"¿Neurobiología o dificultades emocionales? ¿Dónde está la frontera?"
Muchas veces esta frontera es muy difícil de diferenciar. Todos los padres y madres nos preguntamos donde empieza lo uno y lo otro. Sabemos que las dos están muy relacionadas. ¿Pero cómo tratarlo?
Estamos programados genéticamente para ser libres. Las neuriciencias y el mundo de la psicologia se encuentran cada vez mas cercanos. La plasticidad introduce una nueva visión del cerebro, demuestra que la red neural estará abierta al cambio y modulable por las experiencias. Por lo que las experiencias desde el nacimiento y nuestro entorno nos harán ser únicos como indivíduos.
Ponente: Dra. Remei Tarragó Riverola. Psiquiatra, Psicoterapeuta, Master Test de Brazelton. Psiquiatra Centro de Salud Mental Infantil y Juvenil (CSMIJ) de Sant Andreu - Fundació Eulalia Torras de Bea (Barcelona). Coordinadora de trabajo psicológico a la Unidad de Cuidados Intesivos Neonatales (UCIN) del Hospital de Sant Pau de Barcelona. Profesora de la Universitat Ramon Llull (URL, Barcelona)
Facilitadora: Eva Gispert. Fundadora y Directora del Instituto Familia y Adopción, Terapeuta y Mediadora Familiar. Adoptada y madre adoptiva.
Día y hora: NUEVO HORARIO Sábado, 31 de Enero del 2015, de 11:30 a 13:30 horas.
Hoy dedicamos un post a todos/as los /as maestros/as,
profesores/as y enseñantes en general (también os
interesara muy mucho a padres, madres, acogedores/as y profesionales diversos)
Todos/as sabemos que los maestros/as son figuras importantísimas en la vida de los niños/as y
adolescentes, que pueden marcar la vida de los mismos/as y convertirse en
personas inolvidables (para bien o para mal) Cuando es para
bien, cuando los profesores pasan a ser parte de la manada de gente buena (como afirma Jorge Barudy), cuando quieren a
los/as niños/as porque son patrimonio de todos/as, pueden llegar a ser
elegidos/as incluso como tutores y tutoras de resiliencia (Para quien no haya oído
hablar de este concepto puede consultar el magnífico libro de José Luis Rubio y Gemma Puig titulado:Manual de Resiliencia Aplicada. Muy pronto (en febrero 2015) ambos autores publican otro libro -que apunta ser tan excelente como el anterior- donde desarrollan precisamente el concepto de tutor de resiliencia. Se titula: Tutores de resiliencia. La presentación del mismo tendrá lugar en Zaragoza, el día 5 de febrero, a la cual he tenido el honor de ser invitado. Preparan, con motivo del X Aniversario de Addima, la Asociación para el Desarrollo y la Promoción de la Resiliencia, un programa de actividades que no tiene desperdicio)
Si para todos/as los/as niños/as y jóvenes en general es
trascendente la persona del/la maestro/a, ¡imaginaos para los menores de edad
víctimas de malos tratos, abandono y abuso (que pueden presentar trastorno del
vínculo de apego y trauma complejo)! Si un niño/a con esta pesada carga a sus
espaldas se encuentra en la vida con un/a profesional
adecuado/a, profundamente humano/a, con un/a profesor/a que sea capaz de llevar a la práctica el concepto más nuclear de la
teoría del apego -el de la base segura- y ser alguien que pueda transmitir confianza y seguridad para que el/la niño/a o joven aprenda, pudiendo dar las dosis
adecuadas de regulación emocional, límite y permanencia, sabiendo ser una
persona afectuosa que quiere al niño/a o adolescente pero a la par favorece que trabaje y rinda académicamente en la medida justa que él o ella puede, sin llegar a asfixiarlo/a (estresarle con tareas, deberes
y peticiones que no puede alcanzar) pero tampoco siendo indiferente o dejándole
de lado, si, como digo, se encuentra (porque los hay) con un profesional de
esta talla humana (que posea empatía y tenga
una historia de apego seguro), puede ser para el/la niño/a o joven una experiencia que contribuya a su sanación y reparación emocional
y vincular.
Como ya sabéis,es un tema al
que le hemos dedicado durante estos años del blog una más que merecida atención
ya que en el colegio o escuela el grado de
adaptación que un/a niño/a o adolescente adoptado/a o acogido/a consiga -tanto a nivel académico como de integración social- es o una fuente de satisfacción y red de apoyo para el menor de edad o al contrario, una estresanteexperiencia con posibilidades de generar retraumatización. Porque nuestros menores -los que ocupan en este blog un lugar y espacio preferencial- son los/as niños/as y jóvenes adoptados/as y acogidos/as, que como sabemos,
en general, constituyen una población vulnerable y -como dice Jorge Barudy- a menudo, vulnerada.
Por eso, al ser un tema delicado y que necesita de todas
las aportaciones hemos escrito varios post -que podéis repasar- sobre cuál es el papel que puede jugar la escuela y cómo trabajar el apego
en el aula. La autora Heather Geddes y sus propuestas en este sentido
(con su magnífico libro "El apego en el aula") nos han
aportado luz, han sido faro que nos ha guiado en cómo hacer
del aprendizaje y la enseñanza escolar en el aula una vivencia gratificante; y sobre todo segura para nuestros/as niños/as. Necesitan seguridad por
encima de todo.
