lunes, 31 de octubre de 2011

"¿Todo niño viene con un pan bajo el brazo?" Guía para padres adoptivos con hijos con trastornos del apego" , a la venta esta semana


Esta semana sale a la venta (se distribuye en librerías de toda España durante las dos primeras semanas de noviembre. Hay zonas del país en las que llegará durante la primera semana y otras zonas en las que llegará durante la segunda. En América Latina también se distribuye, sólo que debéis de pedirla en la librería para que desde allí la soliciten a la editorial) nuestra guía para padres adoptivos titulada: "¿Todo niño viene con un pan bajo el brazo? Guía para padres adoptivos con hijos con trastornos del apego. Estamos contentos de la gran acogida que ha tenido y esperamos vuestros comentarios y opiniones con verdadera ilusión con el fin de recoger todas las aportaciones y mejorarla para próximas ediciones. Los autores de esta guía somos Óscar Pérez-Muga (amigo y colega con años de formación, dedicación y trabajo con  menores que han vivido situaciones de desprotección, psicoterapeuta infantil y de familia, el mejor compañero por su competencia y valores humanos para realizar esta obra) y servidor de ustedes, José Luis Gonzalo.

Una sugerencia que os hacemos a quienes estéis interesados en comprarla es adquirirla en la página web de la Editorial Desclée de Brouwer, que es quien la edita: www.edesclee.com Os la envían a casa con toda comodidad. También podéis comprarla en e-book en esa misma dirección.

La guía recoge nuestros conocimientos y práctica de trabajo con los niños adoptados y sus familias. Buena parte de lo que tratamos con los niños y los padres se recoge en la misma. Por entendernos y realizando un paralelismo, es como si un cocinero abre las puertas de su restaurante y muestra cómo crea sus platos. Del mismo modo, nosotros, en el libro, reflejamos cómo orientamos en nuestras consultas privadas a los padres que tienen hijos con trastornos del apego, cómo les ayudamos a comprender a su hijo desde el modelo del apego y la resiliencia, les ofrecemos las pautas que solemos trabajar con ellos y presentamos un buen número de historias de niños resilientes, de cómo han podido crecer y rehacerse desde la adversidad y cómo les hemos ayudado a ello. La guía nace de la práctica clínica, no es un producto de laboratorio, tiene vocación psicoeducativa y la hemos hecho con un lenguaje asequible y nos sentimos muy orgullosos de haber podido aprender de las familias y de los niños. Por eso les agradecemos lo que nos han enseñado y también que nos hayan dado permiso (con el debido anonimato) para incluir sus historias en el libro. 

Con el fin de que conozcáis mejor la guía y sepáis su contenido y su razón de ser, a continuación os transcribo el capítulo de la misma que contiene la presentación que hemos hecho Óscar y yo:

"La adopción es un derecho de los niños a tener unos padres responsables con los que puedan desarrollarse y crecer y tener un futuro que de otro modo, carecerían, siendo, en muchos casos en los que provienen de entornos carenciados, de malos tratos y/o en los que han sufrido todo tipo de calamidades, víctimas de un sistema social mundial injusto que se ceba sobre los más débiles e inocentes.

Adoptar supone, además, hacerse cargo de un menor que será ¡al fin! nuestro hijo, sí, pero con una historia y un pasado, en suma, unas vivencias en su memoria psicológica y biológica (aunque sea a muy temprana edad) que en muchos casos, son traumáticas. Sobrecoge escucharlas. Este trauma ha sido, muchas veces, crónico (ha durado todo el tiempo que el niño ha vivido en su país de origen, en forma de abandono o malos tratos, bien en el seno de su familia o en un orfanato) y a veces muy intenso, muy duro, tóxico y dañino. Estas experiencias son sobrecargantes para la mente, sucediendo, conviene subrayarlo, en periodos de la vida en los que aquélla se está desarrollando y es sumamente vulnerable. Si el periodo de la vida en el que se sufrió el daño del que hablamos es entre los 0 y los 3 años, las consecuencias pueden dejar una huella indeleble en el menor porque es una etapa clave en la constitución cerebral.

Adoptar a un niño supone, pues, llevarse consigo esta memoria, su pasado, que influye tanto que a veces se requiere mucho tiempo, trabajo, esfuerzo y paciencia para poder reparar lo que las experiencias adversas han generado en ese niño: el daño emocional, que es lo mismo que decir el daño a la persona.

Existen mitos como que con el amor se cura todo y que lo que ha ocurrido con anterioridad se olvida. Esto no es cierto. El trauma se graba en las memorias emocionales e impele al niño a actuar conforme al mismo (con unas tendencias de acción [1] de orden inferior, de tipo supervivencial, como huir, evitar o atacar) ante una situación que puede recordarle la experiencia dura del pasado. Aunque él no tenga la sensación de que está recordando ni sea consciente de que esas tendencias guardan relación con los hechos traumáticos  vividos. Los padres también desconocen los efectos adversos del trauma sobre la persona del niño y cómo afectan provocando inestabilidad emocional, alteraciones de conducta y dificultades de adaptación social.

El apego, igualmente, ha podido ser alterado por experiencias de malos tratos con los cuidadores primarios en edades tempranas, por lo que la capacidad del niño para establecer relaciones sanas y constructivas puede estar afectada. El niño tenderá a apegarse disfuncionalmente con sus nuevos padres adoptivos o cuidadores, de acuerdo a lo que aprendió en sus primeras relaciones. Romper o alterar el contacto del niño con los padres o cuidadores primarios puede tener un alto coste para el futuro, sobre todo en las etapas clave de la formación del vínculo de apego como son los primeros dos años.

Conocer todo esto es vital para los futuros adoptantes como para los actuales padres adoptivos, pues los niños pueden manifestar su sufrimiento de maneras muy diversas: inestabilidad emocional, trastornos de conducta, robos, conductas agresivas, fugas, trastornos del aprendizaje, retraimiento… En ocasiones, la convivencia -en especial en la etapa adolescente que, con los cambios psicofisiológicos, se convierte en un periodo en el que la contención y la responsabilidad resultan muy complicadas- puede estar presidida por un clima de gran tensión que afecta a todos los miembros de la familia.

