2012 ha arrancado, y tras unos
días de descanso, Buenos tratos vuelve con todos/as vosotros y vosotras. Os
felicito efusivamente el nuevo año y os doy las gracias por el seguimiento de
los artículos y por valorar este espacio como de utilidad, de aprendizaje, de
intercambio y de experiencias compartidas. Por mi parte, entusiasmado y con las
energías renovadas tras el descanso, retomo las entradas que, como siempre,
versarán sobre los temas del apego, el trauma y la resiliencia.
Uno de los asuntos que dejamos
aparcados el mes pasado era el referido a la publicación de un nuevo libro (en
inglés) sobre apego desorganizado. Os hablé de algunos aspectos de esta nueva
obra pero quedaron otros importantes en el tintero. El libro se titula:
Understanding disorganized attachment (Comprender el apego desorganizado) Sus
autores son David Shemmings e Yvonne Shemmings.
El apego desorganizado es un
subtipo de apego dentro de los apegos denominados disfuncionales. Es uno de los
más frecuentes en los niños víctimas del terror que provocan situaciones de
malos tratos en los que el niño siente que no existe ninguna estrategia
organizada útil para poner fin a las situaciones en las que es violentado
(golpeado, insultado, vejado…) o tratado de manera altamente incongruente,
quedando al socaire de los cambios mentales (y consiguientemente conductuales)
de los cuidadores principales. Así como el evitativo se adapta retirándose de
la interacción y desconectando emocionalmente del cuidador (siendo una
estrategia útil para mantener a la figura de apego) y el ansioso-ambivalente
opta por hiperactivarse e incrementar las conductas de apego para también tener
a la figura de apego, el niño que desarrolla un apego desorganizado, debido a
que el terror le invade y a que ninguna de las anteriores estrategias le
resulta eficaz (se encuentra en una paradoja sin solución: no puede ni
aproximarse ni evitar o escapar de la figura de apego que le daña), contiene en
su expresión características tanto de los apegos evitativos, como
ansioso-ambivalentes e incluso seguros. Pero sin un orden coherente. A veces,
no le queda más opción que la de congelarse y disociarse como único modo de
defenderse del colapso mental que supone quedar a merced de una situación
maltratante. Ya vimos en el post anterior que estos autores postulan que el
apego desorganizado no lo muestra siempre el niño, sino que éste es un
funcionamiento que tiene lugar bajo determinadas circunstancias. Y que en la
medida que va creciendo el niño, la manera que tiene de poder organizar toda esa
desorganización interiorizada de los modelos parentales es la de desarrollar
apegos controladores (punitivos o complacientes) que tienen como fin tener bajo
control a la figura de apego y el entorno que le rodea.
Esto es lo que expusimos con
anterioridad y que extraje del libro. Hoy voy a contaros otros contenidos del libro
que me han parecido interesantes para nuestro trabajo y quehacer educativo y
terapéutico. Los que accedan por primera vez a esta entrada, les recomiendo que
lean los post escritos sobre apego en este mismo blog acudiendo a la etiqueta
de apego, a la derecha de la pantalla del ordenador.
Un tema sobre el que reflexionan
las autoras es el de si basta una situación de violencia o malos tratos al bebé
para que éste desarrolle un apego desorganizado. De todos los elementos y
factores que influyen, ¿cuáles son los más determinantes para desarrollar este
tipo de apego disfuncional en lo que a conductas de los padres o cuidadores
primarios se refiere?
La conducta de apego
desorganizada en el niño sería el resultado del maltrato ejercido por una
parentalidad o unos cuidadores que presentan los siguientes factores de riesgo:
Pérdida o traumas no
resueltos: La investigación ha mostrado
que las memorias traumáticas no resueltas, abusos y pérdidas padecidas no
elaboradas en los cuidadores pueden conducir a serias disrupciones en la
conducta de cuidados al niño que pueden estresarles, aterrorizarles y confundirles.