Tanto nos ha interesado este tema sobre cómo hacer que la escuela seaa través de
todos sus miembros (toda la comunidad escolar)una consistente
red de apoyo y satisfacción para el niño/a o joven que -hace unos años, en el año 2009, viendo el escaso material que el
profesorado y los enseñantes tenían sobre como apoyar educativamente a los
niños/as y jóvenes con trastornos del apego desde el ámbito escolar- me animé a publicar una modesta guía para este fin. Porque tengo
claro que los/as maestros/as necesitan piscoeducacion y formación, que les
pedimos mucho y tampoco debemos dejarles solos/as en este cometido. Les
exigimos saber además, sobre todos los
problemas (cognitivos, emocionales, de conducta, médicos, sociales...) y áreas
de desarrollo y en sus distintos periodos evolutivos. Necesitan
conocimientos y guías prácticas. En este sentido, esta fue una
pequeña aportación que algunos ya conocéis.
Bien, con todo, aún siendo muy válido y útil lo que os he
contado o trasladado hasta ahora, creo que no dejan de ser adaptaciones para
trabajar el apego en el aula pero partiendo de la idea de que la escuela (con
su filosofía de enseñar y su concepto de cómo debe ser la educación y cómo debe
organizarse ésta en cuanto a contenidos y metodología) no hace cambios
sustanciales. Y el modelo de escuela actual es todo menos una enseñanza basada
en el apego. Es un sistema escolar que supuestamente prepara a los/as niños/as y jóvenes para el tipo de sociedad en la que están
insertos. La institución escolar es un reflejo de ésta, o a la inversa, como
queramos verlo. Reproduce el sistema social en el que está incardinada. Y, aunque os choque lo que voy a decir ahora, ese tipo
de manera de enseñar y de concebir la escuela tiene muy poco que ver con el
apego y con cómo aprende el cerebro. Nuestros colegios o escuelasse mantienen a lo largo del tiempo prácticamenteinmutables e inalterables en su abc básico: aula con excesivo número de alumnos, la memoria como
eje de casi todo, las notas como criterio de valoración y el libro de texto o,
recientemente, el ordenador como base
donde encontrar el conocimiento sobre el que enseñar. Esto sucede sobre todo desde
la Revolución Industrial. El
gran cambio no se ha producido. Y no lo digo yo, sino una voz
autorizadísima, alguien que ya ha sido invitado aquí otras veces: Louis
Cozolino en su maravilloso y reciente libro -que he devorado-: "Attachment-based teaching: creating a tribal clashroom" Con él, llega la revolución
que estábamos esperando.
Pero
desgraciadamente, apuesto a que no será así. Esta propuesta cuestiona y confronta tanto a
nuestro modelo político-social que sería casi imposible que un planteamiento
psicoeducativo de esta índole viera la luz. Es utópico. Utopía significa
literalmente: "Lo que no tiene sitio
o lugar" Por mi parte, si lo
traslado aquí, es porque quiero que los profesionales de quienes depende un
cambio de esta naturaleza, se atrevan a llevarlo adelante. Le encuentren sitio
o lugar y sea tópico (lugar común)
Desde aquírecomiendo este
libro a todos/as los/as profesores/as y maestros/as que siguen este blog. Es una propuesta (como dice el título del post) que alteraría el orden social establecido. Sin duda. Muchas críticas nos
lloverían por poner en marcha un tipo de aula así. Tengo claro que
una escuela basada en el apego en su ideario, estructura y funcionamiento hoy por hoy, es ciencia-ficción. Pero un aula no. Aquí impera afortunadamente, la
libertad de cátedra. Es el sagrado recinto del maestro/a. Todas las propuestas
de Cozolino no se pueden implementar pero favorablemente, creo que en el aula -vais
a estar de acuerdo- muchas sí son viables. Y me parece que para todos/as los
niños/as sería una nueva manera de aprender: en y desde la relación de los
niños/as entre ellos, y con el educador (un maestro/a es, o debe ser, un educador)
Una metodología que permitiría al menor de edad tener una
experiencia escolar que no sólo le enseñaría sino le formaría. Formarse como
persona, aprender entre personas, buscar la felicidad e insertar en la mente de los/as niños/as y jóvenes unos
nuevos valores sociales para la creación de una nueva sociedad. Para Cozolino, definitivamente hemos abandonado la tribu y sus valores; desde hace siglos. No puede ser que la escuela genere
bolsas de marginados/as, niños/as y jóvenes que no se adaptan y quedan fuera
del sistema (donde prima el individualismo); sentándose con
ello las bases para que sea un factor que contribuya a la inadaptación y en
suma, a la infelicidad.
Voy a comenzar en este primer post por acercaros el fundamento científico en el que Cozolino se basa para plantear una
enseñanza/aprendizaje basada en el apego.
Hay un soporte neurocientífico para su modelo. Esto no es una elucubración ni la elaboración de un diletante; todo
lo contrario: es un diseño estructurado sustentado en la manera en la
que nuestro cerebro fue modelado para aprender. La manera natural, no la
artificial que hemos creado en las urbanas escuelas de las sociedades modernas
y postmodernas.
En un segundo post, nos centraremos en los puntos, los
aspectos concretos que pueden implementarse en un aula para que pueda
convertirse en una enseñanza basada en el apego. Para que maestro/a, educador/a, conviertas tu aula en una tribu. Tribu basada en el
buen trato. Para ello, tienes que estar convencido/a, tienes que sentir pasión por lograrlo y
has de tomar conciencia de que los argumentos de Cozolino contribuirán a la larga a que nuestros pequeños, en un futuro adultos, hagan del mundo un lugar más justo y más humano. Y ello empieza desde la infancia.
