Como os anuncié, retomo el tema
de las funciones ejecutivas, sobre las cuales ya hablamos en otra entrada hace
unas semanas. El post de hoy lo que pretende es centrarse en la parte
práctica, esto es, cómo desarrollar y estimular esas funciones en los niños.
Vamos a proponer un programa basado en cinco pasos, programa que exponemos en
esta entrada y que terminaremos en una tercera y cuarta (y última) dedicada a las funciones ejecutivas.
Podéis aplicarlo los padres,
familias acogedoras, profesionales... Pero para ello, el niño antes ha debido de
aprender otras habilidades como la identificación y el manejo de las emociones. Éste tiene que estar suficientemente estabilizado emocional y conductualmente
y haber recibido una psicoeducación en este sentido.
Del mismo modo, el adulto que
está a cargo del menor de edad debe de tener un vínculo positivo y solidificado
con éste, así como ser capaz de gestionar sus propias emociones y constituirse
en una persona que puede hacer un acompañamiento educativo con el niño. Si no
se dan estos ingredientes, es mejor no intentar nada.
Os recomiendo, a los que entráis
aquí por primera vez, que os leáis y trabajéis primero los post anteriores
referidos a la psicoeducación para familias adoptivas y acogedoras, porque hay
aspectos que deben ser trabajados antes que las funciones ejecutivas.
El programa es de las autoras
Blaustein y Kinniburgh, el cual lo exponen en su libro “Treating traumatic stress in children and adolescents” No está traducido al español.
Hechas estas puntualizaciones,
comenzamos.
Habilidades para la resolución de
problemas
Las habilidades de resolución de
problemas pueden ser usadas formal o informalmente, en una conversación con el
niño o mediante tareas escritas o dibujadas, si éste lo entiende e interioriza
mejor así. Pueden ser utilizadas para pensar en un reto que el niño tiene que
afrontar (por ejemplo, no olvidarse la agenda escolar) o para explorar una
situación que ya ha ocurrido. Como os suelo decir muchas veces, normalmente
cuando nos enfadamos, abroncamos al niño pero con mucha menos frecuencia nos
sentamos con él a ayudarle o darle herramientas para que aprenda a solucionar
sus problemas. No olvidemos que en la base de muchos olvidos o problemas para
el manejo adecuado de situaciones están las funciones ejecutivas que aún no se
han desarrollado lo suficiente o están debilitadas como consecuencia del efecto
del trauma sobre el cerebro.
Para la gran mayoría de nosotros,
las habilidades de resolución de problemas son pasos que ejecutamos de una
manera no consciente, un proceso rápido que utilizamos para manejar una
situación y hacer diferentes opciones. Pero los niños que han sufrido traumas, se los saltan y ellos, literalmente, reaccionan. El objetivo de este trabajo, entonces, es hacer consciente este
proceso no-consciente de resolución de problemas.
Vamos a exponer los pasos para
desarrollar estas habilidades. Pero cada uno debe de practicarse por separado
hasta que el niño obtenga un nivel de dominio y confort con el mismo. Sin
embargo, la meta final es que éste sea capaz de desarrollar la habilidad
para aplicar todos los pasos ante una situación dada.
Paso 1: Darse cuenta de que hay
un problema
Enseñar al niño a:
Conectar con habilidades aprendidas anteriormente, que son las de reconocimiento de emociones en el
cuerpo. “Muchas situaciones nos traen sentimientos. Nosotros ya hemos hablado
mucho acerca de las maneras en las que podemos reconocerlos y cómo podemos
abordarlas” – le decimos.
Los sentimientos nos dan una
información importante. “Algunos sentimientos son duros y nosotros queremos
deshacernos de ellos. Pero los sentimientos nos dan una importante información.
Ellos nos permiten saber que algo no va como nos gustaría o también nos
informan que estamos preocupados o agobiados por algo” – le decimos.
Utilizar la metáfora “detectives de
sentimientos” para aprender a reconocer problemas. Los niños deben de aprender que
los sentimientos son la principal fuente de información para saber que podemos tener
un problema. “Nosotros hemos hablado sobre cómo reconocer los sentimientos así
pues podemos manejarlos, compartirlos con otras personas o utilizarlos
para hacer buenas opciones” – le comunicamos.
