Esta semana escribo esta entrada más motivado que nunca por el estudio que he podido leer en el último número de la revista Mente y cerebro y que quiero compartir. Se trata de un artículo extenso –que recoge una amplia investigación que aún continua- realizado por Nelson, neurólogo en Harvard; Fox, investigador sobre desarrollo infantil en la Universidad de Maryland; Zeanah Jr., profesor de psiquiatría en la Universidad de Tulane y la terapeuta coordinadora del Proyecto de Intervención Temprana de Bucarest.
No puedo exponer todo lo que en el artículo se recoge, por lo que os animo a todos los interesados en cómo afectan al apego y al desarrollo la institucionalización de los niños en orfanatos que acudáis a la revista. En concreto, la investigación se ha realizado para el Gobierno Rumano y sus conclusiones tienen como primera consecuencia positiva y a celebrar, el hecho de que dicho Gobierno ha promulgado una ley que prohíbe la institucionalización de los niños menores de dos años. En la actualidad, sólo 30.000 niños continúan en Rumanía en instituciones. Ha hecho falta este estudio para llegar a la conclusión de que la institucionalización prolongada daña a los niños, pero en fin, este mundo a veces necesita evidencias para hechos que caen por su propio peso. Ya se conocía –nos dicen los autores del estudio- desde mediados del siglo XX, la conexión entre institucionalización de los niños y retrasos en la mayoría de ámbitos del desarrollo. Pero lo que no se sabía a ciencia cierta es el por qué. Esta investigación ha tratado de manera rigurosa, de dar respuesta a esto: el Proyecto de intervención Temprana de Bucarest, que comenzó en el año 2000.
Más allá de esto, interesan y mucho, las conclusiones del estudio. Sobre todo para los padres adoptivos o de acogida y para los profesionales que trabajamos con niños que han sido institucionalizados en sus primeros años de vida. Las conclusiones del estudio, aunque realizadas con población de niños rumanos, pueden extrapolarse. Personalmente, me atrae y me interesa mucho el tema porque tengo varios niños rumanos, adoptados, en consulta, con historias largas de institucionalización en orfanatos en condiciones pésimas, que siguen tratamiento psicológico conmigo desde hace varios años. Estos niños presentaban retrasos en el desarrollo, trastornos del vínculo de apego y trastorno hiperactivo y de conducta. En definitiva, un gran daño sufrido. He podido observar la evolución positiva que han experimentado –todos pueden considerarse casos graves- y la recuperación de casi todos sus problemas. Con trabajo continuado y siguiendo las dos “p” (paciencia y perseverancia), llevando adelante programas de tratamiento multidisciplinar en todos los casos (psicoterapia, psicofarmacología, psicopedagogía, estimulación sensorial, psicoterapia para los padres en algunos casos), los niños han experimentado una mejoría global integral y un mayor ajuste a todos los niveles: personal, familiar y social. Lo curioso es que los resultados de esta investigación en cuanto a qué mejoras obtienen los niños cuando son acogidos son los mismos que yo y otros compañeros hemos observado en nuestros jóvenes pacientes.
Los autores compararon régimen de acogida (con cuidadores de calidad; este matiz es muy importante) con régimen de institucionalización (también aclaran y explican el dilema ético de dejar a los niños en instituciones mientras se investiga; casi no existía régimen de acogida en Rumania cuando empezaron la investigación) Han medido en cada fase, su crecimiento físico, su función cognitiva y su desarrollo social y emocional. También evaluaron aspectos del desarrollo del lenguaje, síntomas psiquiátricos y funcionamiento cerebral (esto último es muy novedoso) No puedo dar cuenta de todos los detalles de la investigación. Para ello, hay que acudir a la revista Mente y cerebro nº 46/2011, el último número correspondiente al mes de enero. Merece la pena leerlo entero. Además, la revista contiene otro artículo sobre apego desorganizado y trastorno límite de la personalidad interesantísimo.
Principales resultados de la evaluación previa:
- Observaron que los niños rumanos institucionalizados presentaban déficit de desarrollo en casi todos los aspectos medidos.
- Los resultados de la evaluación inicial fueron impactantes: El cien por cien de los niños nunca institucionalizados mostraba un apego completamente desarrollado, pero solo el 3% de los institucionalizados tenía vínculos completamente formados.
- También evaluaron si existía trastorno de apego reactivo. Los niños institucionalizados en Rumania mostraron niveles más altos de este trastorno en comparación con niños nunca institucionalizados.
