Esta semana me centro en este apasionante mundo de las narrativas. En mi trabajo con niños/as y adultos que presentan historias de vida en las que han estado presentes multitud de sucesos extremadamente estresantes, a edades tempranas, y que son de naturaleza relacional (el daño proviene de quienes esperamos cuidados cuando activamos el sistema del apego: nuestros padres o cuidadores; con todas las repercusiones que esto tiene en la creación de apegos inseguros, en el desarrollo del cerebro y en la aparición de un trauma temprano. Sobre ello hemos hablado largo y tendido en este blog. Os remito, como siempre, a otros posts sobre el particular, los cuales podéis encontrar en las etiquetas, pinchando en “trauma” o “apego”), con muchas disrupciones y cambios en sus vidas (ruptura con la familia, ingresos en orfanatos o centros de acogida, ceses de acogimientos, reingresos en centros de acogida...), a veces algunas de ellas inexplicables, realizadas (como por ejemplo, sucede a veces, en adopción internacional: esta semana me contaba una adolescente que cuando ingresó en el orfanato, con siete años, nadie le explicó nada, ni tuvo una palabra de cariño, ni un gesto…) sin darles ningún sentido ni proporcionarles personas sustitutas con permanencia en la vida de los menores (por el contrario, otro joven me relataba que el ingreso en un centro de acogida lo vivió muy bien después de ser abandonado en la calle, porque allí tuvo unas personas, profesionales, que le explicaron con coherencia lo que le pasaba para entrar allí, que se mostraron afectuosos y que permanecieron en sus vidas hasta que fue adoptado), digo, que en mi tarea como psicoterapeuta y desde el modelo de intervención en psicoterapia diseñado por Barudy y Dantagnan, en la fase final o bloque tres, no podemos cerrar el trabajo psicoterapéutico sin proceder a lo que Maryorie Dantagnan denomina integración resiliente.
En este bloque -conseguida ya una estabilización emocional y conductual del menor y habiendo realizado psicoeducación y empoderamiento con respecto al impacto del trauma en su personalidad, y una vez que la relación terapéutica está consolidada- nos centramos en tratar de integrar los contenidos traumáticos en la biografía del niño/a o joven para que pueda verse en el presente y proyectarse hacia el futuro como una persona capaz y merecedora de vivir a pesar de lo sucedido. Son muchas las técnicas que se trabajan (sobre todo, a nivel simbólico, podemos echar mano de la caja de arena, de los rol-playing, de las dramatizaciones, los títeres… según la edad del niño/a o joven y también evaluando con qué técnica se siente más cómodo y seguro. Todas estas técnicas tienen la virtud de utilizar un medio o tercer elemento desde el que tratar estos contenidos con menos dolor y sin salirse fuera de la ventana de tolerancia a las emociones; porque si el menor permanece dentro de ésta, puede procesar la información o contenidos traumáticos) Hoy quiero traer a colación la técnica de la narración de su historia de vida. Esta técnica es el colofón final, la integración de todo lo que el sujeto ha vivido a lo largo de su vida.
Suelo utilizarla con todos los/as niños/as y jóvenes que acuden a mi consulta, y suelen participar activa y decididamente los padres o acogedores del menor (si hay una relación cordial entre los acogedores y la familia biológica, de respeto al niño/a y a sus necesidades, se le percibe al menor como mente independiente, implico también a la familia biológica)
¿Por qué son importantes las narraciones? Los traumas implican disrupciones en el flujo de información que se asienta físicamente en el cableado neural. Las redes neurales son patrones de activación neuroquímica que transportan información (cognitiva, sensorial, emocional…) Si ese flujo es continuo y armónico, es porque la programación ambiental que orquesta el desarrollo cerebral se ha hecho de un modo equilibrado, sin sucesos vitales graves que hayan producido esa perturbación en el flujo de la comunicación. Todo el cerebro fluye como un río que discurre por el centro de su cauce.
