lunes, 24 de marzo de 2014

Trabajar la narrativa con los/as niños/as adoptados y acogidos/as: el relato de la historia de vida

Esta semana me centro en este apasionante mundo de las narrativas. En mi trabajo con niños/as y adultos que presentan historias de vida en las que han estado presentes multitud de sucesos extremadamente estresantes, a edades tempranas, y que son de naturaleza relacional (el daño proviene de quienes esperamos cuidados cuando activamos el sistema del apego: nuestros padres o cuidadores; con todas las repercusiones que esto tiene en la creación de apegos inseguros, en el desarrollo del cerebro y en la aparición de un trauma temprano. Sobre ello hemos hablado largo y tendido en este blog. Os remito, como siempre, a otros posts sobre el particular, los cuales podéis encontrar en las etiquetas, pinchando en “trauma” o “apego”), con muchas disrupciones y cambios en sus vidas (ruptura con la familia, ingresos en orfanatos o centros de acogida, ceses de acogimientos, reingresos en centros de acogida...), a veces algunas de ellas inexplicables, realizadas (como por ejemplo, sucede a veces, en adopción internacional: esta semana me contaba una adolescente que cuando ingresó en el orfanato, con siete años, nadie le explicó nada, ni tuvo una palabra de cariño, ni un gesto…) sin darles ningún sentido ni proporcionarles personas sustitutas con permanencia en la vida de los menores (por el contrario, otro joven me relataba que el ingreso en un centro de acogida lo vivió muy bien después de ser abandonado en la calle, porque allí tuvo unas personas, profesionales, que le explicaron con coherencia lo que le pasaba para entrar allí, que se mostraron afectuosos y que permanecieron en sus vidas hasta que fue adoptado), digo, que en mi tarea como psicoterapeuta y desde el modelo de intervención en psicoterapia diseñado por Barudy y Dantagnan, en la fase final o bloque tres, no podemos cerrar el trabajo psicoterapéutico sin proceder a lo que Maryorie Dantagnan denomina integración resiliente.

En este bloque -conseguida ya una estabilización emocional y conductual del menor y habiendo realizado psicoeducación y empoderamiento con respecto al impacto del trauma en su personalidad, y una vez que la relación terapéutica está consolidada- nos centramos en tratar de integrar los contenidos traumáticos en la biografía del niño/a o joven para que pueda verse en el presente y proyectarse hacia el futuro como una persona capaz y merecedora de vivir a pesar de lo sucedido. Son muchas las técnicas que se trabajan (sobre todo, a nivel simbólico, podemos echar mano de la caja de arena, de los rol-playing, de las dramatizaciones, los títeres… según la edad del niño/a o joven y también evaluando con qué técnica se siente más cómodo y seguro. Todas estas técnicas tienen la virtud de utilizar un medio o tercer elemento desde el que tratar estos contenidos con menos dolor y sin salirse fuera de la ventana de tolerancia a las emociones; porque si el menor permanece dentro de ésta, puede procesar la información o contenidos traumáticos) Hoy quiero traer a colación la técnica de la narración de su historia de vida. Esta técnica es el colofón final, la integración de todo lo que el sujeto ha vivido a lo largo de su vida.

Suelo utilizarla con todos los/as niños/as y jóvenes que acuden a mi consulta, y suelen participar activa y decididamente los padres o acogedores del menor (si hay una relación cordial entre los acogedores y la familia biológica, de respeto al niño/a y a sus necesidades, se le percibe al menor como mente independiente, implico también a la familia biológica)

¿Por qué son importantes las narraciones? Los traumas implican disrupciones en el flujo de información que se asienta físicamente en el cableado neural. Las redes neurales son patrones de activación neuroquímica que transportan información (cognitiva, sensorial, emocional…) Si ese flujo es continuo y armónico, es porque la programación ambiental que orquesta el desarrollo cerebral se ha hecho de un modo equilibrado, sin sucesos vitales graves que hayan producido esa perturbación en el flujo de la comunicación. Todo el cerebro fluye como un río que discurre por el centro de su cauce.

