos
habla en el mencionado libro de Marva Collins, cuya filosofía pedagógica es que
los estudiantes (sobre todo los desfavorecidos por apegos inseguros y entornos
deprivados) no pueden tener éxito en un sistema donde los prejuicios y el
fracaso son más la norma que la excepción (al menos para estos alumnos), y en
los que no se presta ninguna atención al bienestar emocional de los mismos.
Ella se dio cuenta que la enseñanza con los menores en riesgo debería de
proveerles de un entorno de cuidados y apoyo que fuese como una familia. Esta
mujer disponía de una cantidad suficiente de dinero y decidió abrir una escuela
de estas características en Chicago (Wetside Preparatory School) Su principal
objetivo era enseñar y hacerse cargo de aquellos que habían sido catalogados
como "inenseñables"
La señora
Collins recibía a los alumnos -además de con el mencionado cartel- con esta
frase: "Estáis aquí para ganar,
habéis nacido para ganar y yo voy a cuidar de vosotros más que vosotros
mismos" Su mensaje es simple: requiere un trabajo y un tratamiento a
estos chicos y chicas basado en el afecto y en la seguridad (palabra clave en
apego, como sabemos) Ella es capaz de reconocer los devastadores efectos del
fracaso, el rechazo y la humillación en las caras de los estudiantes, por lo
que sus encuentros y conocimiento de los mismos es de total dedicación y amor.
Su filosofía de la educación está basada en la humanidad, la compasión y en la
apreciación del niño en su totalidad. Su concepción es la misma que se tiene en
las tribus donde los niños se consideran parte de todos, de toda la comunidad.
Collins tiene
una especial preocupación por los que se sientan (motu propio) en el final de
la clase, en las últimas filas, pues considera que estos chicos y chicas pueden
estar sufriendo los efectos de la negligencia, el maltrato o el abandono en sus
hogares. Por eso estimula y motiva al profesorado de su escuela a que se
acerque a ellos y encuentren ambos maneras de conectar con los demás
estudiantes. Además, anima a los profesores a que diariamente digan algo
positivo sobre sus alumnos y alumnas. Ella siente que es prioritario dejar las
lecciones o contenidos a un lado durante buena parte del tiempo para dedicarse
a investigar qué es lo que aburre o molesta a un alumno. Su método consiste en
primero, tener una conexión emocional con el niño y después llegar a un acuerdo
o compromiso para resolver los problemas juntos. Collins considera (y estoy de
acuerdo) que los profesores nunca deberían decir nada negativo de sus
estudiantes. En vez de castigos o expulsiones, en su escuela la disciplina
viene en forma de lecciones afectuosas (con autoridad calmada) dirigidas a
enseñar y reconectar con los estudiantes. Collins afirma que "cuando se reprende a un niño, hay que
hacerlo de una manera amorosa. Nunca traten de humillarle o degradarle"
Hay que intentar decir que se les quiere mucho pero que ese tipo de conductas
no son aceptadas, ni positivas para él ni para los demás. Collins
considera que cuando los niños se sienten bien consigo mismos, no tienen
ninguna razón para pasar al acto. Un acting
out (actuar hacia el exterior o pasar al acto. En términos coloquiales,
portarse "mal") es un signo de que algo va mal con ese niño. Él
carece de la habilidad para poder articular sus sentimientos. Cuando los niños
se sienten no queridos o abandonados, ellos sienten un vacío y éste se
manifiesta en dolor, rabia y conducta agresiva, en ocasiones. Sabemos que los
niños necesitan más nuestro cariño y aceptación cuando menos lo merecen sus
actos. Esta genial frase (la aprendí en el magnífico blog hermano llamado
Resiliencia infantil, de mi amiga y colega Conchi Martinez Vazquez) es justo lo
contrario de lo que nos han enseñado que hay que hacer: castigar, rechazar, no
aceptar en lo fundamental al niño...
Collins crea
un entorno tribal y seguro para los estudiantes (lleva a la práctica el
concepto de base segura de la teoría del apego de Bowlby) que no han tenido
éxito en las grandes escuelas públicas. Ella anima a tener contacto físico con
los estudiantes cogiéndoles la mano, por ejemplo. Collins cree que crear una
clase segura con contenidos estimulantes es el mejor modo de asegurarse la
atención de los estudiantes. Y aunque pudiera parecer que no, anima y propone
trabajar intensamente y esforzarse. Ella piensa que los estándares altos en
cuanto a nivel de aprendizaje de los contenidos y el amor y el afecto no tienen
porque ir por separado. Yo creo que tampoco. Vosotros y vosotras, ¿qué pensáis?
Sin duda una
propuesta innovadora la de esta gran mujer, Collins, quien propicia que los
alumnos puedan aprender sin olvidar que las relaciones, el vínculo y la base
segura (junto con el afecto y la sensibilidad) son los que precisamente hacen posible que se dé dicho
aprendizaje. Personalmente, me ha maravillado y por eso he querido compartirlo
con vosotros y vosotras. Espero que los profesores y las profesoras lleven
muchas de estas propuestas a su aula y entre todos, hagamos realidad otro tipo
de enseñanza.