Pero cuando hay graves sucesos, potencialmente traumáticos, continuados, a edades tempranas e incluso posteriormente, este flujo de información puede verse comprometido. La persona no desarrolla un sentido de sí mismo a lo largo del tiempo. Puede tener conciencia de ciertos hechos y sucesos, pero no una conciencia completa de sí misma sintiéndose coherentemente a lo largo de su biografía. Aquélla se siente como un espejo roto, fragmentado. Eso es el trauma: un defecto en la integración de toda la experiencia (cognitiva, sensorial, emocional…)
Para poder entenderlo mejor, pensad en vosotros/as mismos/as: empezáis a evocar usando vuestra mente y recordáis desde lo más temprano que podáis. Recordáis las caras de vuestros/as padres, dónde jugabais, comíais, vuestros primeros contactos, besos, caricias… Los primeros recuerdos explícitos. Los primeros vínculos de apego y las personas que han marcado vuestras vidas. Habéis podido vivir y sufrir sucesos adversos pero probablemente ha habido alguien cerca que ha permanecido y os ha hecho sentir sentidos/as y ha permanecido con vosotros/as. Os ha dado seguridad y os ha hecho sentir que confía en vosotros/as y en vuestras posibilidades. En cualquier caso, la gran mayoría no habéis pasado hambre, ni sufrido calamidades, ni abusos sexuales, ni maltrato físico y emocional, ni pérdidas de personas significativas... Estas terribles desgracias les han sucedido a muchos de los niños/as y jóvenes con los/as que tratamos: es un dolor inmenso el que invade su cuerpo y mente desde muy pequeños.
Posteriormente, sabéis que en el año tal fuisteis a tal escuela, en el año cual pasó esto o aquello. Vuestro primer viaje, novio/a… Vuestro cuerpo/mente no ha apartado nada de la conciencia porque no ha habido nada que haya sido tan impactante y amenazante como para usar ese mecanismo. Vuestro cuerpo, emociones, pensamientos, sensaciones… van a una. Tenéis memoria ordenada y coherente de todo lo que habéis vivido, pero a la vez tenéis recuerdo emocional de lo sucedido (una memoria va de la mano de la otra); en suma, os veis a vosotros/as mismos/as a lo largo del tiempo (sentido de self coherente)
Los/as niños/as (a la edad de 9 años en adelante) abandonados/as y maltratados/as, con altas posibilidades de haber sufrido trauma, no pueden hacer esta evocación sin partirse. Sin sufrir alta desregulación psicofisológica. A veces, no recuerdan o no pueden recordar. Otras veces, tienen el espejo, pero está roto y hay que pegarlo. Y pegarlo duele muchísimo.
Su vida ha estado cargada de adversidades que han minado su seguridad, además de favorecer que aprendieran, en su pasado, estrategias varias que, en su vida actual, son claramente desadaptativas y hasta inadecuadas, pero en la que les tocó vivir con anterioridad a su adopción o acogimiento les resultaron muy útiles (sus defensas) Y se puede decir, en muchos casos, que gracias a las mismas sobrevivieron. Algunos de los más mayores (adolescentes y jóvenes) se me antojan como el protagonista de la película "Por un puñado de dólares", el cual (encarnado por el actor Clint Eastwood) es llamado el hombre sin nombre: un personaje casi arquetípico y fascinante a la vez, quien para poder salvar su pellejo y apañárselas en un poblado donde reina la más absoluta falta de ética y la crueldad campa a sus anchas, donde la vida no vale nada, donde se fabrican ataúdes esperando quién va a morir ese día, donde abundan las mujeres viudas, tiene que usar su inteligencia adaptativa y un buen número de habilidades aprendidas para sobrevivir, sin duda. Aunque evitativo y rudo por fuera, demuestra tener sensibilidad y un gran corazón (como nuestros niños/as) cuando en la película salva a una familia acosada y maltratada por uno de los caciques del pueblo. A estos/as menores que tienen una biografía plagada de sucesos traumáticos, no les quedó más remedio (si querían sobrevivir) que crecer y llegar a la juventud desarrollando una inteligencia tan hábil y depredadora como la de Clint Eastwood en esta memorable escena de Por un puñado de dólares (Viendo los contextos sociales en los que algunos/as niños/as crecieron, uno se los imagina tan duros y crueles como el poblado y las gentes que se describen en esta película. Ved la escena -hacemos un pequeño paréntesis- y continuamos hablando de por qué son importantes las narraciones. Quizá os sorprenda que me refiera a esta película; sin embargo, es curioso que algunos niños con historia de maltrato cuando juegan en la psicoterapia, eligen escenas de duelos en el Oeste contra personajes que han sido o son malvados, adoptando ellos el rol de buenos y eliminando en el duelo al malo):
Como ya he dicho en otras ocasiones, el gran Dan Siegel nos dice que las narraciones son muy importantes. Recuerdo lo que dice en su libro “La mente en desarrollo”: "...las narrativas se han podido originar como una parte fundamental del discurso social. Las historias tratan de dar sentido a los acontecimientos y a las experiencias mentales de los personajes. Las historias funcionan para crear una sensación de comprensión coherente del individuo en el mundo a lo largo del tiempo. La mente hace un esfuerzo integrador para crear una sensación de coherencia en sus propios estados a través de diferentes momentos y contextos"
El/La niño/a tratará de buscar un sentido a lo vivido, pero este sentido puede ser, como he dicho anteriormente, sumamente incoherente, fragmentado, suelto, deslavazado. Ahí es donde observamos que su mente no se ha integrado.
