lunes, 29 de octubre de 2012

Psicoeducación para familias adoptivas y acogedoras: sintonizar emocionalmente con nuestro niño (IV y final)


Llegamos al último capítulo dedicado a la sintonización emocional. Nos vamos a centrar en exponer, primero, la importancia y las dificultades en la comunicación sintonizada con el niño. A continuación, detallaremos unas consideraciones sobre desarrollo del niño y sintonización afectiva. Finalmente, ofreceremos unas claves para apoyar la modulación emocional.

Siegel nos dice en su ya clásico y magistral libro: “La mente en desarrollo. Cómo interactúan las relaciones yel cerebro para modelar nuestro ser” (2007) Editorial Desclée de Bouwer, lo siguiente: “Si un niño ha tenido escasa resonancia de la actividad de su hemisferio derecho con el de sus cuidadores durante los tres primeros años de vida, de ello se podría derivar un infradesarrollo en el funcionamiento del hemisferio. La comunicación no verbal, las expresiones faciales, las sutilezas en el tono de voz y las sintonizaciones emocionales serían mínimas en la ´maduración dependiente de la experiencia´ del hemisferio derecho del niño” (pág. 270)

Y añade más adelante: “…el hemisferio derecho del cerebro requiere también estimulación emocional del contexto para desarrollarse apropiadamente. La investigación del apego ha demostrado que la comunicación entre el cuidador y el bebé modela las vías mediante las cuales la mente en desarrollo del bebé aprende a procesar información (…) De este modo la comunicación emocional y la sintonización afectiva se convierten en el medio a través del cual se desarrollan las capacidades cognitivas del niño” (…) “Por ello, si quieres que crezca su mente, alimenta el corazón del bebé” (pág. 271)

Lo que nos ocurre a profesionales y familias adoptivas y de acogida es que el periodo tan crucial de la vida del niño que va entre los 0 y los 3 años, éste sufrió carencias afectivas (y a veces maltrato) prolongado. Nos referimos a niños que padecieron traumatización crónica. Nadie alimentó el corazón del niño. Aunque sólo sean 8, 6 ó 18 meses los que sufrió esta “ausencia de estimulación emocional del contexto” (usando las palabras de Siegel), este tiempo es una eternidad en la vida de un niño; y lo que es aún más importante, sucede en un periodo clave para la formación del neurodesarrollo como son los primeros años.

Es por ello por lo que posteriormente, cuando el niño es más mayor, esta tarea que os estoy proponiendo estas semanas, se hace difícil, complicada y no está exenta de pocas resistencias por parte del niño. A veces sus defensas y sus mecanismos adaptativos están demasiado instalados. Una madre me contaba que se sentía desesperada porque ya no tiene estrategias y su hija se niega a hablar con ella, se cierra. Aunque con las palabras no le habla, sí lo hace con su lenguaje no verbal: se encierra en su cuarto y le dice que “le deje en paz” (sic) Pues incluso en estos momentos tan difíciles en los que los niños parecen no querer saber nada de nosotros y nos desesperamos porque sentimos que no se dejan sentir y además, se resisten a cumplir las normas y a funcionar con unos mínimos, incluso en estas situaciones tan delicadas, como digo, no dejéis de mostrar vuestra incondicionalidad y vuestro acompañamiento. No dejéis de transmitirlo (sin invadir, claro está) Se cierra en su cuarto y no quiere hablar, sí, pero podemos validar el sentimiento que está detrás de la conducta de encerrarse: “Siento que necesitas estar sola, lo comprendo. Yo estoy aquí y estoy dispuesta a escucharte cuando estés preparada” Esta disponibilidad del educador o del padre o la madre es lo que a larga hará que se sientan comprendidos y se abran a la palabra. Recuerdo siempre lo que me dijo, no hace mucho, una chica adoptada de 26 años que viene conmigo a terapia: “Había días que sólo quería encerrarme en mi cuarto y no quería saber nada de nadie. Odiaba a mi madre adoptiva. Pero a pesar de que le decía de todo, saber que ella respondía con calma diciéndome que lo sentía y que estaría conmigo pasara lo que pasara, no sé, me daban seguridad. Los adoptados pasamos por momentos muy malos en la vida en relación a asumir nuestra historia, y eso se refleja en la conducta. Yo a los padres o familias adoptivas les diría que jamás le digan al niño al joven que tiran la toalla” Creo que nos da unas claves importantes.

Por eso, pese a todo, nosotros hemos de seguir con nuestra labor de reconstruir en el niño esa comunicación emocional y esa sintonización afectiva de la que carecieron. Aunque sea difícil. Y a los padres y madres que vais a ser familia por adopción, os aconsejaría que a este trabajo de relación con el niño le dediquéis atención prioritaria desde el primer momento que llegan a la familia. Recordad que hemos de alimentar su corazón si queremos que crezca su mente.

Sintonización afectiva con el niño según su nivel de desarrollo

Primera infancia

Los niños más pequeños van aumentando su capacidad para usar el lenguaje como medio de comunicación. Sin embargo, aunque ellos se van haciendo más eficientes en comunicar sus deseos y necesidades mediante palabras (por ejemplo, “quiero ese juguete” ; “me gustan las galletas”), los sentimientos continúan siendo comunicados de manera principal mediante las conductas y los estados físicos (por ejemplo, molestias de estómago como señal de que pueden sentir ansiedad)

En la medida en que los niños se hacen más sofisticados en el uso del lenguaje, los adultos pueden sobreestimar sus habilidades de razonamiento así como su capacidad para usar el lenguaje para comunicar estados internos. Por lo tanto, es particularmente importante para los cuidadores comprender donde se sitúa su niño a nivel de desarrollo y tratar de usar las conductas de éste como claves para saber qué sienten (para ello, ver el post de la pasada semana, la parte III de esta serie)

Mediana infancia

Los niños en esta etapa aumentan la capacidad de estar en sintonía con las expresiones del cuidador y con sus estados emocionales. Esto puede ser positivo para comenzar a construir la empatía y la toma de perspectiva, pero los niños traumatizados encuentran escollos en esta tarea por la hipervigilacia que la traumatización conlleva. Así pues, hemos de tener paciencia.

