lunes, 1 de diciembre de 2014

Buenos tratos al terminar el año, buenos tratos al empezar el año. Buenos tratos todo el año (I)

Estamos en el último mes del año y al terminar el mismo mi intención es obsequiaros con dos posts específicos sobre este tema. ¿Por qué? Porque aunque el  modelo del buen trato a la infancia está siempre presidiendo el blog (empezando por el título: éste es ya toda una declaración de intenciones), impregnando los contenidos y los mensajes que transmito a lo largo de todas las entradas que escribo, subrayando la toxicidad y el daño que su antagonista (los malos tratos) producen en la mente en desarrollo de los niños, ensalzando las bondades de sus amigos apego y empatía como características que vehículan los buenos tratos, enfatizando las nefastas consecuencias que el trauma en el desarrollo acarrea para el niño, insistiendo una y mil veces que sólo mediante los buenos tratos es posible contribuir a la reparación del daño por el maltrato y el abandono temprano y favorecer procesos resilientes, sin embargo repasando los post de los últimos años, como digo, no encuentro ninguno que verse específicamente sobre los buenos tratos. Esta es una de las razones por las cuales voy a escribir dos post sobre ello para despedir el año. La otra razón es que este último mes de noviembre, al iniciar el diplomado de trauma terapia infantil sistémica de Barudy y Dantagnan en Bilbao, la primera promoción de APEGA en Euskadi (red de terapeutas formados en este modelo de psicoterapia), donde colaboro como docente, al acompañar a los alumnos/as en su formación (un grupo integrado por profesionales que atesoran brillantes curriculums, dispuestos y preparados para redondear sus trayectorias, a formarse en trauma terapia) en un reciente módulo formativo cuyos contenidos giran en torno a la ecología social de los buenos tratos, he tenido la oportunidad de volver a estudiar el libro (que es la base teórica de ese módulo y de todo el diplomado) que Jorge Barudy y Maryorie Dantagnan escribieron allá por el año 2005. Me estoy refiriendo a un clásico e imprescindible manual para todos/as las personas que trabajan y se interesan por el ámbito de la protección a la infancia: Los buenos tratos a la infancia. Parentalidad, apego y resiliencia.

Además, hay otra razón por la que voy a hablar de buenos tratos: estamos entre el final de un año y el principio de otro. Me parecen fechas simbólicas que invitan a que reflexionemos. Y cuando lo hago observo que el modelo se propaga, que hay muchos profesionales y padres, madres, profesores, educadores, monitores, vecinos, etc., que tienen una gran conciencia sobre la necesidad de tratar a los niños desde este modelo (la prueba es que el interés del diplomado y las formaciones que impartimos crecen día a día; al mismo tiempo uno observa que en los últimos años nacen iniciativas que ya se estaban gestando años atrás en las mentes de esas personas, como por ejemplo lo es la Asociación Educativa Dando Vueltas, de Vitoria-Gasteiz; otras ya existían, como la red de buenos tratos de Burlada, Navarra)

Pero a la vez, asisto con preocupación y tristeza (al igual que vosotros/as) a las desgarradoras noticias que nos llegan sobre los 8.000.000 millones de niños/as desprotegidos en todo el mundo. También, cerca entre nosotros, aquí, leo en un periódico local que la mitad de los vascos está en riesgo de pobreza. Y entre ellos, los más vulnerados: los niños. Me imagino que en vuestras comunidades asistiréis a noticias como estas. La pobreza -o estar en riesgo de ella- no es el mejor de los escenarios para promover el buen trato. Es el peor de los escenarios. Porque sitúa al ser humano en la insatisfacción de las necesidades básicas y le mueve a la depredación. Barudy y Dantagnan lo dejan bien claro en su libro: “Los malos tratos como expresión de contextos de pobreza y exclusión social: existen suficientes argumentos para afirmar que los contextos de pobreza y exclusión social son antihumanos y favorecen la emergencia de todo tipo de malos tratos en una familia. Los contextos de pobreza y miseria indican una violencia social, consecuencia de una injusta distribución de la riqueza, la cual crea, a su vez, condiciones de vida terribles para los pobres”

En consecuencia, creo que actualmente (precisamente en estos momentos duros para muchas familias) es cuando más deberían de apostar las administraciones -y toda la sociedad- por políticas de protección de los niños y de sus familias, arbitrando todas las ayudas que sean necesarias para garantizar su bienestar. Al mismo tiempo, todos los agentes sociales debemos de comprometernos en la concienciación -desde todos los ámbitos en los que actuamos e influenciamos- de que sólo con políticas que tengan como prioridad garantizar los buenos tratos a la infancia tiene futuro la sociedad. En suma, todas y todos debemos comprometernos en patrones de relación en los que el buen trato sea el denominador común. Quiero insistir en ello porque últimamente estoy observando con preocupación en mi entorno inmediato actuaciones que no respetan el derecho de los niños a ser bien tratados. Incluso en aspectos importantes de la cotidianidad y la convivencia a los que atiendo me da que pensar que muchos adultos están alterados emocionalmente, y que las condiciones desfavorables de la vida no ayudan. Por poner un ejemplo, entre bastantes padres y algunos profesionales adquiere carta de naturaleza la tristemente célebre y tradicional torta a tiempo. Hace unos años escribimos por qué nos parecía contraindicada y negativa para los niños (en especial para los que han sufrido el trauma del maltrato y de la violencia)