Paso 2: Establecer una base de
seguridad e inhibir la reacción instintiva de respuesta al peligro
Enseñar al niño a:
Darle psicoeducación sobre el cerebro
(Aclaración y material adicional: Para ello sería necesario que os leyerais el
libro “El cerebro del niño”, de Dan Siegel, pues os ayudará a vosotros padres,
familias y profesionales no demasiado familiarizados a aprender los aspectos
básicos del funcionamiento cerebral. También el libro está pensado para que los
niños lo puedan entender. Además, os recomiendo que veáis con el niño este vídeo
que me ha recomendado mi amiga y colega Maryorie Dantagnan, mi maestra en
psicoterapia con este tipo de niños. Explica de una manera divertida y con dibujos
animados la respuesta al estrés y cómo el cerebro puede aprender a apretar el “botón
del miedo” ante amenazas que nos parece que lo son pero no lo son. Este vídeo vale más que mil explicaciones. Para niños a
partir de los 9 años, si su nivel de comprensión es bueno. Para adolescentes y
adultos es ideal. Nosotros mismos podemos saltarnos algunas partes de la
fisiología o aclarar conceptos con nuestras explicaciones. Pero el vídeo deja
muy claras con sus imágenes cómo funciona este “botón del miedo” y los niños lo
pueden entender. Mil gracias por tu generosidad, Maryorie, y un abrazo desde estas líneas) y normalizar la
respuesta rápida ante el peligro. “Una de las cosas que los sentimientos hacen
es enviar un mensaje a nuestro cerebro de que hay algo ante lo que debemos
actuar. Diferentes partes de nuestro cerebro controlan diferentes cosas. Una
parte de nuestro cerebro es realmente buena en hacer o actuar –por ejemplo, si
tocamos una estufa u hornillo, el dolor es un mensaje al cerebro ejecutivo
porque necesitamos mover nuestra mano rápidamente-. Otra parte de nuestro
cerebro es realmente buena pensando, pero algunas veces no podemos pararnos a
pensar porque si nos estamos quemando la mano, ¿realmente es sensato pasar tiempo
pensando antes de mover la mano?”
Proporcionarle una base lógica
para el uso de la habilidad. “Algunas veces, en cambio, es importante que
usemos el cerebro pensante. Cuando nosotros tenemos sentimientos físicos como
el dolor, es necesario reaccionar rápido. Pero otro tipo de sentimientos como
sentirse preocupado, enfadado, excitado, o frustrado, pueden llevarnos a actuar
rápido. Esto es bueno cuando estás realmente en peligro, pero no tan bueno
cuando no lo estás”
Los niños que han estado en
peligro con anterioridad son realmente buenos en reaccionar rápido cuando
las situaciones, pensamientos o sentimientos surgen y parecen señales de
peligro. La mayor parte del tiempo, en cambio, es necesario e importante saber
qué pasa antes de reaccionar. "¿Te ha pasado alguna vez que los sentimientos te
han hecho reaccionar demasiado rápido? Por ejemplo, gritarle al profesor o
pegar a un hermano. ¿Cuáles fueron las consecuencias de reaccionar tan rápido?”
Emplearse con los niños en que
aprendan a diferenciar entre el peligro real o el percibido. “Cuando tú tienes
sentimientos fuertes o intensos, la primera cosa que tienes que hacer es darte
cuenta de si tú estás en peligro o no. Ya hemos comentado que nuestro cerebro ha aprendido a prestar atención a las claves que nos dicen que
algo podría ser peligroso. Algunas veces, hay un peligro real. Pero otras
muchas veces, las claves o las cosas que nos pasan son UN RECUERDO de algo que
fue peligroso en el pasado. ¿Recuerdas como les llamamos? (En anteriores
psicoeducaciones, introdujimos el concepto de disparador o trigger, en inglés,
al niño) Los disparadores activan el sistema de alerta del cuerpo. Lo que
nosotros vamos a hacer es trabajar para tomar conciencia cuándo es una alarma
real o cuándo es una falsa alarma, como cuando simulan fuego en el colegio para
ensayar una evacuación”
Antes de continuar, el niño debe
de establecer un sentido básico de seguridad. Emparejamos la habilidad del niño
para reconocer que él está molesto con la de reconocer el
entorno inmediato y así evaluar: "¿Estoy realmente en peligro?" "¿Hay algo en mi
entorno que pueda herirme?" "¿Hay alguna amenaza que se cierna sobre mí?" Siempre
recomiendo a todos los padres y familias, sobre todo al principio de las
adopciones con niños recién llegados, muy traumatizados por la violencia, que
suelen tener muy activa la respuesta al peligro (¡cómo no la van a tener!)