El periodo de la escuela primaria es una etapa en la que se llega a la cima en cuanto a la expresión de los sentimientos mediante síntomas como dolores de cabeza y estómago. Es muy típico en estas edades que el niño muestre su malestar emocional mediante dolores. Los cuidadores deberían prestar atención a los signos que el cuerpo del niño pueda estar comunicando en cuanto a su estado emocional.

Adolescencia

Aunque los cuidadores a menudo quieren saber más acerca de los niños, éstos son adolescentes y durante este periodo delicado quieren muchas veces comunicar menos. Algunas de las conductas negativas, emociones e interacciones que emergen en este periodo pueden, incluso, ser reconceptualizadas como esfuerzos del joven por su individuación y separación.

Los adolescentes a menudo tienen sentimientos ambivalentes acerca de sus necesidades para ser cuidados frente a su deseo de independencia. Debido a esta ambivalencia, es importante que los cuidadores provean al joven de oportunidades de conexión pero a la vez respeten sus deseos de distancia y retraimiento.

Una parte importantísima de la sintonización a esta edad es respetar la privacidad. Las familias y los adultos suelen ser, a veces, invasivos invocando la necesidad de saber y proteger. Pero no se puede ni se debe de violar esta necesidad y este derecho a la privacidad. Si nos cargamos esto, la confianza con el joven se romperá y se cerrará aún más.

Pasos para apoyar la modulación en el niño

Tal y como nos proponen las autoras Blaustein y Kinniburgh:

Mantente sintonizado y… no te quites el “sombrero de detective de emociones”: Sé consciente de los cambios en los sentimientos del niño. Si no estás seguro de qué está sintiendo el niño, fíjate en su energía. ¿Es alta o baja? ¿hipoactivada o hiperactivada? Recuerda las notas que ofrecimos en este sentido en el post de la pasada semana.

Mantente centrado: Comprueba como cuidador dentro de ti mismo cómo te sientes. Mira tu cuerpo. Usa las habilidades de gestión de las propias emociones. Incluso si las cosas se ponen muy mal con el niño, por lo menos podremos mantenernos nosotros mismos bajo control.

Preguntarse: ¿Cómo está la energía del niño? ¿Necesita bajar o subir?

Ayúdale a usar la modulación: Cuando un niño está muy desregulado, es vital para él usar las claves que le conducen a la modulación. Y el adulto le puede ayudar si se fija en lo que está viendo, en lo que el niño hace (energía) Por ejemplo: “Puedo ver que tu energía sube hacia arriba, veamos si la podemos bajar un poco, así que lo mejor es que paremos ahora y hablemos un poco más tarde” Otro ejemplo: “Estamos enfadándonos, vamos a ver qué pasa si nos bajamos un poco (normalmente el adulto se “sube” con el niño) Vamos a hacer la señal del baloncesto” (las manos en cruz, que indica “tiempo muerto” o “tiempo para calmarse”, como yo le suelo llamar): “Cojamos una buena bocanada de aire y ahora seguro que nos damos cuenta que algo ha cambiado” “¿Qué has notado tú?”

Los adultos hemos de ser, ante todo, modelos de autocontrol, esto es muy importante. Aprenden de lo que ven en nosotros.

La semana próxima haremos una parada en el camino de esta serie de post y nos centraremos en hablar de otro libro que merece nuestra atención: “El cerebro del niño”, de Siegel.

Cuidarse / Zaindu

lunes, 22 de octubre de 2012

Psicoeducación para familias adoptivas y acogedoras: sintonizar emocionalmente con nuestro niño (III)

La semana pasada estuvimos hablando sobre los disparadores o “triggers” del presente que actúan como gatilladores de reacciones que reactivan emociones que los niños vivieron en situaciones traumáticas del pasado, por la similitud o paralelismo que el cerebro establece entre ambas.

