martes, 30 de marzo de 2010

Vida y tecnología en el siglo XXI

Mi amigo Alberto Barbero (que habita en Conversaciones sobre Desarrollo y Equipos, un blog a seguir de cerca por sus interesantísimos aportes y reflexiones) me envía esta picada que me ha dejado boquiabierto. Todavía estoy procesando su contenido. Mi abuela solía decir que hemos venido demasiado pronto al mundo (en alusión a alucinantes avances que nos perderíamos) y creo que tenía razón. Ahora bien esto parece alucinante pero tiene visos de realidad. No sé si en todo pero seguro que sí en parte.

Me estoy refiriendo a un vídeo del programa de televisión Redes que lidera Eduardo Punset. Es una entrevista a
Raymond Kurzweil (experto en inteligencia artificial) Este nos explica cuáles serán los grandes hitos en esa mezcla que se va a producir –que ya se está produciendo- entre biología y tecnología.

Después de verlo, a mi me surgen infinidad de preguntas y también se me queda una cierta sensación de desazón, quizá por el miedo a lo desconocido: ¿Qué somos? ¿Quiénes somos? ¿Sólo somos un cuerpo biológico que representa la realidad y da igual que esa representación la haga un cerebro encarnado que un ordenador súper avanzado? En esta propuesta, ¿existe el ser? Todas las disquisiciones filosóficas que han llevado siglos acerca de la sustancia y en qué consiste ésta, ¿sólo son elucubraciones? ¿Puede un ordenador, una copia de mi mismo, reproducir mis pensamientos y experiencias o realmente soy yo mismo? ¿Somos reductibles a un paradigma científico o el ser trasciende más allá de cualquier modelo?
Al margen de que todo lo que se dice sea factible, yo creo que la cuestión de fondo, a parte de reflexionar sobre quiénes somos, es también la previsión de una sociedad tecnocratizada. ¿Quiénes la dominarán? ¿Con qué fines? ¿Los seres humanos? ¿Los propios ordenadores, como en Matrix? Kurzweil dice al final del vídeo (y lo termina apostillando Punset) que la propuesta es humanista (belleza, conocimiento, espiritualidad, simetría…) y que aunque cambiemos nuestro sustrato biológico y lo mejoremos seguiremos siendo humanos. Que así sea. Las dudas son, como decimos, una vez más en la historia, en manos de quiénes caerá el control de esta tecnocracia que conlleva un inmenso poder. Y hay muchas manos cuyos fines no son precisamente filantrópicos. Hemos de aprender a extender el buen trato entre todos los seres humanos si queremos que la tecnología sea para bien.

Espero vuestras opiniones. Felices vacaciones de Semana Santa a todos/as.

Para ver la entrevista a Kurzweil, haz click aquí.

jueves, 25 de marzo de 2010

El rol playing dramático: una técnica adecuada para el tratamiento del trauma

Últimamente vengo aplicando como técnica de tratamiento para los niños que deben de trabajar en psicoterapia acontecimientos traumáticos y elaborar historias de vida duras (con experiencias de abandono, malos tratos…) el rol playing. La conocía de la autora Janet West y de su magnífico libro titulado Terapia de juego centrada en el niño, pero no me había animado a implementarla. Pero ha sido a partir de la lectura del libro El tesoro escondido, de la sabia Violeta Oaklander, del cual os hable hace un tiempo, cuando se ha encendido en mí el entusiasmo por utilizarla.

El tratamiento del trauma no puede ni debe hacerse, a veces, de una manera directa. La autora y experta Josefina Martínez, de la Universidad Católica de Chile, nos ha enseñado que el uso de un tercer elemento a través del cual puedes hablar o expresarte es necesario para ofrecer a los pacientes un medio seguro a través del cual poder exteriorizar y elaborar los contenidos traumáticos. Sobre todo cuando estamos refiriéndonos al tratamiento de traumas crónicos y experiencias terribles, impactantes y tóxicas para el ser humano como son los malos tratos. Estamos hablando de tratar y ayudar a digerir lo que ha sido una ausencia prolongada de afectos, cuidados y atenciones que son necesidades básicas y fundamentales para el ser humano. Tiene razón Josefina Martínez y no hay nada como basarse en la evidencia profesional para comprobarlo.