Por todo ello es por lo que quiero hablar de buenos tratos y en particular del libro que Barudy y Dantagan escribieron en el año 2005. Es el libro que todos los profesionales deberían de leer. En especial las personas que tienen en sus manos las decisiones sustantivas. Por supuesto que también debéis de leerlo todos los padres, las madres y los profesionales que no lo hayáis hecho.

Releyendo el libro, me doy cuenta de que aunque hayan pasado casi diez años de su publicación, los contenidos, propuestas, conceptos y metodologías de intervención resultan más necesarias que nunca. Parece que no ha pasado el tiempo por este libro.

Nos ha inspirado a muchos profesionales en nuestro trabajo. Nos ha ayudado sobremanera en nuestras vidas.

Releyendo el libro, voy a exponeros algunas líneas que me han vuelto a hacer pensar, a entusiasmar y a contagiarme más aún si cabe con esta propuesta respetuosa con los niños y los menores de edad. Os invito a que penséis acerca de ellas y que lo cotejéis con vuestra actuación como padres, madres, abuelos, abuelas, tíos, tías, padrinos, madrinas, acogedores, familias de apoyo, profesionales, técnicos... en definitiva, miembros activos de la sociedad. Como muy bien afirma la profesora Bárbara Torres, experta en apego, la base está en el autoconocimiento. Y para auto conocerse hay que parar, mirar en el interior y reflexionar sobre nosotros mismos y nuestras acciones, patrones de relación y modos de educar:

Uno de los grandes logros de los investigadores de lo humano ha sido demostrar la importancia de las relaciones afectivas y de los cuidados mutuos en la conservación de la salud psíquica.

Las relaciones sociales y la afectividad también forjan nuestra biología en el modo en el que los genes se manifestarán.

El propio desarrollo cerebral de los cuidados y de los buenos tratos que cada persona haya recibido tanto en su niñez como en su vida adulta.

Los buenos tratos y los cuidados son relaciones recíprocas y completarías, provocadas por la necesidad, la amenaza o el peligro y sostenidas por el apego, el afecto y la biología.

Las capacidades parentales fundamentales son el apego, la empatía y los modelos de crianza. ¿En qué medida posees estas competencias? ¿Cuáles son tus estilos de crianza? ¿Son adecuados para educar y tratar bien a tus hijos/niños? Como profesional, ¿eres consciente de que los niños antes de poder hacer psicoterapia han de poder sentirse cómodos en la interpersonalidad contigo? ¿Sabes que para poder explorar su interior han de sentir primero que les tratas bien y que te constituyes en base segura para que puedan emprender con confianza esta tarea?

La función parental tiene tres finalidades fundamentales: nutriente, socializadora y educativa. La primera, nutriente, consiste en proporcionar los aspectos necesarios para asegurar la vida y el crecimiento de los hijos. La socializadora se refiere al hecho de que los padres y las madres son fuentes fundamentales que permiten a sus hijos el desarrollo de un autoconcepto e identidad. La función educativa hace referencia a que los padres deben garantizar el aprendizaje de los modelos de conducta necesarios para que sus hijos e hijas sean capaces de convivir, primero en la familia y luego en la sociedad, respetándose a sí mismos y a los demás.

Podría rescatar muchas más frases. Pero quiero que los que aún no habéis leído el libro lo adquiráis porque merece mucho la pena. Deseo terminar tan sólo con unas líneas más del mismo que son como una guía para que nos autovaloremos. Es algo practico que aparece en esta joya de libro que nos ha servido de guía y aprendizaje en nuestro caminar personal y profesional a muchos y muchas de nosotros/as que convivimos, nos relacionamos o trabajamos con niños/as y lo queremos hacer desde el respeto al niño, desde el buen trato. Son indicadores que os pido, hagáis un checking personal (como yo también lo voy a hacer) Es muy importante que nos mentalicemos de que los/as niños/as no pueden tener un desarrollo saludable y un bienestar si sus entornos (familiar, escolar, social) no son de buen trato. Todavía hay muchas personas que creen que el desarrollo del niño sucede solo y que el papel de los contextos, las relaciones y la calidad de las mismas tienen un impacto limitado en la biología cuando sabemos que no es así. Los niños no pueden construirse solos. Todos/as nos hacemos, durante mucho tiempo, bajo la influencia de los demás:

Las madres y padres competentes ofrecen a sus hijos un apego seguro y reaccionan con empatía frente a las demandas de satisfacción de sus necesidades, pero al mismo tiempo mantienen la "dominancia" o, en otras palabras, la autoridad necesaria para protegerles y educarles.

