lunes, 26 de septiembre de 2011

Tics, onicofagia y malos tratos en la infancia

Escribo esta entrada para hablar de un tema que me ha propuesto una madre adoptiva que observa que su hijo presenta distintos tics nerviosos y, además, se muerde las uñas y se arranca los padrastros o pellejitos de las uñas hasta hacerse heridas. Me preguntaba si existe una relación entre experiencias de malos tratos y abandono en la infancia y estas conductas.

Vaya por delante que padecer trastorno de tics, o morderse las uñas o arrancarse los pellejos son unas conductas que se pueden dar sin presentar antecedentes de malos tratos en la infancia.


Reflexionando sobre la propuesta de esta madre, empecé a recordar a los pacientes (niños y adolescentes) que han pasado a lo largo de los años por mi consulta y reparé en que, en efecto, muchos se mordían habitualmente las uñas y se arrancaban los pellejitos (se hacían heridas verdaderamente importantes, este dato merce ser destacado porque, como veremos más adelante, sugiere tensión psíquica interna) Sobre los tics, no lo he observado tanto, recuerdo menos casos (por ejemplo, traté hace unos años a un adolescente con Trastorno de Gilles de la Tourette, un trastorno de tics grave que implica múltiples tics motores y verbales; está asociado a otras patologías como el Trastorno obsesivo-compulsivo, Hiperactividad… Curiosamente, este joven tenía antecedentes de violencia doméstica)

He encontrado en esta página de internet una definición que me ha gustado sobre tics: Un tic es un movimiento o gesto súbito, de corta duración y repetitivo que típicamente mimetiza algún aspecto de la conducta normal. Los niños suelen atribuirles un carácter involuntario, mientras que los mayores y los adultos, a menudo los describen como asociados a un impulso somatosensorial no deseado que se ve momentáneamente aliviado mediante la realización del mismo.
Los tics pueden ser motores o verbales (movimientos de la cabeza, cuello, hombro…) o verbales (vocalizaciones de sonidos, palabras…) También pueden ser transitorios o crónicos.

Como podéis leer, respecto a las causas, aparte de los factores genéticos, que juegan un papel, también citan -entre los ambientales- al estrés. De todos modos, sobre este tema de la genética/ambiente, hace un tiempo hablamos en unas cuantas entradas sobre unos artículos interesantísimos que se habían publicado en la revista Mente y cerebro. En ellos, se hablaba de la epigenética, una nueva ciencia, que explica cómo los genes pueden modular su manifestación y expresión de acuerdo a las influencias ambientales. Lo importante es la resultante de esta interacción. El artículo en Mente y cerebro explica con mucho detalle la complejidad que supone la interacción genes/ambiente. Esta ciencia es apasionante y a lo largo de los años se irán conociendo cuáles son los mecanismos epigenéticos, aún desconocidos en muchas enfermedades y trastornos.

Los niños víctimas de malos tratos (físicos y emocionales) y abandono (físico y emocional también) están en riesgo de padecer cualquier tipo de patología. La literatura científica agrupa las patologías o trastornos clínicos -en el caso de los niños-,  en si éstos son más internalizados (ansiedad, depresión…) o más extrernalizados (trastorno de conducta, hiperactividad, agresividad…) Los tics y el morderse las uñas (onicofagia) o arrancarse los pellejos entrarían en la esfera de los externalizados. Y, probablemente, no será la única alteración o trastorno que el niño o el joven presentará. Lo más seguro se manifestarán dentro de trastornos de ansiedad, hiperactividad, trastornos del desarrollo, del estado de ánimo… Es lo que se denomina comorbilidad: la co-ocurrencia de dos o más trastornos en una persona.
Los niños y adolescentes que han sufrido malos tratos o abandono son más vulnerables a presentar casi todos los trastornos. Cada persona es un mundo, con su herencia genética, su temperamento y su historia de vida (en todos los casos antecedentes de maltrato y abandono en distintos grados: leve, moderado, severo; unos de una manera más puntual, otros como una durísima experiencia a lo largo del tiempo) He podido comprobar, como digo, que con antecedentes de malos tratos y abandono pueden surgir todo tipo de patologías (aunque conviene dejar claro que la experiencia del maltrato no es el único factor, existen otros, específicos para cada patología, que también inciden en la aparición de la misma), no sólo las más graves sino también las consideradas menos graves: ansiedad generalizada, trastorno depresivo mayor, trastorno bipolar, hiperactividad, trastorno de conducta (éstos entre los más frecuentes), trastorno obsesivo-compulsivo, trastornos de la eliminación (enuresis, encopresis), trastornos de la conducta alimentaria (bulimia, atracones…), trastornos psicóticos (esquizofrenias precoces, trastorno delirante), trastornos disociativos, trastorno de tics, trastornos del desarrollo, consumo de sustancias, trastorno del control de los impulsos, trastornos psicosomáticos… Y, como denominador común a todos ellos, el que Jorge Barudy y Maryorie Dantagnan denominan el trastorno de los trastornos: el trastorno del apego reactivo severo o alteraciones en la vinculación (evitativa; ansioso-ambivalente; desorganizada) Es todo el ser del niño, su manera de sentir, relacionarse y pensar el mundo y a los demás el que queda afectado por el impacto de los malos tratos. El comportamiento violento y la posibilidad de entrar en el ciclo de la violencia en el futuro (el maltrato se asocia con la posibilidad de poder manifestar conductas violentas en la vida adulta) es otra de las consecuencias nefastas. Lo cual sugiere que la capacidad empática puede quedar afectada.