Bastantes padres que hemos tenido en tratamiento en nuestras consultas no realizan una lectura desde el sufrimiento del menor y desde el hándicap que éste arrastra como consecuencia del daño sufrido en etapas anteriores del desarrollo, sino que comienzan a culparse o culpan al hijo cuando aparecen conductas problemáticas o síntomas. Esto puede ser, a veces, por desconocimiento. La convivencia se deteriora hasta tal punto que la familia entra en una crisis en la que se oscila entre la desilusión profunda y la desesperación impotente. Bastantes familias han acudido a nuestras consultas desbordadas.

A estos padres y madres adoptivos con hijos que soportan la pesada carga del maltrato y la herida del abandono sobre sus espaldas nos dirigimos especialmente en esta guía -aunque en general a todos y también a los profesionales- porque creemos que una visión resiliente de su hijo y unas orientaciones concretas de actuación pueden resultarles de gran ayuda.

Esta visión que trata de ayudar a los padres adoptivos a comprender que el daño emocional que sus hijos han sufrido en su etapa anterior les genera un sufrimiento que exteriorizan o interiorizan a través de diferentes síntomas y conductas y de ahí las dificultades, no quiere decir que aquéllos no tengan ninguna responsabilidad. Al contrario, la responsabilidad es mayor aún porque se harán conscientes de que sus hijos necesitan unos adultos que se conviertan en tutores de resiliencia, otra propuesta que hacemos en esta guía para que los padres puedan convertirse en esas personas que acompañen, contengan, apoyen y ayuden a sus hijos a resistir y rehacerse. Los padres y los hijos, por supuesto, no son responsables de los sucesos de vida tan duros y crueles que éstos últimos han vivido en sus países de origen (desnutrición, abandono, testigos de muertes, de violencia, de guerras, separados de sus padres y llevados a un orfanato en condiciones precarias, calamidades como huracanes, terremotos… palizas, humillaciones, insultos, desvalorizaciones… amenazas a su seguridad sin fin) y que les han dañado, pero sí son responsables de, siendo conscientes de lo que ello supone, cambiar su forma de relacionarse, educar y criar si es que ésta no es la adecuada. Porque dependiendo de lo que los padres adoptivos hagan con sus hijos, éstos derivarán hacia una espiral de la que no se puede salir (ahondarán en su herida y en sus estrategias destructivas) o caminarán por el duro y difícil pero liberador camino de la resiliencia, del resistir y rehacerse, del ayudarles a comprender, contener y exteriorizar su inmenso dolor, el cual, como muchos adoptados dicen, nunca se termina de apagar del todo.

Por ello, en esta guía que tienes delante de tus ojos, padre, madre, cuidador adoptivo, acogedor, profesional… encontrarás, en la primera parte, una explicación, un marco comprensivo basado en la neurociencia más actual (explicada de una manera sencilla) para poder elaborar lo que le sucede a tu hijo adoptivo. Está basado en el apego y la resiliencia, dos conceptos que nos proporcionan el marco para darnos cuenta de qué les pasa a los niños, porqué se comportan del modo en que lo hacen. En ella desarrollamos los conceptos de apego y resiliencia primaria y secundaria, utilizando la metáfora de la casa y sus cimientos para ayudar a comprender los conceptos. Terminamos exponiendo los tipos de apego y respondiendo a la cuestión de si un niño adoptado puede o no presentar un trastorno en este sentido.

En la segunda parte, también basándonos en la neurociencia, volvemos a analizar los conceptos de resiliencia y apego, desde lo que llamamos, para entendernos, el “cableado” del cerebro (lo que actualmente los expertos denominan conectoma) Si en el capítulo anterior nos referimos a la estructura (usando la metáfora de los cimientos de la casa), en este apartado hacemos un análisis más detallado de los elementos de resiliencia y de los tipos de apego que se derivan de aquéllos, esta vez desde las funciones y no tanto desde la estructura, ayudándonos de la metáfora del coche. Terminamos esta parte ofreciendo pautas y orientaciones para tratar adecuadamente a los menores de acuerdo a su tipo de apego, aportando situaciones y ejemplos prácticos que deseamos ayuden a los padres y profesionales.

En la tercera parte, tratamos de recoger el proceso (no de una manera exhaustiva pero sí tratando de reflejar lo que les ocurre y sienten en ese proceso) por el que pasan algunos padres adoptivos desde que su alegría inmensa y los proyectos de vida que tenían ilusionantes, para su hijo, se van truncando y con el derrumbe de las ilusiones, el surgimiento de la culpa, las tensiones de pareja, el clima familiar crispado, el sueño roto… Hacemos especial hincapié en lo que llamamos el auto-referencial, un aspecto que los padres adoptivos han de ser conscientes y trabajarlo si quieren cambiar la relación con su hijo, mejorarla y mejorar al menor. El auto-referencial supone tratar de educar al niño conforme a los principios y maneras que a uno le educaron: eso no vale porque estos niños, como decimos en la guía, operan con otro sistema operativo, utilizando la metáfora de la informática. Así pues, no se puede ir con Windows cuando el programa es de Mac. Es necesario, pues, desarrollar otras referencias diferentes para educar a los menores.

En la cuarta parte, proponemos una nueva visión que conceptualice de una manera distinta los problemas que suelen presentar los menores evitando el juego maligno de la búsqueda de culpables. Si se tiene otra mirada sobre estos chicos la vida puede ser suficientemente feliz, es lo que sugerimos.

En la quinta parte, ofrecemos unas orientaciones prácticas basadas en nuestra experiencia de trabajo con niños adoptivos y sus familias, los principios y directrices que nos parecen fundamentales mediante los cuales los padres adoptivos pueden convertirse en tutores de resiliencia para su hijo, explicando de manera clara qué es y supone esta propuesta.

En la sexta parte, incidimos en la función narrativa, pero esta vez la centramos en la extrema importancia que tiene la construcción de una identidad positiva y un estrecho e intenso sentimiento de pertenencia a la familia, pues ambos son factores protectores y de prevención de problemas emocionales y del comportamiento.

Finalmente, en el anexo, presentamos ejemplos de casos, experiencias y narrativas: uno de intervención con un joven y su familia y de cómo los profesionales implicados han trabajado en red, aspecto muy importante cuando se interviene con niños con trastorno del apego. Otro caso que presentamos es el testimonio de una joven adoptada, la cual orienta a los padres sobre cómo educar a los hijos. Ofrecemos también un ejemplo de narrativa elaboradora realizada con un niño de trece años en psicoterapia. Seguidamente, mostramos, también en el anexo, una narrativa mediante cuentos cortos escritos por un niño de nueve años. Finalmente, exponemos cómo los niños pueden narrar mediante el uso de una técnica no verbal como es el cajón de arena.

