miércoles, 29 de septiembre de 2010

Heather Geddes nos ofrece cómo ayudar a los niños/as en la escuela según su perfil de apego (I)

Ya os he hablado de este sensacional libro que me recomendó hace tiempo mi amiga y colega Maryorie Dantagnan, que siempre está muy al tanto de la literatura en torno a este tema.

Como os comenté, quiero ofreceros un breve resumen de cómo esta autora propone organizar las relaciones del profesor/a con los niños/as en función del tipo de apego que predomine en ellos. No voy a ser exhaustivo, es una breve reseña para animaros a todos, en especial a los docentes, a que estudiéis el libro. Os dais cuenta de que en este blog hablamos mucho de libros. Y es que me parece fundamental leer, estudiar y después contrastar con la praxis profesional, cotejar los conocimientos con nuestras experiencias.

Apego evitativo

Como ya sabéis, el niño/a que desarrolla un apego evitativo presenta un conflicto de acercamiento-evitación. Necesita activar su sistema de apego cuando surgen los sentimientos de miedo o de incertidumbre (por ejemplo, abrazarse a la madre) Pero también ha aprendido a evitar ese contacto por el rechazo o malos tratos que ha podido experimentar. Esto marca un patrón característico después, en la infancia: suelen ser niños/as desconectados de sus emociones, normalmente se creen autosuficientes, tienden al aislamiento y pueden mostrar hostilidad. Huyen de cualquiera que entre en su mundo interior y rechazan las relaciones que pueden tornarse íntimas. Lo que le ha ocurrido a este tipo de niño/a es que teme la dependencia y la necesidad de otras personas y adopta la independencia y la autosuficiencia como defensas.

Para Geddes, la tarea de clase se convierte en el eje fundamental de la intervención de los profesores con estos niños/as. En el triángulo del aprendizaje, como ella lo denomina, el alumno/a evita la relación con el profesor (como así lo suelen manifestar los maestros cuando hablan de estos niños/as) o profesora y dirige su atención hacia la tarea.

Esto puede ser una trampa, y puede llevar a construirse esta respuesta como una forma de independencia que se agradece en un aula grande y exigente. Además, el niño/a niega la necesidad de ayuda (aunque la tenga) y la insistencia del profesor se traduce en más rechazo por parte del alumno/a (la oferta del profesor/a es rechazada) El menor puede llegar a enfadarse, expresa la autora en su libro.

Por lo tanto, para Geddes, el profesor no debe de pasar ni ver en esto una forma de independencia y autosuficiencia deseables. La tarea, que será el eje, sí, no va a ser la trampa para hacer que el niño se aleje más, sino que debe de tratar de favorecer que la relación sea segura, gracias a ella o a encuentros estructurados profesor/a-alumno/a. Esto permite proximidad sin que se desencadene un conflicto.

A los niños/as con apego evitativo les ayudará una clase bien impartida, con tareas bien definidas que no precisen de demasiada intervención del profesorado, con materiales para manipular (a los niños/as evitativos les encantan los juegos manipulativos, yo lo he comprobado en terapia) Esto, como dice Geddes, disminuye la amenaza de no saber algo y sentirse sin apoyo.

Es posible que la expresión oral esté inhibida. La estructura puede facilitar la escritura y ayudar a mediar en la intensidad de las respuestas escritas. Rellenar casillas, completar frases y escribir frases cortas en espacios definidos puede ayudar a calmar el miedo a desbordarse que puede generar la página en blanco, propone esta especialista.

Ayudar a estos niños/as a alfabetizarse emocionalmente, a acercarse al mundo emocional sin temerlo, puede hacerse, según propone Geddes, de una manera indirecta: intentar descubrir las experiencias de los personajes de los cuentos, de las películas, los vídeos e incluso las comedias de televisión. Como ya dijimos en otro post, las metáforas (Geddes también propone usarlas) son medios indirectos para ayudar a los menores con lo que temen.