En el caso de los tics, sabemos que el estrés es un factor importante en el desencadenamiento y en el mantenimiento de los mismos. ¿Existe mayor estrés que el de ser abandonado o maltratado? Evidentemente, los tics pueden asociarse a estas duras experiencias infantiles y las mismas constituirse en factores de vulnerabilidad que, en interacción con otros factores internos y externos al sujeto, causen la aparición del trastorno por tics. Y si, además, para que los tics desaparezcan -o mejoren con el tratamiento- es importante la gestión del estrés cotidiano, nuestros niños adoptados o acogidos (que suelen provenir de otro país; han de aprender otro idioma; adaptarse al colegio; estudiar y rendir; hacer amigos y conseguir ser aceptado por ellos; concentrarse; agradar a la familia; controlar su comportamiento y sus impulsos; elaborar su historia de vida; enfrentar sus orígenes…), ¿van a estar sin factores estresantes? Vamos, que tienen un gran desafío y pasan por muchas situaciones y eventos de vida que les estresan. Teniendo unos cimientos debilitados, es más complicado saber manejar el estrés; es por ello que los tics se convierten en una forma de poder canalizar la ansiedad que viven ante ese estrés. Por ello, en las etapas en que éste es menor o aprenden a manejarlo, los tics disminuyen. Pero aprender a regularse emocional y conductualmente es su gran desafío, les lleva tiempo. 

La onicofagia o arrancarse los pellejos son actos que creo les permite canalizar la agresividad y/o la culpa interna y/o las tendencias autopunitivas. Mucha de esta tensión acumulada se desplaza hacia esa zona en el acto de “morder” o “arrancar”. Esto está sujeto a muchas interpretaciones. No soy demasiado amigo de las interpretaciones. Pero algo que me han ratificado muchos niños y jóvenes (por eso lo pongo, porque ellos lo han reflexionado así con mi ayuda) en su trabajo terapéutico es que la dura experiencia de ser maltratado (vejado, insultado, despreciado, ignorado…) durante mucho tiempo por seres que son tus padres o familiares (esto es aún más grave que si el maltratador es ajeno a la familia) y de los cuales esperas que te quieran y te cuiden, les hace sentirse alienados. “Yo me sentía como un trapo”, me dijo una vez una joven. “Eso no se le hace ni a un animal”, me dijo otro joven. La peor herencia del maltrato es la afectación al apego y a la manera que tienes de verte. Daña severamente tu autoconcepto y al final terminas definiéndote tal y como los demás te han definido y considerado. Por ello, muchos piensan y sienten que se merecían el maltrato, se sienten culpables. Y la culpa es lo peor, es un cuchillo interior. De ahí que la agresividad sea una de sus respuestas típicas. En el caso de morderse las uñas es un síntoma que indica un modo de canalizar esa autopunición interior que se traduce en una tensión que se descarga en el morder, arrancar… hasta hacerse daño. Morderse y hacerse daño guarda relación con el autocuidado. Si crees merecer ser maltratado, te autocastigarás y no te autocuidarás. Y una forma de hacerlo es mordiéndose los pellejos o arrancándoselos hasta sangrar.

Es también cierto que la moderna neurociencia ha descubierto que hay personas que la única manera que han aprendido a liberar emociones y vivencias no integradas en el cerebro/mente es mediante las autolesiones. Morderse y arrancarse los pellejos es un modo de autolesionarse. La autolesión produce la liberación de unas sustancias, opioides internos, que a pesar del daño actuarían después como autocalmantes y pueden producir que la persona no pueda evitar engancharse a estas conductas. 

El tratamiento psicoterapéutico centrado en el apego va consiguiendo, entre otras muchas cosas, que el niño modifique (lentamente) su autoconcepto y el síntoma (tics, morderse uñas...) irá mejorando. Una forma de trabajar este problema es de un modo indirecto: mediante el tratamiento de su autoconcepto, tratando la ansiedad y la culpa de base, a través de una relación terapéutica que le permita experimentar otro tipo de adultos que le miran y consideran de otra manera… O, a veces, los tics, según su gravedad, pueden requerir un abordaje directo mediante técnicas conductuales. En el caso del Trastorno de Gilles de la Tourette se puede necesitar  de un abordaje multidisciplinar (psiquiatra) en base a farmacología porque el cerebro puede estar afectado funcionalmente.

Ocurre que los niños con antecedentes de malos tratos no suelen presentar los tics o la onicofagia como problemas únicos. Suelen manifestar, desgraciadamente, muchos otros problemas (emocionales, conductuales, relacionales, de desarrollo, sociales...) por lo que -ya lo sabemos- el tratamiento ha de ser integral y establecer prioridades.

