Frecuentemente hablamos en este blog sobre el trauma que los malos tratos continuados pueden generar en las personas y en particular en la mente en desarrollo del niño, que es cuando se es más vulnerable y se fijan determinadas acciones mentales defensivas, como decíamos la pasada semana.
También me suelo referir, aunque mucho menos, en verdad, a la resiliencia, ese concepto que tanto nos atrae porque pone de relieve la capacidad de muchas personas, incluidos los niños y las niñas, de mantenerse suficientemente equilibrados pese a los impactos de los traumas.
Me gustaría hoy centrarme en este punto porque es necesario investigar y conocer qué es lo que a las personas, ante el trauma, les sostuvo, les dio fortaleza, recursos, energía, ilusión o coraje para ser resilientes o para al menos, desarrollarla en parte. Afortunadamente, muchas víctimas nos enseñan que existen partes emocionales dañadas cuando se vive el infierno del abandono o los malos tratos psicológicos y físicos, pero también nos ofrecen el testimonio de que otras partes de su personalidad conservan áreas fuertes que deben ser detectadas y potenciadas para que ayuden a sanar al resto.
Cuando pregunto a los adultos que acuden a consulta, víctimas de malos tratos durante mucho tiempo, o de los abusos, o del abandono, si hubo alguna persona de su entorno que acompañó y actuó para ayudar a hacer frente a tanto dolor y resistir, me encuentro con respuestas que dan cuenta de que el entorno social puede jugar un importantísimo papel amortiguador y resiliente.
Una abuela especialmente sensible y empática, un profesor que primó los aspectos afectivos en vez de los escolares, un terapeuta que acompañó a una persona en su infancia, un club deportivo con un entrenador que creyó en alguien y le dio confianza, un educador de calle que potenció la autoestima, un vecino que acogía a un niño o niña en los momentos más difíciles, un novio o una novia, una determinada conversación con alguien, una situación determinada, una experiencia concreta…
Muchas personas afirman que, efectivamente, el contacto y la relación con esas personas les ayudó a desarrollar recursos internos para resistir el dolor y poder incluso encauzar sus vidas por caminos que no supusieran la autodestrucción, una de las nefastas tendencias en personas severamente traumatizadas.
Quienes rodean a los niños y niñas que han padecido malos tratos siguen jugando un determinante papel para poder ayudarles en la recuperación y desarrollo de la resiliencia, sobre todo para mostrarse empáticos y firmes ante sus trastornos de conducta y de aprendizaje derivados de los trastornos del apego que pueden presentar, problemas que se mantienen tiempo después de que los sucesos traumáticos pasen. Para desarrollar con ellos un modelo de buen trato que pueda ser interiorizado y que favorezca la resiliencia.
También me suelo referir, aunque mucho menos, en verdad, a la resiliencia, ese concepto que tanto nos atrae porque pone de relieve la capacidad de muchas personas, incluidos los niños y las niñas, de mantenerse suficientemente equilibrados pese a los impactos de los traumas.
Me gustaría hoy centrarme en este punto porque es necesario investigar y conocer qué es lo que a las personas, ante el trauma, les sostuvo, les dio fortaleza, recursos, energía, ilusión o coraje para ser resilientes o para al menos, desarrollarla en parte. Afortunadamente, muchas víctimas nos enseñan que existen partes emocionales dañadas cuando se vive el infierno del abandono o los malos tratos psicológicos y físicos, pero también nos ofrecen el testimonio de que otras partes de su personalidad conservan áreas fuertes que deben ser detectadas y potenciadas para que ayuden a sanar al resto.
Cuando pregunto a los adultos que acuden a consulta, víctimas de malos tratos durante mucho tiempo, o de los abusos, o del abandono, si hubo alguna persona de su entorno que acompañó y actuó para ayudar a hacer frente a tanto dolor y resistir, me encuentro con respuestas que dan cuenta de que el entorno social puede jugar un importantísimo papel amortiguador y resiliente.
Una abuela especialmente sensible y empática, un profesor que primó los aspectos afectivos en vez de los escolares, un terapeuta que acompañó a una persona en su infancia, un club deportivo con un entrenador que creyó en alguien y le dio confianza, un educador de calle que potenció la autoestima, un vecino que acogía a un niño o niña en los momentos más difíciles, un novio o una novia, una determinada conversación con alguien, una situación determinada, una experiencia concreta…
Muchas personas afirman que, efectivamente, el contacto y la relación con esas personas les ayudó a desarrollar recursos internos para resistir el dolor y poder incluso encauzar sus vidas por caminos que no supusieran la autodestrucción, una de las nefastas tendencias en personas severamente traumatizadas.
Quienes rodean a los niños y niñas que han padecido malos tratos siguen jugando un determinante papel para poder ayudarles en la recuperación y desarrollo de la resiliencia, sobre todo para mostrarse empáticos y firmes ante sus trastornos de conducta y de aprendizaje derivados de los trastornos del apego que pueden presentar, problemas que se mantienen tiempo después de que los sucesos traumáticos pasen. Para desarrollar con ellos un modelo de buen trato que pueda ser interiorizado y que favorezca la resiliencia.
Nunca sabemos exactamente qué puede hacer resiliente a una persona, como podemos comprobar en esta frase de Boris Cyrulnik que me ha impactado y que guarda relación con el tema que estamos tratando, y con la cual me despido: "Un tutor de resiliencia es alguien, una persona, un lugar, un acontecimiento, una obra de arte que provoca un renacer del desarrollo psicológico tras el trauma. Casi siempre se trata de un adulto que encuentra al niño y que asume para él el significado de un modelo de identidad, el viraje de su existencia. No se trata necesariamente de un profesional. Un encuentro significativo puede ser suficiente. Conozco a un joven maltratado, a quien echaron a la calle, delincuente, prostituido, jefe de una pandilla que un día se puso a conversar en la terraza de un café con un editor. El joven salió transformado, diciendo: "Es la primera vez que me hablaron como a un hombre". El editor jamás se dio cuenta hasta qué punto había logrado encantar al joven violento y desesperado"
2 comentarios:
Los 4 verbos de la persona resiliente:
http://yomras.com/sites/default/files/CUATRO%20VERBOS%20PARA%20SER%20RESILIENTE.pdf
Una interesante reflexión.
TENER.
YO TENGO...personas alrededor en quienEs confío y que me quieren incondicionalmente;gente que me pone límites para que aprenda a evitar los peligros o que quieren que aprenda a desenvolverme;personas que me ayudan cuando estoy en peligro o necesito aprender.
Es imprescindible que las personas que viven expuestas a la adversidad cuenten en algún momento con alguién a su alrededor capaz de apoyarlas y motivarlas; dispuesta a darles el impulso necesario para que se den cuentan que, al final del tunel en el que se encuentran...hay luz y que tienen que intentar llegar hasta ella.
Un saludo,
Yolanda.
Yolanda: ¡Muy bueno! Voy a leer el enlace que nos propones. Gracias por tu participación tan enriquecedora. Un cordial saludo, José Luis
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