La proximidad física, las manifestaciones afectivas y las demostraciones de ternura son vividas placenteramente.

Los padres tienen un sentimiento de echar de menos a su hijo o hija cuando él o ella están lejos o ausentes, pero son capaces de respetar sus procesos de autonomía.

Demuestran explícitamente la alegría y el placer de su presencia. Sonríen, favorecen los contactos físicos con él y se dan tiempo no solo para hablar, sino también para conversar con sus hijos e hijas.

Manifiestan interés y placer al descubrir cómo sus bebés se comunican con el entorno. Por ejemplo, sonreír, seguir con la mirada, balbucear, llorar para obtener lo que necesitan.

Les emociona constatar los esfuerzos que hacen para avanzar en el desafío de su desarrollo. Por ejemplo, tratar de moverse en la cuna, intentar sentarse, los ensayos antes de alcanzar la posición bípeda o caminar...

Más tarde se interesan por la emergencia de la palabra en sus hijos e hijas, no solo de lo que dicen, sino también de las explicaciones que se construyen sobre lo que van descubriendo y sobre los interrogantes que se plantean.

Les protegen en situaciones de peligro y previenen los riesgos inútiles organizando el entorno.

Son sensibles a su sufrimiento emocional.

Los padres conocen a su hijo/a: sus gustos, sus intereses, sus amigos, sus costumbres...

Los padres y las madres no sustituyen a sus hijos e hijas, ni les dejan solos por el éxito profesional, por poseer bienes materiales o por sus aficiones deportivas.
Los hijos e hijas tienen una importancia trascendental en sus vidas, y por esto son capaces de respetar sus procesos de diferenciación, acompañándoles en los momentos de progreso y regresión.

Para mí es un auténtico placer volver a leer este libro. Nuevamente ha vuelto a hacerme pensar y adquirir nuevos significados. He sentido y vivido la lectura de este libro de una manera diferente a cuando lo leí por primera vez. Entonces quedé fascinado por el mismo. Hoy además de maravillado, lo veo desde una postura de mayor madurez personal y profesional y soy más consciente de la enorme trascendencia que tienen sus propuestas. Además, he tenido el enorme privilegio de formarme con los autores (de gran calidad humana) conocerlos y ahora, compartir con ellos la apasionante aventura de ser formador de otros que desean imbuirse de este cálido modelo, que tan bien suena al oírlo y que tantas emociones positivas nos suscita, además de contar con sustento científico. Esta formación en Bilbao la llevamos adelante junto con otros compañeros, excelentes personas y profesionales: Rafael Benito, psiquiatra, cuyos conocimientos sobre neurociencia y cómo aplicarla en el ámbito terapéutico, educativo... son de un valor inestimable; y Tatiana Caseda -psicóloga y psicoterapeuta infantil con dilatada formación y experiencia- que nos aporta su excelente saber hacer con familias con severas incompetencias en el ejercicio de la parentalidad, y también cómo aplica el modelo de psicoterapia de Barudy y Dantagnan en su trabajo como psicoterapeuta infantil y de familia.

La semana que viene, último post del año, os ofreceré la segunda parte de esta serie de dos entradas sobre los buenos tratos proponiéndoos un juego con dos palabras.

Ritual de despedida de vosotros/as: ofreceros la picada de la semana. ¿Cuál es? La excelente entrevista realizada por mis amigos y colegas del blog hermano Dando Vueltas a mi amigo y colega Rafael Benito Moraga y las magistrales respuestas dadas por él sobre temas tan interesantes como la neurobiología del maltrato, del buen trato, el TDAH, la epigenética, el apego... Interesantísimas y excelentes una vez más, sus contribuciones y aportaciones. Desde aquí mi enhorabuena a los autores del blog y a Rafael Benito.


Cuidaos / Zaindu

2 comentarios:

Unknown dijo...

Egun on Jose Luis
Enhorabuena por la entrada, desde luego si hay un libro que recoja como ninguno el paradigma de los buenos tratos es sin duda alguna este. además has conseguido rescatar y hacer una relectura de las ideas fuerza que debiéramos conocer e interiorizar tanto cuidadores como profesionales.
Asimismo te damos las gracias por partida doble por incluirnos dentro de las iniciativas pro-buenostratos, por tu disponibilidad y sintonía, ... actitudes que casualmente no sólo se pueden aplicar a la parentalidad, sino también cuando hablamos de profesionales competentes. Muchas gracias y que inicies el año con la misma ilusión y pasión que la acabas.
un abrazo muy cordial:
Sagrario, Sergio e Iñigo

José Luis Gonzalo Marrodán, psicólogo dijo...

Muchisimas gracias a vosotros!! Perteneceis a la manada de gente buena, de hombres y mujeres buenos, como dice Jorge. Os incluyo en esta iniciativa por eso y porque además sois excelentes profesionales. Con mis mejores deseos, un fuerte abrazo para los dos.