Hoy vamos a seguir, con esta tercera parte, orientando a las familias (y también a los profesionales) sobre cómo sintonizar emocionalmente con el niño. En concreto, dos aspectos que debéis tener en cuenta: (1) Desarrollar, como padres y madres, un repertorio para comprender la comunicación del niño y (2) desarrollar habilidades que escuchen reflexivamente al niño.
Tomo como referencia, como viene siendo habitual, a las autoras Blaustein y Kinniburgh
Comprender cómo comunica el niño
La sintonización es una habilidad que requiere de los padres y profesionales el llegar a ser “detectives de sentimientos” Una vez que aprendemos a “leer” sus patrones y claves comunicacionales, podemos responder a la emoción que está tras la conducta mucho más que a la conducta en sí mismo. Normalmente, ante una determinada conducta del niño tendemos más a quedarnos con ésta que con la emoción que puede estar subyaciendo. Un ejemplo claro es el niño que cuando estudia y se le corrigen los deberes, se frustra y reacciona enfadándose y tirando los libros al suelo, o (como ya os conté la pasada semana) el niño que no quiere comer pescado.  O el niño que roba dinero en casa pero, curiosamente, no esconde demasiado ese dinero y lo deja en sitios en los que los padres lo pueden encontrar fácilmente. El “muelle” (que normalmente es muy flojo en el adulto) que nos sale es el de enfadarnos, discutir, sancionar… Centrarnos en la conducta en sí y juzgarla como intolerable. ¿Qué nos quiere transmitir emocionalmente el niño? Puede que al robar esté mostrando un sentimiento de carencia o de baja autoestima y con ese dinero quiera investirse de cualidades positivas que compensen la visión pobre de sí mismo.
Los cuidadores deben aprender a leer las estrategias de comunicación propia que usa cada niño. ¿Qué es lo que el niño quiere mostrar cuando él se enfada, está triste excitado o preocupado?
Cómo comunican los niños
Expresión facial: incluye tanto las expresiones intensas con el cuerpo como la ausencia de expresividad.
Tono de voz: muy elevado, más bajo, seco…
Extensión del discurso: muy verborreico o muy tranquilo.
Calidad del discurso: organizado, maduro, inmaduro (parece que se regresa a etapas anteriores del desarrollo)
Postura/expresión muscular: ¿Cómo comunica corporalmente? Tensión muscular, postura abierta o cerrada…
Aproximación o evitación: ¿El niño se muestra retirado, pegajoso, o de ambas maneras?
Capacidad de modular el afecto: ¿Le cuesta al niño mucho tiempo calmarse? ¿Necesita el niño ser calmado de manera externa por el adulto? ¿Cómo de receptivo es el niño a que le calmen?
Humor: ¿Cambia el niño rápidamente de humor? Por ejemplo, ¿el niño normalmente está regulado pero se torna mucho más lábil cuando ha de afrontar una intensa emoción? Si es así, esta labilidad puede servir a los cuidadores como una señal de aviso.
Os propongo que en lo sucesivo observéis estos aspectos en vuestro niño, en las situaciones en las que aparecen y cómo vuestras actuaciones las promueven o no. De ese modo os abriréis más a detectar y ser detectives de emociones más que fijaros en las consabidas conductas. El atender a este lenguaje emocional del niño os permitirá a vosotros conocerle mejor, regularos más como cuidadores y responder a sus necesidades emocionales subyacentes. Las familias adoptivas y acogedoras suelen hablar más de las conductas de sus niños que de sus emociones.
Desarrollar habilidades de escucha reflexiva en los cuidadores
Estamos muy acostumbrados, por la educación recibida o por forma de ser, a centrarnos en los comportamientos y las familias adoptivas y acogedoras dicen saber cómo castigar o premiar las acciones de sus niños.
Pero, las preguntas son: ¿Sabemos con igual soltura y decisión escuchar a nuestro niño? ¿Tenemos tiempo para ello? ¿Reñimos y gritamos primero y preguntamos después? ¿Concedemos importancia a la escucha de nuestro hijo? Yo dedicaría menos tiempo a otras cosas y más en entrenarme a escuchar al niño. Lo que quiero decir es que en el día a día no veo que esto se haga. Y si se hace, se hace poco.
Hablamos de escucha reflexiva, que es la que fomenta esta capacidad en los niños adoptados o acogidos que puedan presentar apegos inseguros. La reflexión es lo que marcará la diferencia entre el niño capaz de regular sus impulsos y emociones y el que no lo será. Esto es vital lograrlo antes de la adolescencia.
Los cuidadores -activamente- han de escuchar, validar y comunicar apoyo a sus niños. Esta técnica hunde sus raíces en la psicoterapia centrada en el cliente propuesta por el psicólogo Carl Rogers en los años cincuenta y puede usarse para que vosotros, padres, madres y profesionales desarrolléis la capacidad -activa y empáticamente- de responder a las comunicaciones de vuestros niños, tanto verbales como no verbales.
Creo que esto es extremadamente importante porque últimamente detecto demasiado sermón en las familias y poca escucha.
Las habilidades son las siguientes:
Aceptar y respetar todos los sentimientos de los niños: Éstos no deberían escuchar nunca la tan oída frase de: “Tú no deberías estar enfadado”
Mostrar al niño que le estamos escuchando: Usar habilidades de escucha activa; usar contacto ocular, mover nuestra cabeza, responder verbalmente…
Decirle al niño que nosotros estamos escuchando lo que él nos está transmitiendo: Reflejar lo que escuchamos y validar la importancia que para el niño tiene. Por ejemplo: “Así pues, me estás diciendo que el profesor no te escuchó mientras tú le explicabas; jo, habrá sido fastidioso, ¿no?” Podemos preguntarle (si no estamos seguros) de qué manera esto le ha afectado.
Nombrar los sentimientos, ponerles palabras: Reflejar lo que el niño puede sentir. No podemos saber qué siente exactamente el niño, lo que importa aquí es la resonancia, el reflejo. Es bueno darle varias posibilidades, e incluso prepararnos para equivocarnos. Por ejemplo: “Me pregunto si te sientes triste o enfadado;  ¿o puede que preocupado?” (dejarlo caer a modo de hipótesis)
Ofrecer consejo/sugerencias/confort/percepciones alternativas sólo después de ayudar al niño a expresar cómo se siente: Es importante no saltar hasta la solución del problema hasta que no nos hayamos tomado un tiempo para escuchar lo que el niño quiere decirnos. Validar los sentimientos primero. Después, colaboramos con el niño para poder llegar a una solución, si es apropiado. Hay que tener en cuenta que la solución puede ser simplemente ayudarle a gestionar cómo expresar y afrontar los sentimientos.
 
Así pues, esta semana podéis empezar a practicar quienes no lo hagáis. Y quienes tengáis ya implantadas habilidades de este tipo, pues enhorabuena y... ¡mantenedlas!
 
La semana próxima nos centraremos en los pasos que podemos seguir para poder apoyar la regulación emocional en el niño
Cuidaros / Zaindu    

lunes, 15 de octubre de 2012

Psicoeducación para familias adoptivas y acogedoras: sintonizar emocionalmente con nuestro niño (II)


Tras el paréntesis de la semana pasada (conviene variar el menú de temas de vez en cuando, aunque éste de la psicoeducación para familias adoptivas y acogedoras os está resultando de interés y utilidad, a tenor del número de visitas que están teniendo estas entradas, muy elevadas. Algo de lo que me alegro. Podéis haceros todo un curso para familias adoptivas mediante toda esta serie de posts que nos esperan a lo largo de este curso. Todo está a libre disposición de quien quiera utilizarlo. Lo único que le pido es que cite la fuente), retomamos el tema de la sintonización emocional con el niño adoptado/acogido.
Decíamos que el trauma desafía a la sintonización y que, en efecto, los niños traumatizados por la violencia o el abandono pueden reaccionar a estímulos del presente (aparentemente normales) que actúan como reviviscencias del pasado pues fueron experiencias que les sobrepasaron emocionalmente al poner en riesgo su seguridad e integridad personales (fueron una amenaza) A estos sucesos les llamamos “disparadores” ("triggers", en inglés) Un “trigger” puede ser una expresión facial que al niño le recuerda a un abusador del pasado; o un determinado olor que le recuerda (aunque no sea consciente del mismo, éste opera en la memoria emocional) el día que, por ejemplo, su padre se suicidó de un disparo en la cabeza. Los “disparadores” o “triggers” pueden ser también el sentir hambre, el miedo o estar demasiado activado; o una combinación de varios. Todo ello puede hacer que el niño se sienta vulnerable. Como veis, los “triggers” le evocan siempre al niño una experiencia del pasado que puede guardar similitudes con la del disparador actual. Reactivan el recuerdo de una situación que fue amenazante, por lo tanto reactivan el trauma. Y si el niño responde de una manera desadaptativa (que nos asusta a nosotros como cuidadores), ello nos puede dar una idea de que lo que el niño vivió tuvo que ser terrible. De hecho, fue (y sigue siendo)  dolorosísimo y sobrecargante para la mente en desarrollo de un menor saber (e incluso presenciar) que tu padre (por ejemplo) se suicidó de un disparo en la cabeza. 