El rol playing es una técnica que cumple el requisito anterior: ofrece adoptar un papel en el que habla el paciente pero a través de un personaje. Ese es el medio seguro: el personaje. Que puede expresar o exteriorizar lo que yo quiero decir pero me da pánico hacerlo. Soy yo pero actuando mediante el personaje. Este matiz que parece baladí resulta, en cambio, trascendental y se convierte en un como sí con un efecto psicológico protector pero curativo impresionante.

Se eligen los personajes, el tema y el escenario en el que éstos van a actuar. Se hace una planificación como si fueran los preparativos previos a un rodaje cinematográfico: guión a seguir, qué se va a representar, cómo va a ser la historia… El niño participa activamente en esta preparación. Pueden usarse disfraces y maquillaje para caracterizarse mejor. Después, se representa la escena de acuerdo a lo preparado. El terapeuta se toma la técnica con absoluta seriedad metiéndose en el papel con realismo. Si el niño percibe esto, va dejándose llevar y termina haciendo la técnica con igual entusiasmo. "El juego es un asunto serio para los niños", decía la sabia Violeta Oaklander.

Lo que observo es que los niños se relajan poco a poco y se van metiendo en el papel con seguridad; van liberando emociones y expresando contenidos difíciles de expresar que de otra manera jamás se atreverían. La técnica les va ayudando a tomar el control del trauma vivido, liberar emociones y elaborar los sucesos traumáticos, favoreciendo su integración.

Observo que muchos, después, se sienten satisfechos, incluso liberados. Te dicen que hasta han disfrutado. Parece mentira que se pueda sentir disfrute hablando de contenidos traumáticos dolorosos. Pero si la técnica (que los representa: plano simbólico) ofrece un medio seguro, el niño liberará desde lo lúdico y le permitirá asociar la experiencia de deshacerse, diríamos metafóricamente, de una piedra pesada que ha llevado toda su vida al disfrute que proporciona la sensación de liberación.

Solemos grabar en vídeo toda la escena del rol playing dramático creando nuestro pequeño Actor´s Studio y después vemos la grabación que ayuda enormemente en un segundo momento a verse, tomar conciencia, analizar lo ocurrido, las reacciones…

Hay algunos niños que con esta técnica no se sentirán cómodos. Quizá no sean dados a la intepretación. No pasa nada. Lo importante es saber elegir la técnica que mejor se adecúe al menor. Un niño puede sentirse mejor con el arte terapia, por ejemplo. Para hacer rol playing dramático (y, en realidad, para cualquier otra técnica) es clave la relación terapéutica (esta debe de ser sólida) y el momento en el que se encuentra el niño, el timming, como suele decir mi amiga y colega Maryorie Dantagnan, de quien he aprendido a ser terapeuta especializado en el tratamiento de los traumas provocados por los malos tratos.

Realmente, yo también he disfrutado trabajando esta técnica con los niños. Y cuando el terapeuta también se relaja y atiende plenamente (fluye) a lo que pasa, el efecto curativo es mucho mayor.

miércoles, 17 de marzo de 2010

Un excelente artículo de Beatriz Atenciano, psicóloga clínica, sobre menores expuestos a violencia contra la pareja

Llevo una temporada esperando poder leer un artículo escrito por una compañera psicóloga clínica que trabaja en el Servicio Mercedes Reyna de Atención Ambulatoria a Mujeres Víctimas de Violencia de Género y a sus Hijos, del Ayuntamiento de Madrid, a quien tuve el gusto de conocer el pasado verano en el marco del Diploma de Formación para Psicoterapeutas Infantiles organizado por el Instituto para la Formación e Intervención-Acción sobre la Violencia y sus Consecuencias, de Barcelona. Me refiero a Beatriz Atenciano, quien desarrolla su labor profesional, como se deduce, con mujeres y niños víctimas de la violencia.

