Llevamos
unas cuantas semanas en las cuales tenemos olvidada la psicoeducación para
familias adoptivas y acogedoras. Uno de los objetivos del blog para este curso -en cuanto a temáticas- es el
de ofreceos información sobre cómo los sucesos traumáticos influyen
negativamente en el desarrollo del niño. Creo que estamos consiguiendo el
objetivo.
Además
de proporcionaos información, estas entradas os sugieren orientaciones
prácticas para trabajar cada una de las áreas. Desde el pasado otoño venimos
exponiendo estos temas, y hoy nos toca empezar el referido a las denominadas funciones ejecutivas, a menudo
debilitadas en los menores de edad acogidos o adoptados y que han sufrido una
historia de vida traumática. Funciones como el mantenimiento de la atención, el
control de impulsos y emociones, la planificación de tareas, la previsión de
las consecuencias de los propios actos están relacionadas con las funciones
ejecutivas. Tareas que no pueden desempeñar los niños traumatizados con competencia suficiente y, por ello, a menudo, generan no pocas situaciones de tensión y
conflicto en las familias. Situaciones que no son bien gestionadas por éstas
pues presuponen que el niño quiere y puede afrontarlas y manejarlas cuando, en
realidad, no es así porque dependen de unas funciones cerebrales que aún no
están suficientemente estimuladas.
Nos
basamos, como lo hemos hecho en toda la psicoeducación, en el libro de
Blaustein y Kinniburgh titulado: “Tratando
estrés traumático en niños y adolescentes”, publicado solo en ingles.
La idea principal es la de trabajar con los niños para que aprendan
a actuar en vez de reaccionar, mediante el uso de procesos cognitivos de orden
superior para resolver problemas y hacer opciones adecuadas.
Vamos,
primero, a aprender cuáles son los conceptos clave
¿Qué son las funciones ejecutivas?
Las
funciones ejecutivas pueden ser conceptualizadas o entendidas con este símil: “son el capitán del barco cognitivo” Estas
funciones ayudan al ser humano a navegar a través del mundo de manera que nos dirijamos
a metas y meditemos sobre las mismas.
Muchas
habilidades son clasificadas como funciones ejecutivas. Entre ellas, estas:
Demorar o
inhibir respuestas
Toma de
decisiones activa
Anticipar
consecuencias
Evaluar
resultados
Generar
alternativas de solución
¿Por qué potenciar las habilidades
que fomentan las funciones ejecutivas?
Para
contestar a esta pregunta, primero debemos de conocer cómo impacta el trauma en
las funciones ejecutivas. Como ya hemos hablado en multitud de ocasiones, la
palabra trauma se refiere no sólo a un suceso puntual que pone en riesgo o es
una amenaza potencial para la seguridad e integridad personal, sino que abarca
también una sucesión de experiencias de carácter relacional en la que el niño
ha vivido carencias prolongadas afectivas y/o negligencia, abandono y/o malos
tratos. La falta de nutrimiento emocional, de alimento emocional tiene unas
consecuencias para el cerebro. Que un niño esté, por ejemplo, viendo solo, durante
horas, el techo blanco de un orfanato es como la desnutrición en el plano
físico: falta la “comida” emocional. Eso es desnutrición emocional. El cerebro
no recibe la estimulación, a través del contacto físico, el lenguaje del
cariño, la comunicación no verbal lúdica… que son necesarias para que las
neuronas se interconecten y las funciones del cerebro se vayan consolidando. Ya
sabéis que todavía algunas (o bastantes personas) creen que los niños no
necesitan desarrollarse a nivel emocional. Estas personas tuvieron una infancia
en la cual las emociones eran negadas, reprimidas e incluso, infravaloradas.
