Continuamos esta semana con la segunda parte de este atractivo y útil tema: cómo facilitar que los niños y adolescentes puedan hablar, de manera segura y que les llegue directamente a nivel emocional, del trauma. También es un modo de honrarles pues son auténticos supervivientes, y los héroes y heroínas anónimos/as de una historia. Sus conductas, emociones y formas de entrar en relación con los demás son consecuencia de los mecanismos que tuvieron que desarrollar para poder adaptarse a entornos sumamente dañinos y que pusieron en riesgo su seguridad e integridad personales.
Vamos con las metáforas que, la pasada semana, por cuestiones de espacio, se quedaron en el tintero:
El cuento del niño de la piedra en el hombro. Me lo enseñó Maryorie Dantagnan, psicóloga y psicoterapeuta del IFIV, mi maestra. Es de gran utilidad para poder hablar y transmitir a los menores, de manera metafórica, que percibimos y sentimos su dolor interno; además, comunica de qué maneras pueden los niños hacer que la piedra (simbólicamente representa el dolor y la pesada carga del maltrato y sus consecuencias) no condicione sus vidas. Este cuento nos narra la historia de un niño que tenía una piedra en el hombro. Le hacía sentir mal, comportarse negativamente y mantener unas relaciones interpersonales insatisfactorias para él y los demás. Nadie veía esa piedra, no obstante. Ningún adulto de los que el niño visitaba o pedía consejo era capaz de verla. Con esto se está comunicando al menor lo duro que tiene que ser que nadie vea que las conductas son producto de un sufrimiento fruto de la pesada carga de la piedra (trauma) Los niños comprenden perfectamente el mensaje empático que les enviamos y se sienten comprendidos y aliviados. Un buen día, el personaje del cuento visita a una persona que ¡por fin! es capaz de ver la piedra. “¡Gracias por verla!” – le responde el menor. Y gracias a este descubrimiento y a las pautas de tratamiento que le ofrecen, el niño es capaz de librarse de ella y correr como el viento.
La analogía de la "geode". Es propuesta por Ana María Gómez (EMDR Therapy and adjunct approaches with children) Puede ayudar a los niños a ver un resultado positivo como consecuencia del trabajo sobre los eventos traumáticos de su vida. Las geodes son cavidades rocosas que en su interior están constituidas con cristales. Todas las geodes contienen formas, colores, composiciones y figuras que son únicas aunque el exterior sea rudo. La unicidad (no vista desde fuera) contenida en cada geode sólo es descubierta cuando la geode se parte en dos. Cuando las coberturas de cristal salen a la luz, se descubre su valor. Cuando nosotros miramos al trauma como a la geode, el exterior es duro, rudo. Sin embargo, lo que dentro contiene es un núcleo de posibilidades para la expansión y la transformación. Sólo cuando la acogemos encontraremos los cristales en nuestras vidas. Como resultado de experimentar el trauma y la adversidad, hemos podido aprender mentiras acerca de nosotros mismos y sobre quienes somos. Hemos podido aprender que no somos dignos de amor o que somos malos, o que no podemos esperar buenas cosas. Podemos decirles a los niños que la terapia puede ayudarnos a recuperar la verdad acerca de quiénes somos realmente. Debido a que la geode es el símbolo del trauma y de la adversidad, nosotros invitamos metafóricamente a abrir la geode de sus vidas para que puedan descubrir la verdad acerca de quiénes son realmente. Nosotros, después, descubrimos los cristales que representan el nuevo sentido del self descubierto a través del trabajo con la terapia. Esta es una poderosa analogía para niños mayores y para adolescentes, la cual puede crear el primer puente de comunicación entre el trauma y la sanación. Una vez que el niño ha completado el trabajo en la terapia, podríamos regalarle una geode como símbolo de la transformación logrado mediante el trabajo terapéutico. Una vez que el niño recibe la geode, es importante pasar por los diferentes cristales y nombrarlos con las nuevas emociones positivas, pensamientos y estados corporales descubiertos gracias al trabajo del niño en la terapia.