Los padres de los niños con apego desorganizado tienden a mostrar
momentáneamente lapsos en su discurso y razonamientos hacia el niño, creencias
incompatibles o repentinas imágenes sensoriales. Esto puede traer fallos
repetidos en las tareas de confortar y calmar al bebé cuando su sistema de
apego está activado.
Aterrorizar al niño y cuidados
extremadamente insensibles: Tratar rudamente al niño, comportamiento sumamente
retraído o cualquier forma de comportamiento que le induzca miedo o terror está
asociado a la aparición de un comportamiento de apego desorganizado. Los
cuidados extremadamente insensibles tales como que el cuidador falle
repetidamente en responder para calmar el estrés del niño, no responda a la
búsqueda de contacto, ignorar su llanto, no responder a las vocalizaciones e
intentos de comunicación del niño o no intervenir cuando éste corre riesgo porque
su conducta entraña un peligro para él. La intrusividad física también es una
conducta que puede desorganizar como por ejemplo, interacciones demasiado
cercanas, vigorosas e intensas físicamente hacia el niño. También se incluye la
rudeza y la conducta agresiva hacia el niño.
Conducta parental desconectada: Existen
cinco categorías: (1) Aterrorizar y amenazar al niño (2) Conductas que meten
miedo al niño (3) Conductas que indican ensimismamiento (parar la expresión,
congelar el rostro y tornarlo inexpresivo o manejar al niño como si fuera un
objeto inanimado) o estados de conciencia alterados en los cuidadores (4)
Interactuar con el niño de manera temerosa o apocada, sumisa, de manera deferente
o con conductas sexualizadas/románticas (5) Conductas
desorientadas/desorganizadas en el adulto: conductas contradictorias,
vocalizaciones contradictorias, conductas que desorientan, posturas o
movimientos anómalos…
Pero, con todo ello, también
juega un papel importante una variable mediadora entre estas conductas que se
llama la función reflexiva del cuidador. Esta función consiste en ser capaz de
leer e interpretar adecuadamente los estados internos del niño y sus
manifestaciones y conductas, de tal manera que éstos estados se reflejen sin
invadir. Estos niños aprenderán a interpretar a su vez adecuadamente las
intenciones de los demás y desarrollarán un comportamiento donde sus
intenciones y emociones permanecen. Los factores de riesgo anteriores darían
como resultado una función reflexiva alterada. Como resultante de todo lo
anterior, se desembocaría en situaciones de maltrato y en consecuencia, en una probabilidad
alta de aparición de apego desorganizado en el niño. Cuando la función reflexiva
se hace mal, por poner una comparación, el adulto (que tiene que hacer un “préstamo”
de su cerebro al niño hasta que el suyo se desarrolle bien y sea capaz de
funcionar solo) hace “préstamos cerebrales” que leen las intenciones del niño
de manera alterada, que invade, intrusiva, no colaborando a que el menor
aprenda a conocer y contener sus emociones y entender las intenciones de los demás. Ese “préstamo”
se cobra un “interés” demasiado alto: el niño no es capaz de regularse ni de
comprender bien las intenciones de los demás. Ya sabemos que las mentes de los
padres crean las mentes de los niños.
Otros factores que las autoras estudian en su trabajo son los factores temperamentales (que ya abordamos un día en un post) genéticos y neurológicos que son correlatos (referidos al niño) del apego desorganizado. No determinan pero interactuarían con las variables anteriores. Me ha resultado curioso leer en este libro que el porcentaje de niños que muestran apego desorganizado y que presentan autismo, parálisis cerebral o síndrome de Down fue más alto que en muestras control (un estudio de la Universidad de Leiden) Quizá estas condiciones pueden interferir en el proceso de vinculación de los niños a los padres. Pero los autores de este estudio dicen que hacen falta más investigaciones para poder llegar a determinar si existen antecedentes neurológicos en el apego desorganizado. Me llama la atención, al hilo de esto, que algunos de los niños que han vivido institucionalizaciones en orfanatos de bajísima calidad en condiciones de aislamiento graves y prolongadas, sean diagnosticados de autismo. ¿Son autistas o pseudoautistas y lo que presentan es trastorno de la vinculación?