Heather Geddes nos dice que los juegos estructurados con reglas, las matemáticas con operaciones definidas y respuestas claramente correctas o incorrectas, las preguntas precisas sobre datos, la ordenación de objetos y la construcción de estructuras pueden ofrecer un contexto en el que participar con seguridad. En suma, vemos, una vez más, que trabajar por ellos y tratar de adecuar el contexto y la situación educativa es fundamental, si queremos ayudarles.

¿Por qué funciona esto? Heddes nos dice, dando muestras de un gran conocimiento neurocientífico, que las tareas concretas son esencialmente funciones del hemisferio cerebral izquierdo que ayudan a mantener los sentimientos bajo control y evitan inundar el cerebro con emociones intolerables capaces de generar conductas reactivas, emociones que estos niños/as no saben cómo gestionar. La sensibilidad del profesor/a al significado de esta separación de funciones puede ayudar a integrar la función cognitiva y emocional y facilitar así el aprendizaje en lugar de mantenerlas separados en detrimento del aprendizaje, concluye Heddes.

¿Y con los compañeros/as? ¿Cómo ayudarles? La autora plantea que la presencia de otro niño/a es capaz de moderar la intensidad de la proximidad del profesor (en esta proximidad está el conflicto)

Para la semana próxima, las sugerencias y pautas para el niño/a con perfil ansioso-ambivalente.

martes, 21 de septiembre de 2010

"Un nivel alto de afecto materno temprano podría reducir el malestar emocional en la vida adulta", conclusión de un reciente estudio

Recientemente, mi amigo y colega Rafael Benito, de la Clínica Quirón de Donostia-San Sebastián, me envió esta noticia publicada en el portal para profesionales Medscape.

Es una excelente picada que demuestra desde la investigación experimental que el modelo del buen trato y del apego seguro es el más adecuado sobre el que seguir investigando y trabajando, tanto para prevenir (y programar crianzas afectivas de los nasciturus) como para tratar de comprender e intervenir educativa y terapéuticamente con los niños y adultos. Lo que desde la teoría y la práctica profesional se observa, se confirma en la investigación. Y esto es importante porque es un impulso a un modelo (el del apego) que ha animado más a los psicólogos evolutivos y de la educación que a los clínicos.

Por lo que yo he podido saber, no se ha hecho una investigación tan seria, tan a largo plazo (longitudinal) y con tantos participantes en la misma (482=n) Y los resultados son concluyentes y sorpendentes: niveles normales, e incluso altos, de afecto materno ¡¡a los 8 meses!! tienen una relación directa con menores niveles de angustia ¡¡a los 34 años!! Casi nada. Impresionante lo que puede predecir. Y trascendentes las implicaciones que tiene para una sociedad, por otro lado, cada vez más volcada en hacer a los niños autosuficientes e individualistas... Hemos de cambiar el rumbo. Lo que no se hace bien a los 8 meses (una edad importantísima), deja secuelas. Por ello podemos comprender que los niños que padecen crianzas carentes de afecto (no digamos si, además, hay malos tratos) a edades muy tempranas, que son clave, presenten problemas en la regulación de las emociones. Lo que no se hace bien en su momento luego no es imposible, pero sí más dificil. Y esto no lo sigo para desanimar a nadie, sino al contrario, para hacerle más consciente de cuál es el camino a seguir.

He traducido del inglés los resultados y conclusiones del estudio publicados en julio de 2010 en Medscape. Aquí los tenéis:

La crianza y el afecto temprano de las madres pueden tener efectos positivos de larga duración en la salud mental a largo plazo de sus hijos en la vida adulta, de acuerdo a un nuevo estudio de cohorte que evaluó a los niños a los 8 meses y a una edad media de 34 años.

“Es llamativo que una breve observación del nivel de afecto maternal en la infancia esté asociado con la angustia en la vida adulta 30 años más tarde”, afirma la autora (y colegas) del estudio dirigido por Joana Maselko, profesora en el Departamento de Psiquiatría y Ciencias de la Conducta en la Universidad de Durham, Carolina del Norte.

