Estamos en el
último mes del año y al terminar el mismo mi intención es obsequiaros con dos
posts específicos sobre este tema. ¿Por qué? Porque aunque el modelo del buen trato a la infancia está
siempre presidiendo el blog (empezando por el título: éste es ya toda una
declaración de intenciones), impregnando los contenidos y los mensajes que
transmito a lo largo de todas las entradas que escribo, subrayando la toxicidad
y el daño que su antagonista (los malos tratos) producen en la mente en
desarrollo de los niños, ensalzando las bondades de sus amigos apego y empatía como características que vehículan los buenos tratos,
enfatizando las nefastas consecuencias que el trauma en el desarrollo acarrea
para el niño, insistiendo una y mil veces que sólo mediante los buenos tratos
es posible contribuir a la reparación del daño por el maltrato y el abandono
temprano y favorecer procesos resilientes, sin embargo repasando los post de
los últimos años, como digo, no encuentro ninguno que verse específicamente
sobre los buenos tratos. Esta es una de las razones por las cuales voy a
escribir dos post sobre ello para despedir el año. La otra razón es que este
último mes de noviembre, al iniciar el diplomado de trauma terapia infantil sistémica
de Barudy y Dantagnan en Bilbao, la primera promoción de APEGA en Euskadi (red
de terapeutas formados en este modelo de psicoterapia), donde colaboro como
docente, al acompañar a los alumnos/as en su formación (un grupo integrado por
profesionales que atesoran brillantes curriculums, dispuestos y preparados para
redondear sus trayectorias, a formarse en trauma terapia) en un reciente módulo
formativo cuyos contenidos giran en torno a la ecología social de los buenos
tratos, he tenido la oportunidad de volver a estudiar el libro (que es la base
teórica de ese módulo y de todo el diplomado) que Jorge Barudy y Maryorie
Dantagnan escribieron allá por el año 2005. Me estoy refiriendo a un clásico e
imprescindible manual para todos/as las personas que trabajan y se interesan
por el ámbito de la protección a la infancia: Los buenos tratos a la infancia. Parentalidad, apego y resiliencia.
Además, hay otra
razón por la que voy a hablar de buenos tratos: estamos entre el final de un
año y el principio de otro. Me parecen fechas simbólicas que invitan a que
reflexionemos. Y cuando lo hago observo que el modelo se propaga, que hay
muchos profesionales y padres, madres, profesores, educadores, monitores,
vecinos, etc., que tienen una gran conciencia sobre la necesidad de tratar a
los niños desde este modelo (la prueba es que el interés del diplomado y las
formaciones que impartimos crecen día a día; al mismo tiempo uno observa que en
los últimos años nacen iniciativas que ya se estaban gestando años atrás en las
mentes de esas personas, como por ejemplo lo es la Asociación Educativa Dando Vueltas, de
Vitoria-Gasteiz; otras ya existían, como la red de buenos tratos de Burlada, Navarra)
Pero a la vez,
asisto con preocupación y tristeza (al igual que vosotros/as) a las
desgarradoras noticias que nos llegan sobre los 8.000.000 millones de niños/as
desprotegidos en todo el mundo. También, cerca entre nosotros, aquí, leo en un
periódico local que la mitad de los vascos está en riesgo de pobreza. Y entre
ellos, los más vulnerados: los niños. Me imagino que en vuestras comunidades
asistiréis a noticias como estas. La pobreza -o estar en riesgo de ella- no es
el mejor de los escenarios para promover el buen trato. Es el peor de los
escenarios. Porque sitúa al ser humano en la insatisfacción de las necesidades
básicas y le mueve a la depredación. Barudy y Dantagnan lo dejan bien claro en
su libro: “Los malos tratos como
expresión de contextos de pobreza y exclusión social: existen suficientes
argumentos para afirmar que los contextos de pobreza y exclusión social son
antihumanos y favorecen la emergencia de todo tipo de malos tratos en una
familia. Los contextos de pobreza y miseria indican una violencia social,
consecuencia de una injusta distribución de la riqueza, la cual crea, a su vez,
condiciones de vida terribles para los pobres”
En consecuencia, creo
que actualmente (precisamente en estos momentos duros para muchas familias) es
cuando más deberían de apostar las administraciones -y toda la sociedad- por
políticas de protección de los niños y de sus familias, arbitrando todas las
ayudas que sean necesarias para garantizar su bienestar. Al mismo tiempo, todos
los agentes sociales debemos de comprometernos en la concienciación -desde
todos los ámbitos en los que actuamos e influenciamos- de que sólo con
políticas que tengan como prioridad garantizar los buenos tratos a la infancia
tiene futuro la sociedad. En suma, todas y todos debemos comprometernos en
patrones de relación en los que el buen trato sea el denominador común. Quiero
insistir en ello porque últimamente estoy observando con preocupación en mi
entorno inmediato actuaciones que no respetan el derecho de los niños a ser
bien tratados. Incluso en aspectos importantes de la cotidianidad y la
convivencia a los que atiendo me da que pensar que muchos adultos están alterados
emocionalmente, y que las condiciones desfavorables de la vida no ayudan. Por poner un ejemplo, entre bastantes padres y algunos profesionales adquiere carta de naturaleza la tristemente célebre y tradicional torta a tiempo. Hace unos años escribimos por qué nos parecía contraindicada y negativa para los niños (en especial para los que han sufrido el trauma del maltrato y de la violencia)
Por todo ello es por
lo que quiero hablar de buenos tratos y en particular del libro que Barudy y
Dantagan escribieron en el año 2005. Es el libro que todos los profesionales
deberían de leer. En especial las personas que tienen en sus manos las
decisiones sustantivas. Por supuesto que también debéis de leerlo todos los
padres, las madres y los profesionales que no lo hayáis hecho.