Si le ayudamos a reconstruir su historia, le estaremos aportando una narrativa y ayudaremos a juntar los fragmentos que él/ella ya tiene; veremos cómo ha rellenado los huecos (para buscar algún tipo de comprensión) Y le aportaremos una narrativa que termine de dar sentido a lo que él/ella no puede o no sabe dar.
Por lo tanto, favoreceremos una mente y un cerebro más integrado y organizado. Por ello es importante este trabajo.
Los padres o cuidadores del menor participan activamente en esta tarea. Les suelo pedir que elaboren una historia donde recojan cómo el/la niño/a es concebido/a simbólicamente (un derecho ideado en una excelente aportación, por mi amigo y colega Óscar Pérez-Muga, que hace un tiempo mencioné en este post) en la familia, o cuándo y cómo llega a la misma. Esa historia debe de recoger lo que él/la niño/a ha vivido, sin edulcorar, por orden cronológico, relatando los hechos. Si hay cosas que no sabemos, se hace constar precisamente eso, que se ignora. Se pueden añadir tentativas de hipótesis sobre las posibilidades que creemos que pudieron ocurrir.
La historia se adapta a la edad del/a niño/a (si es más pequeño, será más en formato cuento, y se pone más el acento en el aspecto de que un/a niño/a necesitaba unos padres y éstos querían un/a niño/a y fueron a por él/ella precisamente porque ya estaba en su mente y en su corazón; se pueden usar personajes como animales, etc. Se pone el énfasis en el vínculo del/la niño/a hacia los padres y cómo éste no se romperá jamás, y que siempre permanecerán juntos. El relato de los hechos concretos y detallados acerca de los motivos de su desprotección se deja para niños/as con edades a partir de los 8 años. Los menores están ya en la etapa del pensamiento lógico, y mejor situados a nivel espacio-temporal. Yo al menos, lo he valorado así como más adecuado. Las edades son siempre aproximadas, nos debemos de fijar en la edad madurativa), y puede usarse un personaje que le/la represente y que él/ella admire (le da empoderamiento)
Los/as adolescentes pueden participar más activamente en algunos aspectos de la creación del relato.
¿Importan la historia y los hechos? Sí, sin duda. Es la vida del/la niño/a o joven, su pasado. Hemos de honrarlo y respetarlo. Pero cuando hay que narrar hechos muy duros (y normalmente es así) lo que más importa de todo son tres aspectos (Porque no buscamos reexperimentar los recuerdos sino procesarlos, e integrar la historia de vida a nivel cerebral en un todo coherente y ordenado):
En el relato se hacen constantes alusiones a que los hechos que se narran ya terminaron, y que el menor está con sus padres o cuidadores, aquí y ahora, seguro y protegido. Y que esos hechos no volverán a suceder más (maltrato o abandono)
Segundo, el relato debe de estar escrito desde un punto de vista de narradores (los padres o cuidadores), los cuales se presentan durante el mismo como personas que reflejan empáticamente al niño/a o joven y recogen su sentir, haciéndole sentir sentido. Esto es fundamental porque repara. Frases como, por ejemplo, si hemos de consignar los abusos sexuales que sufrió: “ningún niño debería ser tocado en sus partes, no sabes cómo sentimos que te ocurriera eso; estamos convencidos que esa persona recibirá su merecido castigo. Si nosotros hubiéramos estado allí, habrían tenido que pasar por encima de nuestro cadáver para hacerte eso” O -como es habitual cuando no sabemos nada de quién o quiénes son los padres biológicos, ni sus nombres, ni dónde pueden estar (algo que angustia a los menores, esa incertidumbre)-: “Siento mucho que no podamos saber nada, comprendo que es doloroso para ti, estoy contigo y siento que lo sientas”
Esta empatía es fundamental porque han carecido (a veces, totalmente) de ella.
Y tercero, debemos de introducir el componente de la resiliencia. También esto es vital. Primordial. Muchos/as se sienten humillados/as, inferiores, les da vergüenza lo que les ha pasado, se creen menos… Los malos tratos y el trauma son un estigma para muchos/as de ellos/as. En el relato se debe introducir en muchos momentos, alusiones a que es un héroe o heroína, que ha sufrido mucho pero ha conseguido sobrevivir. Que tiene mucho mérito, y probablemente muchas personas se habrían rendido ante lo que él/ella padeció pero es un luchador/a y ha salido triunfante. Los padres o acogedores deben de incluir que se sienten orgullosos, que le admiran: él o ella es el superhéroe o superheroína de una historia.