La analogía del archivo (informático) Esta es una excelente analogía para poder hablar del trauma con los más mayores, y honrarles. Podemos decirles: “Cuando hemos tenido sucesos malos o negativos en nuestras vidas, el cerebro crea “archivos” o “carpetas” que contienen todos los sentimientos, pensamientos y sensaciones corporales conectadas a este suceso. Cuando sufrimos acontecimientos que no son demasiado negativos, el cerebro tiene la capacidad de trabajar con estos archivos o carpetas antes de guardarlos y asegurarlos como memorias. Lo que ha sido guardado ha sido dispuesto y organizado de tal modo que permitimos que se vayan las cualidades negativas, favoreciendo quedarnos con lo bueno y pudiendo aprender de esa experiencia. Sin embargo, cuando el acontecimiento es realmente malo o ha ocurrido muchas y muchas veces, estos archivos quedan sobrecargados y el cerebro no puede hacer este trabajo de liberación. Como resultado, estos archivos están desordenados y en trozos que no pueden colocarse juntos o ser organizados por el cerebro. Distintos acontecimientos que denominamos “disparadores” pueden abrir estos archivos o hacer click en ellos (les recordamos cómo hace click la flechita en la pantalla del ordenador en un carpeta amarilla) Aquí podemos poner ejemplos de algunos de los disparadores del niño en su vida cotidiana. Cuando estos disparadores abren la carpeta, empezamos a tener otra vez los sentimientos y los pensamientos confusos, así como las reacciones corporales que solíamos tener cuando sucedió el evento negativo. Como el cerebro no ha organizado todos los trozos de estos archivos, no nos damos cuenta de que los mismos han sido abiertos. Esto hace que nos comportemos o actuemos de maneras que podrían ser demasiado fuertes (respuestas exageradas, como por ejemplo tirar los libros al suelo cuando te digo que te has equivocado en una suma de matemáticas) o demasiado débiles" (Ausencia de reacción debido a la inmovilización, como le pasaba a una niña que conocí: cuando toda la clase le dijo que estaba equivocada en su respuesta, se quedó con la mirada perdida en el aire y el cuerpo quieto, como bloqueada)
La analogía de la bolsa llena de confusión: Esta analogía es propuesta también por Ana María Gómez. Ayuda a comprender a los niños qué ocurre cuando experimentamos el trauma y los potenciales efectos negativos al reprimir estas memorias. Podemos decirles: "Cuando hemos sufrido degracias, nosotros tenemos muchos sentimientos confusos, mezclados y también muchos pensamientos de la misma naturaleza. Nosotros no nos sentimos bien en nuestra mente, cuerpo y corazón. Es como transportar maletas llenas de cosas confusas. Cuando nosotros estamos muy ocupados transportando estas maletas, no tenemos espacio en nuestro corazón, mente y cuerpo para los buenos sentimientos y pensamientos. Si trabajamos para hacer esta maleta más pequeña o incluso para liberarnos de ella, nosotros tendremos espacio para los buenos pensamientos y sentimientos"
Espero y deseo que estas analogías os ayuden a hablar y a honrar a los niños/as y jóvenes que cuidáis y con los que trabajáis día a día para que, como dice Ana María Gómez magistralmente, recuperen la verdad sobre quiénes son realmente.
Termino como siempre, con la “picada” habitual. En la página web de psiquiatría.com publican esta interesantísima noticia que avala la enorme importancia que tiene el entorno sobre la genética desde la edad bebé. Dice así: “Investigadores de la Universidad de Yale, en New Haven, Estados Unidos, han identificado un mecanismo molecular en el cerebro en desarrollo que arroja luz sobre cómo las células pueden malograrse cuando se exponen a una variedad de agresiones ambientales diferentes. Los resultados sugieren que distintos tipos de factores estresantes activan prenatalmente un detonante molecular en las células del cerebro que puede hacer a los individuos expuestos susceptibles a trastornos neuropsiquiátricos.
Los recién nacidos de madres que se expusieron durante el embarazo a cualquier factor de estrés ambiental, como trauma, enfermedad y abuso de alcohol o drogas, se vuelven susceptibles a diversos trastornos psiquiátricos que con frecuencia se presentan más adelante en la vida. Sin embargo, no ha quedado claro cómo estos factores afectan a las células del cerebro en desarrollo antes del nacimiento y dan lugar a condiciones como la esquizofrenia, el trastorno de estrés postraumático y algunas formas de autismo y trastornos bipolares.
Los científicos, cuyos resultados se publicarán en la edición del 7 de mayo de la revista ‘Neuron’, encontraron que en los embriones de ratón expuestos a alcohol, metilmercurio o traumas maternos se activa en las células del cerebro en desarrollo un único gen, HSF1 o factor de choque térmico, que protege y permite que algunas de las células del cerebro sobrevivan al ataque prenatal. Los roedores que carecen del gen HSF1 muestran anormalidades estructurales en el cerebro y son propensos a problemas después del nacimiento, incluso tras la exposición a niveles muy bajos de toxinas”
"Las células pueden malograrse cuando se exponen a una variedad de agresiones ambientales diferentes…" Este descubrimiento científico apoya aún con más fuerza la necesidad de hacer intervenciones lo más tempranamente posible, detectando los casos de familias con embarazos de riesgo para prevenir los daños al cerebro y al sistema nervioso del bebé.
