Esta semana corresponde, como ya os anuncié, aportaros unas sugerencias sobre cómo ayudar y apoyar a los niños que muestran ansiedad de separación cuando ésta ya bordea los límites del trastorno o cuando se hace problemática para el niño y la familia. Serán unas recomendaciones generales porque dar pautas concretas para cada caso particular es tarea harto imposible.
En principio, si el niño adoptado proviene de una experiencia de abandono en la cual ha vivido el estrés de la separación, quedándose largo tiempo solo sin que nadie pueda calmar su angustia (conviene aquí recordar las aportaciones de Sue Gerhardt en su libro “El amor maternal”, las explicaciones que ella aporta magistralmente acerca de cómo el sistema de regulación psicofisiológico del niño puede quedar alterado ya desde muy temprana edad ante una pérdida traumática o una experiencia de abandono prolongada. Os sugiero que volváis a repasar las entradas escritas en este blog sobre el tema o que acudáis al libro mismo), hemos de tener muy presente que en su memoria queda registrada esa experiencia traumática. Es un recuerdo traumático el que invade al niño. Habrá una intrusión del pasado en el presente, por lo que el niño revivirá -en el momento de separarse de sus padres o al ir al colegio estos días iniciales- ese evento traumático base. El niño siente que está en el pasado. Tal cual. Aunque racionalmente se le explique que nada malo va ocurrir, que vamos a regresar, que se queda con el profesor que le va a cuidar bien, etc., no suele servir de mucho porque son las emociones traumáticas las que no están elaboradas. El trauma está sin procesar. Hay un bloqueo en las redes neurales que han procesado esa experiencia y el cerebro/mente no fluye, se queda atascado en ese recuerdo invasivo y doloroso.
En los comentarios que habéis escrito durante la semana hemos podido saber que algunos padres tienen mucho problema con estas separaciones. Unos comentan que es muy complicado, con el niño gritando, asustado, negándose a quedarse solo. Otros afirmáis que ha sido un proceso muy difícil pero que, con el tiempo, ha ido mejorando. Y, finalmente, ha habido padres y madres que afirman no haber tenido problema. Es muy posible que estos niños no tengan trauma, lo hayan podido procesar ellos mismos, o que no sean niños de un perfil de apego ansioso-ambivalente o desorganizado que son los que más suelen presentar este problema de ansiedad excesiva al separarse. Los niños evitativos suelen desconectarse de sus emociones y han creado como un escudo que les protege del estrés de la separación. Aunque interiormente lo sientan, la defensa de la desconexión les ha servido para adaptarse a las situaciones de abandono, ignorancia, desatención…
Para gestionar las separaciones hemos de conjugar tres elementos: la predictibilidad, la estructura y la regulación. Todos están íntimamente relacionados entre sí.
La estructura (va unida a la predictibilidad) consiste en que organicemos las situaciones en las que el niño se vaya a separar de nosotros. En la práctica sería visitar el colegio del niño antes; conocer a su profesora o profesor; familiarizarse con el centro con anterioridad; dejarle claros los horarios (si no entiende el concepto de tiempo, hay que echarle imaginación y utilizar estímulos concretos que le ayuden a situarse, como, por ejemplo, cuando suene la campana o después de hacer plástica…); poder ir con un compañero o compañera... Todo este tipo de detalles que son hacer conocido lo desconocido. Lo desconocido crea mucha inseguridad en estos niños y no hay que dar por sentado nada.