Esperamos que se constituya en un instrumento útil y que favorezca y ayude a todos los padres e hijos adoptivos, así como a los profesionales de la adopción y la protección a la infancia. Aunque centrada en este ámbito, pensamos que puede aplicarse también con los menores cuyos trastornos o problemas de apego se hacen patentes en otros contextos. Con ese deseo la hemos escrito"

La semana que viene hablaremos de más aspectos de la guía. Espero que se os haya despertado el interés. Me despido recordándoos a todos/as que tanto a Óscar Pérez-Muga como a mí nos gustaría mucho que nos acompañaseis en la presentación de la misma (día 17 de noviembre, jueves, a las 19,00h) en el FORUM de la FNAC, en San Sebastián (Gipuzkoa) Centro Comercial San Martín. C/Loyola, s/n

[1] Este concepto es del autor Van der Hart y colaboradores en su magnífico libro “El yo atormentado”, de la editorial Desclée de Brower.


lunes, 24 de octubre de 2011

"¿Todo niño viene con un pan bajo el brazo?" Guía para padres adoptivos con hijos con trastornos del apego.



Comienzo una serie de post dirigidos a hablaros del libro que he escrito junto con mi amigo y colega Óscar Pérez-Muga. El último de los posts de esta serie será la semana del 14 de noviembre, pues el día 17 del mismo mes, a las 19,00h, en el Forum de la FNAC, en San Sebastián-Donostia, tendrá lugar el acto de presentación oficial del mismo. Apadrinará el acto Rafael Benito Moraga, psiquiatra de la Clínica Quirón de Donostia. Rafael leyó el borrador de la obra y ha aportado numerosas sugerencias. Por ello, y por su saber en neurociencia, psiquiatría y en el ámbito de la protección a la infancia, nos ha parecido la persona idónea para conducir el acto de presentación.

Ya sabéis que tengo por costumbre hablaros de libros de psicología que versan sobre apego, trauma y resiliencia. Los suelo resumir, comentar y también expongo orientaciones prácticas que vienen incluidas en el libro; o, si no es así, yo mismo las elaboro a partir de los conceptos que se plantean. Esta vez le toca el turno al libro del cual soy co-autor y que se titula: “¿Todo niño viene con un pan bajo el brazo? Guía para padres adoptivos con hijos con trastornos del apego” Editorial Desclée de Brouwer. Os lo presento pleno de felicidad porque, por fin, ve la luz. Y convencido de que hemos escrito una obra de calidad que puede ayudar a padres adoptivos y profesionales en general (médicos, maestros, trabajadores sociales, psicólogos...) y de la protección a la infancia en particular.

Hoy voy a comentaros cómo se fraguó el libro.

Sabéis que llevo muchos años trabajando con niños víctimas de malos tratos. Desde hace cinco años, los padres adoptivos supieron, en mi ciudad, que me dedicaba al tratamiento psicológico de los menores que han sufrido estas terribles experiencias; y dado que muchos de ellos son provenientes de adopción internacional, por desgracia, las han padecido y por ello los padres solicitan mis servicios profesionales. He tratado ya a unos cuantos niños adoptados que presentan historias muy duras de abandono y malos tratos en sus países de origen, bien en el seno de su familia (lo cual es terrible, porque sufren el daño por parte de sus padres o familiares de los cuales no pueden esperarse nunca un maltrato) o en orfanatos de baja calidad donde se puede producir el abandono por falta de medios humanos y económicos pero también, en algunos de ellos, existen profesionales que castigan duramente a los niños pudiendo hablarse claramente de malos tratos. Todo esto he comprobado que daña a los niños generándoles, en algunos casos, alteraciones en el vínculo de apego y trauma complejo. A veces de una manera severa y duradera.

También he tratado con padres y familias que adoptan y se ven desbordados por unas alteraciones que no esperaban con tanta severidad. La parentalidad de los padres adoptivos es diferente porque han de constituirse en los tutores de resiliencia de sus hijos con el fin de reparar el daño que los malos tratos u otras vivencias traumáticas (separaciones, pobreza, guerras, calamidades diversas, violencia intrafamiliar…) han producido. Es un desafío porque exige a los padres un trabajo continuo (que es gratificante porque es tu hijo o hija pero que desgasta porque son niños que pueden necesitar una permanencia continua de sus padres y/o familia) y también prepararse para comprender y manejar situaciones educativas y de crianza que muchas veces no esperan (bastantes padres suelen afirmar que imaginaban dificultades pero no tantas) y para las cuales no tienen orientaciones. Yo mismo a través del blog siento que los padres necesitan pautas y orientaciones, así como recibir un servicio postadoptivo mucho más largo con un acompañamiento profesional más continuo y con una serie de recursos de tratamiento que pueden necesitar tanto para los menores como para ellos mismos. Esta situación va a cambiar pronto, al menos en Gipuzkoa. Pero todavía, en el postadoptivo, los padres deben de recurrir a la inestimable ayuda de las asociaciones de adopción, a los consejos de otros padres o las consultas privadas. Y así van sosteniéndose en el proceso.

Algunos padres piensan que pueden educar y tratar a estos niños de manera convencional, según como les han educado a ellos, y no es así porque los niños y adolescentes al manifestar el sufrimiento que las heridas de los malos tratos producen de maneras muy diversas, necesitan que comprendan qué les ocurre así como unas pautas educativas concretas y focalizadas en el apego. Si los padres no entienden los problemas de los niños adoptados con historias duras de vida como reflejo de un sufrimiento y los atribuyen a la maldad del menor o a otro tipo de epítetos descalificadores (pereza, mala voluntad, indolencia, causas genéticas… o hacen la lectura de que el chico/a no les quiere de lo contrario, no haría lo que hace), entonces nos podemos encontrar con situaciones muy conflictivas y preocupantes en algunos casos.

