Una de las características que
definen a la adopción es como todos sabemos, la coexistencia en la persona menor de edad, de dos orígenes
(un hecho empírico que hemos de ir trabajando para que se convierta en un hecho
mental integrado): los padres biológicos (y la tierra o el país donde el niño o
la niña fue concebido -y en algunos casos, vivió-, con todas las implicaciones culturales y sociales que conlleva) y los
padres adoptivos. Ambos orígenes constituyen dos realidades objetales
psicológicas. Como digo, para que puedan ser integradas y no generar una
disociación traumática, han de reconocerse ambas, honrarlas y hacer la tarea de
narrar la historia del niño, dejando libertad a éste para que pueda expresar
sus emociones, fantasías y creencias. Desde la aceptación, la transformación
(principio Budista)
Las familias adoptivas, según mi
experiencia, optan por varias alternativas. Unas deciden (creo que las son las
menos) explícita o implícitamente hacer tabula
rasa con el pasado del niño. Sus padres biológicos, su lugar, sus
costumbres, su tierra… son tan sólo una referencia que incomoda y amenaza a los
padres adoptivos. Éstos se encargan de que quede sólo en eso, en una quimera.
Los niños aprenden rápido a no molestar y perturbar a los padres y crecen
reprimiendo sus emociones y sabiendo que mentar a los biológicos, preguntar,
saber… amenaza su seguridad. El silencio cobra un valor para mantener la
homeostasis en el sistema familiar. Un silencio que contribuye a complacer a
los padres adoptivos y evita el fantasma del abandono en los niños. Esta
represión tendrá un coste para los menores de edad sobre todo, y para los
padres, porque a la larga aparecerán problemas y trastornos psicológicos
(exteriorizados y/o interiorizados) que son manifestación de un conflicto larvado
durante años.
Otras familias -diría en mi experiencia,
que son mayoría- dan un lugar propio a los orígenes del niño adoptado. Los
reconocen y respetan. Hablan de la adopción a sus hijos, de la existencia de
los padres biológicos y según la edad, de las circunstancias y motivos que se
conocen y condujeron al desamparo. Muchos tratan de mantener -e incluso
potenciar- determinadas costumbres y hábitos propios de su cultura de origen. Cuando
el niño es de una raza diferente a la de los padres adoptivos, éstos han de lidiar
con el desagrado y el hartazgo que supone tener que dar explicaciones (día sí y
día también, y en los lugares y circunstancias más cotidianas) a la gente que
sin pudor, inquiere acerca de la diferencia racial (aunque en rigor, y siguiendo
a la UNESCO, sólo existe una raza: la humana. Las diferencias son constructos
sociales) Toda esta cotidianeidad nos sugiere lo sacralizado que está el origen biológico como lo normal. Los padres deben de ayudar también a sus hijos a integrar
esta diferencia racial (Este aspecto, si se trabaja con el niño, se elabora sin
mayores problemas; el problema está en la sociedad y no en los niños que enseguida
entienden y toleran las diferencias; son los adultos los que maleamos al niño.
Y cuando digo sociedad incluyo a todos, nadie está exento de caer en la
segregación y discriminación por cualquier cuestión. Hemos de estar en
constante revisión personal para no ser víctimas de esos estereotipos tan dañinos)
Estos padres y madres cuando (con
naturalidad y dando espacio y lugar a las emociones del niño, preparados para
responder a sus preguntas, para calmarles, regularles y contenerles) hablan y
tratan sobre la adopción y los orígenes del niño, a veces se abruman ellos ante
las respuestas o reacciones de los niños. Éstos pueden querer evitar las
emociones, pueden responder de una manera excesivamente ansiosa o con una
mezcla paradójica de ambas. A veces los padres y las madres no saben qué decir
porque no hay respuestas -se desconoce (no hay información) sobre quiénes son
los padres biológicos- y/o porque las emociones o conductas de los niños
sobrecargan a aquéllos/as. Siempre comento a las familias que el trabajo de elaboración de
la historia del menor de edad y de integración de orígenes (con todo lo que comprende esta
palabra) es un proceso. No es algo que sucede puntualmente, se resuelve con una
comunicación, unas palabras, un cuento o una información, el niño lo sabe y
ya está. No. Es un proceso, como digo, además evolutivo (en cada etapa de
desarrollo volverán las preguntas y la necesidad de saber e integrar quién soy
yo y de dónde vengo), cuya elaboración irá sucediendo como culminación a cada
fase de ese proceso que empieza desde que el niño nace hasta que alcanza la
madurez. En este camino el menor de edad necesita acompañamiento y aceptación
incondicional. Es importante que validemos su experiencia subjetiva y su manera
de responder. La empatía (hacerles sentir
sentidos) es el mejor modo de ayudarlos en ese proceso de integración.