Puede sorprender, pero esto es así. En un libro que ya os he mencionado,
excelente, titulado “Amar sin miedo a malcriar”, de Yolanda González, se explica esto en base a un sencillo
argumento: si la educación emocional fuera realmente una prioridad de la sociedad, nuestro mundo sería realmente mucho más humano y
solidario de lo que es. Ha habido muchas revoluciones a lo largo de la historia
pero ninguna de ellas ha supuesto un cambio radical en la humanidad. La
verdadera y auténtica revolución comienza por un profundo conocimiento de uno
mismo.
El
desarrollo de las funciones ejecutivas camina en paralelo al desarrollo del
cortex prefrontal. Las funciones ejecutivas se desarrollan a lo largo de la
infancia y la adolescencia, permitiendo a los niños llegar a ser cada vez más
sofisticados en sus recursos cognitivos y en la solución de problemas. La
conducta humana dirigida a objetivos o metas está guiada por esta parte del
cerebro la mayor parte del tiempo.
Juntamente
con otros sistemas cerebrales, el cortex prefrontal está implicado en la
respuesta al estrés traumático. Cuando el estrés oprime o abruma los mecanismos
de afrontamiento normales y se activa la respuesta ante el peligro, los
sistemas clave para la supervivencia (por ejemplo, el sistema límbico del
cerebro, el área emocional del mismo) toman el mando y los sistemas no
esenciales en ese momento son desactivados. ¡En un momento de peligro
significativo los procesos cognitivos superiores son considerados no
esenciales o sin importancia! Pensad si estáis en el medio de la jungla, y un
león se aproxima hacia vosotros: ¿Vais a pensar qué hacer o vais a salir
corriendo?
El sistema
límbico y el cortex prefrontal son mutuamente inhibitorios: mientras uno entra
en activación, el otro decrece, y viceversa. Pensad cuando estáis frustrados si
podéis ejecutar la habilidad para manteneros centrados en algo y continuar
trabajando. Mientras aumenta el arousal o la activación, los procesos cognitivos
no entran en acción. Considerad ahora la manera en la cual usáis vuestro
“cerebro pensante” (por ejemplo, centrarse en la lógica; descomponer la tarea
paso a paso) porque ayuda a reducir los sentimientos abrumadores. El modo en
que empleamos las cogniciones de orden superior puede servir para regular los
niveles de arousal o activación del organismo.
Para los niños que han experimentado
trauma crónico, la exposición continua al peligro (a ambos: al real y al
percibido) se cobra un peaje en el desarrollo de las habilidades cognitivas
superiores. Con una
sensibilidad aumentada a las señales de peligro, el cerebro de un niño
crónicamente traumatizado está frecuentemente preparando el cuerpo para correr
delante del león, y por lo tanto para priorizar el sistema límbico antes que la
activación del prefrontal. Porque hay muchos disparadores potenciales de
peligro, estos niños pueden estar bajo el control del sistema límbico en mitad
de la clase de matemáticas como si estuvieran en mitad de la jungla.
La
investigación indica que los niños que han experimentado trauma se retrasan
respecto a sus iguales en el desarrollo de habilidades ejecutivas apropiadas a
su edad. Ellos son menos competentes en tareas que requieren diversas
habilidades como inhibir respuestas, planificar, hacer opciones activas y
mantener la atención.
Este tipo
de habilidades se ponen de relieve claramente cuando los niños deben de rendir
académicamente. Muchos profesionales de la educación las tienen en cuenta, pero
otros las pasan por alto y no disponen a los niños de las ayudas
psicopedagógicas que precisan para enseñarles a aprender a aprender las tareas.
