Llegamos al final de esta serie
de capítulos dedicados al desarrollo de respuestas consistentes por parte del
cuidador. Con esta última parte cerramos también el bloque dedicado al apego.
El año próximo retomaremos esta psicoeducación y abriremos nuevo bloque, esta
vez dedicado a la AUTO-REGULACIÓN, centrándonos en los temas referidos a la
identificación de las emociones, la modulación y la expresión de las mismas.
Unos temas muy interesantes y necesarios pues una de las consecuencias de los
niños que no han tenido experiencias de apego óptimas es el déficit en la
auto-regulación de todo el sistema bioconductual. La semana que viene, con una metáfora
preciosa y muy ilustrativa sobre el porqué de la baja autoestima de los niños y
jóvenes que tienen dificultades de aprendizaje, cerraremos el año y me cogeré
unos días de vacaciones ¡No sin antes desearos lo mejor para estas fiestas y el
venidero 2013!
Pero lo primero es lo primero.
Hoy nos centramos en el tema que nos toca y os propongo (siguiendo a las
autoras Blaustein y Kinniburgh, como venimos basándonos desde que comenzamos
esta psicoeducación) reflexionar sobre cómo establecer los límites normativos en el niño traumatizado, así como las
precauciones que debemos tener si usamos las clásicas técnicas de conducta para
modificar el comportamiento del niño.
Establecimiento de límites en el
niño traumatizado
Dar opciones.
Los niños traumatizados a menudo sienten la necesidad de tener el control. Esto
ya lo vimos la semana pasada y es muy característico de personas que han vivido
traumas. La hipervigilancia, el no obedecer fácilmente, el negarse a hacer
ciertas tareas… responden a esta necesidad y no a mala
voluntad o disposición por su parte. Hasta que no confíen en el adulto y éste
les merezca seguridad, no se irán abriendo. Recuerdo un niño muy dañado
emocionalmente por los malos tratos que su padre le infligió durante cuatro
largos años. Al principio, cualquier directividad por mi parte era muy mal
tolerada e incluso precipitaba una respuesta primero de frustración, después de
ira y finalmente de huida/ataque. Cuando pude devolverle lo que estaba detrás
de ese comportamiento y comprender esta necesidad, fue paulatinamente
permitiendo que yo dirigiera parte de las sesiones de terapia.
Las luchas de poder pueden
evitarse facilitándole la elección, dándole un abanico de posibilidades. Por
ejemplo, en vez de decir tajantemente: “tienes que hacer los deberes en tu
habitación”, se le propone: “puedes hacer tus deberes en tu habitación o en la
cocina, ¿dónde prefieres hacerlos?” Esta opción le provee al niño la ilusión de
que controla, a la par que el cuidador establece unos límites. En psicoterapia
es algo que yo hago siempre: “podemos dibujar, trabajar con el cajón de arena o
hablar; ¿qué te viene mejor hoy?”
Es importante como cuidadores
saber “leer” o sintonizar con el niño para determinar la razón por la cual éste no quiere obedecer; hay que diferenciar el niño que se siente abrumado por
las tareas que tiene que hacer de aquél que no quiere hacerlas o se opone a
ello. En ese caso, es necesario conectar con la emoción (“pareces
triste/enfadado/nervioso… mientras recoges tu habitación. ¿Pasa alguna cosa con
esto?”) o descomponer las tareas largas en pasos cortos u ofrecernos a ayudar al
niño o al joven con sus trabajos.