“Disparadores” más comunes para los niños que han experimentado trauma
Uno de los aspectos que más consternan a los adultos es comprobar cómo un estímulo en apariencia normal (incluso inofensivo y hasta bienintencionado) provoca una reacción en el niño desproporcionada, bien en forma de agresión o de desconexión de los otros. Con los niños que han vivido situaciones prolongadas de trauma relacional (abandono y maltrato) hemos de tener muy presente esto y evitar a todas luces pensar que el niño es malo o desobediente. Lo que le ocurre a éste es que el pasado traumático se ha inmiscuido en el presente. Por ejemplo, la responsable de un comedor escolar que anima al niño a comer pescado. El niño (muy avanzado ya por el tiempo que lleva en terapia) le dice que no le gusta el pescado, que lo odia (este niño no sabe por qué le pasa esto, no puede recordar; pero sí sabemos que estuvo en un orfanato donde los castigos físicos eran muy habituales, además de muy crueles. A buen seguro, algo terrible le pasaría en relación con el pescado que su mente emocional recuerda pero su mente episódica no) La responsable insiste, le da argumentos por los cuales es necesario comer de todo, que pruebe sólo un poquito... El niño le vuelve a decir que no, que no puede. Vuelve a insistir y… el chico tira todos los platos de la mesa, los vasos, grita y trata de agredir a la señora, todo muy rápido… Tienen que venir dos o tres personas a sujetar al niño que afortunadamente, se calma bastante rápido (pues está avanzado en terapia y es capaz de recuperar un estado emocional sereno más rápido y situarse en el presente de una manera también más rápida) La responsable del comedor sale asustadísima diciéndose para sí: “Ese niño es un diablo” Comprendo que esté asustada porque cuando los niños reaccionan así verdaderamente nos generan mucho miedo e incomprensión. Su energía es casi telúrica, la propia de quien tuvo que sobrevivir a base de mucho sufrimiento y de soportar muchas emociones dolorosas que se apartaron… Pero lo que nadie le ha dicho a esta señora es qué es el trauma, cómo opera y qué disparadores pueden propiciarlo. El niño tiene sus buenas razones para no comer pescado, aunque no las recuerde. Fue hablar con la responsable del comedor y ya no ha vuelto a ocurrir más. Por cierto, este niño come pescado ahora sin problemas después de haberlo abordado en terapia. Pero lo comió cuando él quiso o se sintió preparado.

Los “triggers”  más comunes en los niños, nos dicen Blaustein y Kinniburgh, son los siguientes:
1 . Impredecibilidad o cambios repentinos.

El día a día de las familias está cargado de imprevistos o situaciones que suponen cambios de planes sencillamente porque no podemos organizarlo todo o porque suceden. Estos cambios repentinos pueden hacer que el niño sienta vulnerabilidad ante lo que va a suceder. No controla. O la rapidez, nerviosismo o cierto remango o determinación con la que ejecutamos los cambios pueden alterar al menor. Por ello, todo lo que podamos prever, mejor. Y las explicaciones que les podamos dar por adelantado sobre lo que va a ocurrir, para que el niño pueda anticipar, harán que aumente su sensación de control y su seguridad. Esto es también muy importante en el ámbito escolar.
2. Sentirse vulnerable.

3. Sentirse rechazado.
Las experiencias de rechazo actuales actúan como potentes disparadores de precisamente emociones (angustia, miedo, sentimientos depresivos...) que el niño vivió durante el periodo de abandono, esto es, reviven una experiencia pasada muy dolorosa que le es muy familiar al niño. Cuando el abandono fue muy prolongado en el tiempo y el niño no tuvo ningún adulto que le estimulara (sólo el techo blanco de un orfanato donde el menor pasó largas horas tumbado sin ver una cara humana donde reflejarse) ni acogiera y contuviera las emociones que se generaban, al final al niño, tras una fase de protesta, lo único que le pudo quedar fue disociarse y quedarse como congelado. O autoestimularse (¡cuántos niños, al llegar de los orfanatos, tuvieron un periodo largo de balanceo autoestimulatorio o de conductas estereotipadas como abrir o cerrar cajones propias de trastornos del espectro autista, pero que luego desaparecen con los cuidados y el contacto social!) Tal era el caso de una niña que tuve hace unos años. Había vivido en un orfanato de muy baja calidad donde el abandono sufrido fue muy severo durante seis largos años. Un auténtico desierto emocional, seis durísimos años para una mente y un ser humano en desarrollo en el periodo más sensible e importante de la vida humana para la constitución y organización cerebral.
 