Estos padres y madres en general, no tienen problemas en hablar con sus hijos y
sacar el tema de la adopción y tratarlo como algo natural y que no es tabú.
Cuando no podemos comunicar nada porque no sabemos o no tenemos información,
empáticamente es necesario responder: “Lo
siento, sé que es muy doloroso”
Otro grupo de padres se situarían
a caballo de los dos anteriores: dan, aunque con reticencias, lugar y espacio a
los orígenes de su hijo, están preparados (con cierto miedo, eso sí. O
prevención. Algo así como, metafóricamente hablando, atrincherados para esperar
el momento en el que el niño comience a preguntar) para comunicar lo que saben.
Proporcionan una información de lo más básica y un tanto funcional, como si
fuera un trámite que tienen que pasar con su hijo y no entran ni se muestran
receptivos a las emociones ni conductas que el menor de edad manifiesta. Estos
padres y madres no toman casi nunca la iniciativa de tocar el tema con los hijos.
Esperan que ellos lo hagan. Cuando han comunicado lo básico, les ofrecen, si
son más mayores, leer o mirar los expedientes de adopción que los padres adoptivos
tienen. Como si fuera cosa de ellos que no va con los padres adoptivos. ¡Algo
que los niños no deben hacer nunca solos! Para poder acceder a una información
emocionalmente sobrecargante, hay que estar acompañado. Una persona ha de estar
a su lado, sintiéndole, disponible, con sensibilidad, conteniendo. Los padres
que toman esta opción es probable no sepan cómo abordar y manejar lo que pueda salir a nivel emocional. Es
posible que inconscientemente sientan que pueden perder al niño. Son padres de
perfil evitativo que no saben manejarse en lo emocional, es un lenguaje que
desconocen, e incluso, minimizan la importancia del mismo. A la larga los niños tienden a presentar problemas psicológicos de diversa índole.
La misma realidad de las dos
familias (en el caso de los niños acogidos es algo que se hace patente además,
frecuentemente, cuando llega el momento de visitar o convivir con los padres
biológicos) la siente y la vive diariamente (a veces la padece) el niño. Con los iguales, quizá por curiosidad (por
ejemplo, cuando preguntan, si es un niño de piel negra: “Si
tus padres son blancos, ¿tú porqué eres negro?”); en la escuela (cuando se
habla de la familia, en algunos centros todavía impera el modelo clásico o
tradicional cuando co-existen en la actualidad muchos tipos de familia); en el
barrio (cientos de situaciones en la vida cotidiana que los padres y madres
adoptivos podéis contar y narrar que sugieren que el origen biológico está
sacralizado. Sobre todo las familias multiétnicas. De ello da cuenta un grupo
de familias adoptivas en Facebook titulado, de una manera irónicamente acertada
para mi gusto: “Sí, es negro/chino; sí, es
mi hijo; y sí, me estás tocando los cojones” Si en Facebook existe un grupo
así -muy activo por cierto- es que todavía queda mucho por hacer. La aceptación
de la diversidad puede que aún quede en bonitas palabras y no en realidades
palpables en el día a día)
Cuando trabajo con los niños los
orígenes, siempre les digo que hay muchas maneras (caminos para llegar a una familia) La adopción es un camino igual
de válido. Diferente pero no por ello de estatus inferior. Los padres
biológicos le dieron la vida y llegó al mundo. Por diversas razones (que
conviene ir transmitiendo y narrando con detalle en la segunda infancia; hay
que preparar al niño para esto) hubo un desamparo del cual el niño no es
culpable. Y ello motivó la adopción, en la que los padres y las madres
adoptivos le dan su vida: un niño necesita una familia y unos padres (o madres)
desean y pueden cuidar al niño. Forman y constituyen una familia que acepta y
honra a la biológica. Cuando el menor de edad se vaya preparando (con la ayuda
de los padres adoptivos, los mediadores, su psicoterapeuta…) podrá emprender el
viaje (metafórico y real) de búsqueda de orígenes. En mi experiencia, los niños
y adolescentes entienden perfectamente que para un viaje de esa naturaleza hay
que prepararse. Hay que validar siempre esa necesidad vital, escucharla sin censurar,