Con otro sistema que contenga otros valores. Transformador
de las personas, transformador de la sociedad.
Y en un tercer post -el que cerrará esta trilogía- nos
espera una experiencia concreta de una escuela de estas características, la
cual es narrada por Cozolino en su libro "Attachment-based
teaching: creating a tribal clashroom".
El autor nos cuenta que las propuestas utópicas como un aula tribal son
posibles en este mundo.
Vamos con ello.
El cerebro es un órgano social
Nos
dice Cozolino en "Attachment-based
teaching: creating a tribal
clashroom" que parece claro que el cerebro de los humanos ha cambiado
de manera importante a lo largo de millones de generaciones.
El
más importante de estos cambios es que el cerebro se ha transformado en un
órgano social.
Esto
implica que aquellos/as que se relacionan mejor, sobreviven mejor.
¿Cuál
ha sido la estructura organizativa que mejor ha demostrado garantizar la
supervivencia de la especie a lo largo de miles de años y donde el ser humano
ha aprendido en relación con todos sus miembros?: la tribu. Efectivamente,
desde hace cien mil años los humanos han vivido en pequeños grupos de personas
estrechamente relacionadas a los que de manera genérica llamamos tribus.
Y aunque desde hace muy poco (en términos de la teoría de
la evolución del cerebro) hemos cambiado la manera de
aprender, si nos detenemos a pensar un momento, apego y aprendizaje, en el pasado, siempre fueron de la mano, nunca se deberían haber desmembrado uno del otro.Nuestros modernos
y postmodernos lugares -llamados escuela, colegio o instituto- a donde llevamos
(por convicción, por imperativo legal o porque es lo que hay) a los/as niños/as para que se conviertan en futuros
adultos integrados/as y válidos/as para la sociedad, los han separado.
Incluso en la Antigua Grecia los discípulos aprendían en relación con otro; por
ejemplo, la escuela aristotélica del peripato: el afamado filósofo enseñaba a
sus alumnos mientras paseaba (y se relacionaba, claro) con ellos.
La
enseñanza y el aprendizaje corrían a cargo de personas cercanas o de los ancianos
o mayores de la tribu. Esto ha sido así en las sociedades tribales hasta que
con la Revolución Industrial se perdió. Los/as alumnos/as pasan en oleadas de
la escuela a la factoría para fabricar productos. El hecho de que los humanos
aprendemos implicados/as los/as unos/as con los/as otros/as, desaparece. Así
pues, el hecho de aprender se desliga completamente de estar relacionados/as y
apegados/as.
La escuela,
como una fábrica
La escuela pasa a concebirse -prosigue Cozolino- como se concibe la producción. Producir (lo cual equivale a entronizar
también al consumo) es el centro de todo. Y así la escuela pasa a concebirse
como se concibe una factoría.
Las
escuelas, como las factorías, normalmente asumen que los alumnos/as son
productos en bruto a los que se trata en serie.
Los
estudiantes, sin embargo, son únicos. Provienen de distintas clases y culturas
con una amplia variedad en las habilidades (y no habilidades) sociales,
emocionales y cognitivas.
Sin
embargo el mandato es enseñar a todos/as los/as estudiantes con los mismos
métodos, materiales y estándares. El éxito es medido mediante tests
estandarizados (exámenes), la medida por excelencia del control de calidad de
la educación industrial.
Los/as
profesores/as a su vez -advierte el autor- no son piezas intercambiables en una
cadena de producción implicados/as en la repetición rápida de conductas
específicas.
Los/as
profesores/as, como los estudiantes, son individuos únicos y es la naturaleza y
la calidad de esta relación profesor-alumno la que crea posibilidades de
aprendizaje.
Quizá en la
Revolución Industrial la sociedad tenía más claro para qué quería preparar a
los niños/as. Pero en nuestra cada vez más tecnológica y electrónica sociedad,
donde los cambios son vertiginosos, en la que un teléfono móvil y un PC se
quedan obsoletos en unos pocos meses, ¿para qué preparamos a los niños/as? Así
lo expresa Cozolino: a diferencia de las fábricas, existe una incertidumbre
acerca del producto final que queremos.La educación se supone que prepara a
los/as niños/as para el futuro. Pero, ¿qué futuro? El mundo cambia tan
rápidamente que es difícil saber el conocimiento y las habilidades que los/as
niños/as necesitarán cuando tengan veinte años; y si me apuran, cuando pasen
sólo diez años. Cuando los exámenes o los tests son la medida del éxito, el
buen estudiante es aquel que es capaz de prestar atención y memorizar los
conocimientos y repetirlos. ¿Pero es esta la fórmula para el mundo real? ¿Es
esta la fórmula para medir el éxito?
Por
ello, las soluciones a muchos de los problemas de la educación no son técnicas
sino humanas. En ello nos centraremos en el post que publicaremos dentro de
quince días.
La picada de
esta semana -y primera del año- es el último
post que ha escrito mi amiga y colega Conchi Martinez Vázquez, del blog hermano
Resiliencia Infantil. Psicóloga y psicoterapeuta infantil y adolescentes, con
una excelente trayectoria académico-profesional, tiene su consulta privada
abierta en Valencia. Formada en trauma terapia infantil sistémica con Barudy y
Dantagnan, os la recomiendo para todos/as los/as padres y madres, acogedores,
etc que necesitéis ofrecer una experiencia psicoterapéutica a vuestros/as
niños/as y adolescentes y residáis en la zona. Excelente profesional y persona.