Cuando esta niña (de diez años, pero parecía funcionar más acorde con una edad de cinco a nivel madurativo) cometió una serie de errores en clase de educación física (colocó mal unos pivotes que iban a utilizar para hacer una carrera), negó los mismos ante el profesor que la interpeló delante de todos los compañeros. Éstos comentaron que era cierto lo que el profesor decía, todos al unísono, diciéndole a la niña que lo había hecho mal, con ciertas risas y burlas. De repente, la niña se quedó sin hablar, con la mirada perdida en el vacío, sin decir nada ante las peguntas del profesor sobre por qué no había colocado los pivotes como él le había indicado. Después, a la salida, la niña, aún desorientada y no situada del todo en el presente, se equivocó de autobús para ir a su casa… Es un ejemplo de un "disparador" del presente relacionado con el abandono que reactiva  respuestas disociativas pero en el extremo de la hipoactivación (el otro extremo es el de la hiperactivación, niños que responden con agresividad, por ejemplo)  Afortunadamente, ha mejorado, y estas reacciones (según se han ido procesando cerebralmente) han desaparecido, y la niña ya ha superado esa fase de congelamiento emocional. Hemos de cuidar mucho estas situaciones escolares, pues lo que puede resultar fácil para un niño, puede que para otro no lo sea.

4. Confrontación
El afear las conductas negativas que estos niños pueden cometer es algo que debe hacerse con precaución. Normalmente, son niños cuya ventana de tolerancia (ya explicamos este concepto en otras entradas, podéis acudir a la etiqueta de “trauma” para una revisión) a las emociones puede sobrepasarse y entrar en una hiperactivación que genera conductas que normalmente transgreden los límites de los demás. Lo que suele hacer el adulto es confrontarles, tanto los padres o familias adoptivas como los profesores: “¿Ves lo que has hecho? ¡¡Cómo se te ocurre tirarle arena al dibujo de tu compañero o de tu hermano. Castigado sin ver la tele, hoy, hombre, que ya me tienes harto!!” - Decimos los adultos, humanamente cansados muchas veces.

Si la confrontación conlleva el enfado lógico (aunque nunca debe ser desproporcionado, hemos de gestionar nuestras emociones, esto es vital con estos niños) en forma de reproche o simplemente de que el niño se “de cuenta” de lo que ha hecho, y no cuidamos la expresión de nuestro rostro, ni el tono de voz, ni nuestros ademanes… podemos precipitar una reacción de descontrol emocional en el niño porque el recuerdo de un castigo físico o un abuso de un adulto del pasado puede aparecer en su mente en forma de emociones que se desatan como una catarata… Os he contado ya lo que a mí me pasó en consulta con un niño que pegó mocos en la pared mientras esperaba en la sala de espera. Yo sólo le dije: “¡Pero qué has hecho!”, con el tono de voz un tanto elevado, pero sin gritar, y lo más seguro con mi cara que reflejaba cierto enfado. Me insultó y se encerró en el baño del cual me costó largo rato sacarle. Ahora ya no me pasa porque sé cómo tengo que actuar para no precipitar estas reacciones.
Hay que cuidar mucho la manera en la que confrontamos a estos niños. La empatía es el camino siempre (lo primero, sintonizar y conectar con su estado emocional, eso es lo más importante; luego ya se impartirá la disciplina) En el caso del menor de mi consulta, debí haberme dirigido a él poniéndome en cuclillas, mirándole a la cara y con suavidad y gesto tranquilo haberle dicho: “Seguro que te aburrías y te sentías nervioso por esperar en la sala. Es normal. He tardado mucho. Y al ponerte nervioso has empezado a tocarte en la nariz. Bueno, perdona por haber tardado. Pero otro día, si ves que tardo mucho, me tocas en la puerta” Y si el niño está calmado (si no, un poco más tarde) se le añade: “Esto no se debe hacer porque mancha. Vamos a limpiarlo juntos, tú lo limpias y yo te acompaño y te ayudo a hacerlo”

5. Otros "disparadores"

Otros "disparadores" son la soledad; una estimulación demasiado excitante en el ambiente (por ejemplo, muchos descontroles de los niños sobrevienen en los comedores escolares, llenos de bullicio por el trajín de servir a tanto niño, los gritos…) e incluso la intimidad (la seguridad y el amor) ¿Por qué? Puede que en el pasado el cuidador primario del niño cambiara bruscamente de estado de mente y pasara de amar y besar al niño con cariño a gritarle y agredirle desproporcionadamente por una tontería… La intimidad puede ser un predictor en estos niños de que cuando algo se torna muy cercano puede sucederse una amenaza o un peligro para la integridad personal y la autoestima. Es por ello por lo que muchas veces las familias no entienden por qué los niños no responden al cariño y el amor. Sí lo pueden llegar a conseguir, pero deben de trabajar una seguridad ganada, como dijimos en otro post, que vaya desconfirmando de su mente las experiencias pasadas. A veces, al principio, con los niños muy dañados, más que apelar al sistema de apego es mejor hacerlo al sistema de colaboración. Ganarnos su colaboración.
La semana próxima seguiremos con este tema y nos centraremos en ofreceros algunas habilidades reflexivas para los cuidadores.

Tenemos nuevo libro interesante a la vista: Primeros auxilios para niños traumatizados, del psiquiatra Andreas Krüger, editado por Desclée de Brouwer dentro de la colección AMAE. Teniendo en cuenta que no existe demasiada literatura en castellano sobre psicotrauma infantil, le damos la bienvenida. Y a buen seguro que nos aporta nuevos conocimientos y herramientas de intervención. Para hojear el índice, haz clic aquí. Pronto lo leeré y os daré mi punto de vista.
Cuidarse/Zaindu, y hasta la semana que viene. Hurrengo aste arte.

lunes, 8 de octubre de 2012

"El espacio común. Nuevas aportaciones a la terapia gestáltica aplicada a la infancia y la adolescencia", el nuevo y sobresaliente libro de Loretta Cornejo


Hacemos una parada en el camino (dejando por una semana el tema que nos viene ocupando, el de la psicoeducación para familias adoptivas y acogedoras) para detenernos a hablar sobre el último libro escrito por Loretta Cornejo Parolini. Se titula: “El espacio común. Nuevas aportaciones a la Terapia Gestáltica aplicada a la infancia y a laadolescencia” Editorial Desclée de Brouwer, Bilbao, 2012.