comprenderla empáticamente y mostrar nuestro apoyo y acompañamiento incondicionales en ese viaje simbólico y físico. “No estás sólo. Somos tus padres y
reconocemos tu derecho y necesidad de saber de dónde vienes y quiénes son
los padres que te dieron la vida” Del mismo modo, con los que no muestran
–de momento- esa necesidad de conocer
sus orígenes: “Respetamos que no sientas
esa necesidad. Es normal. Si en algún momento surge en ti sabes que puedes
contar con nosotros, te vamos a ayudar, apoyar y acompañar en todo. Somos tus
padres (O soy tu padre/madre)”
El proceso culmina en la madurez -la
madurez, en mi opinión, no tiene una edad, es un rasgo tras un proceso de autoconocimiento- probablemente, si se ha ido trabajando; y de este modo, la
persona puede reconocerse en la integración y convivencia armónica en su mente
de los dos orígenes, que ambos puedan formar parte del concepto de familia: es
como un árbol con dos raíces (pero un tronco común)
Un libro que me ha fascinado y
encantado (os hablé de él en el último post de la temporada pasada) y que
recoge -literaria pero verazmente; con delicadeza y sensibilidad- muchos
aspectos sobre la adopción es la novela de Marga Muñiz titulada: “Detrás de tu mirada” La historia de Ana
y Pablo, de su camino y proceso adoptivo, es el leit motiv perfecto para que la autora Marga vaya engastando en la
narración todos los temas trascendentales que conforman la adopción. Os la
recomiendo vivamente. Además, es muy entretenida. Marga Muñiz demuestra que conoce
muy bien el terreno que pisa y nos regala un bello relato.
Quiero compartir con vosotros una
técnica que utiliza Ana María Gómez (no es de uso exclusivo para niños adoptados
o acogidos, sino para aquéllos que son parte de los diferentes tipos de familia
que conforman la sociedad actual) Puede ser útil para padres, madres, cuidadores,
tutores, profesores y profesionales diversos que deseen ayudar al niño a
normalizar su realidad familiar, y sobre todo a honrarla.
Consiste en presentar
ilustraciones de familias de diferentes grupos raciales y orientación sexual.
Se pueden descargar de internet. O de libros o cuentos que traten sobre este tema. Debemos mostrar (o las dibujamos, si somos habilidosos) una variedad de familias.
Por ejemplo, una familia puede ser una madre y un/a niño/a. O un padre y tres
niños/as. O dos madres y dos niños/as. O una familia biológica y adoptiva.
Debemos mostrar varias opciones que puedan honrar la herencia cultural del
sistema familiar de los niños. Entonces decimos: “Todo en este maravilloso universo (en el mundo) tiene diferentes
colores, formas y tamaños: las flores, los animales, el arco-iris, las plantas…
Las familias son lo mismo: tienen diferentes tamaños, colores y formas. Una familia
puede ser una madre, un padre y un niño. Una familia podría ser una madre y dos
niños/as o un padre y un niño/a. Una familia puede o podría ser una abuela y
cuatro niños y una abuela y un niño. Una familia puede ser una madre y tres
niños/as con el padre trabajando lejos. Una familia puede ser las personas que
acogen a un niño/a. Una familia son los padres
biológicos que no pueden cuidar a un niño/a en el país donde nació y permiten que
otros, padres adoptivos (o madre/padre adoptiva/o), puedan hacerlo y formen otra familia. Es
como un tronco con dos raíces” El niño es invitado, a continuación, a
rodear con un círculo la familia que refleja su realidad. Se mira el dibujo
donde están todas las familias y se le dice al niño: “Hay muchos tipos de familia (e incluso algunas familias cambian) pero
¿tú tienes una familia?” Una vez que el niño responde afirmativamente, se
le pregunta qué siente. Si son sentimientos positivos, le preguntamos en qué
parte de su cuerpo los localiza. Y le animamos a que sienta lo buenos que son
para él esos sentimientos. Si son sentimientos negativos (no en el sentido de
malos sino de ansiedad, miedo, pena…) le animamos a que los exprese e
investigamos y dialogamos con el niño sobre los mismos.
Terminamos con la picada de hoy: en vacaciones tuve la
oportunidad de ver una película extraordinaria. Es cine independiente, claro.