Por lo tanto, observé un vacío en la literatura en este sentido. Hay muchos libros de adopción y muy buenos pero (puedo estar equivocado) no he visto ninguno que conceptualice y oriente a los padres como una guía que les permita acceder a un marco comprensivo acerca de qué le puede ocurrir a su hijo/a para comportarse del modo en que lo hace (basado en el apego y la resiliencia) y explicado de una manera sencilla, con metáforas fáciles de comprender y que, además, en función de los perfiles de apego de los niños o adolescentes, proponga una serie de pautas claras de tratamiento a los niños. Y, todavía más, ofrezca un capítulo con orientaciones sobre cómo los padres pueden constituirse en tutores de resiliencia fomentando ésta en sus hijos en su educación. Y, finalmente, que el libro se complete con historias de vida que los propios niños y adolescentes han cedido para que conozcamos cómo piensan, cómo narran, qué sienten…

Creo, por ello, que es un libro sobre adopción diferente y que viene a cubrir una necesidad. He podido comprobar, en mis años en este blog y en mi trabajo en la consulta, cómo muchos de vosotros/as, padres y madres, necesitáis una guía distinta a otras, psicoeducativa, sobre cómo tratar a los niños adoptados que tienen trastorno del apego. Una guía práctica que pueda ofreceros un mapa sobre el cual orientaros en el trabajo de hacer más resilientes a los niños y niñas que son vuestros hijos/as y que padecen las consecuencias de la pesada carga del maltrato en sus lugares de origen. Maltrato que han sufrido en unas edades (los primeros años de vida) en las que el establecimiento del vínculo de apego es fundamental para un desarrollo cerebral posterior óptimo.

En las reuniones profesionales con mi amigo y colega Óscar Pérez-Muga, compartíamos esta visión. Estaba de acuerdo conmigo en la necesidad de saber hacer llegar a los padres adoptivos los conceptos de apego y trauma y, sobre todo, poder responder al desafío de articular y ofrecer pautas y recomendaciones, con lo complicado que resulta teniendo en cuenta que cada niño es un mundo. Hablamos de escribir la guía, pues vimos un punto de interés profesional común y nos entusiasmamos con el proyecto, y comenzamos a trabajar juntos en la misma hace un año y medio.

Óscar Pérez-Muga ha sido el compañero y colega adecuado para poder hacer este libro. Psicólogo y psicoterapeuta de familia, lleva muchos años trabajando en equipos de protección a la infancia para la administración y también con niños, adolescentes y familias adoptivas. La experiencia de hacerlo junto con otra persona era necesaria y nadie más competente que Óscar Pérez-Muga para embarcarnos en la aventura porque descubrimos lugares comunes. Los dos nos formamos en la primera promoción del Diplomado de Psicoterapia Infantil del IFIV de Barcelona (dirigido por Jorge Barudy y Maryorie Dantagnan) y nuestra amistad e inquietudes comunes en el área del apego, el trauma y la resiliencia surgen en este marco privilegiado de trabajo que tuvimos la suerte de compartir durante cuatro años.


Además de todo lo que he aprendido con Óscar Pérez-Muga (tiene, entre otras muchas virtudes, una capacidad impresionante para idear y crear metáforas que ayudan a comprender fácilmente cosas difíciles de explicar y con un conocimiento de cómo sienten y piensan las familias que denota gran sensibilidad), también ha sido una experiencia muy enriquecedora de trabajo en equipo que ha dado como fruto este libro. Por mi parte, creo no me hace falta presentación pues ya me conocéis los que acudís habitualmente al blog de Buenos tratos y sabéis que los conocimientos prácticos y teóricos que aporto al libro están en la línea de lo que aquí expongo semana a semana. De todos modos, como digo, el resultado del libro, la materialización, es fruto de un trabajo común entre Óscar Pérez-Muga y servidor.

Nuestro deseo era que la guía no se quedara guardada en un recóndito lugar de nuestro portátil sino que viese la luz y que pudiera ayudar a las familias y a los niños. Hemos tenido el gran privilegio de que la prestigiosa psicóloga y psicoterapeuta Loretta Cornejo se interesara por la misma. Ella es directora de la colección AMAE de la editorial Desclée de Brouwer. La leyó y le gustó mucho. La propuso a la editorial y a ésta le interesó desde el principio, apostando por su publicación. Una editorial de renombre que nos ha tratado de maravilla y que ha hecho un atractivo diseño del libro. Además, nos garantiza una amplia distribución tanto en librerías como en formato de libro electrónico en internet. Loretta Cornejo ha realizado el prólogo del libro, pues pensamos que por su trayectoria profesional y por su amadrinamiento de la obra era la persona indicada. Para descubrir el significado exacto que le damos al título, es necesario leer su prólogo, que además presenta el por qué le interesó y gustó esta obra.

Así pues, la guía está ya a punto de salir. Se titula, como os he dicho:“¿Todo niño viene con un pan bajo el brazo? Guía para padres adoptivos con hijos con trastornos del apego”  La primera semana de noviembre sale a la venta en internet y en las librerías. Os tendré al tanto de la fecha exacta. La semana que viene, hablaré de más aspectos, detalles y contenidos del libro que hoy me he dejado en el tintero.

lunes, 17 de octubre de 2011

Temperamento, apego y adopción

El temperamento es la peculiaridad con la que se manifiestan los afectos psíquicos de una persona, sin que influya el ambiente. Es la base biológica de la personalidad y conforma la manera de responder: activa o pasiva, colérica o tranquila, con un tono emocional positivo o con uno negativo, por ejemplo. Se dice, popularmente, que una persona “tiene mucho temperamento” cuando sus respuestas son consistentes y no vienen determinadas tanto por la situación sino por sus disposiciones internas.
El temperamento más puro se observa en los bebés: tranquilo, nervioso, irritable, calmado, activo, pasivo… En la medida que el bebé crece, el temperamento comienza a interactuar con el ambiente y éste puede aumentar o aminorar las disposiciones biológicamente predeterminadas. Algunos autores sostienen que un bebé comienza sus interacciones con los cuidadores nada más nacer, por lo que el ambiente ya está influyendo y modelando el ser del niño. De ahí que la observación pura del temperamento se pueda discutir. Pero sí se puede afirmar, creo, que los niños nacen con tendencias disposicionales de respuesta. Los cuidadores, ¿pueden ir modificando estas tendencias? ¿Las manifestaciones del bebé en la Situación del extraño [recordad que es un procedimiento en el que el bebé es separado de su principal figura de apego durante un intervalo de tiempo, observándose sus respuestas ante un extraño en ausencia de la madre y después ante el retorno de ésta; en función de las mismas, se le clasifica como apegado seguro o inseguro. Este tipo de respuestas del bebé se consideran propias y específicas del modelo de cuidados que ha interiorizado durante el primer año de vida. La evaluación de este procedimiento se hace durante el segundo año de vida del bebé], hasta qué punto son sólo manifestaciones de su temperamento? Cada niño reaccionaría según su temperamento y no de acuerdo a su modelo interno de trabajo (que contiene la manera en que se ha representado la relación con el cuidador y la expectativa de conducta que ha desarrollado sobre éste) El niño ansioso-ambivalente que responde con llanto e ira ante el reencuentro con la madre y a ésta le cuesta calmarlo, en realidad no sería tal sino que constituiría una manifestación de un bebé temperamentalmente mucho más irritable.

