“Buda sostenía que cada cosa depende de todas las demás. Él dice: el todo contiene a las partes y las partes contienen el todo. Es decir, no puedes comprender nada si lo aíslas de su entorno. La hoja contiene al sol, la tierra y el cielo, obviamente. Esto ha demostrado ser cierto, pero es aún más cierto para el desarrollo humano. El término científico es la naturaleza bio-psico-social del desarrollo humano la cual afirma que la biología de los seres humanos depende en gran medida de la interacción con su entorno social y psicológico”
Esta gran reflexión de Buda contada por un experto en neurobiología interpersonal en el vídeo Zeitgeist moving forward (del cual os hablé hace unos cuantos meses, pero que podéis volver a ver y estudiar) contiene lo que necesitamos ser para el niño y adolescente en general y, en particular y sobre todo, para el niño y adolescente víctima de abandono, negligencia, abuso y maltrato. A algunos nos puede sorprender, pero todavía hay quien opina que los niños se desarrollan por efecto de la biología, de los inscrito en sus genes, y proporcionándoles solamente los cuidados instrumentales. El afecto, la contención, el juego… que son los que al niño le proporcionan los nutrientes psicológicos para que la biología orqueste el desarrollo armónico de la personalidad no son tan contemplados, son puestos en una categoría secundaria.
La misma frase de este experto citando a Buda afirma que no puedes comprender nada si lo aislas de su entorno. No podemos comprender al niño y joven abusado, abandonado y maltratado si prescindimos, obviamos, minimizamos, apartamos o ignoramos que estas duras experiencias afectan a la mente en desarrollo. Y no le podemos comprender si no nos consideramos a nosotros mismos (padres, madres y profesionales) entorno que puede beneficiar o perjudicar ¿Por qué? Porque la mente, como dice Dan Siegel, es una realidad con sustrato corporal (hay un cerebro, está en un cuerpo) Pero, además, es una realidad interpersonal: la mente está también entre las personas. Si se sostiene que la mente está ubicada sólo en el cuerpo o en el individuo, estamos apartando la influencia que lo interpersonal tiene en su creación y constante re-creación (mentes que crean mentes, dice Siegel) Entonces, todo puede ser genético. Pero si la mente es interpersonal, entonces enfatizamos la enorme contribución que las experiencias y las relaciones interpersonales tienen en su gestación y posterior desarrollo. Y las primeras experiencias de todo ser humano aluden a la relación con los primeros cuidadores. Si estos propiciaron unos cuidados sensibles y empáticos, favoreciendo que el niño fuera sentido por otro y visto por otro, se desarrollará con una experiencia de apego seguro que será la base para poder crecer con autonomía, responsabilidad y equilibrio emocional auto-regulatorio. Porque el apego seguro además, fomenta el mindsight (ver la mente): la capacidad de que la mente se vea a sí misma (conocimiento interior de mi mente siendo consciente de sus procesos internos, con capacidad auto-regulatoria) y que vea la de los demás también (con el desarrollo de la empatía, fundamental para poder ser seres humanos solidarios y promotores de dinámicas de buen trato)
La frase del experto, la metáfora budista, tan sugerente y preciosa, nos indica además que el niño, sobre todo el acogido o el adoptado, necesita un sistema de cuidados basado en una crianza terapéutica. Es habitual que los padres y las familias acudan a ayuda profesional cuando observan que la crianza, por efecto del daño emocional sufrido los primeros años de vida, está condicionando el desarrollo madurativo, la capacidad de vincularse sanamente -porque trastornó el apego- y comprometiendo seriamente las posibilidades de ese niño o joven de hacer un proceso resiliente. Es importante y decisiva la ayuda profesional (los distintos psicoterapeutas y los diversos tratamientos que pueden recibir los niños para sanar de sus heridas –trauma proviene del griego y significa precisamente eso: herida) La psicoterapia especializada para el niño y joven víctima de malos tratos (el modelo de la trauma terapia infantil-sistémica de Barudy y Dantagnan se revela como el más adecuado porque se adapta a sus posibilidades y al sufrimiento que acumulan, y porque es respetuoso con el menor de edad) sabemos que repara el apego. Una relación de apego terapéutico es el más poderoso instrumento para poder ayudar a que el niño y el joven generen nuevas redes neurales que contengan información sobre cuidados y buen trato; al tiempo que bajamos su sistema de defensa, tan activado para sobrevivir.
