Con el tiempo que llevamos de
blog, son muchos los capítulos que hemos dedicado a este apasionante tema como
lo es el apego. Baste ir a la etiqueta “apego”
-a la derecha de la pantalla de tu PC o portátil (en la versión para el
móvil creo que no salen las etiquetas)- para encontrarnos con un buen número de
entradas que versan sobre el particular.
En los post sobre apego que he
ido redactando y recopilando, recuerdo que ya hemos tocado este crucial punto;
me refiero al de si es posible modificar o influir en las primeras
representaciones de apego gestadas durante los primeros años de vida e
interiorizadas en el contexto de una relación prolongada con los cuidadores
principales del bebé. El modelo interno de trabajo (ese modelo o esquema
conductual, cognitivo, sensorial y emocional que contiene la información que
nos permite representarnos cómo es la relación con esos cuidadores y además
crear expectativas acerca de su disponibilidad y capacidad para dispensarnos
seguridad, confianza y calma emocional) postulado por Bowlby y que ya se ha
desarrollado ¡para el primer año de vida!, ¿cuán de estable es? Los bebés con
experiencias de apego inseguro subóptimas con los cuidadores e incluso los que
han sufrido vivencias graves (como el maltrato físico y/o emocional severo),
¿tienen el destino marcado? ¿No hay mucho que hacer para influir en ese modelo
interno de trabajo? ¿Son niños fragilizados de por vida? ¿Son niños con una
especial vulnerabilidad? ¿Realmente es así de estable el patrón de apego
interiorizado? A todo esto vamos a intentar dar respuesta. Y para ello vamos a
basarnos en el genial Louis Cozolino y su libro Neuroscience of psychotherapy. Healing de social brain. También daré mi personal opinión que basaré en mi
experiencia de tratamiento con menores adoptados y acogidos, algunos de los
cuales he podido tratarles psicológicamente de niños y después de adultos.
Lo primero, debemos empezar
afirmando que el apego como representación mental es la resultante de la
codificación en la memoria de las experiencias con los cuidadores tempranos.
Por poner un ejemplo, con el padre se ha podido desarrollar un patrón de apego
seguro e inseguro con la madre. Con el padre mostrará unas conductas de apego y
con la madre otras. Pero a la hora de evaluar el apego lo que al clínico le
interesa es valorar la representación mental desarrollada resultante de esas
experiencias conjuntas. Para los tres años se pueden evaluar estas
representaciones mediante procedimientos en base a juegos con muñequitos en los que el niño dramatiza situaciones familiares prediseñadas donde se pone en juego el apego y se valora qué
narrativo expone el niño en relación a los recuerdos de esas experiencias con
sus cuidadores principales. Durante el segundo año, para valorar la calidad del apego, en cambio, prima más qué
conductas de apego muestra el niño en una situación con el cuidador principal
evaluadas mediante un procedimiento diseñado por Mary Ainsworth denominado La Situación del Extraño)
A mi modo de ver (esto es una opinión personal) durante el primer año la relación bebé-madre es más predominante y fundamental que la del padre. Éste es gran apoyo para la madre y también proporciona al niño otro tipo de momentos de juego e interacción más psicomotriz. No en vano en el libro El amor maternal de Sue Gerhardt se expone la trascendencia de esta relación durante el primer año de vida. Posteriormente, la figura masculina tomará papeles más relevantes; por ello el vínculo que se va creando entre padre/hijo-a es muy importante.
En la vida del niño -y a partir del segundo año principalmente- van apareciendo otras figuras con las que desarrollará un vínculo (el vínculo de apego recordamos que se desarrolla con los cuidadores principales, fundamentalmente la madre o sustituta, y su cima está en los 9 primeros meses, en los cuales ya hay un apego centrado; con otras personas o cuidadores se desarrollan posteriormente vínculos) Se les llama figuras vinculares subsidiarias. Irán conformando la red del niño y se apoyará en ellas para ir haciendo su camino y su desarrollo hacia la autonomía (porque recordad también que apego no equivale a dependencia, sí inicialmente, pero para culminar en una independencia gracias a la seguridad interiorizada por el niño en esa relación con los cuidadores segura que le permite llevarse esa seguridad consigo en su mente)
A mi modo de ver (esto es una opinión personal) durante el primer año la relación bebé-madre es más predominante y fundamental que la del padre. Éste es gran apoyo para la madre y también proporciona al niño otro tipo de momentos de juego e interacción más psicomotriz. No en vano en el libro El amor maternal de Sue Gerhardt se expone la trascendencia de esta relación durante el primer año de vida. Posteriormente, la figura masculina tomará papeles más relevantes; por ello el vínculo que se va creando entre padre/hijo-a es muy importante.
