Llevo una temporada esperando poder leer un artículo escrito por una compañera psicóloga clínica que trabaja en el Servicio Mercedes Reyna de Atención Ambulatoria a Mujeres Víctimas de Violencia de Género y a sus Hijos, del Ayuntamiento de Madrid, a quien tuve el gusto de conocer el pasado verano en el marco del Diploma de Formación para Psicoterapeutas Infantiles organizado por el Instituto para la Formación e Intervención-Acción sobre la Violencia y sus Consecuencias, de Barcelona. Me refiero a Beatriz Atenciano, quien desarrolla su labor profesional, como se deduce, con mujeres y niños víctimas de la violencia.
Al final he tenido tiempo y he disfrutado de la lectura de un excelente artículo que aporta las notas a seguir para una práctica clínica basada en la evidencia. Su título es: "Menores expuestos a violencia contra la pareja: notas para una práctica clínica basada en la evidencia"
Beatriz nos conciencia y sensibiliza para el trabajo con este colectivo y, al final del artículo, nos aporta, apoyándose en 25 años de experiencia investigadora y clínica en este campo en lengua inglesa, las vías por las que la práctica terapéutica, de las psicólogas y psicólogos infantiles, debe guiarse en la atención a los niños y las niñas. Paso a transcribirlas, tomadas de su artículo, y a comentar un aspecto al que se refiere al final que a mi juicio tiene especial relevancia y sobre el cual quiero detenerme:
1. "La exposición a actos violentos contra la madre impacta directamente en los menores, con altas probabilidades de causarles daños severos, en su desarrollo a corto y largo plazo.
Al final he tenido tiempo y he disfrutado de la lectura de un excelente artículo que aporta las notas a seguir para una práctica clínica basada en la evidencia. Su título es: "Menores expuestos a violencia contra la pareja: notas para una práctica clínica basada en la evidencia"
Beatriz nos conciencia y sensibiliza para el trabajo con este colectivo y, al final del artículo, nos aporta, apoyándose en 25 años de experiencia investigadora y clínica en este campo en lengua inglesa, las vías por las que la práctica terapéutica, de las psicólogas y psicólogos infantiles, debe guiarse en la atención a los niños y las niñas. Paso a transcribirlas, tomadas de su artículo, y a comentar un aspecto al que se refiere al final que a mi juicio tiene especial relevancia y sobre el cual quiero detenerme:
1. "La exposición a actos violentos contra la madre impacta directamente en los menores, con altas probabilidades de causarles daños severos, en su desarrollo a corto y largo plazo.
2. No todas las niñas y niños expuestos padecerán problemas clínicamente significativos, si bien desconocemos tanto la proporción de menores resilientes, como los factores protectores y moderadores que explican este hecho.
3. La violencia contra la mujer, y la consiguiente exposición a ella, sucede durante la fase de convivencia y tras la separación.
4. Estas niñas y niños tienen un elevado riesgo de ser objeto de malos tratos físicos, psicológicos y sexuales y ser atendidos de forma negligente, en el contacto con el maltratador.
5. Las consecuencias para la salud mental de niños y niñas abarcan principalmente los trastornos de conducta, ansiedad y miedos, depresión, agresividad, baja autoestima y signos de trauma y estrés post-traumático.
6. Puede haber dificultades en el desarrollo de habilidades sociales, y creencias sobre la aceptabilidad de la violencia en las relaciones.