Os dejo un video de la Situación del extraño:



 
Para responde a estas preguntas, me voy a remitir al libro de la profesora de la Universidad de Valencia Sefa Lafuente “Vinculaciones afectivas” (en el que colabora la profesora María José Cantero), el cual sigo recomendando porque es un compendio completo sobre el apego, su teoría, evaluación y aplicaciones riguroso pero al mismo tiempo de cómoda y entretenida lectura. Aunque más pensado para estudiantes y profesionales, es también accesible al público en general.
María José Cantero (en el único capítulo del libro en el que colabora dedicado a la “Calidad del vínculo de apego en la infancia”) afirma en el mencionado libro (pág. 140), que "aunque hay algunos autores que sostiene que el temperamento es el responsable de la manera en que los bebés responden en la Situación del extraño y plantean que los niños irritables y miedosos pueden reaccionar ante las separaciones con intensa ansiedad con independencia de sus padres, otros, en cambio, apuntan que si el temperamento del bebé fuera el determinante principal de la calidad del apego, no deberían existir diferencias en el tipo de apego entre diferentes cuidadores (por ejemplo, con el padre y con la madre)" Sin embargo, prosigue la profesora y experta en apego, "la realidad es muy distinta y un número elevado de bebés establecen relaciones de apego diferentes con sus diversos cuidadores. Por tanto, un niño difícil que recibe un apropiado cuidado puede llegar a establecer un vínculo seguro y, paralelamente, un niño difícil de manejar, si se le administra un cuidado insensible, puede desarrollar una relación insegura. Por tanto, el temperamento no parece influir directamente sobre la calidad del apego que desarrolla el niño, sino que la influencia puede ser indirecta a través del efecto que ejerce sobre el cuidador" Continúa más adelante la profesora diciendo: "Habrá disposiciones temperamentales, como la irritabilidad, que dificultarán los intercambios entre el niño y su cuidador y otras, como la docilidad, que facilitarán la interacción. Cuando el bebé presenta tendencias temperamentales positivas, es decir, se muestra atento, sociable, moderadamente activo y con un tono emocional positivo, las interacciones se ven facilitadas, haciéndolas más fluidas y relajadas"
"Aunque el temperamento puede influir en la conducta mantenida durante la Situación del extraño, la seguridad del apego depende, principalmente, de la historia de relaciones con el cuidador. El temperamento no determina si un niño será seguro o inseguro en su relación de apego (porque esto depende del cuidador), pero sí puede determinar el tipo de seguridad o inseguridad" Para más detalle sobre los subtipos de apego (seguro o inseguro) que pueden desarrollar los niños, consultad el capítulo del libro que os he mencionado (pág. 159)
Parece claro que en las manos del cuidador (en su sensibilidad, rapidez, templanza emocional, capacidad para empatizar con las necesidades del niño y en su habilidad para la función reflexiva) está la posibilidad de ir actuando de regulador, modulador y canalizador del temperamento. Por muy “difícil” que sea un niño, si el cuidador es competente y crea una relación capaz de contener, modular y sentir al niño, la representación de apego de éste será segura. Esto es complicado, lo sé, nadie lo va a hacer perfecto, somos humanos, pero es una responsabilidad -como padres y cuidadores- que debemos asumir. Los que dicen: “el niño me irrita”, “me pone de los nervios”, etc. deben de hacer una reflexión y trabajo personal porque van a empeorar la relación y la calidad del apego.
¿Y en el caso de niños adoptados o acogidos con historia de abandono o malos tratos? Aquí hemos de diferenciar entre el niño que vivía con su familia de origen y sufre maltrato y/o abandono de una manera continuada por la misma y, después, si el caso es denunciado, rompe los vínculos familiares e ingresa en un centro de acogida (la edad en la que esto ocurra también es importante, así como la duración de la experiencia de malos tratos o el abandono y su intensidad); y el niño que es dejado desde bebé en la puerta de una casa o en otro lugar público para que sea recogido y entregado a las autoridades, quienes le ingresarán en un centro de acogida (aquí es importante saber a qué edad se rompió el contacto con los padres o cuidadores y cómo fue el nivel de atención y satisfacción de sus necesidades durante el tiempo que estuvo con aquéllos; probablemente de baja calidad. También es importante saber si los cuidados del centro de acogida fueron de alta o baja calidad) Ambos casos, como podemos deducir, suponen experiencias adversas (traumas) que pueden alterar con alta probabilidad el apego del niño. ¿Cómo era el temperamento del niño con anterioridad a las experiencias de malos tratos o abandono? En estos casos, pienso, esto es algo más intrascendente, dada la potencia dañina de lo que han vivido. Podemos afirmar, como decimos, que con independencia de que el niño fuera más “fácil” o “difícil” en cuanto a sus manifestaciones temperamentales previas a las experiencias de abandono o malos tratos, el daño se produce igualmente porque lo que han padecido son experiencias que amenazan su integridad, supervivencia y seguridad. Un niño de temperamento "difícil" probablemente alterara más a un cuidador poco competente de un centro de acogida de baja calidad (tiene muchos niños a su cargo y pocos medios) que otro más adaptable, y la probabilidad de que le maltrate es más alta. No sabemos si altera al cuidador por su temperamento o porque su conducta ya es expresión del daño vivido en su familia de origen. En cualquier caso, el cuidador poco competente está empeorando y ahondando en el daño con sus actuaciones incompetentes. Lo que sucede en muchos casos de adopción internacional es que sabemos que el niño ha sufrido experiencias traumáticas pero desconocemos con exactitud muchos detalles importantes.
En cualquier caso, lo que nos debe mover en una línea positiva y de ánimo en nuestra tarea educativa y de crianza es saber que las posibilidades de recuperación de los niños son muy amplias (autores como Daniel Siegel nos dicen que la plasticidad cerebral es una realidad a lo largo de toda la vida) Cuesta, a veces, sangre, sudor y lágrimas, pero no hay que olvidar que la competencia y la incondicionalidad como padres es fundamental y la clave. Debemos ejercer una parentalidad que sea tutorización de resiliencia. Incluso los niños más dañados se recuperan con el tiempo y la paciencia, si cuentan con cuidadores competentes. Así lo reflejamos en el libro-guía para padres adoptivos (del cual soy co-autor con mi amigo y colega Óscar Pérez-Muga, psicólogo también) En el mismo incluimos (con el debido anonimato) muchas historias de resiliencia, narradas por los propios niños, que nos cuentan que esto es posible por muy duro que sea lo vivido. Se publica en noviembre (1ª semana) y os adelanto el título: “¿Todo niño viene con un pan bajo el brazo?” No os desvelo el por qué del titulo porque eso está en el libro y en él hay que descubrirlo. Os hablaré del libro pormenorizadamente a lo largo de los próximos posts. La presentación del mismo será en Donostia-San Sebastián y también os anunciaré pronto la fecha y el lugar.
Las personas que adoptan (sobre todo en adopción internacional) o acogen deben ser conscientes de que la probabilidad de que el niño sea inseguro y fragilizado es alta, con lo cual sólo deben de embarcarse aquéllos que estén dispuestos a asumir esta realidad y trabajar para el niño con el fin de ayudarle a superarlas. Y las valoraciones de perfiles de idoneidad como padres acogedores o adoptivos deben de ser rigurosas.