En la vida del niño -y a partir del segundo año principalmente- van apareciendo otras figuras con las que desarrollará un vínculo (el vínculo de apego recordamos que se desarrolla con los cuidadores principales, fundamentalmente la madre o sustituta, y su cima está en los 9 primeros meses, en los cuales ya hay un apego centrado; con otras personas o cuidadores se desarrollan posteriormente vínculos) Se les llama figuras vinculares subsidiarias. Irán conformando la red del niño y se apoyará en ellas para ir haciendo su camino y su desarrollo hacia la autonomía (porque recordad también que apego no equivale a dependencia, sí inicialmente, pero para culminar en una independencia gracias a la seguridad interiorizada por el niño en esa relación con los cuidadores segura que le permite llevarse esa seguridad consigo en su mente)
Estas posteriores relaciones
pueden influir en las representaciones de apego y segurizarlas, cuando las
iniciales fueron inseguras. Es el papel reparador que pueden tener muchos
profesores y profesoras, educadores y educadoras. La psicoterapia temprana
padres/bebé con una intervención focalizada en el apego en los casos en los que
se comprueba que éste se ha insegurizado por múltiples causas, puede modificar
estos patrones inseguros aprendidos o interiorizados tempranamente, siempre y
cuando nos encontremos con unos padres conscientes y dispuestos a reparar. Una
relación duradera con un tutor de resiliencia puede también actuar como
relación compensatoria reparadora de un patrón de apego inseguro adquirido en
los primeros años de vida, como sucede con muchas familias de acogida que hacen
una labor inestimable que sana apegos dañados. Los niños adoptados pueden
igualmente sanar apegos alterados gracias a la labor de su padre y/o madre, con
unas pautas específicas y una intervención orientada por profesionales que se
centre en el apego y en la elaboración de la historia de vida traumática. En
suma, se puede desarrollar lo que se denomina un apego de seguridad ganada o
ganados a la seguridad
En definitiva, el apego temprano
que hemos desarrollado como esquema mental, las primeras impresiones que nos
revelan cuán seguro, cálido y confiable es el mundo de ahí fuera, pueden
modificarse o si no, influirse positivamente gracias a la red de relaciones
posteriores y también mediante una psicoterapia reparadora. Lo dicen dos
expertas en la materia en su libro Vinculaciones afectivas, el cual os
recomiendo desde ya (es un compendio sobre apego completo, teórico y práctico):
“El apego influye pero no determina, al menos como único factor”
¿Qué nos dice Cozolino? El título
de este post es suyo (plasticidad del apego) Este autor refiere que “el apego
en la infancia es normalmente conceptualizado como una relación específica,
mientras que el apego en la adultez es interpretado como un rasgo del carácter”.