- Los niños criados en instituciones mostraron un rendimiento intelectual muy inferior en comparación con los niños que crecieron con sus familias biológicas. El CI medio de los niños del grupo institucionalizado, a los 30 meses de edad, fue de 74 puntos. La puntuación de CI de niños en régimen de acogida fue de 103.
- Las medidas de la función cerebral, hechas con registros de EEG (Electroencefalograma) –algo nunca hecho hasta la fecha- sugirieron un retraso en el desarrollo cerebral de los niños institucionalizados.
- Los niños del grupo nunca institucionalizado mostraron una especialización del hemisferio derecho para el reconocimiento de caras, respuesta esperada. Los niños del grupo institucionalizado no la mostraron.
Principales conclusiones: mejorar es posible, nos dicen los autores:
- En casi cada ámbito que evaluaron, el desarrollo de los niños en acogida mejoró si se compara con los que permanecieron en instituciones. Las familias que les acogieron fueron de calidad (son equiparables a lo que en nuestro país denominamos el acogimiento familiar profesionalizado)
- El apego mejoró: el 49% de los niños confiados al régimen de acogida mostró seguridad en el apego en comparación con el 18% del grupo institucionalizado.
- Los niños confiados al régimen de acogida habían reducido considerablemente el TRA en cuanto a los signos de retraimiento o inhibición a los 30 meses de edad. Sin embargo, los niños que mostraban rasgos indiscriminados en el apego mejoraron menos de los mismos. Su mejoría fue posterior.
- En cuanto al CI, los niños en régimen de acogida experimentaron una mejoría significativa en la función cognitiva en comparación con los institucionalizados.
- Avances similares se observaron en el desarrollo del lenguaje y en la vulnerabilidad a los síntomas psiquiátricos.
- Sacar a los niños de las instituciones no les inmunizó, dicen los autores, de todos los problemas: no existían pruebas de que la intervención redujera los trastornos del comportamiento como el TDAH ni las conductas oposicionistas desafiantes. Esto, nos dicen los autores, no podrá resolverse hasta que no se sepa con exactitud los mecanismos cerebrales que subyacen a esta patología y sus interacciones con el ambiente. Curiosamente, lo mismo observamos en la clínica, en nuestro trabajo en la consulta en el día a día: los niños adoptados o acogidos en familias no terminan de mejorar en este aspecto y es uno de los principales motivos por los que los padres piden tratamiento, a veces ya desesperados. Con los tratamientos psicoterapéuticos y farmacológicos existentes en la actualidad es posible a largo plazo, mejorar y atenuar estos trastornos. Pero con mucha paciencia.
Este estudio pone de relieve las consecuencias nefastas de la institucionalización. Y también subraya la necesidad de intervenir lo más tempranamente posible. Asimismo apoya con energía sacar cuanto antes a los niños de las instituciones para confiarlos a familias preparadas para educarlos. El Gobierno español apuesta por el acogimiento familiar para los niños como principal medida de protección en una reciente ley.
En mi opinión, insisto en este último punto: “familias preparadas para educarlos” Los acogedores han de ser de calidad. Porque sacar a un niño de una institución para que tenga que volver a ella por el fracaso en un acogimiento familiar retraumatiza y es muy dañino también. Hay que intentar –evidentemente no existe la perfección- minimizar el riesgo de fracaso lo más posible. Si los niños pequeños se mantienen en hogares donde sufren negligencia y abusos durante demasiado tiempo, el riesgo de daño a largo plazo puede ser demasiado grande, nos dicen los autores.
En cuanto a los padres adoptivos (sobre todo los que tienen hijos que han padecido institucionalizaciones largas), creo que este estudio les debe de inyectar motivación y esperanza: es posible mejorar, los cambios se van dando. No es que el niño no avance o mejore. Sí lo hace, pero hay que tener calma y paciencia. Y perseverancia. Buscar apoyo social y tratamientos (psicoterapéuticos, pedagógicos, psicológicos) es fundamental. No van tan rápido como desearíamos porque constantemente tratamos, consciente o inconscientemente, de compararlos con los que no han sufrido abandono o malos tratos. Y eso es sumamente injusto.
Espero que os haya interesado. Personalmente, me ha parecido fascinante y me ayuda a seguir trabajando con más motivación y energía positiva con estos niños que son unos héroes.