Siempre insisto en lo mismo: con paciencia y ayudas familiares, médicas y psicoterapéuticas, así como con la maduración cerebral, los niños van evolucionando positivamente de este problema y de otros.

Imagen cogida de www.buenasalud.net

lunes, 19 de septiembre de 2011

Ansiedad de separación en los niños adoptados. Reflexiones y recomendaciones.

Esta semana corresponde, como ya os anuncié, aportaros unas sugerencias sobre cómo ayudar y apoyar a los niños que muestran ansiedad de separación cuando ésta ya bordea los límites del trastorno o cuando se hace problemática para el niño y la familia. Serán unas recomendaciones generales porque dar pautas concretas para cada caso particular es tarea harto imposible.

En principio, si el niño adoptado proviene de una experiencia de abandono en la cual ha vivido el estrés de la separación, quedándose largo tiempo solo sin que nadie pueda calmar su angustia (conviene aquí recordar las aportaciones de Sue Gerhardt en su libro “El amor maternal”, las explicaciones que ella aporta magistralmente acerca de cómo el sistema de regulación psicofisiológico del niño puede quedar alterado ya desde muy temprana edad ante una pérdida traumática o una experiencia de abandono prolongada. Os sugiero que volváis a repasar las entradas escritas en este blog sobre el tema o que acudáis al libro mismo), hemos de tener muy presente que en su memoria queda registrada esa experiencia traumática. Es un recuerdo traumático el que invade al niño. Habrá una intrusión del pasado en el presente, por lo que el niño revivirá -en el momento de separarse de sus padres o al ir al colegio estos días iniciales- ese evento traumático base. El niño siente que está en el pasado. Tal cual. Aunque racionalmente se le explique que nada malo va ocurrir, que vamos a regresar, que se queda con el profesor que le va a cuidar bien, etc., no suele servir de mucho porque son las emociones traumáticas las que no están elaboradas. El trauma está sin procesar. Hay un bloqueo en las redes neurales que han procesado esa experiencia y el cerebro/mente no fluye, se queda atascado en ese recuerdo invasivo y doloroso.

En los comentarios que habéis escrito durante la semana hemos podido saber que algunos padres tienen mucho problema con estas separaciones. Unos comentan que es muy complicado, con el niño gritando, asustado, negándose a quedarse solo. Otros afirmáis que ha sido un proceso muy difícil pero que, con el tiempo, ha ido mejorando. Y, finalmente, ha habido padres y madres que afirman no haber tenido problema. Es muy posible que estos niños no tengan trauma, lo hayan podido procesar ellos mismos, o que no sean niños de un perfil de apego ansioso-ambivalente o desorganizado que son los que más suelen presentar este problema de ansiedad excesiva al separarse. Los niños evitativos suelen desconectarse de sus emociones y han creado como un escudo que les protege del estrés de la separación. Aunque interiormente lo sientan, la defensa de la desconexión les ha servido para adaptarse a las situaciones de abandono, ignorancia, desatención…

Para gestionar las separaciones hemos de conjugar tres elementos: la predictibilidad, la estructura y la regulación. Todos están íntimamente relacionados entre sí.

La estructura (va unida a la predictibilidad) consiste en que organicemos las situaciones en las que el niño se vaya a separar de nosotros. En la práctica sería visitar el colegio del niño antes; conocer a su profesora o profesor; familiarizarse con el centro con anterioridad; dejarle claros los horarios (si no entiende el concepto de tiempo, hay que echarle imaginación y utilizar estímulos concretos que le ayuden a situarse, como, por ejemplo, cuando suene la campana o después de hacer plástica…); poder ir con un compañero o compañera... Todo este tipo de detalles que son hacer conocido lo desconocido. Lo desconocido crea mucha inseguridad en estos niños y no hay que dar por sentado nada.

La predictibilidad consistiría en intentar ayudar a que el niño anticipe lo que va ocurrir tratando de que su expectativa ansiosa se reduzca y sabiendo de antemano dónde se va a efectuar esa separación. Recordemos aquí a Heather Geddes y su libro “El apego en el aula”; en el mismo aconseja acordar un espacio intermedio en el colegio (entre el patio y la clase) donde se va a producir la separación de la madre o el padre. Esto tiene mucha más importancia de lo que nos podemos pensar, pues este espacio intermedio ha sido definido por muchos autores como un espacio a caballo entre el mundo interno del niño y la realidad exterior. Es un espacio que le permite al niño sentirse en seguridad en el cual se produce la separación con la figura de apego. Es parecido al concepto de objeto transicional: ese elemento (por ejemplo, un peluche) que se convierte en un elemento organizador de la psique del niño y que le posibilita las separaciones. El que el niño pueda llevar un objeto de este tipo puede ser de gran ayuda. Este concepto es del psicoanalista Winnicott y lo expone en su libro “Realidad y juego” Yo me acuerdo de Janire, mi ahijada y de su conejito “txuri”; era fundamental en su vida: con él iba a todos los sitios, con él podía ir a dormir a la cama ya en su cuarto separada de sus padres…