“Estos provocativos resultados se añaden a la creciente evidencia de que la infancia temprana ayuda a sentar las bases para las experiencias posteriores de la vida y proporciona apoyo a la noción de que las “memorias biológicas” se establecen tempranamente y pueden alterar los sistemas psicológicos y fisiológicos y producir vulnerabilidades latentes o resiliencia a los problemas que emergen más tarde en la vida adulta”, añadió la investigadora.

“Yo creo que es importante hacer notar que este estudio es acerca del afecto y sólo el afecto”, dijo la doctora Maselko a Medscape Medical News. “No decimos nada acerca de los niveles de implicación de los padres, etc. “No querría que los clínicos pusiésemos más presión a la madres de la que ya tienen”

El estudio fue publicado on line el 27 de julio en la Journal of Epidemiology and Commnunity Health.

La influencia de las tempranas experiencias de vida

“Nosotros estamos empezando a comprender que una parte significativa de nuestra trayectoria en salud mental en la vida está influenciada por las experiencias tempranas de vida, pero nosotros realmente no podemos comprender cuáles de esas experiencias son importantes y cómo exactamente pueden dejar su huella” dijo la doctora Maselko. “Este estudio es parte de una vasta área de investigación que trata de descifrar lo que pasará en el futuro sobre el particular”

Para este estudio, los investigadores evaluaron a una cohorte de 482 participantes en el Proyecto de Colaboración Nacional Perinatal.

Cuando los niños tenían 8 meses, la calidad de la interacción madre-niño fue “objetivamente” observada y tipificada por un psicólogo en una situación de test. Fue registrado el estatus socio-económico de los padres.

A través de las entrevistas presentadas cuando los niños fueron adultos, La Lista de 90 Síntomas (una prueba) fue utilizada para evaluar el funcionamiento emocional, incluyendo las siguientes 4 subescalas: angustia debida a somatización, sensibilidad interpersonal, ansiedad y hostilidad/ira.

Más afecto equivale a menos angustia

Los resultados valorados a los 8 meses mostraron que el 9,5% de los participantes tenían unos niveles bajos de afectividad maternal, 85% tenían un nivel normal, y casi un 6% tenían un nivel alto.

Aunque la asociación más consistente entre afecto maternal a los 8 meses y angustia en la vida adulta fue observada con la subescala de ansiedad, con diferencias significativas encontradas entre los grupos de baja/normal y alta afectividad (53.86 vs 46.70; p<.001), las diferencias significativas fueron también encontradas entre los grupos para puntuaciones de angustia general (55.38 vs 50.39; p< .001) La diferencia más pequeña fue encontrada para la hostilidad (55.70 vs 52.40; p<.07) “A través de todas las subescalas de síntomas, la dirección de la asociación fue altamente consistente; más afecto fue asociado con menos angustia” informaron los autores del estudio “Nosotros inicialmente esperábamos que tanto los del grupo con bajos y altos niveles de afecto estuviesen peor que los del medio (normales niveles), consistente con la idea de que una madre superafectiva podría ser una mamá asfixiante que pudiera estar asociada con peores resultados una vez que el niño crece, dijo la Dra. Maselko. “Pero no fue esto lo que observamos” En general, estos resultados “proporcionan fuerte apoyo a la afirmación de que incluso las muy tempranas experiencias pueden influenciar la salud de los adultos y enfatiza la importancia de tener una relación afectiva sólida”
“Considero que este estudio confirma la teoría del apego, la cual postula que una relación temprana con un cuidador primario puede configurar al individuo en sus relaciones personales desde la cuna hasta la tumba”, dijo a Medscape Medical News Mohammadreza Hojat, profesor investigador de psiquiatría y conducta humana en el Centro para la Investigación en Educación Médica y Cuidado de la Salud en el College de Philadelphia, Pennsylvania. ¿Ahora, por qué esto es así? De acuerdo con la teoría del apego, una madre amorosamente responsiva puede servir como una base segura para un niño para explorar el mundo con confianza”, dijo el Dr. Hojat, quien no estuvo implicado en este estudio. “Esto puede contribuir a un perfil de personalidad positiva, incluyendo altos niveles de auto-estima y mejores habilidades de afrontamiento ante los sucesos de vida estresantes” Dijo que una ventaja de este estudio es su naturaleza longitudinal. “Hay en general, muy pocos estudios longitudinales que pongan a prueba esta hipótesis” Este estudio refuerza el que la atención se centre en el modelo biopsicosocial de salud y enfermedad más que en el modelo biomédico.
Pediatrics. Publicado online 19, julio 2010

miércoles, 15 de septiembre de 2010

"El apego en el aula", editado en castellano el fenomenal libro de Heather Geddes