Pero cuando hay graves sucesos, potencialmente traumáticos, continuados, a edades tempranas e incluso posteriormente, este flujo de información puede verse comprometido. La persona no desarrolla un sentido de sí mismo a lo largo del tiempo. Puede tener conciencia de ciertos hechos y sucesos, pero no una conciencia completa de sí misma sintiéndose coherentemente a lo largo de su biografía. Aquélla se siente como un espejo roto, fragmentado. Eso es el trauma: un defecto en la integración de toda la experiencia (cognitiva, sensorial, emocional…) 

Para poder entenderlo mejor, pensad en vosotros/as mismos/as: empezáis a evocar usando vuestra mente y recordáis desde lo más temprano que podáis. Recordáis las caras de vuestros/as padres, dónde jugabais, comíais, vuestros primeros contactos, besos, caricias… Los primeros recuerdos explícitos. Los primeros vínculos de apego y las personas que han marcado vuestras vidas. Habéis podido vivir y sufrir sucesos adversos pero probablemente ha habido alguien cerca que ha permanecido y os ha hecho sentir sentidos/as y ha permanecido con vosotros/as. Os ha dado seguridad y os ha hecho sentir que confía en vosotros/as y en vuestras posibilidades. En cualquier caso, la gran mayoría no habéis pasado hambre, ni sufrido calamidades, ni abusos sexuales, ni maltrato físico y emocional, ni pérdidas de personas significativas... Estas terribles desgracias les han sucedido a muchos de los niños/as y jóvenes con los/as que tratamos: es un dolor inmenso el que invade su cuerpo y mente desde muy pequeños. 
 
Posteriormente, sabéis que en el año tal fuisteis a tal escuela, en el año cual pasó esto o aquello. Vuestro primer viaje, novio/a… Vuestro cuerpo/mente no ha apartado nada de la conciencia porque no ha habido nada que haya sido tan impactante y amenazante como para usar ese mecanismo. Vuestro cuerpo, emociones, pensamientos, sensaciones… van a una. Tenéis memoria ordenada y coherente de todo lo que habéis vivido, pero a la vez tenéis recuerdo emocional de lo sucedido (una memoria va de la mano de la otra); en suma, os veis a vosotros/as mismos/as a lo largo del tiempo (sentido de self coherente) 

Los/as niños/as (a la edad de 9 años en adelante) abandonados/as y maltratados/as, con altas posibilidades de haber sufrido trauma, no pueden hacer esta evocación sin partirse. Sin sufrir alta desregulación psicofisológica. A veces, no recuerdan o no pueden recordar. Otras veces, tienen el espejo, pero está roto y hay que pegarlo. Y pegarlo duele muchísimo.

Su vida ha estado cargada de adversidades que han minado su seguridad, además de favorecer que aprendieran, en su pasado, estrategias varias que, en su vida actual, son claramente desadaptativas y hasta inadecuadas, pero en la que les tocó vivir con anterioridad a su adopción o acogimiento les resultaron muy útiles (sus defensas) Y se puede decir, en muchos casos, que gracias a las mismas sobrevivieron. Algunos de los más mayores (adolescentes y jóvenes) se me antojan como el protagonista de la película "Por un puñado de dólares", el cual (encarnado por el actor Clint Eastwood) es llamado el hombre sin nombre: un personaje casi arquetípico y fascinante a la vez, quien para poder salvar su pellejo y apañárselas en un poblado donde reina la más absoluta falta de ética y la crueldad campa a sus anchas, donde la vida no vale nada, donde se fabrican ataúdes esperando quién va a morir ese día, donde abundan las mujeres viudas, tiene que usar su inteligencia adaptativa y un buen número de habilidades aprendidas para sobrevivir, sin duda. Aunque evitativo y rudo por fuera, demuestra tener sensibilidad y un gran corazón (como nuestros niños/as) cuando en la película salva a una familia acosada y maltratada por uno de los caciques del pueblo. A estos/as menores que tienen una biografía plagada de sucesos traumáticos, no les quedó más remedio (si querían sobrevivir) que crecer y llegar a la juventud desarrollando una inteligencia tan hábil y depredadora como la de Clint Eastwood en esta memorable escena de Por un puñado de dólares (Viendo los contextos sociales en los que algunos/as niños/as crecieron, uno se los imagina tan duros y crueles como el poblado y las gentes que se describen en esta película. Ved la escena -hacemos un pequeño paréntesis- y continuamos hablando de por qué son importantes las narraciones. Quizá os sorprenda que me refiera a esta película; sin embargo, es curioso que algunos niños con historia de maltrato cuando juegan en la psicoterapia, eligen escenas de duelos en el Oeste contra personajes que han sido o son malvados, adoptando ellos el rol de buenos y eliminando en el duelo al malo):