lunes, 10 de octubre de 2011

Orientaciones para tratar a los niños con apegos disfuncionales en base al mindsight

Vuelvo con el maravilloso libro de Siegel titulado Mindsight y, a partir del mismo, hago un ejercicio de elaboración personal dirigido a ofreceros orientaciones prácticas en el trabajo y educación diaria de los niños y adolescentes acogidos u adoptados.


Las alteraciones del apego (una relación primaria que ha resultado dañina emocionalmente para el niño) hacen referencia a los apegos disfuncionales que el niño ha podido desarrollar para adecuarse al patrón de relación que los cuidadores han establecido. Son apegos disfuncionales pero para el infante han cumplido la misión de poder sobrevivir en el entorno familiar en el que aquél haya crecido.

 

En el apego seguro hay una pauta de comunicación en la que los padres o cuidadores sintonizan con las necesidades de los niños y las atienden con rapidez y sensibilidad. El niño interioriza a la figura de apego y la siente como disponible para recurrir a ella en caso de necesidad (peligros, amenazas, protección, seguridad, afecto…) Desarrolla la expectativa de unos adultos coherentes y cercanos para satisfacer sus necesidades. Interioriza la confianza en sí mismo. Un patrón de apego seguro se caracteriza por una coherencia y un cerebro desarrollado de manera integrada. La información fluye y se produce una sintonización con unos padres o cuidadores que conectan. Esa conexión es la de sentirse sentido y ambos cerebros (los de los padres o cuidadores y el del niño) se alinean. Es un wifi neuronal conectado: esa magia de contactos, caricias, interacciones estímulo/respuesta, juegos, risas que se amplifican... Una retroalimentación comunicacional que produce la maravillosa experiencia del sentirse unido a alguien en seguridad. Todo el cerebro participa en esta sinfonía (el izquierdo y el derecho) y las conexiones neuronales se fortalecen preparando al niño para la exploración, el desarrollo de sus capacidades y su autonomía. Una sinfonía que permitirá que el niño se vaya constituyendo en un ser auto-regulado porque fue, primero, regulado por otros.  En este caso, comparando el cerebro con un río, tal y como Siegel propone en el libro Mindsight, el agua fluye y no se atasca en ninguna de sus dos riberas.
Cuando el apego que se desarrolla para adaptarse y poder mantener a la figura de apego dentro de un límite de relación que garantice su presencia no tóxica es evitativo, el niño tiende a desconectarse de la relación, a retirarse, y crece desarrollando una escasa conciencia de sus emociones. Las emociones y la conciencia corporal de las mismas es baja. Se maximiza la independencia, la racionalidad y la minimización (incluso desprecio) de la importancia del vínculo íntimo con los otros. Niños que no suelen presentar un bajo desarrollo, que tienen a oponerse a hablar sobre sí mismos y sus sentimientos (prefieren centrarse en lo funcional: el deporte, los juegos…) Aparentemente autosuficientes, mostrando una pseudo-seguridad queriendo hacer creer que no necesitan ayuda. Pueden aceptar las reglas y los límites siempre y cuando no se invada su intimidad. Pueden presentar dificultad para tomar la iniciativa en la conversación o en el trabajo y suelen tener estallidos repentinos y abruptos de rabia y frustración. Normalmente, bastante obstinados en sus ideas y planteamientos. Como dice Siegel, puede existir un predominio de las funciones del hemisferio izquierdo sobre las del derecho (que son las que más se activan y conectan en las relaciones de apego seguro) porque no se ha estimulado la comunicación emocional y por lo tanto, se desconoce.
¿Cómo ayudarles? Suelen ser niños muy difíciles para trabajar y relacionarse tanto para el profesor como para los padres, educadores y terapeutas. Rechazan la conexión emocional y en muchas ocasiones pueden tener actitudes de rechazo e incluso negativas hacia quienes quieren ayudarles. Tal y como Siegel dice (comparado el cerebro con un río), las aguas del río se han acercado a una de las orillas: la de la rigidez. El niño evitativo suele ser rígido.
Una de las estrategias que yo suelo utilizar es la de respetar su necesidad de distancia. El evitativo se puede comparar a una ostra que está muy cerrada y que no se abre por temor a los peligros pero no es consciente de ello. Corta la conexión emocional (desconociendo este lenguaje e incluso, desdeñándolo) con el exterior por temor a ser dañado. Es necesario adecuarse a su necesidad de ser sentido pero desde la distancia óptima. Y poquito a poco (comprendiendo sus defensas más que yendo contra ellas o criticándolas) ir entrando en su interior mediante caminos indirectos (por ejemplo, dibujos; o contándole lo que le puede pasar a él o ella a través de una historia que le sucede a otro; o metacomunicando –“es normal que no quieras hablar de esto, lo entiendo”-; o reforzando sus tímidos avances en conexión emocional…) para, después, en la medida que vayamos sintiendo que puede abrirse al sentir, usar los más directos y ayudarle a comprender su forma de ser como un modo de protegerse ante lo que ha sufrido, comparando la defensa de la evitación con un traje, tal y como sugiere genialmente mi  admirada colega Maryorie Dantagnan. Y de este modo, sin forzar las máquinas, se irá abriendo, irá confiando, se irá acercando… Llevará tiempo, tal vez años, pero se conseguirá porque en el fondo el evitativo sabe que la vida es conexión pero ha cortado los cables. Quiere reestablecerlos pero o ya no sabe o tiene miedo. Está cómodo en su ostra e incluso desprecia conectar con otros porque no entiende qué le puede reportar eso.