Se valora que el niño es inteligente y puede acceder a los contenidos del
curriculum. Pero si se obvian las funciones ejecutivas y no se atienden a
tiempo, a la larga estos niños se ven impelidos a estudiar con sus padres
(padre o madre) al lado, que toman esta decisión porque si dejan al niño solo
se distrae, quiere terminar cuanto antes porque no tolera la frustración de
tener que repetir los ejercicios, da respuestas impulsivas a la tarea o se
cansa rápido y no puede perseverar. El estudio se convierte en una pelea y un
agotamiento y sufrimiento diario para los niños y las familias. Llegando a la
preadolescencia, los jovencitos ya no soportan estudiar y abandonan pues resulta
frustrante y les desmotiva el no conseguir aprobar o suspender muchas
asignaturas. Lo que estos niños necesitan es que se evalúen estas habilidades y
se trabajen y estimulen, con un profesional al lado que les enseñe
progresivamente a darse cuenta de cómo son sus procesos emocionales y cognitivos, que se
observen cuando aprenden y cómo aprenden, enseñándoles estrategias, habilidades
llamadas “meta” (ser consciente de tu propia atención para aprender a regularte
y parar cuando lo necesites, por ejemplo) Ahora bien, es una tarea ardua y a largo plazo. No es fácil, no. Pero lo que opino no puede ser es que –por desconocimiento y guiándose por el
“más es mejor”- se les infle a deberes porque estos niños no se van a
beneficiar de este refuerzo. Necesitan, primero, aprender a aprender. Lo que más
importa es que el niño aprenda a auto-monitorizar el aprendizaje no cuánta
tarea haga.
Vemos un
ejemplo: Lorenzo es un niño que entregado por sus padres biológicos a un
orfanato al no poder cuidarle, sufrió abandono emocional y físico al no
dispensarle las atenciones empáticas, rápidas y sensibles que se requieren a
esa edad en la cual el desarrollo es completamente dependiente de la
experiencia. Además, Lorenzo nació prematuro (bajo peso), probablemente porque
los cuidados de la madre durante el embarazo fueron deficitarios. Cuando tiene
que estudiar, Lorenzo ya se siente activado. Es algo que no le gusta porque le
genera malestar. Tener que centrarse y mantenerse en la tarea le desagrada.
Pero sabe que tiene que hacerlo, aunque le estrese porque quiere hacerlo bien a
toda costa para que sus padres adoptivos estén contentos y para no ser de los
peores de la clase. A pesar de esta buena intención, Lorenzo no puede regular y
modular ese estrés. Su sistema límbico, alterado desde bebé, le coloca en
posición de supervivencia y empieza a moverse, a pensar en los videojuegos… Por
eso, se equivoca en las sumas. Los padres le dicen que no está bien, que tiene
que repetir. Lorenzo, incapaz de inhibir las emociones y los impulsos ante la
frustración, dice que no quiere repetir. Los padres le insisten y Lorenzo
estalla tirando los libros al suelo, gritando e insultando. Tienen que
sujetarle para que no se haga daño a sí mismo o dañe a los demás. Cada día
aumenta la exigencia de deberes y ese estrés no puede ser manejado por el niño.
Los padres, desesperados, no saben qué hacer.
Este es un
ejemplo típico de este problema que, a menudo, es interpretado etiquetando al niño
como rebelde, malo o desobediente. Puede existir un problema de funciones ejecutivas que conviene
evaluar. Porque la manera de ayudar a Lorenzo es, primero, bajar ese estrés y
propiciar que pueda empezar a aprender a
aprender acompañado de una persona que sea capaz de ayudarle a potenciar
sus funciones ejecutivas. Existen profesionales formados en este sentido que
pueden enseñar a los niños cómo hacerlo y orientar a las familias sobre cómo
llevar el estudio, coordinándose con el tutor escolar.
Las
funciones ejecutivas no sólo tienen implicaciones a nivel escolar sino también
en la inhibición de los impulsos (por ejemplo, la conducta de robo), prever las
consecuencias de tus actos, planificar y tomar las decisiones reflexivamente…
en otras áreas de la vida. De ellas iremos hablando en el blog. Pero antes, la semana próxima, os hablaré de las Jornadas de Clausura del "II Curso de Resiliencia Aplicada" Organizadas por Addima (Asociación para el Desarrollo y Promoción de la Resiliencia), tuvieron lugar en Zaragoza el pasado 26 de abril. ¡Fueron excelentes!