 

Como ya he dicho en otras ocasiones, el gran Dan Siegel nos dice que las narraciones son muy importantes. Recuerdo lo que dice en su libro “La mente en desarrollo”: "...las narrativas se han podido originar como una parte fundamental del discurso social. Las historias tratan de dar sentido a los acontecimientos y a las experiencias mentales de los personajes. Las historias funcionan para crear una sensación de comprensión coherente del individuo en el mundo a lo largo del tiempo. La mente hace un esfuerzo integrador para crear una sensación de coherencia en sus propios estados a través de diferentes momentos y contextos"

El/La niño/a tratará de buscar un sentido a lo vivido, pero este sentido puede ser, como he dicho anteriormente, sumamente incoherente, fragmentado, suelto, deslavazado. Ahí es donde observamos que su mente no se ha integrado.

Si le ayudamos a reconstruir su historia, le estaremos aportando una narrativa y ayudaremos a juntar los fragmentos que él/ella ya tiene; veremos cómo ha rellenado los huecos (para buscar algún tipo de comprensión) Y le aportaremos una narrativa que termine de dar sentido a lo que él/ella no puede o no sabe dar. 

Por lo tanto, favoreceremos una mente y un cerebro más integrado y organizado. Por ello es importante este trabajo.

Los padres o cuidadores del menor participan activamente en esta tarea. Les suelo pedir que elaboren una historia donde recojan cómo el/la niño/a es concebido/a simbólicamente (un derecho ideado en una excelente aportación, por mi amigo y colega Óscar Pérez-Muga, que hace un tiempo mencioné en este post) en la familia, o cuándo y cómo llega a la misma. Esa historia debe de recoger lo que él/la niño/a ha vivido, sin edulcorar, por orden cronológico, relatando los hechos. Si hay cosas que no sabemos, se hace constar precisamente eso, que se ignora. Se pueden añadir tentativas de hipótesis sobre las posibilidades que creemos que pudieron ocurrir. 

La historia se adapta a la edad del/a niño/a (si es más pequeño, será más en formato cuento, y se pone más el acento en el aspecto de que un/a niño/a necesitaba unos padres y éstos querían un/a niño/a y fueron a por él/ella precisamente porque ya estaba en su mente y en su corazón; se pueden usar personajes como animales, etc. Se pone el énfasis en el vínculo del/la niño/a hacia los padres y cómo éste no se romperá jamás, y que siempre permanecerán juntos. El relato de los hechos concretos y detallados acerca de los motivos de su desprotección se deja para niños/as con edades a partir de los 8 años. Los menores están ya en la etapa del pensamiento lógico, y mejor situados a nivel espacio-temporal. Yo al menos, lo he valorado así como más adecuado. Las edades son siempre aproximadas, nos debemos de fijar en la edad madurativa), y puede usarse un personaje que le/la represente y que él/ella admire (le da empoderamiento) 

Los/as adolescentes pueden participar más activamente en algunos aspectos de la creación del relato.