En este espacio intermedio se negocia la separación y aquí lo conjugamos con otro aspecto, que también está asociado con el siguiente: nuestro estado emocional. Si el niño anticipa ya su propia ansiedad y también la que podemos experimentar nosotros al tener la expectativa de que se va a poner ansioso, entonces la predictibilidad es la de una conexión entre estados de mente ansiosos. Soy consciente de que ver y sentir que tu hijo hace todas las manifestaciones conductuales propias de la ansiedad de separación nos genera inquietud, preocupación, miedo, agobio… Nos sentimos y quedamos intranquilos y todo eso se transmite ya de una manera anticipada. Es por ello por lo que hay que tratar de calmarse, de tranquilizar nuestro cuerpo, de mostrarnos cálidos pero firmes y seguros en nuestras formas y manifestaciones. Porque si no (y entramos en el siguiente y último aspecto, la regulación) no podemos constituirnos en ese referente seguro que el niño necesita para calmarse, tranquilizarse y estabilizarse. Creo que es importante también revisar nuestra propia historia y reflexionar sobre cómo hemos vivido las pérdidas y separaciones que hemos podido tener y cómo nos han afectado. Ser el regulador del niño es una de las tareas principales de los padres y madres adoptivos.

También hemos de ser conscientes que el camino es lento y que el niño necesita transformar sus representaciones mentales de apego inseguras en inseguras. La comprensión empática es clave. Esto es un proceso y conviene tenerlo en mente.

Con todo, soy plenamente consciente (porque he vivido en mis propias carnes cómo reaccionan los niños ante estas situaciones de separación) de lo difícil que resulta y que no hay recetas sino caminos a seguir. Hemos de tener la convicción de que lo irá superando porque así se lo transmitiremos. El apego (no lo olvidéis) se crea mediante conexiones. El apego es conexión, nos dice Siegel.

Los niños que más dificultad muestran son los que necesitan un proceso más progresivo. Hay algunos menores (lo sabéis) que manifiestan mucha ansiedad y protesta ante la separación pero posteriormente, quedándose con la profesora o profesor (es importante que la conozcan previamente), terminan después tranquilizándose. Otros pondrán una oposición más férrea y ello nos indica que el trauma es más intenso. Con estos niños hay que negociar separaciones progresivas y hacer (por muy mayores que sean) ese proceso de adaptación que se utiliza con los niños pequeños cuando van al colegio o al centro de educación infantil por primera vez.

La presentificación (concepto de Siegel) es clave en el tratamiento de cualquier trauma emocional. Hacer sentir al niño que estamos en el aquí y ahora, con él, para que pueda situarse en el presente y que aquello tan duro que vivió ya pasó y sólo son recuerdos en su cabeza. Dolorosos pero recuerdos. Esta perspectiva de distanciarle de las emociones traumáticas les ayuda mucho. Pero lleva tiempo y como siempre os digo, paciencia.

Cómo hacerlo, el know how, ya depende de cada uno y sobre todo de nuestra propia serenidad y expectativa de que aunque sea difícil poco a poco podrá con ello. Transmitir esta confianza al niño piel con piel (en el abrazo o beso que transmite amor pero también paz) es necesario para que lo vaya superando.

Pronto os hablaré de una técnica para el tratamiento del trauma denominada EMDR (siglas en inglés que significan: Desensibilización y reprocesamiento por movimientos oculares rápidos) Me estoy formando en ella y acabo de terminar el nivel I (me falta el II) Es una técnica ideada por Shapiro en 1987 en Estados Unidos pero que a España ha llegado a partir del 2004. Desde entonces hasta ahora se está extendiendo y cada vez son más los profesionales formados en la misma. Se puede aplicar (aunque dentro de una intervención integral que conlleva otro tipo de técnicas terapéuticas y con un proceso más largo, engranándola con las aportaciones del apego) a niños y adultos con una historia de traumas de pérdidas, abandono, malos tratos, esto es, al denominado trauma complejo. La verdad es que he venido entusiasmado con la misma y sorprendido de su eficacia y resultados. Ya tendremos tiempo y espacio para hablar de ella.

Termino agradeciéndoos los comentarios que añadís y disculpándome porque, a veces, no puedo responder a todas las personas dada la cantidad de trabajo y el escaso tiempo que me queda. Tampoco puedo contestar a todos los mails que me enviáis, sabed que lo leo todo (comentarios y mails) pero no soy humanamente capaz de poder llegar a dar respuesta a todos.

domingo, 18 de septiembre de 2011

Seminario sobre la técnica de "La caja de arena" en Umayquipa, en Madrid, el 26 noviembre 2011


El 26 de noviembre en el Centro Umayquipa de Madrid impartiré un Seminario titulado "La caja de arena" Os transcribo la información contenida en el tríptico elaborado por Umayquipa (centro coordinado por Loretta Cornejo, prestigiosa psicoterapeuta que ha publicado numerosos libros sobre psicoterapia como: "Terapia Infantil Gestática" o "Cartas a Pedro. Guía para un psicoterapeuta que empieza") He tenido el honor de ser invitado y allí os espero a todos/as para compartir las posibilidades terapéuticas de esta técnica tan apasionante y creativa. El seminario está abierto a médicos, maestros, ATS, psicoterapeutas, psicólogos, psicopedagogos...