Pero… ¿qué es lo primero que analizamos cuidadosamente los terapeutas que trabajamos desde este enfoque?: que el todo pueda contener a las partes. El todo lo son unos cuidadores competentes. Lo primero que miramos es si esa familia, esos padres, esa madre, ese padre, pueden comprender y empatizar con el niño o joven. Si pueden constituirse en referentes adecuados para ese menor de edad. Si pueden colaborar con nosotros en la psicoterapia. Como dice Maryorie Dantagnan, para poder hacerla, hacen falta tres patas: el niño, el terapeuta y… al menos un referente (padres o educador) que pueda acompañar adecuadamente al niño en su desarrollo favoreciendo una buena crianza (terapéutica) De lo contrario, la mesa… ¡se cae! Así, no podemos hacer una psicoterapia en sí. Podremos hacer acompañamiento pero no psicoterapia. Si fallan las competencias parentales básicas, el niño va a recibir unos inadecuados cuidados e incluso retraumatizantes: hiperexigencia, visión exclusivamente basada en la disciplina pura y dura, en el logro obsesivo, en condicionar el afecto a portarse bien, al tanto consigues tanto vales, a la ausencia de juego, empatía y conexión emocional y en pedirle un nivel de autonomía lejos de sus posibilidades. Por ello, lo que hacemos es trabajar para la toma de conciencia y necesidad de cambio en los padres o cuidadores y ofrecer (antes de tratar al niño o menor de edad) a los mismos un espacio terapéutico propio de apoyo a la parentalidad. En el caso de que sean padres o madres que pueden hacer esta labor y presentan competencias parentales apropiadas, entonces trabajamos en la psicoterapia codo con codo con ellos para que puedan ser los referentes que el menor de edad necesita para hacer su proceso resiliente.
Pero el todo contiene más partes, y por eso necesitamos ver y evaluar también el ambiente psicosocial que rodea al niño: su red. ¿Tiene al menos un amigo/a? ¿Sufre o no bullying, teasing u otras formas de maltrato? Cómo consecuencia del daño que el niño padece desde la edad bebé, ¿ha alterado el apego de una manera tan severa que tiene grandes problemas para tener y mantener relaciones sanas y constructivas? También atendemos a si el niño realiza actividades que sean realmente favorecedoras de la resiliencia. El mejor criterio para hacer una actividad es que sea en grupo pequeño y que el niño o joven cuente con un profesional que sea capaz de regular, contener y ser figura de apoyo para el niño. Que sus lóbulos frontales se pongan al servicio de los del niño o joven. La actividad ha de gustar y hacer disfrutar al menor de edad. Si con ella además, conseguimos que transforme el dolor en energía creadora, mejor aún.
Y, finalmente, el psicoterapeuta y otros profesionales que intervengan con el niño o joven (psicopedagogos, profesores, terapeutas…) en algún momento de su vida: también han de ser personas capaces de sintonizar y conectar, de generar procesos de vinculación positivos subsidiarios y reparadores. Deben de tener unas cualidades especiales y cultivarlas para que se conviertan en fermento sanador para los menores de edad. ¡Los profesionales no formados también pueden retraumatizar! Por eso es muy importante formarse para poder ofrecer a los menores de edad las mejores cualidades, métodos y técnicas psicoterapéuticas.
Entonces, sí podemos decir que el todo contiene a las partes. El niño o joven en su entorno, arropado, contenido, sentido... Todos coordinados para ir a una. Entonces la biología del niño –posiblemente dañada funcionalmente por el maltrato- sí comenzará a repararse, y asistiremos al fenómeno de la plasticidad neuronal: crearemos nuevas conexiones que contendrán nuevos flujos de energía e información (como dice Siegel) sobre buen trato. Y esto reparará progresivamente el apego.
Pero aisladamente, sin este todo contenedor, cada uno por su cuenta, no se puede trabajar ni ayudar a que el niño pueda sanar de las heridas.
Bueno, espero haberos ayudado con esta reflexión que nos recuerda que los profesionales podemos hacer mucho pero que no somos magos ni dioses. Que hay figuras que son insustituibles. Que todos somos necesarios y todos jugamos un papel relevante, juntos, pero cada uno en su sitio, remando en una misma dirección que es la de proporcionar una experiencia de apego reparadora al niño -todo el tiempo que la necesite- hasta que esté listo para la meta final: la autonomía y la auto-regulación.