Releyendo el libro,
me doy cuenta de que aunque hayan pasado casi diez años de su publicación, los
contenidos, propuestas, conceptos y metodologías de intervención resultan más
necesarias que nunca. Parece que no ha pasado el tiempo por este libro.
Nos ha inspirado a
muchos profesionales en nuestro trabajo. Nos ha ayudado sobremanera en nuestras
vidas.
Releyendo el libro,
voy a exponeros algunas líneas que me han vuelto a hacer pensar, a entusiasmar
y a contagiarme más aún si cabe con esta propuesta respetuosa con los niños y
los menores de edad. Os invito a que penséis acerca de ellas y que lo cotejéis
con vuestra actuación como padres, madres, abuelos, abuelas, tíos, tías,
padrinos, madrinas, acogedores, familias de apoyo, profesionales, técnicos...
en definitiva, miembros activos de la sociedad. Como muy bien afirma la
profesora Bárbara Torres, experta en apego, la base está en el
autoconocimiento. Y para auto conocerse hay que parar, mirar en el interior y
reflexionar sobre nosotros mismos y nuestras acciones, patrones de relación y
modos de educar:
Uno de los grandes logros de los investigadores de lo
humano ha sido demostrar la importancia de las relaciones afectivas y de los
cuidados mutuos en la conservación de la salud psíquica.
Las relaciones sociales y la afectividad también forjan
nuestra biología en el modo en el que los genes se manifestarán.
El propio desarrollo cerebral de los cuidados y de los
buenos tratos que cada persona haya recibido tanto en su niñez como en su vida
adulta.
Los buenos tratos y los cuidados son relaciones
recíprocas y completarías, provocadas por la necesidad, la amenaza o el peligro
y sostenidas por el apego, el afecto y la biología.
Las capacidades parentales fundamentales son el apego, la
empatía y los modelos de crianza. ¿En qué medida
posees estas competencias? ¿Cuáles son tus estilos de crianza? ¿Son adecuados para
educar y tratar bien a tus hijos/niños? Como profesional, ¿eres consciente de
que los niños antes de poder hacer psicoterapia han de poder sentirse cómodos
en la interpersonalidad contigo? ¿Sabes que para poder explorar su interior han
de sentir primero que les tratas bien y que te constituyes en base segura para
que puedan emprender con confianza esta tarea?
La función parental tiene tres finalidades fundamentales:
nutriente, socializadora y educativa. La primera, nutriente, consiste en
proporcionar los aspectos necesarios para asegurar la vida y el crecimiento de
los hijos. La socializadora se refiere al hecho de que los padres y las madres
son fuentes fundamentales que permiten a sus hijos el desarrollo de un
autoconcepto e identidad. La función educativa hace referencia a que los padres
deben garantizar el aprendizaje de los modelos de conducta necesarios para que
sus hijos e hijas sean capaces de convivir, primero en la familia y luego en la
sociedad, respetándose a sí mismos y a los demás.
Podría rescatar
muchas más frases. Pero quiero que los que aún no habéis leído el libro lo
adquiráis porque merece mucho la pena. Deseo terminar tan sólo con unas líneas
más del mismo que son como una guía para que nos autovaloremos. Es algo
practico que aparece en esta joya de libro que nos ha servido de guía y
aprendizaje en nuestro caminar personal y profesional a muchos y muchas de
nosotros/as que convivimos, nos relacionamos o trabajamos con niños/as y lo
queremos hacer desde el respeto al niño, desde el buen trato. Son indicadores
que os pido, hagáis un checking
personal (como yo también lo voy a hacer) Es muy importante que nos mentalicemos
de que los/as niños/as no pueden tener un desarrollo saludable y un bienestar
si sus entornos (familiar, escolar, social) no son de buen trato. Todavía hay
muchas personas que creen que el desarrollo del niño sucede solo y que el papel
de los contextos, las relaciones y la calidad de las mismas tienen un impacto
limitado en la biología cuando sabemos que no es así. Los niños no pueden
construirse solos. Todos/as nos hacemos, durante mucho tiempo, bajo la
influencia de los demás:
Las madres y padres
competentes ofrecen a sus hijos un apego seguro y reaccionan con empatía frente
a las demandas de satisfacción de sus necesidades, pero al mismo tiempo
mantienen la "dominancia" o, en otras palabras, la autoridad
necesaria para protegerles y educarles.
La proximidad
física, las manifestaciones afectivas y las demostraciones de ternura son
vividas placenteramente.