UMAYQUIPA A.E.

 


UmayQuipa a.e. significa en quechua, Soplando el amor. Es este concepto, tal vez, el que nos reunió, tanto en Lima como en Madrid, a un grupo de terapeutas con la intención de poder llevar a la práctica, no sólo un conjunto de teorías aprendidas sino nuestras propias vivencias y riesgos de lo que consideramos consiste el trabajo dentro de la Psicoterapia.
Partiendo desde el respeto a la persona y su libertad al cambio, nos servimos de diversos elementos, como el cuidado por su bienestar aunque esté sufriendo, el intentar desde diferentes medios y conocimientos un tipo de ayuda que le facilite el darse cuenta de sus cosas, el reflexionarlas, trabajando dentro de su proceso de terapia.
Es nuestra intención como UmayQuipa a.e. crear un espacio donde poder compartir y transmitir con afecto nuestros conocimientos y experiencia en el campo de la Psicología, del Psicodiagnóstico y de la Psicoterapia.


                UmayQuipa a.e


Seminario “La caja de Arena”

José Luis Gonzalo Marrodán

                              26 de noviembre 2011

Seminario  La Caja de Arena”


La técnica de la caja de arena es un procedimiento no invasivo, fundamentalmente no verbal, que permite a los niños que no tienen disponibles las palabras por cualquier causa poder expresar sus sentimientos y ayudarles a elaborar sus conflictos  y problemas tanto conscientes como inconscientes. Con esta técnica el niño es el protagonista de su proceso, y no un receptor pasivo. Entonces, la interpretación queda eclipsada por la co-construcción  de una narrativa entre paciente y terapeuta en el que la metáfora que el niño exprese tiene su valor central, junto con los elementos resilentes de la misma. Ya no se hacen interpretaciones, como si el niño fuera pasivo, sino que se pregunta (diálogo activo y  co-constructor con el niño) y se juega. Así pues, el niño expresa sus sentimientos, elabora sus dificultades, encuentra un sentido a las mismas y descubre sus puntos fuertes en su proceso resilente (crecer desde la adversidad). Pretendemos acercarnos al uso terapéutico de esta técnica aprendiendo a utilizarla dentro del proceso psicoterapéutico (como técnica de evaluación y tratamiento, complementaria a otras) de acuerdo a unos objetivos, metodología y procedimiento.

Objetivos:

Acercarnos al origen y surgimiento de la técnica de la caja.
Aprender a utilizar la técnica, la secuencia de administración de la misma y en qué fase de la terapia usarla.

Conocer casos prácticos en los que se ha utilizado la técnica.

Determinar el perfil de niños para los que se puede elegir la técnica.

Describir las posibilidades, precauciones y limitaciones de la técnica de la caja de arena.

Fecha:              26 de noviembre de 2011


Horario: de 10 h. a 14 h.  y de


                     15.30 h. a 19.30 h.

Precio: 140€.
(matrícula 50€ / curso 90€ )

Dirigido a: Psicólogos, Médicos, Profesores, Maestros, A.T.S y alumnos en formación

Lugar:               UmayQuipa a.e


            Alberto Aguilera 58 3º I 28015-Madrid


                      Telefax: 91.5493878


           Clases en: Donoso Cortes, 88 1º Dcha.


                           28015-Madrid


        E mail: UMAYQUIPAE@gmail.com


Imprescindible separar  matrícula  

  
PROFESOR

José Luis Gonzalo Marrodán

Psicólogo y psicoterapeuta infantil y adultos por la FEAP. Ejerce en su consulta privada desde el año 1994. Trabaja como psicoterapeuta infantil  con niños y adolescentes que participan en los programas de acogimiento familiar, adopción, y acogimiento residencial de la Diputación Foral de Guipúzcoa desde hace once años. Especializado en psicoterapia del apego y del trauma. Combina su labor clínica con la impartición de seminarios para padres y educadores en distintos colegios y asociaciones. Ha sido formador del Máster en maltrato y abusos sexuales a menores en la Universidad de las islas Baleares y participa como profesor en el Diplomado de formación para psicoterapeutas infantiles de IFIV de Barcelona.

lunes, 12 de septiembre de 2011

Ansiedad de separación en los niños adoptados

La ansiedad de separación ante la partida de la figura de apego es una conducta normal en los niños sobre todo en el periodo denominado de apego centrado (los 6 y los 24 meses) En esta etapa el niño es muy sensible y reactivo ante la irrupción de extraños, peligros u otras amenazas y activa sus conductas de apego (proximidad física en el espacio) hacia su figura principal en busca de protección y seguridad. Este comportamiento tiene valor de adaptación y le ha permitido y le permite a la especie sobrevivir en el mundo.