Es importante tener unas reglas
mínimas a las que hay que comprometerse (comprometer a toda la familia y al
niño) Son las que requieren más firmeza por nuestra parte. Sin embargo, con
otras normas debemos ser más flexibles (su forma de vestir, por ejemplo)
Saber elegir el momento. Hay que
saber ser oportunos. Cuando el niño traumatizado está con un alto nivel de
activación, normalmente no es capaz de poder ejecutar sus funciones
cognitivas incluidas la lógica, la solución de problemas, la planificación, la
anticipación, demorar la gratificación… Esto hay que tenerlo muy en cuenta. Por
ejemplo, con las tareas escolares, auténtico caballo de batalla para muchas
familias. Desde los centros escolares cargan a los niños con muchos
deberes. Los niños traumatizados no saben manejar la excesiva activación que les
supone enfrentarse a los deberes (demasiadas tareas, demasiado tiempo
concentrados, miedo a fallar, dificultad en manejar las emociones…) Muchos de
ellos terminan estallando y los conflictos con los padres, sobre todo en la
adolescencia, son el pan nuestro de cada día. Con estos niños debería llevarse
un plan adaptado a sus posibilidades no sólo cognitivas sino emocionales. Sería
mucho más apropiado que aprendieran a aprender y con un ritmo que se adecue a su
capacidad para tolerar el estrés. Tengo la sensación de que la escuela hoy en día
es un reflejo de la feroz competitividad que existe en nuestra sociedad donde
nos estamos olvidando del ser.
Cuando el niño está activado, los
cuidadores pueden intentar lo siguiente:
Ayudar al niño a tranquilizarse,
utilizando sus propias habilidades para calmarse como adulto y así calmar al
niño.
Solamente aplicar los límites y
la disciplina (cuando el niño se opone, desobedece o no cumple con sus
obligaciones porque está activado en exceso) cuando hayamos calmado al niño.
Esto es una regla básica. Puede llevar un tiempo que un niño recupere un estado
de calma.
Técnicas para modificar conductas
y niño traumatizado
Todo tipo de límite normativo
puede funcionar como un “disparador” (ya vimos en entradas anteriores dedicadas
a la psicoeducación qué significa la palabra “disparador”: es un suceso del
presente que actúa como detonante de una respuesta emocional y conductual
traumática del pasado) Las tácticas que se suelen usar con los niños no
traumatizados como ignorar sus conductas negativas o el tiempo fuera (sacar al
niño fuera del contexto que se supone está reforzando las conductas negativas
de aquél; expulsarle de clase es un ejemplo típico) pueden ser potentes
disparadores de miedos al abandono y al rechazo para los niños traumatizados. Los límites y las
consecuencias ante su quebrantamiento pueden disparar miedos al castigo, a la
autoridad y sensación de vulnerabilidad. Por lo tanto, si se van a utilizar es
muy importante ser consciente de las posibles reacciones. En mi opinión, soy
mucho más partidario (y lo saben los padres que vienen a mi consulta) de tratar
de tranquilizar y hablar con el niño, así como de aprender a leer qué hay
detrás de las conductas. Peguntarnos qué hay detrás de ese comportamiento: ¿necesidad, emoción, problema, defensa?…) Normalmente, los padres, tan estresados,
disparamos primero, preguntamos después. Ya he comentado muchas veces que la
mejor consecuencia es la que la propia vida enseña: si no se hace un buen uso
de algo no se quita, sino que se guarda hasta que se aprenda a hacerlo (pero lo que se guarda es del niño) Si no
se aprueba, hay que trabajar más y limitar el tiempo que se le dedica a las
salidas con los amigos (pero no castigar sin salir ningún día), pues la vida
nos enseña que para aprobar hay que trabajar más (enseñamos al niño que en un
futuro cuando sea mayor, si quiere lograr algo deberá dedicarle más tiempo: es lo natural) Si
el joven insulta, agrede, roba… la mejor consecuencia es reparar sus malas
acciones y hacer algo positivo por el otro pues le ha causado un daño y así lo
corrige, y además hace algo bueno, para que el otro se sienta bien. Si se llega
más tarde de la hora prevista, al siguiente día podría proponérsele ayudar a
poner la mesa pues todos estuvimos esperándole a comer y debe hacer algo para
compensarlo.