Al final he tenido tiempo y he disfrutado de la lectura de un excelente artículo que aporta las notas a seguir para una práctica clínica basada en la evidencia. Su título es:
"Menores expuestos a violencia contra la pareja: notas para una práctica clínica basada en la evidencia"

Beatriz nos conciencia y sensibiliza para el trabajo con este colectivo y, al final del artículo, nos aporta, apoyándose en 25 años de experiencia investigadora y clínica en este campo en lengua inglesa, las vías por las que la práctica terapéutica, de las psicólogas y psicólogos infantiles, debe guiarse en la atención a los niños y las niñas. Paso a transcribirlas, tomadas de su artículo, y a comentar un aspecto al que se refiere al final que a mi juicio tiene especial relevancia y sobre el cual quiero detenerme:

1. "La exposición a actos violentos contra la madre impacta directamente en los menores, con altas probabilidades de causarles daños severos, en su desarrollo a corto y largo plazo.
2. No todas las niñas y niños expuestos padecerán problemas clínicamente significativos, si bien desconocemos tanto la proporción de menores resilientes, como los factores protectores y moderadores que explican este hecho.

3. La violencia contra la mujer, y la consiguiente exposición a ella, sucede durante la fase de convivencia y tras la separación.

4. Estas niñas y niños tienen un elevado riesgo de ser objeto de malos tratos físicos, psicológicos y sexuales y ser atendidos de forma negligente, en el contacto con el maltratador.

5. Las consecuencias para la salud mental de niños y niñas abarcan principalmente los trastornos de conducta, ansiedad y miedos, depresión, agresividad, baja autoestima y signos de trauma y estrés post-traumático.

6. Puede haber dificultades en el desarrollo de habilidades sociales, y creencias sobre la aceptabilidad de la violencia en las relaciones.

7. El vínculo materno filial es objeto de ataques directos por parte del agresor y, a la vez, un elemento sustancial en la recuperación de los menores"

En el apartado de conclusiones del artículo, Beatriz Atenciano apunta que “…es difícil sostener la idea de que las niñas y los niños que viven en hogares donde hay violencia contra sus madres puedan estar al margen de la misma. Sin embargo, no es infrecuente encontrar en profesiones afines, y a veces, en nuestras propias filas, quienes sostienen que no habiendo existido una victimización directa (en forma de maltrato físico, psicológico, sexual o negligencia), la calidad del vínculo entre el padre y los menores no puede ser cuestionado” (…) “Se frena la protección a favor de un proteccionismo de la relación paterno filial, por desconocimiento del (o por encima del) impacto que las agresiones a la madre tienen en el desarrollo, y sus consecuencias a corto y largo plazo. La percepción de la violencia contra la mujer como un hecho relativo a la pareja, en lugar de a la familia, no sólo deja a los niños sin la parcela de protección que les corresponde, sino que también invisibiliza el sufrimiento de los familiares de la mujer maltratada…”

No puedo estar más de acuerdo con esta conclusión basada en la evidencia. En mi experiencia he constatado en muchos casos la influencia nefasta que los malos tratos tienen sobre los menores cuando la victimización a ellos no ha sido directa, pero han estado expuestos a modelos parentales que han utilizado la violencia contra la madre. Niños que crecen maximizando la justificación del uso de la violencia para conseguir sus fines, o menores que han sufrido trastornos emocionales severos (ansiedad, trauma…) al tener que vivir en un estado de terror permanente ante las intervenciones violentas del progenitor varón. Trastornos que comprometen su futuro bienestar y desarrollo, que marcan para toda la vida. Pensar que el vínculo padre-niños no tiene por qué estar afectado o verse alterado porque el maltrato no se haya ejercido directamente sobre los menores es ignorar lo que la investigación y la práctica profesional están evidenciando justamente al contrario. Está en juego el bienestar de los niños y las niñas, futuros adultos de nuestra sociedad.