Posteriormente, el niño aprende mecanismos autorregulatorios emocionales y puede ir progresivamente manejando las separaciones. La figura de apego es interiorizada y el infante adquiere el fundamento seguro para estar en el mundo. El niño aumenta su autonomía de manera progresiva hasta que puede separarse por completo sabiendo que puede retornar a esa base segura cuando lo necesite. De adultos nos sucede igual: cuando pasamos por etapas difíciles en las que necesitamos confort, afecto, apoyo o consejo, nos acercamos a aquellas figuras (padres, amigos, pareja…) que sabemos van a acogernos ante el derrumbe emocional.

Hay hitos en el desarrollo de los niños. La aparición de la marcha, de la deambulación, es ya una primera habilidad que hace posible las primeras experiencias de separación. Si el apego con la principal figura es seguro, el niño activará su sistema de exploración sabiendo que la madre es la base segura a la que se puede retornar en caso de apuro o peligro, pues tiene la imagen interna de que ella le cuidará, protegerá o calmará. Si estas primeras exploraciones se hacen positivamente, ambos sistemas, complementarios, actuarán colaborando en beneficio de potenciar el desarrollo global del menor y su autonomía en particular. Otro hito importante -primeras experiencias de separación- es la entrada en la escuela infantil. Planificar, estructurar y manejar bien este gran momento es clave para que los niños vayan aprendiendo a separarse y reencontrarse con la figura de apego de una manera segura.

La mayoría de los niños interiorizan este apego seguro. Pero hay otros -en un tanto por ciento más pequeño- que por factores internos y externos en interacción demoran esa separación de manera segura, tranquila y confiada de la figura de apego teniendo la certeza de que retornará. Su representación mental es de inseguridad: sienten que esta figura no va a volver, les va a dejar o que les va a ocurrir alguna desgracia a uno o ambos. Temen consecuencias terribles que además no saben verbalizar ni explicarse bien debido a las limitaciones que los niños tienen con el pensamiento y el lenguaje al ser aún demasiado pequeños. El temor que sienten suele considerarse emocional porque no hay razones que justifiquen (y si las hay, el temor se exagera) esa desproporcionada reacción de temor a la separación.

La ansiedad a separarse -cuando ésta ya adquiere categoría de trastorno y el niño está en la segunda infancia- de la figura de apego no es exclusiva de los niños que han vivido experiencias de apego subóptimas (separaciones tempranas, malos tratos, abandono…) Los niños que han permanecido con los padres o figuras de apego desde el principio también suelen presentarla, aunque en menor medida. Por factores de tipo genético y/o ambiental en interacción (por ejemplo, una ansiedad de separación de la figura de apego tras un suceso traumático puntual como un accidente familiar) el niño puede experimentar esta ansiedad de separación. En este tipo de casos -si ha habido una buena base y los padres o cuidadores colaboran con unas pautas-, los niños se recuperan rápido. Pero cuando hablamos de trastorno de ansiedad de separación en niños con antecedentes de abandono o malos tratos en los dos primeros años de vida, nos referimos a niños que experimentan este problema porque su base no ha sido segura y el problema es de más intensidad y de mayor duración, probablemente. En el caso de los niños adoptados (sobre todo, al menos por lo que veo en mi trabajo, corregidme si me equivoco, algunos de los que provienen de adopción internacional presentan experiencias en las que han sido enviados a orfanatos, esto es, han sufrido ruptura de contacto con la figura de apego durante el primer o segundo año de vida y, además, cuidados de baja calidad) bregar con ese estrés durante mucho tiempo y en periodos sensibles (ya hemos dicho que existe un periodo en el que la separación o ruptura es mucho más crítica para el niño) tiene sus consecuencias en el desarrollo posterior. Uno de los problemas que se puede desarrollar es éste del trastorno de ansiedad de separación.

Bowlby describió la respuesta de los niños ante la ruptura ante las figuras de apego en la fase en la cual cuidador y niño están ya íntimamente entrelazados, en la etapa del apego centrado. Primero, el niño protesta por todos los medios: llanto, rabietas, gritos… Segundo, sucede la desesperación, continúa preocupado por su retorno e hipervigila. Después, finalmente, desarrolla un desapego emocional, esto es, no se abre a la conexión emocional y a la vinculación con otras figuras. Se pone como un escudo.

Cuando un bebé en la fase de apego centrado es separado de su figura de apego esa experiencia tan dura (para que nos hagamos una idea y podamos comprender a los niños, es como el desamor que hemos podido sentir todos cuando la pareja de tu vida no te corresponde. “Te lloré todo un río”, dice el grupo musical Maná) deja una impronta. La memoria episódica (la que registra los hechos y los sitúa temporalmente y en su contexto) no está formada. La memoria que está desarrollada es la memoria implícita, sobre todo la que radica en el hemisferio derecho del cerebro y la que contiene imágenes, sensaciones, sentimientos… Esta memoria no implica un esfuerzo consciente y no se tiene la conciencia de que se está recordando. A edades posteriores (entre los 5-12 años) situaciones de la vida cotidiana (los primeros días de colegio, un retraso a la hora de ir a buscarle…) pueden disparar una respuesta traumática de ansiedad en la que se produce una invasión del pasado en el presente: el hemisferio derecho inunda al izquierdo (más racional) de esas sensaciones y emociones de angustia y dolor vividas tiempo atrás cuando sucedió la separación o el abandono. En esos momentos el niño no puede hacer nada planificado y responde de acuerdo a emociones subcorticales que activan su respuesta de lucha-huida-paralización.