La "picada" de hoy (no nos despedimos nunca sin ofrecer algo "rico" e interesante para degustar intelectual y afectivamente): Hablamos de un libro, publicado recientemente por Gema Puig y José Luis Rubio Rabal, de Addima. Se titula "Tutores de resiliencia. Dame un punto de apoyo y moveré mi mundo" Editorial Gedisa. Tuve la suerte y el placer de poder acompañarles en su casa, Zaragoza, con su gente, amigos y familia, en la presentación del libro, el pasado 5 de febrero. Disfrutamos de un encuentro entrañable en el que fuimos desgranando algunas de sus claves y los elementos que lo hacen único. Muy pronto hablaremos aquí de este libro, más extensamente. Lo estoy terminando. Te atrapa por completo. Es un libro que a mi me ha dejado una reconfortante sensación en el cuerpo. ¿Qué es un tutor de resiliencia? Os preguntaréis algunos/as. En el libro podéis ver, en la portada, una metáfora que lo expresa: algo o alguien que es un punto de apoyo, gracias al cual -como Arquímedes cuando descubrió la palanca y movía pesos increíbles- seré capaz de transformar mi mundo. Y "mi" mundo pueden ser muchas cosas. Nos reconforta, sí, porque las familias adoptivas, acogedoras (o cualquier persona que tenga que hacer frente o acompañar a alguien en el afrontamiento de una adversidad o un trauma), han de saber que es posible rehacerse, crecer y transformarse desde las duras experiencias. Gracias a los tutores de resiliencia. Los tutores de resiliencia son elegidos por el niño, el joven o el adulto. Aunque es algo que surge de una manera natural -algo que no se enseña- los autores, brillantemente, nos ofrecen en el libro algunas claves para ponernos en disposición de serlo, pero sin romper la magia y alterar lo natural. En la contraportada de su libro está otro de los elementos clave de la tutorización de resiliencia: la metáfora del mago. Por cierto, casi se me olvida... El prólogo está a cargo de Boris Cyrulnik. Casi nada. ¿Por qué será que esta eminencia en resiliencia y psiquiatría decide prologar su libro? Porque Gema y José Luis han hecho un excelente trabajo. Lo veréis (Bueno, en realidad son dos libros en uno. Y también múltiples enlaces a vídeos, documentos o ejercicios prácticos que nos ofrecen al final del cada capítulo)
La "picada" de hoy (no nos despedimos nunca sin ofrecer algo "rico" e interesante para degustar intelectual y afectivamente): Hablamos de un libro, publicado recientemente por Gema Puig y José Luis Rubio Rabal, de Addima. Se titula "Tutores de resiliencia. Dame un punto de apoyo y moveré mi mundo" Editorial Gedisa. Tuve la suerte y el placer de poder acompañarles en su casa, Zaragoza, con su gente, amigos y familia, en la presentación del libro, el pasado 5 de febrero. Disfrutamos de un encuentro entrañable en el que fuimos desgranando algunas de sus claves y los elementos que lo hacen único. Muy pronto hablaremos aquí de este libro, más extensamente. Lo estoy terminando. Te atrapa por completo. Es un libro que a mi me ha dejado una reconfortante sensación en el cuerpo. ¿Qué es un tutor de resiliencia? Os preguntaréis algunos/as. En el libro podéis ver, en la portada, una metáfora que lo expresa: algo o alguien que es un punto de apoyo, gracias al cual -como Arquímedes cuando descubrió la palanca y movía pesos increíbles- seré capaz de transformar mi mundo. Y "mi" mundo pueden ser muchas cosas. Nos reconforta, sí, porque las familias adoptivas, acogedoras (o cualquier persona que tenga que hacer frente o acompañar a alguien en el afrontamiento de una adversidad o un trauma), han de saber que es posible rehacerse, crecer y transformarse desde las duras experiencias. Gracias a los tutores de resiliencia. Los tutores de resiliencia son elegidos por el niño, el joven o el adulto. Aunque es algo que surge de una manera natural -algo que no se enseña- los autores, brillantemente, nos ofrecen en el libro algunas claves para ponernos en disposición de serlo, pero sin romper la magia y alterar lo natural. En la contraportada de su libro está otro de los elementos clave de la tutorización de resiliencia: la metáfora del mago. Por cierto, casi se me olvida... El prólogo está a cargo de Boris Cyrulnik. Casi nada. ¿Por qué será que esta eminencia en resiliencia y psiquiatría decide prologar su libro? Porque Gema y José Luis han hecho un excelente trabajo. Lo veréis (Bueno, en realidad son dos libros en uno. Y también múltiples enlaces a vídeos, documentos o ejercicios prácticos que nos ofrecen al final del cada capítulo)
Mucho más diremos de esta obra más adelante, pero para todos/as los/as que estamos implicados/as en el acompañamiento de menores o adultos víctimas de malos tratos y que padecen trauma (o sufren cualquier otra adversidad) me parece imprescindible leerlo y tenerlo en la biblioteca. Los autores han estado invitados por La 2 de Televisión Española para hablar de todo ello, y no es para menos porque lo merece. Os dejo su intervención en el programa para que la veáis.
El post que
rescato del baúl de los recuerdos de Buenos tratos es justamente uno que nos viene muy bien con la "picada" de hoy: el anterior libro de Gema y José Luis titulado "Manual de Resiliencia Aplicada", innovador en su didáctica manera de exponer los contenidos y que en su día celebramos que apareciera, aquí, en éste nuestro blog sobre el buen trato.