Le acabo de dar carpetazo al libro “El amor maternal” y me quedo con una sensación de enorme satisfacción. El hilo conductor que la autora utiliza durante toda la obra es que los dos primeros años de vida son enormemente importantes. No son el destino, porque luego las distintas experiencias de vida (amigos, pareja, compañeros, familiares, profesores…) pueden influir sobre el sujeto y modificar o modular tendencias o rasgos de carácter. Pero cuesta muchísimo más. En cambio, si se interviene y se trabaja sobre la triada cuidadores/niño durante los dos primeros años de vida, al ser el cerebro mucho más maleable, los niños recuperan o modifican sus previsiones de conductas o rasgos negativos más fácil y más rápido. La autora expone muchas de las teorías que otorgan enorme trascendencia a la edad bebé, como pasa en otros libros. Esto no ha sido una novedad. Pero sí considero que Sue Gehardt ha sido capaz de hacernos tomar conciencia de que los profesionales, padres y cuidadores debemos de formarnos en la práctica para aprender a realizar una crianza en la que se haga todo lo posible por fomentar en el niño una base segura, esto es, un apego seguro. Esto supone trabajar por la prevención de todo tipo de inadaptaciones sociales y por una sociedad de mayor bienestar a todos los niveles. Se habla mucho de la sociedad de las redes sociales por internet, de la informatización, de la robótica… pero si no humanizamos todo esto (incluidas las instituciones públicas) corremos el riesgo de que cada vez más (ya se empieza a notar) el otro nos parezca un obstáculo (para conseguir mis fines) y no una persona con la que contar (empatía)
En la parte final del libro, rescato estas líneas que me parecen que pueden iluminar y ayudar a numerosos padres adoptivos y acogedores, y también a educadores de centros de acogida. En particular a los que crían o trabajan con bebés.
“Algunas recientes investigaciones llevadas a cabo por Mary Rothbart sugieren que el niño que se vuelve agresivo en respuesta a una crianza deficiente puede, sorprendentemente, haber nacido con un temperamento más extrovertido. Se trata de bebés que están más dispuestos a acercarse a las personas y a las cosas; son bebés activos, con tendencia a reírse. Puede que sus impulsos sean más intensos, y que sólo puedan ser bien controlados si existen unas relaciones buenas con las figuras parentales. Pero si estos niños desarrollan un tipo de apego seguro respecto a sus progenitores, aprenden a adoptar los valores de dichos progenitores y a controlar sus impulsos; sabemos que este vínculo positivo promueve la capacidad del cerebro para controlarse. [La negrita es mía]
Si la relación que establecen es negativa, estos niños pueden volverse inquietos, hiperactivos, incapaces de llevar a cabo un trabajo de manera continuada, dando la sensación de que su intensa energía va por otros derroteros. Cuando otras personas tratan de dirigirlos o controlarlos mediante la coerción o el miedo, el resultado es un fracaso ya que estos niños son poco propensos a tener miedo y, en esta situación, su actitud se vuelve muy negativa. Como ya he sugerido, si un niño no ha aprendido a autocontrolarse alrededor de los 3 años, su conducta tiende a ser problemática durante su infancia, y existen más probabilidades de que, más adelante, muestren trastornos de conducta”
¿Qué me sugiere? Si el bebé que se adopta o acoge (a los nueve meses, por ejemplo) es de tendencia extrovertida y con impulsos más intensos, y tuvo durante ese período una experiencia de crianza negativa con un padre o una madre (o los dos), habrá vivido unas primeras relaciones que no han estimulado convenientemente el cerebro para que aprenda a controlarse. Al contrario, son unos padres que han potenciado el descontrol de impulsos. Es por ello por lo que el bebé se puede mostrar más colérico, irritable, difícil de calmar, agresivo… Durante uno o dos años, existe la oportunidad de ser más consciente de esto y tratar de invertir tiempo y paciencia en ese niño y favorecer una función reflexiva, ayudarle a calmarse, a que desarrolle recursos internos para inhibir sus impulsos. Por el contrario, si se desconoce esto o se malinterpreta al bebé haciendo atribuciones de causalidad incorrectas de estas reacciones, no se creará un vínculo positivo. Se responderá hacia este niño con estrategias de crianza en las que los progenitores o cuidadores se imponen, castigan, gritan, pierden el control de sí mismos… encolerizando más al niño. Y éste tendrá todos los ingredientes para convertirse en un niño con alteraciones de conducta.
