La entrada de hoy está más dirigida a los profesionales (psiquiatras, psicoterapeutas, psicólogos,
pedagogos…) que trabajan con niños y adolescentes que han sufrido experiencias
de malos tratos y que pueden padecer estrés postraumático o un trauma
denominado complejo. Son niños que acumulan múltiples “t” (traumas con la "t" pequeña, se llaman, aunque no por ello menos dañinos e impactantes. Con esta
denominación se pone de relieve que el niño o el adolescente han padecido uno o varios sucesos traumáticos -de manera prolongada- que han puesto en riesgo su seguridad personal en cuanto a
la atención a sus necesidades, carencia afectiva, abandono emocional, relaciones interpersonales
caóticas o desorganizadas…) Aunque también han podido sufrir lo que se conoce
como trauma con la “T” (con la "T" mayúscula), esto es, haber padecido
situaciones en las que se ha visto amenazada o en riesgo su seguridad personal
(ataques violentos, agresiones, violencia intrafamiliar…) Ambos son igual de
devastadores pero los “t” han podido ser crónicos y no puntuales y afectar
también al vínculo y la seguridad de base que proporciona el apego.
Voy a hacer un resumen de las
principales contribuciones que diferentes autores (todos ellos primeros espadas
en el ámbito del trauma) hacen y su relevancia, con el fin de que puedan ser
tenidos en cuenta en el trabajo educativo o psicoterapéutico con los niños y
adolescentes. Es necesario nutrirse de estas aportaciones teóricas si queremos
conocer cómo afecta el trauma a la mente humana y a las relaciones
interpersonales.
Van der Hart (2008) es quien plantea
el concepto de trauma crónico al que nos hemos referido en el primer párrafo.
Es de gran utilidad pues se alude -a saber-
a un tipo de trauma denominado también complejo que se produce en los menores cuando han
estado sometidos a situaciones prolongadas de malos tratos, abusos sexuales o
abandono severos. No es lo mismo que el concepto de trauma simple, en el cual
una situación puntual afectó, en mayor o menor medida, a una persona.
Este autor aporta el concepto de disociación estructural, el mecanismo
adaptativo más frecuente, para sobrevivir en contextos familiares negligentes y
abusivos prolongados. Cuando se produce la disociación estructural, el niño o
el adolescente pueden funcionar con una parte aparentemente normal (funcionar
cotidianamente como si nada ocurriera) pero, en determinadas ocasiones y bajo
unas concretas condiciones ambientales (en unos ambientes físicos, con unas
personas concretas, ante determinados estímulos auditivos o visuales…)
responder de acuerdo a patrones relacionales traumáticos vividos: reaccionar
con inusitada agresividad; o romper a llorar; o manifestar conductas
regresivas; o reaccionar depresivamente; o reaccionar de manera hiperactiva. El
niño no ha desarrollado (al nivel que es esperable a su edad y estadio
evolutivo) una personalidad cohesiva e integrada. Esto es precisamente el mayor daño que el trauma produce (y en lo que
coinciden prácticamente todos los autores): un defecto en la integración de la
personalidad.
Esta forma de funcionamiento es
propia de los menores que han sufrido trauma y que actúan en un momento dado
bajo el mecanismo denominado disociación. Aunque su manifestación puede
considerarse normal como defensa (calmante del dolor) ante contenidos que
sobrepasan la mente humana y ésta por lo tanto, se distancia de los procesos de
atención y memoria para no contactar con dichos contenidos, si se excede en
frecuencia e intensidad puede ser patológica y alcanzar el rango de trastorno.
Las aportaciones de Van der Hart
las consideramos útiles en nuestra práctica profesional porque ofrecen criterios
para determinar si los malos tratos han causado daño a nivel de psicotrauma,
con lo cual permite plantear cuál es la medida de tratamiento más adecuada para
el menor.
Otro autor fundamental en la
psicología del trauma en el cual debemos basar nuestra praxis es Van der Kolk
(1987) quien en sus estudios sobre memoria establece las bases sobre la
estrecha relación entre el trauma y la memoria y cómo ésta se ve afectada.
Diferencia entre memoria de los hechos o explícita, que son los elementos
verbales, los recuerdos de los hechos traumáticos padecidos. Son los recuerdos
accesibles verbalmente. Y memoria implícita, que es la memoria de los aspectos
no verbales de la experiencia: la memoria más emocional, sensorial y corporal.
Por ejemplo, el olor a café; en, pongamos por caso, una cocina puede reactivar
a una persona automáticamente la sensación de que está en peligro porque cuando
sufrió los abusos sexuales olía fuertemente a café.