7. El vínculo materno filial es objeto de ataques directos por parte del agresor y, a la vez, un elemento sustancial en la recuperación de los menores"
En el apartado de conclusiones del artículo, Beatriz Atenciano apunta que “…es difícil sostener la idea de que las niñas y los niños que viven en hogares donde hay violencia contra sus madres puedan estar al margen de la misma. Sin embargo, no es infrecuente encontrar en profesiones afines, y a veces, en nuestras propias filas, quienes sostienen que no habiendo existido una victimización directa (en forma de maltrato físico, psicológico, sexual o negligencia), la calidad del vínculo entre el padre y los menores no puede ser cuestionado” (…) “Se frena la protección a favor de un proteccionismo de la relación paterno filial, por desconocimiento del (o por encima del) impacto que las agresiones a la madre tienen en el desarrollo, y sus consecuencias a corto y largo plazo. La percepción de la violencia contra la mujer como un hecho relativo a la pareja, en lugar de a la familia, no sólo deja a los niños sin la parcela de protección que les corresponde, sino que también invisibiliza el sufrimiento de los familiares de la mujer maltratada…”
No puedo estar más de acuerdo con esta conclusión basada en la evidencia. En mi experiencia he constatado en muchos casos la influencia nefasta que los malos tratos tienen sobre los menores cuando la victimización a ellos no ha sido directa, pero han estado expuestos a modelos parentales que han utilizado la violencia contra la madre. Niños que crecen maximizando la justificación del uso de la violencia para conseguir sus fines, o menores que han sufrido trastornos emocionales severos (ansiedad, trauma…) al tener que vivir en un estado de terror permanente ante las intervenciones violentas del progenitor varón. Trastornos que comprometen su futuro bienestar y desarrollo, que marcan para toda la vida. Pensar que el vínculo padre-niños no tiene por qué estar afectado o verse alterado porque el maltrato no se haya ejercido directamente sobre los menores es ignorar lo que la investigación y la práctica profesional están evidenciando justamente al contrario. Está en juego el bienestar de los niños y las niñas, futuros adultos de nuestra sociedad.
Y observo que en muchos casos se adoptan medidas judiciales de visitas a los niños sin tener en cuenta estas recomendaciones basadas en la evidencia investigadora y profesional y partiendo de decisiones que ponen el peso más en el derecho del adulto que en el del niño y su derecho a la protección. Sería del todo necesario tomar las decisiones de las visitas según cada caso y valorando el impacto que para el desarrollo del menor supone el contacto con el padre y, por supuesto, poniendo en marcha espacios protegidos donde puedan tener lugar las visitas (si es que han de producirse y es bueno para el menor; a la luz de la investigación ya vemos que no es así) con garantías de que los menores se sientan seguros. En la intimidad de la psicoterapia, muchos menores me han revelado que ellos no irían a la visita porque lo que los niños quieren sobre todo y ante todo es estar y relacionarse con quienes tienen la expectativa segura de que les van a tratar bien. ¿Acaso alguien puede dudar de que una imagen como la que ilustra este post y que refleja el infierno que un niño o niña puede padecer diariamente en su casa -su padre golpeando a su madre- no va a afectar al vínculo paterno filial? No estaría de más hacer caso a los niños porque, en contra de lo que se piensa, muchas veces son los mejores informantes de lo que les pasa.
Quiero felicitar a Beatriz Atenciano (tengo el honor de que sea seguidora del blog) por este exquisito trabajo y porque sus aportaciones aportan una guía segura para tomar las decisiones que mejor pueden garantizar el bienestar de los niños y niñas que tienen la desgracia ser víctimas y/o testigos de la violencia de género que es, en suma, violencia familiar. Me gustaría que fuera tenido en cuenta por todos los profesionales que trabajan en este campo.
En este enlace tenéis una referencia completa del artículo, con un resumen y dónde encontrarlo. Lo ha publicado la Revista Clínica y Salud del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid. Os recomiendo su lectura a todos y en especial a los que trabajan en este campo.