Pues bien, Conchi ha escrito un post brillante, de matrícula de honor, que
recomiendo a todos/as para poder entender con sencillez pero con rigor qué es
la resiliencia. Podéis enlazar con el mismo haciendo click aquí.
También
me gustaría que visitarais los dos post (siguiendo la idea del acróstico) que
escribieron para cerrar el año precisamente Conchi y también nuestro otro blog hermano Dando Vueltas. Para
poder leerlos haced click en estos dos links: Acróstico de Dando Vueltas /
Acróstico de Resiliencia Infantil. Fue un guiño precioso entre blogs basados en
el buen trato.
Se fundamenta en el enfoque sistémico-fenomenológico: la importancia del sistema para el bienestar de la persona y la importancia de la familia para el bienestar del niño. Se verá cómo se procesa la información desde el hemisferio derecho y desde el izquierdo, para poder llegar a los principios de un bienestar personal y colectivo.
Revisaremos la dinámica del problema y la dinámica de la solución, con sus explicaciones causales y otras desde las explicaciones circulares. Así mismo la búsqueda de secuencias desde el tiempo y una búsqueda de posicionamientos espaciales.
Revisaremos el desarrollo evolutivo: sistema de origen y sistema actual; el sistema de seguridad y sistema de fuerza con el que contamos, lo que nos llevará al concepto de topografía emocional, qué implicaciones desde lo sistémico suceden en la adolescencia y su propio proceso de emancipación emocional.
Utilizaremos recursos expresivos, corporales para el acompañamiento y desarrollo de habilidades emocionales, desde el focusing, dibujos, anclajes y visualizaciones
Algunos objetivos :
Comprender algunas de las dinámicas subyacentes a comportamientos difíciles para la convivencia y ayudar al niño o al adolescente para encontrar una resolución más adaptativa o menos dañina.
Manejar cotidianamente técnicas que faciliten la expresión emocional, el manejo de conflictos y la búsquedas de soluciones constructivas tanto en el niño como en el adulto que le está acompañando y participa en su cuidado y desarrollo
Seminario para el aprendizaje de la Técnica de la caja de arena
En el Centro Psicoveritas, Madrid.
14 de febrero 2015, Sábado
Esta técnica permite trabajar cuando resulta difícil la verbalización de los contenidos psíquicos; y esto es especialmente importante cuando el paciente tiene dificultades en ponerlos en palabras, como ocurre habitualmente en los niños. Cuando el origen del problema es un trauma infantil, recordar y explicar es una fuente adicional de sufrimiento. Utilizar la caja de arena permite la distancia emocional necesaria para ir elaborando la experiencia traumática sin tanto dolor. Además, el juego es el lenguaje natural del niño y le aporta una narrativa que le permite liberar, expresar y simbolizar, desarrollando sentimientos de control, lo que sucede y lo que vive en su interior. El modelo teórico en el que insertamos la aplicación de la técnica se basa, pues, en las aplicaciones del trauma, el apego y la resiliencia.
OBJETIVOS
Conocer los orígenes de la técnica, hacer un poco de historia.
Perfilar para quienes está indicada la técnica
Aprender los pasos en la conducción de una sesión con la técnica de la caja de arena
Explicar cuál debe ser la actitud del terapeuta
Alcances y límites de la técnica
FECHAS Y HORARIO
14 de febrero de 2015
De 9:00h - 13,00h y de 14,30h a 18,30h
COSTE
180,-€
INSCRIPCIÓN Y FORMA DE PAGO
Enviar nombre y apellidos con el resguardo de la transferencia al correo:
Estoy nuevamente con todos/as
vosotros/as tras el paréntesis por las vacaciones de Navidad y fin de año. Aquí,
en Buenos tratos, que es donde me gusta estar. Desde estas líneas y este
rincón, os envío mis mejores deseos para el año 2015 que acabamos de estrenar.
Es el octavo año natural del blog
Buenos tratos. Espero y deseo que siga siendo un instrumento que os ayude a
comprender y tratar a los niños/as con los que trabajáis, tenéis a vuestro
cargo o son vuestros hijos/as biológicos/as, adoptivos/as, acogidos/as. Ya
sabéis que en este espacio -en mi mente y en mi pensamiento- ocupan un lugar
prioritario los niños/as y adolescentes que han sufrido y padecido la pesada
carga del maltrato, el abandono y el abuso sexual desde temprana edad, los
cuales tienen mayores probabilidades de presentar problemas o trastornos en el
área del apego así como trauma complejo.
Mi propósito al empezar el año
(como ya os dije en el último post del pasado 2014) es incidir en la necesidad
del buen trato como modelo capaz de poder reparar, a largo plazo, las
alteraciones y problemas que estos niños/as y adolescentes presentan
posteriormente, cuando se decide una medida de protección (adopción,
acogimiento…), para vincularse sanamente con los otros, regular sus emociones e
impulsos, presentar un desarrollo global normalizado y preservar la salud
mental.