¿Importan la historia y los hechos? Sí, sin duda. Es la vida del/la niño/a o joven, su pasado. Hemos de honrarlo y respetarlo. Pero cuando hay que narrar hechos muy duros (y normalmente es así) lo que más importa de todo son tres aspectos (Porque no buscamos reexperimentar los recuerdos sino procesarlos, e integrar la historia de vida a nivel cerebral en un todo coherente y ordenado):

En el relato se hacen constantes alusiones a que los hechos que se narran ya terminaron, y que el menor está con sus padres o cuidadores, aquí y ahora, seguro y protegido. Y que esos hechos no volverán a suceder más (maltrato o abandono) 

Segundo, el relato debe de estar escrito desde un punto de vista de narradores (los padres o cuidadores), los cuales se presentan durante el mismo como personas que reflejan empáticamente al niño/a o joven y recogen su sentir, haciéndole sentir sentido. Esto es fundamental porque repara. Frases como, por ejemplo, si hemos de consignar los abusos sexuales que sufrió: “ningún niño debería ser tocado en sus partes, no sabes cómo sentimos que te ocurriera eso; estamos convencidos que esa persona recibirá su merecido castigo. Si nosotros hubiéramos estado allí, habrían tenido que pasar por encima de nuestro cadáver para hacerte eso” O -como es habitual cuando no sabemos nada de quién o quiénes son los padres biológicos, ni sus nombres, ni dónde pueden estar (algo que angustia a los menores, esa incertidumbre)-: “Siento mucho que no podamos saber nada, comprendo que es doloroso para ti, estoy contigo y siento que lo sientas”

Esta empatía es fundamental porque han carecido (a veces, totalmente) de ella.

Y tercero, debemos de introducir el componente de la resiliencia. También esto es vital. Primordial. Muchos/as se sienten humillados/as, inferiores, les da vergüenza lo que les ha pasado, se creen menos… Los malos tratos y el trauma son un estigma para muchos/as de ellos/as. En el relato se debe introducir en muchos momentos, alusiones a que es un héroe o heroína, que ha sufrido mucho pero ha conseguido sobrevivir. Que tiene mucho mérito, y probablemente muchas personas se habrían rendido ante lo que él/ella padeció pero es un luchador/a y ha salido triunfante. Los padres o acogedores deben de incluir que se sienten orgullosos, que le admiran: él o ella es el superhéroe o superheroína de una historia. 

En mi opinión, debéis hacerlo bajo la supervisión de un profesional dentro de un programa integral de tratamiento. Pero cuando dialoguéis con vuestros/as hijos/as o niños/as acogidos/as, en esos momentos mágicos, cuando hay ya un vínculo seguro creado con el niño/a y se atreve a querer preguntar y saber porque ya se siente protegido/a por vosotros/as, podéis incluir en vuestro relato verbal esos tres componentes: presentificación, empatía y resiliencia.

Antes de trabajar el relato de una manera verbal y directa, previamente lo he abordado con el niño/a o joven mediante otras técnicas no verbales pero que ayudan a narrar sin palabras, con otro lenguaje, como por ejemplo, la caja de arena.

Espero que os haya sido de utilidad. Me contáis vuestras experiencias con vuestros/as niños/as en los comentarios. Ya sabéis que trato de responder en la medida de mis posibilidades.

Quiero terminar con nuestra picada habitual: no puedo cerrar el post de hoy sin hacer mención a Cuerdas, el corto que ha ganado el premio Goya 2014. Una historia que merecerá mucho la pena ver. Como se dice en este blog: cuenta una preciosa historia que ni pequeños ni mayores deberían dejar de ver. En tan solo 10 minutos de obra, su guionista y director, Pedro Solis García, ha conseguido plasmar los valores de la amistad, la generosidad, la inocencia y la ternura de la infancia de una forma brillante. Os pido desde aquí que no veáis el corto en las versiones piratas que circulan por la red. Yo tengo muchas ganas de verlo, pero me he resistido a hacerlo por respeto al autor y a su obra. Si se difunde antes de tiempo, le vamos a perjudicar porque no va a poder presentarlo en festivales. Además, en mi opinión, pienso que este hombre merece que yo pague un dinero para ver su trabajo. Os animo a que hagáis lo mismo. Felicidades, Pedro, muchos niños/as necesitan que personas como tú difundáis obras de este tipo.

