Como os anuncié, sigo con el libro de Heather Geddes, que nos ha aportado la inestimable ayuda de cómo favorecer que la escuela se convierta en lugar y relación segura para niños/as cuyos apegos son inseguros. La pasada semana ofrecimos las explicaciones y recomendaciones de la autora para el apego evitativo. Hoy, os ofrezco el punto de vista de Geddes y sus pautas para el niño/a de apego inseguro ansioso-ambivalente.
Insisto en la conveniencia de comprar el libro porque lo que os muestro no es más que un aperitivo. Además, la autora presenta numerosos casos prácticos de niños y niñas con los que ella ha trabajado que enriquecen y favorecen la comprensión.
Sobre las tipologías del apego, tenéis en este mismo blog detalladas explicaciones en otros posts.
Apego ansioso-ambivalente
Ya sabéis, resumidamente, que los niños y niñas que desarrollan un perfil de apego de tipo ansioso-ambivalente se han apegado de esta manera a los cuidadores con quienes ha predominado una comunicación e interacción en la cual aquéllos se han mostrado impredecibles y cambiantes en dichas interacciones. No ha existido una comunicación sintonizada en la que las dos mentes, la mayor parte del tiempo, se alinean y se conectan emocionalmente de manera adecuada satisfaciendo las necesidades del niño/a. Al contrario, han predominado los patrones de comunicación en los que el adulto cuidador invade con sus emociones (ansiedad, enfado, rabia, miedo…) y pautas de crianza inapropiadas tratando de conectar cuando el niño/a no siente esa necesidad y, por otro lado, desconectándose cuando el infante necesita esa conexión para ser calmado, sentido, apaciguado, satisfecho en sus necesidades. En un patrón así, el niño/a queda muy preocupado por su propia angustia y lo que hace es incrementar las conductas de apego como forma de adaptación (se muestra hiperdemandante y con tendencia a la hiperactivación) porque no está seguro de ser suficientemente querido. Pero a la par, la confianza en el cuidador, a consecuencia de esa impredecibilidad, queda menoscabada; por ello los niños y niñas no se calman fácilmente con este tipo de padres o cuidadores. Suelen ser irritables, coléricos y parece que expresarían su rabia hacia el adulto. Ni tampoco pueden separarse de una manera segura, quedan aferrados a la figura de apego.
Geddes dice que desde la perspectiva infantil, los niños y niñas experimentan la relación de apego como una relación en la que se niegan la separación y la autonomía a favor de un trato ansioso con la cuidadora principal. La conducta de apego está dominada por la incertidumbre de si serán satisfechas las necesidades y por la ambivalencia expresada por una conducta de aferramiento y al mismo tiempo de control.
Por lo tanto, el triángulo del aprendizaje, esos tres elementos que están presentes en este proceso (profesor/a, tarea y alumno/a) refleja la tensión entre el alumnado y la persona adulta a expensas de la tarea. El niño o niña va a estar preocupado (como lo está en la relación con su cuidador primario) con la relación con el profesor.
La autora nos dice que el profesorado puede percibir al alumno/a como dependiente y, con frecuencia, como irritante, y es de ayuda para quienes trabajan prestando apoyo individual a estos niños y niñas ser conscientes del deseo poderoso del alumnado por alcanzar un estado fusionado con la persona adulta mediante una aparente necesidad de apoyo, y por reconocer el miedo y la rabia que experimenta cuando no controla la atención del adulto. Puede ser más útil reconsiderar esta conducta como una dependencia ansiosa y una necesidad de control de la persona adulta significativa cuando no se ha sentido la seguridad en su presencia. Es necesario que la persona adulta siga ejerciendo como persona adulta al cargo y no replicar las necesidades de la madre.