Si invertimos tiempo, paciencia y perseverancia con este tipo de niños en los tres primeros años de la vida, estamos trabajando para la prevención futura, para sentar las bases de una adolescencia y vida adulta en la que existan menos probabilidades de que desarrolle trastornos de personalidad y/o mentales. Estamos, en suma, criando adecuadamente y fomentando que nuestro hijo sea posiblemente más feliz y alcance mayor bienestar.
Por ello, todo lo que nos sacrifiquemos en este periodo no tiene precio. Cuando me preguntan cómo hacer para que el niño llore menos por las noches, contesto que con paciencia y tranquilidad vayan consiguiendo poco a poco que ese bebé logre desarrollar recursos autocalmantes con nuestra presencia y acción tranquilizadora. Si se muestra colérico cuando se le baña, hay que calmarse uno mismo y no zarandearlo o gritarle para que se calme o darle un azote (¡esto nunca!), y hablarle suave, y aproximarlo a lo que le desagrada con paciencia y tono dulce. Esto son sólo dos ejemplos. Pero esta es la tónica a seguir. Ser filtro estabilizador del niño y constituirse en su regulador hasta que él sepa hacerlo por sí mismo (porque su cortex prefrontal, con un vínculo de apego positivo establecido, es capaz de inhibir los impulsos provenientes de las zonas subcorticales) Sé que somos humanos y que no siempre podemos hacerlo todo perfecto. No pasa nada si un día uno no estuvo fino. Se puede volver a reparar con el niño. De todos modos, pensad que, a estas edades, es más fácil cambiar las tendencias porque el cerebro del niño está abierto a la modificación, es como una esponja. Lo que hagáis ahora lo celebraréis más adelante y probablemente evitareis muchos problemas posteriores.
¿Qué sucede cuando el niño es de temperamento más prudente y le es más fácil inhibir sus impulsos pero es más propenso al miedo, a lo desconocido y a lo desagradable? Si la relación con los progenitores o cuidadores no es positiva pueden convertirse en personas con tendencia a la ansiedad y tristeza. Con lo cual, es muy importante (con los niños cuya primera previsión es una tendencia hacia el miedo porque han tenido unos cuidadores en los dos primeros años de vida que, además, la han reforzado) hacer aproximaciones y separaciones graduales, tratando de potenciar la confianza en el niño y ayudándole con transiciones suaves. Si el niño es tímido, asustadizo o vergonzoso pero encuentra en el adulto recursos para afrontarlo, invertirá poco a poco esa tendencia porque –como hemos referido- a estas edades los niños son mucho más receptivos al cambio.
Concluye Sue Gerhardt: “La conducta antisocial es, esencialmente, una voluntad de conseguir nuestros fines sin tener en cuenta a los otros. Representa un distanciamiento de la otra gente y no creer en el placer del contacto humano. No puede culparse específicamente a los genes, ni tampoco a la falta de autocontrol. Lo único atribuible a los genes es que son los que proporcionan el “material sin refinar”, el aspecto impulsivo, el tipo de persona extravertida, o el tipo de persona prudente y muy sensible, o alguna particular combinación de ciertos rasgos. Pero lo que realmente importa es si la respuesta que da el progenitor a estos diversos tipos de temperamento, se corresponde con lo que el niño necesita, y si el progenitor es capaz de establecer una relación segura y afectuosa con el bebé que pueda ser el fundamento de una posterior adaptación social”
Agradezco tu papel de mediador entre este libro y yo. No puedo con él, Me despierta tanta tristeza... que lo he tenido que dejar para más adelante, aún sabiendo el interés de lo que se cuenta. Por ello te agradezco tu análisis siempre sabiendo ver los aspectos positivos de la investigación que nos dan pistas, nos ayudan a progresar en nuestra tarea de padres.