En mi opinión, debéis hacerlo bajo la supervisión de un profesional dentro de un programa integral de tratamiento. Pero cuando dialoguéis con vuestros/as hijos/as o niños/as acogidos/as, en esos momentos mágicos, cuando hay ya un vínculo seguro creado con el niño/a y se atreve a querer preguntar y saber porque ya se siente protegido/a por vosotros/as, podéis incluir en vuestro relato verbal esos tres componentes: presentificación, empatía y resiliencia.
Antes de trabajar el relato de una manera verbal y directa, previamente lo he abordado con el niño/a o joven mediante otras técnicas no verbales pero que ayudan a narrar sin palabras, con otro lenguaje, como por ejemplo, la caja de arena.
Espero que os haya sido de utilidad. Me contáis vuestras experiencias con vuestros/as niños/as en los comentarios. Ya sabéis que trato de responder en la medida de mis posibilidades.
Quiero terminar con nuestra picada habitual: no puedo cerrar el post de hoy sin hacer mención a Cuerdas, el corto que ha ganado el premio Goya 2014. Una historia que merecerá mucho la pena ver. Como se dice en este blog: cuenta una preciosa historia que ni pequeños ni mayores deberían dejar de ver. En tan solo 10 minutos de obra, su guionista y director, Pedro Solis García, ha conseguido plasmar los valores de la amistad, la generosidad, la inocencia y la ternura de la infancia de una forma brillante. Os pido desde aquí que no veáis el corto en las versiones piratas que circulan por la red. Yo tengo muchas ganas de verlo, pero me he resistido a hacerlo por respeto al autor y a su obra. Si se difunde antes de tiempo, le vamos a perjudicar porque no va a poder presentarlo en festivales. Además, en mi opinión, pienso que este hombre merece que yo pague un dinero para ver su trabajo. Os animo a que hagáis lo mismo. Felicidades, Pedro, muchos niños/as necesitan que personas como tú difundáis obras de este tipo.
Cuidaos / Zaindu
Jose luis es un lujo tus regalos de todos los lunes te felicito especialmente por este que equilibra perfectamente la teoria con las posibilidades de ponerla en practica pero sobre todo la capacidad para hacernos pensar, movilizarnos. Zorionak berriro
ResponderEliminarGracias por tu generosidad compartiendo tanta información tan valiosa. Soy fiel seguidora de tu blog.
ResponderEliminarQuería preguntarte, en el caso de menores víctimas de violencia de género, la narrativa de vida ¿la haces conjunta con la madre? ¿o tú solo con el/la menor?
Muchísimas gracias por tu comentario, Iñigo, y por saber apreciar lo que expongo. Un abrazo!
ResponderEliminarHola Carolina: Gracias. Creo que es necesario estudiar cada caso. La madre debe de tener suficientes competencias parentales y habilidades para ser capaz de desarrollar un vínculo positivo con su hijo/a, que sea capaz en el relato de empatizar y mentalizar al niño/a. E incluso reconocer los errores que ella haya podido cometer para repararlos en el niño. Si la figura es ambivalente o hay dudas de si puede ser suficientemente segura, yo suelo optar por trabajarlo a solas.
ResponderEliminarMuchas gracias Jose luis, por tanto detalle del detalle que tan necesario es conocer para avanzar, muchas gracias...a mi me surge una duda, la narración, hablamos de su vida, o hablamos de alguien que puede parecerse a su vida....una mariposa, una abeja, un perro...etc...como si fuera una alegoría...( quizá es ir un poco mas lejos)...de cualquier modo, muchas gracias y un fuerte abrazo. Antonio Ayala.
ResponderEliminarGracias Antonio. Usar las alegorías puede ser necesario y pertinente para muchos niños porque representarlo a través de esa figura es más seguro que hacerlo de manera directa. Te agradezco el comentario. Un saludo.
ResponderEliminarNo se si es aqui el momento y el sitio pero me gustaria saber que piensa de que niños de 10 y 11 años vean la pelicula " Efecto Marippsa" he visto un trozo y me parece brutal para esa edad. Por favor agradeceria me pudiera contestar.
ResponderEliminarPara poderle dar mi opinión tendría que verla. Es la primera vez que oigo hablar de esa película. Cuando tenga oportunidad de verla, le podré decir mi punto de vista al respecto. Saludos cordiales.
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