Y observo que en muchos casos se adoptan medidas judiciales de visitas a los niños sin tener en cuenta estas recomendaciones basadas en la evidencia investigadora y profesional y partiendo de decisiones que ponen el peso más en el derecho del adulto que en el del niño y su derecho a la protección. Sería del todo necesario tomar las decisiones de las visitas según cada caso y valorando el impacto que para el desarrollo del menor supone el contacto con el padre y, por supuesto, poniendo en marcha espacios protegidos donde puedan tener lugar las visitas (si es que han de producirse y es bueno para el menor; a la luz de la investigación ya vemos que no es así) con garantías de que los menores se sientan seguros. En la intimidad de la psicoterapia, muchos menores me han revelado que ellos no irían a la visita porque lo que los niños quieren sobre todo y ante todo es estar y relacionarse con quienes tienen la expectativa segura de que les van a tratar bien. ¿Acaso alguien puede dudar de que una imagen como la que ilustra este post y que refleja el infierno que un niño o niña puede padecer diariamente en su casa -su padre golpeando a su madre- no va a afectar al vínculo paterno filial? No estaría de más hacer caso a los niños porque, en contra de lo que se piensa, muchas veces son los mejores informantes de lo que les pasa.

Quiero felicitar a Beatriz Atenciano (tengo el honor de que sea seguidora del blog) por este exquisito trabajo y porque sus aportaciones aportan una guía segura para tomar las decisiones que mejor pueden garantizar el bienestar de los niños y niñas que tienen la desgracia ser víctimas y/o testigos de la violencia de género que es, en suma, violencia familiar. Me gustaría que fuera tenido en cuenta por todos los profesionales que trabajan en este campo.

En este enlace tenéis una referencia completa del artículo, con un resumen y dónde encontrarlo. Lo ha publicado la Revista Clínica y Salud del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid. Os recomiendo su lectura a todos y en especial a los que trabajan en este campo.

jueves, 11 de marzo de 2010

Lo peor y lo mejor del ser humano

Cambio de tercio respecto a lo que veníamos escribiendo: Quiero aprovechar la oportunidad que me brindan estas líneas para hablaros del terremoto de Chile y de una reflexión surgida en el marco de unas conversaciones con personas afectadas por este hecho luctuoso.

Me toca de cerca porque tengo amigos/as en Chile. Afortunadamente, están bien físicamente (aunque sobrecogidos por la magnitud de la catástrofe natural) Ellos y sus familias. Les he escrito y me han contado sus vivencias respecto a lo que allí pasa en su entorno. Son profesionales de la psicología con una entereza que sobrecoge. Me decían, entre otras muchas cosas, que este tipo de tragedias “sacan lo peor y lo mejor del ser humano” Así como hemos asistido en los medios de comunicación al pillaje y saqueo de tiendas y locales comerciales por parte de algunos desesperados (lo peor del ser humano), las gentes más solidarias (como mis amigos/as) van a ayudar todo lo que puedan para sacar adelante a las personas y las zonas afectadas (lo mejor del ser humano)


Son conscientes de que si cuidan la salud mental de la buena gente chilena, se conseguirá la reconstrucción de todo lo demás. Y las psicólogas con las que he contactado por mail y por facebook son expertas, además, en trauma y resiliencia. Saben que, a pesar de todo, mucha gente se mantiene bastante equilibrada mentalmente e, incluso, desarrollan habilidades y recursos hasta entonces inusitados. Y eso es lo que van a potenciar y rescatar, a buen seguro.
Estas expertas conocen que las experiencias traumáticas ejercen un impacto enorme sobre todos los aspectos de la vida de la gente y que por ello se hace necesario atender a las mismas y sus consecuencias. Para ello, necesitan unirse, apoyarse y organizarse, y en ello están. La resiliencia brota y emerge cuando existen recursos externos que la propician y la potencian. La pena es que todo esto no sale en los medios de comunicación. Se prefieren las imágenes más sensacionalistas en detrimento de las menos llamativas pero mucho más trascendentes. Del impulso de gentes como estas amigas depende que una comunidad pueda encontrar la manera de sanar de las heridas psíquicas y reconstituirse para volver a empezar. Aunque es realmente duro, del sufrimiento pueden brotar también energías y fuerzas insospechadas que le llevan al ser humano a no derrotarse y a emerger para rehacerse. Los testimonios de personas que han podido enfrentar tremendas experiencias e incluso aprender de ellas, nos dan la esperanza de que los chilenos puedan reconstruirse en lo personal. Porque desde aquí podrán levantar todo lo que ha caído. El apoyo y ayuda a los más frágiles y a los que han quedado solos y/o sin nada es lo que más hay que cuidar.
Desde estas líneas, quiero lanzar un mensaje de solidaridad a todas las víctimas del terremoto así como todo el ánimo del mundo. Y, por supuesto, cada uno desde sus posibilidades, el apoyo económico que humildemente podamos recabar desde aquí. Hay una cosa que realmente me ha emocionado y es cómo agradecen, con qué hondura, cualquier gesto de empatía.

