El pasado 26 de febrero me invitaron a dar unas jornadas en la Asociación Ume-Alaia, Asociación de padres Adoptivos de Gipuzkoa. Esta asociación tiene un programa formativo cada curso escolar, una vez al mes, e invitan a un profesional con conocimientos y experiencia en el ámbito con el fin de formar a futuros padres y contribuir a la formación permanente de los que ya lo son (de los que ya son, se saben y se sienten padres, parafraseando el título del magnífico libro de la psicóloga y madre Pepa Horno -Ser madre, saberse madre, sentirse madre; editorial Desclée de Brouwer-, el cual nos cuenta su periplo como madre adoptiva; os lo recomiendo por su profundidad pero a la vez increíble capacidad para transmitir todos los sentimientos y sutilezas que una madre vive durante su proceso)
En febrero me tocó el turno. Ante una abarrotada sala, la jornada, de dos horas, versó en torno a los padres adoptivos como tutores de resiliencia, esto es, cómo pueden potenciar los recursos internos de los niños para que éstos puedan crecer y rehacerse. En una primera parte, ahondamos en el concepto de resiliencia y ofrecimos una explicación sencilla (utilizando la metáfora de la botella de plástico vista en el blog de Marta Romo) de este concepto. A continuación, se propusieron definiciones de resiliencia planteadas por los expertos en el campo (Barudy, Cyrulnik…) Vimos dos biografías, comparadas: la de Marilyn Monroe (la cual no pudo hallar a nadie que le permitiera resiliar de sus terribles experiencias infantiles) truncada prematuramente, y la de Andersen (con una durísima infancia también pero con la diferencia de que su abuela fue su tutora de resiliencia, la que le acompañó y le proporcionó los recursos internos para sanar de las heridas del abandono y de las dolorosas vivencias; de tal modo que se convirtió en uno de los más famosos escritores de cuentos infantiles; triunfó y su vida no se derrumbó prematuramente) Finalmente, nos centramos en proponer a los padres unas orientaciones (que discutimos entre todos) para que puedan ser tutores de resiliencia de sus hijos.
Entre medias de la exposición oral, hicimos una técnica emocional, dirigida a lo que sentimos, aplicando el dibujo sensitivo, el que surge desde el hemisferio derecho del cerebro, como diría Siegel. Los padres dibujaron cómo sentían ellos que podían ser tutores de resiliencia para sus hijos. Salieron propuestas excelentes.
Este sábado pasado (4 de junio) fui invitado por la Asociación de Familias Acogedoras de Gipuzkoa (Beroa), quienes acogen niños y niñas tutelados por la Diputación Foral de Gipuzkoa y cuyos padres biológicos presentan incompetencias parentales. Por ello han de vivir temporal o permanentemente con una familia (extensa o ajena) que pueda proporcionarles los cuidados que necesitan. El Programa de Acogimiento Familiar en Gipuzkoa es pionero en el Estado y funciona excelentemente gestionado por los profesionales del Centro Lauka y gracias a la solidaridad de cientos de familias guipuzcoanas agrupadas en torno a Beroa.
La Asociación Beroa celebraba su VI Encuentro y a través de su presidenta, Izaskun Ugarte, me cursaron invitación para, previa a la comida que celebraron en un restaurante de Hernani, mantuviera con ellos un encuentro formativo.
El tema sobre el que versó la comunicación oral y posterior charla y diálogo con los participantes fue también en torno a la resiliencia y cómo constituirse en unos acogedores tutores de resiliencia. Pero, esta vez, los contenidos se adaptaron a la realidad y las particularidades del acogimiento familiar, que son propias y diferentes de la adopción.
En ambos foros me pareció importante versar sobre el mismo tema. Y de ambos lugares salí con una sensación de que el objetivo estaba cumplido. Y éste no era otro que el concienciar a los padres y madres adoptivos y acogedores de que la labor y el trabajo fundamentales están en su papel de tutores de resiliencia: ser conscientes del daño emocional que el niño puede acarrear y a la vez, mentalizarse en trabajar con él y la red social para proporcionarle las experiencias que necesite para sanar psicológicamente y lograr una adaptación lo más positiva posible.
De las dos jornadas, destaco estos aspectos que me parece que a los padres y madres adoptivos o acogedores os pueden ayudar en vuestra labor educativa y de crianza y que salieron en los debates con los participantes. Las aportaciones de éstos rayaron a gran altura:
Los padres o acogedores han de hacer un esfuerzo por adaptarse al niño, sus características, y no al revés. Muchas veces son los padres los que han de cambiar y no pedir imposibles a los niños.
Los padres tienen unas representaciones mentales sobre cómo educar que chocan con las representaciones de los niños. Hay referencias educativas clásicas que no sirven cuando nos referimos a menores que han carecido de una experiencia de apego seguro.
La paciencia y la perseverancia son claves, la madurez la alcanzan más tardíamente y hay que acompañarles educativamente durante más tiempo.