Los padres tienen
un sentimiento de echar de menos a su hijo o hija cuando él o ella están lejos
o ausentes, pero son capaces de respetar sus procesos de autonomía.
Demuestran explícitamente
la alegría y el placer de su presencia. Sonríen, favorecen los contactos
físicos con él y se dan tiempo no solo para hablar, sino también para conversar
con sus hijos e hijas.
Manifiestan interés
y placer al descubrir cómo sus bebés se comunican con el entorno. Por ejemplo,
sonreír, seguir con la mirada, balbucear, llorar para obtener lo que necesitan.
Les emociona
constatar los esfuerzos que hacen para avanzar en el desafío de su desarrollo.
Por ejemplo, tratar de moverse en la cuna, intentar sentarse, los ensayos antes
de alcanzar la posición bípeda o caminar...
Más tarde se
interesan por la emergencia de la palabra en sus hijos e hijas, no solo de lo
que dicen, sino también de las explicaciones que se construyen sobre lo que van
descubriendo y sobre los interrogantes que se plantean.
Les protegen en
situaciones de peligro y previenen los riesgos inútiles organizando el entorno.
Son sensibles a su
sufrimiento emocional.
Los padres conocen
a su hijo/a: sus gustos, sus intereses, sus amigos, sus costumbres...
Los padres y las
madres no sustituyen a sus hijos e hijas, ni les dejan solos por el éxito
profesional, por poseer bienes materiales o por sus aficiones deportivas.
Los hijos e hijas
tienen una importancia trascendental en sus vidas, y por esto son capaces de
respetar sus procesos de diferenciación, acompañándoles en los momentos de
progreso y regresión.
Para mí es un
auténtico placer volver a leer este libro. Nuevamente ha vuelto a hacerme
pensar y adquirir nuevos significados. He sentido y vivido la lectura de este
libro de una manera diferente a cuando lo leí por primera vez. Entonces quedé
fascinado por el mismo. Hoy además de maravillado, lo veo desde una postura de
mayor madurez personal y profesional y soy más consciente de la enorme
trascendencia que tienen sus propuestas. Además, he tenido el enorme privilegio
de formarme con los autores (de gran calidad humana) conocerlos y ahora,
compartir con ellos la apasionante aventura de ser formador de otros que desean
imbuirse de este cálido modelo, que tan bien suena al oírlo y que tantas
emociones positivas nos suscita, además de contar con sustento científico. Esta
formación en Bilbao la llevamos adelante junto con otros compañeros, excelentes
personas y profesionales: Rafael Benito, psiquiatra, cuyos conocimientos sobre
neurociencia y cómo aplicarla en el ámbito terapéutico, educativo... son de un
valor inestimable; y Tatiana Caseda -psicóloga y psicoterapeuta infantil con
dilatada formación y experiencia- que nos aporta su excelente saber hacer con
familias con severas incompetencias en el ejercicio de la parentalidad, y también
cómo aplica el modelo de psicoterapia de Barudy y Dantagnan en su trabajo como
psicoterapeuta infantil y de familia.
La semana que
viene, último post del año, os ofreceré la segunda parte de esta serie de dos
entradas sobre los buenos tratos proponiéndoos un juego con dos palabras.
Ritual de despedida de vosotros/as: ofreceros la picada de la semana. ¿Cuál es? La excelente entrevista realizada por mis amigos y colegas del blog hermano Dando Vueltas a mi amigo y colega Rafael Benito Moraga y las magistrales respuestas dadas por él sobre temas tan interesantes como la neurobiología del maltrato, del buen trato, el TDAH, la epigenética, el apego... Interesantísimas y excelentes una vez más, sus contribuciones y aportaciones. Desde aquí mi enhorabuena a los autores del blog y a Rafael Benito.
El post que rescato
esta semana del baúl de los recuerdos está en sintonía con el tema que hemos
hablado hoy: es el que dediqué al diálogo mano a mano que mantuve con las profesionales de la Red del Buen Trato de Burlada, Navarra, dentro de la clausura del Curso de Resiliencia Aplicada de Addima, en Zaragoza, el pasado año.
Cuidaos / Zaindu
Egun on Jose Luis
ResponderEliminarEnhorabuena por la entrada, desde luego si hay un libro que recoja como ninguno el paradigma de los buenos tratos es sin duda alguna este. además has conseguido rescatar y hacer una relectura de las ideas fuerza que debiéramos conocer e interiorizar tanto cuidadores como profesionales.
Asimismo te damos las gracias por partida doble por incluirnos dentro de las iniciativas pro-buenostratos, por tu disponibilidad y sintonía, ... actitudes que casualmente no sólo se pueden aplicar a la parentalidad, sino también cuando hablamos de profesionales competentes. Muchas gracias y que inicies el año con la misma ilusión y pasión que la acabas.
un abrazo muy cordial:
Sagrario, Sergio e Iñigo
Muchisimas gracias a vosotros!! Perteneceis a la manada de gente buena, de hombres y mujeres buenos, como dice Jorge. Os incluyo en esta iniciativa por eso y porque además sois excelentes profesionales. Con mis mejores deseos, un fuerte abrazo para los dos.
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