ResponderEliminarun abrazo
Itsaso
Me parece genial el resumen, además de más claro y más positivo.Hay ciertas dosis de resilencia que añades y de rectificacion sobre el error que me han parecido especialmente gratificantes en mi papel de madre.
ResponderEliminarun abrazo
laura
Mi más sincero agradecimiento al trabajo que te tomas para ayudar a familias como la mía, con dos hijos adoptados.
ResponderEliminarEn general todo marcha con normalidad, los dos han establecido un apego seguro con nosotros. Pero mi segundo hijo, que ahora tiene 3 años, adoptado con 26 meses (por encima, por tanto, de esta edad que se plantea en tu entrada), se frustra casi con cualquier cosa. No es capaz de resolver algo tan simple como que la moto no entra por la puerta y ya está llorando en el suelo. Por lo demás es encantador, cariñoso, inteligente...pero ¿como podemos ayudarle en este sentido y prevenir complicaciones futuras?.
Muchas gracias.
Reyes.
Hola Itsaso: Comprendo tu tristeza; por este libro sabemos que los niños que no han vivido ese amor maternal los primeros años de vida han sufrido mucho. Pero también desde un punto de vista de cómo ayudarles y fomentar su resiliencia nos aporta claves para poder hacer lo que no se hizo, aunque cueste mucho más. Lo más positivo es que a pesar de la tristeza, tú también percibes esos aspectos positivos que nos aportan pistas. Saludos cordiales, José Luis
ResponderEliminarMe satisface mucho que te aporte, Laura, gracias. Con esa intención resiliente he recogido las palabras de la autora de este genial libro. Me alegra que te resulte gratificante. Un afectuoso saludo, José luis
ResponderEliminarHola Reyes: Con paciencia y tranquilidad y pensando que lo que para nosotros es una nimiedad, para ellos no lo es tanto. Lo que a nosotros nos parece fácil, a ellos les puede parecer más complicado. No gestiona bien las emociones negativas cuando se frustra. Pero hay que darle tiempo y sobre todo que el adulto calme y tranquilice y aporte una narrativa. Seamos ese filtro estabilizador que el niño necesita: "¿Te has sentido enfadado porque la moto no entró por la puerta? Tranquilo (calmar)Las cosas no salen a la primera siempre, hay que volver a probar para aprender. Ya verás como si lo haces muchas veces, al final te saldrá" (narrativa) Así vamos poco a poco poniendo palabras a lo que siente (por lo tanto, fomentando regulación emocional) y enseñándole que el mundo externo frustra.
ResponderEliminarCon paciencia y perseverancia, Reyes.
Un cordial saludo,
José luis
Gracias José Luis...a pesar de que estoy con el libro...me descubres ideas que...quizás se me pasaron...
ResponderEliminarY mil gracias por darnos una nueva oportunidad...Yo llevo unos días muy agotadores y agobiantes y...tus palabras sobre darnos otra oportunidad, como bien decía Laura, son gratificantes y confiadas en que puedo volver a redimirme como madre comprensiva y no agresiva e impaciente...Gracias por todo...
Gracias a ti, Mei, y por supuesto que podemos reparar y recuperar a los niños, tratamos de hacerlo lo mejor que podemos como cuidadores competentes que somos, pero también somos humanos. Si reparamos con el niño, le damos una muestra de nuestra empatía hacia él y eso es muy positivo. Me alegro que te este libro y nuestro trabajo en torno al mismo te esté aportando cosas interesantes y útiles. Un abrazo, José Luis
ResponderEliminarSu vocación de enseñar es importante, leer sobre los niños es interesante; pero, bien dice que no hay que alejarse del lado humano con el apego a la tecnología. Ayudar al niño a crecer nos hace aceptar que los casos son parecidos, pero jamás iguales, por lo tanto, el factor humano presiona con la regla que tiene su excepción.
ResponderEliminarhttp://enfugayremolino.blogspot.com