Cozolino afirma que “...hemos aprendido mucho de la vasta investigación que se ha
realizado sobre apego: cómo las categorías de apego reflejan la conducta de los
padres y la reacción de los niños ante el estrés; hemos aprendido de la
investigación sobre apego cómo los esquemas de apego llegan a la vida adulta,
cómo afectan a nuestra elección de pareja, a la naturaleza de nuestras
relaciones y en la manera en la que nosotros ejercemos nuestra parentalidad con
nuestros propios niños. El entusiasmo que tenemos acerca del poder de las categorías
de apego (a saber inseguro evitativo/ansioso/ desorganizado vs. seguro) para
explicar el desarrollo emocional a menudo fallan en el reconocimiento de que
existe una considerable fluctuación en los estilos de apego a lo largo del
tiempo” (…) “Nosotros podemos pensar que un esquema de apego podría cambiar
porque nosotros pensamos en el mismo como un rasgo de personalidad”
“En los humanos –prosigue
Cozolino- nosotros vemos que es más probable que un decremento de la seguridad
o el mantenimiento de la inseguridad durante la adolescencia ocurra en
presencia de estresores psicológicos, ambientales o familiares. Los
adolescentes que ven a sus madres como fuente de apoyo, es más probable que
ganen seguridad; mientras que la depresión materna correlaciona con un
movimiento del apego desde la seguridad a la inseguridad. De todos modos, el
apego seguro, aunque no es inmune, aparece más resistente al cambio que el
apego inseguro. Los eventos de vida negativos operan para mantener el apego
inseguro. La mayor implicación para la psicoterapia de estos resultados es que
el apego inseguro está predispuesto al cambio como resultado de un input social
positivo. La consistencia de las tasas de apego (seguro versus inseguro), esto
es, el porcentaje de sujetos que presentan la misma clasificación de apego
varía entre un 24-64% dependiendo de los estudios. Es decir, la consistencia no
es alta. Esto puede suponer malas noticias para los que están interesados en el
apego como un rasgo estable, pero buenas noticias para aquellos de nosotros
interesados en el cambio” “Como psicoterapeuta –dice Cozolino- que está
interesado en el cambio positivo, la variabilidad de los datos es una buena
noticia. Yo creo que los esquemas de apego son una maleable forma de memoria
implícita, así pues la relación terapéutica con los clientes puede alterar los
mismos de una manera saludable. En este sentido, la psicoterapia viene a ser
una relación de apego guiada con el
objetivo de apoyar la homeostasis (moderados estados de activación) y una
eventual reparación de los esquemas de apego inseguro”
En consecuencia, huyamos de posturas
radicales. Es posible influir en los esquemas de apego de un modo que éstos
puedan sanar. Bien modificándolos en su naturaleza, bien generando nuevos
esquemas alternativos en una suerte de resiliencia secundaria. Mi experiencia
profesional coincide con lo que los expertos como Cozolino nos transmiten: el
apego es plástico. Ahora bien, si a un menor no se le da la oportunidad de
reparar unos esquemas de apego dañados en la primera infancia por experiencias
adversas graves de maltrato y abandono, si crece y pasa muchos años con
abandonos reiterados, ausencia de permanencia de una figura adulta sensible,
disponible y empática, rupturas de contacto y de contexto reiteradas, los
esquemas iniciales se ven reforzados y las probabilidades de acercarse a la
adolescencia con una vulnerabilidad alta y procesos patológicos son mucho
mayores. Nunca es tarde en la vida, pero será muchísimo más complicado. Los
niños con trastorno del apego temprano que van de institución en institución o
de familia de acogida en familia de acogida, sin un adulto o referente empático
y firme (límites puestos con aceptación incondicional) en sus vidas, es más
probable que lleguen a la vida adulta con un trauma no resuelto. Los niños que
tuvieron durante un tiempo largo la posibilidad de vincularse con una figura
adulta alternativa sana (bien con un educador de centro de acogida bien con un
acogedor en una familia) son los que he comprobado en mi práctica clínica que se
desarrollan con más resiliencia.
La psicoterapia se revela como
una experiencia -nos dice Cozolino- capaz de influir en los esquemas de apego
alterados, tanto en los niños como en los adultos. ¿Por qué? ¿Cómo? ¿Qué tipo
de terapia? ¿Cuándo ir a terapia? Esto es motivo para otro post la próxima
semana.
Antes de despedirme, quiero
enfatizar dos cosas:
La primera, la entrada de la semana pasada referida a los cuentos terapéuticos elaborados por la educadora Verónica Pérez ha sido todo un éxito. Este post ha tenido numerosísimas visitas, lo
cual agradezco. También me sugiere que estamos todos muy necesitados de
herramientas. Así pues, pienso prepararos otro post pronto con materiales de
esta índole.
La segunda, os invito a leer el blog de mi amiga y colega Pepa Horno, gran persona y excelente profesional. Nos habla en esta entrada de una adversa experiencia como madre. En efecto, como madre
empática y sensible, sí, pero también ella sabe como profesional lo que puede ocurrirles
a las víctimas. Es una experiencia doliente y sufriente que le afecta
en lo más hondo de su persona pero con un mensaje, una vez más, de que los
procesos resilientes son posibles, si somos capaces de estar ahí con
permanencia, contención, aceptación, empatía y… amor. Nos os la perdáis.