Cuidaos / Zaindu
Cuando leo estas cosas me asusto mucho. Adopté a mi hijo con dos años. Madre alcohólica, drogadicta, maltratada, prostituta y viviendo en chabolas. Así vivió mi hijo siete meses y luego gracias a la burocracia pasó por varias familias de acogida hasta que llegó con nosotros. Tiene un poco de todo (por ser positiva y no decir un mucho). Después de muchas equivocaciones parece que va mejor. Pero al leer esto me pregunto si realmente hay algo que hacer o si el daño en el cerebro es tal que lo único que hacemos es poner parches que finalmente caerán...porque no hay solución.
ResponderEliminarEs cierto que estos niños con historias duras y con probabilidad alta de sufrir trauma complejo requieren de un gran trabajo por parte de los padres y de los profesionales. Los tratamientos que tenemos hoy en día ayudan a que los menores saben de sus heridas, pero el acompañamiento y el recorrido que requieren es largo y difícil. Solamente recordar la analogía de la geode: por fuera parecen duros y rudos; pero por dentro esconden un tesoro. Los traumas sufridos impiden que salga la verdad sobre si mismo. Además, para mi hay una clave en su camino: lo que no puedan hacer, no presionen a hacerlo. Lo que para otros puede ser fácil, para ellos es muy difiicil. Saludos cordiales y gracias por el comentario.
ResponderEliminarQué estupendo es seguir descubriendo mas herramientas para ayudar a nuestros pequeños héroes. Hoy precisamente, en la cama, hemos hablado de su pasado, de lo doloroso de sus siete años en el orfanato y yo he querido desensibilizar su dolor, empatizando con él acercándo su mejilla a la mia en silencio y luego le he he contado un trauma ( infinitamente mas pequeño que el suyo). Al principio se ha reído de forma histriónica y al al fianl me ha dicho que lo suyo era peor. Yo le he dicho que tenía razón y no se me ha ocurrido otra cosa que decirle una frase budista que intento aplicarme yo día a día: "la vida no es lo que nos pasa, sino cómo nos tomamos lo que nos pasa".
ResponderEliminarLas metáforas me parecen un maravilloso instrumento, pero debo reconocer que trasladarlo al lenguaje infantil se me hace difícil. ¿Habría un libro o cuento que lo contara y que se pueda comprar?
Gracias por tu blog..., por tu implicación en estos niños.
Hola Olga: Gracias por tu comentario y palabras. No conozco ningún libro, aunque es probable que pueda existir. Estas metáforas de la entrada de hoy, como las de la pasada semana, puedes usarlas porque están pensadas para niños en la segunda infancia (7 años en adelante); y además ideadas para niños a los cuales hay que hablarles de cosas tan duras como haber pasado por un orfanato. Cuando tu hijo te lo menciona, una metáfora bonita y acertada para contarle es la de la perla en la concha; o la del niño con la piedra en el hombro. Preguntare sobre libros de metáforas para niños y te informo de ello. Un saludo cordial
ResponderEliminarMe llevo unas cuantas metáforas para poder ayudar a mi hija. Hay una cosa que me preocupa. Desde el principio he tratado que mi hija se comprenda, que sepa su historia... pero no es fácil comunicar algo así. Hay que saber hacerlo. Creo que en todo esto hay un riesgo que ahora estoy viendo: algo que no se definir, parecido al victimismo. Mi hija percibe ese saco de confusión, pero es como si se lo cargara a la espalda porque no ve salida. Es como si saber su historia solo sirviera para socavar más su maltrecha autoestima. No se si me explico. Creo que no solo empatizar, hay que saber trasmitir positividad, confianza...
ResponderEliminarGracias José Luis
Itsaso
Hola Itsaso: Estoy completamente de acuerdo contigo en que hay que saber comunicar algo así. Siempre insisto en dos cosas: (1) El adulto tiene que estar seguro de sí mismo, verse capaz de aceptar y contener las emociones del niño (2) Ser habilidoso para conectar emocionalmente con el niño y transmitirle confiaza y seguridad cuando hay que verbalizar sobre sus vivencias del pasado. Tenemos que tener un buen vínculo con el niño y éste nos tiene que sentir como base segura. Si no estamos seguros, si nos abrumamos con la historia del niño y le contagiamos miedo, inseguridad, desconfianaza, no vale ninguna metáfora porque la comunicación es verbal y no verbal. Podemos contar verbalmente una metáfora muy atractiva pero no verbalmente estar trasnmitiendo una gran inseguridad. Y esto es muy desorganizador para un niño ya dañado. Entonces, mejor dejarlo en manos de profesionales. Te agradezco mucho el comentario porque es un tema muy importante el que mencionas. Lo comentaré en una entrada. Saludos cordiales.
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