Acabo de terminar su lectura y la sensación que me queda es una que ya he tenido otras veces leyendo obras de Loretta (este es su cuarto libro): me parecería estar en mi sala de lectura con (y sentir a) la propia Loretta en persona, hablándome, comentándome, transmitiéndome toda su sabiduría y experiencia de psicoterapeuta acumulada a lo largo de los años. El estilo sentido, tierno y emocional de Loretta te envuelve cálidamente y durante el tiempo de lectura sientes a la autora presente contigo; con esa manera única, original e irrepetible que ella tiene de escribir: “desde la piel pero también desde el cerebro” (Loretta dixit) No hay ningún autor que sepa equilibrar tan bien en un libro reflexión y emoción. Por eso sus obras son siempre tan esperadas. Y por eso también éstas son siempre grandes éxitos. La literatura psicológica está plagada de obras científicas, con referencias a artículos de investigación, trabajos muy sesudos pero que adolecen de lo fundamental: la experiencia profesional directa con el paciente. Loretta nos abre las puertas de su centro de psicoterapia (Umayquipa, que significa “soplando el amor”, en lengua quechua), como hace un afamado cocinero cuando enseña su saber hacer. Nos muestra qué dicen sus pacientes, qué dibujan, qué sienten, qué comunican, cómo trabajan ella y su fenomenal equipo… Con rigor pero con corazón. Si queremos que crezca la mente de los niños, debemos alimentar su corazón. Y de esto sabe mucho, vaya que sí, Loretta Cornejo.

Loretta Cornejo nos enseña, como digo, su manera de trabajar y su forma de entender la psicoterapia. En esta ocasión ha vertebrado todo su libro (en el que han participado los pacientes con sus historias y sus obras psicoterapéuticas, y también psicoterapeutas de su equipo, justo es decirlo) en torno a una idea que ella considera capital en esta época que nos está tocando vivir (tan cambiante social y tecnológicamente, y tan convulsa con la crisis que nos aqueja): el espacio común. Su idea entronca a las mil maravillas con la neurociencia más actual que recoge la vital importancia que tiene para un desarrollo armónico y equilibrado de la persona la estimulación de las neuronas espejo. ¿Qué son las neuronas espejo? En 1996 el equipo de Giacomo Rizzolatti, de la Universidad de Parma (Italia), estaba estudiando el cerebro de monos cuando descubrió un curioso grupo de neuronas. Las células cerebrales no sólo se encendían cuando el animal ejecutaba ciertos movimientos sino que, simplemente con contemplar a otros hacerlo, también se activaban. Se les llamó neuronas espejo o especulares. En un principio se pensó que simplemente se trataba de un sistema de imitación. Sin embargo, los múltiples trabajos que se han hecho desde su descubrimiento indican que las implicaciones trascienden, y mucho, el campo de la neurofisiología pura. El sistema de espejo permite hacer propias las acciones, sensaciones y emociones de los demás. En suma, nos permite sintonizar y conectar emocionalmente con los otros, llegar a empatizar.

Loretta Cornejo propone y pauta cómo hacer posible esta maravilla de la conexión emocional y la comunicación sintonizada entre personas gracias a que tenemos estas neuronas espejo. Loretta (con su saber y sus técnicas) las despierta y anima para que funcionen y no se atrofien. Y para ello comienza su libro definiendo cómo es el espacio de cada uno (el de cada niño, el de los padres, el de los jóvenes, el de los abuelos, el de los hermanos y el del mundo en que vivimos) desde el cual todos y cada uno de nosotros estamos llamados a que nuestras neuronas espejo sintonicen y conecten con los demás. Y para que se dé la magia de este encuentro que transfigura las realidades y pueda convertir el mundo en más justo y más humano, Loretta Cornejo nos dice: “El espacio común son una serie de espacios que se sobreponen uno junto al otro creando un hermoso espacio común propio de cada uno” (cada uno en sintonía y conexión con el otro) El papel del psicoterapeuta (o del profesor, médico, educador, monitor…) está “…en dejar nuestra propia huella que imprima un modelo de referencia”

Para ello, la autora no sólo nos dice el qué (ese espacio donde el espacio de cada uno se superpone para crear uno común es necesario en una sociedad que necesita ofrecer sobre todo a los jóvenes, ámbitos para expresarse con el otro, previniendo que nuestros adolescentes caigan en la pasividad del aburrimiento o en la indiferencia o la evasión dañina como pueden ser las drogas u otro tipo de adicciones) sino que para poder lograr todo esto nos cuenta el cómo se puede hacer: el libro aporta muchas técnicas gestálticas que ponen a la persona en contacto con sus emociones y con las emociones de los demás. E intercala a lo largo del libro “las frases de los niños y jóvenes, las de los padres, las de los abuelos” El propio terapeuta, facilitador de todo este proceso, encuentra en esta obra “medidas para el propio cuidado, aprendizaje y toma de contacto consigo mismo y con su vocación de ayuda”. El espacio que Loretta brinda “es compartido, común”, como ella dice. Los animales forman parte de este espacio también, y en concreto se muestra cómo un perro (un animal tierno y juguetón llamado Horatio que es miembro del equipo de profesionales de Umayquipa) puede obrar maravillas ayudando a los niños y adultos a desarrollar el potencial emocional de sentir sentido al otro. Loretta Cornejo ha innovado en este campo de la terapia con animales pues desde hace muchos años incorpora a las sesiones un perro coterapeuta (en sus libros anteriores ya nos cuenta cómo lo hace) No es un perro cualquiera. Tiene cualidades especiales. Y además, arrastra una historia de abandono que ha ayudado a muchos niños que la han vivido a su vez a calmar su angustia interna. Porque como dice Loretta: “Si Horatio es bueno, cariñoso y obediente, ¿por qué le abandonaron? Porque el abandono no es el malo, mi querido niño, sino que son los que abandonan los que están mal (y  el niño me dijo un ¡ah! muy grande con sus ojos y su boca, y por fin entendió su propia historia)”

Frente a una psicoterapia que tradicionalmente ha considerado que el espacio terapéutico es sólo del niño y del terapeuta y que “violar” el mismo con la entrada de otras personas o animales es contraproducente (una visión que todavía mantienen algunos profesionales), Loretta Cornejo (y estoy totalmente de acuerdo con ella) opina que cuanta mayor sea la red implicada en el trabajo psicoterapéutico con el niño y que pueda participar en el mismo (dentro de un encuadre, unos objetivos y una metodología, por supuesto) mayor será su capacidad de enriquecerse como persona y superar las adversidades que le traen a terapia. Una psicoterapia ecosistémica que no concibe que la misma se acabe dentro de las cuatro paredes del salón de terapia. La terapia se da en el mundo y dentro del mundo. Tiene su espacio propio pero forma parte del espacio común. Hay espacio para el niño y para el psicoterapeuta con su vínculo y su trabajo; pero también es necesario que lo haya para el resto de personas que forman su red social. El psicoterapeuta no es una pantalla en blanco sino que debe ser caja de resonancia de lo que los niños traen y comunican. Sus neuronas espejo deben de desarrollarse y crecer como lo hacen el resto de neuronas del cerebro responsables de otras habilidades y capacidades.