En el caso de los niños adoptados que han vivido separaciones traumáticas es esperable que al ser adoptados muestren síntomas y conductas que sugieren ansiedad al separarse de sus nuevos cuidadores. En la medida que van desarrollando un vínculo con éstos, la ansiedad y las conductas de miedo, protesta, etc. van desapareciendo. Si muestran ansiedad al separarse ello indica que van interiorizando a los cuidadores como tales. Para hablar de trastorno, los síntomas han de ser muy intensos, permanecer estables en el tiempo y sobre todo causar una interferencia en la vida cotidiana del niño y de la familia. La línea que separa el trastorno de una ansiedad de separación no es siempre claramente delimitable.

Recuerdo el caso de una niña de 9 años con retraso mental leve acogida desde los cinco años por una familia. La niña tenía antecedentes de malos tratos y cuidado negligente por parte de sus padres biológicos. Un apego desorganizado añadido al retraso mental le situaban en una posición de alta vulnerabilidad. El acogimiento funcionó muy bien y esta niña recibió cuidados y atenciones muy positivas para su desarrollo. Pero por una serie de problemas, la familia no podía seguir haciéndose cargo de la niña. Ingresó en un centro de menores y recuerdo –todavía me sobrecoge- que la educadora referente me explicó que desde que entró en el centro, a las noches, lloraba y gritaba diciendo: “¡¡¡ama, ama!!!” Su protesta continuó durante mucho tiempo. Pero al final, como preconiza Bowlby, dejó de protestar y su conducta con respecto a los demás se volvió desapegada y desconectada de las emociones e intenciones de los otros. A pesar de todo, con una psicoterapia basada en el apego y sobre todo esforzándonos en mantener su contexto lo más permanente posible (su educadora estuvo 5 años seguidos con ella y esto fue lo más importante), consiguió adaptarse y tener un buen funcionamiento. Desde luego, era esperable que esta niña hubiera mostrado ansiedad de separación ante la educadora teniendo en cuenta lo que había vivido. Pero optó por protegerse con una fobia al afecto para no tener que volver a sufrir más por las separaciones que su mente ya anticipaba.

No todos los niños con antecedentes de experiencias traumáticas de separación o abandono desarrollan este trastorno de ansiedad de separación. Otros niños desarrollan otros síntomas o alteraciones o estrategias. Aquí existe un nudo que es muy difícil de desenredar para la ciencia de hoy en día entre los genes y las experiencias que dan como resultado la persona única e irrepetible con sus pensamientos, sentimientos y conductas.

¿Y qué podemos hacer?, os preguntaréis probablemente. A esto trataré de dar respuesta la semana que viene.

¿Cuáles han sido vuestras vivencias con vuestros hijos/as adoptados/as con las situaciones en las que tienen que separarse? Sería bien enriquecedor compartirlas. Espero vuestros comentarios.

lunes, 5 de septiembre de 2011

Get service para todos (Buenos tratos arranca de nuevo)

Buenos tratos está de vuelta con todos vosotros y servidor -que es quien lo dirige y coordina-, está encantado de regresar nuevamente tras las vacaciones de verano. Vuelvo con enormes ganas, tras un descanso que necesitaba.

Este mes de septiembre cumplimos cuatro años ininterrumpidos de presencia en internet. Fue en septiembre de 2007 cuando edité la primera entrada. Desde entonces el blog se ha ido especializando naturalmente en unos temas que a mí me apasionan y son a los que me dedico profesionalmente en mi consulta ubicada en Donostia-San Sebastián. La excelente respuesta de todos los que participáis en Buenos tratos me ha ido animando año a año a seguir con los mismos temas, tratando de acercar los conocimientos y mi experiencia en el ámbito de la psicología del apego, del trauma y de la resiliencia. Lo mejor de todo -y no me canso de remarcarlo- es la cantidad de personas que he conocido mediante este magnífico medio de interactuar que es el blog.

Estrenamos un curso nuevo y ello me da pie a que reflexionemos sobre los niños, niñas y adolescentes que han padecido malos tratos, abandono y experiencias subóptimas de apego a partir de un vídeo que circula ya desde hace un tiempo en Youtube y que se titula get service. Uno de los principales escollos con los que nos encontramos en el trabajo con los niños es la manera que tenemos de verlos. Miramos sin leer emocionalmente -de manera empática- sus conductas. Sólo vemos el exterior -el comportamiento manifiesto- que nos lleva a mostrarnos reactivos con ellos en lugar de receptivos. Como al protagonista del vídeo, es necesario que se nos aparezca una persona y nos dé unas gafas en las que ponga get service. Así, cuando veamos que agreden, que no atienden, que se muestran coléricos, pasivos, indiferentes, desilusionados, oposicionistas… no despotriquemos y hagamos lecturas desde el rechazo o el hartazgo.