Podemos ser demasiado exigentes y no ver los avances, es bueno de vez en cuando, acordarse de cómo están ahora y cómo estaban a su llegada a la familia. Sí que avanzan y no damos suficiente mérito a estos progresos, que para ellos son mucho más difíciles de lograr de lo que nos pensamos. Lo que para nosotros puede ser fácil, para ellos es muy difícil.
Es normal y esperable que sean mucho más vulnerables al estrés que otros niños. Por ello, en esos momentos, algunos logros conseguidos parece que se pierden. Hay que volver a empezar y trabajar de nuevo, creyendo en el niño y confiando en que lo volverá a conseguir. Los retrocesos nunca son hasta el principio de la escalera que había empezado a subir.
La empatía es fundamental, ponerse en la piel, en los zapatos de estos niños y ayudarles a desarrollar una función que reflexione sobre sus sentimientos y los de los demás. Estamos más ocupados en el día a día y en el funcionar que en el propiciar contextos en los que podamos ayudarles a poner palabras a su mundo interior y las cosas que les pasan.
Los niños, sobre todo los que han vivido malos tratos, se configuraron para sobrevivir. Por ello, les importa el momento presente, es lo que perciben, y cómo resolver el problema del momento. Y para ello pueden huir o evitar las responsabilidades. Hay que ir trabajando para ayudarles a desarrollar soluciones a sus problemas, ensayándolas primero con ellos y acompañándoles, si es preciso, para ir cambiando esta tendencia. Y es necesario comprenderla: no es una actitud indolente sino una estrategia aprendida.
Es fundamental desarrollar una narrativa, una explicación coherente de sus problemas (no tuvieron una base segura y les faltó en demasía figuras adultas que les ayudaran a desarrollar la confianza en sí mismos) como causa de sus problemas y evitar explicaciones que generen un autoconcepto de niño malo o incapaz.
Los estilos o trastornos de apego que puedan presentar son tendencias y no reacciones matemáticas que siempre van a tener. Pueden, además, con el paso del tiempo, ir modificándose gracias al efecto beneficioso de otras experiencias con adultos, otros niños, etcétera.
Ser padre o madre no es aplicar unas teorías psicopedagógicas: es mucho más. Es una implicación personal en un proyecto de vida de un hijo o hija diferenciado de mí. No existen remedios mágicos ni profesionales que con un tratamiento o medicación nos solucionarán las dificultades que el niño pueda tener. Existe el trabajo diario a través de una relación con los cuidadores que sea de aceptación plena del niño y de acompañamiento incondicional; aunque las conductas negativas y la falta de respeto no se toleran y haya que trabajar con el niño para ayudarle a ir cambiándolas. No son niños malos, lo que sucede es que la experiencia del maltrato les hace creer que lo son y, en las relaciones, buscan inconscientemente confirmar esa expectativa. Por ello, hay que desmontársela y enseñarles otra manera de relacionarse en la que ellos comprueben que no van a ser ni dañados ni abandonados.
En los momentos de tensión, de crisis, de conductas difíciles de manejar y tolerar, es crucial la calma del adulto. Tranquilizar al niño y tranquilizarse el adulto. Es necesario conocerse cada uno para aprender a controlarse, sobre todo si somos de los que “nos calentamos” fácil.
Excelente! por estas fechas he pensado en tomar la tutela de una niña, no adopción, porque no lleno los requisitos por ser soltera. Cada aportación que haces me ayuda en mi trabajo y decisión personal.
ResponderEliminarUn abrazo
P.D. Podrías describirme como se realiza esta técnica del dibujo, yo realizaré una exposición sobre la importancia del guía resiliente para alumnos de servicio social en casas hogar, o ¿qué técnica me recomiendas?
María
Hola: La técnica a la que aludes es una adaptación personal, hecha para el contexto de los padres adoptivos, que yo he extraído de los libros de la gran Loretta Cornejo, psicoterapeuta infantil y de adultos. En sus libros "Manual de Terapia infantil Gestáltica" y "Manual de Terapia gestáltica para adolescentes" describe cómo ella utiliza el dibujo con los niños y con los padres. Están editados por Desclée de Brouwer y te recomiendo su lectura porque, además de los valores humanos que vas a descubrir en esta excelente profesional, encontrarás los principios y las técnicas de trabajo con los niños y sus familias. Un saludo cordial, José Luis
ResponderEliminarExcelente, como siempre...Jose Luis...qué magníficos consejos nos das...a los padres y madres curativos-adoptantes...Gracias
ResponderEliminarHola Mei: Gracias a ti, me alegra mucho que te resulte de ayuda y utilidad. Un afectuoso saludo, José Luis
ResponderEliminarMuchas gracias una vez más. Voy a guardar este decálogo para que no se me olvide!!
ResponderEliminarhttp://madredemarte.wordpress.com/