Otro aspecto que los autores del
libro tocan, aunque muy brevemente (la verdad es que encuentro muy poco sobre
este tema) es la relación entre el TDAH (el Trastorno por Déficit de Atención
con Hiperactividad) y el apego desorganizado. Como dicen las autoras, en la
superficie, pueden parecer similares. Pero una conducta de apego desorganizada
no es lo mismo que un comportamiento perturbador.
Hablándoos de mi experiencia personal
(esto no es del libro) los niños pueden tener TDAH y no tener padres con los
factores de riesgo que hemos mencionado. Los niños con apego desorganizado
tienen manifestaciones, en la superficie, en la conducta observable, similares
a las del TDAH pero sus déficits están a nivel de vinculación, coherencia de la
mente y estados disociativos (desconectarse de uno mismo y de sus propios
estados internos), que no están presentes en el TDAH. La impulsividad y la
tendencia a la conducta desregulada sí estarían a mi juicio, más
compartidas por el TDAH y el apego desorganizado. Existe una alta proporción de niños adoptados que provienen de experiencias de apego subóptimas que son diagnosticados de TDAH, pero a menudo se ignora la evaluación del apego. Finalmente, el TDAH, como trastorno, ¿podría al igual que el autismo o la parálisis cerebral ser una condición que interferiría en el proceso de vinculación con los padres? En ocasiones sí, porque para ello se requeriría de unos padres consistentes que fuesen capaces de regular a un niño tendente a la desregulación. Y no siempre pasa esto. Pero no creo que daría lugar a un apego desorganizado a no ser que los padres presentaran las características que hemos mencionado, sino a otro tipo de estilo o trastorno de apego. De todos modos, todo esto está sujeto a debate.
En cuanto a los factores
genéticos relacionados con el apego desorganizado, existe –nos dicen los
autores del libro- una compleja interacción entre genes y cuidados de riesgo.
Todavía se necesita más investigación porque los genes interactúan con el
ambiente. Sin embargo, concluyen que no hay que olvidar que el apego
desorganizado emerge dentro de una relación particular con un tipo de
cuidadores que hemos descrito. Para los autores del libro (y estoy de acuerdo),
el apego desorganizado no surge de características o aspectos innatos del niño.
Es producto de una relación y de un vínculo disfuncional. Esto debe quedar
claro.
Finalmente, lo que más me ha
gustado del libro es su parte práctica final. Como os habéis dado cuenta, le
dan enorme importancia a la función reflexiva de los cuidadores. Los padres que
presentan una función reflexiva alterada deben de ser tratados también en este
aspecto. Y en la relación con sus hijos. Inciden mucho en la necesidad de hacer
actuaciones preventivas con los padres. Los autores explican cómo trabajan con
los padres y los niños utilizando el videofeedback en el domicilio de aquéllos
dentro de un programa de intervención global. Pues es a través del vídeo cómo
los padres pueden tomar conciencia y aprender a interpretar las conductas de
los niños adecuadamente. Porque si los padres mentalizan mal a sus hijos (por
ejemplo, le dan una cucharada de puré y el niño la escupe con un mal gesto,
interpretando con ello que se están burlando de ellos en vez de recoger que el
gesto del niño es que le desagrada el sabor, entonces, partir de ahí el padre o
la madre pueden empezar a zarandear al niño) las probabilidades de un maltrato
aumentan en combinación con otros factores de parentalidad de riesgo. Los
autores terminan exponiendo un programa que se llama ADAM Project (The
Assessment of Disorganized Attachment and Maltreatment Project: Proyecto de
Evaluación del Apego Desorganizado y el Maltrato) que incide, entre otros
aspectos, en las conductas parentales de riesgo de las que hemos hablado. Todo
esto merece la pena porque el apego desorganizado se asocia a los trastornos de
personalidad y a los trastornos disociativos en la vida adulta que pueden
complicar mucho la salud de las personas que los padecen.