Alejado de la fórmula clásica de película más comercial. Se titula: “Las vidas de Grace” (en versión
original el título es más acertado: “Short
term 12”, aludiendo al centro de acogida donde residen los niños) Nos
cuenta la historia de los educadores (sobre todo la de Grace) y los menores que
viven en el centro. Éstos conviven en Short Term (significa algo así como Corto Periodo o Corta
Estancia) temporalmente hasta, finalizada la valoración, determinar su
destino final (aunque la mayoría se queda durante mucho más tiempo) Las
distintas vidas de los jóvenes, sus distintas problemáticas, el sufrimiento que
arrastran, el día a día de un centro de menores y cómo los profesionales tratan
de darles un espacio seguro y contenedor… De todo esto y mucho más va esta
película. Además, de las distintas vidas de Grace, se asomará al espectador una
de ellas que se activará y despertará a partir del ingreso de una menor en el
centro que recordará a Grace su propio trauma. El director y el guionista
podrían tener la tentación de hacer un drama lacrimógeno de su obra y sin
embargo aciertan al mostrarnos un elenco de emociones tiernas y el mensaje de
que nos hacemos bajo la influencia de otros, que el fenómeno de la resiliencia
(aunque para algunos sea sólo resistente) es posible. Una película deliciosa,
una joya. Además, si queréis ver una respuesta disociativa, atended a la
secuencia en la que la última joven que ingresa en el centro ve un tiburón en
la televisión y ese disparador precipita una respuesta violenta que los
educadores contienen, pues activa una memoria traumática de la chica. O el rap que se marca un chico en compañía de su educador. Me dejó sin palabras, es una demostración de lo que Cyrulnik explica de transformar el dolor mediante el arte. Os dejo con el tráiler. No sé si estará todavía en las
salas comerciales, pero pronto saldrá en DVD. No os la perdáis.
El post que rescato esta semana -de
los que ya se han escrito y publicado anteriormente aquí en Buenos tratos- es
el titulado: “Niños con problemas de conducta como consecuencia de un trastorno del apego: qué se puede hacer desde el colegio (I)” En este comienzo de curso
puede ser muy útil para los profesores y tutores escolares, por eso lo he
seleccionado.
Cuidaos / Zaindu
No hay muchos testimonios de ejemplos de la integración de la madre biológica en la familia adoptiva. La Madre de Marte escribió su experiencia y sentimientos al respecto aquí http://madredemarte.wordpress.com/2014/07/16/de-madres-biologicas-2/
ResponderEliminar(también es miembro activo del grupo de facebook ;-))
Gracias Raquel por tu comentario que hace más completa la entrada de hoy. Saludos afectuosos.
ResponderEliminarGracias por el apunte, Lydia. Algún
ResponderEliminarcompañero de ARFACyL envío un Twitter en el que comento la existencia de dicha guia. Esta aportación enriquece mucho la entrada que sobre el tema he escrito. Saludos cordiales.
Buenos días José Luis y gracias por este blog.
ResponderEliminarTu entrada de esta semana me ha llevado al post de "Niños con problemas de conducta como consecuencia de un trastorno de apego, qué se puede hacer desde el colegio..". Al leerlo he identificado el comportamiento de nuestro hijo. Las quejas continuas de los profesores por dichos comportamientos nos han llevado a que actualmente y desde el mes de marzo de este año esté tratado con Metilfenidato por su impulsividad y lo han encasillado como TDAH. Adoptamos a nuestro hijo con 5 años y de eso hace ya casi 4 años.
No estoy de acuerdo ni con el diagnóstico ni con el tratamiento, pero su profesor dice que ha mejorado en comportamiento.
Estamos un poco perdidos y desorientados. No sabemos si lo que estamos haciendo es lo adecuado, si habría alguna actuación que pudiésemos llevar a cabo, tratamientos alternativos... Residimos en Valladolid. Nos gustaría conocer tu opinión al respecto.
Gracias y un saludo,
Hola Alberto: siempre suelo decir que el blog no es para orientar los casos individuales. Para poder ayudaros tengo que ver al niño y a la familia. Lo único que puedo decirte es que muchas veces los niños adoptados no tienen Hiperactividad sino problemas o trastorno del vínculo. Los síntomas externos pueden llegar a ser similares. Hay casos en los que pueden coexistir ambos. Si la medicación le esta ayudando en principio no se la quitaría. Hay niños a las que no les va bien esta medicación porque paradójicamente les causa más irritación o porque los efectos secundarios o indeseados son muy molestos o perjudiciales. En cualquier caso lo prioritario es una psicoterapia orientada al apego y en la que trabaje la regulación emocional y la elaboración de su historia de vida. Puedes pedir información en
ResponderEliminarla Asociación ARFACYL de Castilla León (con sede en Valladolid) Allí te pueden orientar sobre el profesional que puede tratar al niño y a vosotros. Salió de cordiales.