Con todo, puede haber
circunstancias en las que sea aconsejable el tiempo fuera. Hay niños o
adolescentes que pueden entrar en un tipo de comportamientos muy perturbadores
para los demás. O que la seguridad del propio niño o joven y la de los otros
aconsejen buscar un lugar fuera donde calmarse. Tanto si se usa el tiempo fuera
como si decidimos ignorar las conductas negativas del niño (pues prestarles
atención se ha comprobado que aumenta su aparición), debemos tener estas
precauciones: (1) Dejar claro al niño o al joven que se le ignora o se le lleva
a un lugar aparte por la conducta, no por su persona. Nombrar la conducta
negativa que ha hecho y no etiquetarle (por ejemplo, “te vas al tiempo fuera
por malo”=no / “vas a estar unos minutos en esta sala hasta que te calmes y
prometas que vas a dejar de pegarle manotazos a tu compañero”= sí) (2) Debemos
dejarle claro al niño o al joven, explícitamente, que nosotros le queremos y que jamás le abandonaremos; lo
que no toleramos es esa conducta (3) Si sabemos que el niño era castigado
encerrándole en cuartos oscuros, habitaciones muy pequeñas, etc. podemos tener
un lugar en la casa o en clase, en el colegio, donde pueda sentarse y estar
hasta que se calme. Es como un sitio para recuperar la calma, tranquilizarse y
darse cuenta. Hemos de ser conscientes de que algunos niños no podrán usar el
espacio para reflexionar y unir causa-efecto, sobre todo los más dañados. Por
ello, recomiendo mucha precaución y sobre todo recurrir al tiempo fuera cuando
es justificado por razones de seguridad del niño y de los demás. Muchas veces no sabemos, sobre todo con los niños de trauma crónico, (adoptados con siete años, por ejemplo, y que han vivido maltrato continuado) de qué manera se les pudo agredir, castigar... "Las cosas son siempre peor de lo que nos las contaron", suele decir Jorge Barudy. Por eso, seamos prudentes y si el niño tiene una historia traumática muy dura a sus espaldas, evitemos este tipo de medidas o recurramos a ellas en caso de que sea estrictamente necesario y tomando las precauciones que hemos mencionado.
Hasta la semana que viene, os
espero para hablar de una metáfora preciosa que explica los problemas de baja
autoestima, sobre todo a quienes tienen problemas para estudiar.
Buena semana. Cuidaos /Zaindu. Aste
on bat pasa!
4 comentarios:
Me gusta mucho tu entrada, José Luis, y te la agradezco. En los talleres que realizo con padres suelo decirles que detrás de un niño que "se porta mal" (no me gusta la simplificación pero se entiende) hay un niño que se siente mal. Si queremos ayudar a que "se porte bien" (idem) tenemos que ayudarle a sentirse bien -por cierto, cosa que también nos pasa a los adultos, a nuestro nivel-. Y además de empatizar, comprender y guiar, saber distinguir entre lo absoluto y lo relativo, lo negociable y lo que no lo es, lo que no "quiere" hacer y lo que no "puede" hacer y no podemos exigirle porque su madurez no se lo permite. Precisamente en mi última entrada hablaba de por qué muchos niños "no aprenden" de los castigos...
Y no puedo estar más de acuerdo en la obsesión por la competitividad y el nivel que se tiene en el ámbito educativo, por parte de muchos centros y también de muchos padres. Lo más lamentable es que, mientras nos centramos en lo académico, nos dejamos lo más importante de la vida en el camino.
Un abrazo,
Beatriz G. Luna
Hola Beatriz: Me alegro que te guste. Ya veo que compartimos el mismo punto de vista. Saber leer al niño a nivel emocional es un tema fundamental que las familias deben aprender. Y desde luego estoy contigo en que muchas veces no es que no quiera sino que no puede.
Voy a leer tu entrada sobre los castigos. He estado tan liado que no he tenido tiempo de acercarme a mirar los blogs de los colegas. Me resulta muy interesante el planteamiento de partida que mencionas respecto a que muchos niños no pueden aprender de los mismos.
Un saludo cordial y muchas gracias por tu comentario.
Oso oso oso ona!!
Eskerrik asko! Euskara poliki poliki ikasten ari naiz. Egun batean blog honetan euskeraz idaztea espero dut, nahiz eta psikologiari buruz zaila izan. Agur bero bat.
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