Precisamente hoy quiero seguir
ahondando en este tema porque muchos padres, familias de acogida y profesionales
me suelen cuestionar lo siguiente: “Si
nosotros le tratamos bien, le damos todo lo que necesita, le respetamos, somos
dialogantes, tenemos una rutina y un orden con él/ella, somos afectuosos y
rescatamos sus cualidades positivas y nuestra disciplina incluye el
razonamiento y consecuencias a sus conductas que le enseñan… Entonces, ¿por qué
no cambia? ¿Por qué se torna tan agresivo con nosotros/as cuando le ponemos un
límite? ¿Por qué nos rehúye cuando le mostramos nuestro afecto? ¿Por qué es tan
interesado, parece que sólo piensa en lo que le demos a nivel material? Parece
no tener empatía y mostrar una frialdad que nos asusta” Estas y otras
muchas frases más son habituales en los padres, madres y acogedores de niños y
adolescentes, cuya desesperación, cansancio, agotamiento y rabia van en aumento
al comprobar que el hijo/a, niño/a no responde, tras un periodo razonable de
tiempo, al cariño, a las normas razonables, a la rutina… Lo que suele suceder
es que el proceso de desgaste de los adultos se puede ir tornando en rendición
cuando llega la adolescencia del menor. En otras ocasiones, desafortunadamente,
la hostilidad o el pasotismo del joven cala hondamente en las familias
adoptivas y/o acogedoras sintiendo éstas rechazo hacia el hijo/a y comienzan a responder a su vez, con agresividad (física
y/o verbal), con más castigos, distancia física y emocional, etc. El escenario
más triste y dañino para el menor (y también para la familia) tiene su punto
culminante en el cese de la medida de protección (acogimiento familiar o
adopción) y la consecuencia es un nuevo episodio retraumatizante para ese joven
que tendrá que ser trasladado a una institución (centro de acogida) en una
nueva medida –se espera- que nuevamente pueda proteger. Pero esto, la mayor parte de las veces, suele pasar factura: si el cese en el acogimiento familiar en ese menor viene
precedido en su biografía de antecedentes de abandono y/o maltrato en la
primera infancia (y especialmente en la etapa de los 0 a los 3 años), la
probabilidad de que el daño en el apego (en cómo el joven va a representarse a
sí mismo y el mundo que le rodea) sea severo es alta (fobia a apegarse de nuevo
a un adulto, por ejemplo) El modelo operativo interno de ese adolescente -baqueteado
y vapuleado por lassucesivas rupturas
de los vínculos- puede que no tenga vuelta atrás, esto es, a su chip mental -el que contiene la
información emocional, cognitiva, sensorial sobre lo que cabe esperar del otro-
le va a ser muy complicado recalificarse o lo que es lo mismo, beneficiarse de nuevas experiencias que supongan
vincular no pudiendo codificar positivamente en su mente dichas
experiencias. Las va a rechazar de plano porque activarán su sistema de
defensa. A fin de cuentas, si me abandonan repetidamente, ¿qué me cabe esperar,
cómo me voy a situar ante y frente a los demás que se acercan a mí con
pretensión de activar mi sistema de apego? Pues inhibiéndolo y activando el de
la defensa. No me fiaré de nadie. Actuaré como los protagonistas de las
películas de espagueti western con
las que os he ilustrado temas similares en otras ocasiones: defenderse
violentamente, buscar mi propio interés y no fiarme de nadie. Muchos niños/as y
jóvenes en consulta me lo han dicho de muchas maneras: unos fríamente porque no
pueden expresarlo de otro modo (hace tiempo que desconectarse de su cuerpo fue
la única defensa posible que les quedó para no sufrir); otros/as con rabia
palpable en su rostro; otros/as con tristeza y lágrimas en los ojos que
encogían mi corazón y esa noche no me dejaban dormir: “No quiero ninguna familia, quiero quedarme en el piso de acogida. Es
duro pero es lo que conozco; aquí sé que no tendré que volver a pasar por lo
que pasé en la familia de acogida. Tengo lo que necesito y aquí al menos, ya no
sufriré más viendo como me abandonan nuevamente”
Si leéis la maravillosa y
emotiva novela de Vanessa Diffenbaugh (“El lenguaje de las flores”) asistiréis a
la historia de una joven que vivió exactamente una vida plagada de rupturas
continuadas en los vínculos, desarrollando así un desapego emocional. Es una
historia de resiliencia resistente y
secundaria preciosa que explica mejor que ninguna teoría lo que sufren (tras
las alteraciones de conducta) muchos de estos chicos y chicas. Si queréis
conocer su corazón y su mente, leed la novela. No os defraudará y os enganchará
hasta el final, manteniéndoos en vilo y con ganas de llegar al apasionante desenlace.
Pero la pregunta que nos hacíamos
al principio del post sigue sin contestar: ¿Por qué algunos/as niños y niñas
adoptados/as y acogidos/as en una familia competente -aunque, eso sí, las familias necesitan formaciones continuadas, psicoeducación y acompañamiento si queremos apostar decididamente por el acogimiento familiar- no responden positivamente a la referida medida? La
respuesta no la tengo yo, ni mucho menos, pero he podido comprobar, en mi
trabajo, que este modelo explicativo que os voy a proponer es acertado para
poder comprender por qué los niños/as se comportan del modo en el que lo hacen.
Giovanni Liotti, experto en la
teoría del apego (y a quien ya he tenido el gustode escuchar en dos ocasiones:
una en Madrid en la 13ª Conferencia de EMDR Europa -en verano de 2012- y otra en septiembre de
2014, en Roma, en el Congreso de Apego y Trauma) afirma que estos niños y niñas
presentan un apego desorganizado. Recordemos que este tipo de apego contiene
elementos del apego evitativo, del ansioso y ¡del apego seguro! Lo cual implica
que pueden mostrarse ante determinadas personas y en determinados contextos
tranquilos, regulados emocionalmente, sin problemas de conducta, obedientes,
razonables… Si las relaciones no se tornan cercanas, íntimas (como lo son las
parentales) pueden mantenerse en un funcionamiento más o menos ajustado. Si el
trastorno del apego es grave porque además viene (cuando cambia su estado de
mente ante estímulos del ambiente que activan su apego desorganizado) asociado
a un funcionamiento muy desregulado a nivel emocional y de control de impulsos,
con alteraciones en el área de la conducta y con dificultades en ese niño/a o
joven para leer la mente de los otros (función reflexiva), el menor no va a
poder beneficiarse de experiencias reparadoras como lo son las familiares.