Como siempre, y antes de despedirme hasta septiembre (ya sabéis que Buenos tratos suele descansar los meses de julio y agosto), os presento la picada de esta semana. Es algo ideal para las vacaciones: una novela. Y además, una novela en torno a la temática de la adopción. Escrita por Marga Muñiz, es una nueva (y menos explorada) manera de acercarnos a la reflexión sobre este tema. Por mi parte, voy a leerla este verano. Os dejo con una reseña escrita por la propia autora, que conoce muy bien el mundo de la adopción. ¡No os la perdáis!
Ya está disponible en amazon la versión digital de Detrás de tu mirada. Para mí ha sido todo un proceso de crecimiento interior escribirla, así que mi deseo es que también suponga un enriquecimiento personal para vosotros acompañar a los protagonistas de la novela en la búsqueda de soluciones para las situaciones conflictivas que viven. También que podáis disfrutar con ellos de todo lo bueno y positivo que nos trae la Vida.
Si no tenéis un dispositivo kindle, podéis descargar desde Amazon una aplicación gratuita para leer la novela en vuestro smartphone, tablet u ordenador.
Para los que no sabéis de qué va la novela, aquí tenéis un pequeño resumen del argumento:
Una maternidad frustrada, un divorcio inesperado y la adopción de dos pequeños nacidos en un país lejano de África sirven de escenario a una enigmática terapeuta, para mostrar cómo el origen de la mayoría de los conflictos que vivimos no está en lo aparente, en lo inmediato, en “el otro”, sino que está más adentro, en nosotros mismos y en los misterios de nuestros sistemas familiares.
A lo largo de la novela, Pablo y Ana, Clara y Javier, tienen la oportunidad de decidir si sólo quieren ser parte del problema o si también quieren formar parte de la solución. A través de Constelaciones Familiares, Tapping, Flores de Bach, Ho´Oponopono y otras técnicas de crecimiento interior, Teodora Mun les ayudará a llegar a soluciones, a veces, totalmente inesperadas.
La llegada de Yanira y Yosef, dos pequeños nacidos en un lejano país de África, va a suponer un cambio copernicano en sus vidas, y va a permitir al lector vivir en primera persona las experiencias de una familia adoptiva cuyos hijos son de otra raza. El racismo y la xenofobia latente que viven con mayor crudeza cuando no van de su mano, la diferencia entre cómo se perciben ellos y cómo los perciben los demás… Pero también la fuerza del amor incondicional, la riqueza de la diversidad, el valor de ser quien uno quiere ser más allá de lo que otros quieran ver.
Además, a través de la búsqueda de sus propios orígenes, Ana nos descubrirá una apasionante y casi desconocida página de la historia de España. La de un grupo de mujeres protestantes que pusieron todo su empeño y esfuerzo en acabar con las desigualdades heredadas y, además, lo consiguieron.
La novela, en definitiva, es un canto a la libertad de ser uno mismo, independientemente de la familia, la raza, el género, la religión, o el lugar donde nos haya tocado nacer o crecer.
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Buenos tratos, éste nuestro blog, despide esta temporada 2013-14. Su autor y director necesita descansar y reflexionar también. Poner su mente en conexión consigo mismo y sus seres queridos para poder volver renovado, con capacidad de fluir y así ofreceros, el día 8 de septiembre, una nueva temporada (la octava) con nuevas entradas sobre los temas que tanto nos apasionan (apego, trauma, resiliencia, desarrollo)
Os doy las gracias a todos/as por seguirme una temporada más. Tras las vacaciones de verano (por esta parte del mundo) estaré con todos/as vosotros/as. He estado y estoy encantado con el blog, sé que estáis ahí, al otro lado de la pantalla, lejos pero os siento cerca. A muchos/as he podido conoceros y los comentarios que en persona me dedicáis me han llenado de alegría. Otros me escribís (contesto todo lo que puedo, pero no llego a todo, lo siento) y me contáis muchas cosas personales y me ofrecéis también palabras de elogio y felicitación por el blog. Todo ello me anima a seguir y es un estímulo para mí. ¡Miles de gracias a todos/as y un fuerte abrazo!
Cuidaos / Zaindu