Cuidaos / Zaindu
Cuidaos / Zaindu
Egun on Jose Luis. impresionante post. Según iba leyendo me venían a la cabeza muchos chavales que han pasado por nuestra manos y que les ocurría exactamente eso. Es un lujo contar con este tipo de comunicaciones que desgranan las dificultades ocultas, que no vemos de los niños y niñas más dañados. Te felicito. un saludo
ResponderEliminarMuchas gracias, Iñigo, me alegra saber que esta entrada te ha aportado un marco comprensivo de las dificultades que tienen algunos niños para autodirigirse. Un afectuoso saludo.
ResponderEliminarExtraordinaria información..., como siempre. Es exactamente lo que le pasa a mi hijo pero ahí siempre me entra la duda de si hay un poco de pereza y echada de pulso o realmente está fatigado por el esfuerzo. Su profe ha optado ( ya desesperado con el) por ponerle jinkana de 10 actividades y ayer me dijo que no podía con tantas. El problema esta también en que él no le dice nada al profe. me lo dice a mí y él resuelve subiéndose a la pizarra, a los armarios y a volverle loco a su tutor.
ResponderEliminarMe ha llamado la atención cuando dices que hay profesionales que le ayudan a desarrollar esa parte del cerebro que ellos tienen tan mermada.
Muchas gracias por tu sabiduria y esfuerzo de trasmitirla a los que tanto lo necesitamos.
Un saludo,
Hola:
ResponderEliminarLa verdad es que tu blog me encanta.Con esa ultima página me siento totalmente identificad.Pero cuando hablas de enseñar a aprender de que profesionales estas hablando psicologos, logopedas porque si conoces alguno en Bilbao estaría muy interesada en que me dijeras o por lo menos a donde dirigirme.Tu trabajo me sigue sirviendo de mucha ayuda y oirte siempre ha sido un placer tambien. Muchas gracias.
Gracias por vuestros comentarios. Los profesionales especializados en dificultades de aprendizaje (logopedas, psicopedagogos, psicólogos con especialidad en educación, pedagogos)son los que pueden ayudar a los niños a estimular estas funciones. En Bilbao no conozco ninguno, ya lo siento. Pero es cuestión de indagar e investigar porque haberlos seguro que los hay. Saludos cordiales.
ResponderEliminarTE agradecemos la generosidad con la que escribes en tu blog. Pertenezco a un equipo que trabajamos con niños victimas de maltrato en Castilla y Leon y te seguimos con mucho interes, tus aportaciones son permiten estar al dia y comprobar que vamos en la misma linea de trabajo.
ResponderEliminarUn saludo y gracias.
Anabella Sancho
Estupendo, os agradezco mucho vuestras palabras y me satisface que caminemos en la misma línea de trabajo. Un saludo cordial para vosotros/as
ResponderEliminarTu entrada llega en un momento muy necesario para nosotras. La semana pasada tuve reunión en el cole de mi hija, más allá de las muy severas dificultades de aprendizaje, la orientadora se quejaba de la actitud de mi hija, que todo hay que repetírselo y que pareciera como si no le importara, que olvida las consecuencias, etc..
ResponderEliminarLe acabo de enviar el link a tu entrada a la terapeuta de mi hija, para juntas analizarlo y luego enviarlo a la orientadora de la escuela, que por suerte no tiene problemas en leer toda la informaciòn que le encuentro.
Es difícil a veces que la gente entienda las consecuencias del abandono, de las largas institucionalizaciones, las carencias afectivas, etc. En el cole creen que todo se lo quiero achacar a la adopción.
Te mando un abrazo desde México.
Alejandra
Hola Alejandra: si esta entrada sirve para que comprendan mejor a tu hija y le enseñen a aprender, me alegro.
ResponderEliminarTodo no se le puede achacar a la historia de los niños y a la adopción, pero si la parte que le corresponde.
Un saludo muy cordial para ti y para tu maravilloso pueblo.