Podemos aprender mucho de las experiencias. También os recomiendo su nuevo trabajo Escuchando mis tripas Dice Pepa: "El maltrato infantil, y el abuso
sexual en particular, es una realidad en nuestra sociedad. Y sin embargo
tememos hablar sobre ella a los niños y niñas, tanto en nuestras familias como
en las escuelas. Entre otras cosas, porque a menudo no sabemos cómo. Falta
formación y existen pocos materiales específicos para poder hacerlo, sobre todo
con los niños y niñas más pequeños. El programa Escuchando mis tripas es
una propuesta didáctica de prevención primaria del abuso sexual infantil en
niños y niñas de tres a seis años"
Os espero a todos/as la semana
que viene. Cuidaos / Zaindu.
Precioso artículo.
ResponderEliminarMe encanta la parte de "plasticidad del apego" y su relación con la "plasticidad cerebral" y como la psicoterapia puede influir en la plasticidad cerebral con nuevas redes neuronales, para consecuentemente, mejorar o sanar el apego.
Relación Neurobiologia/ psicoterapia.
Saludos
Edorta G.
Ya sé que eres un entusiasta de estos temas, Edorta. Me alegro de que compartas conmigo esta pasión por estos temas de apego y neurobiología.
ResponderEliminarSaludos cordiales,
José Luis
Mi querido amigo,
ResponderEliminarGracias por tu mención y sobre todo por tus palabras.
Y por la difusión de "Escuchando mis "tripas"", que es un programa que he querido difundir y ofrecer tanto cuanto sea posible, pensando en los niños y niñas que se pueden beneficiar.
Pero sobre todo gracias por tu cariño y por tu manera de honrar mi amor hacia mi hijo.
Un abrazo,
Pepa
Querida Pepa: me sentí tan emocionado con la manera en la que has llevado ese tema tan difiicil que pensé justamente que el mejor modo de honrarlo era contarlo en el blog y enlazarlo con el tuyo para que pueda servir de ayuda a otras personas. Y sobre el material que has elaborado no he tenido ninguna duda de que merece la mayor difusión posible porque es algo de lo que carecemos y lo necesitamos. Un abrazo y cuídate!
ResponderEliminarEstimado Jose Luís,ni imaginas cuanto te leo...desde que mi hijo, adoptado, llegó con las dificultades de los trastornos del vinculo. tras varios años de psicologos,medicos, colegios, dificultades, por aqui y por allí... llegando a tener esos momentos de desesperación sin saber como ayudar a lo que mas quiero en mi vida. me alivia lo de la plasticidad a la vez que quiero creer en ella, gracias por tu talento, a mi me esta ayudando mucho y espero conocerte en algún momento. tengo demasiadoas preguntas, demasiadas dudas.. imagino como todos los padres y madres... gracias .
ResponderEliminarAntonio Ayala.
Estimado Antonio: Muchas gracias por tus palabras, y según nos dicen los expertos, como Cozolino, sí, se puede creer en esa plasticidad aunque hay que trabajar firme con los niños/as para conseguirla. Me alegro de que el blog te esté siendo de ayuda y algún día seguro que coincidiremos en una formación. Saludos cordiales,
ResponderEliminarExcelente artículo! Me ha puesto a pensar en el tipo de vínculo que debo construir con cada uno de mis pacientes para facilitar resiliencia a través de un vinculo terapéutico basado en un modelo de apego sanador. Gracias!
ResponderEliminarGracias a ti! Saludos cordiales
ResponderEliminarQuiero felicitarte por este esperanzador artículo, como terapeuta familiar y de parejas que soy, creo firmemente en el poder reparador que tiene los vínculos de pareja para sanar heridas de apego. Además nuestro rol como terapeutas de ser espejos reparadores de la imagen de sí mismo y de la experiencia de apego seguro para los pacientes. Te seguiré leyendo con mucho entusiasmo. Saludos desde Panamá.
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