siendo muchos los disparadores (en particular los que les activan
intensas emociones de ira) que les mueven a la agresión, que hagan un esfuerzo
sobrehumano para no darles ningún azote. Primero porque no debemos educar así,
a mi modo de ver. Y, segundo, ¡porque vamos a reforzar más ese sistema de alerta en
el niño y no se va a extinguir nunca! ¡Le vamos a dar motivos para que sienta
que sigue amenazado!
A continuación, vemos con el niño
cuáles son sus propios disparadores. ¿Qué cosas elicitan emociones intensas o
hacen que se sienta inseguro? Ayudar al niño a encontrar sus propias palabras
para describir situaciones (“Cuando la gente me hace pasar un mal rato”, las “injusticias”
Prestar atención a múltiples tipos de disparadores: internos (sentirse solo o
vulnerable); relacionales (la autoridad del adulto, la intimidad); sensoriales
(olores, sonidos, expresiones faciales, tocarles)
Ayudamos al niño a identificar
claves que se correspondan con los disparadores. Unir la respuesta de
escaparse/luchar/quedarse como congelado ante los disparadores. ¿Cuáles hemos
identificado como conductas o sentimientos propios cuando ellos están en una respuesta
de ataque? ¿Disparadores que les hacen huir? ¿Disparadores que les hacen
quedarse bloqueados o congelados? Tener en cuenta que diferentes reacciones pueden
ir con diferentes disparadores.
Terminamos por hoy. Soy
consciente de que muchos padres o familias se ven limitados para hacer este
tipo de trabajo y que quizá caiga más en el ámbito de los profesionales. No
obstante, creo que podéis todos extraer información psicoeducativa útil para al
menos, entender porqué a vuestro niño o niña le cuesta tanto usar las funciones ejecutivas. Y poder así ayudarle.
Quedan todavía dos post más sobre
este tema (la tercera y cuarta parte) Sin embargo, por variar y
hacerlo más entretenido, el próximo lunes os hablaré de un autor y un libro
que me han dejado fascinado. Siempre hemos comentado que los cuidados
parentales en los primeros años de vida son fundamentales (en particular, los
maternos) y que el cerebro los necesita para configurarse y modelarse estructural
y funcionalmente. Es el alimento emocional que el cerebro precisa para desarrollarse.
Pues bien, dicho autor nos ofrece una serie de datos que nos explican cómo
sucede esto, cómo la atención y cuidados maternos actúan sobre diferentes partes
del cerebro y sus neurotransmisores, mediante los mecanismos epigenéticos. ¡Es
increíble cómo interactúa la química cerebral con el ambiente y los cuidados
maternos, es el prodigio de la vida!
Mañana os anuncio dos útiles e interesantes novedades bibliográficas.
Mañana os anuncio dos útiles e interesantes novedades bibliográficas.
Cuidaos / Zaindu
espero con enorme interés tu cita y comentario del próximo lunes sobre ese libro, es el tema que estoy investigando últimamente.
ResponderEliminarSaludos.
Creo que la referencia de la semana próxima te gustará, Edorta, y te será muy útil para lo que investigas, en efecto. Ya me dirás. Un saludo cordial.
ResponderEliminarPeso pesado este profesional ! enganchadisima con su profundidad, seriedad para escribir, datos que añade y lenguaje con el que lo transmite . Muy valioso para mi profesión . Gracias . Por favor continue .... María Helena Manrique de Lecaro
ResponderEliminarGracias Maria Helena por tus palabras. Para mi son un importantísimo estímulo para seguir adelante y continuar esta labor. Saber que hay personas como tu que valoran las entradas me llena de satisfacción. Muchísimas gracias. Saludos cordiales
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