Cuidaos / Zaindu

miércoles, 19 de marzo de 2014

¿Por qué la genética no es tan importante como nosotros creemos? Charla-coloquio a cargo de Rafael Benito, psiquiatra, organizada por el Instituto Familia y Adopción, el 29 marzo



 
 
 
 
 
Este mes, la charla-coloquio que organiza el Instituto Familia y Adopción viene a cargo del Dr. Rafael Benito Moraga, amigo y colega de profesión. Os invito a todos/as a participar y a tener el privilegio de poder escucharle y dialogar con él porque no es frecuente encontrarnos con personas con la calidad humana de Rafael Benito. Además, su perfil profesional atesora la cualidad de ser un psiquiatra que contempla los procesos de salud y enfermedad aunando la visión biológica y la ecosistémica, el punto de vista de la patología pero también de la biografía y del peso que las experiencias tempranas tienen en la conformación del cerebro/mente y, en suma, del ser. Además de psiquiatra reconocido, tiene formación y experiencia dilatada como psicoterapeuta en apego, trauma, resiliencia y de familia.
 
La charla nos permitirá conocer más sobre nuestro cerebro y acerca de qué nos hace más resilientes. Como nos anuncian en la presentación de la web del Instituto Familia y Adopción:
 
¿Es posible que ya desde el nacimiento o los primeros años de vida quede determinada nuestra capacidad para ser felices?. Parece que al menos en parte puede ser así. Diversos estudios han demostrado que las circunstancias traumáticas vividas durante la infancia cambian la expresión de genes implicados en el desarrollo del cerebro, haciendo que quienes han sufrido estas experiencias sean más vulnerables a diversos problemas físicos y psíquicos.

La buena noticia es que un número significativo de niños expuestos a esas situaciones no llegan a desarrollar problemas relevantes en su vida, mostrando una capacidad para superar la adversidad que se ha dado en llamar RESILIENCIA. Así pues, la pregunta que nos hacíamos al comienzo podría reformularse como sigue: ¿existen individuos que nazcan dotados de una estructura biológica o genética resiliente, más capacitada para superar las inevitables adversidades de la vida, y por ello más cercana a la felicidad?

En esta Charla Coloquio hablaremos de Resiliencia, de Epigenética (interacción genes/ambiente), de cómo los traumas infantiles modifican los genes que rigen el desarrollo y el funcionamiento del cerebro en la vida adulta..., y tendréis ocasión de plantear todas las dudas y preguntas que tengáis al respecto.

Lugar:

Desde Barcelona o desde el ordenador de tu casa.

Plazas limitadas
 
Información y reserva de plaza:
 
 
 
 
 
 
 
 

martes, 18 de marzo de 2014

El centro psicoveritas de Madrid organiza un nuevo seminario para el aprendizaje de la técnica de la caja de arena

Seminario para aprender a utilizar la técnica de la caja de arena

Organiza: Centro de Psicoterapia Psicoveritas

Imparte: José Luis Gonzalo Marrodán

5 de abril de 2014 en Madrid





Aquí tenéis una nueva oportunidad para poder aprender esta técnica. Dada la demanda existente, el Centro Psicoveritas ofrece para el día 5 de abril, de nuevo, este seminario.

Esta técnica permite trabajar cuando resulta difícil la verbalización de los contenidos psíquicos; y esto es especialmente importante cuando el paciente tiene dificultades en ponerlos en palabras, como ocurre habitualmente en los niños. Cuando el origen del problema es un trauma infantil, recordar y explicar es una fuente adicional de sufrimiento. Utilizar la caja de arena permite la distancia emocional necesaria para ir elaborando la experiencia traumática sin tanto dolor. Además, el juego es el lenguaje natural del niño y le aporta una narrativa que le permite liberar, expresar y simbolizar, desarrollando sentimientos de control, lo que sucede y lo que vive en su interior. El modelo teórico en el que insertamos la aplicación de la técnica se basa, pues, en las aplicaciones del trauma, el apego y la resiliencia.


Objetivos del seminario:


Conocer los orígenes de la técnica, hacer un poco de historia.