Bueno, sí podría, pero esas familias deben de tener un grado de compromiso muy
alto, apoyo psicoeducativo continuado y una formación en crianza terapéutica.
Una decidida apuesta en medios humanos (lo cual supone destinar partidas
económicas en consonancia con lo que se necesita) Estas familias deberían ser
plenamente conscientes de que los niños/as y adolescentes a su cargo son
menores dañados en su capacidad para vincular y con perspectivas de
recuperabilidad total en algunos casos y en otros, parcial. Estaríamos hablando
de parentalidades (medidas de protección) cuyo objetivo es reparar y no ejercer
de familia al uso.
Liotti sostiene que el niño/a que
ha padecido en edades tempranas claves para la formación de la representación
mental de un apego seguro (como lo es el periodo de 0 a 3 años) la vivencia de
situaciones continuadas de terror donde lanaturaleza del daño sufrido por el niño/a es relacional (la figura
adulta es para el niño/a la persona de la que va a tratar de obtener seguridad
pero al mismo tiempo, y paradójicamente, es la que atemoriza, asusta, genera
desconfianza, pánico… con sus gritos, insultos, abusos sexuales, palizas
físicas) intenta (como todo bebé) activar el sistema de apego (acercarse al adulto,
llorar, pedir brazos, solicitar consuelo, necesitar afecto mediante besos,
juegos, caricias) para atraer al cuidador hacia sí y comenzar el mágico proceso
de establecimiento del vínculo de apego seguro; pero como se ha encontrado con
súbitas, bruscas y marcadamente terroríficas respuestas por parte de ese
cuidador, activa, simultáneamente, otro sistema llamado de defensa y que
también tienen los humanos.
Afirma Liotti: “La acumulación de traumas es también una
causa de la persistente activación del sistema de defensa. Esto es típico del
desarrollo del trauma complejo durante la infancia en el que la figura de apego
o bien no protege al niño frente a las experiencias traumáticas (negligencia,
maltrato…) o, si no, es el victimario de abusos repetidos. El trauma complejo
es el cuadro que se produce como consecuencia de la existencia de este contexto
extremadamente complicado para el desarrollo de la personalidad.Al igual que sucede en la génesis del trauma
complejo, la contradictoria y persistente activación de los sistemas de apego y
de defensa es el signo distintivo de la desorganización de los apegos”
El niño o niña que presenta un
apego desorganizado no detectado y es acogido o adoptado por una familia,
cuando ésta promueve conductas de cuidado (afectividad, límites, cercanía e intimidad
emocional…) lo que hace es activar el sistema de apego de ese menor. A partir
de aquí os podéis imaginar qué ocurre: como la información que contiene la
mente de ese niño/a acerca de cómo se comportarán los demás con él (en momentos
en los que se vincula, claro) es desorganizada (cargada de terror e
inconscientemente de creencias tales como: “estoy
en peligro”; “me harán daño”; “no puedo confiar en nadie” etc.) al
percibir e interpretar automáticamente esa relación como amenazante, el niño/a
pondrá en marcha su sistema de defensa. Y de ahí se suceden las conductas tales
como la frialdad, la distancia, el embotamiento e incluso la congelación
(cuando suceden en la esfera de la hipoactivación) O agresividad, desprecio,
huida, lucha… cuando suceden en la esfera de la hiperactivación.
Las actitudes de los menores en la
relación con los adultos (desde la solicitud de ayuda, pasando por la
agresividad, la sumisión injustificada, la auto-humillación, la seducción, la
complacencia…) son intentos de inhibir el sistema motivacional del apego.
Si esto no se sabe, los adultos
(acogedores, psicoterapeutas –pues la psicoterapia es un espacio de vinculación
también-, familias adoptivas…) se van a sentir desconcertados y a la larga
comenzarán a sentir fuertes e intensos sentimientos expulsivos hacia ese niño/a
que, para ellos, está trastornado. Este problema,
si no se detecta, llegada la adolescencia y con los cambios de la edad y la
mayor vulnerabilidad en esa etapa, puede crear un trastorno de la personalidad
(además de otros problemas mentales) que probablemente pondrá en serio riesgo
la medida de protección.
El gran problema es que incluso
años después de que el menor sufra el maltrato y las consecuencias de la
traumatización, como lo es el apego desorganizado, e incluso estando fuera de
ese contexto desfavorable y dañino, las secuelas continúan estando presentes.
Evidentemente, ello quedó grabado en el cerebro/mente del niño, más en su
hemisferio derecho, inconsciente, con ese chip
dañado dispuesto a activarse en cuanto alguien trate de activar el sistema de
apego.
Estos niños/as para la edad de
cuatro años (no son enfermedades sino
maneras en las que su mente trató de “ordenarse”) se vuelven controladores,
sumisos en exceso, complacientes o cuidadores compulsivos de los adultos. ¡Esto
desgraciadamente, a menudo suele interpretarse como cualidades socialmente
reconocidas!