El subtipo de apego ansioso-ambivalente es la otra cara de la moneda: maximiza y dramatiza las emociones todo lo que puede. La independencia se teme. En sus relaciones de apego primarias, los padres o cuidadores han sido cambiantes (ora se acercan comunicando afectivamente, ora se alejan, ora se muestran intrusivos cuando el niño necesita recogimiento interior...) No saben entrar en sintonía. No saben leer las necesidades emocionales y adecuarse a ellas; a veces, incluso perturban al niño. Por ejemplo, el padre que juega a asustar a su hijo cuando éste le expresa un temor y necesita calma y que le tranquilicen. El padre no lee que eso atemoriza al niño y se centra en su necesidad de que se haga fuerte y un hombre y le deja solo en su habitación a oscuras.  Los padres por su cambiante comportamiento y reacciones ante el niño, se tornan impredecibles para éste. El niño crece con una gran inseguridad acerca de si sus necesidades serán satisfechas o no. Y desarrolla una gran incertidumbre acerca de si será suficientemente querido o no. Una de las pautas culturales respecto a la crianza de los bebés decía que había que dejar que éstos lloraran hasta reventar porque cogerles y calmarlos era perjudicial, les hacía caprichosos. Todo lo contrario: es pernicioso y dañino y he observado a adultos ansioso-ambivalentes que pasaron, en su infancia, por este tipo de pautas inadecuadas
El niño ansioso-ambivalente tiende a ser hiperdemandante y necesita continuas muestras de atención. Cuando no se las proporcionan, puede llamarla de muchas maneras, inclusive las que supongan quebrar las reglas. Las personas pueden pasar de ser idealizadas a ser devaluadas en breve intervalo de tiempo (si se le frustra, seremos los peores) Las confrontaciones con la realidad no las vive bien. Niños seductores, que saben ser habilidosos para atraerse al adulto. Son insistentes en sus propuestas o peticiones y les cuesta tolerar la frustración (pueden tener respuestas agresivas intensas; pero a la vez, estas tormentas se pasan y están abiertos a la reparación porque temen el rechazo o la pérdida del adulto. Son muy frágiles, en realidad) Temen mucho las separaciones con las figuras de apego (hay que ser especialmente sensibles con esto) y cualquier comentario puede ser interpretado como que se le rechaza o no se le quiere. Sus dibujos y juegos pueden estar cargados de contenidos afectivos (pérdida, soledad, tristeza, falta de valía, visión injusta del mundo…) Este niño ha de vivir durante mucho tiempo la consistencia y el afecto con límites claros de sus padres para que desconfirme estas expectativas guardadas en su memoria.
Con estos niños suelo hacer una alianza (encuadre de trabajo) de tal manera que la relación nunca se cuestionará ni se pondrá en entredicho en mi labor con ellos. Las conductas negativas o de falta de respeto no se tolerarán. También tengo muy en cuenta hacer predecible el entorno y mis reacciones (siendo consistente: no aceptando un día una norma y otro día no permitiéndola): calma y serenidad, actitud tranquila pero firme ante sus tormentas emocionales ante la frustración. Mantenerme en que le aprecio pero no puedo consentir lo que me plantea porque hemos acordado que así sea (por ejemplo, cuando les conviene transgredir una norma en un juego porque les beneficia) La estructura que les rodea debe ser firme y sólida, pero a la par cálida. Difícil de conjugar, no lo ponen fácil pero no olvidemos que no saben regular sus emociones: han caído en el otro lado de la ribera del río: su mente y cerebro es caótico. Por ello, así como un evitativo necesita técnicas que puedan ir despertando sus emociones, un ansioso-ambivalente necesita un adulto firme y empático pero que no caiga en las redes de la manipulación que nos tejen a veces fruto de sus carencias. A la vez, debe ser un adulto que le ayude a desarrollar más el lado izquierdo del cerebro: a poner palabras y desarrollar contenidos cognitivos (de pensamiento) que ordenen todo el caos emocional.

Solamente subrayar que el perfil que he trazado de los niños evitativos y ansioso-ambivalentes es prototípico, basándome en mi conocimiento de ellos a través de la psicoterapia. Cada niño es único y puede presentar unas características u otras. También remarcar que los estilos de apego, aunque tienden a la estabilidad, no son inmutables y pueden evolucionar a lo largo del tiempo por las influencias del entorno. Además, señalar que el apego influye pero no determina como único factor, como sostiene la profesora y experta en el tema María Josefa Lafuente, de la Universidad de Valencia. Seamos cautos con los determinismos y las etiquetas.


Nos queda hablar del apego desorganizado. Tendremos tema para otro día.
Espero que os haya sido de utilidad, y espero también vuestros comentarios, que, como siempre, leeré gustosamente.

lunes, 3 de octubre de 2011

Cómo ayudar a los niños a desarrollar un apego seguro mediante el mindsight

Como ya os comuniqué en el primer post de vuelta de vacaciones, una de las lecturas que ha acaparado mi atención este pasado verano ha sido el último libro de Daniel Siegel titulado: Mindsight.La nueva ciencia de la transformación personal. Editorial Paidós. Podéis leerlo tranquilamente porque es un libro de carácter divulgativo pero científico y riguroso. Escrito de una manera amena y entretenida, es capaz de explicar la compleja interacción entre mente/cerebro /experiencias interpersonales de una manera concisa y clara, con múltiples ejemplos e historias de vida, algunas entresacadas de la propia biografía del autor. Ya sabéis que Siegel ha sido, es y va a seguir siendo nuestra fuente de inspiración.

