Esta semana comparto con
vosotros/as los resultados de una investigación científica reciente que viene a
corroborar la impresión que los que trabajamos con niños, adolescentes y
adultos víctimas de maltrato tenemos: el dolor emocional que éstas sienten es
como el dolor físico.
Expongo brevemente las
principales conclusiones del estudio.
El departamento de Psicología de
la Universidad de Michigan acaba de descubrir en un reciente estudio llevado a
cabo por Kross, Berman, Mischel, Smith y Wager que el dolor emocional es
equivalente al dolor físico y que, además, compartirían las mismas zonas
cerebrales y los mismos mecanismos de activación del sistema opioide. Esto es,
las situaciones de rechazo social activan las mismas zonas cerebrales que
activan el dolor físico (las zonas somatosensoriales)
La investigación sugiere que el
solapamiento neuronal entre el rechazo social y el dolor físico es mayor de lo
que la investigación había sugerido hasta ahora. Los autores proponen
específicamente que las experiencias de rechazo social, cuando son elicitadas
de manera intensa, implican a zonas del cerebro que se asocian a ambos
componentes del dolor físico: los componentes afectivos y sensoriales.
Los resultados dan un nuevo
significado a la idea de que el rechazo social “hiere” El rechazo social y el
dolor físico son similares no sólo en que ambos son estresantes sino también en
que ambos comparten una representación común en los sistemas somatosensoriales
del cerebro.
Las conclusiones me han
sorprendido relativamente. Desde que empecé a trabajar con los niños víctimas
de malos tratos ya intuía que el dolor que estos niños padecen se podía sentir
y notar en los niveles corporales. Quizá eso les lleve a muchos o a disociarse
(distanciarse de la experiencia corporal como un anestésico contra el dolor) o
a hiperactivarse (moverse, mostrar inquietud, intranquilidad motora…) como una
manera también de canalizar dicho dolor. Dolor que tiene que ser insoportable.
Posteriormente, le escuché afirmar a Jorge Barudy, especialista en este tema y
uno de mis formadores, con gran maestría y empatía, que a los niños maltratados
emocionalmente les duele el cuerpo, ellos lo notan ahí. No había una
investigación científica que lo avalara pero de alguna manera lo podíamos
intuir y sentir.
Pero como pasa cuando algo se avala empíricamente, disponemos no sólo ya de la intuición sino de un estudio científico
(hecho de una manera rigurosa) que nos dice que el rechazo social se siente con
la misma intensidad que el dolor físico. ¿Cuál es la primera experiencia social
que un bebé tiene? La relación con sus cuidadores, normalmente sus padres, o su
padre, o su madre. Si esta relación es emocionalmente sintonizada y el cuidador
muestra sensibilidad y empatía hacia las necesidades físicas y emocionales del
bebé, éste se desarrolla de una manera positiva. Es el apego seguro del que
hemos hablado cientos de veces en este blog. La base segura que nos permite
desplegar todas nuestras capacidades emocionales, sociales, cognitivas,
lingüísticas…
Pero si la primera experiencia
social del bebé implica rechazo, ya os imagináis qué ocurre: el niño va a
sentir dolor emocional… ¡que va a experimentar como si fuera dolor físico! Le
va a doler como duele un puñetazo, un golpe… Y le va a herir. Desde edades muy
tempranas soportará este dolor. Y el niño -que es muy vulnerable-, como decimos muchas veces, tendrá
que ponerse como un traje para poder defenderse y adaptarse a la experiencia
adversa y dolorosa que vive y sufre en sus carnes. Las emociones se
corporalizan y lo corporalizado es emoción. Se acabó pues, el dualismo
cuerpo/mente, como ya explicaba Rafael Benito, psiquiatra, en su magnífico
prólogo para el libro sobre la caja de arena que acabo de publicar titulado: "Construyendo puentes. La técnica de la caja de arena (sandtray)"
Si seguimos pensando en otras
formas de maltrato emocional como lo son el teasing (poner motes, sobrenombres,
burlarse de otro…) o el bullying, no sólo nos daremos cuenta de que es un maltrato que deja secuelas importantes en el niño y en el futuro adulto, sino también que éste va a estar, además, soportando, durante mucho tiempo, un dolor emocional que es equivalente
al físico. Es comprensible que las víctimas se lleguen a desesperar.