Las secuelas que una
traumatización de este tipo (abandono, maltrato, abandono continuado…) dejan en
los niños/as son diversas. Destacan: (1) Una incapacidad para desarrollar lo
que se denomina teoría de la mente
(es decir, la capacidad de ver la mente del otro como independiente, con
pensamientos, emociones y deseos propios) (2) En consecuencia, dificultad para
ejercer una función reflexiva e
integrar los acontecimientos y tener una mente coherente. Suele ser normal que
alternen de unos estados de mente a otros (de víctimas a agresores, por
ejemplo; o que prometan que estudiarán o que no se volverán a mostrar
violentos, por poner algunos ejemplos) pero dichos estados no están engranados unos
con otros de tal modo que no ha habido una reflexión auténtica sino una
expresión de un deseo momentáneo (para sobrevivir) que se desvanece; y,
momentos después, ya no tienen conciencia del mismo. Lo que dijeron en el
anterior estado (la promesa de estudiar, por ejemplo) no pueden, por lo tanto,
mantenerlo. Añadamos además, la inseguridad e inestabilidad (cambios de humor)
que suelen manifestar también y tenemos un cuadro complejo y que precisa años
de trabajo psicoterapéutico y un entorno contenedor. Las explosiones agresivas
e incluso a veces, violentas suelen ser frecuentes cuando se les frustra. Por
ello, la orientación es apelar a su sistema de colaboración (“vamos a ver cómo lo hacemos”) sin
tratar de apelar al apego (al vínculo, a la unión, al reproche por no querer a
la familia, a la intimidad…) Algunos casos (cada niño/a o joven es único) requerirían de un tratamiento en un centro especializado para trastornos del apego como el que os hablé en un post hace un tiempo.
En los casos más graves (con
antecedentes de maltrato, abandono y abuso severos y en edades tempranas) con
medida de protección en centro de acogida u orfanato (en este tipo de
instituciones si son de baja calidad, se añade además un elemento dañino que
aumenta la posibilidad de retraumatización) a partir de los cuatro años, debe
de hacerse una evaluación en profundidad que incluya la valoración del apego y
la detección de la desorganización. Con el fin de proporcionar la medida de
protección más adecuada para ese niño/a y las medidas psicoeducativas y
terapéuticas que (desde aquí hacemos un llamamiento a ello) deben de
contemplarse: (1) Selección adecuada de la familia (competencia parental); (2)
Formación continuada de la familia; (3) Programa de apoyo continuado al
acogimiento familiar y a la adopción con medidas psicoterapéuticas
individuales, familiares y grupales.
Afortunadamente, no todos los
niños/as presentan un perfil tan severo. Son fundamentales la detección lo más tempranamente
posible de los casos y la medida de protección del acogimiento familiar cuanto
antes (durante el primer año de vida) Eso es lo que va a permitir que a las
familias acogedoras les sea más sencillo reparar el apego porque el niño/a puede beneficiarse
de esa reparación cuanto más bebé es, está más permeable a ella (mayor
neuroplasticidad cerebral), el daño no es tan difícil de reparar, el menor
puede integrar el apego como algo bueno.
A veces nos resulta muy difícil
sentir empatía por estos niños/as. Por ejemplo: un menor (con apego
desorganizado) que viene a mi consulta no hay día que arroje el agua del
dispensador. Abre el grifo sin poner el vaso, con lo cual toda la moqueta
calada. De ahí, corriendo, toca todos los interruptores de la consulta
encendiéndolos y apagándolos mientras se ríe; cuanto más le digo que no haga eso, más se ríe y más lo hace. Luego, pasa al equipo de música
tocando todos los botones; cuando ya le paro y trato de que regrese al estado
de mente seguro, me pega patadas hasta que al final, ya calmado, actúa como si
nada hubiera pasado y me pide jugar a cartas… ¿Cuándo hace todo esto? Cuando se
acerca el final de la sesión y le hablo de que nos despedimos hasta la semana
que viene. Se activa el miedo por el abandono sufrido en el pasado (así lo
interpreta inconscientemente) y pone en marcha su sistema de defensa. Si tengo en mi mente que no es un niño malo sino desregulado por el terrible maltrato que sufrió de bebé en su país de origen, podré comprenderle y regular mis propias emociones para poder contenerle.
Por lo tanto, activar nuestro sistema de defensa ante el del niño/a sólo va a hacer que
empeore y se agrave la situación y le hagamos más daño al menor y, al final, a nosotros
mismos. Con ayuda profesional para toda la familia se puede ir mejorando,
pero es un proceso largo y continuado en el tiempo en el que no hay milagros
sino trabajo de toda la red, paciencia, perseverancia y autocuidado.
Voy a terminar de una manera
poética. Literalmente, sí. Voy a ofreceros y brindaros un precioso poema que al
leerlo, me inspiró escribir este post de hoy. Uno va buscando fuentes de
inspiración para hacer las entradas del blog y éstas pueden surgir en cualquier
momento. Viene bien con lo que estamos hablando, es una manera diferente (y a
veces llega más y más directo que otro tipo de estilos literarios) de
comprender el tema de hoy. Cuando uno está con estos niños y niñas, con estos
jóvenes, y escucha sus historias, no puede menos que sobrecogerse: hambre,
frío, soledad, tristeza, angustia, rabia, falta de figuras adultas seguras
durante mucho tiempo y en periodos muy sensibles para la creación del vínculo seguro
de apego, guerras, catástrofes naturales, asesinatos, abusos sexuales
intrafamiliares, agresiones sexuales externas de lo más perversas, perder tu
casa, tu barrio, tu escuela, tus amigos, tu tierra, tus costumbres, tu arraigo
(que sabemos que conforman el inconsciente colectivo y son parte del proceso de
individuación del que Jung habla) Que tus padres te abandonen, que te quedes en
la calle durante un tiempo, que traicionen tu confianza, que te lleven a un
sitio y te dejen ahí, a tu suerte, que te golpeen, te hieran… Y mucho más. Todo
esto, con la piel de gallina y con gran pena, he escuchado que les ha pasado a
muchos de los niños y niñas adoptados/as que han hecho terapia conmigo. Algunos/as
tienen unas pocas de estas desgracias; otros/as unas cuantas; algunos/as de
ellos/as, muchas.