Perfilar para quienes está indicada la técnica


Aprender los pasos en la conducción de una sesión con la técnica de la caja de arena


Explicar cuál debe ser la actitud del terapeuta


Alcances y límites de la técnica


Fechas y horario


5 de abril de 2014

De 9:00h - 13,00h y de 14,30h a 18,30h

Información y matrícula:

C/ San Bernardo, 97, bajo, MADRID


Tel.: 91 594 36 72 / 656 913 859




Precio: 150 €

 NOTA: El seminario es eminentemente práctico, por lo que las plazas se limitan a 15 personas

lunes, 10 de marzo de 2014

Tres tipos de niños/as, tres tipos de casos (Y, además, un interesantísimo libro sobre musicoterapia escrito por Miriam Lucas)

Sigo entusiasmado con el libro de Ana María Gómez EMDR therapy and adjunct approaches with children. Semana a semana voy leyéndolo cuando tengo libre y a medida que avanzo, más me va cautivando. En el post anterior os hablé de la teoría polivagal de Porges (y se han disparado las visitas a esa entrada, por lo tanto os interesa) Así pues, continúo con esta autora y sus aportaciones a través de este libro, ella es la estrella invitada esta temporada en nuestro blog Buenos tratos.

La entrada de hoy está dirigida especialmente a profesionales, pero no por ello los padres, las madres y las familias en general vais a dejar de encontrar elementos y claves que os permitan cada día comprender y acompañar mejor a vuestros hijos/as.

(Nota: luego entenderéis por qué he puesto una fotografía de un bistec)


Para poder conceptualizar el caso de un niño/a o adolescente que es remitido a psicoterapia (o los/as que trabajáis en un servicio de acogimiento familiar o adopción; o en los programas de atención a víctimas de violencia doméstica; o en los programas de preservación familiar; o en los programas de acogimiento residencial en los cuales es –desgraciadamente- habitual que los menores presenten distintos niveles de gravedad en función del número e intensidad de los eventos traumáticos padecidos) adecuadamente, hemos de darnos cuenta (como nos propone Ana María Gómez) que algunos/as niños/as responden muy bien y bastante rápido a la terapia (incluyendo en ésta también el abordaje EMDR, pero no solo. Hay que utilizar más técnicas, estrategias y enfoques psicoterapéuticos; aunque este tema da para otro post) mientras que otros/as rechazan el tratamiento o tienen síntomas que empeoran después de las primeras sesiones (la psicoterapia, no sólo los fármacos, puede tener efectos indeseados) Lo que ocurre es que estamos acelerando a muchos niños/as con trauma complejo -con limitadas y constreñidas capacidades para tolerar el afecto- a un procesamiento para el que no están preparados/as.

Por ello, la autora ha creado tres categorías que nos ayudan a los profesionales a entender mejor las necesidades de cada niño/a o adolescente, organizar más eficazmente el plan de tratamiento y conceptualizar cada caso más eficientemente:

Casos tipo I
Estos/as niños/as llegan a psicoterapia con uno o pocos eventos traumáticos. Ellos/as se presentan con experiencias de apego positivo (en su pasado probablemente han existido figuras que han favorecido la creación de un modelo mental de apego predominantemente seguro) y con recursos -tanto internos como externos- a los cuales pueden acceder durante los momentos de activación.

A pesar de las experiencias de trauma y adversidad y de la sintomatología que presentan en la actualidad, estos/as niños/as pueden mostrar niveles de estabilización adecuados o tener la capacidad de utilizar estrategias auto-reguladoras. Esto sugiere que, posiblemente, ha existido una permanencia (suficiente) de al menos, una figura que ha ejercido de filtro estabilizador del niño/a. Por ejemplo, Andrés es un menor adoptado de un país de la Europa del Este. Llega a la familia con un año de edad tras pasar éste en un orfanato. Ahora, cuenta con nueve años, y el mismo niño relata que cuando se enfada, él se dice a sí mismo “tú puedes calmarte”, y poco a poco consigue tranquilizarse. Es presumible que durante este primer año contara con una figura a la cual apegarse adecuadamente, o que el trabajo de reparación del apego, durante estos años, ha sido satisfactorio por parte de su familia adoptiva.