Y para terminar esta reseña, me quedo con esta frase de Loretta (podría elegir muchas otras más, pero os invito a que compréis el libro y las descubráis vosotros. Es un libro que pueden disfrutar y aprovechar psicólogos, psicoterapeutas, médicos, profesores, monitores, orientadores, abogados, enfermeros… y sus técnicas son aplicables a muchos ámbitos porque el espacio es común, no lo olvidemos) que creo que es una gran verdad a menudo olvidada por los profesionales: “Muchas veces creemos que lo que le hablamos al niño es lo que le llega, pero no es así, generalmente al niño le llega más de lo que le transmitimos con nuestra conducta, con nuestros gestos o incluso con lo que sentimos por dentro ante determinada situación, o la técnica que utilicemos, que todas las palabras que acompañemos para convencerlo de algo”

Felicidades, Loretta, y que vengan muchos libros más.

La semana que viene volvemos con el tema de la psicoeducación para familias adoptivas y acogedoras.

Cuidarse /Zaindu

lunes, 1 de octubre de 2012

Psicoeducación para familias adoptivas y acogedoras: sintonizar emocionalmente con nuestro niño (I)


Dentro del bloque del APEGO (en esta saga de entradas que inauguramos el mes pasado), abordamos hoy el de la SINTONIZACIÓN (implicarse en una relación armónica o emocionalmente responsiva con el niño)

Creo que no os resulta nuevo este tema. Si vais a la etiqueta “apego” en este blog, encontraréis entradas dedicadas a la necesidad empática como la más fundamental de estos niños –pues nunca nadie les ha sentido-, y también observaréis que hay varios posts en los que hablamos de cómo fomentar un apego seguro con el niño –según el autor Siegel- Uno de los puntos para conseguir un apego seguro es precisamente el de ser capaz de alinear los estados emocionales del cuidador con los del niño, conexiones hemisferio derecho del adulto con hemisferio derecho del niño.

Las autoras Blaustein y Kinniburgh inciden en la misma línea y nos dan más explicaciones y sugerencias prácticas para trabajarnos este crucial aspecto de la relación con nuestro niño. Está dentro del módulo del APEGO, con lo cual podréis daos cuenta de que para conseguir que el niño vaya desarrollando un “apego de seguridad ganada” (el niño ha ganado la seguridad en una experiencia relacional duradera con unos adultos que han sido capaces de responder sensiblemente a sus necesidades no satisfechas; y entre estas necesidades, las emocionales son tan supervivenciales como la alimentación y la estimulación. Gracias a este adulto capaz de modificar la expectativa del niño y segurizarlo, éste llega a un apego seguro ganado, logrado, conquistado en múltiples interacciones positivas. Esta es nuestra tarea, lenta pero maravillosamente gratificante. Porque cuando el niño y el adulto se perciben en sintonía, unidos emocionalmente, es algo tan inefable que sólo se puede vivir, experimentar. No se puede explicar. El niño está ya, entonces, apegado “ganado a la seguridad” de sus padres o cuidadores)

SINTONIZACIÓN EMOCIONAL

La idea principal que quiero transmitir es que los padres y familias acogedoras han de ser conscientes de que para que el niño vaya funcionando bien, adaptado y haciendo sus tareas, es condición imprescindible que aprendamos a responder adecuada y empáticamente a las acciones, comunicaciones, necesidades y sentimientos de aquél. Si no incluimos esto, la relación con el niño se basará en un desierto emocional y no vinculará auténticamente con nosotros sino más bien funcionalmente. Si los niños que provienen de un apego inseguro no consiguen para la adolescencia una seguridad ganada, los problemas manifiestos aparecerán después, en la adolescencia, explotando o implotando;  pero, probablemente, ya estaban latiendo desde sus primeras y adversas experiencias de vida en las que estuvieron presentes el abandono y los malos tratos; y, claro, su posterior no reparación preadolescente.

En cambio, si ponemos en el centro una tarea de este tipo, lograremos mayores probabilidades de minimizar o manejar mejor los problemas del niño en el futuro. ¿Por qué? Porque si ha habido un “apego ganado a la seguridad” con los acogedores o familias adoptivas, el niño sentirá –y tendrá la expectativa- de que con sus padres se puede retornar, retomar y sobre todo, reparar. Los padres son percibidos como filtro estabilizador.  Hay base emocional: confianza, seguridad… En suma, sienten a nivel de piel que ES su padre o su madre o su adulto cuidador.

Los acogedores y las familias adoptivas (y los profesores de los colegios también) sobreestiman las necesidades de alimentación, higiene, aprendizaje escolar, habilidades sociales, disciplina… y subestiman las necesidades emocionales. La primera revolución en el apego la estableció Bowlby (médico inglés, uno de los pioneros en el estudio del apego) cuando demostró que el vínculo de apego (el primer vínculo) es una necesidad biológica cuyo fin es la supervivencia de las crías. Con las conductas de apego, atraemos la atención de los cuidadores para lograr su protección y seguridad frente a amenazas externas de todo tipo. Pero posteriormente, otro autor llamado Fonagy enfatizó que el apego es también una necesidad emocional y que para lograr ser un adulto reflexivo (con capacidad de contener los impulsos y las emociones) es requisito imprescindible haber tenido una experiencia prolongada (con un cuidador reflexivo) capaz de hacernos comprender lo que sentimos y de hacernos sentir nuestras emociones como propias, marcándolas. Un cuidador reflexivo tiene altas probabilidades de conseguir que su hijo se apegue seguramente.