Bueno, como veis, todo es
interesantísimo. Esta semana me he extendido un poquito más de la cuenta y el
post es más teórico que en otras ocasiones, pero de vez en cuando creo que es
positivo exponer lo que los autores nos explican y que nos ayuda a comprender y
trabajar con los niños. La semana que viene os propongo una entrada en base a
un caso que refleje lo que hoy hemos explicado, como ya hicimos con
anterioridad.
Qué casualidad...por ahí voy yo leyendo y...menos mal que me has comentado que normalmente los comportamientos se mezclan...en mi hijo así es...
ResponderEliminarUn fuerte abrazo y...bienvenido tras las vacaciones...yo sigo con mi lectura...Sabes lo que más me gusta?, que habéis sabido resumir muy bien todo lo que significa deprivación, soledad, abandono, maltrato y sus consecuencias...Debería ser un libro recomendado por Ecais y administraciones...de verdad!!
Enhorabuena!!!
Hola José Luis
ResponderEliminarEs un gusto leerte de nuevo, mis mejores deseos para este año que inicia, que los éxitos y bendiciones continuen.
Respecto al tema del apego desorganizado, ¿podrías escribir sobre algunas técnicas o estrategias para su manejo en casas hogar?
saludos, María
Gracias a ti, Mei, por valorarlo. Me alegra mucho que hayamos conseguido hacer comprender todo lo que mencionas. Un abrazo
ResponderEliminarHola María: Feliz año nuevo para ti y mis mejores deseos para el 2012. Sobre lo que me planteas, si vas a la etiqueta apego y miras con calma (hay unas ochenta y tantas entradas) existen post sobre pautas para hacer seguro el apego, orientaciones educativas para ninos con trastornos del apego, adopción y apego desorganizado... De todos modos, seguiremos escribiendo sobre ello. Un abrazo,
ResponderEliminarHola José Luis, te leo aunque nunca he comentado. Pero cuando he leido esto
ResponderEliminar"... manera deferente o con conductas sexualizadas/románticas" me he dado un susto. No entiendo muy bien qué quiere decir esto. Mi hija (9 años)le encanta jugar a novios, y le encanta hacer que yo soy su novio y me aplasta a besos y abrazos y me pide que le bese y abrace. Le sigo el juego como me pide mientras le digo cosas como ¡Oye que yo soy tu madre¡ y mucho cuidado con ir por ahí dando estos besos... entre risas y juegos. HAsta ahora lo he visto normal, pero ahora me he asustado.
¿Que piensas?
saludos
Es normal es el Complejo de Edipo invertido ya se le pasará
EliminarHombre, los autores del texto (está traducido del libro en inglés del cual hablo) me imagino se refieren a comportamientos de este tipo que supongan una clara violación de los límites. En su caso es un juego y por lo que veo, con límite. Saludos,
ResponderEliminar¡Cómo agradezco tus entradas¡ Siempre aprendo y me permite resituarme con mi hija y reflexionar sobre nuestra relación.
ResponderEliminarun abrazo
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Me alegro de verte por aquí, Cuadernos, un abrazo!!
ResponderEliminarFeliz año, José Luis y como siempre tu entrada es muy interesante y nos hace pensar.
ResponderEliminarMi niño está cambiando su comportamiento y me hace pensar mucho. Lo veo frágil emocionalmente, está obsesionado con que yo me vaya entre otras cosas. Yo le explico que soy su mamá para siempre pero siento ese miedo que tiene.
Otros comportamientos me hacen pensar en lo que ha podido vivir anteriormente y no es bueno.
Esperamos como siempre tu próxima entrada.
Un abrazo fuerte.
Hola Alexia: Te contesto en los comentarios del ultimo post titulado: Mas sobre apego desorganizado (II y final) Ahora entiendo porque creía ver tu comentario en el movil y no en el PC. En realidad los comentarios están en los dos dispositivos. Sucede que yo he mirado en cada sitio, en posts distintos. Si vas a los comentarios del ultimo post allí tienes la respuesta a este comentario que has hecho aqui. Un abrazo y feliz año nuevo para ti!
EliminarMe ha gustado mucho, como dice una profesora que conozca, nada más práctico que una buena teoría!".
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