jueves, 4 de marzo de 2010

Niños con problemas de conducta como consecuencia de un trastorno del apego: qué se puede hacer desde el colegio (III y final)

Las técnicas educativas con los niños con problemas conductuales severos como consecuencia de un trastorno del apego que funcionan mejor, y que además son técnicas focalizadas en el apego, propuestas por Jorge Barudy y Maryorie Dantagnan, son las siguientes:
El educador tiene dos tareas imprescindibles: Satisfacer las necesidades reales y modular los deseos del niño.
Una relación educador–niño rica en afecto y estructura. Si no hay afecto, no hay posibilidad de que el niño interiorice la norma. Control y afecto van unidos.
Ser consistentes, predecibles y repetitivos.
Educar en función de la edad emocional y no de la edad cronológica. Enseñar a través de vuestra propia conducta… y ¡¡en voz alta!!
Escuchar, mirarse y conversar cuanto se pueda en un tiempo sólo dedicado al niño.
¡Tener paciencia, mucha paciencia!
Cuidarse: tiempos de descanso y de apoyo entre profesionales
No todas las técnicas son útiles para todos los niños
Mantener las que funcionan y descartar las otras en función del niño.
La seguridad es prioritaria: no hacer nada que dañe o ponga peligro al niño.
No olvidar que la edad cronológica no va siempre acorde a la edad emocional del niño.

Agradecer al niño por su cooperación por adelantado.
Apreciar más que premiar.
Proveer apoyo emocional cuando se impone una consecuencia: hacerle saber que le acompañamos.
Las intervenciones conductuales son mejor llevadas como: “no es nada personal, es sólo mi trabajo”. Las intervenciones conductuales emocionalmente cargadas son más reactivas que estratégicas, por tanto, menos eficaces.
No negociar o hacer tratos si el niño continúa evitando su responsabilidad, mintiendo o siendo superficial.
Ofrecer empatía más que simpatía.
El contacto físico hacerlo en períodos de calma. Las expresiones de afecto sólo si el niño está abierto a recibirlos.
Ayudar al niño con “la palabra” a relacionar lo que gatilla sus sentimientos, sus ideas del incidente y lo que hace.
Si el niño no sabe o no puede expresarse con “la palabra”, habla por él y pregúntale si es eso lo que le pasa (Siempre como hipótesis)
Las conversaciones en las cuales el niño se protege a sí mismo, se defiende y se contradice, argumenta y argumenta es mejor evitarlas.
Evitar “persuadir” al niño para que cambie de idea, porque los resultados son inútiles.
Los por qué son casi siempre maneras de los niños de sacar información para discutir más con el adulto.
Muchas veces la mejor respuesta a los por qué es:

Decirle que ya sabe la respuesta.
Devolverle la pregunta.
Responder con humor.

Los factores asociados que dificultan el avance:

Condiciones médicas/psiquiátricas/neurológicas en el niño que exacerban los efectos de los maltratos pasados. Psicopatología excesiva en el niño relacionado directamente a su historia de abusos crónicos (“fobia del afecto”).
Problemas en el ambiente laboral (entre educadores o entre educadores y dirección; incoherencias o falta de coordinación y consenso)
Eventos externos los cuales impactan negativamente al niño y no pueden ser cambiados (medida de visitas, permisos, decisiones judiciales, etc.)
Falta de habilidad del educador para no entrar en la escalada que el niño provoca.
Rotación de profesionales o síndrome del peloteo por parte del niño.