El verano es un periodo de descanso en el que, entre otras cosas, se aprovecha para leer libros con calma y tranquilidad. He leído El apego en el aula. Relación entre las primeras experiencias infantiles, el bienestar emocional y el rendimiento escolar, de Heather Geddes. Ya tenía noticia de su aparición en inglés porque mi amiga y colega Maryorie Dantagnan me habló del mismo hace un año. Pero, en una de mis visitas a Barcelona, mi colega Beatriz Atenciano me convenció para que fuéramos a visitar la librería barcelonesa Alibri porque merecía mucho la pena y estaba segura de que caería en la tentación de llevarme alguno de los muchos que sobre psicología tienen. No tuvo que esforzarse gran cosa en convencerme, y allí fui. Disfrutaba mucho con Beatriz mirando, hojeando, comentando… cuando en un estante, descubro, alborozado, el libro del que os hablo editado en castellano. Así es la historia de cómo llega a mí (o yo a él) Pero ahora, paso a lo fundamental, que es comentaros mi opinión sobre esta obra, como acostumbro a hacer con los libros que creo pueden sernos útiles en nuestra labor.

Los profesores/as y profesionales de la educación que trabajan con niños/as en el ámbito escolar están de enhorabuena porque este libro les ofrece cómo comprender a los menores desde la teoría del apego y cómo se manifiestan los diferentes apegos en la relación con el profesor/a y los compañeros/as.

Si el vínculo de apego es la representación mental estable en el tiempo que recoge los modelos operativos internos (esquemas mentales cognitivos, motivacionales y emocionales) que el niño/a ha desarrollado en la relación con sus cuidadores primarios (el modo en que se representa cómo es esa relación y además, la expectativa de conducta sobre cómo consideran a los demás y a sí mismos, que tiene mucho que ver con cómo ha sido el cuidador con ellos, en qué medida se ha manifestado sensible, empático y disponible para satisfacer sus necesidades físicas y emocionales), esta representación se traslada, se transfiere y se manifiesta en las posteriores relaciones que el niño/a establece.

Una de las personas significativas e importantísimas con las que se relaciona es con su profesor/a, y es la que Heather Geddes ha estudiado desde el modelo del apego.

Primeramente, da una visión y explicación de las teorías del apego y sus tipologías. Dentro de las tipologías, describe los apegos inseguros (evitativo, ansioso-ambivalente y desorganizado) y cómo se manifiestan en el ámbito escolar y las implicaciones que tiene tanto para la tarea (el trabajo escolar), la relación con los compañeros/as y por supuesto, con el profesor/a.

En función de si el niño/a muestra un patrón otro, de si es predominantemente evitativo, ansioso-ambivalente o desorganizado, el profesor/a encuentra en el libro una guía que le permitirá comprender cómo piensa, siente y se comporta ese niño/a y, lo que es más importante, cómo debe el profesional relacionarse, programar el trabajo, el tipo de metodología, los posibles problemas de comportamiento y la relación con los compañeros/as. Es eminentemente práctico, con propuestas claras y definidas.

Recomiendo su lectura y aplicación a todos los profesionales (profesores/as) que trabajen con niños/as que hayan sido víctimas de malos tratos porque es muy probable que éstos presenten apegos disfuncionales. Hasta ahora, por lo que puedo saber, existían pocas propuestas que ayudaran al profesor/a en este arduo trabajo, por lo que este libro debe considerarse como un material de inestimable apoyo y ayuda al maestro/a porque va a poder comprender a sus alumnos/as afectados por un apego disfuncional y va a encontrar herramientas sobre cómo proceder en la relación y la tarea, en ese pequeño universo de dinámicas relacionales que es un aula. Lo mejor es que la autora explora perfiles de aprendizaje y relación (el tirángulo del aprendizaje: profesor/a-alumno/a-tarea, como ella lo denomina) en función del tipo de apego y plantea cómo la escuela puede convertirse en base segura para estos niños/as.