Por eso, ¿cómo no van a activar
el sistema de defensa? Se defenderán a muerte, si se sienten atacados/as y no
entramos a conectar con ellos/as desde la colaboración. Defenderán lo que
tienen, y a lo suyo y los suyos a muerte también. Cuando leí este hermoso poema
de Gabriel Aresti conecté con el sentir de estos/as niños/as y comprendí su
necesidad de luchar y pelear. Es necesario precisar antes que la casa (el caserío vasco) es un objeto sagrado. Para nosotros
metafóricamente puede significar lo que el niño/a maltratado trata de defender (que no es
otra cosa que su dignidad dañada)
El caserío vasco es lo que da
sentido a toda la familia: desde la satisfacción de las necesidades básicas de
cobijo, alimentación e higiene hasta las emocionales e identitarias. En la cultura vasca, la persona
hereda el apellido del lugar del que es; la familia adopta el apellido del caserío
y uno/a pasa ser el/la de ese caserío.
Quién eres es equivalente a de dónde eres. De dónde eres es más importante que quién eres. Los niños/as maltratados/as y abandonados/as tienen que
defender lo suyo como lo hace el vasco con la
casa de mi padre.
Os dejo estos bellos versos
(bertsos, en euskera, la lengua vasca) en versión original y más abajo traducidos al castellano para que podáis
entenderlos. Son de una gran hondura emocional:
Nire aitaren etxea
Nire aitaren etxea
defendituko dut.
Otsoen kontra,
sikatearen kontra,
lukurreriaren kontra,
justiziaren kontra,
defenditu
eginen dut
nire aitaren etxea.
Galduko ditut
aziendak,
soloak,
pinudiak;
galduko ditut
korrituak,
errentak,
interesak,
baina nire aitaren etxea
defendituko dut.
Harmak kenduko dizkidate,
eta eskuarekin defendituko dut
nire aitaren etxea;
eskuak ebakiko dizkidate,
eta besoarekin defendituko dut
nire aitaren etxea;
besorik gabe,
bularrik gabe
utziko naute,
eta arimarekin defendituko dut
nire aitaren etxea.
Ni hilen naiz
nire arima galduko da,
nire askazia galduko da,
baina nire aitaren etxeak
iraunen du
zutik.
La casa de mi padre
Defenderé
la casa de mi padre.
Contra los lobos,
contra la sequía,
contra la usura,
contra la justicia,
defenderé
la casa
de mi padre.
Perderé
los ganados,
los huertos,
los pinares;
perderé
los intereses,
las rentas,
los dividendos,
pero defenderé la casa de mi
padre.
Me quitarán las armas
y con las manos defenderé
la casa de mi padre;
me cortarán las manos
y con los brazos defenderé
la casa de mi padre;
me dejarán
sin brazos,
sin hombros
y sin pechos,
y con el alma defenderé
la casa de mi padre.
Me moriré,
se perderá mi alma,
se perderá mi prole,
pero la casa de mi padre
seguirá
en pie.
El post que rescato hoy del pasado de Buenos tratos es uno
que escribí sobre cómo reparar el apego, con pautas para fomentar un apego seguro
en los niños/as. Viene que ni pintado con el tema de hoy, y además os aporta orientaciones sobre cómo
conseguir que un apego pueda ganarse a la seguridad.
La picada de hoy es excelente: Eider Altuna, psicóloga y psicoterapeuta infantil (en la actualidad está cursando el diplomado en trauma terapia infantil sistémica en Bilbao) ha compartido con el grupo de clase un vídeo sobre el cerebro del bebé. No os lo perdáis, es extraordinario y nos refuerza en que los buenos tratos (desde nada más nacer) son la imprescindible base para poder desarrollarse como un adulto mentalmente sano, feliz e integrado socialmente. Además, el vídeo contiene una entrevista a la gran Sue Gerhardt, de la cual hemos hablado aquí en varias ocasiones a propósito de su magnífico libro titulado: "El amor maternal"¡Muchas gracias, Eider, por difundirlo!
El comentario del vídeo es el siguiente: Los últimos estudios científicos demuestran que la mejor manera de luchar contra las enfermedades mentales, incluso contra la delincuencia y la violencia en nuestra sociedad, es ocuparnos de los bebés. En este capítulo de la serie Redes, dirigida por Eduard Punset, se analizan los factores que influyen en el desarrollo del cerebro del bebé. Incluye una entrevista a Sue Gerhardt, quien ha dedicado toda su vida al estudio de los bebés y la influencia del afecto emocional del bebé en su vida adulta. Considerada una de las mayores autoridades en su campo, Sue Gerhardt hablará de la importancia del amor como modulador de cambios en el cerebro de los bebés. También colabora Marta Bertrán, antropóloga de la Universidad Autónoma de Barcelona.