Cara a la tarea, Heather Geddes nos da las siguientes recomendaciones con estos niños/as: (1) Diferenciar la tarea en pequeños pasos independientes y hacer turnos, para dar forma a la experiencia de dos personas separadas que trabajan juntas, en lugar de fusionarse una con la otra (no hay que olvidar que en el patrón de apego-ansioso ambivalente las invasiones emocionales –de angustia, inseguridad, miedo- del cuidador dejan fijado al niño/a ansiosa pero a la vez resistentemente a aquél, sacrificando la independencia y maximizando la emocionalidad no regulada) (2) Un cronómetro puede ser útil para controlar la ansiedad entre tareas independientes y cronometradas. (3) Los juegos de tablero ofrecen separación y también crean oportunidades para expresar la hostilidad hacia el adulto de una manera segura. (3) Hacer comentarios explícitos en el aula es reafirmante. Demuestran que el profesorado tiene en cuenta al alumnado y piensa en él. (4) El currículo y las historias, en particular, pueden ser una rica fuente de material que facilita el pensamiento y el desarrollo emocional sobre temas como las separaciones, la identidad y la independencia.
En relación a los compañeros/as, Geddes plantea que los niños/as han estado muy pendientes del cuidador o cuidadora, por lo impredecibles que han llegado a ser, por ello han sido muy sensibles a su estado. De este modo, en la relación con los iguales, desarrollan una capacidad de predecir y controlar la conducta de los demás y reafirmarse a sí mismos que para los compañeros/as puede resultar dominante y controladora. Es importante que en el aula sean útiles de modo que no sea ocupándose de los demás: responsabilidad por la tarea en lugar de por las personas.
Otros aspectos importantes con estos niños/as son la planificación y el advertir de cambios y movimientos en el aula, pues alivia la ansiedad de separación que se desencadena cuando se producen cambios. Para el paso a secundaria puede ser necesaria una preparación especial. Y, finalmente, la no asistencia a clase, el faltar mucho, es un indicador de perfil ansioso-ambivalente, y los procedimientos que responden con rapidez al absentismo ayudan a que el niño o la niña sientan que la escuela los tiene en cuenta.
Esto es todo por hoy. El libro es mucho más que todo esto. Por ello, os aconsejo que lo compréis y lo estudiéis bien sobre todo los/as que trabajan en educación (son pautas ideales y a tener en cuenta en las aulas de pedagogía terapéutica, por ejemplo), aunque también me parecen útiles y necesarias para el espacio de la terapia, por qué no.
La autora ofrece también explicaciones y recomendaciones para el apego desorganizado, pero éstas no os las cuento, os invito a leerlo en el libro porque espero y deseo haberos despertado la pasión por leer el mismo. La pasión es fundamental para ser un profesional que crece, se motiva, renueva y se entusiasma día a día.
Insisto en la conveniencia de comprar el libro porque lo que os muestro no es más que un aperitivo. Además, la autora presenta numerosos casos prácticos de niños y niñas con los que ella ha trabajado que enriquecen y favorecen la comprensión.
Sobre las tipologías del apego, tenéis en este mismo blog detalladas explicaciones en otros posts.
Apego ansioso-ambivalente
Ya sabéis, resumidamente, que los niños y niñas que desarrollan un perfil de apego de tipo ansioso-ambivalente se han apegado de esta manera a los cuidadores con quienes ha predominado una comunicación e interacción en la cual aquéllos se han mostrado impredecibles y cambiantes en dichas interacciones. No ha existido una comunicación sintonizada en la que las dos mentes, la mayor parte del tiempo, se alinean y se conectan emocionalmente de manera adecuada satisfaciendo las necesidades del niño/a. Al contrario, han predominado los patrones de comunicación en los que el adulto cuidador invade con sus emociones (ansiedad, enfado, rabia, miedo…) y pautas de crianza inapropiadas tratando de conectar cuando el niño/a no siente esa necesidad y, por otro lado, desconectándose cuando el infante necesita esa conexión para ser calmado, sentido, apaciguado, satisfecho en sus necesidades. En un patrón así, el niño/a queda muy preocupado por su propia angustia y lo que hace es incrementar las conductas de apego como forma de adaptación (se muestra hiperdemandante y con tendencia a la hiperactivación) porque no está seguro de ser suficientemente querido. Pero a la par, la confianza en el cuidador, a consecuencia de esa impredecibilidad, queda menoscabada; por ello los niños y niñas no se calman fácilmente con este tipo de padres o cuidadores. Suelen ser irritables, coléricos y parece que expresarían su rabia hacia el adulto. Ni tampoco pueden separarse de una manera segura, quedan aferrados a la figura de apego.