La predictibilidad consistiría en intentar ayudar a que el niño anticipe lo que va ocurrir tratando de que su expectativa ansiosa se reduzca y sabiendo de antemano dónde se va a efectuar esa separación. Recordemos aquí a Heather Geddes y su libro “El apego en el aula”; en el mismo aconseja acordar un espacio intermedio en el colegio (entre el patio y la clase) donde se va a producir la separación de la madre o el padre. Esto tiene mucha más importancia de lo que nos podemos pensar, pues este espacio intermedio ha sido definido por muchos autores como un espacio a caballo entre el mundo interno del niño y la realidad exterior. Es un espacio que le permite al niño sentirse en seguridad en el cual se produce la separación con la figura de apego. Es parecido al concepto de objeto transicional: ese elemento (por ejemplo, un peluche) que se convierte en un elemento organizador de la psique del niño y que le posibilita las separaciones. El que el niño pueda llevar un objeto de este tipo puede ser de gran ayuda. Este concepto es del psicoanalista Winnicott y lo expone en su libro “Realidad y juego” Yo me acuerdo de Janire, mi ahijada y de su conejito “txuri”; era fundamental en su vida: con él iba a todos los sitios, con él podía ir a dormir a la cama ya en su cuarto separada de sus padres…
En este espacio intermedio se negocia la separación y aquí lo conjugamos con otro aspecto, que también está asociado con el siguiente: nuestro estado emocional. Si el niño anticipa ya su propia ansiedad y también la que podemos experimentar nosotros al tener la expectativa de que se va a poner ansioso, entonces la predictibilidad es la de una conexión entre estados de mente ansiosos. Soy consciente de que ver y sentir que tu hijo hace todas las manifestaciones conductuales propias de la ansiedad de separación nos genera inquietud, preocupación, miedo, agobio… Nos sentimos y quedamos intranquilos y todo eso se transmite ya de una manera anticipada. Es por ello por lo que hay que tratar de calmarse, de tranquilizar nuestro cuerpo, de mostrarnos cálidos pero firmes y seguros en nuestras formas y manifestaciones. Porque si no (y entramos en el siguiente y último aspecto, la regulación) no podemos constituirnos en ese referente seguro que el niño necesita para calmarse, tranquilizarse y estabilizarse. Creo que es importante también revisar nuestra propia historia y reflexionar sobre cómo hemos vivido las pérdidas y separaciones que hemos podido tener y cómo nos han afectado. Ser el regulador del niño es una de las tareas principales de los padres y madres adoptivos.
También hemos de ser conscientes que el camino es lento y que el niño necesita transformar sus representaciones mentales de apego inseguras en inseguras. La comprensión empática es clave. Esto es un proceso y conviene tenerlo en mente.
Con todo, soy plenamente consciente (porque he vivido en mis propias carnes cómo reaccionan los niños ante estas situaciones de separación) de lo difícil que resulta y que no hay recetas sino caminos a seguir. Hemos de tener la convicción de que lo irá superando porque así se lo transmitiremos. El apego (no lo olvidéis) se crea mediante conexiones. El apego es conexión, nos dice Siegel.
Los niños que más dificultad muestran son los que necesitan un proceso más progresivo. Hay algunos menores (lo sabéis) que manifiestan mucha ansiedad y protesta ante la separación pero posteriormente, quedándose con la profesora o profesor (es importante que la conozcan previamente), terminan después tranquilizándose. Otros pondrán una oposición más férrea y ello nos indica que el trauma es más intenso. Con estos niños hay que negociar separaciones progresivas y hacer (por muy mayores que sean) ese proceso de adaptación que se utiliza con los niños pequeños cuando van al colegio o al centro de educación infantil por primera vez.
La presentificación (concepto de Siegel) es clave en el tratamiento de cualquier trauma emocional. Hacer sentir al niño que estamos en el aquí y ahora, con él, para que pueda situarse en el presente y que aquello tan duro que vivió ya pasó y sólo son recuerdos en su cabeza. Dolorosos pero recuerdos. Esta perspectiva de distanciarle de las emociones traumáticas les ayuda mucho. Pero lleva tiempo y como siempre os digo, paciencia.
Cómo hacerlo, el know how, ya depende de cada uno y sobre todo de nuestra propia serenidad y expectativa de que aunque sea difícil poco a poco podrá con ello. Transmitir esta confianza al niño piel con piel (en el abrazo o beso que transmite amor pero también paz) es necesario para que lo vaya superando.
Pronto os hablaré de una técnica para el tratamiento del trauma denominada EMDR (siglas en inglés que significan: Desensibilización y reprocesamiento por movimientos oculares rápidos) Me estoy formando en ella y acabo de terminar el nivel I (me falta el II) Es una técnica ideada por Shapiro en 1987 en Estados Unidos pero que a España ha llegado a partir del 2004. Desde entonces hasta ahora se está extendiendo y cada vez son más los profesionales formados en la misma. Se puede aplicar (aunque dentro de una intervención integral que conlleva otro tipo de técnicas terapéuticas y con un proceso más largo, engranándola con las aportaciones del apego) a niños y adultos con una historia de traumas de pérdidas, abandono, malos tratos, esto es, al denominado trauma complejo. La verdad es que he venido entusiasmado con la misma y sorprendido de su eficacia y resultados. Ya tendremos tiempo y espacio para hablar de ella.
Termino agradeciéndoos los comentarios que añadís y disculpándome porque, a veces, no puedo responder a todas las personas dada la cantidad de trabajo y el escaso tiempo que me queda. Tampoco puedo contestar a todos los mails que me enviáis, sabed que lo leo todo (comentarios y mails) pero no soy humanamente capaz de poder llegar a dar respuesta a todos.