Los niños tipo I pueden encontrar dentro de su mente lugares, escenas, contenidos o imágenes calmantes.

Estos/as niños/as son capaces de moverse bastante rápido dentro de lo que es el reprocesamiento de las memorias que contienen el trauma o la adversidad. Poseen la capacidad de tolerar el afecto positivo y el afecto negativo, y sus ventanas de tolerancia (la franja dentro de la cual el sujeto se mantiene en niveles de activación tolerables y por lo tanto, capaz de procesar información) le permiten el acceso al material traumatogénico.

Además, los padres de esta tipología de niño/a poseen cualidades que les permiten promover un apego seguro y como resultado, el tiempo que el psicoterapeuta necesitará dedicar a las familias será menor.

La fase de preparación, estabilización emocional y de psicoeducación con respecto al trauma será también, en consecuencia, menos larga.

Casos tipo II
Estos/as niños/as aparecen con presentaciones y rasgos clínicos más complejos. Tienen múltiples experiencias de trauma y un sistema familiar en el que se identifican áreas de disfunción. Estos menores, a pesar del trauma que han sufrido, se presentan con gran resiliencia o con algunas experiencias tempranas de apego positivas con al menos, un cuidador que ha permanecido. A pesar de los patrones familiares disfuncionales, ambos cuidadores, o al menos uno, tiene la voluntad o está abierto a participar en la psicoterapia.

Los/as niños/as tipo II tienen dificultades para identificar un lugar interno para encontrar calma y seguridad. Estos lugares rápidamente pueden verse contaminados por elementos negativos o afecto desregulado.

Necesitan una fase de estabilización emocional más larga, trabajar más extensamente la psicoeducación y el empoderamiento ante los sucesos traumáticos y es preciso extender la capacidad del niño para modular y tolerar el afecto.

Es necesario trabajar con los cuidadores y, en general, con el sistema familiar; por lo que los enfoques centrados en la terapia de familia, en paralelo al trabajo con el/la niño/a, deben de articularse dentro del plan de tratamiento.

Algunos de estos menores son capaces de moverse bastante rápido dentro del reprocesamiento de las memorias que contienen material perturbador. Sin embargo, otros/as requieren un enfoque más progresivo.

Casos tipo III
Son los/as niños/as más difíciles de tratar, así como para que enganchen con la psicoterapia. Son menores que presentan trauma crónico y severo. Manifiestan estrategias propias del apego desorganizado y tienen síntomas de moderados a severos de disociación. La presencia de comorbilidad (coexistir dos o más patologías) es alta, así como la ocurrencia de conductas auto-destructivas y ausencia de tácticas regulatorias. El sistema familiar es -o ha sido- a menudo caótico y altamente desregulado o ausente.

Hay presencia de trastorno reactivo de la vinculación, trastornos del humor y trastornos disociativos, y la no consideración del trauma en el diagnóstico de estos niños puede hacer que durante años permanezcan en tratamiento en los sistemas de salud con escasas ganancias terapéuticas.

La fragmentación, la emocionalidad permanente y la desregulación psicofisiológica acompañadas de la existencia de una ventana de tolerancia a las emociones muy estrecha son normalmente prevalentes en estos/as niños/as.

La presencia de recursos internos y de redes de memoria que contienen información adaptativa y congruente sobre el self (sí mismo) y los otros no están presentes o son escasas.

La psicoterapia requiere fases largas de estabilización y empoderamiento. Y cuando se procede al reprocesamiento de los contenidos traumáticos, de nuevo hay que acudir al trabajo de estabilización (normalmente)

Los síntomas disociativos de estos/as niños/as les dificultan el mantenimiento de una conciencia centrada en el presente. Se requieren estrategias, cuando se reprocesan las memorias traumáticas, que mantengan a los/as niños/as en una conciencia dual (reprocesar los contenidos traumáticos pero atender y estar al mismo tiempo, conscientemente, al aquí y ahora) Esto es algo fundamental para no retraumatizar.
 