Pero desgraciadamente, las necesidades emocionales no son consideradas por muchas personas igualmente importantes que las otras que mencionaba al principio del párrafo anterior. Y es que además, algunas de las citadas en el mencionado párrafo dependen de que lo emocional se haya construido en el niño.

Por ello, lo primero es valorar esta necesidad emocional como fundamental, pero no sólo en la teoría sino en la práctica.

El trauma desafía a la sintonización

Sin duda alguna, los niños que han vivido trauma relacional prolongado y presentan serias alteraciones en el apego no son nada fáciles de sintonizar. Es un trabajo largo, difícil, costoso, duro pero a la postre merece la pena. Si los casos son graves, ya he comentado muchas veces que se debe de recurrir a los profesionales.

Los niños que han experimentado trauma presentan frecuentemente un déficit en la capacidad de comunicar sus necesidades, incluso en identificarlas. También manifiestan dificultades para afrontar o gestionar las emociones (probablemente por haber tenido un cuidador que no hizo una función reflexiva)

Los niños frecuentemente comunican las emociones y las experiencias internas a través de la conducta más que con las palabras. Por ello, ante conductas negativas, no censuréis las mismas o las castiguéis al verlas siempre como problemas de disciplina. Pensad QUÉ NECESIDAD PUEDE ESTAR QUERIENDO COMUNICAR EL NIÑO.

Una de las dificultades mayores (incluso para los profesionales) radica en aprender a interpretar qué hay detrás de la conducta del niño. Suele ser bueno, cuando el niño está calmado, ayudarle con tentativas de explicación a modo de hipótesis. Por ejemplo, haciendo los deberes, cuando los padres le corrigieron los mismos y se enfadó y tiró los objetos por el suelo y se descontroló, cuando esté calmado, probar a lanzar a modo de pregunta: “¿Cuándo te corregimos, puedes sentir como que te despreciamos o no te valoramos?” “¿O es la rabia que te entra al pensar que tú no sabes hacer las cosas como los demás?”

Esto requiere de paciencia y tranquilidad, y de ir conociendo al niño que tenemos con nosotros.

Muchas veces las conductas que sentimos los cuidadores como más estresantes son simplemente la expresión de necesidades no satisfechas; o desregulación del afecto. Por eso, cuando el niño se desregula, lo prioritario es CALMARLE y no encenderlo más. Cuando esté más tranquilo, podremos razonar sobre lo ocurrido.

Los disparadores (reminiscencias de experiencias traumáticas pasadas -estímulos del presente que disparan o gatillan respuestas traumáticas que provienen del pasado por la similitud que el cerebro hace entre esos estímulos y los acontecidos en el pasado que desbordaron a la persona-; el cerebro de la persona traumatizada no distingue entre pasado y presente) pueden elicitar emociones intensas o respuestas de indiferencia. Teniendo en cuenta que los disparadores no son obvios, es importante aprender a identificar los eventos que gatillan en concreto a nuestro niño.

Esto será materia para una segunda parte.

Termino la entrada de hoy hablando de dos libros y comunicando un evento en el que participo:

Uno ya lo conocéis, pues se trata del que editamos mi compañero psicólogo Óscar Pérez-Muga y yo hace un año: “¿Todo niño viene con un pan bajo el brazo? Guía para padres adoptivos con hijos con trastornos del apego” Una guía para aprender, de manera sencilla, qué es el apego, la importancia que tiene en la vida del niño adoptado, los perfiles de apego que se pueden desarrollar, pautas para tratar al niño según sea su perfil y orientaciones para fomentar la resiliencia. Lo que quiero comunicaros es que ha salido ya a la venta la distribución de la segunda edición en librerías. Estamos encantados de haber agotado la primera y de recibir el feedback de que está ayudando (por, según nos dicen, su mejor virtud: la sencillez y la claridad con la que se explica algo tan complejo) a las familias a comprender mejor a sus hijos. Os damos las gracias a todos. Si alguien se quedó sin poder adquirirlo en edición impresa, tiene ahora la oportunidad de hacerlo. En e-book también está disponible desde hace poco.

El otro libro lo anuncié a principios de este mes. Es el nuevo libro de Loretta Cornejo, psicóloga y psicoterapeuta gestáltica. Se titula: “El espacio común. Nuevas aportaciones a la terapia gestáltica aplicada a la infancia y la adolescencia”. Editorial Desclée de Brouwer. Bilbao, 2012. Ya lo tengo en mis manos y he comenzado su lectura. En cuanto lo termine, contaréis con una reseña del mismo en este vuestro blog, Buenos tratos. Pero la impresión que tengo del mismo es que es formidable. Un libro como sólo Loretta Cornejo sabe hacer: una equilibrada combinación de piel y cerebro. Os recomiendo que lo adquiráis, tanto familias como profesionales. Precisamente porque el libro habla del espacio de cada uno (el niño, el joven, los abuelos, los padres…); pero también de cómo podemos construir uno común en el que todos seamos red para nuestros niños y jóvenes.

Y para terminar, tengo el placer de anunciaros que el próximo 6 de octubre en horario de 11,00h a 13,00h, en el Centro Cívico “El Pilar” de Vitoria-Gasteiz, sito en la Plaza de la Constitución, 5, la Asociación Besarka Proacogimiento de Menores de Álava me invita a una sesión formativa que girará en torno a este título: “¿El cariño lo puede todo?” A todos/as los interesados/as que viváis por la zona, os espero gustosamente.

Urrengo larunbatean, hitzaldi batean parte hartuko dut. Besarka Elkartearen lagunak gonbidatu didate. Jardunaldiaren izenburua hau izango da: “¿El cariño lo puede todo?” Interesatuak bazarete, Centro Civico “El Pilar”-ean, 11,00tik – 13,00ra, elkar ikusiko dugu.

Cuidarse / Zaindu