Con la Navidad entramos en la fase final del año. Una época que para algunos es odiosa y, para otros, preciosa. Sobre las dos posturas escribí en entradas anteriores, así que no me repetiré. Respeto ambas. Sólo -cada uno tiene la suya-que yo me alineo con la que disfruta de la Navidad. Eso tiene que ver, seguro, con las experiencias infantiles de cada uno de nosotros, con nuestras historias de vida y con los sucesos con los que nos haya tocado bregar en las navidades pasadas. Soy consciente de que hay muchas personas que guardan un penoso recuerdo de estas fiestas, pero no por ellas en sí sino porque estuvieron asociadas a experiencias dolorosas.
Quiero recordar el famoso Cuento de Navidad de Dickens (un escritor que, por cierto, recogió como nadie el sufrimiento de numerosos héroes anónimos que tienen que pechar con una dolorosa existencia producto de condiciones sociales y económicas adversas e injusticias creadas por el hombre; inolvidables, en esta línea, son: Grandes Esperanzas y David Copperfield) Todo el mundo conoce al ínclito Mr. Scrooge (el tacaño personaje de la novela Cuento de Navidad) y cómo cambia a fuerza de experiencias vitales (muy impactantes y terroríficas) Este personaje es la alegoría de que el cambio es posible por muy rígidas que sean las estructuras mentales que sustentan nuestras creencias. Y una vez más nos demuestra que lo que se vivió de niño influye decisivamente en nuestra vida adulta: Mr. Scrooge tuvo una infancia dura...
Este año podemos ver en las pantallas una nueva versión cinematográfica de Cuento de Navidad. Tecnológicamente perfecta (si está Robert Zemeckis de por medio no puede ser de otra manera), dicen que el acento está muy puesto en los aspectos más terroríficos de la historia.
Quiero recordar el famoso Cuento de Navidad de Dickens (un escritor que, por cierto, recogió como nadie el sufrimiento de numerosos héroes anónimos que tienen que pechar con una dolorosa existencia producto de condiciones sociales y económicas adversas e injusticias creadas por el hombre; inolvidables, en esta línea, son: Grandes Esperanzas y David Copperfield) Todo el mundo conoce al ínclito Mr. Scrooge (el tacaño personaje de la novela Cuento de Navidad) y cómo cambia a fuerza de experiencias vitales (muy impactantes y terroríficas) Este personaje es la alegoría de que el cambio es posible por muy rígidas que sean las estructuras mentales que sustentan nuestras creencias. Y una vez más nos demuestra que lo que se vivió de niño influye decisivamente en nuestra vida adulta: Mr. Scrooge tuvo una infancia dura...
Este año podemos ver en las pantallas una nueva versión cinematográfica de Cuento de Navidad. Tecnológicamente perfecta (si está Robert Zemeckis de por medio no puede ser de otra manera), dicen que el acento está muy puesto en los aspectos más terroríficos de la historia.
Esta historia de Mr. Scrooge es un ejemplo que me viene de cine, nunca mejor dicho, para ilustrar una de las frases que más me gustan. Es de Siegel: La memoria prospectiva nos permite recordar el futuro. Por eso, para que Mr. Scrooge cambie, ha de vivir la experiencia vital de viajar al pasado. Porque es con esa memoria con la que está operando en el presente -y con la que seguirá funcionando- para ser tan desdeñoso, misántropo y avaro. Y así se hace consciente de qué le ha ocurrido. Vive una impactante terapia de choque, pero le hace un hombre nuevo. Y cuando se da cuenta de qué le deparará el futuro si su memoria no cambia de registro vital, es cuando se produce en él la transformación. ¿Sueño o realidad lo que le ocurrió a Mr. Scrooge esa noche?
Os dejo con el trailer de la película.
Os dejo con el trailer de la película.
Con mis mejores deseos para estas fiestas de Navidad, un afectuoso saludo a todos/as.
Muy interesante la alegoría de Mr. Scrooge para tomarse con más optimismo las posibilidades de cambio en situaciones difíciles.
ResponderEliminarEntiendo la explicación sobre la necesidad de explorar en el pasado y sus consecuencias sobre el presente para cambiar el futuro pero no entiendo la frase de Siegel (¿memoria prospectiva?, ¿recordar el futuro?).
En cualquier caso, ¡Feliz Navidad para tí y todos tus seguidores!
Saludos:
ResponderEliminarMuy buen post, como siempre.
Me ha gustado particularmente la frase: "Y cuando se da cuenta de qué le deparará el futuro si su memoria no cambia de registro vital, es cuando se produce en él la transformación". Creo que las Navidades serían un momento perfecto para ese insight emocional.
FELICES FIESTAS para ti y para todos los que compartimos este espacio.
Jennifer
Hola, Alberto: Feliz Navidad también para tí y todos tus seres queridos.
ResponderEliminarCuando Siegel habla de "recordar el futuro" se refiere a que éste se encara o se va operando en él de acuerdo con las representaciones mentales que están escritas en la memoria. Lo que va ocurriendo se va procesando según los contenidos almacenados en la memoria y se le da un significado de acuerdo a estos contenidos. A veces somos conscientes de algunos de ellos, otras no. Por eso es "memoria prospectiva" porque lo almacenado no queda sin impacto en nuestras emociones y por lo tanto en nuestra conducta, sino que esos contenidos nos hacen valorar con prospección los acontecimientos futuros.
Gracias por tus aportes, encantado de contar contigo aquí, un abrazo
José Luis Gonzalo
Hola, Jennifer: Me alegra que el post te haya gustado. Gracias por ser una habitual en este blog y por tus siempre interesantes comentarios.
ResponderEliminarFeliz Navidad también para tí.
Un afectuoso saludo,
José Luis
Hola José Luis,
ResponderEliminarDesearte una Feliz Navidad en compañía de tus seres queridos que seguro serán muchos.
Y quiero darte las gracias por el blog tan estupendo que tienes y por el trabajo que haces. Seguro que 2010 será la continuación de muchas fructuosas experiencias por vivir. Te deseo lo mejor a tí y a los tuyos.
Un abrazo.
Hola, Alexia:
ResponderEliminarTe deseo igualmente una Feliz Navidad a ti y a toda tu familia y amigos/as. Es para mí una gran satisfacción contar contigo en este blog y con tus excelentes comentarios.
Gracias y un abrazo,
José Luis Gonzalo