Dentro de unas semanas, os ofreceré, de este libro, las pautas que la autora recomienda para cada tipo de apego disfuncional en relación a la tarea, los compañeros y el profesor/a.

jueves, 9 de septiembre de 2010

"Vaya rabieta", entre mis cuentos favoritos

Hace ya un tiempo que mi colega Gerardo Alútiz, psicólogo, me habló de un cuento para niños muy interesante y útil para trabajar con ellos el tema de las casquetas.

Estuve buscándolo durante una temporada pero no di con él. Ya había desistido en el empeño cuando ayer, de repente, lo encontré en la sección infantil de una librería donostiarra. Para mi regocijo, pues es un cuento sencillo pero directo, con gran poder ilustrativo, al cual se le puede sacar mucho jugo, si me permitís la metáfora, para ayudar a los niños con la emoción de la ira.

El cuento se titula: Vaya rabieta, de Mireille d´Allancé, edit. Corimbo. Es pequeñito y de pocas páginas, pero con unos dibujos muy atractivos y con vivos colores. Se puede utilizar a partir de los 3 años. Otro valor que atesora es que capta la atención de los niños mediante la historia que cuenta (éstos se identifican rápido con la situación cotidiana), una alegoría, de lo que puede suceder (las consecuencias dañinas) si se da rienda suelta a la ira y ellos no hacen un esfuerzo por regularla. Favorece la toma de conciencia de los menores que tienen problemas para controlar sus enfados.

Me encanta este cuento porque es capaz de transmitir a los niños las teorías de la inteligencia emocional (la psicofisiología del enfado: expresado en el rubor facial que el protagonista siente en la cara antes de explotar y cómo el enfado es un secuestro emocional que provoca que podamos actuar con conductas agresivas) de una manera sencilla. Lo que costaría miles de palabras y argumentos en los que los niños se perderían, lo consigue este cuento en unos minutos. Es el poder que tienen las metáforas.

Lo que más me gusta, de todos modos, la gran virtud, es que la historia le permite al niño comprobar que esa cosa que se desata cuando nos enfadamos puede ser muy negativa porque si no se controla, destruye, al tiempo que el protagonista asiste al descontrol observando, impactado, lo que pasa (favorece, pues, la toma de distancia y por lo tanto, la reflexión: "Mira lo que sucede si no controlas tu enfado", potenciando que el niño se ponga en esa perspectiva. En la medida que se da cuenta, la ira disminuye), tratando de reparar el daño, siendo consciente de hasta dónde llegó su ira y, finalmente, parándola (metiendo -contener- en una caja la alegoría de la ira) Y es que también el cuento ayuda al niño (¡y al adulto!) a que se dé cuenta de que todo empezó, y que nos enfadamos y descontrolamos, por tonterías…

En este enlace de internet alguien ha colgado el cuento completo, por lo que podéis acceder a él. No obstante, si lo encontráis, os recomiendo que lo compréis: la magia de un libro en la mano es todavía, insustituible. Además es baratito...

En fin, una joyita. Entra en la lista de mis cuentos favoritos. Muchas gracias a Gerardo por esta picada. Ya sabéis que si conocéis cualquier cuento o historia interesante para nuestro trabajo, comentadlo.

lunes, 6 de septiembre de 2010

"Bullying como desencadenante de trastornos de la conducta alimentaria", comunicación presentada por Rafael Benito, psiquiatra.

El Congreso de Oviedo ha sido un foro excelente en el que hemos podido asistir a multitud de aportaciones de expertos en psicología en todas las áreas en las que ésta se aplica.