En el apartado de conclusiones del artículo, Beatriz Atenciano apunta que “…es difícil sostener la idea de que las niñas y los niños que viven en hogares donde hay violencia contra sus madres puedan estar al margen de la misma. Sin embargo, no es infrecuente encontrar en profesiones afines, y a veces, en nuestras propias filas, quienes sostienen que no habiendo existido una victimización directa (en forma de maltrato físico, psicológico, sexual o negligencia), la calidad del vínculo entre el padre y los menores no puede ser cuestionado” (…) “Se frena la protección a favor de un proteccionismo de la relación paterno filial, por desconocimiento del (o por encima del) impacto que las agresiones a la madre tienen en el desarrollo, y sus consecuencias a corto y largo plazo. La percepción de la violencia contra la mujer como un hecho relativo a la pareja, en lugar de a la familia, no sólo deja a los niños sin la parcela de protección que les corresponde, sino que también invisibiliza el sufrimiento de los familiares de la mujer maltratada…”
No puedo estar más de acuerdo con esta conclusión basada en la evidencia. En mi experiencia he constatado en muchos casos la influencia nefasta que los malos tratos tienen sobre los menores cuando la victimización a ellos no ha sido directa, pero han estado expuestos a modelos parentales que han utilizado la violencia contra la madre. Niños que crecen maximizando la justificación del uso de la violencia para conseguir sus fines, o menores que han sufrido trastornos emocionales severos (ansiedad, trauma…) al tener que vivir en un estado de terror permanente ante las intervenciones violentas del progenitor varón. Trastornos que comprometen su futuro bienestar y desarrollo, que marcan para toda la vida. Pensar que el vínculo padre-niños no tiene por qué estar afectado o verse alterado porque el maltrato no se haya ejercido directamente sobre los menores es ignorar lo que la investigación y la práctica profesional están evidenciando justamente al contrario. Está en juego el bienestar de los niños y las niñas, futuros adultos de nuestra sociedad.
Y observo que en muchos casos se adoptan medidas judiciales de visitas a los niños sin tener en cuenta estas recomendaciones basadas en la evidencia investigadora y profesional y partiendo de decisiones que ponen el peso más en el derecho del adulto que en el del niño y su derecho a la protección. Sería del todo necesario tomar las decisiones de las visitas según cada caso y valorando el impacto que para el desarrollo del menor supone el contacto con el padre y, por supuesto, poniendo en marcha espacios protegidos donde puedan tener lugar las visitas (si es que han de producirse y es bueno para el menor; a la luz de la investigación ya vemos que no es así) con garantías de que los menores se sientan seguros. En la intimidad de la psicoterapia, muchos menores me han revelado que ellos no irían a la visita porque lo que los niños quieren sobre todo y ante todo es estar y relacionarse con quienes tienen la expectativa segura de que les van a tratar bien. ¿Acaso alguien puede dudar de que una imagen como la que ilustra este post y que refleja el infierno que un niño o niña puede padecer diariamente en su casa -su padre golpeando a su madre- no va a afectar al vínculo paterno filial? No estaría de más hacer caso a los niños porque, en contra de lo que se piensa, muchas veces son los mejores informantes de lo que les pasa.
Quiero felicitar a Beatriz Atenciano (tengo el honor de que sea seguidora del blog) por este exquisito trabajo y porque sus aportaciones aportan una guía segura para tomar las decisiones que mejor pueden garantizar el bienestar de los niños y niñas que tienen la desgracia ser víctimas y/o testigos de la violencia de género que es, en suma, violencia familiar. Me gustaría que fuera tenido en cuenta por todos los profesionales que trabajan en este campo.
En este enlace tenéis una referencia completa del artículo, con un resumen y dónde encontrarlo. Lo ha publicado la Revista Clínica y Salud del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid. Os recomiendo su lectura a todos y en especial a los que trabajan en este campo.
2 comentarios:
Es un problema real que a veces ignoramos o queremos ignorar y miramos muchas veces para otra parte para no verlo, incluidas las autoridades competentes.
Es un tema delicado porque estos niños son frágiles, más que otros, ninguna debería conocer estas cosas y menos de sus padres.
Pero aún así creo que estos niños quieren a sus padres porque no han conocido otra cosa y los defenderá a pesar de todo.
Gracias por señalar un asunto de tanta envergadura y del que poco se habla por miedo quizás o por vergüenza...
Un abrazo y hasta pronto.
http://adoptaextremadura.blogspot.com/
Hola, Alexia: Estoy de acuerdo con lo que dices, por ello creo que aportaciones como la de Beatriz nos ayudan a reflexionar sobre lo que puede ser más beneficioso para los menores. Aunque es verdad que hay niños que defienden a sus padres, yo me he encontrado con otros que no lo hacen y tienen sus buenas razones, sobre todo si atendemos a vivencias terribles que han padecido por su causa. Gracias por tus aportaciones una vez más, un abrazo, josé Luis
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