Uno de los temas que salieron en las jornadas de Asturadop y sobre el que debatimos fue el diagnóstico de Trastorno por déficit de atención con hiperactividad-impulsividad (TDAH) que a menudo reciben muchos de los niños y niñas adoptados/as que acuden a los servicios, privados o públicos, de salud mental (consultas de psicología clínica y psiquiatría) Tanto si presenta déficit de atención con hiperactividad o sin hiperactividad como el subtipo combinado, la realidad es que, en efecto, en la práctica clínica se observa que un alto porcentaje de estos niños/as presentan este cuadro clínico o bastantes de los síntomas que lo definen.
Recientemente, hemos asistido a la noticia de la aparición de un estudio, riguroso, que afirma que el origen de este trastorno es genético. Tal y como puedo leer en un periódico se dice literalmente, así: El TDAH no tiene cura, pero los síntomas pueden ser tratados con fármacos y terapias para mejorar la conducta de los pequeños. Los científicos de la Universidad galesa efectuaron un análisis genético de 366 niños con el trastorno y 1.047 sin este trastorno. Y hallaron que los menores hiperactivos tenían duplicados segmentos de ADN frente a los que no tenían hiperactividad, subraya el estudio. «Esperamos que estas conclusiones ayuden a superar el estigma asociado al TDAH», afirmó Anita Thapar, principal investigadora de este estudio, quien agregó que «ahora podemos decir que el TDAH es una enfermedad genética y que el cerebro de los niños con este trastorno se desarrolla de manera distinta del de los otros pequeños». Otra investigadora, Kate Langley, señaló que el mencionado trastorno «no es provocado por un único cambio genético, sino por una serie de cambios genéticos, que interactúan con factores medioambientales no identificados».
Efectivamente, genes que interactúan con factores medioambientales no identificados. Uno de los factores ambientales que debería tenerse en cuenta e identificarse en las investigaciones es el apego. Si, como ya hemos explicado muchas veces, el cuidador/a primario/a actúa de una manera negligente, abandónica o maltratante física y/o emocionalmente hacia el bebé en los primeros años de vida en los que la mente en desarrollo es vulnerable y el cerebro depende para desarrollarse sanamente, de un adulto sensible, empático y disponible coherentemente, el niño/a puede desarrollar un trastorno del apego. Uno de los síntomas que caracterizan al apego desorganizado es precisamente la hiperactividad y la impulsividad. Y uno de los cuadros clínicos más asociados con el apego desorganizado es el TDAH.
El origen genético es del 80% en el TDAH, nos dice el estudio. ¿Y en el caso de los niños y niñas con trastorno de apego? ¿Todos tendrían ese riesgo genético? ¿O pesarían más los factores ambientales? ¿O son ambos factores los necesarios para que el cuadro se dé? ¿Qué sería antes, la hiperactividad o el trastorno del apego? ¿Qué es causa y qué es consecuencia? ¿Coexisten ambos? Son preguntas que por ahora, no tienen respuesta. Lo que sí se observa si se revisa la literatura científica, es que ambas alteraciones comparten dificultades con la regulación y la inhibición de respuestas, pues el TDAH no se considera actualmente sólo como un trastorno en el que el niño/a es muy movido y no atiende, así, sin más, sino como un déficit en la autorregulación. Y es también llamativo que en ambos trastornos puedan existir, en algunos casos, alteraciones funcionales en los lóbulos frontales. Estos curiosamente, se programan adecuadamente en una relación de apego.
De todos modos, desde mi experiencia clínica -y esto es ya una opinión personal- observo que la hiperactividad en niños/as que han sufrido malos tratos y/o abandono, como pueden ser los niños/as adoptados/as, no es igual que la de los niños/as que han vivido una relación de apego segura con un cuidador temprano adecuado. Es una hiperactividad más asociada a los problemas de relación interpersonal, a no saber cómo, cuánto y de qué modo relacionarse. Y es una hiperactividad a la que le acompaña un sentimiento de dolor profundo cuando se entra en contacto con las personas o con situaciones en las que el niño/a no sabe manejarse, pues si éste/a ha sido dañado por malos tratos no se fiará de los demás, lógicamente, y uno de los modos de defenderse y demostrarlo es hiperactivándose. El trastorno del apego se definiría más por rasgos o formas de ser alteradas -que no son patología- sino que constituyen factores de vulnerabilidad. Por otro lado, la hiperactividad y los problemas de atención no son las únicas características que definen a un trastorno del apego. Este presenta otras manifestaciones diferenciales con respecto al TDAH -que podéis consultar en los post que he escrito sobre el apego-.
Recientemente, hemos asistido a la noticia de la aparición de un estudio, riguroso, que afirma que el origen de este trastorno es genético. Tal y como puedo leer en un periódico se dice literalmente, así: El TDAH no tiene cura, pero los síntomas pueden ser tratados con fármacos y terapias para mejorar la conducta de los pequeños. Los científicos de la Universidad galesa efectuaron un análisis genético de 366 niños con el trastorno y 1.047 sin este trastorno. Y hallaron que los menores hiperactivos tenían duplicados segmentos de ADN frente a los que no tenían hiperactividad, subraya el estudio. «Esperamos que estas conclusiones ayuden a superar el estigma asociado al TDAH», afirmó Anita Thapar, principal investigadora de este estudio, quien agregó que «ahora podemos decir que el TDAH es una enfermedad genética y que el cerebro de los niños con este trastorno se desarrolla de manera distinta del de los otros pequeños». Otra investigadora, Kate Langley, señaló que el mencionado trastorno «no es provocado por un único cambio genético, sino por una serie de cambios genéticos, que interactúan con factores medioambientales no identificados».