Los/as niños/as tipo III no tienen en su interior lugares calmados y tranquilos en los que morar. El mismo contacto con el cuerpo es algo muy doloroso para ellos/as y tienden a evitarlo. Hay que proceder con mucha cautela y progresivamente (los juegos sobre mindfulness pueden ser adecuados para empezar poco a poco a contactar con el cuerpo)

Se puede utilizar la metáfora de la dentadura y el filete para poder comprender mejor lo que anteriormente hemos expuesto.

Los/as niños/as tipo I vienen a psicoterapia con sus dientes en buenas condiciones. Si les damos un trozo de filete, ellos/as podrán morderlo y masticarlo sin atragantarse, necesitando poca ayuda y asesoramiento por nuestra parte.

Los/as niños/as tipo II llegan a la psicoterapia con bastantes dientes en mal estado y algunos desaparecidos. Además, tienen que morder, masticar y digerir piezas bastante grandes de filete. Tendremos que fortalecer y mejorar su dentadura para que puedan masticar el filete. E incluso, nosotros tendremos que partirle en trocitos el filete para que pueda ser mejor digerido.

Y, finalmente, los/as niños/as tipo III acuden a psicoterapia sin apenas dientes, y los pocos que tienen están en mal estado. Además, se presentan con pánico al filete. Por ello, una extensiva preparación para ayudarles a superar el miedo al filete a la par que le colocamos los dientes, será necesario. Tendremos que utilizar estrategias de distanciamiento y comenzar con mínimas cantidades de filete para ayudar a que los/as niños/as tengan un tratamiento exitoso.

Esta tipología no pretende ser rígida, insiste Ana María Gómez. La habilidad del profesional para ser flexible y ajustarse a los diferentes ritmos terapéuticos es fundamental. Ir más rápido con algunos/as niños/as que pueden hacerlo y por rutas más tranquilas (y yendo más despacio) con otros/as que no lo pueden tolerar. Además, hay niños/as tipo III increíblemente resilientes y que son capaces de moverse rápido dentro de lo que es el reprocesamiento del trauma. Es de extrema importancia ver a cada niño/a como una persona única, original e irrepetible.

Del mismo modo que los profesionales a priori debemos proceder más despacio con los/as niños/as tipo III, los padres, madres y familias que tenéis a vuestro cargo a menores que encajan en este tipo, tenéis que plantearos la educación, las tareas y la socialización como secundarias al establecimiento de una base de seguridad con vosotros/as que les permita, a partir de aquí, ir consiguiendo explorar y abrirse a otros desafíos. Es prioritario que seáis filtro estabilizador de vuestros/as hijos/as usando muchas de las tácticas que venimos exponiendo en este blog. Y desde luego, recurrir a la ayuda y tratamiento psicológico.

Quiero terminar la entrada de hoy hablándoos y recomendándoos un libro que nos introduce en el mundo de la musicoterapia. Titulado Introducción a la musicoterapia, y escrito por Miriam Lucas Arranz, la obra comienza por explicarnos qué es la musicoterapia. A continuación, se adentra en las áreas de aplicación de esta forma de hacer terapia, para, seguidamente, llevarnos a las técnicas y herramientas y a las guías para llevar a cabo un programa de musicoterapia. El libro es totalmente práctico y dedica una sección a describirnos casos. Esta terapia puede ser complementaria a otros enfoques, y me ha sorprendido lo tremendamente eficaz y adecuado que puede resultar el uso de este instrumento de comunicación como lugar seguro desde el cual atreverse a abrirse y expresar las emociones (u otro tipo de contenidos mentales muy difíciles de poner en palabras) De infinitas posibilidades y aplicado a una población amplia de sujetos, con el libro de Miriam Lucas podemos iniciarnos en el conocimiento de una ciencia y un arte con un inmenso poder de sanación. Es de reseñar que la autora haga referencia a este abordaje como una terapia idónea para niños/as y adolescentes víctimas de malos tratos y con problemas de vinculación. La música puede ser ese medio a partir del cual comenzar una relación y abrirse seguramente al otro. Publicado por la editorial Síntesis el pasado año 2013, podéis saber más sobre este libro haciendo clic aquí.

Cuidaos / Zaindu