Geddes dice que desde la perspectiva infantil, los niños y niñas experimentan la relación de apego como una relación en la que se niegan la separación y la autonomía a favor de un trato ansioso con la cuidadora principal. La conducta de apego está dominada por la incertidumbre de si serán satisfechas las necesidades y por la ambivalencia expresada por una conducta de aferramiento y al mismo tiempo de control.
Por lo tanto, el triángulo del aprendizaje, esos tres elementos que están presentes en este proceso (profesor/a, tarea y alumno/a) refleja la tensión entre el alumnado y la persona adulta a expensas de la tarea. El niño o niña va a estar preocupado (como lo está en la relación con su cuidador primario) con la relación con el profesor.
La autora nos dice que el profesorado puede percibir al alumno/a como dependiente y, con frecuencia, como irritante, y es de ayuda para quienes trabajan prestando apoyo individual a estos niños y niñas ser conscientes del deseo poderoso del alumnado por alcanzar un estado fusionado con la persona adulta mediante una aparente necesidad de apoyo, y por reconocer el miedo y la rabia que experimenta cuando no controla la atención del adulto. Puede ser más útil reconsiderar esta conducta como una dependencia ansiosa y una necesidad de control de la persona adulta significativa cuando no se ha sentido la seguridad en su presencia. Es necesario que la persona adulta siga ejerciendo como persona adulta al cargo y no replicar las necesidades de la madre.
Cara a la tarea, Heather Geddes nos da las siguientes recomendaciones con estos niños/as: (1) Diferenciar la tarea en pequeños pasos independientes y hacer turnos, para dar forma a la experiencia de dos personas separadas que trabajan juntas, en lugar de fusionarse una con la otra (no hay que olvidar que en el patrón de apego-ansioso ambivalente las invasiones emocionales –de angustia, inseguridad, miedo- del cuidador dejan fijado al niño/a ansiosa pero a la vez resistentemente a aquél, sacrificando la independencia y maximizando la emocionalidad no regulada) (2) Un cronómetro puede ser útil para controlar la ansiedad entre tareas independientes y cronometradas. (3) Los juegos de tablero ofrecen separación y también crean oportunidades para expresar la hostilidad hacia el adulto de una manera segura. (3) Hacer comentarios explícitos en el aula es reafirmante. Demuestran que el profesorado tiene en cuenta al alumnado y piensa en él. (4) El currículo y las historias, en particular, pueden ser una rica fuente de material que facilita el pensamiento y el desarrollo emocional sobre temas como las separaciones, la identidad y la independencia.
En relación a los compañeros/as, Geddes plantea que los niños/as han estado muy pendientes del cuidador o cuidadora, por lo impredecibles que han llegado a ser, por ello han sido muy sensibles a su estado. De este modo, en la relación con los iguales, desarrollan una capacidad de predecir y controlar la conducta de los demás y reafirmarse a sí mismos que para los compañeros/as puede resultar dominante y controladora. Es importante que en el aula sean útiles de modo que no sea ocupándose de los demás: responsabilidad por la tarea en lugar de por las personas.
Otros aspectos importantes con estos niños/as son la planificación y el advertir de cambios y movimientos en el aula, pues alivia la ansiedad de separación que se desencadena cuando se producen cambios. Para el paso a secundaria puede ser necesaria una preparación especial. Y, finalmente, la no asistencia a clase, el faltar mucho, es un indicador de perfil ansioso-ambivalente, y los procedimientos que responden con rapidez al absentismo ayudan a que el niño o la niña sientan que la escuela los tiene en cuenta.
Esto es todo por hoy. El libro es mucho más que todo esto. Por ello, os aconsejo que lo compréis y lo estudiéis bien sobre todo los/as que trabajan en educación (son pautas ideales y a tener en cuenta en las aulas de pedagogía terapéutica, por ejemplo), aunque también me parecen útiles y necesarias para el espacio de la terapia, por qué no.
La autora ofrece también explicaciones y recomendaciones para el apego desorganizado, pero éstas no os las cuento, os invito a leerlo en el libro porque espero y deseo haberos despertado la pasión por leer el mismo. La pasión es fundamental para ser un profesional que crece, se motiva, renueva y se entusiasma día a día.
No hay comentarios:
Publicar un comentario