Efectivamente, genes que interactúan con factores medioambientales no identificados. Uno de los factores ambientales que debería tenerse en cuenta e identificarse en las investigaciones es el apego. Si, como ya hemos explicado muchas veces, el cuidador/a primario/a actúa de una manera negligente, abandónica o maltratante física y/o emocionalmente hacia el bebé en los primeros años de vida en los que la mente en desarrollo es vulnerable y el cerebro depende para desarrollarse sanamente, de un adulto sensible, empático y disponible coherentemente, el niño/a puede desarrollar un trastorno del apego. Uno de los síntomas que caracterizan al apego desorganizado es precisamente la hiperactividad y la impulsividad. Y uno de los cuadros clínicos más asociados con el apego desorganizado es el TDAH.
El origen genético es del 80% en el TDAH, nos dice el estudio. ¿Y en el caso de los niños y niñas con trastorno de apego? ¿Todos tendrían ese riesgo genético? ¿O pesarían más los factores ambientales? ¿O son ambos factores los necesarios para que el cuadro se dé? ¿Qué sería antes, la hiperactividad o el trastorno del apego? ¿Qué es causa y qué es consecuencia? ¿Coexisten ambos? Son preguntas que por ahora, no tienen respuesta. Lo que sí se observa si se revisa la literatura científica, es que ambas alteraciones comparten dificultades con la regulación y la inhibición de respuestas, pues el TDAH no se considera actualmente sólo como un trastorno en el que el niño/a es muy movido y no atiende, así, sin más, sino como un déficit en la autorregulación. Y es también llamativo que en ambos trastornos puedan existir, en algunos casos, alteraciones funcionales en los lóbulos frontales. Estos curiosamente, se programan adecuadamente en una relación de apego.
De todos modos, desde mi experiencia clínica -y esto es ya una opinión personal- observo que la hiperactividad en niños/as que han sufrido malos tratos y/o abandono, como pueden ser los niños/as adoptados/as, no es igual que la de los niños/as que han vivido una relación de apego segura con un cuidador temprano adecuado. Es una hiperactividad más asociada a los problemas de relación interpersonal, a no saber cómo, cuánto y de qué modo relacionarse. Y es una hiperactividad a la que le acompaña un sentimiento de dolor profundo cuando se entra en contacto con las personas o con situaciones en las que el niño/a no sabe manejarse, pues si éste/a ha sido dañado por malos tratos no se fiará de los demás, lógicamente, y uno de los modos de defenderse y demostrarlo es hiperactivándose. El trastorno del apego se definiría más por rasgos o formas de ser alteradas -que no son patología- sino que constituyen factores de vulnerabilidad. Por otro lado, la hiperactividad y los problemas de atención no son las únicas características que definen a un trastorno del apego. Este presenta otras manifestaciones diferenciales con respecto al TDAH -que podéis consultar en los post que he escrito sobre el apego-.
Quiero terminar presentándoos este estudio que he leído en psiquiatria.com en el que identifican, en ratones, una relación entre la ausencia materna y los síntomas de hiperactividad. Esta ausencia es tremendamente angustiante, y en este estudio se descubre que este factor es crucial. Es muy bueno que las investigaciones lo avalen porque -sin negar en ningún momento la importancia de los mecanismos genéticos, eso sería de necios- no todo tiene por qué ser siempre genético. En algunos casos tendrá más peso lo genético, en otros lo ambiental y en la mayoría, ambos en interacción. Os dejo con el estudio, tremendamente revelador y a tener muy en cuenta para comprender las hiperactividades de nuestros niños y niñas, como yo les llamo cariñosamente, y para actuar calmándoles y conteniéndoles adecuadamente.
Un estudio prueba que la ausencia de madres puede causar ansiedad e hiperactividad en los hijos.
La ausencia de las madres puede causar en los hijos hiperactividad y ansiedad, según un estudio realizado en ratones por investigadores de la Escuela de Medicina de Yale que se publica en la revista 'BioMed Central Neuroscience'. En ratones, el destete y la separación precoz de sus madres promueven la hiperactividad y la ansiedad a largo plazo. Los investigadores describen el desarrollo de este modelo de conducta, que esperan utilizar para investigar los efectos a largo plazo de la negligencia en la infancia de las personas.
Los científicos, dirigidos por Arthur Simen, evaluaron su modelo de 'separación materna con destete precoz' (MSEW, según sus siglas en inglés) en un grupo de 80 ratones macho. "La adversidad en la infancia, en la forma de abuso y negligencia, es prevalente en todo el mundo y supone un significativo problema de salud pública. Por desgracia, los mecanismos moleculares que subyacen a las consecuencias de la negligencia en los inicios de la vida siguen sin conocerse", explica Simen.
Los ratones sometidos a este modelo de experimentación pasaron por una separación materna de cuatro horas al día en los días 2 a 5 tras su nacimiento y ocho horas diarias en los días 6 a 16. Las crías fueron destetadas pronto, en el día 17. Así, se comprobó que los ratones expuestos a este tratamiento eran hiperactivos y ansiosos en comparación con los animales control en las pruebas de campo abierto, natación forzada y laberintos. Sin embargo, su peso corporal y los niveles de metabolitos no cambiaron, lo que revela que la deficiencia nutricional no era la causa de la conducta observada.