Los recuerdos implícitos se
definen mejor como estados mnémicos somáticos y afectivos, que no vienen
acompañados de una sensación interna de que se está recordando algo del pasado.
La memoria implícita puede activarse por estímulos internos o externos que
recuerdan al trauma, pero sin tener la sensación de que se está recordando. Los
recuerdos implícitos contienen información obtenida a partir del procesamiento
perceptual de nivel inferior, más amplio de la escena traumática y de la
respuesta corporal de la persona misma (Ogden, 2009) Por ejemplo, una reacción
de un niño cuando su profesor en clase le grita y aquél le insulta porque el
grito dispara una respuesta gobernada por la memoria implícita: cuando al niño
le gritaban en su casa normalmente solían, además, golpearle brutalmente. Por
lo tanto, el cerebro recuerda y activa una respuesta almacenada en la memoria
implícita.
Las aportaciones de Van der Kolk
son claves para cualquier tratamiento, intervención o actuación educativa,
familiar y social. Primero, para ofrecer al menor la mejor alternativa de
protección para su recuperación; segundo, para proporcionarle los recursos de
tratamiento psicológico y psiquiátrico que tengan en cuenta la perspectiva de
la afectación de la memoria y la necesidad de trabajar la integración de los
recuerdos traumáticos para ir reduciendo las respuestas desadaptativas (por
ejemplo en base a un enfoque psicoterapéutico basado en el apego y en el
abordaje EMDR); tercero, para la comprensión, por parte de educadores y
profesores de las causas del comportamiento negativo del menor. Un trabajo
psicoeducativo con toda la red que rodea al menor es por lo tanto, necesario.
Otro autor que destaca por sus
estudios en cuanto al trauma es mi admirado Jorge Barudy (2004), experto
neuropsiquiatra. Para él, los malos tratos son procesos altamente traumáticos
porque son agresiones:
Crónicas y repetitivas
Producidas por adultos
significativos (padre, madre, abuelos, profesores) con diferentes grados de
incompetencias parentales.
Causan dolor y estrés que por su
intensidad y duración agotan los recursos naturales para calmar los dolores y
el estrés y se interiorizan como memorias implícitas traumáticas.
Por su contenido son difícilmente
elaborables.
Ocurren en el contexto de otros
acontecimientos y circunstancias negativas, disfunción familiar, violencia
conyugal, pobreza etc.
Este experto ha destacado las
nefastas consecuencias de los procesos traumáticos sobre el cerebro, poniendo
énfasis en la importancia del cariño y el afecto sobre todo en los primeros
años de vida, cuando se están configurando las sinapsis (las conexiones
neuronales), pues los buenos tratos generan mentes/cerebros sanamente
desarrollados. Barudy pone de relieve la trascendencia de las intervenciones
tempranas, pues cuanto antes se le provea al niño maltratado de un contexto
familiar o social rico en afecto y con límites contenedores, con más
probabilidades se producirá su recuperación.
Finalmente, queremos exponer el
punto de vista de nuestro también admirado Siegel (2007) que realiza una
magnífica síntesis entre apego y trauma, cuando se refiere a las pérdidas no
resueltas. Nos referimos en este momento
a menores que por diversas circunstancias, han sufrido varias
separaciones en su corta existencia (separación de la familia biológica; cese
de acogimientos familiares; pérdidas significativas de adultos; o una
combinación de varias) Niños y adolescentes que padecen un alto sufrimiento con
los que hay que intervenir y trabajar para ayudarles en el procesamiento de
estas pérdidas no resueltas, tremendamente desorganizadoras para la mente en
desarrollo (Siegel, 2007) Por lo tanto, las consideraciones de este autor son
importantes en el trabajo con estos menores, sobre todo adolescentes con
historias de pérdidas, larga institucionalización… y con los que tengamos que
trabajar en algún momento:
La pérdida puede impactar,
durante la primera infancia, profundamente sobre la mente en desarrollo.
El grado del impacto está
relacionado con que las necesidades de apego del niño puedan satisfacerse. (Por
ej. Niños que han vivido continuas separaciones o desvinculaciones con figuras
de apego)
Estos efectos de un “trauma no
resuelto” (Siegel, 2007) pueden ser poderosamente desorganizantes y pueden
permanecer ocultos al conocimiento consciente.
Estas continuas pérdidas de
figuras de apego (niños de centros de acogida con muchos cambios de cuidadores;
o las separaciones de figuras de apego en momentos clave) no resueltas dejan a
la persona con una profunda sensación de incoherencia en la conciencia
auto-noética (es decir, sentimiento de ser yo, de mi identidad, del self a lo
largo de las experiencias), la cual da sentido al pasado, organiza el presente
y programa el futuro. Por eso son niños con una conciencia tan difusa de sí
mismos a lo largo del tiempo.