Me gustaría que nos pusiéramos unas gafas que nos permitieran leer qué existe dentro de ellos para comportarse así. Gafas que nos faciliten el desarrollo de la empatía, gafas que sean capaces de leer emocionalmente su interior. Gafas que, por ejemplo, cuando un niño agreda a otro, nos activen un mensaje que diga: “Sufrió maltrato físico y no sabe resolver sus problemas sin pegar” Gafas que nos transmitan, cuando un adolescente desobedece, lo siguiente: “No tuvo nadie que le enseñara una autoridad cariñosa” Gafas que rotulen, cuando un niño no atiende, una frase que lea lo que le ocurre: “Careció de una figura de apego primaria en la cual aprender a fijar su atención” Y así podría seguir. Y, sobre todo -como le ocurre al protagonista del vídeo cuando sus gafas le dicen que el niño que se comporta mal es porque interiormente piensa: “¿A quién le importo?”-, desearía que nos acercáramos a los niños con actitud de escucha, de diálogo, de apertura, de poner el límite de manera cálida… para que ese niño (el niño o adolescente con el que trabajamos, convivimos, criamos o educamos) sienta que sí le importa a alguien. Cuando sienta que le importa a alguien, apuesto a que su conducta será más positiva. Así pues, get service para todos. Esforcémonos por comprender qué le ocurre a un niño para comportarse del modo en el que lo hace.

Y es que este verano en las distintas formaciones a las que he asistido me he cansado de escuchar que los niños necesitan límites normativos. "Hay que ponerles límites desde el principio" - se dice. Y estoy de acuerdo. Pero casi nadie afirma que el problema que algunos niños y jóvenes tienen con la ética puede hundir sus raíces también en que no han desarrollado vínculos afectivos seguros (los límites normativos no se interiorizan si no hay vinculación afectiva; las normas y el cariño van de la mano y hemos de equilibrar afecto y control) Se escuchan pocas voces que reclamen un cambio en el modelo socio-económico actual (que prima el valor trabajo) y que priva a muchos niños del necesario acompañamiento por parte de sus padres durante las edades clave de sus vidas, que es lo que va creando el vínculo. Como ha dicho el pediatra Carlos González recientemente, no vale lo de estar poco con los niños pero con calidad. Los niños necesitan que les dediquemos tiempo cuantitativamente también, saber que estamos ahí, disponibles. Y si se trata de niños acogidos o adoptados con historias de vida duras a sus espaldas -como una mochila pesada y sufriente- todavía más.

Quiero terminar esta primera entrada haciendo una alusión a lo que hemos vivido este mes de agosto en relación a la recientemente fallecida niña Saray Li (q.e.p.d.) He estado desconectado también de internet para descansar. Pero con lo acontecido con esta niña era éticamente imposible para mí y para muchos permanecer desconectados e indiferentes. La niña estaba gravemente enferma de cáncer y una ola de solidaridad inundó intenet y en concreto Facebook para, primero, hacerle llegar a ella y a su familia nuestro cariño y apoyo emocional y económico (necesitaba costearse un tratamiento para el cual la familia no contaba con suficientes medios económicos) ante esta cruel enfermedad. Y, segundo, consumada la desgracia de su fallecimiento, volver a envolver a los padres con frases y dedicatorias (algunas bellísimas y entrañables) que les ayudaran a sentirse acompañados en unos momentos tan duros. Que unos padres pierdan a una hija es algo muy difícil de elaborar. Pero con ayuda y apoyo lo conseguirán, poco a poco. Desde aquí les envío un fuerte abrazo y les reitero mi disposición para lo que puedan necesitar. Internet, a menudo denostado por sus riesgos, es un maravilloso instrumento que ha movilizado a cientos de personas a apoyar y solidarizarse con la causa de Saray Li. Me he sentido realmente conmovido por la respuesta de las personas. Es uno de esos momentos en los que uno se siente orgulloso de pertenecer a la raza humana. Estoy contento de ser un humano y observar y sentir que podemos dar lo mejor de nosotros (aunque casi siempre se publicite cuando damos lo peor) Espero que los padres se hayan sentido arropados. Y aunque Saray ya no está físicamente con nosotros (pertenece a la eternidad, como un día perteneceremos todos) siempre permanecerá en nuestro recuerdo y latirá en nuestros corazones.

La semana que viene continuaremos con un nuevo tema. Las entradas saldrán (una a la semana) los lunes a las 9,30h. Empezaremos con un tema que me pidió una madre sobre los problemas para separarse que algunos niños adoptados muestran.

Este trimestre promete ser apasionante. Nos centraremos, entre otros, en dos temas principales: (1) Como ya os anuncié, el libro del cual soy co-autor y que se publica la primera semana de noviembre y (2) Aplicaciones prácticas a partir de otro libro que he leído este verano que ha sido una auténtica revelación y que nos va a aportar muchísimo: Mindsight, de nuestro admirado Daniel Siegel.