Mi amigo y colega Rafael Benito Moraga, psiquiatra de la Clínica Quirón de San Sebastián, presentó una comunicación oral titulada: “Bullying como desencadenante de trastornos de la conducta alimentaria”.


No puedo exponer todo el contenido de la comunicación debido a su extensión, pero sí los datos y conclusiones más importantes, sobre todo lo que hace referencia al estudio de investigación que él ha llevado a cabo recientemente. Rafael Benito ha observado cómo bastantes personas con trastorno de la conducta alimentaria (TCA) presentaban asociado al mismo una experiencia de bullying.

Primeramente, disertó sobre el bullying, la definición de este concepto (“una forma de maltrato intencionado de un estudiante -o grupo de estudiantes- hacia otro compañero, generalmente más débil, al que convierte en su víctima habitual”) diferenciándolo del teasing (“interacción social que comprende una serie de conductas verbales y no verbales entre pares que puede ser graciosa o lúdica, pero también dañina”) Seguidamente ofreció datos sobre la frecuencia del bullying en nuestro país basándose en los recogidos por el defensor del pueblo. A continuación, presentó datos de la frecuencia del bullying por comunidades autónomas.

A esto le siguió una caracterización del perfil psicológico que define tanto al perpetrador como a la víctima y las consecuencias que tiene el bullying para ésta, aportando datos de estudios que ponen de relieve que las consecuencias de esta forma de maltrato entre iguales duran toda la vida. Así, expresó que:

Estudio de seguimiento de 15 años de una cohorte de niños de 8 años. Se los controló a los 18 y a los 25 años.

Prevalencia de trastorno mental:

De los que eran al mismo tiempo víctimas y acosadores un 30% tuvieron trastorno psiquiátrico:

De los que eran sólo víctimas tuvo un 17%

De los que eran sólo acosadores un 18%

En los controles sólo un 9% sufrió trastorno mental en el seguimiento.

Tipos de trastornos:

Los que eran acosadores y víctimas tenían 5 veces más probabilidades de tener trastorno antisocial de personalidad y trastorno por ansiedad.

Los que eran sólo acosadores tenían casi 3 veces más probabilidad de recibir un diagnóstico de personalidad antisocial.

Las víctimas tenían 2,6 veces más probabilidades de tener trastornos por ansiedad.

Finalmente nos expuso que existe una relación directa e indirecta entre bullying y trastorno de la conducta alimentaria, para terminar con la revisión de los casos clínicos de su investigación, en la cual observó:

74 pacientes admitidas sucesivamente en tratamiento en consulta privada.

Objetivos de la revisión:

Valorar la prevalencia de bullying o teasing como desencadenantes de un trastorno de la conducta alimentaria.

Presencia de vómitos u otras conductas de purga.

Presencia de maltrato infantil y/o presión familiar para adelgazar asociada al TCA desencadenado por bullying:

19 con historia de acoso escolar y 2 con historia de teasing (36%)

En todos los casos el acoso se lleva a cabo en el colegio y en la mayor parte se relaciona con la figura o el peso:

En 15 de los casos las chicas protagonizan el acoso o secundan a los chicos.

En 12 casos el acoso se inicia al comenzar la educación secundaria.

En los casos de teasing, éste actúa como acontecimiento “gatillo”.

El bullying parece un desencadenante frecuente de los TCA.

Por la importancia que la valoración de los iguales tiene en la forja del autoconcepto:
Se está comenzando a demostrar la relación entre ambos fenómenos.

En las chicas con TCA podría ser un fenómeno oculto.

Dada la alta prevalencia del acoso escolar, su prevención podría incidir en la aparición de los TCA.

Excelente comunicación de Rafael Benito, creo que no puedo añadir mucho más. Subrayar la importancia de la prevención y de la educación socio-emocional en los centros escolares (el establecimiento de los límites respetuosos entre las personas, de los límites sociales, comienza por el buen trato entre las mismas) porque esta forma de maltrato tiene repercusiones en las víctimas que les acompañan a lo largo de toda la vida. Es por lo tanto, grave, y no "un asunto de chiquillos a resolver entre ellos", como todavía hay quien desacertadamente, opina.