El trabajo está en integrar estas
experiencias sobrecargantes en una psicoterapia y en un programa de apoyo
psicoeducativo de larga duración, de tal manera que pueda procesarse el trauma.
Puedo constatar que los programas de acompañamiento psicosociales intensos y
continuados pueden dar buenos resultados si se dan al menos contextos sostenedores
básicos para los menores.
El sistema límbico (el área del
cerebro responsable de las emociones y las respuestas traumáticas), afirma
Siegel (2007), muestra su plasticidad a lo largo de toda la vida, por lo que un
tratamiento siempre merece la pena, aunque el niño está gravemente dañado.
Aunque debe contar, para hacer el tratamiento, con al menos un adulto que pueda
acompañarle y contenerle en el proceso.
Bueno, pues esto es todo por hoy.
La semana que viene vuelvo con todos vosotros y vosotras, y esta vez con una
entrada dedicada, de nuevo, a todos y todas los padres, madres y familias
acogedores/as y adoptivos/as. Ya sabéis que vosotros/as sois la prioridad en
cuanto a los temas pero tampoco quiero olvidarme de los profesionales que
siguen este blog y a los cuales quiero ofrecerles también, de vez en cuando,
algunas entradas con información que pueda serles útil en su trabajo diario.
REFERENCIAS
Me he basado en las siguientes
referencias para elaborar este documento:
BARUDY, J. (2204) Los procesos
traumáticos. Documento-presentación no publicada. Barcelona.
OGDEN, P.; MINTON, K.; PAIN, C.
El trauma y el cuerpo. Bilbao: Desclée de Brouwer.
STEELE, K., NIJENHUIS, E. y VAN
DER HART, O. (2008) El yo atormentado: la disociación estructural y el tratamiento
de la traumatización crónica. Bilbao: Desclée de Brouwer.
SIEGEL, D. (2007) La mente en
desarrollo: cómo interactúan las relaciones y el cerebro para modelar nuestro ser.
Bilbao: Desclée de Brouwer.
8 comentarios:
estupendo post, como siempre!. Me dedico al ámbito de la protección de menores y sigo tu blog desde hace mucho.Siempre quito algo interesante de tus artículos. un saludo y esperemos que no te canses nunca de escribirlos.
Muchas gracias, me encanta saber que los post son de ayuda. y de momento no me canso, otra cosa es que me quede sin ideas o me empiece a repetir. En ese caso me lo decís :))
Un cordial saludo,
José Luis
Gracias Jose Luis, aunque no sea profesional de la psicología, creo que a los padres adoptivos también nos viene bien y valoramos los conocimientos que nos expones. Un abrazo.
Elena
Gracias, cuando escribo mas para los profesionales trato no obstante de usar un lenguaje accesible para que las familias puedan entender. Espero lograrlo, ya ne diréis. De todos modos, la siguiente semana vuelvo con temas para vosotros. Un abrazo
Desde que encontré por casualidad en una librería vuestro libro Todo niño viene con un pan bajo el brazo he entendido todo lo que le pasaba a mi hijo adoptivo, las reacciones y el comportamiento que ha tenido durante su adolescencia (lo adopté en México con 6 años y medio y ahora acaba de cumplir 18. Estono quita para que todavía en muchos momentos me sienta "perdida". ¿Cómo podría conocer a psicólogos especialistas en estos niños en Sevilla y provincia? Las dos experiencias que hemos tenido han sido un fracaso total.
Muchas gracias por tus palabras, me alegra
Mucho que nuestro libro te haya servido para comprender a tu hijo. Sobre lo que me preguntas, no conozco a ningún profesional en tu zona. Lo único que se me ocurre para ayudarte es que les preguntes a los de la Voz de los Adoptados: www.lavozdelosadoptados.es (Es una Asociacion) Un cordial saludo.
Hola José Luís, somos una familia de acogida monoparental padre-hijo.Vivimos juntos desde sus 10 años a sus trece actuales. Ha sufrido continua perdida de figuras de apego y tiene un trauma no resuelto. Actualmente hace terapia una hora semanal. Mi gran objetivo, crear vínculo. Tu blog me fortalece.
Hola, Alex: Me alegra saber que te planteas ese objetivo. Eso es lo único (el vínculo seguro) que puede sanar a los niños. Un saludo cordial y gracias por tus palabras. José Luis
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