El libro explora qué es el mindsight (la capacidad de la mente de poder percibirse a sí misma) Cuando nos damos cuenta de que tenemos una mente con pensamientos, sentimientos, sensaciones, recuerdos… y observamos los mismos con conciencia plena a través de ejercicios (como los que él propone) de meditación, entramos en nuestro mundo interior y es cuando empezamos a conocernos. El mindsight supone darnos cuenta de que nosotros y los demás tenemos una mente. Somos, creo, la única especie capaz de ser consciente de esto. He aquí nuestra grandeza. Si sabemos cultivar el mindsight (literalmente significaría “ver la mente”) ganaremos en bienestar personal, tanto los adultos como los niños.

El mindsight se desarrolla mediante las técnicas de mindfullness (mente plena o conciencia plena) Mediante una serie de ejercicios que él propone (como la respiración, la meditación, la observación o el escáner corporal…) accedemos a nuestro rico mundo interno. Supone prestar atención plena (ser consciente de la conciencia misma) al momento presente con una actitud que no enjuicia ni es reactiva. Observar los procesos de la mente como las sensaciones, las emociones, los pensamientos… sin enjuiciarlos ni reaccionar ante ellos. De este modo se desarrolla una sabiduría que enseña a no dejarse arrastrar por los mismos. Se trata de sintonizar con nosotros y aprender a ser nuestros mejores amigos.

El libro abunda en cómo es el cerebro, cómo funciona, sus distintas partes (lo enseña de una manera gráfica y con metáforas novedosas e ingeniosas, como, por ejemplo, concebir el cerebro como un puño cerrado con el pulgar por debajo del resto de los dedos) También explica la nueva ciencia de la neurobiología interpersonal (cómo el cerebro se transforma y cambia mediante las relaciones interpersonales) Además, del libro destaco la definición que del concepto mente da  Siegel (que la traeremos aquí y la aplicaremos a los problemas que suelen tener los niños víctimas de abandono y malos tratos, pues da en la clave de por qué los menores con estas duras experiencias tienen tantos problemas de regulación emocional), extraordinaria y apasionante, expuesta de un modo sencillo y con metáforas clarificadoras por sí solas.  Y, finalmente, el autor plantea cómo el mindsight ayuda a la integración cerebral cuando por diversas causas ésta no se ha producido. Porque los problemas que los traumas o los apegos disfuncionales (como ya hemos visto y seguiremos profundizando) suponen, en suma, son una dificultad o problema para que el cerebro fluya e INTEGRE la información. Cuando esto se consigue, se mejora notablemente de los problemas emocionales.

El autor propone ocho ámbitos en los que hay un problema de integración: integrar la conciencia; integración horizontal (cuando la vida de una persona está dominada por el hemisferio izquierdo, como puede ser el caso de los apegos evitativos); integración vertical (personas desconectadas de cuello para abajo, desconectadas del cuerpo); integración de los recuerdos (personas traumatizadas, qué ocurre en su mente y cómo se les puede ayudar); integración narrativa (dar sentido a las personas contando historias; es lo que hacemos en una psicoterapia centrada en el apego: co-construimos con el niño y con el adulto en la psicoterapia una narrativa que dé sentido y coherencia a su fragmentada historia de vida y a sus alterados vínculos de apego); integración de estados (para diferenciar nuestros múltiples “yoes”); integración interpersonal (sentir el mundo interior de los otros); y, finalmente, integración temporal (incertidumbre, transitoriedad, mortalidad…) Cada ámbito de integración es expuesto en base a un caso real y podemos aprender cómo lo ha trabajado Siegel mediante las técnicas de mindsight.

Para terminar, vuelvo al principio y hago una aplicación práctica de lo expuesto a nuestra tarea cotidiana con los niños y adolescentes con los que convivimos: nuestro hijos, alumnos, pacientes… Si sintonizar con nuestro interior es fundamental cuando hacemos mindsight, esto es, conectar con nuestro interior y observar plenamente qué sentimos y escucharlo para aprender de nosotros mismos y, por lo tanto, conocer mejor las emociones y pensamientos que sentimos y no volvernos tan reactivos e inconscientes de nosotros mismos y nuestros actos, estoy convencido de que SINTONIZAR con los niños y adolescentes es CLAVE para poder entenderles y que aprendan a sintonizar ellos consigo mismos y con nosotros. Me gusta este concepto: sintonizar. Es como una cadena de radio bien sintonizada: fluye la transmisión de la información de manera directa y sin interrupciones.

SINTONIZAR con los niños que han vivido experiencias de malos tratos o abandono en sus lugares de origen creo que es la TAREA fundamental a realizar con ellos. Muchos de estos niños no poseen la cualidad del mindsight, no lo han desarrollado porque se han desconectado de sí mismos y de los demás por las terribles experiencias que han vivido. Por ello su mente y su estado de apego (su representación de vínculo) puede ser evitativa (mente rígida) o ambivalente y/o desorganizada (mente caótica y conductas y reacciones incoherentes e impredecibles) El flujo de información de su mente no fluye como lo hace un río, como diría Siegel.

¿Cómo SINTONIZAMOS? Estando plenamente presentes con ellos en múltiples actividades de la vida cotidiana, reflejando sus emociones, poniendo palabras a lo que sienten, aportándoles explicaciones de su historia y orígenes, jugando con ellos… Con una actitud que no juzgue. Y desde luego siendo unos adultos capaces de aceptarles y no de reaccionar a la menor conducta, alteración… que muestren. La tarea es calmarles muchas veces, ser su lugar y su refugio seguro.

Pero ocurre que en el mundo en el que vivimos, agobiado por la prisa y los quehaceres diarios, por las actividades extraescolares, por los deberes… no permite que nos sentemos y se produzca ese milagro en el que padre/madre se sienten conectados y sintonizados con su hijo/a y a la inversa. Digo que esto es tan fundamental porque estos niños/as NO HAN VIVIDO ESTO SUFICIENTEMENTE O LO HAN VIVIDO DE UNA MANERA NEGATIVA Y DAÑINA. Por ello, se han perdido lo que Sue Gerhardt comenta en su libro "El amor maternal": que todo lo que un bebé necesita es que lo cojan en brazos y le arrullen. No podemos cogerles a los que ya son grandes en brazos, pero sí podemos proporcionarles experiencias donde sientan que les sentimos. Y harán la misma labor afectiva y sintonizadora que el cogerles en brazos. Y, de este modo, su apego irá evolucionando hacia formas más seguras o menos disfuncionales.