Cualquier forma de maltrato
emocional, por lo tanto, va a ser experimentado como un dolor físico. Se podría
decir que las fronteras entre el dolor físico y el emocional quedan, por lo tanto,
sin delimitar en cuanto a sentirlo: duelen igual. Son equivalentes. Ambas se
viven con la misma intensidad y ambas se procesan -y comparten- los mismos
sistemas cerebrales.
Por eso los niños necesitan un
trabajo terapéutico específico que les ayude a enfrentarse a las experiencias
de maltrato emocional grabadas en su cerebro a través de técnicas que les permitan
elaborarlas sin sentir tanto dolor. Porque el dolor emocional va a ser, como
decimos, equivalente al físico. Es normal que se defiendan y les cueste
trabajar en terapia. Sobre todo si no les ofrecemos modelos terapéuticos
adaptados a su sufrimiento.
También este descubrimiento nos
reafirma aún más en que jamás hay que minimizar una experiencia de rechazo
social y mucho menos de maltrato emocional (la experiencia de rechazo social
más dura que puede existir es el maltrato emocional: ser vejado, humillado,
insultado, menospreciado por otro o por otros; y si esos otros son
significativos, aún la experiencia es más dura) Hay que reconocer el dolor a la
persona que ha sufrido maltrato. Y, segundo, esto nos refuerza más todavía en
la necesidad de que profesores, padres, profesionales, etc. usemos la empatía
con estas personas que han sufrido estas tremendas experiencias. Y que evitemos
transmitirles mitos que pueden retraumatizar tales como: “el cerebro lo
olvida”; “eso pasó hace muchos años” ; “lo tendrías que tener superado” ; “eso
no tiene porqué influirte ya” Y, tercero, debemos de transmitirles nuestro
orgullo y admiración por ser los héroes de una historia en la que sobrevivieron,
entre otras terribles cosas, a una de las experiencias más duras que existen en
la vida: el dolor. Ahora ya sabemos que el cerebro usa los mismos sistemas
cerebrales cuando se trata de dolor por rechazo social (y el maltrato es una
forma aguda de rechazo social) que cuando es dolor físico. Ayudarles a resiliar
es también -a la par que les reconocemos que han sufrido y empatizamos con
ellos- poder ofrecerles medios (artísticos, deportivos, culturales, musicales…)
para que transformen ese dolor y no explote dentro de ellos. El dolor puede ir
apaciguándose gracias a la red psicosocial que dispongamos alrededor del niño,
pero nunca se apagará del todo.
Y para terminar, cuando lo lea, os
hablaré de un magnífico libro que me ha recomendado –gran sugerencia- mi amiga
y colega Naiara Zamora, psicóloga, titulado: “Amar sin miedo a malcriar. La
mirada a la infancia desde el respeto, el vínculo y la empatía” La autora es
Yolanda González Vara. La editorial es integral. Como veis, sólo con leer el
título ya dan ganas de devorar el libro.
Zaindu / Cuidaos.
Hola José Luis,
ResponderEliminarMe ha parecido una interpretación muy reveladora y enormemente importante.
La división,que estableció ya Platón con su teoría sobre "el cuerpo y el alma",provocó una distancia entre el pensamiento y los sentidos que ha sido bastante perjudicial,según mi opinión, para comprender el comportamiento humano.
Por eso me encanta este comentario tuyo sobre el dolor "físico" provocado por el daño emocional.
Grácias, como siempre.
Por cierto, estoy a punto de comenzar un curso de "Mainfouldness", en el Instituto "Família y Adopción".
Llegué a él grácias a este blog y me llevé la gran sorpresa de encontrar al frente a Eva Gispert (madre de unos ex-alumnos míos)).
Le hablé de tí y enseguida supo quien eres. Siente una gran admiración por tu trabajo.
Gusto verte por aquí de nuevo. Comparto contigo que la división que se estableció en la filosofía no contribuyó ni mucho menos a ello. De esto tú sabes más que yo, pues eres profesora.
ResponderEliminarEl mindfulness o atención plena suele lograrse (es uno de los caminos a) mediante meditación. Te va a resultar de gran ayuda. He intercambiado emnsajes con Eva Gispert y pronto nos conoceremos personalmente, yo también admiro la gran labor que desarrollan desde el Instituto. Saludos Chedi, y que sigas bien.